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El narcisismo y la cultura contemporánea
Flávia Ferro Costa Veppo
José Juliano Cedaro
Resumen
Cada generación interfiere en la constitución del sujeto e influencia en su sistema de
referencias, su forma de pensar y de actuar, así no hay como pensar cada persona afuera
de un contexto socio-económico, político y cultural. La cultura contemporánea llamada
"era de vacío" por Gilles Lipovetsky (1983) aparece en la práctica psicoanalítica a
través del discurso de los pacientes que informan o se quejan de la dificultad de hacer
frente a la alteridad y comprender fenómenos más allá de su experiencia personal. Se
observa la exacerbación del individualismo, del hedonismo y de la inmediatez, las
expresiones de la subjetividad contemporánea guiadas por la orden de la mercadología,
que se ratifican en la superposición de los objetos de deseo a los de consumo. El
consumismo y la inmediatez son muy frecuentes y están tan destacados en esta era que
podrían ser una representación del contexto actual, se convirtieron en referencia al
sobresalirse en la subjetividad contemporánea, mientras se presentan como una
limitación del universo simbólico y representacional del sujeto. En síntesis, es por lo
tanto una cultura narcisista que hace hincapié a una personalidad centrada en el “Yo”
que por veces ignora al otro, sus necesidades y demandas.
Palabras clave: Era del vacío, cultura contemporánea, narcisismo.
La figura de Narciso se puede ser presentada en el sujeto contemporáneo por la
repercusión de su individualismo, siendo la moral filosófica reglada en la búsqueda por
la satisfacción independiente de otro ser. ¿Es ésta una economía psíquica actual llena de
nuevos síntomas articulados por el social y el individual? Para Lasch (1983) "nuevas
formas sociales requieren nuevas formas de personalidad, nuevos modos de
socialización, nuevas maneras de organizar la experiencia." (Lasch, 1983, p. 76).
La cultura hedonista, marcada por la ilusión de la satisfacción inmediata y
siempre posible, destaca la falta del elemento del barrera psíquica del deseo, que es otra
marca de la contemporaneidad: el declive de la función paterna (Birman, 2000). El siglo
XX, marcado por la destitución del lugar del padre como poseedor de la verdad y del
poder, hubo corroborado en rupturas del pacto edípico, con comportamientos que
sugieren la falta de incorporación de algunos principios del convivio social, en que se
valora al extremo el placer inmediato y inconcebible.
Los nuevos valores llamados de hedonista-consumista tornan la capacidad
creativa y simbólica del sujeto cada vez más pobre y más cerca de vacío, pela no
representación de elementos subjetivos que son reemplazados por subvenciones
concretas que constituyen este nuevo tema. Otro resultado en virtud de esta cultura es el
agotamiento de la capacidad reflexiva, puesto que el pensamiento se reestructura de la
renuncia establecida por la influencia de la ley.
El narcisismo y el consumismo actual interfieren significantemente en la
estructuración subjetiva del sujeto contemporáneo. Padres y madres dominados en una
condición narcisista de un yo-ideal evitan al cualquier precio la condición de la
castración, de la falta, sin dejar nada escasear a sus hijos. Se observa el gozo pleno
delante de todo, sin un ideal del yo agregado a valores y modelos que deben ser
adoptados, pero sí a objetos que se tornan responsables por la felicitad. Y el otro se
convierte también en un objeto de consumo, una alimentación más a su narcisismo y por
lo tanto no hay relación de alteridad, con el fin de evitar el dolor a todo costo.
Lo que vemos es que el espacio para la reflexión en relación al universo
simbólico de este sujeto contemporáneo se presenta limitado, pues no cree en nada que
no sea él mismo y en la practicidad de resolver sus conflictos de manera instantánea. La
creencia de Freud (1914) la que el sujeto alcanzará su evolución a partir de la razón y de
la ciencia ha mostrado su faceta más cruel frente a la subjetivación desplazada de las
fuentes fantasmas y simbólicas a la objetivación racional, alejándolo de su repertorio lo
simbólico y de su condición humana.
No hay más tiempo para postergar un deseo y huir de las frustraciones.
Frustración esta necesaria e imprescindible para la constitución del sujeto, puesto que
requiere trabajo en el desarrollo del aparato psíquico, que por la destrucción de la
frustración de tener que ser feliz todo el tiempo, tornan escasas las posibilidades
introyectivas. Entonces el sujeto se queda en un estado de alienación por el deseo del
disfrute pleno, sin lugar a indefensión. Buscase un yo ideal y no el más ideal de uno
mismo, por falta de componentes simbólicos y el imperativo de la no ausencia.
El malestar que Freud se refiere, hoy puede ser nombrado como el malestar del
vacío irrepresentable (Junior Magdaleno, 2008), en que la cultura hedonista
entrelazados por la creencia de que "todo puede” y a la representación manifiestamente
diluida de la Ley del Padre por la ley del mercado y del consumo. Con la ilusión de la
gratificación instantánea y siempre posible, hace la triangulación edípica carente. La
sustitución de la búsqueda subjetivo para algo concreto, establece el desequilibrio en
esta dinámica, la tornando sin límite, sin leyes, y que sin el apoyo de lo simbólico
establecido por la Ley del Padre dañase las experiencias de castración y de Edipo.
La Ley del Padre es el agente que rompe la ilusión de omnipotencia infantil, el
rechazo de este limitador, sin duda, dará lugar a un caos para los seres humanos. Lo que
se pierde es lo que Lacan (1978) llama de objeto a, punto de partida para la búsqueda
del deseo, la causa de esto, siendo la relación con el mundo guiado por esta falta de este
objeto siempre buscado, pero nunca encontrado.
El descenso de la posición paternal implica en la crisis de su función y provoca
cambios significativos en la estructura familiar que al revés de estar presentes como
anteriormente, siendo jerárquica y vertical, se vuelve más flexible. Lo que experimenta
es la crisis de las referencias simbólicas delante del contexto en el que las funciones
parentales se muestran destituidas de su ejercicio más inflexible.
Para Calligaris (1996) la subjetividad actual encuentra afirmación en las
imágenes que ofrecen los medios de comunicación como aceptable y delegan el trabajo
de reflexiónalas. Kehl (2002) designa el Otro siendo presentado por los medios de
comunicación, por aclarar y proporcionar lo que debe ser deseado, causando la
alienación de uno mismo y de su deseo, por lo que su consumo depende directamente.
Jurandir Freire Costa (1995) al discurrir estos nuevos valores frisará la importancia del
narcisismo de los consumidores, en la que el sujeto se convierte en objeto, y el consumo
de la felicidad.
A medida que la fantasía narcisista se basa en la realización inmediata del deseo,
el mercado va a ser la solución, pues se puede tener lo que quiera en cualquier
momento. Así, el sujeto está condenado a ser creencia de que ser es ter y la angustia se
instala cuento el sujeto mismo teniendo, no consigue ser lo que quieras. Una condición
miserable por estar incluso en una cultura que encarcela y no pone en vista la reflexión,
pero sí lo inmediato.
El ter al encargarse del lugar del ser y el consumir preferible a la reflexión, el
sujeto se convierte en un objeto que está simple y llanamente preocupado con el
exterior, dejando a su organización interna a merced del mercado, contrariamente a la
perspectiva psicoanalítica que prima por su mundo interno en virtud del contexto de su
creación, era de revoluciones artísticas, literarias, filosóficas, entre otras. Como pensar
el psicoanálisis delante de este nuevo sujeto de apariencia, de lo que se puede comprar,
de lo que los medios de comunicación aprueban?
El consumismo agregado a la publicidad, hecho para que las ofertas generen
demandas, como dijo Lacan, crea necesidades ilusorias generando un vacío mayor para
ser llenado por medio de la comercialización de productos. Se expulsa el tiempo
histórico, el pasado, y lo que importa es disfrutar el aquí y ahora a través del consumo,
forjado por la creencia de que nada es imposible, siendo las pérdidas y los fracasos
propagados como inexistente, convirtiéndose así en , insoportable cuando las
satisfacciones no son alcanzadas.
Hay en paralelo la menor inversión en el otro y mayor en el yo, cuya
consecuencia es el empobrecimiento de las relaciones, haciéndolas más efímeras e
inconstantes, que en la definición de Bauman (2005):
(...) para la gran mayoría de los habitantes del líquido mundo moderno,
actitudes como la de cuidar de la cohesión, se adhirieren a las reglas, respetar
los precedentes y mantenerse fiel a la lógica de la continuidad en lugar de
flotar en la onda oportunidades cambiantes y de corta duración, no son
opciones prósperas. (Bauman, 2005, p. 60).
Y el sujeto más libre de las ataduras, es aún más incierto, debido a la
inestabilidad y la fluidez en las relaciones (Lasch, 1983). El orden capitalista demanda
del sujeto flexibilidad, eficacia y rapidez, oblígalo a coincidir de alguna manera a la
economía actual que lleva a una relajación en las relaciones sociales, debido a la
volubilidad del mercado, que se ha reflejado en las relaciones personales.
Siendo las verdades transitorias, la inseguridad y el desamparo sean los
sentimientos más destacados delante de la enfermedad establecida, y el desapego
emocional quizá sea un intento de no tener que hacer frente a la inestabilidad de las
relaciones. La libertad reina y la procura está en alejarse de toda intervención colectiva
que contrarie el alcance del bienestar individual, por la dificultad en vincularse duradera
o profundamente al otro, que conduce a la fragilidad de las relaciones y un
individualismo creciente.
Por consiguiente, la identidad del sujeto se convierte en dependiente del
consumismo desempeñado, que resulta en un constante empobrecimiento de la vida
psíquica, siendo el cuerpo abandonado en su totalidad y tomado como materia/objeto
del culto narcisista, entrelazado y estampado mediante un proceso dialéctico que
compone su subjetividad.
REFERENCIAS
BAUMAN, Zygmunt. (2005). Identidade: entrevista à Benedetto Vecchi. 1ª ed. Rio de
Janeiro: Zahar Editor.
BIRMAN, J. (2000). A modernidade e a função paterna. In: A psicanálise, a educação e
os impasses da subjetivação no mundo moderno. São Paulo: Lugar de Vida.
CALLIGARIS, C. (1996). Crônicas do Individualismo Cotidiano. São Paulo: Ática.
COSTA, Jurandir F. (1995). A ética e o espelho da cultura. Rio de Janeiro: Rocco.
FREUD, S. (1914). Sobre o narcisismo: uma introdução. Obras completas, vol. XIV.
Rio de Janeiro: Imago.
KEHL, M. R. (2002). Sobre Ética e Psicanálise. São Paulo: Companhia das Letras.
LACAN, J. (1978). O Seminário - Livro II: O eu na teoria de Freud e na técnica da
psicanálise. Rio de Janeiro: Zahar.
LASCH, C. A. (1983). Cultura do narcisismo: a vida americana numa era de esperanças
em declínio. Rio de Janeiro: Imago.
LIPOVETSKY, G. (1983). A Era do Vazio: ensaio sobre o individualismo
contemporâneo. Barcelona: Editora Gallimard.
MAGDALENO JUNIOR, Ronis. (2008). A dialética de Eros e o mal-estar na cultura
hoje. Ide, São Paulo, v. 31, n. 46.
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