RÍO AMAZONAS Desde su origen en las alturas andinas del Perú milenario, el Amazonas, el río más largo, caudaloso, ancho y profundo del planeta, serpentea entre cadenas de montañas, valles fecundos y bosques megadiversos. En su persistente y kilométrica búsqueda de la costa atlántica del Brasil, su torrente se nutre con el aporte hídrico de una red de cauces tributarios que provienen de varios países. Bravío, inmenso y con pretensiones de mar, en los llanos selváticos sus aguas se proyectan hasta la línea del horizonte; pero esta magnificencia contrasta con el escaso caudal de su naciente, localizada en las faldas del nevado Mismi (cordillera de Chila, provincia de Caylloma, región Arequipa), como lo comprobara la primera expedición científica peruanabrasileña, realizada en el año 2007. En ese paraje de altura a más de cinco mil metros sobre el nivel del mar, el deshielo y una serie de filtraciones forman un pequeño riachuelo de aguas heladas, frías y penetrantes. Es la génesis del Amazonas, ese gigante fluvial que, según el Instituto Geográfico Nacional del Perú (IGN), tiene una extensión de 6,672 kilómetros. Sin embargo, otras mediciones señalan que su longitud bordea los 6,800 kilómetros. A lo largo de su peregrinaje sus aguas reciben diferentes denominaciones. En los andes y en la ceja de la selva peruana, se le conoce como Lloqueta, Apurímac, Ene, Tambo y Ucayali. Solo a partir de la confluencia del Ucayali con el Marañón (en las cercanías de Iquitos) recibe el nombre de Amazonas. En el Brasil, es el Solimões hasta la confluencia con el río Negro. Desde este punto vuelve a ser el Amazonas hasta su desembocadura en Belén, estado de Pará. Sí, el Amazonas, siempre el Amazonas que es riachuelo modesto en la quebrada Carhuasanta en el Mismi, que es profundidad en el cañón del Apurímac, que es generador de vida en la selva que purifica el aire del planeta y que es ofrenda cuando entrega su cauce a las olas del Atlántico. Maravilloso, sorprendente, navegable. Surcar sus aguas es un reto aventurero que permite explorar el bosque tropical (el 56 por ciento de todos los que existen en el planeta están en esta cuenca o muy cerca de ella) conocer ciudades, pueblos y comunidades nativas de herencia ancestral y diversos escenarios geográficos en los que la naturaleza se muestra en estado puro. Las expediciones occidentales por este curso legendario se remontan a 1542, atribuyéndosele a Francisco de Orellana el honor de ser el descubridor (12 de febrero) y el primero en arribar a la desembocadura de ese río que él denominaría como Amazonas (26 de agosto), en referencia a las mujeres guerreras que sus huestes tuvieron que enfrentar en su azarosa travesía. Otras versiones aseguran que el nombre deviene de una voz autóctona españolizada que significaba “rompedor de canoas”. Sea como fuere, lo que nunca llegó a saber Orellana y ninguno de sus hombres, es que estaban surcando el corazón de la hoya hidrográfica más grande de los cinco continentes y la mayor fuente de agua dulce de la tierra. Esa es la importancia de una cuenca hidrográfica que entrelaza a más de mil tributarios provenientes de nueve países (Bolivia, Brasil, Colombia, Ecuador, Guyana, Guyana Francesa, Surinam, Perú y Venezuela), ocupando un área mayor a los siete millones de kilómetros cuadrados. Entre sus afluentes hay 25 afluentes que tienen una extensión superior a los mil kilómetros. Tampoco sabían que en época de lluvias su cauce alcanza hasta 50 kilómetros de amplitud, que su desembocadura tiene 240 kilómetros de ancho y que en el estrecho de Obidos, en Brasil, su profundidad bordea los 300 metros. En aquel viaje precursor, también era una utopía pensar en el surgimiento de ciudades como Iquitos (Perú), Leticia (Colombia), Manaos y Belén (Brasil) en las orillas amazónicas. Pero más allá de extensiones, anchuras y profundidades, el Amazonas es sinónimo de bosque, misticismo y biodiversidad. Es selva, aire puro, cultura milenaria. Es el vuelo de las aves, la huella de un jaguar en una trocha de fango, la quietud cazadora de un caimán, los jugueteos de los monos en la copa de los árboles. Es todo eso, es mucho más que eso. Por eso hay que navegarlo, por eso hay que explorarlo.