Capital de trabajo: la importancia de tener los conceptos claros Por Alejandro Fontana Llevo ya varias sesiones preguntando a empresarios, directivos de empresas y alumnos de maestría cuidadosamente seleccionados, qué es el capital de trabajo. Y la respuesta que siempre me dan es la siguiente: “La diferencia entre el activo corriente y el pasivo corriente”. Cuando me contestan así, casi de modo instintivo suelo repreguntar: “dime qué es; no me digas cómo lo calculas”. Y entonces, o se origina un desconcierto en mi interlocutor, porque no sabe qué responder; o los más aventados se adelantan a agregar que el capital de trabajo son los recursos que se requieren para la operación. De otro lado, tampoco ha sido poco frecuente que tenga que acompañar a algún empresario a negociar un financiamiento bancario, que por alguna circunstancia tenía que ser de corto plazo. Mientras explicábamos esto al funcionario que nos atendía, con mucha amabilidad, nos ha comentado: “Les entiendo, ustedes buscan capital de trabajo”. Algunos pueden pensar, a esta altura del escrito, que una precisión en esta materia es sólo teórica y que no viene al caso dedicarle mayor atención. Pero profundicemos en el concepto y veamos las consecuencias. El capital de trabajo es la parte de los recursos permanentes que la empresa tiene para financiar su operación. Quien dice permanentes, dice también: de largo plazo. Por lo tanto, este concepto hace referencia, necesariamente, a los recursos que la empresa, o tiene por patrimonio; o los ha recibido de terceros, pero para ser amortizados en más de un año; o han sido generados por la propia operación. En primer lugar, entonces, nada más lejos, que un pagaré a tres meses de vencimiento o una línea de crédito renovable. Lo que el concepto de capital de trabajo quiere decirnos es que, de modo ordinario, una operación requiere la disponibilidad de recursos de largo plazo para su financiamiento. Hay excepciones, claro; pero son, no nos olvidemos, excepciones; y lo más probable es que si Ud. está inmerso en algún tipo de operación empresarial, ésta no sea una de ellas, sino más bien una operación en las que se requiere contar con recursos de largo plazo. De otro lado, el capital de trabajo no son los recursos que requiere mi operación; esto depende del carácter de la actividad empresarial. El capital de trabajo es más bien la parte de los recursos de largo plazo con los que la empresa va financiar, precisamente, esas necesidades o exigencias de la operación. Esto es diferente: uno es el monto que se requiere por el tipo de operación que se realiza; otro en cambio, es la cantidad de recursos de largo plazo que se requieren para financiarlo. A esto último es a lo que se llama capital de trabajo. Pues bien, en entornos emergentes, como en el caso de Perú, esta disponibilidad es crítica para las empresas. Si alguno piensa que es igual financiar la operación con recursos de bancos de corto que de largo plazo; y que en este caso, lo único relevante es el valor de la tasa del préstamo; comete un error grave. En mercados emergentes, lo crítico no es el costo del financiamiento: es la disponibilidad de los fondos. En un mercado emergente, los fondos son volátiles; de modo que cuando el sistema financiero cuenta con muchos recursos, todas las instituciones bancarias buscan financiar todas las iniciativas factibles; pero así como se da esta disponibilidad cuando hay bonanza financiera, de la misma forma, y aún con mucho más radicalidad, se cortan todas las líneas de crédito, se exigen las cancelaciones de todos los sobregiros o no se renuevan los pagarés, cuando los recursos financieros emigran del mercado. Por lo tanto, si la operación se sostenía por recursos de corto plazo, al cerrársele estas líneas de crédito, simplemente muere por inanición. Recientemente, en el año 2009, esto sucedió en nuestro país a varias empresas textiles y a otras del sector del acero. En conclusión, no es igual un tipo de financiamiento u otro cuando se trata del capital de trabajo: éste es un concepto ligado al largo plazo. Conviene, por tanto, tener los conceptos claros; especialmente en mercados emergentes, como el nuestro.