EL ERROR IN PERSONA DEL INDUCIDO Y SU RELEVANCIA PARA LA RESPONSABILIDAD PENAL DEL INDUCTOR* Dr. Isidoro Blanco Cordero Profesor Titular de Derecho Penal. Universidad de Vigo I. Introducción La presente contribución analiza el tratamiento de los supuestos en los que el inducido a ejecutar un delito contra la vida incurre en un error in persona y da muerte a una persona distinta a la indicada por el inductor, sin que ello suponga un cambio de figura delictiva. Recordemos que el error in persona es una variante del error en el objeto (el que recae sobre la identidad del objeto material del delito), presente cuando se confunde a la víctima tomándola por otra persona1. El problema central reside en determinar cuál es la relevancia que tiene el error en la persona en que incurre el autor para la responsabilidad penal del inductor. Esta cuestión ha sido objeto de un intenso debate en Alemania, debate que, pese a su interés, no ha tenido gran eco en la doctrina española2. Quizás ello se deba al escaso número de pronunciamientos jurisprudenciales habidos hasta la fecha en los tribunales españoles. Con todo, sirva de ejemplo un caso extraído de los juzgados españoles, en concreto, el resuelto mediante Sentencia de la Audiencia Nacional de 12 de febrero de 19813. Los hechos son los siguientes: Este trabajo se enmarca en el Proyecto financiado por la DGICYT PB 97 0769-C03-03. Quedan al margen de nuestro estudio los casos en los que la conducta delictiva del inducido se desvía del contenido de la incitación, realizando una figura típica distinta (se induce a un robo y el autor comete un homicidio), o realizando más de lo pretendido por el inductor (se induce a matar a una persona y se mata a varias). Son los supuestos de exceso del inducido. 2 Cfr. la escasa discusión habida sobre esta cuestión en las monografías de GÓMEZ RIVERO, Mª del Carmen, La inducción a cometer el delito, Valencia, 1995, pgs. 513 ss; OLMEDO CARDENETE, Miguel Domingo, La inducción como forma de participación accesoria, Madrid, 1999, pgs. 780 ss. 3 Extraída de la obra SILVA SÁNCHEZ, Jesús María/BALDO LAVILLA, Francisco/CORCOY BIDASOLO, Mirentxu, Casos de la jurisprudencia penal con comentarios doctrinales. Parte General, 2. ed., Barcelona, 1997, pg. 426, caso comentado en las pgs. 442 ss. * 1 ISIDORO BLANCO CORDERO Un súbdito palestino es llamado para cumplir una misión en España consistente en dar muerte a un “capitalista” judío con residencia en este país. Para ello se le suministra la fotografía de la víctima, se le entrega un billete de avión de ida y vuelta, una cantidad de dinero en dólares y un pasaporte falso. Igualmente se le pone en contacto con un árabe residente en España, el cual le facilita datos sobre la identidad de la víctima. El súbdito palestino, convencido de haber identificado a la víctima, dispara contra ella, pero resulta que se trata de otra persona, la cual fallece a consecuencia de los disparos. Como venimos diciendo, la cuestión a solucionar aquí es la determinación de la responsabilidad penal, no tanto del súbdito palestino, cuanto de las personas que le ordenan la misión, esto es, de los inductores. Pues bien, en este trabajo, que presentamos como homenaje al Prof. Dr. D. Marino Barbero Santos, nos ocuparemos de exponer las principales soluciones elaboradas en la doctrina, finalizando con una toma de postura en la que se ofrecen criterios específicos para resolver esta cuestión. La doctrina alemana, que es la que más se ha ocupado de esta cuestión –junto con la austríaca–, mantiene básicamente dos opiniones: para algunos autores se trata de un error in persona irrelevante tanto para el autor como para el inductor; para otros es irrelevante sólo para el autor, mientras que para el inductor el hecho debe ser tratado como un supuesto de aberratio ictus. En cualquier caso, como puede verse, todos los autores están de acuerdo en que concurre un error in persona irrelevante para el autor, dado que éste ha individualizado a la persona sobre la que va a actuar y conduce el proceso lesivo contra ella, resultando, sin embargo, que el resultado no se corresponde con su plan, dado que quien muere es una persona con una identidad distinta. Esto es, la persona contra la que el autor dirige su ataque y que realmente lesiona no coincide con la que se había representado -siempre y cuando las personas representada y lesionada sean equivalentes desde el punto de vista de la protección penal de los tipos penales, lo que no sucede, por ejemplo, cuando en lugar de dar muerte a una persona normal (art. 138 del Código Penal), se da muerte al Rey (art. 485 CP)-. En definitiva, el error en la identidad de la persona es irrelevante. II. Las soluciones en el marco del tipo subjetivo El debate doctrinal y jurisprudencial originado para solucionar esta cuestión se ha llevado a cabo tradicionalmente en el marco del tipo subjetivo y, básicamente, en el marco del dolo. En concreto, se discute si está o no presente el dolo del inductor cuando el autor realiza la acción sobre una persona distinta a la señalada. La presencia o ausencia del dolo4 se liga a los En este sentido, ya BINDING, Karl, Die Normen und ihre Übertretung. Band III. Der Irrtum, Neudruck der Ausgabe Leipzig, 1918, Scientia Verlag Aalen, 1965, pgs. 212 s, niega la responsabilidad del inductor porque el hecho del autor que recae sobre una persona distinta queda fuera del dolo del inductor. 4 – 824 – El error in persona del inducido y su relevancia para la responsabilidad penal del inductor problemas del error del inducido y su posible relevancia para el inductor. En definitiva, la doctrina mayoritaria (en Alemania, Austria y España) soluciona esta cuestión en el marco del error. 1. Irrelevancia del error in persona del inducido para el inductor 1.1 Argumentos en la doctrina Un numeroso sector de autores alemanes5 y españoles6, así como la jurisprudencia alemana (y al parecer también la española)7, consideran que Cfr. MEZGER, Edmund, Tratado de Derecho Penal. Tomo II, Madrid, 1949, traducción de José Arturo Rodríguez Muñoz, pgs. 315/6; WELZEL, Hans, Derecho Penal alemán. Parte General, 11ª edición, 2ª edición castellana, traducción del alemán por los profesores Juan Bustos Ramírez y Sergio Yáñez Pérez, Santiago de Chile, 1976, pg. 168, señala que las desviaciones que son irrelevante respecto del autor también lo son respecto del inductor, tal y como ocurre con el error en la persona del autor; MAURACH, Reinhart/GÖSSEL, Karl Heinz/ZIPF, Heinz, Derecho Penal. Parte General. 2. Formas de aparición del delito y las consecuencias jurídicas del hecho, traducción de la 7ª edición alemana por Jorge Bofill Genzsch, Buenos Aires, 1995, § 51, nm. 57, pg. 450, salvo que el inductor no deje la individualización en manos del ejecutor, en cuyo caso existirá aberratio ictus; WESSELS, Johannes/BEULKE, Werner, Strafrecht. Allgemeiner Teil. Die Straftat und ihr Aufbau, 29., neubearbeitete Auflage, Heidelberg, 1999, § 13, nm. 579, cuando en la concreta situación el inductor ha dejado al autor la individualización de la víctima; CRAMER, Peter, en SCHÖNKE, Adolf/ SCHRÖDER, Horst, Strafgesetzbuch Kommentar, bearbeitet von Peter Cramer, Albin Eser, Theodor Lenckner, Walter Stree, 25., neubearbeitete Auflage, München, 1997, § 26, nm. 23; TRÖNDLE, Herbert/FISCHER, Thomas, Strafgesetzbuch und Nebengesetze, 49., neubearbeitete Auflage, München, 1999, § 26, nm. 15; EBERT, Udo, Strafrecht. Allgemeiner Teil, 2., neubearbeitete Auflage, Heidelberg, 1993, pg. 193; GEPPERT, Klaus, Jura-Kartei, StGB, 1991, § 26/4; GEPPERT, Klaus, “Zum ‘error in persona vel obieto’ und zur ‘aberratio ictus’, inbesondere von dem Hintergrund der neuen ‘Rose-Rosahl-Entscheidung’ (= BGSt.37, 214 ff)”, en Jura, 1992, pgs. 163 ss, pgs. 167/8; KÜPPER, Georg, “Anmerkung zum Urteil des BGH v. 25.10.1990 - 4 StR 371/90 (BGSt. 37, 214)”, JR, 1992, pgs. 293 ss., pg. 294; MITSCH, Wolfgang, “Urenkel von Rose und Rosahl (?)”, en Jura, 1991, pgs. 373 ss., pg. 375; STRENG, Franz, “Die Strafbarkeit des Anstifters bei error in persona des Täters (und verbandte Fälle) - BGHSt 37, 214”, en JuS, 1991, pgs. 910 ss., pg. 916; WEßLAU, Edda, “Der Exceß des Angestifteten”, en ZStW, 1992, pgs. 104 ss, pg. 130; GROPP, Walter, Strafrecht. Allgemeiner Teil, Berlin-Heidelberg, 1997, § 10.C, nm. 134, indica que es la opinión preferida por la doctrina; esta parece ser también la postura no del todo decidida de FREUND, Georg, Strafrecht. Allgemeiner Teil. Personale Straftatlehre, Berlin-Heidelber, 1998, § 10, nm. 131; MOOJER, Donald, Die Diskrepanz zwischen Risikovorstellung und Risikoverwirklichung - Ein Beitrag zur Diskussion über Kausalabweichung und aberratio ictus, Berlin, 1985, pgs. 146 ss; ALTENHAIN, Karsten, Die Strafbarkeit des Teilnehmers beim Exceβ, Frankfurt am Main, 1994, pgs. 103/4. 6 Esta es la opinión de la doctrina española dominante, cfr. FERRER SAMA, Antonio, Comentarios al Código Penal. Tomo II, Murcia, 1947, pg. 53; RODRÍGUEZ MOURULLO, Gonzalo, en CORDOBA RODA, Juan/ RODRÍGUEZ MOURULLO, Gonzalo, Comentarios al Código Penal, Tomo I, (Artículos 1-22), Barcelona, 1972, pg. 857; GÓMEZ BENITEZ, José Manuel, Teoría jurídica del delito. Derecho Penal. Parte General, Madrid, 1984, pgs. 524/5; OCTAVIO DE TOLEDO Y UBIETO, Emilio/HUERTA TOCILDO, Susana, Derecho Penal. Parte General. Teoría jurídica del delito (I), Madrid, 1986, pg. 528; MUÑOZ CONDE, Francisco/GARCÍA ARÁN, Mercedes, Derecho Penal. Parte General, 3ª edición, Valencia, 1998, pg. 463, indica que “el error in persona es irrelevante en los delitos contra la vida, siempre que no determine una distinta calificación del hecho”; OLMEDO CARDENETE, La inducción, pgs. 786/7. 7 En efecto, la Sentencia del Tribunal Supremo de 30 de diciembre de 1980 (JC 1487) ha indicado textualmente que “si la inducción recae sobre la muerte de una persona, perfecta y claramente determinada, y el agente o agentes materiales matan a otra o a otras personas diferentes que no confunden con la víctima cuya inmolación se pactó, la referida inducción se trunca o frustra a menos que se tratara de hipótesis de ‘error in personam’ o de ‘aberratio ictus’”. De aquí, a sensu contrario, como ha indicado OLMEDO CARDENETE, La inducción, pg. 786, se deduce que cuando el autor yerra en su objetivo, la inducción no se frustra, por lo que parece mantener la responsabilidad del instigador por la inducción consumada al delito principal consumado. 5 – 825 – ISIDORO BLANCO CORDERO es irrelevante para el inductor el error en la persona del autor. Por lo tanto, el inductor ha de ser sancionado por una inducción consumada a un hecho principal doloso (homicidio o asesinato) consumado. Para argumentar esta solución recurren algunos autores al fundamento de la punibilidad de la participación. A su juicio, conforme a la moderna formulación de la teoría de la causación o del favorecimiento, la sanción del partícipe se fundamenta en que su comportamiento supone una contribución o un favorecimiento a la realización del hecho principal por el autor. El partícipe no lesiona con su acción el bien jurídico, sino que contribuye al ataque que realiza el autor. Pues bien, esto es lo que sucede en los casos aquí analizados: el autor ha lesionado dolosamente el bien jurídico “vida” protegido en los delitos contra la vida, y a esa lesión ha contribuido el inductor. Este deseaba que el inducido menoscabara la vida de otro y esto es lo que finalmente ha ocurrido. Pese al error del autor, se lesiona realmente un bien jurídico de la misma categoría valorativa típica que el que se pretendía menoscabar. Desde una perspectiva normativa no existe ninguna razón para una disminución de la responsabilidad penal en favor del inductor8. Por ello, carece de relevancia para el inductor el error in persona (irrelevante) en el que incurre el autor; es irrelevante la identidad de la persona que finalmente resulta ser la víctima del delito, siempre y cuando el autor se dirija a cumplir con lo ordenado por el inductor9. En definitiva, el error del inductor ha de tratarse conforme a los mismos principios que el error del autor. Además, dado que el objeto sobre el que realmente recae la acción del autor es de la misma clase que el pretendido por el inductor, no existe ninguna razón para privilegiarle frente al autor10. Desde las filas de este sector doctrinal se considera injustificado el argumento de la opinión contraria formulado por Binding, en virtud del cual, si se adopta la solución de la irrelevancia, el inductor debe ser sancionado por inducción a varios delitos cuando el autor, tras advertir su error, comete otras muertes hasta acertar en la persona elegida (conocido como el “argumento de la matanza”)11. Frente a este argumento se alega que, si bien es cierto que en este ejemplo no se puede imputar al inductor la totalidad de la “matanza”, de ello no se puede derivar la relevancia del error in persona del autor para el inductor. La solución para este supuesto ha de venir de la mano de la teoría del exceso del autor12. El inductor actúa con un único dolo de matar, de manera que sólo puede Cfr. GEPPERT, “’Rose-Rosahl-Entscheidung’”, pg. 168. Cfr. GEPPERT, “’Rose-Rosahl-Entscheidung’”, pg. 167; OLMEDO CARDENETE, La inducción, pg. 786. 10 Cfr. GEPPERT, “’Rose-Rosahl-Entscheidung’”, pg. 167. 11 Sobre este argumento, cfr. infra. 12 Cfr. MAURACH/GÖSSEL/ZIPF, Parte General. 2, § 51, nm. 57; GEPPERT, “’Rose-Rosahl-Entscheidung’”, pgs. 167/8. En el mismo sentido, aunque con otra argumentación que posteriormente veremos, PUPPE, Ingeborg, “Verwechslung des Opfers durch Angestifteten. Anmerkung zu BGH, Urt. v. 25.10.1990 - 4 StR371/90 (LG Bielefeld)”, en NStZ, 1991, pgs. 123 ss, pg. 125. 8 9 – 826 – El error in persona del inducido y su relevancia para la responsabilidad penal del inductor ser condenado por una inducción a un homicidio (o asesinato) –en concreto, al realizado en primer lugar–, careciendo de relevancia que el autor también dispare sobre la víctima “correcta”13. Esta segunda muerte constituye un exceso del autor14 no imputable al inductor. 1.2 La postura de la jurisprudencia alemana 1.2.1 El caso Rose-Rosahl Varias generaciones de penalistas alemanes han debatido el caso resuelto por el Tribunal Supremo de Prusia mediante sentencia de 5 de mayo de 185915, conocido con el nombre “Rose-Rosahl”. En él se solventaban los hechos en los que Rosahl, empresario maderero, había encargado a su empleado Rose la muerte del carpintero Schliebe, acreedor de Rosahl. Cuando Rose acude a cumplir el encargo, en la oscuridad de la noche, confunde a Schliebe con el estudiante Harnisch, que casualmente pasaba por el lugar, y que es quien recibe el disparo mortal. El Tribunal Supremo de Prusia considera que se ha producido una desviación irrelevante del curso causal. Como consecuencia, afirma la presencia del doble dolo del inductor, a quien sanciona por inducción (consumada) a un delito principal consumado (doloso). La acción del inducido no constituye la ejecución de una resolución propia y autónoma, sino que es cualitativamente idéntica a la determinada o causada por el inductor. Lo ocurrido se trata, más bien, de una torpeza del inducido en la realización de la conducta que no puede llevar a la impunidad al inductor. Además, concluye, el error in obiecto irrelevante para el inducido no puede ser relevante para el inductor. La irrelevancia del error del autor la justifica de la siguiente manera: el Derecho prohíbe de forma general causar la muerte de una persona. Rose quería matar a Schliebe, esto es, a una persona. Como consecuencia de su deseo de matar a una persona, se ha llevado a cabo la muerte de Harnisch. Puesto que Harnisch es una persona, Rose le ha matado intencionadamente16. La justificación de que Rosahl es inductor a la muerte realizada por Rose es la siguiente: la inducción depende del delito principal; dada esta dependencia, el error in obiecto que no es relevante para el autor principal no puede tener ninguna influencia sobre la responsabilidad del inductor17. En este sentido, ya MEZGER, Tratado de Derecho Penal II, pgs. 315/6 señala que la segunda muerte no se puede poner en la cuenta del inductor, porque él sólo pretende la muerte de “un hombre” y en modo alguno la “completa carnicería”. 14 Así lo indica GEPPERT, “’Rose-Rosahl-Entscheidung’”, pg. 168; OLMEDO CARDENETE, La inducción, pg. 786. 15 Schwurgerichtshof in Halle a. d. Saale, GA, Bd. 7, 1859, pgs. 322 ss. 16 Ibídem, pg. 325. 17 En el mismo sentido, BIRKERMEYER, Karl, Die lehere von der Teilnahme und die Reschtsprechung des deutschen Reichtsgerichts, Berlin, 1890, pg. 165; LOEWENHEIM, Kurt, Der Vorsatz des Anstifters (Str, Abh. 13 – 827 – ISIDORO BLANCO CORDERO Esta postura del Tribunal Supremo de Prusia fue adoptada por la doctrina alemana mayoritaria del siglo XIX y de principios y mediados del siglo XX18. 1.2.2 La desviación del curso causal. La sentencia del Bundesgerichtshof alemán de 25 de octubre de 1990 (BGHSt 37, 214 ss) Trascurridos 130 años de aquella primera sentencia, el Bundesgerichtshof alemán (BGH)19 se ha vuelto a pronunciar nuevamente para solventar un supuesto muy similar, mediante sentencia BGHSt 37, 214 ss, de 25 de octubre de 199020. Los hechos eran los siguientes: el acusado F. había ofrecido a S. una cantidad de dinero por la muerte de su hijo (del acusado) y heredero M. El hecho se tenía que realizar en el establo, que atravesaba normalmente M. cuando regresaba a casa. Para evitar una confusión y que resultase lesionada otra persona, el acusado F. mostró a S. una fotografía de M. y le informó de su apariencia física y de sus hábitos. Posteriormente, cuando S. se dirigía al establo para realizar el hecho, se encontró casualmente con el acusado F. Este, que conocía sus intenciones, quiso asegurarse de que S. podría identificar a M. S. esperó en la oscuridad del establo a que apareciera la víctima. Por la noche, el vecino B. abrió la puerta del establo. Este tenía una estatura similar a M. y llevaba una bolsa en la mano, tal y como solía hacer M. Dada la oscuridad de la noche, en la que sólo la nieve proporcionaba algo de luz, creyó S. que tenía ante sí a M., disparó y alcanzó mortalmente al vecino B. Heft 9), Breislau, 1897, pgs. 52 ss. Críticamente BEMMANN, Günter, “Zum Fall Rose-Rosahl”, en Beiträge zur Strafrechtswissenschaft, 2., erweiterte Auage, Baden-Baden, 1996, pgs. 53 ss, pgs. 61 ss, (publicado originariamente en MDR, 1958, pgs. 817 ss). 18 Así, por ejemplo, ya en el siglo XX, BELING, Ernst, Unschuld, Schuld und Schuldstufen, Neudruck der Ausgabe Leipzig 1910, Scientia Verlag Aalen, Hamburg-Darmstadt, 1971, pg. 49; esta parece ser también la postura de LISZT, Franz von, Tratado de Derecho Penal, traducido de la 20.ª edición alemana por Luis Jiménez de Asúa y adicionado con el Derecho Penal español por Quintiliano Saldaña, tomo tercero, tercera edición, sin fecha, § 52.I.2.b), pgs. 93/4; IBACH, Viktor, Die Anstiftung, Breslau, 1912, pg. 80; MEZGER, Tratado de Derecho Penal II, pgs. 315/6; WEGNER, Arthur, Strafrecht. Allgemeiner Teil, Göttingen, 1951, pg. 175; WELZEL, Hans, Das deutsche Strafrecht. Eine systematische Darstellung, 5ª edición, Berlin, 1956, pg. 60. Amplia bibliografía se puede ver en BEMMANN, “Zum Fall Rose-Rosahl”, pg. 54. 19 Llamado por BEMMANN, Günter, “Die Objektsverwechslung des Täters in ihrer Bedeutung für den Anstifter”, Beiträge zur Strafrechtswissenschaft, 2., erweiterte Auage, Baden-Baden, 1996, pgs. 70 ss, pg. 71, caso Siegfried-Fritz. 20 Cfr. los diversos comentarios en la doctrina alemana a esta sentencia, ROXIN, Claus, “Anmerkung Zu BGHSt 37, 214”, en JZ, 1991, pgs. 680 ss; PUPPE, “Verwechslung des Opfers durch Angestifteten”, pgs. 123 ss; MÜLLER, Jürgen, “Das Urteil des BGH zu Anstiftung und ‘error in persona’”, en MDR, 1991, pgs. 830 s; STRENG, “Die Strafbarkeit des Anstifters bei error in persona des Täters”, pgs. 910 ss; también ROXIN, Claus, “Rose-Rosahl redivivus”, en Festschrift für Günter Spendel zum 70. Geburtstag am 11. Juli 1992, Herausgegeben von Manfred Seebode, Walter de Gruyter, Berlin-New York, 1992, pgs. 289 ss; SCHLEHOFER, Horst, “Der error in persona des Haupttäters - eine aberratio ictus für den Teilnehmer?”, en GA, 1992, pgs. 307 ss. – 828 – El error in persona del inducido y su relevancia para la responsabilidad penal del inductor Con esta sentencia se revoca la del Landgericht (LG) Bielefeld que había condenado al acusado por tentativa de inducción a un asesinato. El LG Bielefeld no admitió la inducción consumada porque la causación de la muerte de una víctima distinta no había sido abarcada por el dolo del inductor. Frente a esta postura del tribunal inferior, a juicio del Bundesgerichtshof “se deriva de la relación normativa que existe entre los preceptos sobre la autoría y sobre la participación, ..., que el error del autor sobre la persona de la víctima también es irrelevante para el inductor”. Dado que el inductor realiza un injusto idéntico al del autor, la responsabilidad de ambos debe ser la misma21. El Bundesgerichtshof ha reconocido siempre que el inductor “según la ley debe actuar dolosamente”. Sólo cabe sancionar al inductor por una inducción consumada si su dolo ha abarcado el hecho del autor. Sin embargo, el hecho de S. se desvía del que F. hubiese deseado que realizara. El Bundesgerichtshof afirma la existencia de una desviación del curso causal, lo que significa que trata este supuesto como un error sobre el curso causal22. En efecto, en su argumentación evidencia que desea aplicar las reglas previstas con carácter general para la desviación causal. Pero no admite que esta desviación causal constituya un supuesto de aberratio ictus, pues, dice, “las normas relativas a la desviación del golpe se han desarrollado para los casos en los que el autor tiene ante sí el objeto de ataque”23. Ello significa que sólo cabe hablar de aberratio ictus cuando existe la percepción visual del objeto final24. Fundamental en la argumentación del BGH para condenar al inductor es el criterio de la previsibilidad. Y es que el tribunal considera que la desviación del curso causal y la consecuente muerte de M. deben imputarse a F. dolosamente, porque ambos acontecimientos se encuentran abarcados por su dolo, en la medida en que “se mueve(n) en los límites de la previsibilidad de la experiencia general de la vida”25. A juicio del BGH, era previsible que se pudiera producir un cambio de víctima. Concurre la previsibilidad, dice, porque “a la vista de las condiciones de luz, existía el peligro de que el autor confundiese a otra persona, que casualmente se acercase al establo, con Críticamente BEMMANN, “Die Objektsverwechslung des Täters in ihrer Bedeutung für den Anstifter”, pgs. 74/5. 22 Expresamente, SCHULZ, Joachim, Die Bestrafung des Ratgebers. Zur Abgrenzung von Anstiftung und Beihilfe, Berlin, 1980, pg. 63; BLOY, René, Die Beteiligungsform als Zurechnungstypus im Strafrecht, Berlin, 1985, pg. 335; ROXIN, “Rose-Rosahl redivivus”, pg. 295. 23 BGHSt. 37, 214, pg. 219. 24 Cfr. BGHSt. 37, 214, pg. 219. Críticamente BEMMANN, “Die Objektsverwechslung des Täters in ihrer Bedeutung für den Anstifter”, pg. 75; también ROXIN, Claus, StGB. Leipziger Kommentar. Großkommentar. 11., neuarbeitete Auflage. Herausgegeben von Burkhard Jähnke, Heinrich Wilhelm Laufhütte, Walter Odersky, 8. Lieferung: §§ 25-27, Bearbeiter: Claus Roxin, Berlin-New York, 1993, § 26, nm. 94. 25 Críticamente BEMMANN, “Die Objektsverwechslung des Täters in ihrer Bedeutung für den Anstifter”, pg. 76. 21 – 829 – ISIDORO BLANCO CORDERO la víctima que buscaba”. Este criterio de la previsibilidad ha sido asumido también por un importante sector de la doctrina alemana26. El criterio de la previsibilidad que emplea el BGH ha sido objeto de críticas por la doctrina27. En este sentido, una importante objeción es la relativa a la ubicación incorrecta del criterio de la previsibilidad. El BGH lo sitúa en el marco del dolo, esto es, del tipo subjetivo. Ahora bien, la doctrina moderna mayoritaria, como veremos28, considera que la previsibilidad objetiva pertenece al tipo objetivo y no al subjetivo29. 1.3 Especial referencia a la teoría de PUPPE: el recurso al principio de accesoriedad de la participación 1.3.1 Fundamentos dogmáticos de esta postura. Merece atención especial la postura de PUPPE. Según esta autora, la aberratio ictus es un caso especial de error in obiecto y “no tiene existencia como figura jurídica propia con consecuencias jurídicas específicas”30. Si se sigue esta postura, evidentemente no se tiene ningún problema para negar la relevancia del error in persona del autor para la responsabilidad penal del inductor. A su juicio31 existen supuestos en los que la distinción entre error in persona y aberratio ictus es superflua. Esos supuestos se caracterizan porque el autor no identifica el objeto de ataque, sino sólo su ubicación en el curso causal, y dispone únicamente de una representación intelectual de la identidad de este objeto. Estos casos se podrían tratar tanto como error in obiecto vel in persona, porque el resultado lesivo se produce realmente sobre el objeto al que se dirige el ataque y el autor tiene una representación falsa de la identidad; pero se podrían considerar también como una aberratio ictus, porque el ataque yerra el golpe e impacta realmente en un objeto distinto que queda en el Cfr. en este sentido WESSELS/BEULKE, Allgemeiner Teil, § 13, nm. 579 Así, SCHLEHOFER, “Der error in persona des Haupttäters - eine aberratio ictus für den Teilnehmer?”, pg. 308, recurre al conocido argumento que se esgrime contra la previsibilidad objetiva, según el cual todo se puede considerar previsible (Cfr. críticas al criterio de la previsibilidad objetiva en FEIJOO SANCHEZ, Bernardo José, Homicidio y lesiones imprudentes: requisitos y límites materiales, Zaragoza, 1999, pgs. 189 ss). A juicio de este autor, la “experiencia general de la vida” enseña que no existe un conocimiento absolutamente seguro sobre el futuro. Por lo tanto, no se puede excluir nada con absoluta seguridad. Señala este autor que incluso si se realiza esta limitación, es dudoso el resultado del BGH. Así, como se describe en la sentencia, el cambio era más bien imprevisible. No es normal que alguien por la noche entre en el establo del vecino, portando una bolsa como hace normalmente el hijo del vecino, y que se parezca a éste en estatura. 28 Cfr. infra. 29 Cfr. SCHLEHOFER, “Der error in persona des Haupttäters - eine aberratio ictus für den Teilnehmer?”, pg. 309; también en la doctrina austríaca STEININGER, Strafgesetzbuch Kommentar. System und Praxis I. Triffterer Kommentar StGB, 3. Lieferung (Stand: August 1994), Wien, 1995, § 5, nm. 131. 30 Cfr. PUPPE, Ingeborg, “Zur Revision der Lehre von ‘konkreten’ Vorsatz und der Beachtlichkeit der aberratio ictus”, en GA, 1981, pgs. 1 ss, pg. 20. 31 Cfr. PUPPE, “Zur Revision der Lehre von ‘konkreten’ Vorsatz”, pgs. 4 ss; una postura similar sostiene LOEWENHEIM, Ulrich, “Error in obiecto und aberratio ictus”, en JuS, 1966, pgs. 310 ss. 26 27 – 830 – El error in persona del inducido y su relevancia para la responsabilidad penal del inductor círculo de los especificados en el tipo. Es habitual en la doctrina alemana citar ejemplos como los siguientes: el caso en el que una mujer envía aguardiente envenenado a su marido, con la convicción de que sólo él va a consumir la bebida; sin embargo, éste regala la botella y muere quien la recibe. O el caso del sujeto que marca el número de teléfono de la víctima a quien pretende injuriar, pero se confunde al marcar y, cuando descuelga el teléfono una persona distinta, comienza a soltar injurias válidas para cualquiera32. Precisamente los casos aquí estudiados pertenecen a estos supuestos problemáticos. Con ellos tienen en común una serie de circunstancias, como que el inductor identifica a la víctima mediante un determinado lugar y momento y conecta a ello una representación de la identidad de la víctima. Pues bien, para resolver estos casos recurre PUPPE al principio de accesoriedad de la participación. Según este principio, la participación se encuentra en una relación de dependencia respecto del hecho del autor, dependencia que se concreta en que el hecho del autor debe ser al menos típico y antijurídico (accesoriedad limitada). A juicio de esta autora, si la acción realizada por el autor, pese a su error, es la ejecución de lo ordenado por el inductor, entonces, con base en el principio de accesoriedad, el inductor debe ser responsable del resultado realmente producido. Teniendo en cuenta las consecuencias que se derivan del principio de accesoriedad, debe ser irrelevante el error in obiecto del autor para el inductor, porque lo es para el autor. Si se considera que se trata de una aberratio ictus, la consecuencia sería que para el autor no se aprecia una aberratio ictus, pero sí para el inductor. Esto, concluye la autora, contradice la regla de la accesoriedad. Si el autor no realiza un exceso, entonces responde el inductor por el resultado en las mismas condiciones que el autor33. 1.3.2 Críticas Algunos autores, al hilo de sus trabajos sobre este tema, critican la base de la postura de PUPPE, que niega que la aberratio ictus tenga existencia propia y la considera un caso de error in obiecto. A juicio de los críticos, existe una diferencia significativa entre el error in obiecto y la aberratio ictus, una diferencia que justifica, e incluso que exige, el Cfr, con varios ejemplos más, JAKOBS, Günther, Strafrecht. Allgemeiner Teil. Die Grundlagen und die Zurechnungslehre. Lehrbuch, 2., neuarbeitete und erweiterte Auage, Berlin- New York, 1991 (existe traducción española de Joaquín Cuello Contreras y José González de Murillo con el título Derecho penal. Parte General. Fundamentos y teoría de la imputación, Madrid, 1995), 8/81. 33 Cfr. PUPPE, “Verwechslung des Opfers durch Angestifteten”, pg. 125. Señala que el fundamento decisivo para la responsabilidad del inductor por el delito consumado ha sido señalado por el Tribunal Supremo de Prusia y lo ha recordado el BGH 130 años después: el inductor realiza el injusto objetivo indirectamente, esto es, lo facilita mediante la actuación responsable del autor principal. Esta es, dice PUPPE, la idea fundamental de la accesoriedad. 32 – 831 – ISIDORO BLANCO CORDERO tratamiento diferente de ambas figuras jurídicas34. No podemos extendernos aquí en este debate, porque no es el núcleo de nuestro trabajo, aunque sí debemos decir que, como señala la doctrina mayoritaria, parece más acertado distinguir entre ambas clases de error. Mientras en el error in obiecto existe una congruencia entre lo objetivo y lo subjetivo, dado que el autor acierta donde había apuntado, en la aberratio ictus falta dicha congruencia, dado que por razón de una desviación el ataque impacta en un objeto distinto del que se atacaba35. Al igual que los partidarios de la teoría de la irrelevancia, PUPPE responde al argumento de la matanza de BINDING. En efecto, esta autora defiende que “si el autor realiza, en lugar de lo pactado con el inductor, varias tentativas, entonces sólo se le puede hacer responsable al inductor por una de ellas. No se puede establecer cuál de las varias tentativas del autor tiene que ser”36. Esta respuesta ha sido criticada por la doctrina alemana, habiéndola calificado ROXIN37 como muy sorprendente. Para desvirtuar esta solución, este autor modifica el argumento e imagina que no son tentativas lo que se realizan, sino que el autor dispara primero sobre una víctima falsa y después sobre la verdadera. En este caso, deduce ROXIN, PUPPE sólo sancionaría (correctamente) por inducción a una muerte consumada, pero sin poder decir si la inducción va referida a la muerte de la primera o de la segunda. Esto, dice el profesor de Múnich, resulta difícilmente comprensible para un jurista. Si el autor se ha dado por satisfecho con la muerte de la víctima falsa, no tiene PUPPE ninguna duda de que se le imputa dicha muerte al inductor. Pero si finalmente el autor mata también a la víctima “correcta”, esta autora ya no sabe si el inductor ha inducido a la muerte de la primera o de la segunda víctima: la imputación de una u otra queda al antojo del juzgador. La solución a este problema, tal y como afirma PUPPE, debe ubicarse en el marco de “la teoría del exceso del autor”38. Evidentemente, el exceso Cfr. BEMMANN, “Die Objektsverwechslung des Täters in ihrer Bedeutung für den Anstifter”, pgs. 73/4. Mientras que en los casos de error in obiecto el suceso –y no exclusivamente el resultado– y el deseo del actuante coinciden (existe congruencia), no existe esta congruencia en los casos de aberratio ictus por razón del desvío que tiene lugar. En los casos de error in obiecto se desea el hecho global. En los casos de aberratio ictus sólo se desea el suceso inicial, precisamente el suceso parcial hasta la desviación, pero no se desea el suceso jurídico. Por ello, concluye, la doctrina mayoritaria admite la relevancia del aberratio ictus. 35 Cfr. ampliamente SILVA SANCHEZ, Jesús-María, “’Aberratio ictus’ e imputación objetiva”, en ADPCP, 1984, pgs. 347 ss, pg. 358. 36 Cfr. PUPPE, “Verwechslung des Opfers durch Angestifteten”, pg. 125. 37 Cfr. ROXIN, “Rose-Rosahl redivivus”, pgs. 297/8. 38 Cfr. PUPPE, “Verwechslung des Opfers durch Angestifteten”, pg. 125. ROXIN se muestra de acuerdo con el hecho de ubicar este problema en el marco del exceso; ROXIN, “Rose-Rosahl redivivus”, pg. 298. 34 – 832 – El error in persona del inducido y su relevancia para la responsabilidad penal del inductor del inducido no se le puede imputar al inductor. Siendo esto es así, se debería poder decir qué acción se considera un exceso, la primera o la segunda muerte. Si se sigue la solución del BGH y de PUPPE, en virtud de la cual el error in persona del autor sería irrelevante para el inductor, concluye ROXIN que el exceso lo constituiría la muerte de la segunda víctima (la verdadera), puesto que se ha imputado al inductor ya la muerte de la primera (la falsa). Ahora bien, el inductor sólo ha contribuido a la muerte de la segunda, esto es, de la verdadera. Este modo de proceder es claramente contradictorio, pues considera un exceso lo realizado por inducción, esto es, la muerte de la segunda víctima –de la “correcta”– motivada por el inductor39. También a juicio de BEMMANN, el decir que la segunda muerte es un exceso es algo bastante absurdo. La muerte adicional, si fuese cometida, sería exactamente el hecho al que estaba dirigido el dolo del inductor, por lo que este hecho no se puede considerar un exceso del inducido40. Pese a estas críticas, PUPPE pretende afianzar su tesis de que no se necesita saber tras el hecho a qué objeto se refiere la inducción, mediante su comparación con otros supuestos: existen casos constitutivos de exceso en los que puede no ser diferenciable qué ‘acción concreta’ del autor es imputable al inductor. Si el inductor ordena al autor apoderarse de un almacén de 5 objetos de la misma clase, y éste se apodera de 11 objetos de la misma clase, no se puede distinguir cuáles de estos 11 objetos son los 5 cuya sustracción ha sido inducida por el inductor41. ROXIN se enfrenta nuevamente a este argumento. Y es que si se identifican los objetos mediante aquellos elementos que son relevantes para el autor, se pueden determinar sin esfuerzo aquellos que son objeto de la inducción. Si A induce a B a robar 5 camisas rojas y éste se apodera además de 6 camisas azules, la inducción se refiere evidentemente a las 5 camisas rojas. Si A induce a B a robar la bicicleta de C y se apodera también de la bicicleta de D, sólo concurre una inducción en relación a la de C. En el caso que analizamos, afirma ROXIN que si el inductor induce al autor a disparar sobre una concreta persona –B–, y el autor mata además a otra distinta –C–, no cabe duda de que se ha inducido a la muerte de la persona B y que la muerte de C debe ser considerada como un exceso42. Cfr. ROXIN, “Rose-Rosahl redivivus”, pg. 298. Cfr. BEMMANN, “Die Objektsverwechslung des Täters in ihrer Bedeutung für den Anstifter”, pg. 76. 41 Cfr. PUPPE, “Verwechslung des Opfers durch Angestifteten”, pg. 125. 42 Cfr. ROXIN, “Rose-Rosahl redivivus”, pg. 299. Por otra parte, afirma ROXIN que no es preciso tampoco que sean totalmente diferenciables los objetos del delito. Así, si B tiene que apropiarse para A de 5 objetos de la misma clase de un almacén y roba 6 más, sólo quedan cubiertos por la inducción los 5 primeros actos de robo y los otros deben ser considerados como exceso. 39 40 – 833 – ISIDORO BLANCO CORDERO 2. La solución de la aberratio ictus 2.1 Introducción La doctrina mayoritaria en Alemania43 y en Austria44, y una parte importante de la española45 considera que el error in persona del autor ha Cfr. BEMMANN, “Zum Fall Rose-Rosahl”, pgs. 67 ss (en MDR, 1958, pgs. 817 ss, pg. 822); ALWART, Heiner, “Der praktische Fall. Strafrecht: Die Geschichte von dem Zimmermann Schliebe, dem Gymnasiasten Ernst Harnisch, dem Holzhändler Rosahl und von dem Arbeiter namens Rose”, en JuS, 1979, pgs. 351 ss, pg. 355; STRATENWERTH, Günter, Derecho penal. Parte General, I. El hecho punible, traducción de la 2. edición alemana (1976) de Gladys Romero, Madrid, 1982, nm. 284; STRATENWERTH, Günter, “Objektsirrtum und Tatbeteiligung”, en Festschrift für Jürgen Baumann zum 70. Geburtstag, 22. Juni 1992, Herausgegeben von Gunther Arzt, Gerhard Fezer, Ulrich Weber, Ellen Schlüchter und Dieter Rössner, Bielefeld, 1992, pgs. 57 ss; BLEI, Hermann, Strafrecht I. Allgemeiner Teil, 18ª edición, München, 1983, pg. 285; HILLENKAMP, Thomas, Die Bedeutung von Vorsatzkonkretisierungen bei Abweichendem Tatverlauf, Göttingen, 1971, pg. 65; JESCHECK, Hans-Heinrich/WEIGEND, Thomas, Lehrbuch des Strafrechts. Allgemeiner Teil, 5., vollstandig neubearteitete und erweitete Auflage, Berlin, 1996, § 64.II.4; LACKNER, Karl/KÜHL, Kristian, Strafgesetzbuch mit Erläuterungen, München, 1999, § 26, nm. 6; ESER, Albin/ BURKHARDT, Björn, Strafrecht II. Schwerpunkte: Fahrläsigkeit-Unterlassung-Versuch-TatbeteiligungKonkurrenzen, München, 1980, pg. 189; ROXIN, Leipziger Kommentar, § 26, nm. 26; ROXIN, “RoseRosahl redivivus”, pgs. 291 ss; ROXIN, Claus, Strafrecht. Allgemeiner Teil. Band I. Grundlagen. Der Aufbau der Verbrechenslehre, 3. Auage, München, 1997 (existe traducción española de la 2. edición de Diego-Manuel Luzón Peña, Miguel Díaz y García Conlledo y Javier de Vicente Remesal, con el título Derecho Penal. Parte General. Tomo I. Fundamentos. La estructura de la teoría del delito, Madrid, 1997), § 12, nm. 175; OTTO, Harro, “Anstiftung und Beihilfe”, en JuS, 1982, pgs. 557 ss, pg. 562; OTTO, Harro, Grundkurs Strafrecht. Allgemeine Strafrechtslehre, 5., neubearbeitete Auflage, 1996, Berlin-New York, § 22, nm. 46, pg. 303; SCHREIBER, Hans-Ludwig, “Grundfälle zu ‘error in objecto’ und ‘aberratio ictus’ im Strafrecht”, JuS, 1985, pgs. 873 ss, pgs. 876 s; HÜNERFELD, Peter, “Mittelbare Täterschaft und Anstiftung im Kriminalstrafrecht der Bundesrepublik Deutschland”, en ZStW, 1987, pgs. 228 ss, pgs. 249 s; LETZGUS, Klaus, Vorstufen der Beteiligung. Erscheinungsformen und ihre Strafwürdigkei, Berlin, 1972, pgs. 57 ss; RUDOLPHI, Hans-Joachim, Systematischer Kommentar zum Strafgesetzbuch, Band I. Allgemeiner Teil (§§ 1-79b), 6. Auflage, Neuwied-Kriftel-Berlin, 1994, § 16, nm. 30; SAMSON, Erich, Systematischer Kommentar zum Strafgesetzbuch, Band I. Allgemeiner Teil (§§ 1-79b), 6., neubearbeitete Auflage, Neuwied-Kriftel-Berlin, 1994, vor § 26, nm. 40; KÜHL, Kristian, Strafrecht. Allgemeiner Teil, 2., neuarbeitete Auflage, München, 1997, 1994, § 20, nm. 209; también WESSELS, hasta la 20ª edición de su Allgemeiner Teil, 1990, § 13.IV.4; SCHLEHOFER, “Der error in persona des Haupttäters - eine aberratio ictus für den Teilnehmer?”, pg. 317; MÜLLER, “Das Urteil des BGH zu Anstiftung und ‘error in persona’”, pgs. 830 s; TOEPEL, Friedrich, “Aspekte der ‘Rose-Rosahl’-Problematik: Zurechnungsstrukturen und Irrtumsfolgen bei mehreren Beteiligten”, en JA, 1997, pgs. 248 ss, pg. 255. 44 Cfr. KIENAPFEL, Diethelm, Grundriß des österreichischen Strafrechts. Allgemeiner Teil, 6., neubearbeitete und erweitete Auflage, Wien, 1996, E 4, nm. 54; FABRIZY, Enst Eugen, Wiener Kommentar zum Strafgesetzbuch, herausgegeben von Egmont Foregger/Friedrich Nowakowski, Wien, 1992, § 13, nm. 8; FUCHS, Helmut, Österreichisches Strafrecht. Allgemeiner Teil I. Grundlagen und Lehre von der Straftat, Dritte Auflage, Wien-New York, 1998, pg. 329; MAYERHOFER, Ch./RIEDER, S., Das österreichische Strafrecht. Erster Teil. Strafgesetzbuch. Stand: Gesetzestext 1. Februar 1994. Entscheidungsteil 18. Juni 1993, Vierte Auflage, Wien, 1994, § 12, n. 71c. Esta es también la postura de la jurisprudencia austríaca, así SSt 51/45, en Evidenzblatt (EvBl) 1981/132; OGH EvBl 1982/10, en un supuesto de complicidad; Juristische Blätter (JBl) 1984, pg. 267. Esta jurisprudencia se encuentra mencionada por STEININGER, Strafgesetzbuch Kommentar. System und Praxis I. Triffterer Kommentar StGB, 3. Lieferung (Stand: August 1994), Wien, 1995, § 5, nm. 132. 45 Así CEREZO MIR, José, Curso de Derecho Penal español. Parte General II. Teoría jurídica del delito, sexta edición, Madrid, 1998, pg. 144, nota 86; DEL ROSAL BLASCO, Bernardo, La provocación para cometer delito en el Derecho español. (Exégesis del párrafo tercero del artículo 4 del Código Penal), Madrid, 1986, pg. 386; LOPEZ BARJA DE QUIROGA, Jacobo, Autoría y participación, Madrid, 1996, pg. 145; SILVA SÁNCHEZ/BALDO LAVILLA/CORCOY BIDASOLO, Casos de la jurisprudencia penal con comentarios doctrinales, pgs. 444/5. 43 – 834 – El error in persona del inducido y su relevancia para la responsabilidad penal del inductor de ser tratado como una aberratio ictus para el inductor. La aberratio ictus (desvío del golpe o desviación en el golpe) se refiere a los casos en los que el sujeto dirige su acción contra la persona a la que quiere alcanzar, pero finalmente, por una desviación del curso causal46, el resultado tiene lugar sobre una persona distinta. En efecto, el inductor quiere que se produzca una muerte, y es ésta la que se produce, pero no sobre la persona buscada. Siguiendo la teoría de la concreción, la solución para este caso sería apreciar una tentativa de delito (doloso) en concurso con un posible delito imprudente consumado. Y es que en estos casos –frente a los de error in obiecto o in persona en los que sólo un objeto o una persona es lesionado– existen normalmente dos personas, una de las cuales –la que se pretende agredir– resulta puesta en peligro, y por ello existe tentativa, mientras que la otra resulta realmente lesionada, por lo que el delito está consumado, aunque de manera imprudente por infracción del deber de cuidado. Quienes sostienen esta postura respecto de la inducción opinan que el error en la persona en que incurre el autor no se produce en el inductor. Respecto de éste lo que existe en realidad es una aberratio ictus, dado que no equivoca la identidad de la víctima, sino que se produce una desviación del curso causal puesto en marcha por él. El curso causal ocurrido en el caso concreto no se encuentra abarcado por el dolo del inductor. Se trata de un error in persona irrelevante para el autor y de una aberratio ictus para el inductor. El inductor yerra, no sobre la identidad de la víctima, sino sobre el desarrollo del curso causal que ha puesto en marcha. Los fundamentos de esta solución fueron puestos por BINDING a principios de siglo47. A su juicio, la negación de la responsabilidad del inductor por la acción ejecutiva se fundamenta en que falta el tipo subjetivo de la inducción. En este sentido, escribe este autor al hilo del caso Rose-Rosahl: “Si la ley exige, como nosotros, la precisa concreción del dolo respecto de la acción realmente realizada, el asesinato, el robo, la violación de una persona totalmente determinada y diferenciada de todas las demás personas,... y el autor lleva a cabo un cambio de objeto, entonces su hecho queda fuera del dolo del autor mediato, del inductor, ... Esto está tan claro como la luz del día”. A BINDING se remonta también el argumento ya señalado de la “matanza”, que todavía hoy se emplea como el más convincente contra la responsabilidad del inductor por el hecho principal realizado con error in Así, señala SILVA SANCHEZ, “’Aberratio ictus’ e imputación objetiva”, pg. 359, que en toda aberratio ictus tiene lugar una desviación causal; también TRIFFTERER, Otto, Österreichisches Strafrecht. Allgemeiner Teil. Zweite, neubearbeitete Auflage, Wien-New York, 1994, Kapitel 8, nm. 95, indica que la aberratio ictus constituye un caso especial de “error sobre el curso causal”. 47 Cfr. BINDING, Die Normen. III, pgs. 212 s. 46 – 835 – ISIDORO BLANCO CORDERO obiecto. Es conocida desde aquel autor la objeción a la teoría de la irrelevancia: y es que puede ocurrir que el autor, tras advertir su error, realice una segunda muerte o varias más en la creencia errónea de que tiene ante sí a la persona indicada por el inductor. Concluye este autor que la teoría de la irrelevancia conduce a un “resultado monstruoso”, porque lleva a sancionar al inductor por inducción consumada “a toda la matanza”48. Este viejo argumento es hoy día frecuentemente utilizado por los seguidores de la solución de la aberratio ictus para fundamentarla. Como se ha dicho ya, consideran algunos que si tras la muerte de la falsa víctima se da muerte a la verdadera, se produce un exceso. En este sentido, dice ROXIN, si se acepta un exceso, éste lo constituye la muerte de la primera víctima. Siendo esto así, también habrá que apreciar un exceso cuando el autor se conforma con lo sucedido y no dispara después a la verdadera víctima. La consecuencia es que el disparo a la falsa víctima se puede imputar al inductor, por su carácter de exceso, como un homicidio imprudente, de manera que cuando sólo se le dispara a ella concurre una inducción en grado de tentativa en concurso ideal con un homicidio imprudente. Queda así probado, a juicio de ROXIN, que el error in persona del autor debe ser tratado para el inductor según las reglas de la aberratio ictus, si no se desea llegar a resultados incorrectos49. Ahora bien, entre los defensores de la solución de la aberratio ictus existen diferencias sobre el tratamiento que ha de recibir la conducta del inductor. a) Para unos, siempre que el autor realiza la acción sobre una persona distinta a la deseada concurre tentativa de cometer el delito sobre la persona deseada, de manera que al inducido se le puede imputar una tentativa, y al inductor una inducción a una tentativa. b) Para otros, la realización del hecho sobre la víctima falsa no supone una tentativa de cometer el delito sobre la correcta, de manera que sólo se le puede imputar al inductor una tentativa de inducción. En ambos casos, eventualmente en concurso ideal con un delito imprudente. A continuación nos detenemos en cada una de estas alternativas. 2.2 La solución de la tentativa: inducción a una tentativa de delito Entre quienes acogen la solución de la aberratio ictus existe una corriente minoritaria que considera que el tratamiento para estos supuestos es el de una inducción a una tentativa, puesto que la realización del hecho sobre un objeto falso implica siempre una tentativa del autor de realizar el hecho sobre el objeto correcto50. Según esta interpretación, inicialmente sostenida Ibídem, pg. 214, nota 9. Cfr. ROXIN, “Rose-Rosahl redivivus”, pg. 298. 50 Cfr. HIPPEL, Robert von, Deutsches Strafrecht. 2. Band. Das Verbrechen. Allgemeine Lehren, Berlin, 1930, pg. 464. Esta postura fue introducida por Hermann BLEI en el manual de Mezger, quien, como hemos dicho ya, inicialmente sostenía la solución de la irrelevancia; cfr. BLEI, Hermann, en MEZGER, 48 49 – 836 – El error in persona del inducido y su relevancia para la responsabilidad penal del inductor por SCHMIDHÄUSER y mantenida actualmente por STRATENWERTH, podría y debería ser condenado el inductor por una inducción a un homicidio (o asesinato) en grado de tentativa. Por su relevancia y exhaustividad, vamos a exponer aquí la argumentación de STRATENWERTH51. Toma este autor como punto de partida el concepto de dolo. A su juicio, no es admisible un dolo genérico (postura de PUPPE), un dolo que se limite a abarcar sólo los elementos abstractos del tipo, que cubra cualquier alternativa de realización del tipo. Asume, por contra, la teoría de la concreción del dolo, y considera que el dolo debe referirse a un suceso concreto y a un objeto material real, en definitiva, el dolo presupone la concreción de un determinado objeto. Sólo partiendo de esta base es posible diferenciar el error in obiecto de la aberratio ictus. Para la delimitación de ambas clases de error, dice, se ha de determinar si el resultado típico que el autor ha realizado se puede considerar dolosamente realizado. Esto ocurre, en su opinión, en los supuestos en los que la víctima realmente alcanzada mostraba particularidades propias que se muestren para el autor como “suyas”. Los requisitos del dolo no pueden ser distintos para los partícipes (inductor y cómplice) y para el autor. Con todo, los requisitos del dolo del partícipe son discutidos en la doctrina. Esta cuestión, dice STRATENWERTH, no tiene nada que ver con la accesoriedad de la participación, con lo que se opone así a la postura de PUPPE. La responsabilidad penal del partícipe depende de que (también) el autor actúe dolosamente. Ahora bien, el dolo del autor y el dolo del partícipe no deben coincidir o ajustarse en cuanto a su grado de concreción, sino sólo en cuanto al resultado realmente realizado que puede ser imputado tanto a unos como a otros. Si el grado de concreción del dolo es distinto en ellos, se puede sancionar a uno con independencia del otro, de manera que lo que para el autor es un error in obiecto puede ser para el partícipe una aberratio ictus, y viceversa, lo que para el autor constituye una aberratio ictus puede ser para el partícipe un error in obiecto52. La resolución del problema que aquí se plantea depende de las indicaciones con las que el “hombre de atrás”, el inductor, ha identificado el objeto de ataque. La complicación surge con la aparición del autor, dado que le corresponde al él la puesta en práctica de las indicaciones del inductor. El problema radica Edmund/BLEI, Hermann, Strafrecht. Allgemeiner Teil. Ein Studienbuch, 14., neubearbeitete Auflage, München, 1970, pgs. 298/9. En la actualidad, cfr. SAMSON, Systematischer Kommentar, vor § 26, nm. 40; STRATENWERTH, Parte general I, nm. 284; STRATENWERTH, “Objektsirrtum und Tatbeteiligung”, pg. 68; SCHMIDHÄUSER, Eberhard, Strafrecht. Allgemeiner Teil. Lehrbuch, 2ª edición, Tübingen, 1975, 14/123 (14/120 de la 1ª edición); SCHMIDHÄUSER cambia de opinión en su Strafrecht. Allgemeiner Teil. Studienbuch, unter Mitarbeit von Heiner Alwart, Tübingen, 1982, 10/126, nota 67. 51 Cfr. STRATENWERTH, “Objektsirrtum und Tatbeteiligung”, pgs. 62 ss. 52 Ibídem, pg. 63. – 837 – ISIDORO BLANCO CORDERO en determinar qué relevancia tiene el error del autor en la responsabilidad del inductor. La solución a este problema sólo puede proceder de la determinación de a qué interviniente se ha de imputar el llamado por STRATENWERH “riesgo de confusión” (Verwechslungsrisiko)53. Procede este autor a concretar más cuál es la relevancia del criterio del “riesgo de confusión” para la responsabilidad penal de los distintos intervinientes. Premisa fundamental para ello es que el autor haya acertado en el objeto de ataque, esto es, que no se pueda apreciar en él una aberratio ictus. Para explicar su postura vuelve nuevamente este autor a la afirmación inicial: el punto de partida para solucionar este problema reside en la forma en la que el autor identifica a “su” víctima. A su juicio, no hay duda de que el inductor ha de responder por el resultado cuando el autor actúa conforme a sus instrucciones. Si el inductor yerra sobre las particularidades del objeto de ataque, o sus instrucciones hacen referencia a un objeto distinto, entonces él es el responsable de los posibles cambios de objeto o de persona. Evidentemente, los problemas surgen cuando el cambio de víctima se debe al autor, porque va más allá de las claras instrucciones del hombre de atrás (por ejemplo, porque cree que éste ha errado en la descripción de la víctima). En este caso, concluye, concurre una aberratio ictus para el inductor54. Estos son los dos casos extremos. Pero se podría decir que el error in obiecto del autor es imputable al inductor cuanto más imprecisas sean las directivas u órdenes impartidas para la elección del objeto de ataque y cuanto mayores sean las posibilidades de que se produzca una confusión. Formulado de otra manera, el error del autor constituye tanto más una aberratio ictus para el inductor, cuanto más improbable sea el error en atención a la concreta situación55. Afirmado que el error en el objeto del autor da lugar en los supuestos indicados a una aberratio ictus para el inductor, corresponde ahora determinar cuál ha de ser en concreto la calificación de la conducta del inductor. Para ello realiza STRATENWERTH la siguientes reflexiones. El autor, al realizar el hecho, puede desviarse de muchos modos de las órdenes del inductor. Por ejemplo, no actúa conforme a las órdenes del inductor cuando apunta con el arma descuidadamente y dispara al lado de la víctima; tampoco lo hace cuando olvida cargar el arma o supera la distancia a la que puede alcanzar en el blanco, cuando roba el botín en lugar de en el camino de ida en el de vuelta y por eso Ibídem, pg. 64. Dice STRATENWERTH, ibídem, pg. 65, que ello ocurre también en los casos de coautoría: el coautor no responde del resultado cuando uno de los coautores no respeta la resolución común. 55 Señala STRATENWERTH, ibídem, pgs. 65/6, que en el supuesto en el que el autor conoce personalmente a la víctima elegida, el inductor puede prescindir de una determinación precisa de sus peculiaridades individuales mediante las cuales se identifica a alguien como una persona determinada. 53 54 – 838 – El error in persona del inducido y su relevancia para la responsabilidad penal del inductor no se apodera de nada, cuando percibe que la sucursal bancaria que se le ha inducido a robar está cerrada, etc. En todos estos casos, pese al incumplimiento de las órdenes, es indudable que el inductor es responsable de la tentativa causada. La imputación de la tentativa realizada por el autor, dice, no puede depender de que éste realice objetivamente las instrucciones del inductor, sino sólo de que el contenido de la resolución delictiva esté conforme, en su sentido intencional, con las directivas del inductor56. Siendo esto así, no resulta comprensible porqué la solución tiene que ser otra para el error en el objeto del autor. Difícilmente se puede negar que es imputable al inductor una tentativa cuando el autor, en lugar de a la víctima indicada, dispara al tronco de un árbol con forma de persona o a un fantasma. Y ello debe ser también así cuando el objeto erróneamente atacado es (también) un hombre, aunque totalmente distinto del indicado por el inductor. Tras esta afirmación late la idea de que, junto al homicidio consumado de la persona realmente agredida, sería obligado también apreciar una tentativa de homicidio de la víctima pretendida57. Que la tentativa del autor de matar a la correcta víctima dé lugar al homicidio consumado de una víctima distinta, no impide, desde el ángulo visual del inductor, valorar que existe una tentativa de homicidio respecto de la víctima elegida. Aquí se aprecia, dice, “otro desvalor de la finalidad” (anderer Zielunwert), que no resulta “absorbido por el delito consumado”58. Si bien, concluye, en caso de un cambio de objeto por parte del autor puede ser difícil imputarle el resultado realmente producido al inductor, tiene que ser claro que al menos es responsable de la tentativa llevada a cabo por el autor cuando ejecuta la resolución delictiva que ha creado59. En definitiva, desde esta perspectiva, la solución para este caso, como señala SCHMIDHÄUSER, es la de apreciar una inducción a una tentativa de delito sobre la persona equivocada, y eventualmente responsabilidad por imprudencia cuando el error fuese previsible60. Ibídem, pgs. 67/8. Cfr. STRATENWERTH, ibídem, pg. 68; STRATENWERTH, Parte General I, nm. 284. 58 Tal y como se argumenta para considerar que esta tentativa desaparece, STRATENWERTH, “Objektsirrtum und Tatbeteiligung”, pg. 68. 59 Señala STRATENWERTH, ibídem, pg. 68, que no es exacta la interpretación de la doctrina mayoritaria y de la jurisprudencia alemana que condena al inductor por una inducción en grado de tentativa a un homicidio. Lo que es válido para la inducción, tiene que ser válido también para el resto de las formas de intervención. Así por ejemplo, para la autoría mediata recurre STRATENWERTH a un conocido caso de manual: una enfermera tiene que poner una inyección letal –lo cual es desconocido para ella– a un paciente individualizado de modo concreto en una cama determinada: por un error en la distribución de camas realizada por la administración del hospital, en la cama de la víctima elegida se encuentra otra persona, que resulta muerta por la inyección. Pues bien, a su juicio, el médico, que es el autor mediato, responde por una aberratio ictus. Con el comportamiento de la enfermera, el delito contra la vida ha alcanzado para el autor mediato el estadio de tentativa. En contra, JAKOBS, Allgemeiner Teil, 21/106; CRAMER, en SCHÖNKE/SCHRÖDER, Strafgesetzbuch, § 25, nm. 52/53. 60 Cfr. SCHMIDHÄUSER, Allgemeiner Teil. Lehrbuch, 1ª edición, 14/120 (14/123 de la 2ª edición). 56 57 – 839 – ISIDORO BLANCO CORDERO En la doctrina española acogen esta solución SILVA SÁNCHEZ/ BALDO LAVILLA/CORCOY BIDASOLO61. En este sentido, diferencian las distintas situaciones que se pueden plantear; “(1) si el cambio de objeto era previsible al menos con dolo eventual responderá el sujeto como inductor a un hecho doloso consumado; (2) si éste hubiera podido ser superado aplicando la diligencia debida (error vencible), responderá el sujeto en concurso ideal por inducción a un delito doloso intentado y por autor accesorio de un delito imprudente consumado; y (3) si el error no hubiera podido ser superado aplicando la diligencia debida (error invencible), responderá el sujeto por inducción a un delito doloso intentado”. La solución de la inducción a una tentativa de delito ha sido objeto de muchas y variadas críticas. En concreto, la doctrina califica esta opinión de “inconsecuente y carente de fundamento”62. Ello porque el comportamiento del autor que acecha la llegada de la verdadera víctima no constituye una tentativa de asesinato63, pues la víctima no está presente en el lugar del hecho. En el ataque a la víctima distinta no se puede apreciar una tentativa de ataque a la (ausente) víctima “correcta”64. Si se acoge esta solución, se debería sancionar al autor principal que actúa con error en la persona, no sólo por el delito principal consumado, sino adicionalmente –lo cual sería erróneo– por otro delito en grado de tentativa. Ahora bien, el hecho principal está consumado y no en grado de tentativa; la espera a la víctima “correcta” no constituye un hecho adicional que deba ser considerado como una tentativa65. 2.3 Inducción en grado de tentativa Según la opinión de un importante sector de la doctrina alemana66 y de la española67, así como de la amplia mayoría de la austríaca68, sólo se ha de Cfr. SILVA SÁNCHEZ/BALDO LAVILLA/CORCOY BIDASOLO, Casos de la jurisprudencia penal con comentarios doctrinales, pgs. 444/5. 62 Así, BEMMANN, “Die Objektsverwechslung des Täters in ihrer Bedeutung für den Anstifter”, pg. 72. 63 Ibídem. 64 Cfr. ROXIN, Leipziger Kommentar, § 26, nm. 97; RUDOLPHI, Systematischer Kommentar, § 16, nm. 30; WESSELS/BEULKE, Allgemeiner Teil, § 13, nm. 578. 65 Crítica de GEPPERT, “’Rose-Rosahl-Entscheidung’”, pg. 167; también, GEPPERT, Klaus, “Die Anstiftung (§ 26 StGB). -2. Teil und Schluß-”, en Jura, 1997, pgs. 358 ss, pg. 363. 66 Seguidores de esta postura son BEMMANN, “Zum Fall Rose-Rosahl”, pgs. 67 ss (en MDR, 1958, pgs. 817 ss, pg. 822); ALWART, “Der praktische Fall”, pg. 355; HILLENKAMP, Die Bedeutung von Vorsatzkonkretisierungen, pg. 65; JESCHECK/WEIGEND, Allgemeiner Teil, § 64.II.4; LACKNER/KÜHL, Strafgesetzbuch, § 26, nm. 6; ESER/BURKHARDT, Strafrecht II, pg. 189; ROXIN, Leipziger Kommentar, § 26, nm. 26; ROXIN, “Rose-Rosahl redivivus”, pgs. 291 ss; ROXIN, Allgemeiner Teil, § 12, nm. 175; a juicio de OTTO, Grundkurs Strafrecht, § 22, nm. 46, pg. 303, el dolo del inductor debe abarcar el hecho del autor, esto es, el inductor debe conocer el concreto suceso y su significado. Pero este conocimiento falta cuando el inductor considera el hecho relevante por ejemplo como homicidio de X, en lugar de como homicidio de Y. El sentido social (soziale Sinngehalt) del hecho es otro desde su perspectiva; SCHREIBER, “Grundfälle zu ‘error in objecto’ und ‘aberratio ictus’ im Strafrecht”, pgs. 876 s; RUDOLPHI, Systematischer Kommentar, § 16, nm. 30; KÜHL, Allgemeiner Teil, § 20, nm. 209; también WESSELS, 61 – 840 – El error in persona del inducido y su relevancia para la responsabilidad penal del inductor sancionar al inductor por una inducción en grado de tentativa al delito principal (homicidio o asesinato) -punible conforme al Derecho penal alemán (§ 30 nº 1 StGB) y austríaco (§ 15 nº 2 öStGB)-, en concurso ideal, en su caso, con un delito imprudente (una inducción imprudente a un delito doloso o una autoría accesoria de un delito imprudente consumado, según los autores). El ataque del autor falla su objetivo desde la perspectiva del inductor, en la medida en que el autor no ha llevado a cabo el hecho, o mejor, el resultado que según el deseo del autor tendría que haber realizado (en concreto, la muerte de una concreta persona), y viceversa, el inductor no ha deseado el hecho que ha realizado el autor (la muerte de otra persona distinta a la buscada). Como consecuencia, trasponiendo los resultados del tratamiento de la aberratio ictus, el inductor sólo es responsable de inducción en grado de tentativa a un homicidio doloso, que podría entrar en concurso ideal según el caso concreto con un homicidio imprudente, cuando el error fuese previsible para el inductor69. La crítica fundamental vertida contra esta específica solución ha sido elaborada por la doctrina alemana con base en su propio Derecho, y no se puede trasladar sin más a otros países. Y es que el Código Penal alemán (§ 30 nº1 StGB) sanciona sólo la inducción en grado de tentativa relativa a los delitos graves, de manera que, se dice, surgen lagunas de punibilidad cuando el delito principal es un delito leve70. Sin embargo, esta crítica no es válida hasta la 20ª edición de su Allgemeiner Teil, 1990, § 13.IV.4; SCHLEHOFER, “Der error in persona des Haupttäters - eine aberratio ictus für den Teilnehmer?”, pg. 317. 67 Cfr. DEL ROSAL BLASCO, La provocación, pg. 386, quien señala que parece más razonable el criterio de la aberratio ictus, de manera que el inductor podrá ser sancionado por inducción intentada al asesinato o al homicidio en posible concurso ideal con una autoría o una participación imprudente; a una solución similar llega LOPEZ BARJA DE QUIROGA, Autoría y participación, pg. 145, quien considera que el inductor es responsable de una inducción intentada en concurso ideal, en su caso, con un delito imprudente cuando la posibilidad de error era previsible. Una postura especial en la doctrina española es la de GOMEZ RIVERO, La inducción, pg. 525, quien opina que el caso en el que el autor se desvía de las indicaciones realizadas por el inductor respecto de la identidad de la víctima, y da muerte a otra distinta, debe valorarse como un exceso sólo imputable al autor, siendo para el inductor un supuesto de provocación. Para esta autora, la tentativa de inducción, con base en el Código Penal derogado, era punible como provocación; ibídem, pgs. 295 ss. Por lo tanto, acoge la postura de considerar que estos casos han de sancionarse como inducción en grado de tentativa. Más dificultades plantea ahora esta postura, pues se cuestiona la punibilidad de la tentativa de inducción en el Código Penal vigente; así lo reconoce esta propia autora que, pese a las dificultades que ello plantea, pretende reconducir estos supuestos a la figura de la proposición, aunque se muestra crítica con el hecho de que el CP no haya adecuado su formulación para dar cabida a la tentativa de inducción; cfr. GOMEZ RIVERO, Mª Carmen, “Regulación de las formas de participación intentada y de la autoría y participación”, en La Ley, 1996, pgs. 1625 ss, pgs. 1625/6. Sobre la tentativa de inducción, cfr. infra. 68 Cfr. FUCHS, Allgemeiner Teil I, pg. 329. Esta es la solución también de STEININGER, Triffterer Kommentar StGB, § 5, nm. 133, cuando en la situación del autor, el inductor, con base en sus conocimientos de la identidad de la víctima, se hubiese dado cuenta de que la persona atacada era otra distinta y no hubiese actuado. 69 Cfr. SCHMIDHÄUSER, Allgemeiner Teil. Studienbuch, 10/126, señala que en la medida en que fuese previsible tal error para el inductor, este ha de responder como autor de un delito imprudente. 70 Cfr. WESSELS/BEULKE, Allgemeiner Teil, § 13, nm. 578. – 841 – ISIDORO BLANCO CORDERO para el Derecho austríaco, porque el § 15 nº 2 öStGB no limita la sanción de la inducción en grado de tentativa a ninguna clase de delitos71. 2.4 Críticas a la postura de la aberratio ictus La solución global de la aberratio ictus ha sido objeto de variadas críticas que inciden con carácter general en sus fundamentos teóricos. La exposición de las mismas pone en evidencia el intenso debate que este problema ha generado entre dos de los más importantes autores alemanes, abanderados ambos de cada una de las posturas que aquí se han expuesto: PUPPE, por parte de la teoría de la irrelevancia, y ROXIN por el bando de los partidarios de la aberratio ictus. Ambos autores han protagonizado una interesante discusión –parte de la cual ya ha sido expuesta aquí al hilo de la postura de PUPPE– a través de diversas contribuciones aparecidas tras la sentencia del BGH alemán de 1990. a) Un sector doctrinal critica la regla de la aberratio ictus en general, objetando que sólo es aplicable a los supuestos en los que el autor tiene a la víctima ante sí, la percibe sensorialmente en el momento de realizar el hecho y marra el tiro72. Sin embargo, a juicio de PUPPE, como ya se ha dicho, para el inductor no son válidos los conceptos de error in obiecto y de aberratio ictus73. Según esta autora, existe “entre los seguidores de la teoría de la aberratio ictus la tendencia a limitar esta figura jurídica a los casos clásicos de marrar el tiro, esto es, a aceptar siempre un error in obiecto irrelevante cuando el autor no percibe sensorialmente a su víctima en el momento de la realización”74. Ahora bien, la postura de la percepción sensorial no es aceptada por todos los partidarios de la solución de la aberratio ictus, siendo incluso negada por sus más importantes partidarios. En concreto, ROXIN75 rechaza la tesis de la percepción visual o sensorial de la víctima. Para explicar este rechazo, recurre al caso de la botella de licor de genciana. Una mujer Quizás por ello es por lo que la gran mayoría de la doctrina austríaca asume esta solución. Una limitación de la aplicación de la aberratio ictus a los casos de percepción visual, por todos, PRITTWITZ, Cornelius, “Zur Diskrepanz zwischen Tatgeschehen und Tätervorstellung”, en GA, pgs. 110 ss. Realiza este autor un detallado estudio de las posibles constelaciones de casos problemáticas de aberratio ictus, error in persona y del error sobre el curso causal. Esta postura la acoge, como se ha visto, el BGH alemán, BGHSt. 37, pg. 219. 73 PUPPE, Der objektive Tatbestand der Anstiftung, pgs. 120 s. Dice PUPPE, “Zur Revision der Lehre vom ‘konkreten’ Vorsatz”, pgs. 4/5, que la diferencia entre aberratio ictus y error in obiecto se evapora cuando el autor y la víctima ya no se encuentran frente a frente; así, por ejemplo, se considerará un error in obiecto el caso en el que el empleado que desea decirle a su jefe la opinión que tiene de él, y, bien por una confusión al marcar el teléfono o por fallos técnicos, llama a otra persona, a quien insulta. Pero se cuestiona PUPPE si en este caso no se podría considerar que existe una aberratio ictus porque la conexión del autor no se ha producido por el camino que deseaba. 74 Cfr. PUPPE, Verwechslung des Opfers durch Angestifteten, pg. 126. 75 Cfr. ROXIN, Rose-Rosahl redivivus, pg. 293. 71 72 – 842 – El error in persona del inducido y su relevancia para la responsabilidad penal del inductor entrega a su marido, a quien quiere matar, una botella de licor de genciana envenenado. El marido alcanza la botella a un compañero de trabajo, el cual muere en su lugar. Imaginemos que la mujer lo ha visto todo, pero por la rapidez de los hechos no ha podido evitar este resultado. Esta situación, si se sigue la postura de la percepción visual, sería constitutiva de una aberratio ictus –porque ha visto todos los acontecimientos–, de manera que la mujer tendría que ser sancionada por la tentativa de asesinato de su marido en concurso ideal con un homicidio imprudente76. Ahora bien, la calificación ha de cambiar cuando la mujer envía la botella a su marido, esto es, no percibe sensorialmente a la víctima. En este caso, dado que la mujer no tiene ante sí el objeto de ataque, si tiene lugar una desviación y se produce la muerte de otra persona distinta a la buscada, debe concurrir un sólo homicidio (o asesinato) consumado. A juicio de ROXIN, no es posible encontrar un fundamento razonable para un tratamiento distinto de ambos casos. En su opinión, lo sucedido constituye una aberratio ictus, tanto si el autor percibe sensorialmente a la víctima como si no: la mujer no ha confundido a su marido con otro, sino que el suceso se ha desarrollado de una forma distinta a la que había planeado. Este es el clásico ejemplo de aberratio ictus77. En los casos que analizamos, la conducta del autor ha recaído sobre una víctima distinta a la seleccionada, se ha producido un cambio de víctima, pero el inductor no ha confundido a la víctima, sino que los hechos se Así, por ejemplo, JESCHECK/WEIGEND, Allgemeiner Teil, § 29.V.6.c). Cfr. ROXIN, “Rose-Rosahl redivivus”, pg. 294. La conclusión de ROXIN al hilo de la crítica a la teoría de la percepción visual ha dado pie para ahondar nuevamente en el problema de la distinción entre aberratio ictus y error in obiecto. Así, PUPPE pone esto en duda y ofrece nuevas explicaciones: “¿concurre una aberratio ictus porque la víctima “falsa” resultó lesionada a causa de una desviación del curso causal planeado, que se produjo en un momento en el que la autora ya había dejado el hecho fuera de sus manos, como el tirador el disparo, o se trata de un error in obiecto porque ella deseaba matar a alguien que había caído en la trampa, en la creencia de que podía ser su marido?” (cfr. PUPPE, “Zur Revision der Lehre vom ‘konkreten’ Vorsatz”, pg. 5). Contesta ROXIN que quien mantenga que se trata de un error in obiecto debe apoyar esta solución en una base sólida. Y es que a su juicio esta postura no puede fundamentarse seriamente desde un punto de vista normativo, porque la mujer quería matar única y exclusivamente a su marido, y por eso la individualización del objeto material, cuando alguien ha dejado el suceso fuera de sus manos y éste se desarrolla de forma contraria al plan, debe conectarse siempre a dicha persona y no a un criterio abstracto (“el que beberá de la botella”). Decide entonces la “representación intelectual de la identidad”. Esto es válido también, dice ROXIN, para el caso del “instalador de bombas”: alguien instala en un coche un artefacto o una “máquina infernal”, para matar a su propietario cuando vaya por la mañana a trabajar. Pero de forma inesperada utiliza primeramente el coche la mujer del propietario y es destrozada por la explosión de la bomba. Tampoco aquí concurre un error in persona, sino una aberratio ictus. Pues el autor no ha confundido al propietario y a su mujer, sino que el suceso se ha desarrollado de modo distinto al que había creído (en este sentido, ROXIN, “Rose-Rosahl redivivus”, pg. 295. Por contra, en su manual ROXIN, Allgemeiner Teil, § 12, nm. 172, considera que este caso ha de tratarse como un error in persona irrelevante). Por contra, señala este autor, si se trata del discutido caso en el que alguien distinto del esperado coge el teléfono y se lanzan contra él diversos insultos, se trata de un error in persona: el autor confunde al interlocutor con la persona a la que estaban dirigidos los insultos (así, ROXIN, “Rose-Rosahl redivivus”, pg. 295; también ROXIN, Allgemeiner Teil, § 12, nm. 173 ss). 76 77 – 843 – ISIDORO BLANCO CORDERO han desarrollado de manera diferente a la planeada. En definitiva, carece de relevancia, concluye ROXIN, que el inductor observe los hechos –por ejemplo, desde un puesto de observación– o que no lo haga78. b) También opone un sector doctrinal que el concepto de aberratio ictus no es válido para el inductor, porque supone un entendimiento puramente mecánico (ein mechanistiches Modell) de la inducción79, en semejanza con la autoría mediata. El autor es considerado como un instrumento mecánico del inductor, que sólo actúa de forma correcta cuando cumple con sus instrucciones. Por eso, el error del instrumento que ha sido “programado” por el inductor es relevante para él como “programador”. Un ejemplo propuesto por STRATENWERTH puede ayudar a aclarar esto. Imaginemos que una persona instala una bomba en un vehículo para matar al dueño cuando active el encendido. Pues bien, si se sigue la postura de la aberratio ictus, al autor no se le va a poder imputar dolosamente la muerte de quienes se encuentren en el círculo del efecto de la explosión, ni la del transeúnte que casualmente pasaba, ni la del desactivador de bombas que intenta inutilizar la bomba de forma correcta, sino sólo la de aquellos que accionan el encendido del vehículo. Sólo para ellos está “programado” el ataque. En definitiva, esa solución supone que en caso de utilización de una persona intermedia, no se puede obviar el objetivo perseguido por el “hombre de atrás” –esto es, por el inductor– a la hora de determinar su responsabilidad penal80. Esta opinión, contesta ROXIN81, no es convincente. Pues, dice, se reconoce hoy día de forma unánime que el fundamento de la pena de la participación, y en especial de la inducción, es la causación del resultado; según la teoría de la causación o del favorecimiento, la sanción del partícipe se fundamenta en que su comportamiento contribuye o favorece la realización del hecho antijurídico del autor. Si la inducción se interpreta como causación, consecuentemente deberían aplicarse a ella las reglas de la desviación causal. Que eso pueda calificarse de mecánico, concluye sin demasiada convicción, no tiene ninguna importancia. c) Nuevamente PUPPE objeta a los partidarios de la solución de la aberratio ictus –además de la contrariedad al principio de accesoriedad82– que tampoco ellos pueden salvar el argumento de la matanza de BINDING. Y es que este problema también se plantea cuando el autor principal, en lugar de un error en la persona, realiza una aberratio ictus. No se puede negar en este caso Cfr. ROXIN, Rose-Rosahl redivivus, pg. 295. Cfr. PUPPE, Ingeborg, Der objektive Tatbestand der Anstiftung, en GA, 1984, pgs. 101 ss, pgs. 121; también STRENG, Die Strafbarkeit des Anstifters bei error in persona des Täters, pgs. 910 ss. 80 Cfr. STRATENWERTH, Objektsirrtum und Tatbeteiligung, pg. 64. 81 Cfr. ROXIN, Rose-Rosahl redivivus, pg. 296. 82 PUPPE, Verwechslung des Opfers durch Angestifteten, pg. 125, advierte, como ya se ha dicho, que de la postura de la aberratio ictus contradice el criterio de la accesoriedad. 78 79 – 844 – El error in persona del inducido y su relevancia para la responsabilidad penal del inductor que concurre una tentativa en el ataque dirigido a matar a la víctima “correcta” señalada por el inductor. Lo mismo debe ser válido cuando el autor realiza varias acciones constitutivas de docenas de tentativas de matar a la víctima “correcta”. Entonces el inductor también sería “inductor a la totalidad de la matanza”83. Esta crítica, sin embargo, es contestada por ROXIN. Cuando el autor dispara a la víctima correcta, falla, y acierta en otra persona mortalmente, concurre para él una tentativa de homicidio y eventualmente un homicidio imprudente, de manera que el inductor ha de ser sancionado por inducción a una tentativa de homicidio. Cuando el autor mata con un segundo disparo a la víctima “correcta”, ha realizado un homicidio consumado (junto con el eventual homicidio imprudente), ante lo cual retrocede la tentativa anterior como subsidiaria. El inductor ha de ser sancionado por una inducción a un homicidio consumado; la inducción a la tentativa es también aquí subsidiaria. Incluso cuando el autor dispara varias veces antes de acertar de muerte a la víctima correcta, el inductor sólo sería responsable por una inducción a un homicidio consumado; la inducción abarca sólo un resultado, pero varias acciones de tentativa que son necesarias para su consecución. Por eso, no ve ROXIN cómo la aberratio ictus del autor podría dar lugar a que se impute al inductor una “matanza”84. d) Una crítica similar ha planteado OLMEDO CARDENETE en la doctrina española85, desde las filas de los partidarios de la irrelevancia. A su juicio, si el autor mata efectivamente a la víctima que buscaba, pero, pensando que se había equivocado, mata también a otra, si se estima que el error en la persona constituye una aberratio ictus se debería imputar también la segunda muerte al inductor, pese a que su voluntad ya había tenido el debido cumplimiento con la muerte de la primera víctima. A su juicio, estos supuestos constituyen un exceso del autor no imputable al autor. III. Posición personal 1. La solución en el ámbito del tipo objetivo El problema de la relevancia para el inductor del error in persona del autor ha sido discutido, como venimos diciendo, en el marco de la categoría dogmática del error de tipo86. Este enfoque dogmático busca la solución en el ámbito del tipo subjetivo, en concreto, considera que se trata de un problema que concierne al dolo, o más bien, a la presencia o ausencia del mismo. Se cuestiona desde esta perspectiva si el hecho antijurídico que realiza el autor Cfr. PUPPE, Verwechslung des Opfers durch Angestifteten, pg. 125. Cfr. ROXIN, Rose-Rosahl redivivus, pg. 300. 85 Cfr. OLMEDO CARDENETE, La inducción, pgs. 786/7. 86 Como dice WEßLAU, Der Exceß des Angestifteten, pg. 106. 83 84 – 845 – ISIDORO BLANCO CORDERO está abarcado o no por el dolo del inductor. Cuando este hecho va más allá de lo que se había representado el inductor, o cuando sucede algo esencialmente distinto, entonces concurre un exceso; en los casos de exceso, el inductor no es penalmente responsable porque falta el dolo. Sin embargo, a nuestro juicio, el punto de partida que recurre a las categorías de la teoría del error para solucionar los casos de desviación no es convincente. No consideramos que el problema haya de ubicarse en el marco del tipo subjetivo87, sino más bien en el marco del tipo objetivo. Y esto parece intuirlo la jurisprudencia alemana cuando declara que la desviación del curso causal88 que determina la muerte de la falsa víctima es irrelevante cuando se encuentra abarcada por el dolo del inductor, porque dicha desviación se mueve en los límites de la previsibilidad de la experiencia general de la vida. Ahora bien, el criterio de la previsibilidad objetiva del resultado no constituye, como indica el BGH, una parte del dolo89, sino que es un criterio que se enmarca en la teoría de la imputación objetiva, cuya ubicación adecuada es en el tipo objetivo. Sólo tras la constatación de que se ha realizado el tipo objetivo es posible pasar al examen del tipo subjetivo, no antes. No estamos tampoco en presencia de un problema de causalidad, tal y como parecen indicar algunos autores y la jurisprudencia alemana, sino de una cuestión a resolver mediante la aplicación de la teoría de la imputación objetiva90. En efecto, en el análisis de la inducción cobra cada vez mayor importancia la aplicación de los criterios propios de la teoría de la imputación objetiva91. La relevancia de la teoría de la imputación objetiva para la inducción se deduce de su propia definición. La inducción consiste en la creación de un riesgo jurídicamente desaprobado de que el inducido adopte y ejecute una resolución delictiva92. Por su parte, la cooperación necesaria y la complicidad son conductas consistentes en el aumento de un riesgo jurídicamente desaprobado Cfr. KÜPPER, Anmerkung, pg. 296. Tampoco se trata un problema de causalidad del comportamiento del inductor para el surgimiento de la resolución delictiva. Sino en realidad de una cuestión a resolver con base en la teoría de la imputación objetiva; cfr. WEßLAU, “Der Exceß des Angestifteten”, pgs. 125/6; KÜPPER, “Anmerkung”, pg. 296. 89 Como ha indicado STEININGER, Triffterer Kommentar StGB, § 5, nm. 131; SCHLEHOFER, “Der error in persona des Haupttäters – eine aberratio ictus für den Teilnehmer?”, pg. 309. 90 Así críticamente WEßLAU, “Der Exceß des Angestifteten”, pgs. 125/6. 91 Ya SCHMOLLER, Kurt, “Grundstrukturen der Beteiligung mehrerer an einer Straftat - die objektive Zurechnung fremden Verhaltens (Schluß)”, en Österreichische Juristen-Zeitung, 1983, pgs. 379 ss; TRIFFTERER, Allgemeiner Teil, Kapitel 16, nm. 72; WEßLAU, “Der Exceß des Angestifteten”, pg. 125; KÜPPER, “Anmerkung”, pg. 296; SCHLEHOFER, “Der error in persona des Haupttäters - eine aberratio ictus für den Teilnehmer?”, pgs. 313 ss; HERZBERG, Rolf-Dietrich, “Anstiftung zur unbestimmten Hauptat”, en JuS, 1897, pgs. 617 ss, pg. 620. En la doctrina española, MIR PUIG, Santiago, Derecho Penal. Parte General, 5ª edición, Barcelona, 1998, Lección 15, nm. 50; MUÑOZ CONDE/GARCIA ARAN, Parte General, pgs. 491 ss; GÓMEZ RIVERO, La inducción, pgs. 78 ss. 92 Y no tanto en el incremento del riesgo, tal y como sostienen en la doctrina española MUÑOZ CONDE/ GARCÍA ARÁN, Parte General, pg. 491; GÓMEZ RIVERO, La inducción, pg. 522. 87 88 – 846 – El error in persona del inducido y su relevancia para la responsabilidad penal del inductor ya existente93. Dicho de otra manera, el cómplice incrementa el riesgo que supone el autor de que se realice el delito, mientras que el inductor crea el riesgo de que un sujeto realice un delito. Pues bien, la aplicación de la teoría de la imputación objetiva a la inducción presenta algunas peculiaridades: y ello porque es preciso que la conducta del inductor genere un riesgo de que el inducido adopte la resolución de cometer un delito, y, además, que genere un riesgo de que dicha conducta del inducido se materialice en el resultado. Supone, por lo tanto, la creación de un doble riesgo, cuya valoración requiere acudir a los criterios propios de la teoría de la imputación objetiva. La inducción requiere que se produzca un doble resultado, el denominado “doble resultado de la inducción”94. Se precisa, por un lado, que el destinatario del influjo adopte una resolución delictiva y, por otro, que inicie la ejecución de dicha resolución. La presencia de estos dos resultados determina la necesidad de proceder a un doble juicio para valorar si está o no presente la imputación objetiva respecto de ellos. En este sentido, se han de examinar dos elementos distintos: en primer lugar, se han de determinar los requisitos que debe reunir la incitación para considerar que contiene el riesgo de generar una resolución delictiva en el inducido, así como la comprobación de si la resolución adoptada por éste supone la realización de dicho riesgo95; en segundo lugar, que la incitación haya creado un riesgo de realización de un delito, y que sea dicho riesgo el que se ha manifestado en el resultado finalmente realizado. 2. La inducción como creación de un riesgo relevante. La aplicación de la teoría de la imputación objetiva La conducta del inductor debe crear un riesgo jurídicamente desaprobado, el cual se debe materializar en el doble resultado de la inducción consistente Cfr. SCHMOLLER, “Grundstrukturen der Beteiligung mehrerer an einer Straftat”, pgs. 384 s; TRIFFTERER, Allgemeiner Teil, Kapitel 16, nm. 76. 94 Cfr. en la doctrina española, entre otros, RUIZ ANTON, Luis Felipe, El agente provocador en Derecho penal, Madrid, 1982, pg. 214; BALDO LAVILLA, Francisco, “Algunos aspectos conceptuales de la inducción”, en ADPCP, 1989, pgs. 1091 ss, pgs. 1093 ss; MIR PUIG, Parte General, Lección 15, nm. 46 ss, aunque no emplea esta expresión; RODRÍGUEZ MOURULLO, Comentarios I, pgs. 847/8; GOMEZ RIVERO, La inducción, pgs. 170 ss, con abundante bibliografía, Sigue esta autora la diferenciación que hace LETZGUS, Vorstufen der Beteiligung, pgs. 22/3, en lo relativo al desarrollo de la inducción. El primero de ellos viene constituido por la adopción de la resolución delictiva por el influido (resultado intermedio de la inducción); el segundo, lo constituye el comienzo de la ejecución de la resolución delictiva motivada por el inductor (resultado de la participación); el tercero consiste en la consumación por el autor principal de los actos ejecutivos (resultado final de la acción). Niega este doble resultado de la inducción OLMEDO CARDENETE, La inducción, pgs. 653/4, para quien –con base en la negativa de la relación de causalidad– tanto la decisión como el comportamiento ejecutivo del inducido no son el resultado de la inducción, sino que constituyen “sobre la base del juicio de probabilidad ..., un todo inseparable revelador de la eficacia motivadora del comportamiento persuasivo del hombre de atrás”. 95 Cfr. BALDO LAVILLA, “Algunos aspectos conceptuales de la inducción”, pgs. 1099 ss; más en concreto, GÓMEZ RIVERO, La inducción, pgs. 323 y 325. Dice esta autora que será preciso realizar un doble juicio de imputación referido a una misma creación de riesgo, el peligro contenido en la incitación. 93 – 847 – ISIDORO BLANCO CORDERO en el surgimiento de la resolución delictiva en el autor, y en la ejecución por parte de éste del hecho antijurídico. Como decimos, tanto el requisito de la imputación objetiva relativo a la creación del riesgo desaprobado, como el relativo a la realización de ese riesgo en el resultado, son elementos del tipo objetivo. Pues bien, la resolución del problema de la relevancia del error en la persona del inducido para el inductor precisa del análisis de si concurren ambos elementos en la conducta del inductor. Se ha de examinar si el concreto comportamiento del inductor contiene el peligro jurídicamente desaprobado de que el inducido adopte la solución de cometer un hecho típico y antijurídico y de que al menos comience a ejecutarlo. La conducta ha de ser en sí peligrosa para dar lugar a ambos resultados. Para determinar si la conducta crea un peligro jurídicamente desaprobado se ha de atender a diversos criterios, entre los que cobra relevancia especial en este trabajo el relativo a la previsibilidad objetiva del resultado. 2.1 La creación de un riesgo relevante. El examen de la previsibilidad objetiva de realización del delito La creación de un riesgo jurídicamente desaprobado sólo existe cuando puede preverse objetivamente la realización del hecho96. Para determinar la previsibilidad objetiva es preciso recurrir al juicio de pronóstico ex-ante, desde la perspectiva de un observador objetivo colocado en la situación del inductor, y teniendo en cuenta las circunstancias conocidas o cognoscibles por el hombre medio perteneciente a su círculo social más las circunstancias conocidas o cognoscibles con base en sus conocimientos especiales97. El examen de la previsibilidad objetiva constituye un juicio sobre la peligrosidad de la conducta del inductor, cuando determina al autor a cometer un delito contra la vida. 2.1.1 Creación de un riesgo de que surja una resolución delictiva Es preciso determinar de forma precisa los criterios con base en los cuales se ha de valorar si la conducta del inductor ha creado un riesgo jurídicamente relevante. En concreto, se ha de examinar la adecuación98 de la conducta del inductor para hacer surgir la resolución delictiva, y para que ésta se ejecute. Tales criterios han sido expuestos en la doctrina española por GÓMEZ Cfr. especialmente, por la importancia de su contribución, TRIFFTERER, Otto, “Die ‘objektive Voraussehbarkeit’(des Erfolges und des Kausalverlaufs)–unverzichtbares Element im Begriff der Fahrlässigkeit oder allgemeines Verbrechenselement aller Erfolgsdelikte?”, en Festschrift für Paul Bockelmann zum 70. Geburtstag am 7. Dezember 1978, Herausgegeben von Arthur Kaufmann-Günter Bemmann-Detlef KraussKlaus Volk, München, 1979, pgs. 201 ss. 97 Así, TRIFFTERER, Allgemeiner Teil, Kapitel. 8, nm. 102, pg. 145. 98 Cfr. ampliamente sobre los diferentes intentos de precisión del juicio de adecuación, MARTINEZ ESCAMILLA, Margarita, La imputación objetiva del resultado, Madrid, 1992, pgs. 95 ss. 96 – 848 – El error in persona del inducido y su relevancia para la responsabilidad penal del inductor RIVERO99 y OLMEDO CARDENETE100, pero básicamente en relación a la creación de un riesgo de que el destinatario de la inducción tome la resolución de cometer el delito. Con ellos se pretende determinar el nivel de peligrosidad que debe alcanzar la incitación en orden a vencer las inhibiciones del inducido para cometer el delito101. Pues bien, la creación de un riesgo jurídicamente desaprobado sólo existe cuando puede preverse objetivamente el surgimiento de la resolución delictiva en el inducido. Para determinar la previsibilidad objetiva es preciso recurrir al mencionado juicio de pronóstico ex-ante desde la perspectiva de un observador objetivo. Las dificultades que dicho pronóstico plantea en el marco de la inducción son evidentes102, en la medida en que se trata de hacer un juicio sobre la peligrosidad de una acción para motivar a otra persona, cuestión de gran dificultad dado que se basa en las tendencias subjetivas del receptor. En dichas tendencias subjetivas influyen factores de muy diversa índole, como la personalidad del inducido, su situación económica, sus antecedentes, etc. Son todos ellos factores a tener en cuenta para realizar el juicio de pronóstico, que plantean importantes inconvenientes al incidir el denominado por BALDO LAVILLA “factor humano”. Con todo, es cierto que esta es la única manera para tratar de conectar el influjo del inductor con el surgimiento de la resolución delictiva103. No podemos detenernos en el análisis de estas cuestiones, puesto que, a nuestro juicio, no es lo que interesa aquí. Lo verdaderamente relevante para este trabajo es si en la situación en la que el inductor ya ha creado una resolución delictiva, se puede prever que ese riesgo se materialice en el resultado deseado, en este caso, que se materialice sobre la persona deseada. Cfr. GÓMEZ RIVERO, La inducción, pgs. 78 ss. OLMEDO CARDENETE, La inducción, pgs. 154 ss, se refiere a la necesidad de realizar un juicio de probabilidad general conforme al cual se decida que “los factores anímicos que condujeron al autor a resolverse por el crimen, fueron impulsados fundamentalmente por la conducta instigadora”. Niega este autor que la acción instigadora constituya la “causa” de la resolución delictiva, sino que ésta interviene de una forma decisiva en el proceso autónomo de motivación del autor a la comisión del delito. Finalmente, este autor expone una serie de criterios para llevar a cabo el juicio de pronóstico, basados en indicios y circunstancias del caso concreto, extraídos de la jurisprudencia española; ibídem, pgs. 682 ss. 101 Cfr. GÓMEZ RIVERO, La inducción, pg. 78. Como dice OLMEDO CARDENETE, La inducción, pg. 142, el influjo puede desplegar sus efectos por una doble vía: mediante un debilitamiento de los factores contrarios a la ejecución del hecho, o mediante un reforzamiento de los factores favorables a su puesta en marcha. 102 Estas dificultades fueron evidenciadas ya por PUPPE, Der objektive Tatbestand der Anstiftung, pg. 106, y en la doctrina española por los monografistas GÓMEZ RIVERO, La inducción, pg. 79; OLMEDO CARDENETE, La inducción, pgs. 154 ss. 103 En este sentido BALDO LAVILLA, “Algunos aspectos conceptuales de la inducción”, pg. 1103; DEL ROSAL BLASCO, Bernardo, “Sobre los elementos del hecho típico en la inducción”, en CPC, 1990, 97 ss, pg. 124; GÓMEZ RIVERO, La inducción, pg. 79; OLMEDO CARDENETE, La inducción, pgs. 155. 99 100 – 849 – ISIDORO BLANCO CORDERO 2.1.2 Creación de un riesgo de realización de la resolución delictiva Respecto del segundo resultado de la inducción, será preciso enjuiciar si la incitación ha creado un riesgo de producción de un resultado lesivo, y si es este riesgo el que se ha materializado en el resultado finalmente realizado. La peculiaridad del segundo resultado de la inducción es que el riesgo de que éste se produzca tiene su origen en el surgimiento de la resolución delictiva, la cual ha sido originada por la incitación del inductor. Se trata éste de un encadenamiento de sucesos que puede expresarse de otro modo. La incitación genera un primer resultado, que es el surgimiento de la resolución delictiva, la cual, a su vez, cuando se exterioriza, entraña un riesgo de producción de un ulterior resultado lesivo. La constatación de la peligrosidad de la incitación para la realización de un hecho antijurídico requiere haber enjuiciado previamente que ésta es adecuada para hacer surgir la resolución criminal. Si se concluye ya desde el principio que el influjo del inductor carece de peligrosidad para que el influido adopte la decisión de cometer un delito, no será necesario valorar la peligrosidad del mismo para la producción del resultado final. Pues bien, el enjuiciamiento de la peligrosidad de la conducta del inductor con base en el criterio de la previsibilidad objetiva precisa que se tengan en cuenta todas las circunstancias del caso, y, en concreto, las órdenes e instrucciones que da el inductor al inducido. Para ello se ha de partir de la necesaria relación de identidad entre el contenido de la incitación y lo que el autor realiza104; es preciso que al autor realice un hecho antijurídico en correspondencia o congruencia con la incitación, y con la resolución que ésta ha creado105. En el momento en el que se constate que dicha identidad o congruencia no existe, porque lo realizado no se corresponde con lo señalado por el inductor, se puede cuestionar la presencia de la imputación objetiva106. Evidentemente la cuestión reside en determinar qué elementos de la incitación se han de tener en cuenta para enjuiciar si está presente o no la identidad. Uno de los elementos será el tipo penal al que se induce y el que realmente se ejecuta. Cuando el autor realice un tipo distinto al que se refería la imputación, éste no se podrá imputar objetivamente al inductor107. Si éste determina a realizar un robo pero el inductor decide cometer un homicidio, éste no será imputable al inductor porque no constituye la realización del riesgo que él Cfr. en este sentido GOMEZ RIVERO, La inducción, pg. 326. Así BALDO LAVILLA, “Algunos aspectos conceptuales de la inducción”, pg. 1114. 106 En este sentido, BALDO LAVILLA, “Algunos aspectos conceptuales de la inducción”, pg. 1116; GÓMEZ RIVERO, La inducción, pgs. 326 ss y 471 s, especialmente en la nota 1247. 107 Así, BALDO LAVILLA, “Algunos aspectos conceptuales de la inducción”, pg. 1116; GOMEZ RIVERO, La inducción, pgs. 326 ss y 471 s, especialmente en la nota 1247. 104 105 – 850 – El error in persona del inducido y su relevancia para la responsabilidad penal del inductor ha creado. Falta ya el segundo de los elementos de la imputación objetiva, la realización del riesgo en el resultado. Sin embargo, no es esta la cuestión objeto de nuestro estudio. Lo que interesa en este momento es analizar los problemas que surgen en lo relativo a las posibles modificaciones de los elementos fácticos explicitados de manera detallada en la incitación. Y es que la incitación puede configurarse de diversas maneras. Así, ésta puede referirse de manera genérica a cualquiera de los objetos comprendidos en el género típico. Por ejemplo, el inductor puede ordenar: “mata a quien transite por el claro del bosque a las cinco de la tarde”108. Aquí no se ha individualizado la identidad de la persona, sino sólo el delito a cometer. Ahora bien, puede ser que la incitación contenga instrucciones precisas en cuanto al lugar, momento, identidad de la víctima del delito, etc. Pues bien, estos elementos fácticos son los que se han de tener en cuenta para realizar el juicio de previsibilidad objetiva del resultado. En efecto, el análisis de la concreta situación requiere tener en cuenta tales elementos para determinar la peligrosidad de la inducción para un determinado bien jurídico. No se pueden dar reglas generales para solucionar este problema. Pese a ello, vamos a ofrecer algunos criterios específicos que pueden orientar la labor del jurista a la hora de enjuiciar las concretas situaciones que pueden plantearse. En concreto, es preciso distinguir, por un lado, los casos en los que el autor sigue al pie de la letra las instrucciones del inductor, y pese a todo la víctima resulta ser distinta de la que se proponía, y, por otro, los casos en los que el autor se desvía de las instrucciones dadas por el inductor109, esto es, no se mueve, en palabras de JAKOBS, dentro del “programa acordado”110. 2.1.2.1 Cumplimiento por parte del autor de las instrucciones dadas por el inductor Si el autor ejecuta las concretas instrucciones del inductor de manera precisa, y finalmente la acción se produce sobre una persona distinta a la Ejemplo similar en MAURACH/GÖSSEL/ZIPF, Parte General. 2, § 51, nm. 57. Esta es la postura que adopta en la doctrina alemana WEßLAU, Der Exceß des Angestifteten, pgs. 130/1; en la española, cfr. GOMEZ RIVERO, La inducción, pgs. 329 ss y 522 ss; esta parece ser también la postura de HILLENKAMP, Die Bedeutung von Vorsatzkonkretisierungen, pgs. 65 ss. en relación con la pg. 50; también CRAMER, Strafgesetzbuch, § 25, nm. 52/53, en el contexto de la autoría mediata, dice que si el instrumento carece de posibilidades de individualización del objeto material porque las instrucciones del autor mediato son claras, cuando aquél realiza una conducta que contradice tales instrucciones, el autor mediato debe responder por una aberratio ictus; por su parte MAURACH/GÖSSEL/ZIPF, Parte General. 2, § 51, nm. 57, distinguen entre los supuestos en los que el inductor individualiza suficientemente a la víctima y aquellos en los que no. 110 En relación con la autoría mediata, JAKOBS, Allgemeiner Teil, 21/106. En relación con la coautoría 21/45, dice que si el coautor que actúa con error in persona se ajusta al programa acordado, esta actuación se imputa a los demás intervinientes; en relación con la inducción, cfr. 22/29, se ha de determinar si el autor ha actuado en el marco de lo acordado en la inducción. 108 109 – 851 – ISIDORO BLANCO CORDERO buscada, habrá que valorar si realmente era previsible o no esta situación para el inductor. Y es que en ocasiones, pese a que se hayan dado instrucciones precisas, su cumplimiento es problemático por las condiciones en las que se ha de llevar a cabo111. Así por ejemplo, en el caso resuelto por el BGH alemán en el año 1990, se plantea la situación en la que el inductor describe el aspecto físico de la víctima de manera precisa, muestra incluso una fotografía al inducido y le señala el lugar en el que se encontrará en un determinado momento, dando instrucciones precisas de cómo se debe proceder a su muerte. Ahora bien, las condiciones del lugar no son las mejores para ejecutar tal hecho, dada la oscuridad existente en el momento en que se debe cometer el delito. Este dato puede tener importancia a la hora de valorar si es o no previsible para el inductor que la víctima no sea la que ha elegido. Evidentemente se trata de un problema de valoración, que, respecto de este caso concreto, ha dado lugar a posturas encontradas en la doctrina y jurisprudencia alemanas. Según el BGH, el cambio de víctima era previsible, porque teniendo en cuenta las condiciones de luz presentes en el lugar del hecho existía el riesgo de que el autor confundiese a otra persona, que casualmente se acercase al establo, con la víctima que buscaba112. Un importante sector doctrinal, por contra, considera que el cambio es más bien imprevisible, pues no es normal que alguien por la noche entre en el establo del vecino, portando una bolsa como hace normalmente el hijo del vecino, y que se parezca a éste en estatura113. En cualquier caso, si se concluye que el cambio de víctima era previsible, la muerte de la víctima incorrecta sería objetivamente imputable al inductor, por lo que respondería como inductor a un homicidio (o asesinato) doloso consumado. Esto es igualmente válido cuando las instrucciones que da el autor hacen referencia en realidad a un objeto distinto al por él pretendido114. Imaginemos Tal y como indica STRATENWERTH, Objektsirrtum und Tatbeteiligung, pg. 64. BGHSt 37, 214, pg. 218. Esta es también la opinión de un importante sector doctrinal. Así, consideran que se trata de una desviación inesencial del curso causal real, porque el suceso se mantiene en el ámbito de la previsibilidad y no requiere ninguna otra valoración jurídica; BAUMANN, Jürgen/WEBER, Ulrich/ MITSCH, Wolfgang, Strafrecht. Allgemeiner Teil. Lehrbuch, Bielefeld, 1995, § 30, nm. 89; KÜPPER, Anmerkung, pg. 296; STRENG, Die Strafbarkeit des Anstifters bei error in persona des Täters, pgs. 913 ss; en la doctrina española, esta parece ser también la postura de GOMEZ RIVERO, La inducción, pgs. 523/4, que en un supuesto similar considera que el resultado es concreción del riesgo creado dolosamente por el inductor. Por su parte, STRATENWERTH, Objektsirrtum und Tatbeteiligung, pg. 66, dice que el peligro de un cambio de víctima existe en este caso, pues la víctima realmente atacada, de estatura similar a la buscada y que portaba en la mano una bolsa, como la víctima correcta, coincidía con todas las descripciones del inductor, que se podían examinar en la oscuridad. 113 En este sentido, SCHLEHOFER, “Der error in persona des Haupttäters–eine aberratio ictus für den Teilnehmer?”, pg. 308; también la cuestiona BEMMANN, Die Objektsverwechslung des Täters in ihrer Bedeutung für den Anstifter, pg. 76. 114 En este sentido HILLENKAMP, Thomas, 32 Probleme aus dem Strafrecht. Allgemeiner Teil, Neunte, überarbeitete Auflage, Neuwied und Kriftel, 1999, pg. 210, señala que concurre inducción consumada cuando el inductor es el que ha causado el error in persona del autor. En este sentido pone como ejemplo el de la persona que da al autor la orden de matar al hombre que se encuentra en el establo, porque cree 111 112 – 852 – El error in persona del inducido y su relevancia para la responsabilidad penal del inductor que el inductor quiere que se mate a B, quien todas las mañanas coge un vehículo con una determinada matrícula, pero por error da un número distinto al autor, que pone la bomba en el vehículo de otra persona. En este caso la incorrección de las instrucciones ha creado un riesgo para la segunda persona, que es el que ha realizado el autor. Por lo tanto, el inductor responde por inducción a un asesinato115. Para llevar a cabo el juicio de previsibilidad del posible error in persona del autor será necesario tener en cuenta los conocimientos especiales del inductor. Si éste sabe que el autor desconoce la apariencia física de la víctima, y le ordena cometer el hecho en una situación en la que ello es imprescindible, se podrá valorar que el error del inductor es previsible. Así, si el autor tiene que matar a la víctima a la salida del trabajo, y el inductor sabe que suele ir acompañado de varios compañeros hacia su casa, todos ellos muy parecidos, y la orden es matar al que lleva ese día una camisa azul, se puede prever que alguno de los compañeros de la víctima pueda llevar una camisa azul. El juicio de previsibilidad podría ser distinto si sabe que el inducido conoce la identidad de la víctima, no siendo necesario identificarla. En este caso, tal y como diría STRATENWERTH, el “riesgo de confusión” (Verwechslungsrisiko) se le puede imputar al inducido116. Igualmente es previsible que pueda haber un cambio de víctima cuando el inductor conoce que por el lugar en el que se ha de realizar el hecho transita habitualmente una persona con una apariencia física similar a la víctima, o su hermano gemelo, o que el autor es miope y a la distancia en la que debe disparar no reconocerá a la víctima, etc. Con todo, no estamos de acuerdo con la postura de STEININGER en la doctrina austríaca, que considera necesario realizar un juicio hipotético, en el que se coloca al inductor en la situación del autor antes de la acción delictiva, y se valora si en esta situación, con los conocimientos de que dispone, hubiese actuado como el autor, esto es, hubiese disparado sobre la víctima falsa117. En este enjuiciamiento se han de valorar los conocimientos de la víctima de que dispone el inductor. Estos conocimientos han de tenerse en cuenta respecto de él en el marco de su eventual posición como autor: si pese a sus mejores conocimientos detallados de la víctima también hubiese errado como el autor, entonces concurre para él también un error in persona irrelevante. Así, por ejemplo, si a la vista de las condiciones de luz que existen en el lugar y del haber reconocido en este hombre a su hijo, que es a quien quiere realmente matar, siendo en realidad otra persona. 115 A este resultado se llega también siguiendo el criterio de STRATENWERTH, Objektsirrtum und Tatbeteiligung, pg. 65. 116 En palabras de STRATENWERTH, Objektsirrtum und Tatbeteiligung, pg. 64. 117 Esto es lo que ha denominado STEININGER principio del sustituto con base en fundamentos hipotéticos (Stellvertreterprinzip auf hypothetischer Grundlage). Cfr. STEININGER, Triffterer Kommentar StGB, § 5, nm. 133. – 853 – ISIDORO BLANCO CORDERO parecido de la víctima elegida con la realmente atacada, el inductor hubiese también errado, se le puede imputar una inducción a un homicidio consumado. Si, por contra, en la situación del autor hubiese reconocido que la víctima era otra persona y por ello no hubiese actuado118, sería un supuesto de error relevante para el inductor, siendo entonces responsable conforme a las normas de la aberratio ictus. Por ejemplo, la esposa pretende dar cumplimiento al último deseo de su marido, que quiere morir al estar afectado de una enfermedad terminal, y para ello paga a un asesino, pero éste en el hospital confunde al marido por otro, a quien mata. En este caso, dice este autor, la mujer es responsable de una aberratio ictus y el autor de un delito de homicidio consumado (error in persona irrelevante), porque la mujer, con sus conocimientos sobre la víctima, no habría errado. Ahora bien, no es ésta la solución que merece este caso, porque el juicio de previsibilidad se ha de hacer respecto de la posición del inductor, y no del autor. Por ello, en este último ejemplo, si el inducido cumple correctamente con las instrucciones de la esposa, se ha de valorar si el error en la persona en que incurre el autor es o no previsible para la mujer. En definitiva, en el clásico ejemplo de la bomba, si el autor cumple la indicación de poner la bomba en un determinado vehículo, es irrelevante para la responsabilidad del inductor que resulte muerto el primer usuario del vehículo, que es la esposa de la víctima elegida119 –siempre y cuando, evidentemente, ello sea previsible–. 2.1.2.2 Falta de concreción de la identidad de la víctima Ahora bien, más problemático será el supuesto en el que la imprecisión de las instrucciones del inductor lleva a que el autor confunda el vehículo120. En este sentido, si el inductor, por las escasas instrucciones que da, deja a cargo del autor la concreción de la identidad de la víctima, debe responder del delito finalmente cometido aunque se produzca un error en la identidad de la víctima121. Por ello, tal y como señala WE LAU, responde el inductor en los casos en los que, pese a haber individualizado a grandes rasgos a la víctima, sin Por su parte, STEININGER, Triffterer Kommentar StGB, § 5, nm. 133, considera que para el inductor constituye este supuesto un error relevante y entonces es responsable conforme a las normas de la aberratio ictus. Por ejemplo, la esposa pretende dar cumplimiento al último deseo de su marido, que quiere morir al estar afectado de una enfermedad terminal, y para ello paga a un asesino, pero éste en el hospital confunde al marido por otro, a quien mata. En este caso, dice este autor, la mujer es responsable de una aberratio ictus y el autor de un delito de homicidio consumado (error in persona irrelevante). A nuestro juicio, se han de valorar otras circunstancias adicionales que exponemos a continuación para valorar este caso. 119 Así STRATENWERTH, Objektsirrtum und Tatbeteiligung, pg. 64. 120 Cfr. STRATENWERTH, ibídem. 121 No existe ninguna programación, como dice STEININGER, Triffterer Kommentar StGB, § 5, nm. 132. Y es que a menudo el inductor desconoce el lugar y el momento del delito, porque respecto de tales extremos no existe instrucciones, dado que se deja en manos del inducido su determinación. 118 – 854 – El error in persona del inducido y su relevancia para la responsabilidad penal del inductor embargo su identificación se deja totalmente a la discreción del inducido a la hora de la realización del hecho122. En definitiva, cuanto menos indicaciones dé el inductor al inducido sobre la identidad de la víctima y la forma de identificarla, más previsible será una posible confusión de la víctima. Así por ejemplo, el inductor puede ordenar: “mata a quien transite por el claro del bosque a las cinco de la tarde”123. Si el inductor piensa que la persona que aparecerá será X, pero quien aparece realmente es Y, su muerte le será objetivamente imputable, porque es previsible que en ese momento transite otra persona. En el mismo sentido, si el inductor ordena al autor matar a la víctima en el trayecto al trabajo, es indiferente que el autor cometa el hecho en el de ida o en el de vuelta, pues si yerra y mata a otra persona, este delito es imputable al inductor. 2.2 El incumplimiento de las instrucciones por parte del autor. La realización del riesgo en el resultado Distinta es la situación en la que el inductor le ordena tajantemente matar a la víctima en el camino de ida, pero el autor decide hacerlo en el de vuelta, de manera que finalmente mata a otra persona. Se trata de un supuesto en el que el autor se desvía de las precisas instrucciones que ha recibido del inductor. Si dicha desviación da lugar a que el ataque se produzca sobre una persona distinta a la pretendida, no podrá imputarse dicho resultado al inductor como tal124. El resultado no constituye la realización del riesgo creado dolosamente por el inductor125. Se trata en realidad de un problema de no realización del riesgo en el resultado. El resultado de muerte es imputable directamente al autor, pero no al inductor. Existe un peligro para el bien jurídico vida de una determinada persona, pero no es éste el que se materializa en el concreto resultado, aunque se encuentra causalmente conectado con él. Cuando se comprueba que existe una conducta peligrosa, que posteriormente no es la que se realiza en el resultado, existe una tentativa126. Por ello, los supuestos objeto de este estudio, cuando se incumplen las instrucciones del inductor, deben calificarse como una tentativa de inducción. Ahora bien, frente a los ordenamientos penales alemán (§ 30 I StGB) y austríaco (§ 15 nº 2 öStGB), en los que se castiga expresamente la tentativa de inducción, el Derecho penal español no la sanciona. En efecto, la tentativa de inducción (o inducción no seguida de ejecución) en el marco de las relaciones interpersonales es impune en el Código Penal Cfr. WEßLAU, Der Exceß des Angestifteten, pg. 130. Ejemplo similar en MAURACH/GÖSSEL/ZIPF, Parte General. 2, § 51, nm. 57. 124 Coincide con este resultado STRATENWERTH, Objektsirrtum und Tatbeteiligung, pgs. 65/6. 125 En este sentido WEßLAU, Der Exceß des Angestifteten, pgs. 130/1; GÓMEZ RIVERO, La inducción, pg. 525. 126 Cfr. TRIFFTERER, Allgemeiner Teil, Kapitel 8, nm. 100. 122 123 – 855 – ISIDORO BLANCO CORDERO español por atípica. Esta afirmación, sin embargo, no es del todo unánime en la doctrina española127. Así, por ejemplo, algunos autores, con base en el vigente Código Penal128, reconducen los supuestos de inducción en grado de tentativa a la proposición129, mientras otros lo hacen a la provocación130. A nuestro juicio, la inducción intentada en el marco de las relaciones interpersonales es impune, y no es reconducible a la proposición, pues ésta precisa que quien invita a ejecutar un delito esté resuelto a “cometerlo”, y el inductor, por definición, no quiere cometer directamente el delito131. Sí son reconducibles a la provocación los supuestos de inducción intentada de carácter colectivo. Sin embargo, es evidente que los casos más graves de inducción no seguida de ejecución son impunes por atípicos. Esto puede generar lagunas de punibilidad, como en los supuestos objeto de nuestro análisis, que van a resultar impunes. Esta situación resulta a nuestro juicio desafortunada, pues creemos que estamos ante una conducta merecedora de sanción penal. Sería necesario de lege ferenda que el legislador sancionase expresamente, tal y como lo hacen los ordenamientos jurídicos de nuestra órbita, la tentativa de inducción. Estos supuestos no son constitutivos de una aberratio ictus. De ser así, habría que sancionar al inductor por una inducción en grado de tentativa a un homicidio en concurso ideal con una inducción imprudente a un homicidio doloso. Y ello, como venimos diciendo, porque el homicidio producido no constituye la concreción del riesgo creado por el inductor, de manera que no le Cfr. un amplio análisis doctrinal en OLMEDO CARDENETE, La inducción, pgs. 787 ss. Algún autor reconducía la tentativa de inducción a la conspiración en el Código Penal derogado; así CUELLO CONTRERAS, Joaquín, La conspiración para cometer el delito: interpretación del artículo 4.1 CP (los actos preparatorios de la participación), Barcelona, 1978, pgs. 125/6 y 189/190. 129 Cfr. MIR PUIG, Parte General, Lección 13, nm. 40; MUÑOZ CONDE/GARCÍA ARÁN, Parte General, pgs. 502/3, remiten la inducción intentada en el marco de las relaciones interpersonales a la proposición, mientras que la provocación sería una forma de inducción intentada pero referida a colectivos, grupos, etc. SILVA SANCHEZ, Jesús-María, El nuevo Código Penal: cinco cuestiones fundamentales, Barcelona, 1997, pg. 151, señala que dada la gravedad de los supuestos de inducción no seguida de ejecución “y la propia lógica del sistema español de actos preparatorios”, lo más razonable es sostener su inclusión en la proposición en el Código Penal vigente. GÓMEZ RIVERO, Mª Carmen, “Regulación de las formas de participación intentada y de la autoría y participación”, en La Ley, 1996, pgs. 1625 ss, pgs. 1625/6, remite la sanción de la inducción intentada a la proposición. Con base en el Código Penal derogado, GOMEZ RIVERO, La inducción, pg. 295 ss, considera que la tentativa de inducción era punible como provocación. 130 En este sentido MUÑOZ CONDE/GARCÍA ARÁN, Parte General, pg. 503, opinan que la provocación es una forma de tentativa de inducción colectiva; también BACIGALUPO ZAPATER, Enrique, en Código Penal. Doctrina y Jurisprudencia. Tomo I, dirigido por Cándido Conde-Pumpido Ferreiro, Madrid, 1997, pg. 559, considera que en la provocación tiene cabida los casos de inducción en grado de tentativa. 131 En este sentido GÓMEZ RIVERO, “Regulación de las formas de participación intentada”, pg. 1626. Ampliamente en contra de que la inducción en grado de tentativa constituya proposición para delinquir, OLMEDO CARDENETE, La inducción, pgs. 804, con abundante bibliografía. Por su parte, SILVA SÁNCHEZ, El nuevo Código Penal: cinco cuestiones fundamentales, pg. 151, nota 389, responde a esta objeción señalando que una cosa es resolver cometer un delito y otra resolver realizalo a título de autor. Por lo tanto, también el inductor ha resuelto “cometer” el delito. Acoge este autor la interpretación de MIR PUIG, Parte General, Lección 13, nm. 40. 127 128 – 856 – El error in persona del inducido y su relevancia para la responsabilidad penal del inductor es objetivamente imputable. Con todo, si se adopta la postura de la aberratio ictus, la solución sería igualmente la impunidad, pues en Derecho español la tentativa de inducción es impune, y también lo es la inducción imprudente a un delito132. Sin embargo, no toda desviación de las instrucciones del inductor va a determinar la presencia de una tentativa. Es necesario que sea precisamente el incumplimiento del mandato el que determine que el hecho se realice sobre otra víctima. Así, por ejemplo, si el inductor ordena que el autor mate a la víctima con un arma de un determinado calibre, pero el inductor se decide por otra de un calibre mayor para evitar fallar el tiro, y si quien muere es otra persona que era la que realmente se tenía en el visor, su muerte será imputable al inductor. Estamos ante una desviación irrelevante. Ahora bien, la valoración cambia cuando por razón de la gran distancia a la que se debe realizar el tiro y la posibilidad de no distinguir bien a la víctima, el inductor, experto en armas, ordena al autor utilizar un rifle de precisión con mira telescópica para reconocer a la víctima y acertar en ella, siendo así que éste se decide por un arma sin dicho elemento de precisión que determina que muera una persona distinta. Aquí el incumplimiento de la orden ha determinado la muerte de otra persona distinta a la buscada. VI. Conclusiones La posible la relevancia para el inductor del error in persona (irrelevante) del inducido ha dado lugar a un intenso debate en la doctrina, que tangencialmente despliega sus efectos en ámbitos esenciales de la teoría del delito como la teoría del error. Las dos opiniones principales sostenidas por los autores van desde la irrelevancia de dicho error para el inductor, hasta su consideración como un supuesto de aberratio ictus para él. Ahora bien, la fundamentación de ambas posturas suele realizarse recurriendo a las categorías propias del tipo subjetivo, en concreto, a la teoría del error (como reverso del elemento cognoscitivo del dolo). En esta contribución hemos puesto de relieve que, antes de proceder al análisis del tipo subjetivo, es preciso enjuiciar si está presente o no el tipo objetivo. En realidad, es preciso examinar con carácter previo si la muerte de la persona no buscada es o no imputable objetivamente al inductor. El recurso a los criterios propios de la imputación objetiva proporciona los instrumentos esenciales para resolver esta cuestión. Pues bien, para valorar si está o no En este sentido GÓMEZ RIVERO, La inducción, pgs. 352 ss; OLMEDO CARDENETE, La inducción, pgs. 701 ss, se ocupa del problema de la inducción imprudente a un delito doloso, y también de la inducción a un delito imprudente. Con carácter general, se niega la punibilidad de la participación imprudente por atípica, cfr. ampliamente PEREZ MANZANO, Mercedes, Autoría y participación imprudente en el Código penal de 1995, Madrid, 1999, pgs. 77, 81 ss, 109/110. 132 – 857 – ISIDORO BLANCO CORDERO presente la imputación objetiva del resultado es preciso tener en cuenta las diversas circunstancias del caso concreto. Son esenciales en estos casos las instrucciones que el inductor ha dado al inducido. Además de valorar en los casos de desviación de las instrucciones la relevancia de ésta respecto del resultado producido. En este sentido, consideramos que la solución ha de girar en torno a si el inducido se ha atenido o no a las instrucciones del inductor, y de cuál es el contenido de las mismas. Este es el punto de partida a partir del cual se han de examinar los concretos supuestos, para cuya solución se han propuesto una serie de criterios específicos que pueden servir para orientar la labor del práctico. – 858 –