La importancia de enseñar el valor del esfuerzo a nuestros hijos/as. Lic. Samantha Barocio Rocha. “No existe mayor regalo que un padre pueda dar a sus hijos que establecer los fundamentos para su salud emocional, auto-estima positiva, principios esenciales duraderos, habilidades para la resolución de problemas y valores duraderos” Joseph Plasner, Psicólogo La Real Academia Española define “esfuerzo” de la siguiente manera: 1. Acción enérgica del cuerpo o del espíritu para conseguir algo venciendo dificultades. 2. Ánimo, valor, fuerza 3. Empleo enérgico de la fuerza física contra algún impulso o resistencia. Como lo dice la definición, es el esfuerzo no es cuestión únicamente de fuerza física, de utilización de la energía corporal, si no que también involucra al espíritu y si lo pensamos, cuando nos esforzamos por lograr algo, no es la recompensa física lo que recordamos, si no la recompensa “espiritual”, el orgullo personal de haber vencido las dificultades, eliminado las resistencias y alcanzado nuestro objetivo. Si pensamos en los momentos que nos han traído mayores satisfacciones a nuestra vida, seguramente encontraremos que muchos de ellos se relacionan con el valor del esfuerzo, la perseverancia y el trabajo arduo. Recuerde una de esas situaciones y responda: ¿Qué cosas nuevas descubrió de sí mismo que no conocía antes? ¿Qué habilidades desarrolló para poder lograr su objetivo? ¿Cuál fue la sensación que prevaleció dentro de usted tras haber logrado lo que se propuso? ¿Cambió la mirada de la gente hacia usted una vez que lo logró? ¿Qué efectos tuvo ese logro en su vida futura? ¿Cómo cambió el modo en que usted enfrentó las dificultades más adelante? Para muchos padres y madres de familia, el hecho de haber logrado ciertas cosas con gran esfuerzo parece haberlos hecho quitar valor al esfuerzo, más que añadirlo. Para muchos de estos papas, amar a sus hijos es sinónimo de rescatarlos, de facilitarles las cosas…sin darse cuenta que en el camino les están robando la oportunidad no sólo de aprender nuevas habilidades, sino de desarrollar un sentido de auto-eficacia y la posibilidad de desarrollar una auto-estima saludable. Hace unas semanas, estaba sentada en mi sala leyendo un libro, cuando escuché a una niña quejándose, a punto de llorar, mientras luchaba por cargar su triciclo para subir 3 escalones. Sus hermanos mayores ya habían entrado a su casa y su mama no se veía por ningún lado. Entonces, comenzó a levantar la voz diciendo “Oigan, ¡ayúdenme!” una y otra vez. Se quedó parada unos minutos esperando respuesta y cuando no la hubo, hizo un nuevo intento por subir el triciclo y esta vez, funcionó. Puede ver cómo una sonrisa de satisfacción lleno su pequeña carita y entonces, continúo su camino, caminando más erguida… hasta que una rueda de su triciclo se atoró en el adoquín, sin permitirle avanzar. Me quedé observándola, pensando que habiendo superado el más difícil de los obstáculos, éste no representaría un problema. Imaginé que ahora tendría la motivación para buscar rápidamente una solución. Sin embargo, ella recurrió a su estrategia inicial, comenzó a hacer pucheros, a quejarse cada vez mas fuerte, hasta llegar al aborde de las lágrimas e instantáneamente gritó:” ¡No puedo, ayúdenme! ” Me sorprendió muchísimo que una niña tan pequeña (3 años) tuviera ya tan grabada la respuesta automática de “No puedo.” Me pregunté cómo era que había aprendido eso, cuando la respuesta llego a mí, dos segundos después de su llamado de “auxilio” su mamá salió corriendo de la casa, la alcanzó y sin hacer preguntas, levantó el triciclo y lo metió a la casa. Muchas veces los padres/madres de familia hacen este tipo de cosas de manera automática. No lo hacen con la intención de que sus hijos/as no aprendan el valor del esfuerzo, con la intención de que no experimenten el orgullo de lograr algo tras no darse por vencidos. Sin embargo, así sucede y en un intento de “facilitarles” las cosas a los hijos, facilitarse la vida ellos, o calmar su propia ansiedad, terminan por robarles la oportunidad de esas experiencias. ¿Qué pasaría si dentro de nuestras prisas nos tomáramos el tiempo para observar cómo resuelven los problemas sin nosotros? ¿Si nos tomáramos el tiempo para preguntarles qué cosas han intentado hasta el momento para resolver el problema y ayudarles a encontrar una solución, en vez de resolvérselos sin preguntar? También me pregunto si la respuesta de esa mamá hubiera sido la misma si hubiera podido observar lo que yo observé… probablemente no. En esta época en que la tecnología fomenta nuestra falta de paciencia (¿Cuántas veces nos desesperamos frente al microondas por que tarda un minuto en calentar el café? cuando antes de que existiera el microondas esperábamos más tiempo a que hirviera el agua, por ejemplo.) y luego vemos a nuestros adolescentes queriéndolo todo fácil, rápido y sin mayor esfuerzo, qué importante es aprovechar todas esas oportunidades que tienen desde pequeños para aprender el valor detrás de esforzarse, de intentar una y otra vez y finalmente lograrlo, de aprender nuevas habilidades en el camino hacia alcanzar aquello que buscan. En los talleres que realizo para padres/madres de familia, me gusta enfatizar de la importancia de educar a los hijos de manera absolutamente “intencional.” A usted que está leyendo estas líneas, le hago la misma pregunta que les hago a ellos: ¿Cuándo piensa en el futuro, qué clase de adulto le gustaría que fueran los chicos con los que se relaciona? Y ahora… ¿Qué clase de guía tendría que ser usted para que eso se hiciera realidad? Le aseguro que en su respuesta, más que verbos como “rescatar,” “salvar,” “evitar,” mas bien usted encontrará verbos como “guiar,” “apoyar,” “escuchar,” y “permitir.” ¿Pagar a los hijos por obtener buenas calificaciones? Desde mi punto de vista, una de las mejores escuelas de “esfuerzo” es la escuela misma, por que los niños y jóvenes se enfrentan a situaciones que representan un reto para ellos, que los obligan a pensar, a trabajar duro, a desarrollar habilidades que no han desarrollado hasta el momento. Sobre este tema se ha creado mucha controversia recientemente a partir de la iniciativa de varios gobiernos de pagar a los alumnos por estudiar… y mas específicamente, por sacar buenas calificaciones. Viniendo de una familia de psicólogos educativos, siempre estudie en escuelas activas, que de una u otra manera llevaban una metodología constructivista. Y una de las cosas más valiosas que me llevé de estudiar en estas escuelas, es el amor por el aprendizaje… el valor de aprender por el gusto de aprender y por lo que ese reconocimiento hace por enriquecer mi vida. Para mí la escuela nunca fue una obligación y pensar en que me pagaran por estudiar es una idea que nunca me pasó por la cabeza. Tal vez sea por eso que, al igual que muchos educadores, yo pienso que pagar a los hijos (o a los alumnos) por obtener buenas calificaciones, disminuiría (si no es que quitaría) el valor intrínseco de aprender. Y si a eso añadimos pensar en las obligaciones reales que los niños y jóvenes tienen en esos días, nos damos cuenta que al pagarles por estudiar, estaríamos además quitándoles las pocas obligaciones que aún les quedan. Y con este “dilema” enfrentamos el mismo problema que hay con los estilos de enseñanza recompensantes. Los niños/jóvenes terminan actuando de la manera en que se espera que actúen, no por que hayan aprendido que eso es lo importante o lo correcto, sino por que están esperando recibir a cambio una recompensa o están esperando evitar un castigo. Y pregunto nuevamente ¿es así como queremos educar a nuestros hijos? ¿Es esa clase de adultos los que queremos para el futuro? O ¿Queremos educar adultos que hagan lo correcto por que están convencidos de ello, sin importar si reciben o no algo a cambio? Algunos padres de familia que están a favor de dar dinero por calificaciones consideran que es una oportunidad importante de enseñar a los hijos a manejar el dinero, a ahorrar. ¡Y eso me parece una lección muy valiosa! ¿Cuántos de nosotros hubiéramos salvado de lecciones dolorosas con las tarjetas de crédito si alguien nos hubiera enseñado a manejarlas mejor? Pero también me parece que esa lección puede enseñarse de otras maneras. Por ejemplo, conozco una familia en la cual los papás se rehúsan a darle dinero a sus hijos por calificaciones, pero sí están de acuerdo en recompensar de alguna manera el esfuerzo de sus hijos, por lo que cuando se esfuerzan y sacan buenas calificaciones, organizan un evento familiar para celebrar: un picnic, una salida a cenar, una ida al cine y hasta invitan a alguno de los amigos de sus hijos. Y cuando se trata de enseñarles a ahorrar, sus hijos frecuentemente hacen pequeños trabajos por los cuales son recompensados monetariamente, como cuidar un bebé, a una mascota, limpiar un patio, arreglar la bodega de un vecino, etc., tras lo cual, permiten que sus hijos se gasten una gran parte de ese sueldo en algo que se les antoje y les enseñan a ahorrar el 10 ó 20% de lo ganado para comprar más adelante algo más grande. Los Regalos. Si acostumbramos a enseñar este tipo de lecciones sobre el esfuerzo y el manejo del dinero a través de diversas actividades cotidianas, los chicos aprenderán más fácilmente a valorar estas cosas. En otros casos, no sorprende que niños y jóvenes a quienes se les ha dado todo, a quienes se les ha exigido poco y a quienes rara vez se han encontrado en la situación de tener que esforzarse por obtener algo, hagan por ejemplo, ¡estas listas exorbitantes de regalos que quieren recibir por su cumpleaños o Navidad! Sin que les pase por la mente el esfuerzo de trabajo y de ahorro que les requiere a sus papás cumplir con esas demandas. Pero al final, ellos no tiene la culpa, ellos solamente actúan en base a lo que aprendieron. No podemos pedir que un niño o un joven sea consciente del potencial inmenso que existe detrás de esforzarse, si nunca en la vida se le permitió hacerlo, si todo se le dio fácilmente, si nunca se le cuestionaron sus peticiones, si siempre se le dio todo sin exigirle nada a cambio, si nunca ha tenido la experiencia de invertir su tiempo y esforzarse para ganar algo de dinero, si nunca ha tenido que comprar nada con su propio dinero. Posibles consecuencias de NO aprender el valor del esfuerzo. Baja tolerancia a la frustración. Desarrollar dependencia de otros: esperar a que otros le “sirvan” o hagan las cosas por él/ella. Falta de motivación: por ejemplo: involucrarse únicamente en cosas que les parezcan fáciles o que no les requieran esfuerzo. Falta de iniciativa. Desarrollo limitado de habilidades. Falta de sentido de auto-eficacia. Darse por vencido fácilmente. Responsabilizar a otros de lo que sucede o deja de suceder en sus vidas. Desarrollo de actitudes materialistas. Sensación de fracaso personal y escolar. Baja auto-estima. Depresión. Nadie es talentoso por naturaleza. Trabajas duro para llegar a ser bueno y luego, trabajas más duro para ser mejor.” Paul Coffey (jugador de hockey de los Red Wings de Detroit, ganador del Trofeo James Norris en 1995 por demostrar las mejores habilidades como defensor.) “Nosotros somos lo que hacemos repetidamente. La excelencia por lo tanto, no es un acto, si no un hábito.” Aristóteles (Filósofo) “Nunca consideres el estudio como una obligación, sino como una oportunidad para penetrar en el bello y maravilloso mundo del saber.” Albert Einstein. Estrategias para enseñar el valor del esfuerzo. Sea paciente con su hijo/a, permítale esforzarse. Cuando note que su hijo/a está teniendo dificultades para resolver/lograr algo, evite “saltar” a recatarlo o querer hacerlo usted. Cuando su hijo/a se sienta frustrado por no poder hacer/lograr algo, ayúdele a reflexionar sobre lo que ha hecho y qué otras alternativas habría para tener éxito en esa actividad. No permita que su hijo/a se de por vencido, ofrézcale ayuda/guía, pero deje que sea él/ella quien lleve a cabo la actividad. Cuando suceda, hágale notar que resolvió las cosas por sí mismo. Anime a su hijo/a a que persevere. Reconozca su esfuerzo. Reconozca el esfuerzo de otras personas. Enséñele a aceptar la crítica y evaluar su propio desempeño. Cuide su lenguaje, evite a toda costa expresiones como “No Puedo.” Cuando lo considere oportuno, platique con su hijo/a de sus propias experiencias de esfuerzo y logro. Vea los errores/fracasos como oportunidades de aprender nuevos comportamientos. Modele con el ejemplo. Reflexión Final. Si consideramos que al enseñar el valor del esfuerzo a los más jóvenes estamos: Fortaleciendo su auto-estima. Ayudándoles a desarrollar nuevas habilidades. Enseñándoles que los errores son oportunidades de aprendizaje. Ayudándoles a desarrollar una motivación intrínseca. Enseñándoles a perseverar. Promoviendo su autonomía e independencia. Enseñándoles a hacerse responsables de lo que sucede y deja de suceder en sus vidas. …entre otras cosas… ¿No valdría la pena empezar a pensar en formas de ponerlo en práctica? ¿Qué cosas podría hacer usted para enseñar a los niños y niñas el valor del esfuerzo HOY?