Un día sorprendente Irene Navarro Gálvez 4º A Hoy estaba haciendo los deberes y mis padres haciendo la cena. En ese momento, llamaron a la puerta y mi madre fue rápidamente a abrirla. ¡Estaban los hermanos Marx! Mi madre, sorprendida, les preguntó por qué habían venido a nuestra casa. Groucho le explicó que habían venido a hacer una película a Zaragoza y que su barco no había podido zarpar hacia Estados Unidos. Mi madre le dijo a Groucho que en Zaragoza no había mar, pero Groucho insistía en que sí. Mi madre y yo miramos por la ventana y… ¡Sí, era verdad. En Zaragoza había mar. Era sorprendente! Groucho dijo que no tenían ningún sitio en el que dormir y mi madre contestó que se podían quedar en casa el tiempo que fuera necesario. Yo los acompañé hasta su habitación. Al día siguiente Harpo tocó la bocina y armó una… Mi madre estaba preparando el desayuno y se le cayeron los vasos. Mi hermano se despertó llorando. Mi padre se despertó gritando desesperado. Yo me desperté preocupada por si había pasado algo grave y Groucho nos echó la bronca por haberlo despertado. Mientras, Harpo estaba en un rincón con la bocina escondida y haciendo como que no pasaba nada. Entonces nos dimos cuenta de que faltaba alguien… ¡Faltaba Chico! Comenzamos a buscarle detrás de las puertas, en el baño, en la cocina… Lo encontró mi hermano pequeño debajo de la cama y se encargó de despertarlo. Fue cuando dijo que nos iba a hacer sus famosísimas galletas de chocolate. Quería que las probásemos para agradecernos que los hubiéramos dejado quedar en casa. ¡Menudas galletas! Parecían deliciosas pero después de probarlas estaban… asquerosas. Se había equivocado: en vez de azúcar les había echado sal. Mientras desayunábamos le pregunté a mi madre si podían venirse los tres conmigo al colegio. Mi madre me dijo que sí. Cuando llegamos al colegio, todos mis amigos estaban entusiasmados por conocerlos. En la fila no paraban de moverse, sobre todo Groucho con esa forma tan característica suya de andar. Cuando llegamos a clase sacamos los libros de matemáticas. Mi profesora los sentó a los tres en distintas mesas. Después del recreo nos reímos todos de ella, ya que pegó un salto enorme por culpa de un saltamontes que Harpo le había puesto en la silla. Debido al escándalo que formamos cuando todos nos reíamos vinieron mis compañeros de 4.º B y 4.º C con sus profesoras. Debido al ruido subió el conserje. Cuando el conserje vio a los hermanos Marx llamó a la directora y la directora se encargó de avisar hasta al Alcalde de Zaragoza. En mi clase había aproximadamente unas 100 personas. Eso era como en la escena del camarote de la famosa película «Una noche en la ópera». ¡Qué calor hacía! El Alcalde hizo entrega a Groucho de una carta en la cual le decía que a partir de ese momento el colegio se iba a llamar «Hermanos Marx». Con el desbarajuste que se había armado por la llegada de los hermanos Marx, nos dieron la tarde libre para poder poner nuestra clase en orden y así nosotros acompañar a Groucho, Harpo y Chico a su barco, a ver si ya podían zarpar. El Capitán del barco nos dijo que no sabía por qué había aparecido una bocina dentro de uno de los motores y que debido a eso el motor había sufrido daños pero que ya estaban arreglados. Mis amigos y yo nos miramos. Sabíamos perfectamente de quién era la bocina. Los Hermanos Marx iban a marcharse. Habíamos pasado un día estupendo y que jamás iba a olvidar. Mi padre se encargó de traer el equipaje hasta el puerto, Groucho me dijo que vendrían de nuevo a visitarme a Zaragoza porque se lo habían pasado muy bien. Chico me dio un abrazo y Harpo me dijo: «Adiós Irene». ¡Habló! Pero de eso no me di ni cuenta porque solamente estaba pendiente de que mis amigos tuvieran un buen viaje y de que les iba a echar mucho de menos. Aquella noche me fui a dormir muy triste. Por la mañana, cuando me levanté, fui corriendo a la ventana. Quería ver si el barco de los hermanos Marx había zarpado. Pero cuando miré por la ventana solo había edificios y coches… ¿Dónde estaba el mar? Enseguida me di cuenta de que lo había soñado todo. Los hermanos Marx no habían estado en mi casa y en Zaragoza nunca había habido mar. Pero ese día, cuando mi padre leía el periódico, había una noticia en la portada que decía: El Alcalde de Zaragoza cambia el nombre a un colegio. A partir de ahora se llamará «Hermanos Marx»