Nosotros los disminuidos La disminución física no es una condición subjetiva, sino una relación social que se deriva del hecho de que la sociedad en su complejidad, al proyectar tiempos y servicios, no piensa en el hombre concreto, con sus necesidades y sus deberes reales, sino en el hombre abstracto. ROBERTO TARDINI* ''Oh, que hermoso muchacho, lástima que sea así!... se oye decir a algunos. Cualquier otro te ve por la calle y murmura: ''Pobrecillo, pediré a la Virgen que lo cure..." Otras veces se suele oir, en medio del tráfico ciudadano, a alguna señora recomendar al conductor del auto en que viaja el disminuido: "Vaya despacio, que éste tiene ya un pie en el hospital". Un día me encuentro parado en mi carrito delante de un establecimiento, donde mi amigo Elio ha entrado para comprarme un regalo. Pasa una pareja de ancianos y tratan de darme cien liras. Yo me rebelo con un lenguaje hostil y así decididamente uno de ellos, estupefacto, dice al otro: "Vámonos de aquí, éste es malo". Éstas son algunas de las manifestaciones que revelan la relación existente entre las personas "normales" y los considerados "disminuidos". Y son éstos tipos de relaciones, de naturaleza psicológica y sociológica, los que determinan un ambiente, antes incluso que las estructuras físicas y arquitectónicas. De hecho las barreras, los obstáculos, las dificultades, los "handicap" -para usar un término tal vez forzado- derivan del modo errado con que la sociedad se enfrenta con los problemas. Después de treinta y cinco años en diversos centros de atención al disminuido, donde la vida era solamente vegetativa, donde la persona era un sujeto al que asistir y no un sujeto pensante, después de doce años de vida autónoma, durante los cuales he trabajado por la reafirmación de los derechos de todos a la movilidad, al trabajo, al estudio y al tiempo libre, me encuentro aún frente a dificultades de relación con mi ciudad. Una persona con aspecto fisico diferente, realmente, continúa siendo objeto de curiosas atenciones: difícilmente se piensa, por ejemplo, que él se mueva por las calles de la ciudad (permitiéndolo las aceras) para hacer la compra, para ir al trabajo, sino que siempre se supone que "va de paseo". En lugar de eso, la gente debe dejar de pensar que el "diferente" deba estar siempre asistido, relegado a espacios particulares, acaso en instituciones doradas, donde habitualmente no hay grandes carencias de materiales, pero donde el pensamiento del "disminuido" -y de ahi su capacidad de elegir y determinar su propia vida han quedado cancelados. Uno de los aspectos concretos de la persona es el de la sexualidad. Si, porque es opinión común que nosotros los disminuídos no tenemos sexo. ¡Que hermoso! ¡Somos ángeles en la tierra! ¡Es verdad, existen los ángeles: nosotros! Es demostrable, en cambio, que el disminuído puede formar una familia, evitando sólo procrear en el caso de que la causa de su discapacitación fuera de naturaleza hereditaria. De todos modos son numerosos los ejemplos de familias en las cuales de padres disminuídos han nacido hijos perfectamente sanos. Si se tiene en cuenta esto, la imagen del "handicap" resulta mucho menos ambigua, "neutra" de cuanto hoy esté en la mentalidad común; la ignorancia de la sexualidad constituye de todos modos un obstáculo que la sociedad opone al disminuido generando con ello miedos y tensiones difíciles de contrarrestar. Yo he podido observar como en países vecinos al nuestro la presencia de disminuídos no despierta ninguna sorpresa; recuerdo por ejemplo con satisfacción unas vacaciones en Yugoslavia hará unos diez años, donde había podido observar la perfecta integración de un grupo de disminuidos holandeses entre los demás turistas, sin el recelo que frecuentemente encontramos en nuestras ciudades. La mentalidad corriente contribuye a producir y a mantener una serie de obstáculos no solamente de orden psicológico, sino incluso de orden material. Éstos, a su vez, favorecen la supervivencia de la cultura de la separación. Hablemos, por ejemplo, de la posibilidad de moverse en el ambiente urbano. A pesar de la existencia, desde los años 70, de varias normas sobre la eliminación de las barreras arquitectónicas (art. 27 L. 118 y siguiente D.P.R. 384/78 relativos a los transportes públicos), aún hoy los medios públicos de transporte no son accesibles a los disminuídos. Ha sido necesaria una lucha para conseguir una solución positiva del Disminuídos y Administración Municipal, sensible a la problemática del disminuído, negociaciones que condujeron al establecimiento del servicio de transporte mediante taxis para personas físicamente impedidas. (El Asesoramiento de los Servicios Sociales del Ayuntamiento entrega a los interesados un talonario de "bono-taxis" al precio equivalente al de una carrera igual que las de los autobuses o tranvias, compensando a éstos por la diferencia. Un mecanismo de seguimiento particularizado asegura la utilización de los bonos de acuerdo con las exigencias particulares de los usuarios. Esta conquista ha sido fundamental para los fines de nuestra problema. 1978 ha sido el año en que, en Turín, se iniciaron las negociaciones entre Coordinación Autogestión autonomía: muchos de nosotros hemos comenzado a frecuentar escuelas, a ir solos al trabajo, a participar en reuniones, a realizar actos cotidianos tales como hacer la compra, ir a visitar amigos, ir al cine, a las pizzerías... a vivir, en suma. Para algunos de nosotros éste ha sido el primer paso decisivo para tratar de elegir el vivir fuera de una estructura protectora: es el caso, por ejemplo, de mi experiencia personal y de mi amigo Pedro que, después de una vida entera (35 años yo, 24 él) pasada en el protector pero aniquilante "Cottolengo", hemos conseguido salir con dificultades, paso tras paso, gracias también a la decisión de comenzar a frecuentar -como externos y sirviéndonos del importantísimo servicio de los bono-taxis- el colegio, el instituto. Aquí, si bien aceptados con cierta perplejidad al principio por parte de nuestros jovencísimos compañeros de colegio, que entraban por primera vez en contacto directo con personas físicamente tan diferentes de ellos, se ha establecido paulatinamente una hermosísima relación que, a través de la confrontación de historias diferentes, ha llevado a la recíproca y nueva consciencia que precisa activarse para "salir" a una vida completamente autónoma. De hecho, en 1981, finalmente, Pedro y yo habíamos dado el gran paso y nos fuimos a vivir a un estudio puesto a nuestra disposición por el Ayuntamiento de Turin y, puedo decir con seguridad, que nuestra auténtica y total independencia arranca precisamente de este momento; ciertamente han sido momentos difíciles; nuestra convivencia sin interferencias proteccionistas de ninguna clase, el esfuerzo de hallar una vida completamente nueva hasta en las menores cosas diarias. Por ejemplo. una gran dificultad consista en tener que superar cierta timidez al salir para hacer la compra sabiendo que, a veces, un bienintencionado comerciante nos trató de dar una limosna... (como le sucedió realmente a Pedro, aunque al verlo pasar hoy velozmente con su cochecito, saludado cordial y alegremente incluso por los mismos comerciantes, no se diría posible). Otro aspecto concreto de la persona es el del trabajo. También las personas disminuidas quieren trabajar y no ser asistidas. Existe una ley del Estado, la 482/68, que prevee la admisión obligatoria de las personas disminuidas por parte de las empresas. Esta ley, aunque presente actualmente algunas limitaciones, con todo ha representado un paso adelante en este sentido, superando la ecuación disminución/improductividad y, a la vez, señalando el derecho al trabajo. Es preciso enfrentarse, aún hoy, a la resistencia opuesta por las empresas y gestores, públicos o privados, para admitir personas con disminución física o mental, avanzando motivaciones a menudo injustificadas sobre un menor rendimiento. La productividad depende frecuentemente de poner "el hombre preciso en el puesto preciso", y, por tanto, se debería colocar a las personas donde les corresponda. Éste es un principio que vale para todos y que se encuadra en una concepción general del trabajo más que a privilegios y exigencias de gratificación. El hecho de que ésta no sea le preocupación principal de las empresas se testimonia por el comportamiento de algunas de ellas: la Fiat, por ejemplo, ha montado auténticas seccionesdestierro, en abierta violación de las disposiciones legales, para trabajadores disminuidos y para los trabajadores "incómodos". A causa de lo expuesto anteriormente ha nacido la "Liga Nacional en pro del Derecho al Trabajo de los Disminuidos", que tiene una sección activa en Turín de la que soy Presidente, con el objetivo declarado en su nombre de trabajar por la integración de las personas disminuidas no sólo en el mundo del trabajo, sino también en todo el tejido social. Esta Asociación, además, opera a nivel parlamentario ocupándose de las leyes que consideran la problemática de la disminución. Su tarea no es la proporcionar puestos de trabajo (a tal objeto funcionan oficinas adecuadas), sino de contribuir a mantener las condiciones de autonomía personal que sólo garantiza el trabajo productivo y rentable. Nuestra autonomía se limita de todos modos aún por la dificultad de "vivir" la ciudad en todas sus manifestaciones y los obstáculos, debidos sobre todo a las barreras arquitectónicas, se hacen insuperables porque disminuye la posibilidad de desplazarse autonomamente y también falta la oportunidad de ser personas productivas e ir al trabajo, de establecer relaciones afectivas y familiares, de ser individuos con su propia especificidad, tal como ocurre con los otros individuos. Es cierto, la persona disminuída habla mal, camina y corre mal: pero es completamente inútil enfrentarse de manera compasiva porque este comportamiento no nos permitirá llegar a la esencia del hombre, a la comprensión recíproca, al conocimiento y, no ciertamente por último, a la total aceptación de nosotros mismos, cada uno con nuestras diversidades. *Nació en Cherasco (Cuneo) en 1945 y ha vivido durante 35 años en el "Cottolengo" de Turin. Ha asistido a las escuelas elementales y medias como interno. Con 35 años se inscribió en el Instituto Magistral "Antonio Gramsci" de Turín donde, en 1984, se diplomó. A la edad de 41 años llegó a Presidente de la Sección de Turín de la Liga Nacional en pro del Derecho al Trabajo de los Disminuidos.