§ I. EL CONCEPTO DE EMPRESARIO Y SU RELEVANCIA JURÍDICA 1. Comerciante y empresario El Código de Comercio no se refiere al empresario sino que habla de los comerciantes. En principio, el concepto de empresario es más amplio que el de comerciante, ya que éstos son los que se dedican habitualmente al comercio (art. 1 C de c), concepto que es más estrecho que el de la actividad empresarial ya que no incluye, en principio ni a los fabricantes, ni a todos los empresarios del sector servicios. Un comerciante, en sentido estricto, es el que intermedia entre la producción y el consumo. Forjado el concepto antes de la revolución industrial, no es de extrañar que los productores – fabricantes no aparezcan ya que éstos son artesanos fundamentalmente. En todo caso, hoy se admite generalizadamente que el estatuto del comerciante se aplica a todos los empresarios, esto es, a todos los que realizan una actividad económica organizada dirigida a la producción de bienes o servicios para el mercado. Jurídicamente, el empresario es el titular de la empresa. Usaremos comerciante y empresario como sinónimos. No son empresarios, aunque realizan una actividad económica, los profesionales, los artesanos (STS 6-IV-1987) e, históricamente, los agricultores y ganaderos aunque, en la medida en que la actividad agropecuaria se ha “empresarializado” procede una interpretación restrictiva del agricultor o ganadero y dejar fuera del Derecho mercantil sólo la actividad de producción agrícola pero no la actividad de transformación o comercialización. 2. El estatuto del comerciante Estatuto del comerciante es el conjunto de normas que se aplican específica y exclusivamente a los comerciantes. Pero su importancia se ha venido reduciendo de manera que, en la actualidad, sólo la obligación de llevar contabilidad (art. 25.1 C de c); la posibilidad/obligación de inscribirse en el Registro Mercantil (art. 16.1 C de c) y la aplicación de algunas normas específicas a determinados contratos son reglas que se apliquen sólo a los comerciantes. El Derecho de quiebras o concursal ha dejado de aplicarse sólo a los comerciantes. El Derecho de la propiedad industrial se aplica con independencia de que sea comerciante o no el titular de la patente o la marca. El Derecho de la competencia desleal se aplica a cualquiera que actúe en el mercado, con independencia de que sea comerciante o no. También el Derecho antimonopolio se aplica a cualquiera que actúe en el mercado. En el Derecho de sociedades, las sociedades anónimas o limitadas se consideran comerciantes por razón de la forma, con independencia de la actividad que pretendan desarrollar etc. 1 3. Clases de empresarios Los empresarios pueden ser personas individuales o personas jurídicas (fundamentalmente sociedades pero también una fundación). En el segundo caso, el empresario es la persona jurídica (la sociedad), no sus socios salvo en el caso de las sociedades colectivas que son, originalmente al menos, sociedades de comerciantes. Cualquier individuo puede ser empresario. El artículo 35 de la Constitución (CE) garantiza la libre elección de profesión u oficio y el artículo 38 la libertad de empresa y protege – derecho de asociación art. 22 CE – el derecho a constituir sociedades para el ejercicio de las dos anteriores libertades. Sólo los mayores de edad pueden ejercer el comercio (art. 4 C de c) lo cual es lógico si se tiene en cuenta que si se permitiera a los menores ejercer el comercio se les debería permitir celebrar contratos, por ejemplo, lo cual es inaceptable. El menor emancipado (menor de edad al que se le otorga el “beneficio” de la mayor edad) no puede ser comerciante porque no tiene plena capacidad de obrar ya que necesita asistencia paterna o del curador para determinados actos (art. 323 CC). Si el comerciante es un individuo y está casado, hay una regla especial de responsabilidad en relación con el Código civil. Así, “mientras que si el cónyuge no es empresario, serán de cargo de la sociedad de gananciales las deudas contraídas en el desempeño de la profesión que ejerciere (art. 1362.4ª CC), si es empresario, la ley permite que esa responsabilidad se limite a aquellos bienes gananciales obtenidos precisamente por el ejercicio de la actividad empresarial (arts. 6 a 11 C de c)”, Los cónyuges pueden pactar otra cosa (a través de capitulaciones matrimoniales) que será oponible a terceros si se inscriben en el Registro Mercantil (arts. 12 y 22.1 C de c y art. 87.6º RRM) y a partir de la inscripción. Lo normal es que el comerciante y su cónyuge sustituyan el régimen de gananciales por uno de separación de bienes lo que permite dejar a salvo del ataque de los acreedores del comerciante los bienes del otro cónyuge. Las reglas de responsabilidad son las siguientes. En todo caso, responde de las deudas del comerciante casado el patrimonio privativo de éste y los bienes comunes que se hubieran obtenido por el ejercicio de la actividad empresarial (art. 6 C de c). Los demás bienes comunes responderán de las deudas empresariales cuando conste el consentimiento de ambos cónyuges, lo que sucede es que el art. 8 C de c presume tal consentimiento cuando el cónyuge comerciante viniera ejerciendo el comercio antes de casarse y continuara haciéndolo después sin oposición del otro o cuando inicie su actividad mercantil después de contraer matrimonio “con el conocimiento y sin oposición expresa del cónyuge” (art. 7 C de c). En tal caso, responden también todos los bienes gananciales. La oposición del cónyuge ha de inscribirse en el Registro Mercantil para que sea oponible a terceros (art. 11 C de c). Por último, para que respondan los bienes privativos del cónyuge no empresario hace falta que éste manifieste su consentimiento expresamente en este sentido (art. 9 C de c). El empresario puede administrar, enajenar y 2 gravar los bienes comunes que hubieran sido obtenidos por resultas de la actividad empresarial sin el consentimiento del cónyuge (art. 6 C de c). 4. Los auxiliares del empresario. El factor Se llama legalmente factor al apoderado general de un empresario (o principal) colocado por éste al frente de un establecimiento para que se ocupe de él (art. 281 C de c): factor es el que está al frente de una factoría. El régimen de los arts. 281 ss C de c debe aplicarse a cualquier gerente o director general de una empresa que tenga poderes generales. En las relaciones internas (entre el factor y su principal), el factor está obligado a cumplir las instrucciones que le imparta el principal y ha de desempeñar su cargo con la diligencia de un buen empresario (art. 297). Además ha de actuar personalmente y si se hace sustituir por otra persona, responderá frente al principal de lo que haga ésta. Pesa sobre él una prohibición de competencia. Está obligado a manifestar a los terceros con los que contrate que actúa en nombre de su principal (art. 284 C de c) lo que viene exigido porque será el principal el que quede vinculado con el tercero. El poder del factor se extiende a todo el giro o tráfico del establecimiento. No hay, pues, por qué enumerar facultades concretas. Salvo para los factores de sociedades dedicadas al tráfico inmobiliario, se requiere atribución expresa de la facultad de gravar o enajenar bienes inmuebles (art. 1713 II CC, RDGRN 22-IV-1996). El poder general puede ser conferido expresamente (verbalmente o por escrito) pero también puede resultar ex rebus, es decir, derivarse de las circuntstancias. Así, si el principal lo ha colocado “públicamente” al frente del establecimiento hay que deducir que le ha otorgado un poder general para gestionar dicho establecimiento pudiendo vincular al principal con los terceros. Estos poderes generales se inscriben en el Registro Mercantil con las consecuencias, en caso de no inscripción, que veremos más adelante al estudiar el Registro Mercantil. Ahora hay que señalar que si el factor contrata con terceros por cuenta del principal o, genéricamente, dentro del giro o tráfico del establecimiento, el principal quedará obligado frente al tercero a cumplir el contrato (art. 286 C de c). Por ejemplo, si el factor compra toallas para las habitaciones del hotel que gestiona, el principal – la sociedad titular o dueña del hotel – estará obligada a pagar el precio de las toallas al que las hubiera suministrado. Si no manifiesta que actúa por cuenta del principal y no se deduce tal cosa de las circunstancias en las que se celebró el contrato, quedará el factor personalmente obligado (art. 287 C de c). Pero si la actuación del factor lo fue por cuenta del principal (esto es, el interesado materialmente en el negocio es el principal), el tercero podrá exigir el cumplimiento al principal pero pesa sobre él la carga de probar que el factor actuó por cuenta del principal y no en su propio interés. Por ejemplo, si compra materia prima de la que utiliza habitualmente la fábrica de la que es director general, habrá que presumir que lo hizo por cuenta del principal pero si se compra un coche, la cuestión no está igualmente clara. 3 El principal puede “interesar” al factor en el negocio que éste gestiona, esto es, convertirle en su socio (cobra, no un sueldo, sino una parte de los beneficios o de la facturación del establecimiento). En tal caso, tendrá derecho a la participación en ganancias que se pacte y, a falta de pacto, (lo que es, realmente muy raro), el Código de comercio le equipara a un socio de una sociedad que sólo aporte trabajo y al que se le atribuye una participación en las ganancias equivalente al socio capitalista (al socio que hubiera aportado dinero) de menor participación. Pero, si la sociedad es sólo entre el principal y el factor, eso querría decir que el factor tendría derecho a la mitad de las ganancias (art. 288 IV C de c) Los apoderados singulares se denominan dependientes o mancebos (v. art. 293 y 294 C de c). Son los que están trabajando en un establecimiento y ponen en relación al empresario o principal con terceros, normalmente, clientes. 5. Las formas de empresa Además de estudiar los distintos tipos de empresas, en función de quiénes son sus propietarios o titulares residuales, conviene su estudio en función de qué forma organizativa se utiliza para ser titular de la empresa. En este sentido, un empresario puede ser individualmente el titular de la empresa – el 70 % de los empresarios españoles siguen siendo empresarios individualespero las empresas de cierta envergadura adoptan formas societarias, es decir, los titulares de la empresa son sociedades con personalidad jurídica independiente de los socios. El listado de tipos societarios abarca, cuando menos, los siguientes tipos o formas sociales, que enumeramos en función de su complejidad creciente: las cuentas en participación (arts. 239-243 C de C); el condominio naval (arts. 589 C de C y ss.); la unión temporal de empresas (arts. 7-10 de la Ley 18/1982, de 26 de mayo, de régimen fiscal de las agrupaciones y uniones temporales de empresas); la sociedad civil (arts. 1665-1708 CC); la sociedad colectiva (arts. 125-144 C de C y también arts. 170-174 y 218-237 C de C); la agrupación de interés económico (Ley 12/1991, de 29 de abril, de agrupaciones de interés económico); la sociedad comanditaria (arts. 145-150 C de C); la sociedad de responsabilidad limitada (Ley 2/1955, de 23 de marzo, de sociedades de responsabilidad limitada, con su “variación” en forma de sociedad limitada – nueva empresa); la asociación (Ley Orgánica 1/2002, de 22 de marzo, reguladora del Derecho de Asociación y leyes autonómicas sobre asociaciones); la sociedad anónima (Ley de Sociedades Anónimas, cuyo Rexto Refundido fue aprobado por el Real Decreto Legislativo 1564/1989, de 22 de diciembre); la sociedad comanditaria por acciones (arts. 151-157 C de C); la sociedad agraria de transformación (disp. adicional del Decreto-Ley de 2 de junio de 1.977 y Estatuto regulador de las sociedades agrarias de transformación, aprobado por RD 1776/1981, de 3 de agosto); la sociedad de garantía recíproca (Ley 1/1994, de 11 de marzo, sobre el régimen jurídico de las sociedades de garantía recíproca); la cooperativa (Ley 3/1987, de 2 de abril, general de cooperativas y legislación de las Comunidades Autónomas que hayan asumido competencia sobre la materia: v., por ejemplo, Ley 4 4/1993, de 24 de junio, del País Vasco; Ley de Cooperativas de Cataluña, texto refundido aprobado por Decreto Legislativo 1/1992, de 10 de febrero; Ley 11/1985, de 25 de octubre, de la Comunidad Valenciana; Ley 2/1985, de 2 de mayo, de la Comunidad de Andalucía; etc.); y las mutuas de seguros y entidades de previsión social (arts. 13-17 de la Ley 30/1995, de 8 de noviembre, de ordenación y supervisión de los seguros privados; arts. 4 y ss. del Reglamento de Ordenación y Supervisión de los Seguros Privados aprobado por RD 2486/1998, de 20 de noviembre; y arts. 4 y ss. del Reglamento de las Entidades de Previsión Social aprobado por RD 2615/1985, de 4 de diciembre). Dentro del tipo de la sociedad anónima, pueden mencionarse las sociedades anónimas y de responsabilidad limitada laborales (Ley 4/1997, de 24 de marzo, de sociedades laborales); las sociedades anónimas deportivas (arts. 19 y ss. de la Ley 10/1990, de 15 de octubre, del deporte); las sociedades de inversión mobiliaria (art. 2.2 Ley 46/1984, de 26 de diciembre, reguladora de las instituciones de inversión colectiva); las sociedades de capital-riesgo (Ley 1/1999, de 5 de enero, reguladora de las entidades de capital-riesgo y de sus sociedades gestoras); etc. Existen además muchos tipos especiales por razones del sector en que operan las sociedades, pero en términos generales sus rasgos diferenciales apenas afectan a la estructura societaria. Es ilustrativo, por ejemplo, el caso de las cooperativas de crédito (Ley 13/1989, de 26 de mayo), de las sociedades y agencias de valores (arts. 62 y ss. de la Ley del Mercado de Valores) o de las sociedades de crédito hipotecario (art. 3 de la Ley de 25 de marzo de 1981 y RD de 17 de marzo de 1982). Las sociedades son contratos que dan lugar a una organización, es decir, a una forma de adoptar decisiones comunes a varias personas, decisiones orientadas a conseguir un fin común a todas ellas, fin que fue el que llevó a esas personas a celebrar el contrato. Ejemplo: Zapatero, Aznar y Felipe González quieren hacer un viaje a la Antártida, pero también, SacyrVallehermoso, Ferrovial y OHL construyen una autopista en Polonia que explotarán cobrando un peaje. La distinción más importante es la que se hace entre sociedades de personas y las sociedades de estructura corporativa. Las sociedades de personas son aquéllas que se constituyen en atención a un vínculo personal entre los socios y que dependen de quiénes y cómo sean sus miembros. Así, un socio no puede transmitir su parte en la sociedad a otro sin consentimiento de todos los socios. Si se muere o quiebra un socio, la sociedad se disuelve; las decisiones se toman por unanimidad; todos los socios participan en la gestión; no hay “órganos” en la sociedad (un consejo de administración, por ejemplo) y el patrimonio de la sociedad está comunicado con el patrimonio de los socios, de manera que cada socio responde con todo su patrimonio personal de las deudas que hubieran contraído en grupo para realizar el fin para el que constituyeron la sociedad. Las formas sociales que responden a este patrón de estructura son básicamente la sociedad civil (para actividades no comerciales o industriales), la sociedad colectiva (para actividades empresariales), la sociedad comanditaria simple (una sociedad en la que hay socios que responden con todo su patrimonio de las deudas de la sociedad – socios colectivos – y socios que tienen su responsabilidad limitada a lo que 5 aportaron – socios comanditarios y la agrupación de interés económico para prestar servicios a los socios. Por el contrario, en las sociedades de estructura corporativa, del socio, se crea una organización (conjunto de reglas) que se separa de las personas de los socios y se hace autónoma, de manera que sobrevive con independencia de quienes sean en cada momento los individuos – socios y lo que les pase a éstos. la organización a que dan lugar respecto de las condiciones y vicisitudes personales de sus miembros. Son formas societarias pensadas para fines duraderos independientes de la existencia, de los intereses y de las capacidades singulares de los socios. Sus caracteres son opuestos a los de las sociedades de personas: se pueden transmitir las participaciones o acciones sin consentimiento de los demás socios; la muerte o quiebra de un socio no provoca la disolución de la sociedad; las decisiones se toman por mayoría y hay órganos sociales, esto es, se encarga la gestión a un órgano, el administrador si es un individuo y el consejo de administración si son más de dos los encargados y han de actuar conjuntamente y, los socios no responden con su patrimonio de las deudas de la sociedad. Hay aislamiento patrimonial y se dice por ello que los socios tienen limitada su responsabilidad. Obedecen a este modelo la asociación, la sociedad de responsabilidad limitada, la sociedad anónima, la sociedad comanditaria por acciones, la sociedad agraria de transformación, la sociedad de garantía recíproca, la cooperativa y las mutuas de seguros. Hay tipos destinados a cualquier clase de finalidad no lucrativa (la asociación), tipos pensados para cualquier fin mutualista (la cooperativa o la mutua) y otros para cualquier fin consorcial (la agrupación de interés económico). § 2. EL REGISTRO MERCANTIL. 6. La función del Registro Mercantil: la publicidad positiva y negativa del Registro La función del Registro Mercantil es la de servir al tráfico proporcionando a los particulares información sobre otros particulares con los que pueden relacionarse (acerca de su estructura, de sus relaciones de representación y de su régimen de responsabilidad). Lo que se inscribe en el Registro mercantil son personas y contratos. Todas las sociedades mercantiles tienen obligación de inscribirse. Los comerciantes individuales pueden, pero no están obligados. Luego veremos qué pasa si no se inscriben. Se le abre a cada sociedad un folio y en él se recogen los datos fundamentales de la sociedad: quiénes la han constituido; quienes son sus administradores y sus estatutos sociales, es decir, las normas que organizan la sociedad. Cada vez que se modifican los estatutos sociales porque se aumente el capital social o porque se fusione la sociedad con otra o porque se disuelva o se cambie el domicilio social y cada vez que se cambia a un administrador, los cambios han de quedar reflejados en el Registro Mercantil (previa plasmación en una escritura pública). También se deposita la contabilidad (balance, cuenta de pérdidas y ganancias, memoria, informe de gestión). De esta forma, cualquiera 6 puede acceder a información sobre todas las sociedades que han sido inscritas y, lo que es importante, puede fiarse de que la información que tiene que estar, está y que si no está es porque no se ha producido el hecho correspondiente. A este derecho de los terceros a “fiarse” del contenido del Registro es lo que se estudia bajo el nombre de publicidad registral. Tradicionalmente viene distinguiéndose, dentro de la eficacia publicitaria del Registro, dos aspectos fundamentales. Por un lado, el aspecto negativo, a tenor del cual lo que no se halla inscrito en el Registro -debiendo estarlo- no perjudica a terceros (por ejemplo, si hemos dicho que hay que inscribir el cese de un administrador y, sin embargo, habiéndose producido la destitución de uno, la sociedad no ha procedido a inscribir dicho cese en el Registro). Por otro lado, la publicidad positiva, que determina que los hechos inscritos pueden ser hechos valer por terceros de buena fe tal como están inscritos aunque la realidad sea diferente (por ejemplo, en el registro aparece que el capital social es 100 aunque, en realidad, la sociedad lo redujo a 50 hace un año). A estas ideas se alude cuando se afirma que el contenido del Registro mercantil se presume íntegro y exacto. La publicidad negativa se funda en el silencio del registro, es decir, protege al tercero frente al riesgo de que el contenido del registro no sea íntegro porque no publique un hecho existente y, por tanto, su contenido no resulte completo. La publicidad positiva se funda en que el Registro publica algo que es falso y, no obstante, protege al que confía en esa inexactitud en el sentido de que puede considerar dicho dato -falso- como si fuera verdadero. Por tanto, porque se funda en el silencio, es negativo el primer efecto de la publicidad, y porque se funda en el decir del registro, es positivo el segundo efecto de la publicidad. Un buen ejemplo del juego del principio de publicidad negativa nos lo proporciona el caso del factor. Como se recordará, se denomina así al colaborador dependiente de un empresario que éste coloca al frente de un establecimiento. Al Derecho Mercantil, la figura le interesa, no desde el punto de vista interno, es decir, no se analiza la naturaleza y régimen jurídico de la relación laboral o paralaboral que puede ligar al factor con su principal, sino desde el punto de vista externo. Se trata de examinar los efectos representativos que la actuación del factor tiene. Como hemos dicho, el factor es un apoderado general cuyo poder se extiende, presuntivamente, a todo el giro o tráfico del establecimiento a cuyo frente ha sido colocado por el principal. Por tanto, si el factor contrata por cuenta ajena (en interés del principal) con un tercero respecto de un objeto situado dentro del giro o tráfico del establecimiento se producen los efectos de la representación directa y el principal titular del establecimiento queda vinculado directamente con el tercero (art. 285 C de c). O sea, en el ejemplo de la compra de las toallas, el contrato de compraventa de las toallas queda celebrado entre la sociedad titular del hotel y el proveedor de las toallas y no entre el factor y dicho proveedor. También es conforme con las reglas generales que si el factor genera frente al tercero la apariencia de que está actuando por cuenta propia, apariencia generada por el hecho de tener sus bienes personales mezclados con los bienes del principal, la buena fe le impone la obligación de soportar la acción del tercero contra sus propios bienes y no sólo contra los del principal (art. 285 C de c in fine), lo que ocurriría, en el ejemplo, si confunde al tercero acerca de quién es el que se va a 7 quedar con las toallas (claro que si compra 200 juegos, es difícil pensar que son para él mismo, salvo que dé la impresión de que las va a revender). Pues bien, el principal puede inscribir al factor en el Registro Mercantil, rectius, puede inscribir el apoderamiento otorgado al factor en el Registro Mercantil (arts. 22.1 C de c y 87.2 y 94.5 RRM). Si no inscribe el apoderamiento, el ámbito del poder de representación del factor vendrá determinado por la apariencia, de forma que el principal no podrá oponer a terceros los límites internos que hubiera impuesto al factor (art. 286 C de c). Esta es una consecuencia natural de la aplicación de los principios que rigen la representación: el representado no puede negarse a cumplir el contrato celebrado por su representante alegando frente al tercero que el representante abusó de su poder (lo usó de forma contraria a sus instrucciones o en beneficio propio) ni el exceso de poder (que el representante se excedió respecto a las facultades conferidas) precisamente porque el ámbito del poder del factor viene determinado (no por los términos del poder inscrito, ya que no existe poder inscrito sino) por la apariencia, apariencia consistente en que el factor está al frente de un establecimiento. Por lo tanto, si aparece al frente de un establecimiento, los terceros tienen derecho a suponer que tiene poderes suficientes para tratar de todos los asuntos que tengan que ver con el giro o tráfico del establecimiento. Se dice entonces que esa persona era notoriamente un factor y por eso se habla de factor notorio. En el ejemplo, si el principal no quiere que el factor le vincule con terceros en la compra de material para el hotel, debe inscribir al factor en el Registro mercantil y limitar sus poderes, por ejemplo, a contratos de cuantía inferior a determinada cifra. Si no lo hace, los terceros pueden guiarse por la apariencia y ésta lo que refleja es que ese señor es el director del hotel y el director de un hotel tiene, normalmente, poderes para celebrar contratos de compraventa de material para el hotel. En términos jurídicos, lo que la ley permite al empresario principal al inscribir el poder del factor en el Registro Mercantil e inscribir en el Registro los límites que desee a dicho poder de representación es destruir la apariencia de apoderamiento ilimitado del factor generada por estar al frente del establecimiento. Pues bien, si un empresario ha inscrito el apoderamiento de su factor en el Registro Mercantil pero no ha inscrito los límites que ha impuesto a dicho poder (p. ej., no ha inscrito la “orden” que le ha dado al factor advirtiéndole que no celebre contratos con terceros por un valor superior a 50 millones de pesetas sin consultarle y solicitar su autorización), se genera una discordancia entre la realidad y el registro: la realidad es que el poder del factor está limitado. Pero el Registro “calla” respecto de dichos límites. El Registro no es íntegro, no contiene toda la información que debería contener para coincidir con la realidad porque no recoge los límites del poder. Por tanto, los terceros pueden ampararse en la apariencia registral (completada por el carácter general del apoderamiento del factor que establecen los artículos 281 ss C de c) para rechazar la alegación de los límites del poder impuestos por el principal. Si el principal inscribe los límites del poder del factor, estos serán oponibles a los terceros con un nuevo límite: que los límites no sean de tal envergadura que transformen un apoderamiento general como es el del factor en un apoderamiento singular. En el caso de los administradores de sociedades anónimas y limitadas, la Ley establece que, con su actuación, vinculan a la sociedad. De manera que los terceros pueden confiar en que Sacyr-Vallehermoso quedará vinculada por un contrato 8 celebrado con su consejero-delegado (es decir, con el miembro del Consejo de Administración de Sacyr-Vallehermoso en quien el consejo ha delegado sus funciones). El poder de representación de los administradores de las sociedades anónimas y limitadas es ilimitado e ilimitable, es decir, aunque los socios limiten el poder, estas limitaciones carecen de efectos frente a terceros salvo que los terceros supieran de la existencia de las limitaciones. Una cuestión distinta es la de determinar quiénes son las partes del contrato concluido con un representante. Supóngase, por ejemplo, que uno de los socios de una sociedad colectiva (la sociedad colectiva es una sociedad de personas en la que todos los socios pueden gestionar los asuntos sociales y, por tanto, obligar a la sociedad con su actuación) contrata con un tercero a quien se producen daños en ejecución del contrato y que el tercero, que ignoraba el carácter de socio colectivo y al que no se había hecho presente la actuación representativa – actuación por cuenta de la sociedad colectiva – del socio con el que contrató pretende reclamar la indemnización de los daños a los otros socios colectivos de la sociedad (art. 140 C de c). La respuesta es que el tercero puede dirigirse, en los términos del art. 140 C de c contra los demás socios colectivos. La fundamentación es que no es decisivo que el tercero tuviera la voluntad de contratar con la sociedad. Basta con que tuviera la voluntad de contratar con el titular de la empresa – contraparte. Un error sobre la persona del contratante sólo excluye la existencia de acuerdo cuando la persona del contratante fuera decisiva para la voluntad del tercero de contratar de forma que el tercero no habría celebrado el contrato si hubiera sabido que no estaba contratando con el socio sino con la sociedad colectiva, es decir, que no estaba contratando con un empresario individual sino con una sociedad mercantil, solución que debe extenderse a los casos de transformación de la titularidad de la empresa, por ejemplo, de empresario individual a sociedad. Es decir, no se trata de un problema de responsabilidad por apariencia (no hay apariencia en la que hubiera confiado el tercero) sino un problema de determinación de la contraparte. Un ejemplo del juego del principio de publicidad positiva del registro lo proporciona el caso de la persona que figura como socio colectivo en la inscripción de una sociedad comanditaria por error porque, en realidad, la voluntad concorde de los socios es que esa persona fuera socio comanditario. La diferencia es relevante ya que como el socio colectivo responde con todo su patrimonio de todas las deudas de la sociedad colectiva mientras que el socio comanditario tiene limitada su responsabilidad por las deudas de la sociedad a la suma de responsabilidad que hubiera pactado a su entrada a la sociedad y hubiera quedado reflejada en los estatutos. Pues bien, el tercero acreedor de la sociedad tiene derecho a considerar como socio colectivo al socio comanditario amparándose en el efecto de publicidad positiva del registro: el Registro publica una información falsa, pero la inexactitud no perjudica al tercero. Como se habrá observado, los efectos de publicidad positiva y negativa del registro se producen cuando se da una discordancia entre la realidad y el registro. La protección de los terceros que confían en el contenido del Registro es lo que ha llevado al legislador a permitir a éstos que invoquen el contenido del Registro aunque este no sea íntegro o exacto. Por tanto, y como reglas de protección de terceros, los propios sujetos inscritos no pueden ampararse en el registro para utilizar en su beneficio y contra terceros la discrepancia entre el registro y la realidad. 9 Por consiguiente también, si no hay discordancia entre registro y realidad, (si ambos coinciden porque Antonio es administrador de Barbie SA o si el capital social de Barbie SA es de 50 millones tal como dice el Registro), no es que se pueda oponer a terceros el contenido del registro, porque el efecto (de poder demandar, por ejemplo, a Antonio como administrador de Barbie) lo produce la realidad y no el registro. Lógicamente, en tales casos, el sujeto inscrito podrá “oponer” a los terceros el contenido del Registro siempre, eso sí que lo inscrito se haya publicado en el Boletín Oficial del Registro Mercantil (BORME), aunque se halle inscrito en el registro (arts. 21.1 C de C y 9.1 RRM). 7. Sujetos inscribibles No se puede proteger a terceros si los terceros no pueden saber, fácilmente, qué es lo que van a encontrar en el registro. Si los particulares no pudieran saber rápida y sencillamente qué informaciones sobre qué sujetos van a encontrar en el Registro, la eficacia de éste sería nula porque, ante la incertidumbre, los particulares habrían de acudir al Registro cada vez que hicieran una transacción, por miedo a que conste alguna información relevante sobre su contraparte contractual y tendrían que revisar toda la información contenida en el registro sobre ese sujeto para encontrar la que le interesa. Se recargaría el contenido de la hoja de cada comerciante y disminuiría con ello la claridad y oportunidad del Registro. Por estas razones, el legislador ha limitado, tanto los sujetos inscribibles como los hechos o informaciones sobre dichos sujetos que tienen acceso al registro (art. 16 C de c). Sólo pueden inscribirse aquellos sujetos previstos en la ley. Si la función del Registro Mercantil es informar a los que participan en el tráfico económico sobre los demás sujetos que participan en él, parece razonable que se inscriban en él, por un lado, los comerciantes individuales -las personas físicas que ejercen el comercio o la industria- y, por otro, todas las agrupaciones de personas o de capital sociedades, fundaciones- que realicen actividades económicas. El Código de Comercio lograba este resultado declarando inscribibles a los comerciantes individuales y las sociedades mercantiles, lo cual era suficiente para la época, pero han ido surgiendo numerosas figuras que no caben bajo el manto de "sociedades mercantiles". De ahí que las reformas más recientes de la legislación en la materia hayan ido extendido el círculo de sujetos inscribibles hasta llegar a la situación actual en la que, prácticamente todas las agrupaciones de personas han de ser inscritas a excepción de las cooperativas, porque existen registros creados en las distintas Comunidades Autónomas con competencia en esta materia. Únicamente las sociedades civiles -aun dotadas de personalidad jurídica- no son inscribibles. Los sujetos que pueden inscribirse, han de hacerlo obligatoriamente. Esta regla sólo encuentra una excepción en el empresario individual, que puede inscribirse pero que no está obligado a hacerlo. Las consecuencias de la falta de inscripción de las sociedades que obligatoriamente han de hacerlo son las de la irregularidad, cuestión que se analizará en la lección correspondiente. 10 El Registro se basa en el sistema del folio personal (art. 17.1 C de C y 3 RRM), es decir, cada persona tiene un folio abierto a su nombre. Los bienes ya no forman parte del Registro mercantil. Desde 1998 existe el llamado Registro de bienes muebles donde se inscriben las garantías que pesan sobre bienes identificables y duraderos de forma que puedan ser utilizados en el crédito. Estos registros están basados al igual que el hipotecario en el sistema del folio real (los folios se abren a las fincas o a los bienes). 8. Hechos y actos inscribibles Por las razones ya expuestas, también los hechos inscribibles constituyen un numerus clausus, así, el art. 2 RRM establece que "en el RRM sólo podrán inscribirse los actos y contratos que determinen la ley y este reglamento”. Con ello queda excluida la posibilidad de la analogía iuris, es decir, no cabe alegar que, dado que la finalidad del registro es proteger el tráfico, ha de postularse la inscribibilidad de todos los hechos relevantes para el tráfico. Sí cabe el recurso a la analogía particular o legis y, en consecuencia, ha de admitirse el registro de un hecho no previsto siempre y cuando sea similar a otro específicamente regulado. La razón que justifica este margen de flexibilidad se halla en que en tales casos la claridad y abarcabilidad del Registro no quedan en entredicho, que son las verdaderas razones por las que se ha impuesto la tipicidad de los hechos inscribibles. Aunque se admita la analogía particular, debe precisarse que la inscripción de hechos atípicos en ningún caso podrá perjudicar a terceros de buena fe, aunque, como es natural podrán ser hechos valer por ellos: son hechos "de inscripción voluntaria". Al igual que sucede con los sujetos, también en relación con los actos se aplica la regla general de acuerdo con la cual todo lo que puede inscribirse, ha de inscribirse. La obligación de inscribir, no se limita, pues, a la inscripción de sujetos o inmatriculación, sino que expresamente se refiere también a la inscripción de actos. El RRM trata también de hacer coincidir la materia inscribible con la materia sujeta a inscripción, pues solo respecto a esta juegan los efectos negativos de la publicidad registral (si no está inscrito no perjudica). De ahí que sea tan escaso el número de hechos susceptibles de inscripción sobre los que simultáneamente no pesa la obligación de inscribir (sólo poderes especiales) (v. arts. 87.2º,94.5º RRM). Respecto al empresario individual, aun siendo potestativa la inmatriculación del mismo (art. 19.1 C de C) el registro en su hoja de las circunstancias enumeradas por los arts. 22.1 C de C y 87ss RRM resulta obligada (arg. ex arts. 22.1 C de C y 87 RRM cuyos primeros incisos se expresan en términos imperativos). Ello permite afirmar, que una vez inmatriculado el empresario, los terceros pueden desconocer los hechos inscribibles que no hayan sido debidamente inscritos y publicados. 9. Los principios registrales Se denominan así a las reglas más generales que ordenan el funcionamiento del registro. Son principios registrales recogidos en el Código de comercio los siguientes: El principio de titulación pública (art. 18 C de C y 5 RRM) según el cual sólo los documentos públicos -notariales, judiciales- tienen acceso al registro. Eso significa, 11 en la práctica, que todas las modificaciones estatutarias, por ejemplo, que han de inscribirse en el registro, han de plasmarse en una escritura pública. El principio de legalidad (art. 18.2 C de C y 6 RRM) según el cual los registradores han de calificar la legalidad de los documentos cuya inscripción se pretenden, y la validez de su contenido "por lo que resulta de ellos y de los asientos del Registro" lo que significa, en la práctica, que los particulares pueden encontrarse con que el Registrador se niega a inscribir un determinado acto. En tal caso, pueden interponer un recurso – contra la decisión del registrador – ante la Dirección General de Registros y del Notariado que se llama recurso gubernativo. El principio de legitimación (art. 20 C de C y 7 RRM) en el que está basado el de publicidad, y según el cual el contenido del registro se presume integro, exacto y válido. Como hay tal presunción legal, los terceros pueden confiar en el contenido del Registro El principio de salvaguardia de los tribunales (art. 20.1 2ª frase C de C y 7.1 2ª frase RRM) según el cual el contenido del registro sólo puede modificarse por declaración judicial de inexactitud El principio de publicidad material (art. 20.2 y 21.1 C de C y 7.2 y 8 RRM) según el cual no perjudican a tercero los actos no inscritos ni los inscritos de modo inexacto y que hemos examinado más arriba y el principio de publicidad formal que significa que el registro mercantil está abierto al público. La publicidad se realiza mediante certificación (reproducción del contenido del registro que vale como si fuera el registro mismo), por simple nota informativa o copia de los asientos y de los documentos depositados en el registro (art. 12 RRM). El carácter público del Registro implica que cualquiera puede acceder a datos referidos a las personas que están inscritas. Por tanto, implica una limitación importante al derecho a la libre autodeterminación informativa que reconoce a cada persona el derecho a decidir qué informaciones sobre sí desea que sean conocidas y cuáles no y que, cuando resultan especialmente reservadas, se adentran en el derecho a la intimidad (arts. 10.1, 18, 20.4 y en su caso, 38 CE). Téngase en cuenta, además, que para solicitar la información contenida en el Registro no hace falta ni siquiera ostentar un interés legítimo. Por tanto, un acceso libre a información sobre particulares que exige el Estado necesita una cierta justificación. La justificación de la libertad de acceso al Registro se encuentra en el principio de proporcionalidad, es decir, la finalidad del Registro (elevar la seguridad del tráfico jurídico) constituye un objetivo de interés público que justifica la publicación de la información que contiene. No puede sostenerse que la publicidad registral, como tal, resulte constitucionalmente desproporcionada, puesto que se funda en los intereses de información del tráfico jurídico e incluso en el interés general a la transparencia de las situaciones jurídico-mercantiles. Tampoco lo es la no exigencia de un interés particular para acceder al examen del registro. En este sentido, tal exigencia podría conducir, de hecho a una notable reducción de las posibilidades de información que la ley quiere proporcionar. Tampoco debe olvidarse que la no exigencia de un interés legítimo se justifica por sí misma, es decir, por constituir lo que Canaris llama una prolongación del carácter público de la información, a la que cualquiera puede acceder con independencia de su interés. 12 En efecto, si alguien tiene interés legítimo en conocer determinada información de otro particular, no necesitamos un registro donde acumular dicha información. Bastaría con una orden judicial dirigida al afectado ordenándole que facilite tal información al interesado. Si se publica en un registro, es para que pueda acceder cualquiera Tampoco es objetable la recogida y difusión de los datos registrales por medio de empresas privadas de información. Porque le son aplicables las justificaciones señaladas para el Registro mismo. De todo lo anterior se deduce que no puede exigirse a estas empresas que limiten su información a quienes ostenten un interés legítimo y que las empresas están obligadas a avisar a sus clientes acerca de la naturaleza y de las limitaciones de la información que se les facilita. Esta posibilidad ha sido restringida por reformas reglamentarias que prohiben que empresas privadas “vacíen” el Registro, “reempaqueten” su contenido y vendan la información. 10. Otras funciones del registro El Registro Mercantil es competente para muchas más cosas que la inscripción y publicidad legal. Se ocupa también de la legalización de los libros de los empresarios (o sea, verificar que los cuadernos donde se llevan las cuentas de una empresa son completos); el nombramiento de expertos y auditores y el depósito de cuentas. El nombramiento de expertos y auditores es necesario cuando se aportan bienes o derechos a una sociedad distintos del dinero (aportaciones no dinerarias a una sociedad anónima) y cuando se lleva a cabo una transformación, fusión o escisión de sociedades anónimas. En todos esos casos, un experto – un auditor en muchos casos, pero en otros puede ser un experto en caballos en joyas si lo que se aporta o los bienes que han de ser valorados son de ese tipo – ha de certificar que los bienes han sido valorados correctamente, es decir, que no se han entregado más acciones que las que corresponden al valor de los bienes o que la relación de canje en el caso de la fusión es correcta porque el valor que se ha dado a cada una de las empresas que se fusionan es el correcto y no se están enriqueciendo los accionistas de una de las sociedades a costa de los de la otra. La designación de estos expertos corresponde a los registradores mercantiles (arts 38, 231.1, 236, 256 LSA). Otro tanto sucede con el nombramiento de auditores para que revisen las cuentas de la sociedad en los supuestos en que sea necesario realizarlo externamente por no haberlo hecho la junta o no haber aceptado los designados por aquélla o en los casos en que tal nombramiento venga exigido por socios minoritarios (que no se fían de lo que han hecho los mayoritarios) de las sociedades no obligadas a verificación contable (arts. 205 LSA, 314, 323 RRM). Hay, además supuestos en los que la ley contempla la designación externa de un auditor a fin de determinar el valor razonable o de mercado de las acciones o participaciones (arts. 64.1,, 147.2 LSA, 159 LSA, 32.1 RRM), de fijar el importe a abonar en ciertas liquidaciones del usufructo (arts. 68.3 LSA, 327.5 RRM); y de verificar ciertos extremos contables en los supuestos de aumento de capital por compensación de créditos o con cargo a reservas (arts. 156.1 b), 157.2 LSA, 327.5 RRM). 13 11. Organización del Registro El registro se organiza en registros provinciales y un Registro mercantil central que tiene como funciones la ordenación y tratamiento de los datos remitidos por los registros territoriales, el archivo y certificación de denominaciones, que sustituye al registro de denominaciones sociales y la llevanza del Boletín oficial del Registro mercantil. 14