POSIBILIDADES POSITIVAS Craig Venter es un “empresario de la ciencia”, una figura que aparece en la sociedad del conocimiento, y que aplica a la investigación pura técnicas y eficacias empresariales, entre ellas, la publicidad. Hoy día, la ciencia se ha hecho muy compleja. No necesita sólo buenos científicos, sino buenos gestores económicos y organizadores de equipos. Exige inversiones enormes, pero puede proporcionar beneficios enormes. Verter consiguió acelerar el desciframiento del genoma humano. Y ahora anuncia –en la prensa- que está creando vida artificial, y de paso que está a punto de aparecer “A Life Decoded: My Genome, My Life”, su autobiografía. Hablando de vidas, mata dos pájaros de un tiro. Muchos científicos han intentado crear vida utilizando una especie de “ingeniería inversa”, es decir, partiendo de lo que hay para rehacerlo a partir de sus piezas, y se han tenido que enfrentar a tres problemas básicos. Construir una membrana que “contenga” la célula artificial; construir un mecanismo de reproducción o de replicación; organizar un sistema metabólico para asimilar elementos del medio ambiente. Por lo que sé, Venter se ha centrado en resolver el segundo problema, que ya es bastante. No se puede decir que haya creado vida artificial en sentido estricto, sino un tipo de cromosoma artificial, que necesita un organismo en el que ser trasplantado y del que se acabará apoderando. Es un cromosoma invasivo que tomará el control del edificio y de la maquinaria metabólica precedente Como sucede con todas las noticias sobre biotecnologías, esta ha hecho sonar las alarmas. Todas las técnicas nuevas –desde la metalurgia a la energía nuclear, pasando por el motor de explosión- pueden utilizarse bien o mal. Y esta también. En principio veo más posibilidades positivas que negativas, porque con toda seguridad se va a usar para producir industrialmente organismos muy elementales que resuelvan problemas alimenticios, médicos y energéticos, o a producir nuevos materiales. En estos asuntos lo que me preocupa es quien va a decidir la aplicación. Sólo encuentro dos posibilidades: los políticos o el mercado, instancias necesarias, pero poco fiables. Ambas tendrían que ser controladas por sociedades inteligentes, lo que para mí significa éticamente responsables. Y esto me plantea un grave problema como filósofo y educador: ¿cómo podemos conseguir esa sociedad ideal? En uno de mis libros estudié el fracaso de las inteligencias individuales. Ahora me interesa el posible fracaso de las inteligencias sociales, colectivas. Acabo de leer “Colapso”, de Jared Diamond, un espléndido libro donde se estudian las tragedias que sufren las civilizaciones cuando se vuelven estúpidas. La bondad o maldad de los descubrimientos de la tecnociencia dependerá de que la sociedad conserve su inteligencia compartida, mancomunada, ética, cosa que no está asegurada.