Metarrepresentación afectiva tácita y sentido de continuidad personal Juan Balbi Metarrepresentación afectiva tácita y sentido de continuidad personal* Una aproximación a la comprensión de las graves patologías psiquiátricas de la adolescencia y juventud. Por Juan Balbi Abstract. Los resultados de investigaciones acerca de la capacidad de la mente humana para percibir, aprender y retener información que aparentemente nos pasa inadvertida, confirman la hipótesis de la cualidad activa, selectiva y constructiva de la consciencia fenoménica y la existencia de una dimensión tácita de conocimiento que opera en relación funcional con ésta. Los contenidos mentales inconscientes son, al igual que los conscientes, intrínsecamente intencionales; implican una connotación semántica y relacional que determina en gran medida la experiencia fenoménica y la conducta. La existencia de un precoz sistema metarrepresentacional, también tácito, es imprescindible para garantizar el despliegue normal del proceso de coevolución funcional entre afectividad y consciencia, mediante el cual se arriba a la experiencia de identidad personal. Estos datos permiten inferir que: a) “la recursividad metarrepresentacional afectiva tácita” sería la base organizativa sobre la cual se estructura un sentido único, viable y continuo de la experiencia de identidad personal y b) la existencia del “duelo metarrepresentacional tácito”, un tipo específico de proceso afectivo que se experimenta por primera vez en la adolescencia y está en la base de la mayor parte de los disturbios psicopatológicos. Estas nociones representan una posible explicación de los severos trastornos mentales que se dan en la adolescencia y primera juventud. Otra hipótesis propuesta en este trabajo es que el prolongamiento de la etapa adolescente, facilitada por el estado de bienestar en el contexto de la cultura posmoderna, torna difícil la elaboración de ese duelo, promoviendo un incremento de la frecuencia de cuadros depresivos y comportamiento suicida entre los jóvenes. Palabras clave: inconsciente cognitivo, consciencia fenoménica, metaconsciencia afectiva, autoconsciencia fenoménica, duelo adolescente, metarrepresentación recursiva, duelo metarrepresentacional tácito, afectividad abstracta, posracionalismo. Summary. The results of present-day research in the field of “Dissociation Paradigm”, regarding the capacity of the human mind to perceive, learn, and store information that in appearance passes as unnoticed, support the constructivist hypothesis of the active, selective and constructive condition of consciousness, in addition to the existence of a tacit dimension of knowledge that operates in functional relationship with the former. Unconscious mental states are intrinsically intentional. This is to say that they imply a semantic or cognitive connotation that is capable of affecting phenomenical experience and therefore behavior. In addition, the precocious existence of a tacit metarepresentational system in normally developed children has been proven, which is essential for guaranteeing the deployment of the process of functional coevolution *Traducción de: Metarrapresentazione affettiva tacita e senso di identità personale. Un approccio alla comprensione delle gravi patologie psichiatriche dell’adolescenza e giovinezza” Rivista di psichiatría. Vol.46 Nº 5-6; settembre/dicembre 2011. Roma. 1 Metarrepresentación afectiva tácita y sentido de continuidad personal Juan Balbi between affectivity and consciousness, by which the experience of personal identity is acquired. These discoveries allow the inference of a “tacit affective metarepresentational recurrence”, the organizational foundation on which a unified, sustainable, and continuous sense of the experience of personal identity is structured, and also allow us to hypothesize a “tacit metarepresentational mourning”, a specific type of grief which is the chief foundation of the majority of psychopathological disorders. This concept may represent a potential explanation of the severe mental disorders of adolescence and young adulthood. The hypothesis of the present work is that, in the ambiguous context of Postmodern Culture, the prolongation of the adolescent period, facilitated by the welfare state, hinders the dealing with the aforementioned mourning, leading to an increment of depressive states and suicidal behavior among young people. Key words: cognitive unconscious, fenomenic consciousness, affective metaconsciousness, fenomenic self-awareness, adolescencial mourning, recursive metarepresentation, tacit metarepresentational mourning, abstract affectivity, postrationalism. Introducción Este artículo tiene el propósito de aportar algunas nociones a la comprensión de la relación existente entre proceso afectivo y sentido de continuidad personal. En particular a la correspondencia entre estado de duelo y sentido de discontinuidad sintomática y a la influencia de ésta correspondencia en el desarrollo de graves disturbios en la adolescencia y juventud. Las hipótesis propuestas se encuadran en el marco de la epistemología evolutiva y en la concepción teórica del self como un sistema autoorganizado, propia del modelo posracionalista (1,2). En un momento histórico en el cual muchos autores otorgan tanta importancia a la narrativa en la explicaciones de la modalidad por la cual la persona experimenta un sentido de continuidad, el presente trabajo comparte el punto de vista según el cual el sentido de continuidad es esencialmente emotivo, algo que se siente de manera espontanea, independientemente de nuestra intencionalidad y sobre el cual no es necesario pensar para que ocurra. Defenderemos la idea de que el sentido de continuidad personal está absolutamente subordinado, antes que a operaciones de nuestra memoria consciente, a una modalidad inmediata de experimentar la reciprocidad dentro de una relación afectiva significativa. Además, en este artículo el autor se limitará sólo al uso de categorías psicológicas, evitando la trasposición de nociones provenientes del campo de la filosofía, la neurociencia, la lingüística o cualquier otra disciplina conexa (3-6). 2 Metarrepresentación afectiva tácita y sentido de continuidad personal Juan Balbi El desarrollo de la metaconciencia afectiva El objetivo antes declarado resulta ahora posible recurriendo al aporte de investigaciones realizadas por la psicología experimental. Al respecto, los resultados de pesquisas realizadas en el marco del “paradigma de la disociación”, por la escuela de la Universidad Autónoma de Madrid, acerca de la capacidad de la mente humana para percibir aprender y recordar información que en apariencia nos pasa inadvertida, dan respaldo a dos hipótesis sostenidas por la psicología de orientación constructivista: la cualidad activa, selectiva y constructiva de la conciencia fenoménica y la existencia de una organización de conocimiento tácito que opera en relación funcional con la misma. Ésta última, a la que los investigadores han llamado “inconsciente cognitivo”, se concibe como el conjunto de representaciones psicológicamente activas que no van acompañadas de la correspondiente experiencia fenoménica. Se ha probado que la conciencia fenoménica cumple el rol de un “procesador central” encargado de que experimentemos un sentido de identidad unitario y continuo. Para este fin funciona como un sistema intérprete de la información proporcionada por diversos módulos especializados de procesamiento como, por ejemplo, los diferentes tipos de memoria que no disponen de acceso directo entre sí. La activación selectiva de algunos procesos y la inhibición de otros constituye su principal dispositivo estratégico. Enfocando selectivamente sus limitados recursos atencionales en especial a algunas representaciones y procesos mentales, a expensas de otros, determina cual se concreta a nivel fenoménico y cuales quedan a nivel inconsciente. Éste es el modo por el cual la consciencia fenoménica establece la cualidad específica de una fenomenología subjetiva que se experimenta personalmente viable. Los investigadores han verificado también, que el sistema de procesamiento de los contenidos inconscientes tiene reglas de operación diferentes a las de la consciencia y dispone de una capacidad operativa superlativa en relación a la que ésta manifiesta. Por ejemplo, dada la característica selectiva y el modo operativo lineal de la consciencia, la cristalización de un contenido explícito implica siempre la exclusión de cualquier otro de significado alternativo. La percepción de una palabra, como padre, por ejemplo, solo activa a nivel consciente uno de sus significados posibles. Mientras que para el caso de los contenidos tácitos, procesados en paralelo por la instancia inconsciente, la ejecución de uno no implica necesariamente la exclusión de otros (7). A nivel del procesamiento tácito, como en los sueños, la palabra padre puede ejecutarse simultáneamente como el progenitor, el sacerdote, el Padre Eterno o el Padre de la Patria. 3 Metarrepresentación afectiva tácita y sentido de continuidad personal Juan Balbi Se desprende de lo dicho que cuando hablamos de sistema cognitivo tácito no nos referimos sólo a la descripción de un proceso, carente de significado. Quizá el hallazgo más importante de estas investigaciones sea el hecho de que se ha podido corroborar que los contenidos mentales inconscientes son, al igual que los conscientes, activos e intrínsecamente intencionales. Esto comporta que implican siempre una connotación semántica o relacional que determina en gran medida la experiencia fenoménica y la conducta. En otras palabras, es válido afirmar que una persona puede tener sentimientos hacia otra, como rabia, envidia, celos, sin experimentarlos como tales a nivel consciente. Es decir puede tenerlos e ignorar que los tiene. Es importante señalar, a los fines de la comprensión de la psicopatología, que incluso procesos complejos como el duelo y el enamoramiento, puede ocurrir a nivel tácito sin que el sistema consciente de la persona lo perciba. Las investigaciones a las cuales nos hemos referido han sido conducidas al estudio del conocimiento de la realidad objetiva, y no específicamente al análisis de las funciones tácitas de las habilidades mentales que han sido designadas como “teoría de la mente”. Es decir, estos estudios no se refieren a las características del funcionamiento mental para el conocimiento de otras mentes; sin embargo, es opinión casi unánime entre los expertos, la idea que funcionar a nivel del conocimiento metarrepresentacional requiere también de recursos operativos inconscientes eficaces. Entendemos por metarrepresentación, la capacidad humana de tener estados mentales cuyo contenido es, a su vez, otro estado mental. Esta capacidad se halla en forma embrionaria en los primates, pero únicamente en el infante humano se manifiesta lo que puede entenderse como la destreza cognitiva más significativa de la especie: la habilidad para operar en la recursividad metarrepresentacional. La meterrepresentación recursiva, o intencionalidad recursiva, es la capacidad humana par tener estados mentales intencionales referidos a estados mentales, de si mismo o de otros, que se refieren, a su vez, a otros estados mentales. Una prueba de la existencia precoz de este tipo de organización cognitiva se halla en la conducta interpersonal de niños con desarrollo normal, a partir del segundo año de vida. A esta edad, los niños comienzan a operar en el dominio de la comunicación ostensiva y el juego de ficción, funciones que requieren de estructuras metarrepresentacionales para ser llevadas a cabo con éxito. Nótese que a pesar que observamos funciones comunicativas ostensivas tempranamente, a partir del segundo año de vida, para la resolución asertiva de tareas clásicas de “teoría de la 4 Metarrepresentación afectiva tácita y sentido de continuidad personal Juan Balbi mente” (como por ejemplo, el test de la falsa creencia) debemos esperar alrededor de tres años, ya que la capacidad metarrepresentacional necesaria para llevar a cabo estas tareas no se verifica en los niños hasta la edad de 45 años. De nuevo la distinción entre conocimiento tácito y explícito hace comprensible esta aparente paradoja que se observa en el curso del desarrollo evolutivo de la mente infantil. La explicación es que, mientras que la comunicación ostensiva y el juego de ficción requieren solamente de una organización metarrepresentacional que opera a nivel tácito, fuera de la consciencia fenoménica; las tareas clásicas de “teoría de la mente”, exigen un nivel de organización diferente, que implica un cierto grado de reflexión cognitiva. Estas últimas tareas, en otras palabras, requieren para su resolución, de una “teoría de la mente” reflexiva y explícita, que tiene un desarrollo posterior a aquella precoz, de orden inconsciente (8). Otra aparente paradoja en el desarrollo del infante humano, es el hecho de que los niños pueden afrontar con éxito problemas mentalistas, o psicológicos, que requieren de capacidad operatoria, a una edad muy temprana, antes de que dispongan de recursos cognitivos para resolver las tareas operatorias clásicas, de tipo matemático simple por ejemplo. Se verifica esto en la ejecución de tareas de “teoría de la mente”, que exigen cierta capacidad cognitiva de conservación y reversibilidad, una estructura operatoria de la cual los niños de 4 años, en el esquema piagetiano, aun carecen. Considerando estos datos, resulta evidente la existencia en los neonatos con desarrollo normal, de un sistema mental congénito, originariamente tácito e independiente del lenguaje, programado específicamente para el eficaz desempeño las relaciones interpersonales (9). La existencia de ese instrumento cognitivo pragmático, especializado en inferir, atribuir, predecir y comprender estados mentales durante las interacciones tempranas, es imprescindible para garantizar el despliegue normal del transcurso evolutivo por el cual el niño arribará a la experiencia de identidad personal. Ese recorrido implica el desarrollo simultáneo de dos variables experienciales, afectividad y consciencia, que desde el inicio de la vida se encuentran involucradas en un sistema de dependencia y funcionalidad recíproca, mediante el cual ambas evolucionan de forma paralela y progresiva, desde una condición inicial básica concreta, hacia niveles crecientes en abstracción y complejidad organizativa. Al inicio, el neonato se encuentra indiferenciado, en estado de simbiosis afectiva, acoplado a los ritmos neurofisiológicos y emocionales del cuidador y dependiendo, para la regulación de su nivel de estrés emocional, del 5 Metarrepresentación afectiva tácita y sentido de continuidad personal Juan Balbi confortamiento por contacto que éste le brinda. Luego, alrededor de los seis meses se dan las primeras manifestaciones del desarrollo de una “teoría de la mente” originaria, consistentes en conductas anticipatorias que indican un reconocimiento rudimentario de intenciones primitivas, aun ligadas de manera concreta a la conducta de los otros. Recién en los últimos meses del primer año, con el surgimiento de nuevos recursos cognitivos, las intenciones comienzan a ser diferenciadas progresivamente de las conductas. Mas tarde, en la primera mitad del segundo año de vida, hallamos el embrión del complejo sistema de procesamiento metacognitivo de la experiencia afectiva que involucra el sentido de identidad; con la emergencia de la capacidad de intersubjetividad secundaría (10) (una habilidad de la que parecen no disponer los niños con síndrome autista) el pequeño deviene capaz de distinguir su propia participación en la dinámica de las coordinaciones afectivas con su cuidador. Posteriormente y paso a paso, la distinción de cada nueva experiencia afectiva sentida como propia por parte del infante, promueve una mejor demarcación de la experiencia atribuida al adulto con el que está en coordinación. Ese incremento de la eficacia en la delimitación y reconocimiento de una mas amplia gama de la experiencia ajena, suscita una expansión de la consciencia del niño que así se encuentra mejor preparado para nuevas y más sutiles distinciones de su propia experiencia afectiva. Durante la niñez, la construcción progresiva de estructuras afectivas personales mas complejas, da lugar a que el estrés emocional sea regulado paulatinamente, antes que por las condiciones puntuales de la relación con el cuidador, por la vivencia que el niño tiene de su propia capacidad para regular las condiciones de reciprocidad del vínculo, manteniéndolo, con su actitud, dentro de los límites de sus parámetros habituales. En esta etapa del desarrollo, preoperatoria y de operaciones concretas, el sentido de continuidad personal del niño está aun ligado de forma estrecha al contexto relacional concurrente. En la adolescencia, la emergencia de recursos cognitivos mas avanzados, promueve la construcción de estructuras individuales mas abstractas, que facilitan que el sentido de viabilidad personal se independice de la contingencia afectiva sincrónica y se sustente en la representación de un estilo relacional propio, que se revela eficaz en la autorregulación de las oscilaciones emocionales que generan la separación (que ahora el adolescente afronta en la relación con su cuidador) y la perdida afectiva. Esta instancia personal metacognitiva (la representación abstracta del propio estilo relacional afectivo) funciona como regulador de un sistema de retroalimentación por el cual un estilo afectivo propio, genera la experiencia de un sentido personal viable y 6 Metarrepresentación afectiva tácita y sentido de continuidad personal Juan Balbi continuo, para el cual, ese mismo estilo es, a su vez, cada vez más pertinente. Las características descriptas de la construcción de la mente personal nos permite elaborar una representación del si-mismo como un sistema compuesto por: a) una instancia metarrepresentacional recursiva y tácita a la que llamaremos “Metaconciencia afectiva”, que se estructura originariamente de acuerdo a la dinámica de la relación afectiva con el cuidador y a los fines de operar eficazmente en esa relación; y b) por una representación explícita y dinámica de sí a la que llamaremos “Autoconciencia fenoménica”, basada en la experiencia afectiva que genera la percepción del operar de la propia mente durante estas interacción afectivas. Ambas instancias evolucionan orto-genéticamente, desde niveles básicos de organización hacia otros de complejidad y abstracción creciente y se encuentran desde su inicio en una relación funcional recíproca que es responsable de la generación de la experiencia afectiva inmediata que es vivida como un sentido de identidad continuo (11). El duelo metarrepresentacional tácito De acuerdo a lo dicho hasta ahora la característica mas específica del desarrollo humano consiste en la capacidad para ordenar la afectividad en niveles metarrepresentacionales complejos. Esta experiencia afectiva, procesada en niveles tácitos y abstractos, es el núcleo organizador de la identidad personal y, al mismo tiempo, la fuente de nuestra vulnerabilidad psicopatológica. Debido a que el vínculo afectivo es la clave de nuestra supervivencia y adaptación, como especie y como individuos, la separación y la perdida afectiva provocan severas reacciones emocionales. Son numerosos los estudios acerca del sufrimiento generado en duelos por muerte o abandono de un ser amado. Ese sufrimiento puede alcanzar todas las áreas de experiencia, sea ésta emotiva, cognitiva o somática y llega también a alterar el comportamiento. La práctica clínica enseña, incluso, que el mal procesamiento de una experiencia de perdida puede ser la fuente de un severo trastorno psicopatológico (12,13,14). Los nuevos conocimientos acerca del funcionamiento de la cognición inconsciente nos permiten postular la existencia de un tipo específico de proceso, al que llamaremos “Duelo Metarrepresentacional Tácito”, que está en la base de la mayor parte de los trastornos psicopatológicos. Comprender el significado del concepto propuesto requiere evitar identificar exclusivamente la reacción de duelo con la perdida física de una persona significativa o con aquello que podríamos denominar abandono 7 Metarrepresentación afectiva tácita y sentido de continuidad personal Juan Balbi “objetivo”. Nos referimos con esta nueva noción a un proceso tácito que tiene las siguientes características: la experiencia de pérdida es generada por información subliminal acerca de cambios en la trama metarrepresentacional con el partner afectivo; la intensidad y cualidad de la reacción de duelo son independientes de la validación objetiva del evento de pérdida; las reacciones emocionales, cognitivas, comportamentales y somáticas de duelo se manifiestan a nivel fenoménico siempre disociadas de su correspondiente representación; estas reacciones son mucho más intensas y menos controlables que si el mismo duelo fuese experimentado a nivel consciente; las reacciones de duelo se activan a partir de múltiples estímulos que, evaluados desde una óptica objetiva, serían significativamente distantes del núcleo de la perdida. Debido a que la recursividad metarrepresentacional afectiva tácita, vicaria de la reciprocidad percibida en el vínculo en curso, es la base estructural sobre la que se organiza un sentido unitario y continuo de la experiencia de identidad personal, la consciencia fenoménica tiende a desplazar de su foco atencional toda información, proveniente de los propios estados intencionales, o de los atribuidos a la persona significativa, que sea discrepante con la propia versión. Es decir, el sistema consciente evita ejecutar todo contenido que connote un menor nivel de reciprocidad o un mayor nivel de ambivalencia que el contenido en la estructura previamente construida. De este modo la información discrepante, que arriba al sistema personal de forma subliminal, genera las condiciones para la emergencia de reacciones emocionales propias de la experiencia de duelo, que se manifiestan a nivel fenoménico, como síntomas, disociadas de su correspondiente representación. El duelo adolescente Hasta hoy no disponemos de una explicación convincente que de cuenta de porque en la adolescencia y en la temprana juventud se manifiestan trastornos mentales tan severos como la esquizofrenia y el trastorno limítrofe de la personalidad. Tampoco se conocen las razones por las cuales 8 Metarrepresentación afectiva tácita y sentido de continuidad personal Juan Balbi en los últimos tiempos se registra en todos los países de occidente un incremento en la frecuencia y gravedad de diversas patologías psicológicas en adolescentes. Se puede afirmar que prácticamente no hay comunidad alguna inmune a niveles alarmantes de depresión y suicidio, auto agresión, bulling, trastornos de la conducta alimentaria, adicción a substancias o violencia entre su población joven. Una primera reflexión entorno al problema requiere de un análisis de las variables evolutivas de esta revolucionaria fase del desarrollo que es la adolescencia. Es una opinión ampliamente compartida entre los expertos que los progresos que se dan a nivel cognitivo generan severas consecuencia en el área de la afectividad adolescente y que estas, a su vez, tienen como corolario el profundo cambio en el sentido de sí que se experimenta en esta etapa (15, 16, 17) . La emergencia del pensamiento lógico abstracto facilita la comparación de la propia experiencia afectiva con otras posibles. Se potencia el pensamiento lateral creativo, y con esto el adolescente genera mundos imaginarios alternativos que cuestionan la experiencia afectiva vivida hasta el momento en el contexto de sus relaciones familiares. Como consecuencia de las nuevas capacidades cognitivas se extingue la ingenuidad propia de las etapas anteriores del desarrollo, transformando a los adolescentes en especialistas en la detección de engaño, incoherencia e hipocresía existentes en las relaciones interpersonales (18). Esta nueva condición contribuye a hacer manifiesto, a nivel consciente, las discrepancias emocionales propias del conflicto que pudiera haber en el vínculo con el cuidador significativo de la infancia, especialmente en términos de carencia de reciprocidad afectiva y/o existencia de sentimientos ambivalentes, previamente no percibidos a nivel fenoménico. Con la adquisición de estas capacidades cognitivas complejas surge la temporalidad como experiencia subjetiva y con ésta la organización de una nueva dimensión de narratividad personal abstracta, que pone al adolescente, por primera vez, en una situación de soledad existencial. Por un lado, la emergencia del futuro, sumada al empuje de la sexualidad, dispara una experiencia afectiva nueva que a partir de ese momento será una impronta del todo el resto del ciclo vital, el “amor sentimental” que en esta etapa implica la experiencia imaginativa de que el vínculo con la persona significativa de la niñez será remplazado (o no podrá serlo) por 9 Metarrepresentación afectiva tácita y sentido de continuidad personal Juan Balbi alguien con el cual se compartirá el resto de la vida. Por otro, la percepción de aquel pasado vínculo, desde ésta nueva perspectiva, da lugar a una revisión y reinterpretación de lo acontecido en la relación con los cuidadores de la infancia. Estos cambios, generan inevitables y fuertes oscilaciones del sistema personal originadas en las discrepancias existentes entre el sentido otorgado a la experiencia afectiva vivida y los nuevos puntos de vista sobre el significado de aquella historia Como ha sido señalado con justicia por Bruner y Weisser(19) los momentos más cruciales de una vida no son provocados por hechos reales, sino por las revisiones efectuadas en el relato que se ha estado usando para referirse a si mismo sobre estos. Las revisiones más determinantes son aquellas que implican un cambio de género, entendido como una manera de caracterizar un texto en función de ciertas propiedades formales y de contenido. Este sería el caso, por ejemplo, de un sujeto que revé una experiencia caracterizada en la infancia por el cuidado y el amor y que desde el nuevo punto de vista se reinterpreta como una historia de abandono traición engaño y sometimiento. Es un dato conocido la alta correlación existente entre abuso sufrido por el niño en la infancia y el sufrimiento sucesivo de episodios esquizofrénicos y trastorno limítrofe de la personalidad en la adolescencia. En estos casos, es frecuente observar un período amnésico por parte de la víctima respecto de las escenas de abuso o una atribución del recuerdo de los mismos a una construcción fantasiosa y malsana producto de su propia imaginación. Si bien este tipo de reinterpretaciones radicales, que generalmente tiene graves consecuencias, afortunadamente son poco frecuentes, no existe la posibilidad de una adolescencia totalmente carente de discrepancias. Esto es debido, por un lado a que en la infancia es inevitable una diferencia entre los contenidos y estructura de la relación afectiva y las atribuciones que el niño espontáneamente hace de éstos con el fin de mantener un eficaz sentido de continuidad del vínculo; por otro, al hecho de que los dispositivos cognitivos de la adolescencia facilitan la manifestación de las discrepancias que surgen entre estas diferencias a nivel tácito. A partir de la adolescencia, con la emergencia creciente de recursos narrativos abstractos, sólo una adecuada correspondencia de estas construcciones personales con las características efectivas de reciprocidad del vínculo vivido en la infancia, garantiza una eficaz autorregulación emocional y un sentido de identidad continuo y viable. Las discrepancias existentes, debido a que interfieren el proceso de organización de la representación del propio estilo de afrontamiento afectivo (exponiéndolo inadecuado), generan 10 Metarrepresentación afectiva tácita y sentido de continuidad personal Juan Balbi oscilaciones emocionales que se experimentan como disrupciones del sentido de viabilidad personal. La intensidad de esas oscilaciones emocionales, proporcional al nivel de la discrepancia que se ha debido desplazar durante la niñez, va a crear las condiciones para la emergencia de reacciones propias del duelo que se manifestarán disociadas de su correspondiente representación. Diremos, entonces, que es propio de la adolescencia el procesamiento, experimentado por primera vez en el ciclo vital, de un duelo metarrepresentacional tácito que, en los casos severos, estaría en la base de los trastornos psicopatológicos que se dan en esta etapa de la vida. Aun cuando no se trate de un caso severo, la estructura de este duelo, así como la forma de su resolución durante el proceso de diferenciación adolescente, determinarán tanto la vulnerabilidad psicopatológica específica de la persona en la etapa adulta, cuanto el grado de tal vulnerabilidad. Luto adolescencial y posmodernidad Como se señalo, la adolescencia es una etapa del ciclo vital caracterizada por un alto nivel de conflicto, de hecho, la más severa de las patologías psiquiátricas, la esquizofrenia, hace su debut en este período de la vida. Sin embargo, sólo en las últimas décadas se registra una incidencia tan alta de depresión y suicido entre la población joven de las clases sociales en estado de bienestar. En muchas de estas comunidades el suicidio resulta ser una de las primeras causas de muerte entre los jóvenes de entre 14 y 24 años, la segunda después del fallecimiento por accidente (aun cuando estos accidentes no son el resultado de un comportamiento suicida) Hay una correlación directa entre el nivel de bienestar y la prolongación en el tiempo de la etapa adolescente. Tal vez sea posible llegar a una explicación del alarmante aumento de casos de depresión y suicidio entre los adolescentes y jóvenes de nuestro tiempo, analizando los efectos del prolongado periodo adolescente típico de las sociedades que se encuentran en estado de bienestar en el contexto de la cultura posmoderna. Por un lado, la extensión del periodo adolescente hace del duelo propio de esta fase, un proceso más amplio que en contextos sociales en los cuales la persona alcanza la adultez más tempranamente. Por otro, las características propias de la posmodernidad no facilitan la canalización de los sentimientos de rabia y tristeza característicos del duelo. En una cultura basada en la ambigüedad como la posmoderna, carente de ideologías y sistemas axiomáticos fuertes, los jóvenes no encuentran donde dirigir 11 Metarrepresentación afectiva tácita y sentido de continuidad personal Juan Balbi funcionalmente las discrepancias emocionales generadas por el desbalance afectivo. Además, otra peculiaridad de las sociedades en estado posmoderno es la dificultad en la construcción de relaciones afectivas funcionales y duraderas; lo cual expone a los jóvenes durante este largo período, a reiterados fracasos sentimentales que no sólo no facilitan la resolución favorable del proceso de duelo, sino que lo tornan aun mas grave del punto de vista de sus posibles consecuencias psicopatológicas. Bibliografia: 1. Guidano, V.: Complexity of the self. New York: Guilford Press, 1987. 2. 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