EL LUGAR DE KEYNES EN . LA HISTORIA DEL PENSAMIENTO

Anuncio
EL LUGAR DE KEYNES EN .
LA HISTORIA DEL PENSAMIENTO ECONOMICO (1)
I
La literatura económica actual post-Keynesiana abunda en artículos que comparan el sistema
teórico keynesiano con los llamados sistemas “Clásicos”, a los que Keynes dirigía
primordialmente sus ataques. Inicialmente, el principal propósito de tales artículos era formular
los sistemas Keynesiano y “Clásico” en términos lo suficientemente precisos (normalmente
matemáticos) para que las nuevas contribuciones esenciales hechas por Keynes quedaran
exactamente remarcadas. Más recientemente, el objetivo principal ha pasado a ser la
comparación y el contraste de varios modelos construidos bajo la general inspiración del
sistema de Keynes con los elaborados por los modernos rehabilitadores del enfoque clásico.
Desde el principio, los argumentos básicos de estos artículos han tendido a girar más bien en
torno a resultados formales, y en años recientes esta tendencia se ha ido acentuando. A pesar
de sus títulos - “Keynes y los Clásicos”, etc.- la mayoría de los artículos son ejercicios de
lógica más bien que de historia, y arrojan poca luz desde el punto de vista de la problemática
que los historiadores del pensamiento económico tienen en mente cuando hablan de “el lugar
de Keynes en la historia del pensamiento económico”. Para iluminar este tipo de problemas,
es importante que las comparaciones se hagan remontándose en el tiempo para incluir
verdaderos economistas “Clásicos”. El presente ensayo pretende anticipar alguna de estas
comparaciones, que puedan ser relevantes e importantes para los futuros historiadores del
pensamiento económico, partiendo del periodo en el que estamos viviendo.
II
El problema para la evaluación de las relaciones de Keynes con las demás escuelas del
pensamiento económico está oscurecido por la nueva, y en aquel tiempo bastante
sorprendente, definición de economistas “Clásicos” con la que empieza la Teoría General.
“Los economistas Clásicos”, escribe Keynes, “fue el nombre inventado por Marx para
referirse a Ricardo y James Mill y sus predecesores, es decir, los fundadores de la teoría que
culminaría en la economía Ricardiana”(2). Si queremos ser justos con Marx debemos
reconocer que esta afirmación no es lo suficiente exacta: Marx precisa cuidadosamente el
periodo de la escuela Clásica desde Petty a Ricardo en Inglaterra y desde Boisguillebert a
Sismondi en Francia (3). Tampoco esto es completo: Marx no sólo define los límites
históricos de la escuela Clásica, sino que también delimita lo que creía que eran las
características esenciales que la diferenciaban de las escuelas posteriores (4). Keynes, sin
embargo, no estaba interesado en este caso en hacer justicia a Marx, sino simplemente en
vincular la etiqueta de “Clásico”, a una más larga lista de economistas. “Me he
acostumbrado”, Keynes continuaba, “ quizás perpetrando un solecismo, a incluir en ‘la
escuela Clásica’ a los seguidores de Ricardo, es decir, a aquellos que adoptan y perfecciona
la teoría económica Ricardiana, incluyendo (por ejemplo) a J.S.Mill, Marshall, Edgeworth y al
Prof. Pigou”.
1
No cabe duda de que este “solecismo” fue un golpe de genio. No se podría haber
descubierto una palabra mejor que “Clásico”, dados los propósitos básicos de Keynes, con
la cual estigmatizar a sus predecesores y resaltar lo que constituía la esencia de su propia
contribución. Esto inmediatamente supuso el centrar la atención sobre el rechazo por Keynes
de la “Ley de Say”, - entendiendo por ello , según Keynes, la noción que “la totalidad del
coste de producción debe necesariamente ser gastado en el agregado, directa o
indirectamente, en comprar producto”- (5), y sobre la expresa o implícita aceptación por
muchos de sus predecesores. Ricardo y Pigou, que se podría pensar que raramente
coincidían, fueron igualmente estigmatizados como reaccionarios a causa de que ambos, a su
manera, habían creído en la legitimidad esencial de la Ley de Say”.
Dada la sugestión del ‘solecismo’ de Keynes, que pone especial énfasis en la continuidad de
la “Ley de Say” en la corriente del pensamiento económico desde Ricardo a nuestros días, es
necesario añadir inmediatamente que ello comporta oscurantismo, en el sentido que esconde
una muy importante discontinuidad que separa la economía “Clásica” en el sentido de Marx
de los sistemas que le sucedieron. Ya que esta discontinuidad puede ser importante para la
evaluación del lugar de Keynes en la historia del pensamiento económico es `preciso decir
algo más. Y el punto de partida más relevante aquí, pienso, es la afirmación de Marx de que
la escuela Clásica” investigaba las relaciones reales de producción en la sociedad burguesa”,
en contraste a la economía “vulgar” la cual trataba “con apariencias solamente”.(6)
La característica de la economía Clásica que Marx está recalcando aquí, ha sido mencionada
frecuentemente en el presente libro. Los economistas Clásicos, ampliamente hablando, creían
que si el fenómeno del mercado tenía que ser correctamente comprendido, el investigador
debería empezar por penetrar debajo de la superficie de este fenómeno observando las
relaciones entre los hombres en su capacidad como productores, las cuales puede decirse
que determinan en definitiva sus relaciones de mercado. El hecho de que las mercancías
fueran intercambiadas en el mercado, y adquirieran valores, fue en esencia un reflejo del
hecho de que los productores de esas mercancías en efecto trabajaban el uno para el otro
incorporando su propio trabajo a las mercancías. Y esto no es todo: las relaciones entre
clases socioeconómicas diferentes en el campo de la producción, relaciones que fueron
superpuestas en el concepto más general de “relaciones de producción” implícito en la propia
existencia de las mercancías, alteraron los efectos sobre el fenómeno de mercado en ciertos
aspectos definitivos y muy importantes. Los economistas Clásicos en efecto siempre
empezaron con “relaciones de producción” en este sentido complejo a causa de que
asumieron, consciente o inconscientemente, que estas relaciones socioeconómicas eran los
principales determinantes en el valor de las relaciones sobre las cuales dependían
primordialmente la forma y movimiento del sistema económico como un todo. Creían que la
política económica debe arrancar desde estas relaciones de producción y sería condenada a
la superficialidad y a la esterilidad si hacía abstracción de ello. Este enfoque metodológico no
fue realmente explicitado hasta Marx, sin embargo, no hay razón para dudar de que la
mayoría de los economistas clásicos lo adoptaron, aunque fuera sólo intuitivamente. La idea
de que el fenómeno del valor es un tipo de reflexión de las relaciones básicas entre hombres
como productores de mercancías tendía a generalizarse en la elaboración de la teoría del
valor, un peculiar producto Clásico. Y la noción de que el fenómeno de mercado
(particularmente en la esfera de la distribución) podía ser considerado en términos de
relaciones de producción entre clases pasó a ser un lugar común en el tiempo de Ricardo, en
cuyo trabajo asumió considerable importancia.
2
Marx heredó esta actitud, la explicitó, la desarrolló y la aplicó de forma extraordinariamente
provechosa. Pero en el pensamiento económico ortodoxo desapareció virtualmente con
Ricardo. En los economistas post-Ricardianos, puede observarse que a partir de la década
posterior a su muerte, resultaba políticamente peligroso empezar con las relaciones
socioeconómicas entre las personas en tanto que productores, empezando por argumentar
que era permisible, y verdaderamente necesario en interés de la objetividad científica, hacer
abstracción de esas relaciones (8). La tendencia gradual hacia la moderna ortodoxia
neoclásica pre-Keynesiana empezaba. Esta tendencia estuvo marcada en particular por la
emergencia de una teoría del valor subjetiva basada en la relación psicológica entre las
personas y los productos acabados más bien que en las relaciones sociales entre personas y
personas en la producción, y, finalmente, por el desarrollo de una nueva teoría de la
distribución la cual afirmaba que las diferencias sociales entre las clases que suministraban la
tierra, el trabajo y el capital no eran significativas respecto a las remuneraciones que recibían
(9). La sustitución de las anteriores teorías Clásicas del valor y la distribución por este tipo de
teorías fue la causa, según Marx, de que los economistas post-Ricardianos en su conjunto no
lograran penetrar a través de este disfraz exterior en la esencia interna y en la forma esencial
del proceso de producción capitalista.
Hubo otra tendencia en el pensamiento económico, indirectamente asociada con la anterior,
que reforzaba la creencia de Marx de que la economía ‘burguesa’ entró en un estado de
declive después de la muerte de Ricardo. Consistía en la afirmación (siguiendo a Schumpeter)
“que el proceso económico, por muy dado que sea a situarse bajo el impacto de
‘perturbaciones’, en su lógica pura permanece todavía libre, de ‘dificultades inherentes’
”(10).Esta tendencia desde luego ya se había puesto de manifiesto en los propios trabajos de
Ricardo, quien después de todo había aceptado la “Ley de Say” y explicado la tendencia
hacia un estado estacionario debido a la injerencia de factores externos; pero se acentuó más
en el trabajo de sus sucesores. Para Marx esto se explica por causas políticas, a las cuales
ciertamente se debía en gran parte, posiblemente asociadas a la mencionada tendencia a
abstraer las relaciones de producción.
Marx no anticipó que la economía “burguesa” llegara a reconocer franca y ampliamente que
el proceso económico no estaba después de todo libre de “dificultades inherentes“. Pero si
hubiera vivido para ver la “Revolución Keynesiana”, pienso que hubiera insistido en que el
análisis de Keynes de esas “dificultades inherentes” resultaba seriamente inadecuado,
precisamente debido a la continuidad del pensamiento Keynesiano respecto a la antigua
tendencia post-Ricardiana de hacer abstracción de las relaciones de producción. En otras
palabras, probablemente podría haber explicado lo inadecuado que resultaba el análisis
Keynesiano de las “dificultades inherentes” en términos similares a los que utilizó para explicar
la negación de la existencia de tales dificultades por los economistas ortodoxos de su propio
tiempo. A este punto nos referiremos de nuevo más adelante. Entretanto, vamos simplemente
a hacer notar que la definición de Keynes respecto a los economistas “Clásicos”, dando
énfasis a la continuidad de la “Ley de Say” y glosando sobre un número de diferencias vitales
entre el pensamiento Clásico y el post-Ricardiano, distrae seriamente la atención respecto de
ciertos factores determinantes que pueden ser muy importantes para situar el papel de Keynes
en la historia del pensamiento económico.
III
3
Hasta aquí hemos aceptado sin discusión la afirmación por parte de Keynes de que una más o
menos indiferenciada “Ley de Say” continuó constituyendo una parte básica de la ortodoxia
económica desde los tiempos de Ricardo hasta los del propio Keynes, sin interrupción. “La
idea de que podemos abandonar sin ningún riesgo la función de la demanda agregada”
escribía Keynes, “es fundamental para la economía Ricardiana, poniendo de relieve lo que se
ha estado enseñando a lo largo de más de un siglo”(11). Si se acepta este punto de vista, el
lugar de Keynes en la historia del pensamiento está perfectamente definida: representa
simplemente el hombre que libera a la economía ortodoxa de su larga dependencia de la “Ley
de Say”. En la realidad actual, sin embargo, la noción de una larga continuidad histórica de
una indiferenciada “Ley de Say” requiere cierta importantes cualificaciones que destruyen la
aparente simplicidad de esta interpretación . En este punto dos aspectos son especialmente
importantes.
En primer lugar, había una diferencia esencial entre el papel que desempeñaba la “Ley de
Say” en el sistema Ricardiano y el papel que gradualmente fue adquiriendo en el sistema de
sus sucesores. En el sistema de Ricardo, en términos generales, la “Ley de Say” jugó un rol
progresivo. Proporcionaba una respuesta efectiva a hombres como Spence, Chalmers y
Malthus que argumentaban (objetivamente a favor de los propietarios y otros “consumidores
improductivos” de su tiempo) que la acumulación de capital se produciría demasiado
rápidamente y causaría un “exceso generalizado” de mercancías. Tal argumento, en las dos
primeras décadas del siglo diecinueve, tenía claramente connotaciones reaccionarias. No
solamente esto, sino que la “Ley de Say” no era tan “fundamental para la economía
Ricardiana”, como Keynes consideraba. En cualquier caso, por lo que al propio sistema de
Ricardo se refiere, se trataba más bien de algo sobrepuesto a la estructura teórica básica que
de un elemento esencial de su propia estructura.(12)
En la economía post-Ricardiana, por otra parte, la “Ley de Say” empezó a asumir un nuevo y
mucho menos progresivo papel. En el sistema de Ricardo, había sido usada como arma
arrojadiza contra las fuerzas que trataban de frenar el avance del método de organización
industrial capitalista. En los sistemas post-Ricardianos, llegó a ser usada como un arma contra
un nuevo grupo de críticos más radicales del orden capitalista, particularmente aquellos
asociados con los movimientos de las clases trabajadoras. Una doctrina que podía ser
utilizada para mostrar que no había una tendencia inherente hacia una general
sobreproducción en una economía capitalista - o, mejor aun, que tal sobreproducción era
simplemente imposible - era obviamente una poderosa arma teórica para guardar en la
recámara después del periodo de revocación de las “Combination Laws”. Esto permitió a los
economistas ortodoxos explicar las crisis periódicas del capitalismo (las cuales empezaron a
manifestarse poco después de la muerte de Ricardo) en términos de operaciones de factores
exógenos o de la presencia de rigideces inamovibles, más que en términos de lo que Marx
llamó posteriormente las “contradicciones básicas del capitalismo”. El propio Keynes percibió
claramente la naturaleza del atractivo que poseía la “Ley de Say” para una clase capitalista,
que se encontraba a la defensiva frente al desafío radical:
“La absoluta victoria Ricardiana fue algo curioso y misterioso. Ello tuvo que ser debido a un
conjunto de idoneidades entre la doctrina y el entorno dentro del cual fue proyectada… Ello
permitía explicar mucha de la injusticia social y aparente crueldad como un inevitable
incidente en el sistema de progreso, y que el intento de cambiar tales cosas, encomendado a la
autoridad, es más probable que produjera más mal que bien. Esto proporcionó una medida de
4
justificación a las libres actividades de los capitalistas individuales, que se sentían respaldados
por el soporte de una fuerza social dominante existente bajo las autoridades”(13)
En segundo lugar, por lo que a los predecesores inmediatos de Keynes concierne, la noción
de que su trabajo estuvo invalidado por la omnipresente “Ley de Say”, que Keynes tenía la
misión histórica de exorcizar, es tan errónea que resulta ridícula. La caracterización que hizo
Keynes de los economistas neoclásicos los convirtió en el blanco de todas sus críticas, pero
sus predecesores inmediatos, en relación a la “Ley de Say”, no fueron tan locos como los
hacía aparecer en algunas ocasiones.(14) Después de todo, ellos habían discutido
ocasionalmente aspectos monetarios y de ciclo económico!. El punto realmente esencial - el
cual es tan simple que puede ser ignorado - es que los predecesores inmediatos de Keynes
estuvieron interesados en un particular tipo de problemas para los cuales la cuestión de verdad
o falsedad de la “Ley de Say” no era realmente relevante. “La dificultad de la caracterización
que hace Keynes de la teoría ortodoxa”, como el Dr. Blaug ha dicho, “no es simplemente que
ningún economista haya sostenido nunca todas las ideas que Keynes atribuye a los clásicos,
sino que casi ningún economista después de 1870 consideró el tipo de problemas
macroeconómicos que preocuparon a Keynes”(15). Y cuando fijaron su atención en estos
problemas, generalmente reconocieron, con frecuencia explícitamente, lo muy limitado del
significado práctico de la “Ley de Say”, por lo menos a corto plazo. (16).
En resumen, sería un error asignar un papel a Keynes en la historia del pensamiento
económico basado en su reacción en contra de la “Ley de Say”, la cual había sido de hecho
“fundamental para la economía Ricardiana” únicamente por un periodo histórico
relativamente corto. Contra lo que estaba reaccionando, básicamente, era contra la continua
preocupación de la mayoría de los economistas por el análisis microeconómico en unos
momentos en que los problemas prácticos que había que resolver estaban pidiendo a gritos
análisis de tipo macroeconómico.
IV
Una consecuencia de lo que se ha dicho, es que la Teoría General podría implicar un
movimiento de retroceso desde el Neoclasicismo hacia el Clasicismo, por lo menos hasta
donde Keynes, al igual que Smith y Ricardo, estaba interesado en el tema de las variaciones
del ingreso agregado. El problema típico de los Neoclásicos era como distribuir un ingreso
dado de la forma más “racional” o “económica” - p.e. como optimizar la escasez. El rechazo
de Keynes del supuesto de un ingreso dado, y su interés por los factores determinantes de
ouput agregado, supusieron verdaderamente que algo tan viejo como el problema del los
Clásicos de asegurar “una abundancia de mercancías” era situado nuevamente en la agenda.
No solamente el trabajo de Keynes hizo revivir el interés por este problema clásico, sino que
también contribuyó a la rehabilitación de un concepto clásico esencial que había ido cayendo
en desuso desde la muerte de Ricardo. En el sistema de Ricardo se daba generalmente por
sentado que la acumulación podía mayormente ser considerada como una función del
excedente social, y en particular de la parte del excedente que constituian los beneficios. La
noción de que el volumen de la acumulación estaba determinado por la capacidad de
acumular tendía a predominar sobre la noción de que estaba determinado por la tasa de
5
recompensa por la acumulación. En el periodo post-Ricardiano, por razones que hemos
analizado anteriormente (17), la segunda noción gradualmente tendió a predominar sobre la
primera, de forma que el volumen de ahorro a la larga vino a concebirse como una función
más o menos exclusiva de la tasa de beneficios o de interés. A partir de aquí quedaba
solamente un paso para establecer la teoría de que el ahorro y la inversión se mantenían
automáticamente iguales entre sí simplemente manipulando la tasa de interés.
La crítica de Keynes a esta teoría constituyó el punto crucial en la transición desde el sistema
microestático Neoclásico al sistema macroestático Keynesiano, y esta crítica jugó un papel
fundamental para que la “nueva” noción de ahorro fuera contemplada como una función del
ingreso más que de la tasa de interés. Paul Samuelson, en un interesante pasaje en el que trata
del “proceso de pensamiento” refiriéndose a la Teoría General, habla de:
La vital importancia de la función de consumo: contemplando la propensión a consumir en
términos de ingreso; o viéndola desde el lado opuesto como la propensión a ahorrar. Con una
inversión dada como una constante o en términos programados, nos encontramos en
disposición para establecer de la forma más sencilla un sistema determinado de equilibrio con
subempleo, por medio del “cruce Keynesiano entre ahorro-inversión-ingreso”, el cual no
difiere formalmente de “cruce Marshalliano entre oferta-demanda-precio”.
Inmediatamente cada cosa se pone en su lugar: el reconocimiento de que la intención de
ahorrar puede disminuir el ingreso y finalmente el ahorro; el hecho de que un incremento
autónomo neto del ingreso, de la balanza exterior, los gastos gubernamentales, o el consumo
resultará un incremento de ingreso mayor que el inicial, etc., etc.
Se puede decir, en cierto sentido, que Keynes no solamente colocó de nuevo en primer plano
la problemática de la economía Clásica, sino que además adoptó, como un instrumento muy
importante, uno de los conceptos que los economistas Clásicos habían utilizado para tratar
este problema.
Pero sólo “en cierto sentido”. El interés de Keynes ciertamente se centró en investigar las
causas de los movimientos del ingreso, pero se trataba de movimientos muy diferentes a los
tratados por Ricardo. Este examinaba las fuerzas que producen un secular incremento del
ingreso (y los cambios en su distribución) en el largo plazo, Keynes examina las fuerzas que
producen fluctuaciones en el ingreso en el corto plazo. Sus objetivos básicos eran diferentes,
y, a pesar de ciertos parecidos superficiales notables, sus técnicas eran diferentes. Es cierto
que Keynes, al igual que Ricardo (aunque mucho más profundamente), puso énfasis en que el
ahorro debía ser considerado como una función del ingreso. Pero el ingreso de quien?
Ricardo siempre contempló la acumulación como proviniendo más o menos exclusivamente de
una clase social particular, la clase que vivía de los beneficios. Los trabajadores no tenían
realmente el poder de acumular, y los propietarios de la tierra, aunque tenían la posibilidad,
por lo general no denotaban una predisposición a acumular. En el sistema de Keynes, sin
embargo, el ahorro aparece como una función del ingreso agregado de la comunidad en su
conjunto, abstrayéndose casi completamente de las diferencias entre clases sociales que
Ricardo había tomado como punto de partida.
Finalmente, debe puntualizarse que la Teoría General de Keynes, aunque en cierto aspecto
más “general” que el sistema Neoclásico, era de hecho en otro sentido menos “general” que
el sistema Clásico. Keynes utilizó el vocablo “general” en el título de su libro con el fin de
llamar la atención en su visión de que la situación de equilibrio con pleno empleo,
6
supuestamente asumida por los autores neoclásicos, era realmente sólo “un caso particular
entre las posibles posiciones de equilibrio”(19). Esta claro, que el uso del vocablo “general”
no implicaba su intención de que su teoría fuese considerada como un sustituto del conjunto
doctrinal de la teoría Neoclásica ortodoxa. Sus quejas contra esta teoría eran debidas
simplemente a que no podían “resolver los problemas económicos del mundo actual” y más
concretamente el problema del desempleo masivo. Si este problema podía de hecho ser
resuelto, p.e.., “Si nuestros controles centrales tuvieran éxito en establecer un volumen
agregado de ouput correspondiente al pleno empleo o lo más cercano posible”, entonces,
decía Keynes,:
la teoría Clásica recuperaría de nuevo su punto de partida. Si suponemos que el volumen de
ouput está dado, p.e., estando determinado por fuerzas ajenas al esquema clásico de
pensamiento, entonces no hay ninguna objeción para mantener, contra el análisis clásico de la
forma en que el propio interés privado determinará lo que en particular hay que producir, en
que proporción los factores de producción se combinarán para producirlo, y como el valor
del producto final será distribuido entre ellos.(20).
Este párrafo revela muy claramente que el sistema de Keynes era menos “general” que el
sistema Clásico (propiamente dicho), el cual nunca hizo este tipo de distinción entre análisis
microeconómico y macroeconómico. Para Smith y Ricardo, el problema macroeconómico de
las “leyes de funcionamiento” del capitalismo aparecen en su agenda como el principal
problema y parecía necesario que el conjunto del análisis económico , incluyendo las teorías
básicas del valor y la distribución, fueran deliberadamente orientadas hacia su solución. Para
Keynes, sin embargo, no parecía que una teoría “general” en este sentido Clásico fuera
necesaria para la solución del conjunto de problemas macroeconómicos en los que estaba
interesado. La microeconomía ortodoxa podía ser dejada en paz, todo lo que debía hacerse
era complementarla con un adecuado suplemento macroeconómico.
V
Marx heredó una parte importante de la perspectiva y su estructura teórica Clásica, y no
cabe duda de que hay un importante elemento de verdad en la ahora tópica descripción de él
como “el último de los economistas Clásicos”. Pero su propia contribución fue mucho mas
significativa, y mucho más idiosincrásica de lo que esta descripción parece implicar. Su
objetivo era el de liberar a los economistas Clásicos de su prisión “burguesa”, un objetivo que
persiguió con especial vigor en dos campos. El primero fue la teoría del beneficio: el problema
del origen y persistencia del beneficio bajo condiciones de competencia, Marx creía, que no
podía ser resuelto adecuadamente sino se “empezaba desde” las relaciones de producción
entre trabajadores asalariados y propietarios del capital características de las economías
capitalistas. La segunda fue la teoría de los ciclos: el problema de las fluctuaciones cíclicas,
argumentaba, no podía ser resuelto en términos de factores externos, sino sólo considerando
sus fluctuaciones como el reflejo de ciertas profundas contradicciones sociales y económicas
inherentes al propio modo de producción capitalista.
7
He aquí un paralelo obvio entre Marx y Keynes, y era de prever que la publicación de la
Teoría General daría lugar a un número creciente de especulaciones acerca de las relaciones
de los sistemas Marxista y Keynesiano. No es demasiado difícil encontrar un cierto número
de otros paralelismos, con variables grados de significación, entre el Capital y la Teoría
General. Ciertamente hay ciertas similaridades que son obvias, por ejemplo, entre las
respectivas explicaciones dadas por Marx y Keynes de las fuerzas que determinan la
periodicidad del ciclo, y entre sus consideraciones respectivas del papel que juega la
especulación. Todavía hay otro paralelo obvio, el cual yo mismo no he sido nunca capaz de
ver sino como algo puramente formal, entre la teoría del valor trabajo de Marx y el concepto
“salario-unidad” de Keynes. Mucho más relevante para la cuestión son los famosos esquemas
de reproducción de Marx, los cuales han sido objeto de considerable atención por parte de
quienes se han interesado en las relaciones entre Keynes y Marx. La Sra. Robinson nos dice
que Khan, en el famoso “circulo” en que el Tratado de Keynes fue discutido en 1931,
“explicaba el problema del ahorro y la inversión imaginándose un cordón alrededor de las
industrias de bienes de capital y a partir de aquí, estudiando los intercambios comerciales
entre ellas y las industrias de bienes de consumo; luchaba para llegar a redescubrir el esquema
de Marx”(21). La Sra. Robinson añadía que si Keynes hubiera tomado a Marx como punto
de partida, como hizo Kalecki, se habría ahorrado muchos problemas.
Si un estudio de los esquemas de reproducción de Marx puede revelar ciertas importantes
similitudes con Keynes, también puede servir para sacar a la luz un número de disimilitudes
que son como mínimo de la misma importancia. Los agregados de Marx, como el Profesor
Tsuru ha destacado en un estimulante artículo, “se encuentran a medio camino en el viaje
teórico de Marx desde la más abstracta discusión del valor hasta la más concreta aclaración
de las crisis y otros fenómenos típicamente capitalistas”(22). Esto significa que la discusión de
Marx sobre sus esquemas de reproducción del Volumen II del Capital está basada en una
cantidad de supuestos simplificadores, siendo el más notable el supuesto de que todos los
bienes concernidos son comprados y vendidos a sus valores Marxianos. (de forma similar, en
el análisis de Volumen III sobre la tendencia a largo plazo de la caída de la tasa de beneficios,
se asume que todos los bienes se venden a los “precios de producción” que se derivan de sus
“valores”). Esto implica, desde luego, que los agregados de Marx no son “operacionales” en
el sentido en que lo son los de Keynes, un hecho que frecuentemente se utiliza para demostrar
la superioridad del sistema Keynesiano sobre el Marxista. Es verdad, como Tsuru
destaca,(23) que el esquema Marxiano podía haber ido más lejos con la incorporación de una
teoría de ajustes paramétricos si se hubiese deseado abordar los problemas en que Keynes
estaba particularmente interesado. Pero el método del enfoque de Marx no era arbitrario, y el
hecho de que tratara estas partes de su análisis en términos de “valores” y “precios de
producción” en vez de en términos de precios de mercado no puede ser tomado como
indicativo de que no se sintiese preocupado por el corto plazo. Más bien, reflejaba su visión
de que el fenómeno del corto plazo, incluyendo notoriamente el fenómeno de los ciclos, no
podía ser adecuadamente analizado aislado de las tendencias a largo plazo, y que las causas
básicas de ambas, las tendencias a largo y corto plazo, debían ser vistas ante todo dentro de
las relaciones sociales fundamentales entre hombre y hombre en la esfera de la producción, las
cuales se reflejaban en primera instancia en los “valores” y “precios de producción” de los
bienes. Por ejemplo, uno no podría presentar adecuadamente un conjunto de factores como
la causa de la tendencia a largo plazo de la caída de la tasa de beneficios (en términos de
“valores”), y otro conjunto completamente separado de factores como la causa de la caída de
8
beneficios o de la expectativa de beneficios (en términos de precios) a corto plazo, lo cual
precipitaría la crisis por sus efectos sobre el estímulo a la inversión. Los factores cuyo
incesante conflicto e interacción producen estos dos tipos de fenómenos estaban, desde el
punto de vista de Marx, íntimamente ligados entre sí, y provenían de ciertas contradicciones
implícitas en las relaciones de producción que caracterizan a la economía capitalista.
La contradicción básica del modo de producción capitalista, que en cierto sentido es el origen
de todas las demás, era esencialmente, desde el punto de vista de Marx, una contradicción
entre “tendencia” y “objetivo”. La tendencia del modo de producción capitalista, escribe
Marx, es “hacia un absoluto desarrollo de las fuerzas productivas, sin tener en cuenta el valor
y la plusvalía que representan y sin reparar en las condiciones sociales bajo las cuales la
producción capitalista tiene lugar”. El objetivo inmediato del sistema , por otra parte, es
“preservar el valor del capital existente y promover su auto-expansión al límite más elevado
posible”. El objetivo y la tendencia están en continuo conflicto. El empeño capitalista es
promover la acumulación y la productividad, con el fin de incrementar sus beneficios y el
valor de su capital. Pero los cambios tecnológicos asociados con la acumulación incrementan
la composición orgánica del capital, y por tanto, a menos que su efecto sea compensado, son
causa de la caída a largo plazo de la tasa de beneficios. La continua acumulación,
nuevamente, incrementa la masa de los bienes de capital, pero al mismo tiempo conlleva una
depreciación periódica del valor del capital existente, lo cual “perturba las condiciones dadas,
dentro de las que se desarrolla el proceso de circulación y reproducción del capital, y es así
mismo, acompañado por repentinas desaceleraciones y crisis en el proceso de producción”.
Y la lucha del capitalista para incrementar su tasa de beneficios y su tasa de acumulación
implica una restricción inmediata del consumo tanto para si mismo como para sus
trabajadores. “Estas diferentes influencias” argumenta Marx,
“pueden a veces operar una al lado de la otra en el espacio y otras veces sucederse en el
tiempo. De vez en cuando, el conflicto de intereses antagónicos encuentra una válvula de
escape en las crisis; son siempre soluciones momentáneas y enérgicas a las contradicciones
existentes. Son
erupciones violentas que por un tiempo restauran el equilibrio
distorsionado”.(24)
Así pues, aunque en la “producción ampliada” existe la posibilidad teórica de un “balance”
entre los distintos sectores de la economía, cuyas condiciones pueden definirse
cuidadosamente, tal “balance” puede en realidad ser alcanzado sólo accidentalmente, o por
el tipo de restitución forzosa del equilibrio descrita anteriormente.(25)
Si bien es verdad, que tanto Marx como Keynes rechazan la “Ley de Say” y aducen factores
endógenos para la explicación de las fluctuaciones cíclicas, el parecido no va mucho más lejos
que esto. La primera y más obvia disimilitud es que mientras el análisis del ciclo de Marx era
una parte integral de un análisis macrodinámico de tipo muy amplio, bastante similar en
alcance al de sus predecesores Clásicos, el análisis de Keynes del desequilibrio con
subempleo tuvo más o menos exclusivamente un carácter macroestático. Keynes enfatizando
que “en el largo plazo estaremos todos muertos”, asumía deliberadamente que las técnicas de
producción, tamaño de las plantas, etc.., se mantendrían sin cambios. Como Schumpeter
puntualizó, en el modelo básico de Keynes ( si bien no siempre en los argumentos que lo
apoyaban) “todos los fenómenos que inciden en la creación y cambio del aparato (industrial),
es decir, los fenómenos que dominan el proceso capitalista, quedan de este modo excluidos
9
de consideración”.(26)La segunda disimilitud se desprende de lo que se ha dicho al final de la
sección previa acerca de los grados comparativos de “generalidad” de los sistemas Clásico y
Keynesiano. Marx, al igual que Smith y Ricardo, no hace distinción entre análisis
microeconómico y macroeconómico, y deliberadamente orienta su teorías sobre el valor y la
distribución hacia la solución del problema de las “leyes de funcionamiento” del capitalismo.
La tercera disimilitud, que está profundamente ligada a las dos anteriores, es simplemente que
mientras la teoría de Marx estaba expresada “en término de” las relaciones de producción
peculiares del capitalismo, Keynes en su mayor parte hizo abstracción de estas relaciones,
considerándolas simplemente como una parte del entorno “dado” dentro del cual las variables
que consideraba significativas se interaccionaban entre sí.
Este último punto requiere una explicación algo más elaborada. Los agregados Keynesianos,
como ha dicho el Profesor Tsuru, a diferencia de los agregados Marxianos, “no tienen
necesariamente que referirse específicamente al capitalismo…En cualquier tipo de sociedad,
sea trival-primitiva o socialista, es posible aplicarlos y referirnos a sus ratios por medio de
términos tales como ‘la propensión al consumo’, ‘la propensión a invertir’ etc.”(27). En el
sistema de Keynes, juegan un papel crucial tres “variables independientes”, las cuales están
deliberadamente definidas en términos a-sociales. Estas variables son ”la psicológica
propensión a consumir, la psicológica actitud hacia la liquidez y las expectativas psicológicas
de futuras rentas provenientes de los activos de capital”. (28) Si la “estructura social”, la
“técnica actual”, el “nivel de competencia”, etc. se toman como datos, argumenta Keynes,
entonces las “variables independientes” determinarán las “variables dependientes” (volumen
de empleo y renta nacional). Keynes reconoce, desde luego, que los factores “tomados como
dados” tienen influencia en las “variables independientes”; pero afirma que “no las determinan
completamente”, y asume que la naturaleza de su influencia, excepto en casos especiales, no
necesita ser investigada. Para Marx, por el contrario, parecía obvio que era precisamente este
campo de investigación el que era verdaderamente crucial.
VI
Aquellos de nosotros que en los años siguientes a la publicación de la Teoría General
profetizamos que la estructura de la ortodoxia económica se mostraría pronto lo suficiente
flexible como para acomodar el análisis de Keynes, y que hablar de la “Revolución
Keynesiana” era por tanto una afirmación errónea, debemos simplemente reconocer que nos
habíamos equivocado. Hoy, treinta años después de la Teoría General, la avalancha de
artículos y libros resumiendo, interpretando, desarrollando y atacando el trabajo de Keynes
no muestra signos de decaimiento. Es tan grande el volumen de esta literatura “postKeynesiana” , que verdaderamente es muy difícil identificar incluso cuales son las tendencias
que tienen importancia en el día de hoy, y más todavía aquellas que los historiadores del
futuro reconocerán como importantes en relación con la cuestión del lugar que debe ocupar
Keynes en la historia del pensamiento económico. Creo que no es posible hacer mucho más
en esta coyuntura, que clasificar un número de las tendencias actuales bajo dos amplios
apartados.
10
El primero de estos apartados agrupa ciertas tendencias que en conjunto significan una
regresión respecto a la visión fundamental de Keynes del capitalismo como un sistema
intrínsecamente inarmónico en el cual no existe una Mano Invisible que equilibra
automáticamente los niveles de inversión con los niveles de ahorro de pleno empleo. Para el
mismo Keynes, que estaba implicado en el análisis de las fluctuaciones de rendimientos a
corto plazo, el supuesto de la ausencia de semejante Mano Invisible era mucho más
importante que las diversas razones particulares que podían ser esgrimidas para justificar su
ausencia en cualquier caso dado.(30). Después de Keynes, sin embargo, cuando la
propensión psicológica de los economistas a formalizar había tenido tiempo de operar , la
cuestión de estas razones empezó a aparecer como mucho más importante . ¿En cuales de
estas razones confió Keynes? ¿Cuales de ellas eran realmente importantes? ¿Bajo que
circunstancias no sería operativa ninguna de ellas, de forma que la Mano Invisible volvería a
ocupar nuevamente su papel? El camino estaba ahora abierto para que florecieran cientos de
modelos basados en diferentes conjuntos de supuestos, incluyendo, desde luego, modelos
neo-Clásicos restaurados en los que se suponía que el crecimiento era posible sin alejarse
significativamente del pleno empleo. La caricatura que Keynes hizo de los economistas
Neoclásicos empezó a provocar las inevitables represalias, y la resurrección del Efecto Pigou
sirvió “para salvar la cara y el honor de los creyentes en el equilibrio armónico”(31) y hacer
parecer menos probable que las trampas de liquidez y los intereses-inelásticos de los planes
de inversión pudieran evitar la consecución del pleno empleo.
Esta vuelta al pasado, desde la original visión Keynesiana, que en parte fue posible,
paradójicamente, utilizando los instrumentos y técnicas proporcionados por el mismo Keynes,
(32) es desde luego algo más que un mero subproducto de las precipitadas construcciones de
modelos estimuladas por la Teoría General, y algo más que un mero reflejo de la notoria
dificultad teórica de reconciliar competencia con desempleo.(33) No es fácil vivir sin el
confortable supuesto de la presencia de una Mano Invisible, y para muchos economistas,
después de una debida reflexión , la interpretación de Keynes de las fluctuaciones cíclicas,
que ponen de relieve la importancia de los factores endógenos sobre los exógenos, empieza a
aparecer quizás un poco arriesgada. Pero el retroceso ha sido estimulado sobre todo por el
simple hecho de que, contrariamente a lo que todos esperaban, no ha habido una depresión
importante en el mundo capitalista por espacio de veinticinco años. Esto ha provocado, en la
opinión de muchos modernos economistas, el mismo tipo de reacción que se provocó, en una
situación no muy diferente, en las mentes de alguno de sus predecesores después de la muerte
de Ricardo: si las cosas de hecho se han sucedido mucho mejor de lo que Keynes (o Ricardo)
anticiparon, no debe haber algo radicalmente erróneo en la teoría básica de Keynes (o
Ricardo)?. No es fácil determinar cual podría ser la causa de esta aparente contradicción
entre teoría y realidad. ¿Puede uno empezar hablando en términos de tendencias
Keynesianas “innatas” que están ahora siendo contrapesadas por la acción de gobierno? ¿O
puede uno quizás empezar postulando la existencia de tendencias hacia el pleno empleo, p.e.
por medio de los cambios equilibradores en la distribución del ingreso?. La elección de la
acción realmente seleccionada dependerá de las predilecciones personales, y puede también,
desde luego, depender del lado particular del Atlántico en el que al economista le ha tocado
vivir.
El segundo apartado incluye las tendencias que han llevado a la transformación de la teoría
macroestática propia de Keynes a una teoría macrodinámica más realista y de mayor alcance.
El que la palabra correcta sea “transformación” es desde luego materia corriente de
11
controversia: hasta donde la Teoría General sembró las semillas de la macrodinámica moderna
no es fácil de determinar. Tampoco es fácil juzgar si y en que sentido la teoría macroestática
Keynesiana era en realidad un ”fundamento indispensable” para el sistema macrodinámico
moderno. Pero en cualquier caso puede decirse que el sistema de Keynes proporcionó los
estímulos básicos para la emergencia del moderno sistema macrodinámico, en el cual se
puede y se está prestando mayor atención a las “relaciones de producción“ más atención que
la que el propio Keynes les pensaba prestar. Una vez el uso de los agregados apropiados se
ha hecho respetable, la desagregación pasa a ser posible: por ejemplo, los ahorros de los
receptores de beneficios pueden ser separados de los otros grupos sociales que los recibe.
Una vez que el concepto de corriente neta de ingresos ha sido incorporado a nuestra teoría,
podemos empezar a preguntarnos acerca de las características del organismo económico
dentro y fuera del cual estos ingresos fluyen.(35). Una vez que se ha dado el énfasis
apropiado a los efectos renta de las inversiones , podemos proceder a preguntarnos sobre sus
efectos para añadir capacidad productiva. Y una vez hayamos analizado el problema de la
determinación del volumen de producción bajo condiciones competitivas, podemos proceder
a introducir el monopolio en nuestro cuadro. El resultado neto de este segundo conjunto de
tendencias ha sido la emergencia de un número de teorías macrodinámicas que están mucho
más cerca de las teorías Clásica y Marxista, en espíritu y frecuentemente en contenido real, de
lo que nadie razonablemente había anticipado. En el largo plazo, puede bien ser que el
“poderoso impulso” (36) dado por Keynes, quizás inintencionadamente, al análisis
macrodinámico sea el factor principal para determinar su lugar en la historia del pensamiento
económico.
Pero si dijéramos solamente esto podría parecer que ignoramos el aspecto más importante de
todos. Estamos viviendo en un tiempo en el que la naturaleza y la función de la ciencia
económica en su conjunto está experimentando una profunda revolución . Existen varios
caminos para describir esta revolución: a mí me gusta pensar en ello en términos de la
transformación de la economía en un ciencia, o quizás en un arte, de gestión económica, o
ingeniería social, y ligar esto con el declive en nuestros días del concepto de la mecánica
económica. (37) La cuestión no es simplemente el que hoy el análisis económico esté siendo
llevado a incidir en la política pública en un grado mayor que el que había realizado nunca,
sino que la naturaleza conjunta del análisis económico está siendo cambiada radicalmente en
función de tratar de manera efectiva los nuevos problemas de política económica que están
emergiendo en un mundo en el cual el dominio de la mecánica económica está disminuyendo
constantemente. Es evidente que el sistema teórico Keynesiano es desde luego uno de los más
“mecanicistas“. Pero al concentrarse, como se ha hecho, en la tendencia de la máquina para
generar desempleo y capacidad ociosa , y centrar la atención sobre los agregados que eran
no solamente cruciales desde un punto de vista de política económica sino también
mensurables estadísticamente, se ha dado un tremendo ímpetu al desarrollo de un nuevo tipo
de pensamiento económico que nuestro tiempo requiere. Al convertir en respetable la
interferencia con la operación mecánica y situándola en algo con base científica, Keynes
ayudó a preparar el camino para un nuevo tipo de pensamiento económico el cual puede muy
bien trascender a todos los sistemas económicos anteriores, incluyendo el suyo.
REFERENCIAS
12
(1) Este ensayo es una versión mejorada y reescrita de un artículo que fue publicado en el
Modern Quaterly, Invierno 1950-51.
(2) General Theory, p. 3, pie de página
(3) Critique of Political Economy, p. 56
(4) Cf. posterior, p. 181
(5) General Theory, p. 18
(6) Capital, Vol.I, p. 81, pie de pág.
(7) Cf. anterior pp 15 a 49-50, y posterior, p. 204
(8) Cf. anterior, pp. 15-16, y posterior, pp. 205-6
(9) Cf. mis Studies in Labour Theory of Value, pp. 243-56
(10) Schumpeter, History of Economic Analysis, p. 559, pie de pág.
(11) General Theory, p. 32
(12) Cf. anterior, pp. 55-66
(13) Keynes, General Theory, pp. 32-3
(14) Cf. G. Haberler The General Theory after Ten Years, reeditada en Keynes’ General
Theory: Reports of Three Decades, pp. 281-4
(15) Economic Theory in Retrospect (Homewood, Illinois, 1962), p. 601
(16) Ver Marshall, Principles of Economics (8 th de., London, 1946) pp 710-12
(17) Pp. 87-8
(18) Keynes’ General Theory: Reports of Three Decades, p.330
(19) General Theory, p. 3
(20) Ibíd., pp 378-9
(21) Robinson, Collected Economic Papers, Vol.III, p.96
(22) Shigeto Tsuru, Keynes versuus Marx: The Metodology of Aggregates, in PostKeynesian Economics (de. Kurihara, London, 1955), p. 340
(23) Op. Cit., pp 335-6
(24) Citas en este párrafo del Capital, Vol III, p. 244
(25) 25 Cf ibíd. Vol II, pp. 494-5
(26) Schumpeter, en The New Economics, p. 93
(27) Tsuru, op. Cit., p.336
(28) General Theory, p. 247
(29) Ibíd. pp. 245-7
(30) Cf. Samuelson, en Keynes’ General Theory: Reports of Three Decades, p. 231
(31) Samuelson, o. cit., p 333
(32) Cf. Samuelson, o. Cit. P.334
(33) Cf. G. Haberler, en Keynes’ General Theory: Reports for Three Decades, p. 284
(34) Ibíd Harrod, p. 140
(35) Cf. Tsuru. O. cit., p 341
(36) Schunpeter, History of Economic Analysis, p. 1184
(37) Ver mi Inaugural Lecture, The Rise and Fall of the Concept of Economic Machine
(Leicester, 1965)
13
ECONOMIA E IDEOLOGIA Y OTROS ENSAYOS
Estudios sobre el Desarrollo del Pensamiento Económico
EL LUGAR DE KEYNES EN LA HISTORIA DEL PENSAMIENTO ECONOMICO
RONALD L. MEEK
Profesor de Economía de la Universidad de Leicester
14
CHAPMAN AND HALL LTD
11 New Fetter Lane London EC 4
15
Descargar