ELLO,YO Y SUPERYO EN 35MM En 1895, al mismo tiempo que Sigmund Freud cambiaba el rumbo de la psicología para siempre con sus Estudios sobre la histeria, Auguste y Louis Lumière mostraban al mundo que las imágenes también pueden tener movimiento. El cine y el psicoanálisis nacieron a la vez y no pasaría mucho tiempo hasta empezar a influenciarse mutuamente. Alfred Hitchcock es uno de esos directores de mente laberíntica, de razonamientos impredecibles, maestro del suspense y dueño de la psicología de los espectadores. El psicoanálisis siempre ha aparecido en sus largometrajes de forma implícita o explícita. Freud estaba detrás de un movimiento de cámara, de un argumento, de un pensamiento o una acción de un personaje. Hitchcock invitó al espectador a psicoanalizar desde la butaca a sus personajes para pasar a psicoanalizarse a sí mismo a través de ellos. Tirar de sus hilos y hacerles bailar con crueldad en el tablado de la moral, la histeria y el miedo. Reflejar en ellos sus propios traumas y sueños inalcanzables, reflejarlos también en el espectador que se siente identificado o en aquel voyeur que se recrea en juicios moralistas. Spellbound (1945) fue su primera película en la que las teorías de Freud aparecían explícitamente en el guión. Inspirada por Misteries of a soul de Pabst, donde aparece por primera vez el tema en el cine. El argumento y la credibilidad de la historia era contingente de estas teorías psicoanalíticas, las cuales eran tratadas muy superficialmente creando fuertes inestabilidades argumentales. El psicoanálisis estaba de moda y se habló de su abuso en la trama como un reclamo comercial. El mismo Hitchcock definió la trama como: “Just another manhunt wrapped in pseudo-psicoanalysis”. Mezclando a partes iguales realismo y ficción, nos narra la historia de Gregory Peck, un supuesto asesino que cree haber adoptado la identidad de su víctima y perdido la suya propia, e Ingrid Bergmann, psicoanalista que se enamora de él y mediante técnicas psicoanalíticas intenta hacerle recordar quién es y qué ha pasado realmente. Usando un sueño ideado por Salvador Dalí como vehículo explicativo. El desenlace está basado vagamente en la teoría del complejo de culpabilidad, pero exagerado para poder hacerlo encajar en el argumento. A pesar de las debilidades argumentales, la película introduce un concepto muy interesante. El psicoanálisis progresivo del personaje no es una tarea aislada de Ingrid Bergman, sino también del espectador, que además le enjuicia. Probablemente esta idea deja ver toda su trascendencia psicológica en la soberbia escena final donde el público vive en primera persona la decisión entre asesinar a Ingrid Bergman o suicidarse, afectados por el complejo de culpabilidad de haber estado juzgando al personaje decidimos suicidarnos. Vertigo(1958) es la película con la que seguramente Freud hubiera disfrutado más. Aquí, al igual que en Spellbound, el complejo de culpabilidad juega un papel clave predisponiendo la psicología del personaje. Un trauma latente ya no solo en el miedo a las alturas sino en el miedo al fracaso. Todo esto unido a una desposesión absoluta de la identidad de Kim Novak, que es distorsionada constantemente confundiendo a partes iguales a Scotty y al espectador, basándose en la idea psicoanalítica de que la razón está siempre indeterminada por el inconsciente. Hitchcock se lleva al inconsciente de viaje en un patrón circular distorsionador y confuso, construido sobre manipulaciones de una manipulación. Encerrando progresivamente a James Stewart en sus propios temores mediante planos interiores, y a la vez reflejando la fobias de Scotty en el espectador, ese travelling hacia atrás con zoom hacia delante es la visión del espectador a su propio abismo personal. La muerte de Kim Novak, pérdida del objeto de deseo de James Stewart, se transforma en una pérdida del ego, su mundo se convierte en algo pobre y vacío, su melancolía es la pérdida de su propio ego. Esto más tarde se transforma en la actitud sadista hacia Judy. El fetiche que lleva al límite en la escena del vestido, como el propio Hitchcock describió: “James Stewart pretende desnudarla en vez de desvestirla.” A la vez que su obsesión se agudiza nos vamos dando cuenta de que esta identidad es un fantasma, es Carlotta Valdes. La imagen de ella saliendo del baño (grabada magistralmente con filtros de niebla y usando la reflexión de un cartel de neón que había enfrente de la ventana) nos augura lo que el espectador esperaba, su fantasía es un fantasma. James Stewart es Orfeo esforzándose por traer de vuelta a Eurídice del Hades, y una vez que la ha mirado se desvanece. El descubrimiento de la verdad y la consecuente desilusión le convierten gradualmente en villano. Supera su vértigo pagando el precio de la deshumanización. En este punto el espectador ya ha despreciado a James Stewart y se ha apiadado de la pobre Judy, Hitchcock les ha invitado a que psicoanalicen todo lo ocurrido y hagan un veredicto en la escena final, el personaje se va a suicidar tras ver a Judy morir o está lo suficiente deshumanizado como para vivir con ese peso para siempre. Psicosis (1960) es la película donde Hitchcock vuelca todos sus traumas personales. Considerado el primer “Thriller psicoanalítico”, el mismo Joseph Stefano reconoce que la segunda tópica de Freud le influenció al escribir el guión. El film comienza con el discurso moralista de Marion Crane por formalizar su relación con su novio dejando entrever la lucha entre el ello y el yo, con el yo usando al superyo. Esto es la lucha entre sus pasiones y sentimientos reprimidos opuestos a su código moral, a las convenciones sociales. Tras robar el dinero esta lucha se intensifica y Janet Leigh va desarrollando una neurosis obsesiva. Con la figura del patrullero de carretera Hitchcock nos muestra uno de sus mayores miedos, la autoridad policial. Hitch cuenta que con 4 o 5 años su padre le envió a la comisaría con una carta, allí le encerraron durante 10 minutos por “mal comportamiento”, lo que le causó un trauma de por vida. Aquí la figura del policía no da relevancia a la trama, simplemente acentúa la persecución psicológica que el personaje sufre y enciende la neurosis histérica que lleva conformándose desde el inicio de la película. Pero la profundidad y relevancia psicoanalítica empieza realmente cuando, sin previa presentación, hace aparición Norman Bates (Anthony Perkins) probablemente la figura más Freudiana de toda la historia del cine. La complejidad de la psicología del personaje ha hecho correr ríos de tinta y aún hoy en día su monologo final llena hojas de tesis doctorales. Alfred Hitchcock se siente profundamente identificado con el personaje de Robert Bloch. El director desde muy joven experimentó una castración no solo a nivel sexual, sino a un nivel emocional y espiritual, que al crecer ha quedado reducida al conocido absentismo sexual que practicaba. De la truculenta relación con su progenitora es sabido, por ejemplo, que le obligó hasta los veintiún años a confesarse al pie de la cama. Bates sufre lo que Freud identifica como un complejo de Edipo no resuelto, latente en el asesinato de su madre y su amante. La cruel realidad no deja adaptarse al yo, la psicosis nace como un triunfo del deseo contra la realidad. Una psicosis que Hitchcock entendía y compadecía. Sentimiento que intenta transmitir al espectador. Este se encuentra inicialmente consternado por la prematura muerte de la estrella de la película a la cual comenzaba a entender y compadecer, pero toda esa emoción ahora la canalizamos en Norman Bates, pensamos que es una víctima de las circunstancias que intenta proteger a su madre, todos deseamos que ese coche termine de hundirse en el pantano. Es aquí donde una vez más los espectadores se autopsicoanalizan a partir de una imagen semejante, al mismo tiempo que lo hace Hitchcock narrándonos la historia. Es la final de la misma cuando el espectador entiende que lleva 109 minutos compadeciéndose de un maníaco del que nada tiene que ver. Pero en el fondo todos tenemos nuestras trampas privadas, estamos atrapados en ellas y ninguno de nosotros puede liberarse. Arañamos y rascamos pero sólo contra el aire, sólo contra nosotros mismos. Y a pesar de todo eso no nos movemos ni un centímetro. Todos en mayor o menos medida luchamos eternamente entre el deseo y la realidad. Y por ello todos enloquecemos un poco a veces. ¿Usted no? Bibliografía: El cine según Hitchcock- Francois Truffaut The Dark Side Of Genius: The Life Of Alfred Hitchcock-Donald Spoto Lecciones introductorias al psicoanalisis-Sigmund Freud http://www.pcb.ub.edu/filmhistoria/2/for01.html http://neurophilosophy.wordpress.com/2006/10/17/the-psychology-of-alfred-hitchcock/ Darío Martínez Romero