Realidad social latinoamericana y derecho Cátedra Dr. Galderisi Unidad II • Los conflictos geopolíticos y legales en torno a la expansión Lic. Flavio C. A. Colina. La expansión ultramarina, iniciada por Portugal y por España en el siglo XV para acceder al espacio oriental y satisfacer sus necesidades de metales preciosos, de especias, de aventura y de expandir la Fe cristiana, provocó conflictos entre esas potencias que exigieron una resolución política y legal conforme a las ideas y principios sostenidos en la época. El marco legal: Bulas de donación y tratados internacionales. En el siglo XV se seguía aceptando la concepción jurídica – política acerca del poder del Papado para donar territorios a los reyes cristianos. Originada en la Edad Media, ésta idea se fundaba en la búsqueda de la Europa occidental en pos de un orden temporal que represente la voluntad divina a través de una estructura política unificada que reuniera al conjunto de la Humanidad. El Papa, por su condición de vicario de Dios en la Tierra, tenía así, la potestad para entregar ciertos espacios territoriales al gobierno de los monarcas occidentales. Las regiones donadas se distinguían por no poseer una autoridad legítima para Occidente, es decir, que no contaban con soberanos cristianos que procuraran la propagación de la Fe entre sus habitantes. En consecuencia, los reyes que los recibían del pontífice se veían obligados a convertirlos a la Fe cristiana, como condición para preservar su soberanía. De esa manera, se daba cumplimiento con la voluntad de Dios para con los hombres. La donación de los territorios no cristianos se hacía a pedido de los monarcas occidentales, a través de ciertos documentos políticos del Papado llamados Bulas. Éstas se fundaban en la concepción teológica acerca de la creación y de la misión de la Iglesia para con el mundo temporal. Pero además, contaban con un indiscutido valor legal ya que todos los monarcas aceptaban esas decisiones papales. Sería recién con la Reforma protestante cuando ésta concepción comience a ser criticada y finalmente, rechazada. La consolidación de la monarquía y del modelo político occidental del estado nacional determinó que también, surgieran nuevos mecanismos políticos y legales para la definición de los propios territorios. Los reyes procuraron definir claramente sus espacios nacionales y para ello recurrieron a la diplomacia y a la guerra, cuando aquella fracasaba. Las negociaciones directas entre los representantes de las distintas entidades estatales 1 pretendieron trazar claramente los límites territoriales y precisar derechos y deberes mutuos, en forma consensuada y a fin de evitar los conflictos bélicos. Los acuerdos diplomáticos y los tratados limítrofes adquirieron entonces, una importante significación en la Relaciones Internacionales occidentales. Más allá de la decisión pontificia, los monarcas definían por sí mismos el marco legal sobre el que se desarrollaría la vida de los estados. Concepción ésta que, con la Reforma protestante y la pérdida de autoridad temporal del Papado en cuestiones territoriales, terminó imponiéndose para toda la Modernidad occidental. La expansión portuguesa. Portugal había comenzado en 1415 su expansión ultramarina recorriendo la costa occidental de África. Su avance progresivo e ininterrumpido a lo largo de todo ese siglo XV, permitió pensar que el hallazgo del paso hacia las Indias orientales estaba próximo y, en consecuencia, era necesario asegurar esa ruta de navegación. Por ese motivo, la corona lusitana pidió al Papa Nicolás V la donación de los territorios que había descubierto sobre la costa africana. En 1454, a través de la bula Romanus Pontifex, Portugal obtuvo derechos exclusivos sobre los territorios hallados al sur del cabo Bojador. Pero, la presencia del Reino de Castilla en las islas Canarias frente a la costa africana, motivó la búsqueda de una solución diplomática definitiva que impidiera cualquier pretensión sobre la ruta portuguesa. En 1480, portugueses y castellanos firman el Tratado de Alcazobas – Toledo que disponía el reparto de áreas entre ambas monarquías. Por él, Portugal se aseguraba la navegación al sur del cabo Bojador en forma exclusiva; y Castilla, que mantenía su gobierno sobre el archipiélago canario, obtenía la posibilidad de internarse por el Océano Atlántico hacia el oeste. Con estos marcos jurídicos y políticos, la corona lusitana continuó recorriendo las costas occidentales africanas hasta arribar en 1487 el cabo de Buena Esperanza en el extremo sur del continente. Entre 1497 y 1498, la expedición de Vasco da Gama alcanzará el Océano Índico y arribará a Calicut, en la India. La expansión española. El recién formado estado español, a partir de la unión de los reinos de Castilla y Aragón, comenzó su expansión ultramarina en 1492, tras derrotar el último bastión árabe en su territorio y según los planes de Cristóbal Colón. La propuesta de Cristóbal Colón a los Reyes Católicos, Isabel de Castilla y Fernando de Aragón, de navegar hacia las Indias atravesando el Océano Atlántico en dirección este – oeste, era acorde a lo establecido en el Tratado de Alcazobas – Toledo y permitiría alcanzar los territorios orientales y sus riquezas. El primer viaje colombino, entre 1492 y 1493, provocó nuevos conflictos entre las dos potencias ultramarinas. El arribo a esas nuevas tierras, que eran declaradas por Colón 2 como las Indias orientales, generó la rabia portuguesa por sus esfuerzos centenarios y por su rechazo a la propuesta colombina en 1485. Por ello, el rey Juan II reclamó esos territorios como propios, en virtud de la donación pontificia y se apresta a evitar militarmente un segundo viaje castellano. Pero, los Reyes Católicos, merced a los contactos aragoneses en la política italiana y el favor papal con que cuentan tras la derrota árabe en Granada, solicitan la donación al Papa Alejandro VI. En mayo de 1493 se dictan las bulas Inter Caetera y Eximiae Devotionis. Por la primera se entregaba el territorio descubierto a la corona de Castilla, y por la segunda, los mismos derechos soberanos que había recibido Portugal con anterioridad. Pero, la rapidez de su redacción genera la oposición y las protestas portuguesas y también, la reserva española ante la amplitud legal que expresa la bula Inter Caetera. Es por eso que, el Papa Alejandro VI redacta un nuevo documento que, si bien fue hecho varios meses más tarde, tenía fecha de mayo de 1493. La nueva bula Inter Caetera disponía el trazado de una línea demarcatoria entre los espacios de ambas potencias. Trazado de polo a polo, el límite se encontraba a 100 leguas al oeste de las islas Azores y de las de Cabo Verde, con su correspondiente antemeridiano. Los territorios que se encontraban al este de esa línea le correspondían a la exclusiva soberanía portuguesa, quien aseguraba así, su dominio sobre la costa africana; y en cambio, aquellos espacios ubicados al oeste le pertenecían a la corona castellana. A pesar de la nueva delimitación, y aún sin conocer claramente cuáles eran las regiones recibidas, el rey Juan II de Portugal se sintió disconforme. Esto motiva la realización de negociaciones directas entre ambas monarquías y finalmente, la firma de un tratado de límites. En 1494, Castilla y Portugal acuerdan el Tratado de Tordesillas. A través de él se establece una nueva línea demarcatoria que, de polo a polo, se hallaba a 370 leguas de las islas de Cabo Verde, con su correspondiente antemeridiano. Los territorios al este de ese límite le pertenecían a Portugal y aquellos dispuestos al oeste, a Castilla. Tordesillas, que habría de funcionar hasta el siglo XVIII1, le otorgó a la corona lusitana la costa de Brasil. Aunque sería recién en 1500 cuando la expedición de Pedro Alvares Cabral alcance accidentalmente las costas americanas, debido a las tormentas que le impedían llegar al cabo de Buena Esperanza y lo empujen hacia el oeste. Si bien Tordesillas le puso fin a los conflictos generados por el descubrimiento, sus imprecisiones dieron lugar a otros. La dificultad para establecer clara y definitivamente la línea demarcatoria por la falta de medios técnicos y por establecer como hito un archipiélago, posibilitó la expansión portuguesa más allá de ella y el recurrente pedido de más territorios. 1 Durante los reinados de Felipe II y Felipe III en España, el Tratado de Tordesillas no fue aplicado debido a que en ese período ambos estados estaban unificados bajo la misma corona. 3 Los nuevos límites. Desde mediados del siglo XVII, cuando Portugal recuperó su independencia de España ayudado por Inglaterra, la política exterior lusitana se asoció con su par inglés. Esto determinó un recrudecimiento de los conflictos territoriales en América. Procurando ingresar en el cerrado comercio hispanoamericano, Inglaterra impulsó a través de Portugal la ocupación de ciertas áreas estratégicas en poder de España. En 1680, la expedición de Manuel Lobo funda en el Río de la Plata, frente a Buenos Aires, como centro de comercio ilegal. Esa instalación desconocía completamente la demarcación dispuesta en Tordesillas y, en consecuencia, provocó una sucesión de reclamos diplomáticos y de acciones militares que nunca lograron una solución definitiva. Pero además, y merced al apoyo inglés, Portugal procuraba más abiertamente ampliar sus territorios en América más allá del difuso límite de Tordesillas. Las plantaciones azucareras del centro del Brasil, se veían incitadas a extenderse para aumentar su producción y volcarla, con abundantes ganancias, en el mercado europeo. Las bandeiras paulistas que se internaban por la región amazónica en busca de indios para esclavizar, habían descubierto las enormes potencialidades minerales de esa región. El oro y las piedras preciosas halladas en el extremo sur del Brasil determinado en Tordesillas, requerían nuevas áreas productivas que sostuvieran a la población minera. Esta conjunción de intereses determinó que, en el siglo XVIII, la cuestión de los límites entre España y Portugal vuelva a ser discutida. El Tratado de Tordesillas había quedado en la práctica virtualmente abolido, debido a la expansión lusitana. Pero también, la corona española había cambiado su orientación política. Desde 1701 gobernaba la familia Borbón, originaria de Francia. Estos reyes, con una visión netamente europeísta, pretendían recuperar el orden político y socio – económico de España tras la decadencia y la crisis del siglo XVII. Fue por ello que reorganizaron la relación para con el espacio americano, a fin de que la colonia provea de las condiciones necesarias para mantener la paz y el bienestar de la metrópolis. Por esto, cuando a mediados del siglo XVIII, el conflicto comercial entre España e Inglaterra y Portugal reclamaba por una nueva demarcación limítrofe, presionaban sobre el gobierno de Madrid se procuró una salida diplomática a costa de los espacios coloniales. En 1750, España y Portugal firmaron el Tratado de Permuta. A través de él se anuló Tordesillas y se dispuso el nuevo límite entre ambas potencias, poniéndole fin a todo reclamo territorial. El nuevo tratado pretendía legalizar una situación de hecho y en consecuencia, se trataría de un intercambio de espacios que ambas naciones habían ocupado fuera de los límites aceptados. En virtud de ese acuerdo, Portugal entregaría la Nova Colonia do Santisimo Sacramento en el Río de la Plata y renunciaba a los territorios de las islas Filipinas y de las Molucas en Asia, que habían sido ocupadas por España en el siglo XVI y que la corona de Lisboa nunca había reclamado aunque se hallaban dentro de lo dispuesto en Tordesillas. 4 España, por su parte, entregaba las misiones orientales sobre el río Uruguay y la región amazónica. A pesar de su definición, Permuta fue un intercambio de territorios bajo soberanía real y legalmente española. Pero impuso un límite que, aunque luego fuera reconfirmado y revisado en el Tratado de San Ildefonso de 1777, se mantuvo hasta que los estados latinoamericanos nacieran y procuraran definir sus propias realidades geopolíticas nacionales. Bibliografía consultada Bennassar, Bartolomé, La América española y la América portuguesa, Madrid, Sarpe, 1985. Crouzet, Maurice (Dir.), Historia general de las civilizaciones, Barcelona, Destino, 1984. Halperín Donghi, Tulio, Historia Contemporánea de América Latina, Buenos Aires, Alianza, 2005. Renouvin, Pierre (Dir.), Historia de las relaciones internacionales, Madrid, Aguilar, 1960. Rivero Rodríguez, Manuel, Diplomacia y relaciones exteriores en la Edad Moderna, Madrid, Alianza, 2000. Ullmann, Walter, Historia del pensamiento político en la Edad Media, Barcelona, Ariel, 1999. 5