01 Charles Moore, Gerald Allen y Donlyn Lyndon LA CASA: FORMA Y DISEÑO Casas en varios lugares: Sea Ranch 1977 (1974) Charles Moore, Gerald Allen y Donlyn Lyndon LA CASA: FORMA Y DISEÑO Casas en varios lugares: Sea Ranch 1977 (1974) Sea Ranch En 1965 se inició a lo largo de la costa californiana, unas 100 millas al norte de San Francisco, una nueva comunidad de segunda residencia llamada Sea Ranch. Fue muy aplaudida por su arquitectura ecológicamente sensata y por su preocupación hacia el planeamiento de un entorno orgánico. Nosotros sumamos su caso a los de Edgartown y Santa Bárbara para ampliar nuestra noción de comunidad habitable y del lugar que han de ocuparlas casas en ella porque Sea Ranch está impresionantemente lleno de buenas intenciones, porque ha ejercido una gran influencia, porque esa influencia es intensamente odiada por numerosas razones válidas y porque nosotros mismos proyectamos una parte. Al contrario que las dos villas anteriores, Sea Ranch plantea un conjunto particularmente moderno de problemas, esperanzas no cumplidas y fallos. Las intenciones eran espléndidas: Oceanic Properties, inmobiliaria filial de las Hawaiian «Big Five» Castle & Cooke, compró 5000 acres a lo largo de diez espectaculares millas de costa bastante más arriba del área metropolitana de San Francisco e incluso de la zona de vacaciones. Oceanic era financieramente capaz de planear una comunidad que pudiese desarrollarse lenta y «adecuadamente», sin la acostumbrada y frenética preocupación de los promotores por las ganancias inmediatas. El vicepresidente de Oceanic Properties a cargo del proyecto, Alfred Boeke, contrató como arquitectos paisajistas a la firma Lawrence Halprin and Associates, cuyo geógrafo hizo un estudio exhaustivo y muy útil de la ecología local así como de los problemas que planteaban los vientos, el clima y la topografía. Joseph Esherick fue encargado de diseñar un grupo de casas y un almacén que actuarían como prototipos de la urbanización basada en los estudios anteriores. A nosotros, y luego a la firma Moore, Lyndon, Turnbull y Whitaker, se nos encargó proyectar agrupaciones aún más densas de casas en condominios a lo largo de la costa. Como nuestra práctica profesional había sido fundamentalmente residencial, recibimos con los brazos abiertos el encargo de Sea Ranch porque nos daba la oportunidad de desarrollar ideas que hasta entonces sólo habíamos aplicado a casas individuales. Estas ideas partían de la premisa de que el arquitecto particulariza. Discierne configuraciones especiales de la actividad humana y organiza su movimiento. Desarrolla un esquema clarificador, un diseño al que se somete todo el proceso de la construcción. Y en ese esquema debe haber una imagen controladora que dé a la gente la oportunidad de saber dónde está, ya sea en el espacio, en el tiempo o en el orden de las cosas. La gente debe tener algo donde estar. Es decir, el principio fundamental de la arquitectura es territorial. El arquitecto monta materiales físicos a partir de los cuales el observador crea, no sólo una imagen de un edificio, sino una imagen de «lugar». Todo esto implica que se ha de distinguir entre «interior» y «exterior». La modulación desde el primero al segundo es, y siempre ha sido, uno de los elementos primordiales del arte de la arquitectura. Durante cierto tiempo nos habíamos preocupado muy especialmente de la consecución de diversos grados de «interior», marcando primero un lugar en el paisaje y segregando luego progresivamente lugares exteriores e interiores de modo que el usuario pudiese ser constantemente consciente de su localización, desde el exterior totalmente natural y no protegido hasta el interior abrigado, recluido y protegido. Sea Ranch se construyó en una costa virgen y muy batida. Antes de la llegada de Oceanic, el paisaje era grandioso y sencillo. La parte superior de los rompeolas forma a lo largo de la costa una meseta de sólo unos cientos de metros de anchura (1). Más allá se alza una cadena de colinas. Todo el lugar estaba inicialmente cubierto de secoyas y abetos, pero las pendientes que bajan al mar fueron taladas en la última década del siglo pasado. Cuando empezamos a trabajar, las zonas más altas estaban cubiertas de árboles de setenta años pero los terrenos libres de bosque de la parte inferior habían sido extensamente esquilmados por el ganado. Los rasgos más impresionantes del paisaje eran los grupos de cipreses de Monterrey de cincuenta años plantados perpendiculares a la costa y a intervalos irregulares como protección contra el viento. El frío viento del nordeste es un factor casi constante de estos parajes, que sin embargo están relativamente libres de las nieblas que a menudo cubren la mayor parte de la costa norte de California. El problema mayor para la habitación humana era contrarrestar el viento y aprovechar la luz del sol. La ausencia de lugares donde esto fuese posible (salvo en las manchas de cipreses) daba un aire de espléndida desolación a estos terrenos como en realidad a toda la costa norte. El aislamiento y la agreste belleza del territorio hacían de la urbanización una propuesta maravillosa. Las casas que se fundían amistosamente con la tierra parecían ofrecer poca seguridad en esta costa salvaje. Las casas que se alzaban demasiado vigorosamente mutilarían esa aspereza que constituía la cualidad fundamental del paisaje. Nosotros y Esherick considerábamos necesario una asociación limitada –y no un matrimonio— entre edificios y territorio. Y así ideamos unos modos de edificar que consideramos adecuados para las peculiaridades del clima y el lugar. Nuestra estructura estaba constituida por pesadas armaduras de madera con ventanas lo bastante grandes para dejar entrar la luz del sol (pero nunca tan altas que no se pudiese lavar las costras de sal) y claraboyas cenitales, con recintos de madera vista delimitando acogedores entornos que multiplicasen las implicaciones de «interior». Todos los exteriores ajardinados se amurallaban para que formasen parte del «interior», y no chocaran con el paisaje virgen (en una asociación hay que tener cuidado de delimitar muy estrictamente el papel de cada socio). Y así procuramos que el paisaje virgen quedase intacto fuera de los muros de las casas, y que dentro reinasen sin perturbaciones el césped y los parterres de flores. El lugar elegido para el condominio era un campo herbáceo y batido por el viento que bordea una costa donde las olas rompen a gran altura contra los acantilados (2). Es un lugar a la vez yermo, bronco y grandioso. Como el condominio era grande (diez veces el tamaño de una casa), pudimos proyectar el edificio de manera que su escala se ajustase a la del entorno. Limitado al diseño de pequeñas casas individuales, Esherick hizo que sus edificios se metieran en el paisaje (3). Nuestros diseños y los de Esherick no estaban coordinados; en realidad, procuramos mantener nuestras respuestas tan independientes como fuese posible de la gran cantidad de datos ambientales para evitar así un «estilo» forzado. Pero las condiciones eran tan fuertes que, sorprendentemente, las casas de Esherick y nuestro condominio inicial mostraron un idioma parecido de cubiertas pendientes para desviar el viento, sin elementos colgantes para que ese mismo viento no pudiese actuar sobre ellos y con ventanas generosamente dimensionadas y situadas en la parte inferior de unos muros hechos con tableros verticales de secoya (4). Todo esto era funcional en sentido estricto. El condominio de Sea Ranch, al contrario que los edificios de Santa Bárbara, no estaba pensado para que «se pareciese» a ninguna otra cosa en concreto, aunque naturalmente se parecía a todo tipo de cosas. La gente veía similitudes entre esta obra y los antiguos edificios de las minas y las serrerías. Y nosotros, que siempre habíamos sido unos entusiastas de las cuadras y las estructuras industriales del campo, recibíamos con agrado estos comentarios aunque desde luego el parecido no era intencional. Pero nos oponíamos a los críticos que, por alguna razón, consideraban tal semejanza injustificada. El edificio del condominio era el primer intento de constituir una comunidad. Consta de diez grandes viviendas con torre, patios, miradores y solarios (5), distribuidos alrededor de dos grandes patios comunes; esto forma un primer estrato de «interior» (6). Como las pendientes dominan ambos lados, su patio interior está rodeado de formas que se inclinan hacia el mar (7). A la vez castillo, complejo de edificios y promontorio, el condominio es una concentración de viviendas ensambladas cara al viento. Dentro de cada vivienda hay una acuciante necesidad de una domesticidad aún mayor, de otro estrato de cobijo, de una sensación de estar aún más «dentro», aunque no privado de la vista del rompeolas: Cada vivienda se compone de un gran espacio único (8) y casi todas contienen dos pequeñas casas: una es un simple cobertizo sobre cuatro postes encima de la tierra y sobre el cual hay una alcoba (9). La otra es casi una casa en miniatura que tiene abajo una cocina, un baño y un vestidor arriba, y a veces una buhardilla encima (10). La estructura exterior del conjunto está hecha con grandes lienzos de madera vista, visiblemente desplegados como en una cuadra para aumentar la rigidez del conjunto contra los elementos (11). Las casitas interiores están hechas con madera cepillada y generalmente pintada, por lo que parecen miniaturas o un intermedio entre una casa de juguete y una cabina gigante. En torno a la periferia, unos miradores ofrecen panorámicas especiales o lugares adicionales para sentarse o dormir, y son conceptualmente la envoltura «exterior» de la casa, especie de amarre próximo al ventoso exterior (12). Todas las viviendas son diferentes para ajustar su posición concreta al lugar o proporcionar dormitorios, galerías o solarios auxiliares (13). La unidad 9, por ejemplo, tiene una pequeña entrada de madera que hace también las veces de comedor y un porche acristalado (14) junto a la gran sala del sur y un largo mirador que cuelga sobre el acantilado, en los lados oeste y norte. La cabina donde van la cocina y el baño ha sido pintada en cinco tonos de azul para distinguirla de la armadura y las paredes de madera vista que la rodean. Una escalera de mano fija asciende por uno de sus lados desde la segunda planta hasta un ático que hay encima del cuarto de baño y desde el cual los ágiles pueden supervisar lo que ocurre debajo (15). Todo el lugar se convierte en un gran lóbulo, que sin embargo es aún mensurable, apuntado hacia el ilimitado horizonte del Pacífico. En la planta baja se perciben ambas cosas: uno puede moverse por el interior de la habitación, poblada de columnas y postes, y luego extender la vista desde las terrazas hacía dentro o hacia fuera. Siempre se está cerca de elementos palpables de la estructura de la habitación, o protegido justo fuera de sus fronteras, consciente a la vez del abrumador exterior y del acogedor interior (16). 1. La costa del Pacífico en Sea Ranch 2. Condominio, por MLTW, 1966 3. Casas en grupo (al fondo), por Joseph Esherick, 1966. 4. Condominio 5. Plano del condominio. 6. Patio del condominio 7. Condominio, vista exterior. 8. Condominio, unidad tipo. 9. Condominio, estructura tipo de cuatro pilares. 11. Condominio, detalle estructural. 13. Condominio, unidad 9, solario. 12. Condominio, unidad 9, mirador y cuarto de estar 14. Condominio, unidad 9, porche acristalado. 15. Condominio, unidad 9, bloque de cocina y baño. 10. Condominio, cocina y baño tipo.