La amenaza de impago y sus costes, unas lecciones americanas

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La amenaza de impago y sus costes, unas lecciones
americanas.
Por Carlos Beltrán
La aparición del partido “Podemos” en España puso sobre la mesa el viejo
tema del impago de la deuda. Pero del mismo modo que Hispanoamérica ha
sido el campo de pruebas de sus dirigentes, también ha sido el de este tipo
de políticas económicas; los recientes impagos de Argentina (2002),
Ecuador (2008), y Perú en el primer gobierno de Alan García (1985) nos
permiten ver los problemas que estos procesos acarrean, amén de las
consideraciones morales que implican la calificación de la deuda como
“odiosa”.
Los impagos de deuda desde luego no fueron inventados en América, estos
son tan viejos como el capitalismo, y si hay un país con un papel histórico
destacado, ese es España (13 impagos de deuda a lo largo de su historia, el
mayor “quebrador” en serie). Pero la experiencia americana, por su cercanía
en el tiempo, es de más ayuda. El caso argentino es paradigmático como
ejemplo de malas finanzas públicas. Tras una dictadura y una derrota
militar, en los años 80 se adscribió a un plan del Gobierno estadounidense
para reducir deuda pública (los bonos “Brady”), que consistían en que con
ciertas garantías, el Tesoro de EEUU avalaba su emisión de deuda (ya
reestructurada). Tres años después de la finalización del plan, su deuda
externa era superior a la anterior a la reestructuración. Un informe de
Carlos Melconian y Rodolfo Santángelo1 del año 1996 explicitaba como
causa de este desfase que la deuda contabilizada al principio del plan era
inferior a la real. Una vez más, la mala gestión y el engaño en el origen de
todo. En los años 90, una espiral de inflación llevó a la dolarización del país,
y de ahí a la bancarrota, con el consiguiente impago de deuda. El proceso
de reestructuración de deuda ha sido largo, y aunque mayoritariamente
cerrada en el año 2011, no ha terminado totalmente debido a algún fondo
buitre disconforme. Como consecuencia, el acceso al mercado de capitales
internacional es a día de hoy limitado, con un mercado negro muy
extendido (dólar “blue”), y una inflación estimada que supera con mucho la
oficial y que devora el poder adquisitivo de los trabajadores. En resumen,
desde el año 2001 la economía argentina ha sufrido de un escaso acceso al
mercado de capitales que ha dañado mucho su economía, todo ello
acompañado por altas dosis de inflación. El único respiro ha sido el alza de
los precios de las materias primas (soja, petróleo), las mismas que ahora se
están hundiendo.
Curiosamente la combinación de mala gestión, impagos e inflación se
repiten en estos países. La mala gestión conduce a deudas elevadas que o
bien se dejan de pagar (deuda en moneda extranjera) o se pagan
1
Economistas fundadores de la empresa argentina M&S Consultores
imprimiendo billetes (alta inflación para pagar la deuda emitida en moneda
doméstica).
El caso de Ecuador en el 2008 no es muy distinto; altas deudas acumuladas
que fueron renegociadas por el gobierno al calor de unos precios del
petróleo muy elevados. El fuerte flujo de petrodólares les permitió declarar
el impago de la deuda sin temer los efectos, una vez esta estaba devaluada
la pudo recomprar a un precio en torno al 20% nominal. Desgraciadamente,
la fuerte caída del precio del petróleo unido a factores como el impago de
deuda ha hecho que recientemente Ecuador haya recurrido a préstamos del
gobierno chino en peores condiciones que los préstamos que se negó a
pagar.
Los economistas Reinhart y Rogoff2 demuestran una asociación muy fuerte
entre el índice de precios de las materias primas y los impagos de deuda de
los países emergentes. Un alza de precios seguido por una fuerte caída
arrastra a muchos países ricos en materias primas a situaciones de
insolvencia. Cuando baja la marea se ve quien lleva bañador. Quien se
endeuda pensando que los precios altos se mantendrían siempre, acaba
pagando su error. Bien se podría decir que las políticas populistas en
América latina se acaban cuando se acaba el dinero de las materias primas.
El último caso de interés es el de Perú en el primer gobierno de Alan García
(1985), cuya amenaza de impago fue “moderada” y finalmente rectificada
por su alto coste económico (una acción similar a la política llevada por el
gobierno griego de Alexander Tsipras). El joven presidente peruano, en un
discurso el año 1985 declaró:
“….De manera que vamos a pagar, pero en qué condiciones vamos a
hacerlo, eso ya depende de nuestra capacidad antiimperialista de no
dejarnos sojuzgar por los malos acreedores. . . Quiero, debida y
definitivamente, aclarar lo que eso significa... todo el servicio de la deuda
externa, incluidos órganos financieros y países, más bancos comerciales, no
tendrá más allá del 10 por ciento del total de nuestras exportaciones. . .
Pagar 10 por ciento significa cambiar los plazos; pagar 10 por ciento
significa variar de hecho la tasa de interés; pagar 10 por ciento significa
recuperar la independencia y la soberanía. Hasta ahora nos han gobernado
desde afuera; comencemos ahora a gobernarnos por nosotros mismos “3.
Desde el año 1985 al año 1987/8, se pretendió dedicar sólo el 10% del
valor de las exportaciones de bienes al pago de la deuda, pero desde el
principio esta idea se reveló inaplicable. Un alto porcentaje de las deudas
eran a proveedores (en torno al 27% 4) y su impago era inasumible.
2Carmen
M. Reinhart, Kenneth S. Rogoff “Esta vez es distinto: ocho siglos de necedad
financiera”, Ed FCE (2012)
3
Conferencia Nacional sobre la Deuda, discurso inaugural; Lima 1985.
4
“Perú y el 10%. La política de deuda bajo presión” Oscar Ugarteche
Finalmente se dedicaron alrededor del 30%. Aún así, esto significó un
impago parcial y la ruptura de relaciones con los agentes acreedores (BM y
FMI incluidos). La situación se agravó con la amenaza, cumplida sólo en
parte, de estatalización de la banca con la excusa de “democratizar” el
crédito (¿les suena?). La política de impagos llevó a la ausencia de
inversiones en un país ya en crisis (transferencias negativas de capital): La
inflación en Diciembre de 1987 alcanzó el 114% mensual. Todo ello
desembocó los años 1988 y 89 en una brutal inflación (2000% anual el año
1989) y recesión. La no existencia de relaciones con el FMI y el BM agravó
la salida de esta crisis. Al final se tuvo que aplicar una política ortodoxa (el
“Plan Cero”) como la que hubiera recomendado el FMI, que golpeó muy
duramente a la población. Fujimori heredó en 1990 un país deshecho.
En todos los casos analizados, el impago de la deuda se demuestra como
una medida radical destinada a tapar otros muchos desastres económicos, y
a medio plazo no suele servir de nada si no se reparan esos otros muchos
dislates.
En España como en estos otros países analizados, los defensores del
impago alientan el debate ético de la deuda “inmoral” o “ilegítima”. La
también llamada deuda odiosa se define como la deuda externa contraída
por gobiernos ilegítimos contra el interés de los ciudadanos con
conocimiento del prestamista. En el caso de dictadores que compran armas
para reprimir al pueblo, podría ser aplicable, pero en el caso de España, que
lleva en democracia casi 40 años, resulta muy difícil de defender. Sólo sería
justificable si asumiéramos el planteamiento de que el Parlamento no
representa a los ciudadanos (el famoso “no nos representan” de Podemos),
y que el poder está fuera, en la calle. Esto supone una deslegitimación
absoluta de las instituciones, y dejar de ser considerado un país serio. Por
cierto, los países serios pagan mucho menos interés por sus deudas;
España, con una deuda en torno al 100% de su PIB se ha llegado a
financiar el año 2015 a tipos de interés reales negativos.
A nuestro país, llegar a ser considerado una nación seria y disfrutar de sus
beneficios no le salió gratis, le costó mucho esfuerzo y casi todo el siglo
XIX. La simple idea de modificar pagos o condiciones de forma unilateral,
que propugnan algunos partidos, debe ser tratada con mucho cuidado por
sus potenciales efectos dañinos. Para terminar, unas palabras de José de
Echegaray, ministro de Hacienda entre 1872 y 1873:
«…Para el creyente, la salvación está en el santo temor de Dios; para todo
ministro de Hacienda, para los Gobiernos, para el país, la salvación está en
el santo temor al déficit. Y si no queréis hacerlo santo, decid en el patriótico
temor al déficit»5.
Amén.
5
José de Echegaray. Debate de los Presupuestos del Estado, 1906.
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