Festival Greta Garbo

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del cine mudo que pasó con éxito la prueba de fuego del sonoro, los mejores años de Greta Garbo
üstan en la época muda. Se señala a El diablo y
la carne (1927) como su más exitoso film. Los critkus ven el secreto de su magnetismo en su mirado
iir. ¡ladura sin compromiso y llena de orgullo. Algo
de esto continuo como su característica en el cine
sonoro, pero surgió adornas un nuevo elemento:
la tragedia. Rl crílico Alistair Cook dice: "todu \a
era inevitable aun antes de que abriera la cortina".
lisie rasgo trágico alejó jl auditoria masculina,
pero se comprobó que a tas mujeres le* ansiaba ver
morir a la Garbo en las películas.
Tuiío esto eoiupiohamos en el (estival ofrecido
en el cine Ducal de Santiago. F.l público femenino
se volcó en el jiequeño ¡ocal durante las semanas
en que se exhibieron Renta Cristina (1933), Ana
Karemna
Festival Greta Garbo
En parle la misma ¿poca cinematográfica (19331939), pero a este ladu del Atlántico, cubrió el Festiva] de cinco películas con Greta Garho. reestrenadas en conjunto por la Metra-GoldwynrMayer en
una nostálgica remembranza de una época floreciente para ese estudio y para Hollywood en general.
La depresión económica norteamericana de 1929
no afectó a Ja industria cinematográfica. Por el
contrario, parecía que la gente se volcaba en la
"fábrica de sueñus" jura olvidar las vicisitudes de
una época dura. Por otro lado, el advenimiento
del sonido consoüdó al cine como gran negocio en
Estadu-s Unidos, ya que al necesitarse inmensos capilales para los equipos sonoros, Wall Street se
asentó firmemente en Hollywood en la década del
30, dándole el carácter de gran industria.
Desde el punto de vista artístico hay grandes
nombres en el cine norteamericano de este periodo:
John Ford (El delator), Frank Capra (Sucedió una
noche), King Vidor (Aleluya), Roubcn Mamouilian
(City Streets), Lewis Milestones (Sin novedad en
el frente). El "sistema estelar", es decir, la producción de películas en torno a un nomhre popular
en la taquilla, continuaba imperando. Greta Garbo
fue la máxima estrella de la Metro entre los años
1926 y 1936.
En realidad, pese a que fue una de las estrellas
660
(1935). La damu
de
las camelias
(¡937),
\ltirni Waleska (1*)37) y Ninoska (1939). Con excepción de ¡a última, todas son tragedias: Greta muere en Ana Karenina y La danta de tas camelias;
se queda sola, separada de su amado, en Marta
Waleska y Reina Cristina.
Influyendo a Ninoska, todas representan un romanticismo hace mucho tiempo alejado de la pantalla. ¿Podríamos imaginar a una Jeanne Moreau
o Melina Mercouri o Mímica Vitii renunciando a
un reino, a un ideal o a una reputación en aras
de un gran amor? Difícil. Y en el caso de que alguna de estas actrices modernas encarnara un papel de ese tipo, habría una gran diferencia de enloquc: dejarían un reino, un ideal o una reputación
que, en el mejor de los casos, no les importa mucho o. con más prohabilidad, que no les importaría
nada. Por lo tanto no hay verdadera renuncia. En
cambio la Garbo expresa con extraordinaria intensidad el dolur de ¡a renuncia a situaciones muy
caras, peto que la experiencia de un gran amor
justifica abandonar. Flki lo hace creíble, aún a
treinta años de dislancia desde el momento en que
realmente encarnó esos roles.
Desde el punió de vista de! arte- cinematográfico, este festival no tiene la significación del Ciclo
de Cine Francés. Como labor de dirección, sólo
cabe destacar Ninoska, de Etnst Lubitscb (uno de
los tres guionistas del lilm es Billy VVilder). Clarence Brown, que dirigió Ana Karenina y María
Waleska ha quedado en la historia del cine como
un buen artesano de películas románticas. George
Cukor. como hombre de teatro, consiguió mucho
de Greta en La dama de las camelias. Roubcn Mamoulian bajó considerablemente sus bonos en Reina Cristina, que manifiesta ser lo que es en realidad: la más antigua de las películas de la muestra.
El valor de este Festival Greta Garbo está en
su carácter de testimonio de una época del cine
norteamericano y del talento real de Greta Garbo.
En gran parle, la emancipación de la mujer
norteamericana a partir de la primera post-guerra.
contribuyó al reinado indiscutible de la aclriz. Este
fenómeno sociológico se acentuó en los años 30 a
raíz de la depresión económica: la mujer debió salir
a la calle en busca de trabajo para ayudar a su
marido. Las películas que hemos visto reflejan esta
realidad de la mujer que se desenvuelve igual que
el hombre en grandes empresas: como gobernanta
en Reina Cristina, como enviada especial de los So-
viets en Ninoska (un film abierlamente anti-comunista).
El aflojamiento de las riendas morales, también producto de la post-guerra. se reflejó en eJ
ciño do su época en historias donde la* protagonistas :ipaicciuii con el "derecho" :L IL-ML"]' SUS aventuras amorosas extra-roatrimoniales o ilícitas. Lo
vimos L-ii l.u dmiui de /<is camelias (aunque no se
explícita demasiado la "profesión" de Margarita
Gauthicr); y en Ana Karenina y Muría Waleskit.
en tas cuales l;i protagonista abandona marido e
hijos para seguir los imperativos del corazón. Hoy
L-I cine moderno también puede presentar estas siiIKK iones, pero, repetimos, con la diferencia de
• jiie las protagonistas no sufren ante la. elección leí
deber frente al hogar o un nuevo amuri y no reCiben castigo, como resulta tan obvio en Ana Ktireninn.
Por último, unas palabras sobre la "Divina".
Para quienes, como yo, no conocimos a la Garbo
en su tiempo, ha sido una sorpresa agradable al
iinal del Festival, comprobar lo justificado del líxilo de la estrella. Mus que en su belleza (que reside
en -.11 rostro, PUL'SIU que su Egura es demasiado
huesuda v grande), su encanto reside en su personalidad, de un extraño magnetismo y una extraordinaria simpatía. Esa aura trágica que la circunda \ traspasa, el apasionamiento con que dice sus
parlamentos, esa celebre- mirada a través de las
pesuñas, pero |KU sobre Iodo, l.i sinceridad con
que se entrega al papel y a la cámara, justifican
ios adjetivos uuc le han dado en Europa y America:
entre otros, "la Sara Bernhardt de la pantalla".
Lidia BaKra M.
que el Señor me quiso, miserable como soy, para este gran servicio,
no me siento ya perteneciente a nada particular en la vida: ¡amilia, patria terrena, nación, orientaciones particulares en materia de estudios, de proyectos, incluso buenos. Altura más que nunca me reconozco indigno y humilde
"Siervo de Dios y siervo de ¡os siervos de Dios". Todo el tnwido es mi familia.
Este sentimiento de pertenencia universal debe dar tono y viveza a mi mente,
a mí corazón, a mis acciones.
En la mansedumbre y en !•• humildad del corazón reside la oportunidad
para recibir, hablar y tratar: la paciencia pura soportar, compadecer, callar y
animar. Debe residir, sobre todo, ¡a disposición habitual para las sorpresas del
Sefwr, que trata bien a sus predilectos, perú quiere a menudo probarlos con
tribulaciones, capaces de transformar y consumir la vida del siervo del Señor y
del siervo de los siervos del Señor en un auténtico martirio.
{Juan XXIli, Diario del alma, 1959)
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