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POBREZA Y
DERECHOS HUMANOS
“La pobreza puede definirse como una condición humana que se caracteriza por la privación continua
o crónica de los recursos, la capacidad, las opciones, la seguridad y el poder necesarios para
disfrutar de un nivel de vida adecuado y de otros derechos civiles, culturales, económicos, políticos y
sociales”.
Comité de Derechos Económicos, Sociales y Culturales de la ONU. (Comité DESC)
Declaración sobre la pobreza y el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales
(Febrero2001)
Tanto en el preámbulo de la Declaración Universal de Derechos Humanos de 1948, como
en el del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos y en el del Pacto Internacional
de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, se reconoce la “inherente dignidad de
todas las personas” y la necesidad de que los seres humanos se vean "liberados de la
miseria".1
A pesar de que el término de pobreza no está recogido en los principales tratados de
derechos humanos, más allá de la inclusión citada anteriormente, han sido varias las
resoluciones de la Asamblea General de la ONU y la antigua Comisión de Derechos
Humanos, ahora Consejo de Derechos Humanos, que se han referido a ella.
Dichas resoluciones han reafirmado que la pobreza y la exclusión social constituyen una
violación de la dignidad humana que obstaculiza el ejercicio de los derechos humanos y
que podría, en ciertas situaciones, constituir una amenaza para el derecho a la vida, que
incluye el derecho a llevar una existencia digna. En consecuencia, la adopción de medidas
urgentes para mitigar y eliminar la pobreza deben ser altamente prioritarias para la
comunidad internacional.
La pobreza se ha definido a menudo como la insuficiencia de ingresos para adquirir una
cesta mínima de bienes y servicios. Hoy en día, el término se suele interpretar en forma
más amplia como la falta de la capacidad y libertad básica para vivir con dignidad.
En este sentido, la definición del Comité DESC mencionada anteriormente, reconoce que
el hambre, una educación deficiente, la discriminación, la vulnerabilidad y la exclusión
social son consecuencia de prácticas socioculturales o marcos político-jurídicos que
institucionalizan y permiten la discriminación contra personas o grupos.
La pobreza, adopta la dimensión de extrema cuando “afecta a varios ámbitos de la
existencia, tiende a prolongarse en el tiempo haciéndose persistente y obstaculiza
gravemente las posibilidades de recobrar los derechos y reasumir las propias
responsabilidades en un futuro previsibles”. Esta interpretación de Leandro Despouy,
antiguo Relator Especial de Naciones Unidas sobre pobreza y derechos humanos, ha sido
aceptada internacionalmente.
Debido a la gravedad de las manifestaciones de la pobreza, la comunidad internacional ha
afirmado en prácticamente todos los foros internacionales, y en particular en la Cumbre
Mundial sobre Desarrollo Social de 1995 y la Cumbre del Milenio de 2000, que la pobreza
es el principal desafío que debe afrontar el mundo contemporáneo.
1
El derecho internacional de los derechos humanos reconoce que no puede realizarse el ideal del ser humano
libre y liberado del temor y la miseria a menos que se creen condiciones que permitan a cada persona disfrutar
de sus derechos económicos, sociales y culturales, así como de sus derechos civiles y políticos.
POBREZA Y
DERECHOS HUMANOS
Geografía y género de la pobreza
Si bien la pobreza está altamente concentrada en algunas regiones, ésta no afecta
únicamente a los países en desarrollo, sino que es un fenómeno que existe en mayor o
menor grado en todos los Estados. Cada vez más, las bolsas de pobreza se incrementan
dentro de los países desarrollados afectando en mayor medida a los grupos en situación
de vulnerabilidad. En los países en desarrollo, tiene una magnitud y unas manifestaciones
particularmente graves, tales como el hambre, la enfermedad, la escasez de viviendas y el
analfabetismo, entre otros aspectos.
En todas las regiones, la mujer soporta una carga desproporcionada de la pobreza debido
a la desigualdad sistemática y generalizada en la realización de sus derechos económicos,
sociales, culturales, civiles y políticos. La violencia de género, la mala salud y la pérdida de
su vivienda, de sus tierras o de sus medios de subsistencia, junto con la discriminación,
hacen que las mujeres corran un mayor riesgo de quedar atrapadas en el ciclo de la
pobreza.
Datos y cifras sobre la pobreza
-
-
Más de medio millón de mujeres –una mujer por minuto, aproximadamente– mueren al año como
resultado de las complicaciones durante el embarazo o el parto. Aproximadamente el 99% de
todas las muertes por causas derivadas de la maternidad se producen en los países en
desarrollo, y más del 90% en África y Asia.
Más de 1.100 millones de personas no tienen acceso al agua potable.
Más de 854 millones de personas sufren de malnutrición.
Más de 1.000 millones de personas no tienen acceso a una vivienda digna.
La pobreza y la indivisibilidad de los derechos humanos
La pobreza es una forma de discriminación, de negación de los derechos civiles y políticos
al mismo tiempo que de los derechos económicos, sociales y culturales. En situaciones de
pobreza, las vulneraciones de derechos humanos se van sumando y cada una de ellas
incide en forma negativa sobre las otras, formando así un círculo vicioso de la miseria. Por
lo tanto es un escenario que ilustra las gravísimas consecuencias de interdependencia de
las vulneraciones de los derechos.
De este modo, el marco normativo que los Estados deben de aplicar a la formulación,
análisis y evaluación de sus políticas abarca los derechos civiles, culturales, económicos,
políticos y sociales y el derecho al desarrollo, ya que todos ellos son igualmente
importantes como medios para lograr que todas las personas puedan vivir con libertad y
dignidad.
Así lo estimó la antigua Comisión de Derechos Humanos cuando afirmó que "la liberación
de la miseria y el temor sólo puede lograrse si se crean condiciones que permitan a cada
persona disfrutar de sus derechos económicos, sociales y culturales, así como de sus
derechos civiles y políticos".
POBREZA Y
DERECHOS HUMANOS
Violencia, pobreza y derechos humanos
Existe un nexo de vinculación entre la violencia y la pobreza que agrava la situación de las
personas que viven en este contexto, ya que, en virtud de su mayor vulnerabilidad, tienen
más posibilidades de sufrir violencia.
La pobreza puede ser tanto la causa de la violencia contra las mujeres como su
consecuencia, y por otra parte, disminuye la capacidad de la mujer para escapar de las
situaciones de violencia.
Además, el Grupo ad hoc de Naciones Unidas sobre pobreza y derechos humanos
estableció que cuando una persona está en situación de pobreza extrema se está violando
su dignidad, al igual y en el mismo nivel de violencia que cuando se tortura, se restringe la
libertad o se mata.
Igualmente, el Relator Especial sobre una vivienda adecuada, Miloon Kothari, también ha
hecho referencia a este vínculo con la violencia, considerando que la pobreza persistente,
aquella en la que las mujeres y otros grupos se ven obligados a vivir en lugares y
condiciones de vida inadecuados e inseguros, es en sí misma una forma de violencia.
Señala, asimismo, la relación de reciprocidad existente entre la violencia contra la mujer y
la inadecuación de su vivienda, ya que la falta de una vivienda adecuada puede hacerla
más vulnerable a distintas formas de violencia y a la inversa, la violencia contra la mujer
puede dar lugar a la violación de su derecho a una vivienda adecuada.
¿Qué supone el enfoque de derechos humanos en la pobreza?
Ante la situación de privación económica y sociocultural generada por la pobreza, el
enfoque de derechos humanos propone un análisis de las causas de la pobreza en clave
de derechos, como medio para luchar contra la exclusión de las personas y a favor de sus
derechos humanos. Es decir, proporciona un marco normativo que permite identificar qué
derechos han sido violados, por quien y quien debería tomar medidas.
La aplicación del marco normativo internacional en materia de derechos humanos
contribuye a garantizar que la no discriminación, la igualdad, la participación y la atribución
de responsabilidades constituyan una prioridad en las estrategias para combatir la
pobreza.
Por otro lado, el enfoque de derechos sitúa a la persona como sujeto de derechos. Los
derechos humanos suponen un sistema de titularidades que convierten las necesidades
humanas en derechos exigibles que implican para los Estados la obligación de respetarlos
y cumplirlos.
De esta forma, los derechos contenidos en el derecho internacional pueden contribuir a
equilibrar la distribución y el ejercicio del poder, entendido este último como ampliación de
libertad de opción y de acción.
POBREZA Y
DERECHOS HUMANOS
La participación de las personas que viven en la pobreza
La participación en el diseño de políticas que inciden en el nivel de vida de las personas,
constituye uno de los aspectos claves del respeto y cumplimiento de los derechos
humanos. Este derecho está consignado en numerosos instrumentos internacionales, entre
ellos el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales y la
Declaración sobre el derecho al desarrollo.
Los Estados están obligados a crear mecanismos eficaces de participación que superen
las dificultades e impedimentos de participación para grupos excluidos socialmente. Estos
mecanismos deben de extenderse desde la formulación, hasta la implementación y el
monitoreo de las políticas. Según el Comité DESC es poco probable que una política o
programa que se formule sin la participación activa de los afectados sea eficaz, tanto por
razones de legitimidad como de eficacia.
El Grupo ad hoc de Naciones Unidas sobre pobreza y derechos humanos ha llegado a
afirmar que la elaboración y puesta en marcha de políticas, en particular los programas de
erradicación de la extrema pobreza, sin la aportación de personas y asociaciones
concernidas constituye una violación de los derechos a la participación en los asuntos
públicos.
Sin embargo, ésta no es una obligación únicamente referida a los Estados, sino que
también el sector privado y las instituciones financieras y de desarrollo internacionales
deben de promover la participación de las personas, en particular en la elaboración y la
aplicación de estrategias de alivio de la pobreza, y en los proyectos de desarrollo.
La discriminación dificulta claramente la participación de las mujeres en la vida pública,
social y política en igualdad de condiciones, viéndose gravemente obstaculizada su
capacidad para acceder a cargos de representación política y sindical, o de participar de
forma activa en la vida social y cultural, en situaciones de pobreza. Es necesario que se
eliminen dichas barreras para que los programas de lucha contra la pobreza tengan éxito.
La Convención sobre la Eliminación de todas las Formas de Discriminación contra la Mujer
destaca la importancia de dicha participación de las mujeres en los programas de
erradicación de la pobreza, en el desarrollo social y económico y en la vida pública y
política. En su preámbulo, la Convención recuerda "que la discriminación contra la mujer
viola los principios de la igualdad de derechos y del respeto de la dignidad humana, que
dificulta la participación de la mujer, en las mismas condiciones que el hombre, en la vida
política, social, económica y cultural de su país”.
La no discriminación de las personas que viven en la pobreza
El derecho a la no-discriminación supone una protección de vital importancia contra las
vulneraciones de derechos humanos, ya que la discriminación puede provocar pobreza y a
su vez, la pobreza puede ocasionar estigmatización de las personas que la padecen. La
estigmatización de las personas pobres y de sus asociaciones, agrupaciones, barrios o
lugares donde viven y su calificación como personas sin derechos, peligrosas, violentas y
otras características negativas deben ser consideradas como formas de discriminación y
constituyen una violación de sus derechos humanos.
POBREZA Y
DERECHOS HUMANOS
Con frecuencia, la pobreza surge cuando las personas no tienen acceso a los recursos
existentes por ser quienes son, creer en lo que creen o vivir donde viven.
La obligación de los Estados de no-discriminación es inmediata. Los Estados deben de
formular e implementar programas que garanticen niveles esenciales de derechos para
todas las personas y eliminar legislaciones discriminatorias y estereotipos que perpetúen la
discriminación sociocultural. Así, los gobiernos deben de prestar especial atención a los
grupos que se encuentran en una situación de vulnerabilidad y socialmente excluidos.
Por todo ello, en relación con las mujeres, las iniciativas y las políticas de erradicación de
la pobreza deben tener en cuenta de forma sustancial las condiciones específicas y las
necesidades concretas de las mujeres que viven en la pobreza.
Atribución de responsabilidades
El enfoque de derechos humanos implica que los agentes estatales y no estatales deben
asumir una serie de deberes y responsabilidades y dar cuenta de su conducta en relación
con las normas internacionales de derechos humanos.
En primer lugar se debe realizar una identificación de los actores responsables por la
generación de una situación de pobreza, siendo conveniente que los propios afectados
participen en la identificación de dichos titulares de deberes.
En segundo lugar, es necesario crear o fortalecer mecanismos por los que las personas
cuyos derechos fundamentales son vulnerados puedan exigirlos ante las autoridades o
instancias competentes, tanto nacionales como internacionales y tengan derecho a recibir
indemnizaciones y reparaciones por los perjuicios sufridos al igual que las demás víctimas
de violaciones de derechos.
Esta capacidad jurídica comprende el poder someter a un tribunal, las violaciones de los
derechos humanos vinculadas a situaciones de extrema pobreza tanto a nivel nacional
como internacional. En este sentido, la reciente aprobación del Protocolo Facultativo al
Pacto de Derechos Económicos, Sociales y Culturales por parte del Consejo de Derechos
Humanos abre una histórica vía para la justiciabilidad de estos derechos Será en diciembre
cuando la Asamblea General de la ONU se pronuncie sobre la adopción del Protocolo
Facultativo, y comience el periodo para la firma y ratificación de los Estados.
Por otra parte, la pobreza de muchas regiones del mundo está asociada a procesos en los
que intervienen agentes exteriores, que tienen su parte de responsabilidad. Por esta razón,
la responsabilidad para la pobreza deviene extraterritorial, es decir, los Estados tienen
responsabilidades hacia los individuos y grupos que se encuentran fuera de su territorio.
Esta obligación está recogida en la Carta de Naciones Unidas, en el Pacto Internacional de
DESC y en diversos convenios internacionales de derechos humanos voluntariamente
firmados por numerosos países.
La asistencia y cooperación internacional no consisten únicamente en la asistencia técnica
y financiera sino que incluye la obligación de colaborar activamente en el diseño de un
sistema equitativo de comercio multilateral, de inversiones y financiero que propicie la
reducción y eliminación de la pobreza. Es decir, los Estados deben de contribuir a la
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creación de un orden socio-económico justo en el que los derechos puedan ser efectivos,
como proclamó el artículo 28 de la Declaración Universal de Derechos Humanos.
En el mismo sentido se manifestó el Grupo ad hoc de Naciones Unidas sobre pobreza y
derechos humanos al subrayar que para ser eficaz y no causar una aceleración del ciclo de
la extrema pobreza, la cooperación internacional también debe acompañarse de medidas
adecuadas en materia de mercado de armamentos y reglamentación del mercado laboral.
Las políticas para combatir la pobreza basadas en las normas internacionales de derechos
humanos tienen más probabilidades de ser más eficaces, sostenibles, no excluyentes,
equitativas y significativas para las personas que viven en la pobreza. Para que esto se
produzca, es necesario que los derechos humanos se tengan en cuenta en todos los procesos
pertinentes de formulación de políticas.
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