¡CUIDADO CON LA RADIACIÓN SOLAR! Por los Dres. Kepa Lizarraga y Javier Serra. El sol, con sus radiaciones, vida en la tierra, tal como ahora la sufriríamos importantes problemas, casos si la carencia se prolongara en es la fuente de energía a la que debemos la conocemos. Sin su efecto, plantas y animales que llegarían a la extinción en innumerables el tiempo. Sin embargo, siendo nociva la falta, lo es igualmente el exceso, y buena muestra de ello vamos teniendo en los últimos años por culpa del progresivo deterioro de la protectora capa atmosférica de ozono. Las radiaciones solares son parcialmente filtradas por las distintas capas de la atmósfera terrestre, de tal forma que a la superficie del planeta ha venido llegando una cantidad hasta ahora tolerable de las mismas. Sin embargo, el progresivo deterioro de la capa de ozono, muy importante para la absorción de ciertos tipos de radiación, está haciéndose notar, siendo cada vez mas frecuentes los problemas de salud debidos al exceso de exposición solar. Pero los amantes de los deportes de invierno tenemos dos problemas que añadir a los del resto de la población: a medida que ascendemos en la montaña, la capa de atmósfera que nos protege de las radiaciones se va haciendo más delgada y, por otra parte, cuando todo a nuestro alrededor se viste con el blanco manto de la nieve, su reflejo nos devuelve, multiplicada, la luminosidad solar, agravando sus efectos nocivos. Dos órganos de nuestro cuerpo van a sufrir de forma especial el impacto del sol: la piel y los ojos. Ambos cuentan con mecanismos naturales de adaptación para defenderse, como son el bronceado por aumento de la pigmentación, en el caso de la piel, y el progresivo cierre de la pupila en el de los ojos, pero no siempre pueden hacer frente a cambios tan bruscos y extremos como los que se viven en los deportes de invierno. ¿Qué podemos hacer para ayudarnos? Para la piel y mucosas tenemos que recurrir a las cremas y barras con un factor de protección solar adecuado a nuestras características de fotosensibilidad, sabiendo que, en principio, más vale pasarse por exceso que quedarse corto. El consejo habitual es el de aplicarlas al menos media hora antes de exponerse al sol, no olvidando zonas como las orejas, el cuello, las "entradas" o la "coronilla" en el caso de que se hagan presentes. A su vez, el uso repetido de barras labiales, también con protección, reducirá el riesgo de que aparezcan los herpes actínicos, que suelen afectar especialmente al labio inferior. En cuanto a los ojos, unas buenas gafas serán la mejor inversión para protegerlos. En materiales generalmente plásticos, con lentes en las que la ausencia del vidrio proporciona ligereza y seguridad y con diseños que cierren el paso a la radiación directa y a la reflejada, buscaremos modelos que nos garanticen un filtrado del 100% de la radiación ultravioleta y una protección igualmente elevada frente a los incómodos infrarrojos. Disfrutemos de la bondad del sol, pero en su justa dosis.