Historia de la Filosofía. Tema 2. Platón o los ideales políticos 1 LA TEORÍA POLÍTICA PLATÓNICA. El punto de partida de la teoría política de Platón es el análisis de la realidad socio política ateniense con dos defectos fundamentales: la incompetencia e ignorancia de los políticos y las luchas entre distintas tendencias que permitían que los intereses del grupo prevalecieran sobre las necesidades del estado, motivo de la relativa inestabilidad de los gobiernos de las ciudades estado griegas. Por tanto centra todos sus esfuerzos en una reforma política radical basada en la educación y en el saber, entendido en la línea de identificación socrática entre saber y virtud. Los dos modelos políticos atenienses -democracia y tiranía- son considerados por Platón como la causa de sus males y éstos a su vez son consecuencia del relativismo (la bondad o maldad de un acto dependen de las circunstancias en que este juicio o acto se producen) y escepticismo (imposibilidad de llegar a ningún conocimiento cierto) de los sofistas. La teoría política de Platón está directamente relacionada con la teoría de las ideas y parte de un isomorfismo entre el cosmos, el ser humano y la polis. Sólo un Estado gobernado por quienes tienen el conocimiento de los fundamentos del orden y la justicia puede ser ordenado y justo. De hecho, la motivación política preside toda la obra de Platón, como él mismo lo afirma en la Carta VII. La necesidad de encontrar un fundamento sólido al conocimiento (teoría de las ideas y ontología, y teoría del conocimiento) está en función de la necesidad, mucho más importante, de encontrar un fundamento sólido para guiar la acción común. Pero, aunque la teoría política de Platón más conocida es la que expone en la República, posteriormente matiza algunas de sus posiciones en El Político y en Las Leyes. En el Estado ideal, tal como lo expone en la República, y en base a aquel isomorfismo entre cosmoshombre-polis, distingue tres clases: 1) los reyes filósofos, que gobiernan porque tanto por naturaleza como por su educación tienen la capacidad de hacerlo, y su virtud característica es la sabiduría; 2) los guardianes o soldados del Estado, cuya virtud característica ha de ser el valor y la fortaleza, y que son quienes, bajo la dirección sabia de los gobernantes-filósofos, han de mantener las leyes del Estado; 3) por último, los artesanos o trabajadores, cuya virtud característica ha de ser la templanza. Cada una de estas tres clases se corresponde con las tres partes del alma humana: a) alma racional (virtud propia: la sabiduría y la prudencia)b) alma irascible (virtud que le es propia: la fortaleza) y c) alma concupiscible (virtud que le es propia: la templanza).Y de la misma manera que un alma es justa cuando sus tres partes están en armonía (influencia pitagórica), también en el Estado aparece la justicia como armonía de las otras tres virtudes (sabiduría o prudencia, fortaleza y templanza). Para evitar el nepotismo y la tentación de favorecer a los amigos o a uno mismo, las dos clases superiores no han de tener derecho a propiedades privadas, ni tan sólo a formar una familia estable. De esta manera, se trata de que vivan comunitariamente y que sus hijos sean considerados todos como si cada uno de los progenitores fuese su padre. La familia, el matrimonio monogámico y la propiedad privada sólo deberían ser accesibles para los artesanos o trabajadores, quienes, debido a su menor desarrollo intelectual, se motivan solamente por incentivos materiales, tales como aumentar sus riquezas o su mero bienestar material. Para acceder a la condición de guardián Platón establece una dura educación, y sólo quienes superen estas duras pruebas podrán ascender a esta condición. A su vez, de entre los mejores guardianes, y después de otra dura y elevada educación, especialmente basada en el estudio de las matemáticas y de la dialéctica, se seleccionan los gobernantes filósofos. La educación matemática permite actuar como enlace entre el mundo sensible y el mundo inteligible ya que, aunque el matemático se apoya en figuras y símbolos dibujados, no piensa en ellos, sino solamente en su significado abstracto. El primer escalón lo proporciona la aritmética, seguida por el estudio de la geometría que, por englobar en sí misma el estudio de lo irracional permite superar el problema del continuo matemático que tanto preocupó a los pitagóricos. La astronomía es el último escalón antes de volver a la música, entendida, ahora, desde el punto de vista de la proporción -la razón matemática- y la armonía, y de ahí llegar finalmente a la dialéctica que nos permite el conocimiento de la esencia de cada cosa. Llegados a este punto, ya se estará en condiciones de gobernar la polis que, de esta manera, se convierte en una filosofocracia. Se trata, pues, de una régimen político altamente elitista, aunque los gobernantes no son seleccionados en función de su origen social o de su posición económica, sino sólo en base a sus méritos y capacidades. Es, pues, un elitismo intelectual el que defiende Platón. Además, Platón también prevé la necesidad de una política de selección eugenésica, especialmente entre los guardianes, para favorecer un proceso de mejora de los ciudadanos. Por otra parte, los gobernantes tienen el derecho a ejercer una férrea censura en todas las artes, en la literatura, el teatro y en los contenidos de la enseñanza ya que, siendo ellos los poseedores del conocimiento, son los únicos que pueden saber qué es adecuado y qué es perjudicial para la colectividad. En especial, el gobernante deberá impedir la literatura o el teatro que, para alimentar la falta de rigor de los ciudadanos, ridiculiza a los dioses y, más aún si cabe, cuidar de las enseñanzas que reciben los niños, pues es en la infancia que se adquieren los peores vicios y se descarrían los futuros ciudadanos. En cualquier caso, Historia de la Filosofía. Tema 2. Platón o los ideales políticos 2 Platón no introduce diferencias entre hombres y mujeres: ambos sexos deben tener los mismos derechos y recibir la misma educación. No obstante, Platón como todos los griegos, estaba convencido de que todo cuanto nace (y la polis no es una excepción) está sometido a degeneración. Por ello, prevé las diferentes etapas de degeneración que puede sufrir una comunidad humana, y describe las cinco formas de gobierno que, de manera procesual, ejemplifican dicha degeneración. Así, para él, la forma idónea de gobierno es la monarquía entendida en su significado literal (de monas, unidad): el gobierno de uno solo: el más capaz (no es una monarquía hereditaria por los «méritos» de la sangre, sino el gobierno del mejor). Si son varios entre los mejores (aristos) los que gobiernan, se denomina aristocracia (nuevamente no en el sentido del gobierno de una casta social, sino de los mejores y más preparados intelectualmente). La degeneración de esta forma de gobierno es la timocracia, o gobierno regido por el honor más que por el conocimiento, que puede degenerar en la oligarquía (gobierno de unos pocos -oligos-) regida por el afán de riqueza. Cuanta más importancia se da a la riqueza menos se da a la virtud, dice Platón. Esta situación genera pobreza y aumenta las diferencias sociales, lo que engendra la democracia, el triunfo de los pobres sobre los ricos que conduce a una inevitable crisis de la autoridad y a la demagogia (fue un régimen democrático el que condenó a muerte a Sócrates). Pero el exceso de libertad y de pautas fijas y racionales de conducta conduce a un exceso de servidumbre y desorden que da lugar a la aparición de la tiranía, la más detestable de las formas de gobierno y verdadera caricatura del gobierno justo que, según Platón, es la monarquía. En El Político y en Las Leyes Platón matiza su modelo utópico de la República (primera utopía política). Así, Platón empezará a dar cada vez más importancia a las leyes como instrumento de gobierno, ya que se revelaba plenamente irrealizable en la práctica un modelo regido solamente por el conocimiento, como el propuesto en la República. No se trata de rechazar lo expuesto en esta obra, porque se trata de un ideal, pero en ausencia de la polis ideal es necesario regir los destinos comunes por las leyes. Estas, aunque inferiores al gobierno regido por el pleno conocimiento del Bien, permiten realizar en la práctica un gobierno relativamente justo, pues «la ley no puede llegar a captar a la vez lo mejor y más justo para todos, de manera que pueda ser capaz de decretar las prescripciones más útiles, ya que la diversidad que hay entre los hombres y los actos, y el hecho de que nada humano esté en reposo, impiden llegar en ningún arte ni en ninguna materia a un absoluto que valga para todos los casos y en todo tiempo». No obstante, es mejor la ley bien guiada por el «arte regio» que se parece al arte de un tejedor pues, como éste, el legislador trata de hacer entrecruzamientos, conciliar voluntades e intereses contrarios y entretejerlos. El legislador debe asegurar la estabilidad y duración de las leyes para evitar la degeneración de la ciudad. Pero un entramado de leyes supone una Constitución. Así, del gobierno utópico guiado por el puro conocimiento del Bien, Platón pasa, en Las Leyes, a intentar conciliar los dos modelos básicos constitucionales: el de la monarquía (representado por el modelo persa) y el de la democracia (representado por Atenas), ya que todas las otras formas constitucionales son formas degeneradas de éstas. Entonces, una ciudad solamente podrá ser bien gobernada si estos dos elementos están bien representados, ya que aúnan sabiduría y libertad. Un exceso de poder personal, si no está en manos de un auténtico sabio, conduce al absolutismo tiránico, pero un exceso de libertad, si no está sometida a control, conduce a la demagogia. En ausencia del modelo ideal, Platón propone un modelo basado en una constitución mixta y una igualdad proporcional. Estamos, pues, ante la concepción de la justa medida, pero basada en un ideal de isonomía que contempla dos tipos de igualdades. Esta misma concepción aparece también en la ética defendida por Platón en el Filebo. En dicha obra, mediante prolijos análisis basados en su método de las divisiones dicotómicas, señala que ni el placer ni la sabiduría o prudencia pueden ser autosuficientes. El bien debe ser una mezcla de placer y conocimiento (aunque más inclinado del lado del conocimiento). Una mezcla de lo mejor de cada uno de ellos, es decir, de lo mejor de cada ciencia y de lo mejor de los placeres puros. En dicha mezcla aparecen la simetría, la belleza y la verdad. En el Fedón (donde aboga por una filosofía entendida como catarsis), Platón se esforzaba en separar el saber (propio de la psique) de la corporalidad; en el Teeteto, Platón arremetía contra la idea de que la sensación (el cuerpo humano) es el criterio del conocimiento; en el Filebo, arremete contra la concepción puramente hedonista que considera el placer (nuevamente el cuerpo humano) como criterio de felicidad. Y en sus obras políticas señala que no debe ser la ley del más fuerte (de nuevo la corporalidad) el criterio de justicia, como lo habían afirmado Calicles o Trasímaco. Pues bien, el compendio de todas esas concepciones que acababan situando en la corporalidad los criterios del conocimiento, de la felicidad y de la justicia, era la concepción de Protágoras que consideraba el hombre como medida de todas las cosas. Si la motivación inicial del pensamiento platónico era, como hemos dicho, de índole política y su pensamiento se dirigía contra el relativismo de los sofistas y, muy en especial, contra el homo mensura de Protágoras, al final de su vida, aunque modera sus pretensiones, no por ello cede a los argumentos del sofista. No es el hombre la medida de todas las cosas, sino el bien. Pero, puesto que somos humanos y no podemos alcanzarlo directamente, debemos saber situarnos en el punto adecuado. "De esta manera, el razonamiento nos ha Historia de la Filosofía. Tema 2. Platón o los ideales políticos 3 enseñado, como lo había hecho también desde el principio, a no buscar el bien en la vida pura o no mezclada, sino en la vida mixta" (Filebo, 61b). ALGUNOS ESQUEMAS COMPLEMENTARIOS SOBRE EL PLATONISMO Historia de la Filosofía. Tema 2. Platón o los ideales políticos 4