campari 7/19/10 1:56 PM Page 2 Urban People por Aixa Rocca fotos: Víctor Alvarez GILLESPI el trompetista que no sabe tocar la trompeta COMO MUSICO, PASO POR EL JAZZ Y EL ROCK CON IDENTICA COMODIDAD. ESTUVO EN LA TELE, Y ENCONTRO SU LUGAR COMO CONDUCTOR DE RADIO. ADEMAS, ES ESCRITOR Y BLOGGER. ANTE CUALQUIER DESAFIO, GILLESPI SE DISPONE A APRENDER ALGO NUEVO. POR EJEMPLO, A PONERLE TITULO A ESTA ENTREVISTA G illespi nos ha aclarado que sus horarios “son japoneses”. Por eso, la entrevista se hace de noche. Lo encontramos en el restaurante Pipí Cucú, en Colegiales, a pocas cuadras de los estudios de Rock & Pop, la radio donde conduce, de lunes a viernes de 19 a 21, Falso Impostor. Llegamos puntuales pero él ya está sentado a la mesa, compartiendo una copa de vino con un conocido de Sony, la discográfica que editó “Gillerama”, su séptimo y más reciente disco. Marcelo Rodríguez, dice su DNI. Pero para todo el mundo es Gillespi, el apodo que le puso Roberto Pettinato a este artista polirrubro, más conocido por sus papeles como músico y como conductor radial, que por su faceta de escritor (lleva publicados dos libros y el tercero a medio terminar), columnista (en el diario La Razón) y como blogger (en el blog Almacén, de Clarin.com). Trabajó en televisión (donde se hizo famoso con el personaje de Aníbal Hugo, en el programa Orsai), pero dice que logró escaparse. Y, como si le faltara algo, lo convocaron para participar en un ciclo con guión de Alejandro Dolina y dire cción de Juan José Campanella. Poco queda hoy de aquel joven estudiante que a fines de los años 70 cursó hasta cuarto año de Psicología en la UBA porque tenía “inquietudes intelectuales”, pero pronto se dio cuenta de que lo suyo era la música. Su presencia en la facultad, dice, terminó siendo como lo de Graciela Alfano en Ingeniería: “Por aquella época el 90% de mis compañeros eran minas, así que al menos alguna iba a enganchar”. 044 JOY ¿Cuándo empezaron a llamarte Pero ¿de entrada te gustó el apodo? Gillespi? Me gustó, sí. Me remitía a la isla de Gilligan. Es un nombre corto y tiene fuerza. Ahora muchos me dicen Gille [pronúnciese con una sola ‘ele’]. Pero fue bravo con mis colegas trompetistas. Porque el trompetista es una especie de Messi del jazz. Es difícil que entre ellos convivan en armonía, tienen unos egos... Entonces me ha pasado de ir a varios encuentros de trompetistas en donde de pronto decían: “Ah, no, pero el señor se llama Gillespi”. Y claro, es como ponerte “Miles Davis”. En realidad el autor de mi seudónimo es Petti (por Roberto Pettinato). Es rara la explicación, porque aquellos que realmente conocen a Dizzie Gillespie, el trompetista americano, saben que él tuvo una trayectoria muy grande pero que su última etapa, los últimos diez años, fueron un poco decadentes. A veces tocaba cosas que no se sabía qué eran. Y Petti se re f ería a eso al compararme con él, no a la época de Dizzie de gloria. Entonces, fue una ironía... ¿Cómo llegaste a tocar la tro m- Sí, pero también de alguna forma mi personalidad es parecida a la de Dizzie. El era un tipo gracioso, con lentes, medio cara de simio, más o menos el p e rfil me daba. Lo cierto es que de alguna forma se institucionalizó el nombre cuando hicimos Duro de Acostar, en los ’90, porque ahí yo tenía que figurar en los títulos como el número dos de Petti y mi nombre es Marcelo Rodríguez. Recuerdo entonces que en una cena él me dijo: “¡No te podés llamar Marcelo Rodríguez!”. Yo le dije: “Pero es mi nombre”. Y él replicó: “Está bien, p e ro no te podés llamar así. Para mí, vos sos Gillespi”. Era raro, imaginate tocar la guitarra y llamarte Clapton. “La gente va a hacer cola para pegarme”, pensaba. Es muy irrespetuoso. Pero bueno, la realidad me demostró que ¡nadie conoce a Dizzie Gillespie, al verdadero! Me han pasado cosas insólitas, gente que me ha dicho: “Che, fui a ver a Brad Mehldau [el pianista de jazz] y tocó un tema tuyo”. Y yo les digo, “Bueno, no, es muy largo de explicar...”. peta? Yo tocaba guitarra con mi primo mayor. S i e m p re en el territorio de la bossa nova, de la música flamenca; hacía los acompañamientos. Y todos los días él me hacía escuchar música. Realmente se tomó el trabajo artesanal de ir educándome. Hasta el día de hoy estoy agradecido por el tiempo que mi primo dedicó a formarme. Todos los días iba después del colegio a su casa y escuchábamos algo distinto. Otros iban a jugar a la pelota, pero yo iba a su casa. En algún momento entramos en el mundo del jazz y cierto día él puso un disco, Somethin' Else [uno de los grandes álbumes de jazz de todos los tiempos, editado en 1958], en el que Cannonball Adderley tocaba con Miles Davis temas como Autumn Leaves. ¡Cuando escuché eso! ¡Era un rayo láser esa trompeta! Me dije: “Esto es otra cosa, yo quiero tocar la trompeta”. ¿Y empezaste a tomar clases? Monte Grande y eran fines de los años 70 o principios de los 80, plena dictadura militar. El trompetista más cercano a mi casa estaba a 30 kilómetros. Entonces vino mi compañero de banco del colegio y me dijo que en el templo evangelista al que él iba, el pastor tenía dos trompetas. Fue como si me hubiera ganado la lotería. Le dije: “Llevame a la Iglesia”. Y el pastor me dijo que podía tocarla, siempre y cuando lo hiciera dentro del templo. Entonces empecé así, yendo por las tardes al templo a tocar la trompeta. Aclaro que nunca tomé clases, hasta el día de hoy. No tengo idea de cómo se toca la trompeta. Ese es el título de esta nota. RED STYLE Los cinco objetos fa vo r i tos de color rojo para Gillespi • Una Ferrari. • Ropa interior roja. • La camiseta de Cristiano Ronaldo. • La trompeta roja de Miles Davis. • El interior de la capa de Drácula. Mmm, no. Sucede que yo vivía en JOY 045 campari 7/19/10 1:56 PM Page 4 Urban People ¿Cuando salís a comer afuera, tenés tus lugares favoritos? ¿Cada cuánto tocás ahora? Todos los días. Toco porque me gusta, de hecho no tengo conciertos programados para los próximos días. Suelo tocar al mediodía. Pongo el noticiero en la tele y toco arriba. Siempre toqué con la televisión prendida. Toco lo que sea, los jingles, la cortina musical de Mirtha Legrand... es como una f o rma de estudiar. Tengo un estudio en el fondo de casa preparado acústicamente y ahí puedo quedarme hasta las cuatro de la mañana, generalmente cuando se acerca la sensación de que tengo un disco en marcha. Porque yo trabajo primero solo y cuando las ideas empiezan a tener vida re c i é n empiezo a buscar un estudio grande y a llamar a los invitados. Tocaste con un montón de gente. ¿Con quién te falta tocar todavía? Con el flaco Luis Alberto [Spinetta], pero no quiero. He estado veinte veces en su casa tomando mate con la trom- 046 JOY peta, eh, pero me da terror tocar con él. El flaco para mí es Dios. Y yo lo quiero tener ahí. ¿Te sentís cómodo en el rol de conductor en la radio? Para mí Rock & Pop fue un desafío, porque yo empecé en la AM, primero en Radio Provincia; después en la Red, con Bonadeo; más tarde estuve con Castello en Mitre, y luego pasé a la FM. Imaginate, venía del ambiente de Néstor Ibarra, Magdalena Ruiz Guiñazú, Ernesto Te n e nbaum, Marcelo Zlotogwiazda. Yo era el loco. Como no me parecía a nadie de los que estaban en AM, tenía mi estilo propio. Y de pronto llegué a una radio en la que trabajaban Diego Capusotto, la negra Ve rnaci, To rt onese... ¡están todos más locos que yo! Soy Heidi al lado de estos pibes. Ahora llevo ya seis años y encontré mi lugar. De alguna forma sintonizo con la ideología de la radio. Sí. En Guido’s Bar hacemos “la mesa de los lunes”. Nos juntamos varios, Lalo Mir, el gato Gaudio, Diego Bonadeo... somos como 20. Y está sobreentendido de que cada cual puede traer uno o dos iniciados a la mesa. También me gusta el Centro Okinawense, en la avenida San Juan, al que me llevó por primera vez Alfredo Casero. O el tradicional Lalo de Buenos Aires. Ahí cenábamos todas las medianoches en la época en la que trabajé con Dolina en el Paseo La Plaza. También me gusta El Gato Negro, en la avenida C o rrientes, porque venden especias y café. Un lugar muy recomendable es Unaghi, restaurante de sushi (en Colegiales). La comida japonesa me gusta desde hace muchos años. Incursioné gracias a Petti, porque cuando hacíamos Orsai íbamos seguido a Furusato y el chef nos hacía probar cosas diferentes todos los días. Y el vino me gusta tinto, porque el blanco no lo llevo bien, es pegador. En Guido’s Bar, por ejemplo, puedo comer la “pasta Gillespi”, con un pescado llamado savorín, con oliva y pimentón. No es chiste, eh, el plato está en la carta. Pero yo no tuve nada que ver con la elección de los ingredientes. aviso ¿Solés ir a bares por la noche? Ya no tanto. En una época íbamos al Unico (ver re c u a d ro), cuando hacíamos Medios Locos, en el 2000. Ahora puedo ir a Thelonious o a Jazz y Pop a escuchar jazz. Además de la japonesa, ¿qué otro tipo de comida preferís? Soy bastante sencillo, no me atraen las comidas elaboradas. En casa tuve mi “momento wok”. La comida argentina me encanta. La entraña, el bife. CAMPARI DRINKING Puesto a elegir su trago favorito con Campari, Gillespi dice que prefiere el Campari con naranja. Recuerda particularmente una é p o ca en la que el trago solía ser un fiel co m p a ñ e ro en sus jornadas de trabajo. “Hubo un momento –puntualiza-, allá por el 2002 o 2003, en donde el Bar Unico funcionaba como mi oficina. Todas mis reuniones y entrevistas las organizaba ahí, y mi trago preferido era Campari con jugo de naranja y hielo, el aperitivo ideal antes de la cena”. ¿Qué hace a este trago tan especial? El músico dice que el secreto es “esa mezcla equilibrada de dulce y amargo”, porque las cosas demasiado dulces lo empalagan. JOY 05