Madame Bovary / Gustave Flaubert

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BIBLIOTECA
DE BARAÑAIN/
BARAÑAINGO
LIBURUTEGIA
Madame Bovary / Gustave Flaubert
1856
La gran tragedia de Enma Bovary es que idealiza el amor. No se
preocupa por lo que siente sino por lo que, según un modelo
aprendido en los libros, cree que debería sentir. “Antes de casarse –
leemos en la traducción de Carmen Martín Gaite al final del capítulo
5 de la primera parte (pág. 43 en la edición de Bruguera)- Enma
había creído estar enamorada; pero como la felicidad que esperaba
de aquel amor no había hecho su aparición, pensó que se habría
equivocado. Y se preguntaba intrigada qué es lo que había que
entender concretamente en la vida por palabra como “dicha”,
“pasión”, ”ebriedad” que le habían parecido maravillosas en los
libros”.
De hecho, Enma se hace romántica de la misma manera que don
Quijote se hace caballero andante: a través de la lectura de unos
libros, a veces mediocres, que no describen el amor sino un
sucedáneo que termina por convertirlo en su caricatura a fuerza de
exageraciones. Y así si Don Quijote sale por el mundo en busca de
aventuras, Enma sale a su ventana1 a otear el horizonte en espera
de romances. Quizá porque no podía hacer otra cosa. Al fin y al cabo
a una mujer de mediados del siglo XIX “en absoluto se le ocurría
preguntarse si hubiera podido participar ella en provocar un cambio
en su vida ni hubiera buscado dentro de sí alguna fuerza que pudiera
estar aletargada. Se limitaba a acariciar la idea de que ciertas
“En provincias la ventana es como un sucedáneo del teatro y del paseo” (pág. 149). ¿Del viaje también,
si vamos un poco más lejos?
1
combinaciones del azar hubiera podido dar lugar a un destino
diferente” (C. Martín Gaite: “De Madame Bovary a Marilyn Monroe”).
Efectivamente, Enma no puede tomar la iniciativa sólo puede estar
permanentemente dispuesta a aprovechar las combinaciones del
destino, receptiva. Y en esas circunstancias no es extraño que toda
su vida sea un continuo alternar entre momentos de euforia cuando
las combinaciones del destino son favorables a su sed de romances y
momentos de angustia y de impotencia, cuando no es así.
Pero volvamos a la lectura de esos libros que han podido trastornar a
Enma, envenenarla incluso, según la madre de Charles. Cuando
Enma está atravesando una crisis después de la partida de Leon
hacia Paris, la madre de Charles le asegura a su hijo que lo que
Enma tendría que hacer es agotarse en trabajos manuales. Charles
Bovary protesta: Pero si hace muchas cosas (pág. 148). Entonces su
madre arremete contra el vicio de la lectura (como en el Quijote
hacen el barbero y el cura): “¿Que hace cosas?, ¿qué es lo que hace,
vamos a ver?. Pasarse el día leyendo novelas, libros perniciosos,
obras contra la religión en las que se ridiculiza a los curas, discursos
volterianos. Pero lo malo de eso, hijo mío, es que va siempre más
allá, quien mal anda mal acaba, y no hay cosa peor que un ateo.” Se
tomó, pues, la resolución de impedirle a Enma leer novelas. Aunque
llevar a cabo esa resolución no se presentaba como un asunto fácil.
La madre de Charles dijo que lo dejara de su cuenta. A su paso por
Rouen, iría ella misma en persona al establecimiento donde Enma
pedía en préstamo sus libros y daría por canceladas las
suscripciones. Caso de que el librero, a pesar de todo persistiera en
seguir ejerciendo el menester de envenenador, ¿no estaban ellos en
su derecho a dar parte a la policía?.
Algunas páginas más adelante, cuando Enma ya tiene un amante,
hay un momento en el que “por mera obra y gracia de sus usos
amorosos madame Bovary cambió de modales. Sus miradas se
hicieron más procaces, más descarada su conversación y hasta llegó
a la desfachatez de pasearse junto a Rodolphe con un pitillo en la
boca como si se quisiera reír del mundo... La madre de Charles que,
después de una bronca con su marido, había venido a refugiarse
durante unos días a casa de su hijo, estaba tan escandalizada como
los demás vecinos, o más. Eran muchas las cosas que la tenían
disgustada. La primera, que Charles no había dado oídos a sus
consejos de prohibirle A Emma leer novelas!”. (pág. 228)
Está claro que para su suegra, el carácter caprichoso de Enma, que
salta de la melancolía a la provocación, es consecuencia en buena
medida de su afición a leer novelas.
Pero vayamos al principio, al capítulo 6 de la primera parte, y
veremos como describe Gustave Flaubert, el origen de esta afición
de Enma tan perniciosa.
Cuestiones para debatir en la Tertulia
1.- Toda la vida de Enma Bovary es un alternar etapas de euforia
(cuando está enamorada) y de depresión (cuando se ve
abandonada).
2.- Madame Bovary es una novela con un gran parecido con Don
Quijote. El protagonista de la novela en ambos casos es una persona
normal que a base de muchas lecturas acaba por concebir un mundo
imaginario lleno de aventuras, en el caso de don quijote y de
romances en el caso de Enma que nada tiene que ver con el mundo
prosaico y ramplón que les rodea; los dos tienen a su lado a
personajes opuestos a ellos, aunque , obviamente nada tiene que ver
Charle con Sancho Panza.
3.- Es curioso observar los discursos retóricos que en varias
ocasiones aparecen en la novela, más llamativos aun en un texto en
el que no sobra nada y todo se describe con una crudeza que a veces
llega a dar náuseas (la última parte
4.- La ironía de Flaubert y su capacidad para resumir en una
metáfora, en una sola imagen todo lo que está queriendo decir.
5.- La capacidad de adaptar el estilo al discurso de cada pasaje de la
novela. Realmente da la sensación de que se trata de un río con
remansos y cascadas
6.- El papel de Berthe
7.- Alusiones a su condición de mujer
8.- Médicos matasanos
9.- El boticario es un cura de la ciencia. Cambian las creencias no las
actitudes y la intolerancia.
Flaubert aparece a veces: p. 178
10.- Enma ingenua calculadora: llega a dar miedo (“como te agarras
a tus dineritos”)
11.- La mala leche y la ironía de Flaubert es sutil pero efectiva. De la
cortedad de Charles y la astucia de Enma nos da idea el pasaje que
arranca de la página 303 en la que el comerciante Lhereux convence
a madame Bovary de que lo más cómodo sería que su marido le
hiciera a ella un poder para evitarle quebraderos de cabeza. A los
pocos días ella se presenta ante Charles con el borrador de una
autorización a su nombre y le dice que se la ha preparado el notario
Guillaumin. Pero Enma añade con toda su sangre fría que los
notarios no tienen muy buena fama y que habría que consultar con
alguien, aunque ella no sabe con quién. Deja que sea Charles quien
diga: “A mí no se me ocurre más que Leon”. Las consultas con Leon
le llevaron tres días, dice Flaubert sin inmutarse, sabiendo que todos
los lectores entendemos lo que hicieron durante esos tres días. O un
poco más adelante vuelve a hacer uso de esos sobreentendidos y
apela a la inteligencia del lector, cuando dice (pág. 309): “Por esas
mismas fechas, o sea, a principios de invierno, fue cuando Emma
pareció verse invadida por una insólita fiebre musical”. Al principio el
lector se queda pensando que tal vez sea verdad, pero unos párrafos
más adelante nos damos cuenta que es una argucia de Emma para
viajar a Rouen a ver a su amante con el pretexto de dar clases de
piano.
ESCENAS FAVORITAS:
Algunas donde se refleja el arte de Flaubert, en realidad el arte de
los más grandes de mezclar en un mismo pasaje lo más trágico y lo
más cómico:
1.- El capítulo 2 de la 3ª parte. Enma vuelve de Rouen después de
que ha ocurrido la escena (una de las más citadas por los
comentaristas de la novela) en la que se produce el primer encuentro
sexual con León en el coche de alquiler (“Y por el puerto, entre
camiones y barriles, igual que por las calles, la gente abría unos ojos
como platos ante el espectáculo insólito en provincias, de aquel
coche de alquiler que aparecía y reaparecía una vez y otra, siempre
con las cortinillas echadas, más cerrado que un sepulcro y dando
tumbos como un barco” (pág. 292). Después de esa escena,
recordemos, Enma llega tarde a coger la diligencia y tiene que
alquilar un cabriolé que a mitad de camino alcanza a La golondrina.
Pues bien cuando llega a Yonville después de haber pasado por todas
esas peripecias se encuentra con la criada, con Félicité que le pide
que vaya urgentemente a hablar con monsieur Homais, el boticario.
Desde ahí toda la escena es delirante. Primero la descripción del
“capharnaüm”, el cuarto donde el boticario hacía sus mezclas y sus
potingues (“nadie ponía allí nunca los pies y era tal la estima en que
lo tenía que lo barría él mismo”). La bronca a Justin por haber
entrado allí es monumental, pero ¡ojo! es también el momento en
que Emma tiene noticia por primera vez de que allí se guarda el
arsénico que a la postre acabará con su vida. Esa información nos la
da Flaubert en mitad de una secuencia parece sacada de una película
de los hermanos Marx. La bronca de monsieur Homais a Justin (el
que siente un amor más puro por Emma, no lo olvidemos) va
subiendo de tono y llega un momento en el que lo coge por las
solapas y se le escapa un libro –“El amor conyugal”- que nos
podemos imaginar el tipo de libro pacato que es –“y encima con
grabados”-. Monsieur Homais está fuera de sí (“con los ojos fuera de
sus órbitas” –nos dice Flaubert- “sofocado, congestionado, al borde
la apoplejía”). Entonces monsieur Homais le grita a Justin: “Pero, ¿es
que te cogen todos los vicios, desgraciado?. ¿No te das cuenta de
que vas pendiente abajo...”. Llegado a este punto Emma, que ya se
estaba impacientando, pregunta: “pero, ¿para qué me han llamado
ustedes?”. Y el boticario con todo el acaloramiento le contesta: “Ay
es verdad, señora, es que su suegro ha muerto”. Se lo suelta así de
sopetón y eso que Charles, siempre tan prudente, la había mandado
allí precisamente porque le había pedido a su vecino que fuera él
quien la preparara para recibir la espantosa noticia.
Es ésta una escena paradigmática del arte de Flaubert. Sólo al final
descubrimos que entre risas y en un momento donde Enma está
recuperándose y viendo una nueva fase de euforia, nos está dando
noticia del siniestro final.
OTRA ESCENA FAVORITA:
Pág, 401: En medio de toda la gravedad de la jornada del entierro
cuando Justin va por la noche al cementerio.
Págs. 393 y 394 metáforas sobre la ciencia y la religión
Págs. 179 y 180: El exceso de precaución en Yonville arruina los
fuegos articiales
CAPÍTULO FAVORITO
El capítulo 11 de la 2º parte. Toda la operación a la que someten al
pobre Hippolyte, que vivía tan feliz con su cojera (hasta el punto de
que tenía más fuerza en la pierna mala) y como lo putean. Es toda
una sátira sobre una sociedad que tenía unas ambiciones muy por
encima de lo que la ciencia les podía ofrecer. La mezcla de
ignorancia y de soberbia que refleja es genial. Charle Bovary nos
enseña aquí su verdadero rostro. También él se deja timar, pero
como todo los timados buscaba un interés personal en todo esto: su
parte de gloria. Aquí lo vemos dejándose embaucar por el boticario
pero en parte cegado también por la ambición. La mala leche de
Flaubert al compararlo con las grandes lumbreras de la medicina es
patente: “Ni Ambroise Paré, al aplicar por primera vez, siguiendo,
después de quince siglos, etc.) (pág. 209) . Y sobre todo las
conclusiones del doctor Cabinet: “Nosotros no tenemos tanto poder,
no nos las damos de sabios ni de petrimetres ni de bravucones.
Enderezar los pies defectuosos (pag. 216)
RETRATO SOBERBIO
El del doctor Larivière (Pág. 378)
FRASE:
“La palabra humana es como un caldero roto con el tocamos una
música para hacer bailar a los osos, cuando lo que nos gustaría es
conmover a las estrellas con su son” (página 227)
CUESTIONES PARA DEBATIR:
1.- ¿Quién es más feliz Enma o Charles?. Es legítima una felicidad
basada en la ignorancia?
2.- Gran parte del desenlace de la novela arranca del endeudamiento
de la familia. Charles le otorga poderes a Enma para manejar el
dinero de la casa y ella la arruina. ¿Puede haber una advertencia
sutil de Flaubert sobre la incapacidad de las mujeres para gestionar
la economía?. A pesar de que la novela está salpicada de referencias
3.- ¿Emma es una enferma, una víctima?. Lo más curioso es que ella
acaba destruida pero sus dos amantes -Rodolphe y Leon- se quedan
tan campantes. Ellos que se han beneficiado de sus encantos pueden
continuar viviendo sin problemas a pesar de su ausencia. Charles ha
sido muy feliz con ella, a pesar de haber sufrido todas las
humillaciones del mundo. “Con Charles –pág. 320- estaba más
encantadora que nunca, le hacía dulces de cacahuete y después de
cenar tocaba valses. Así vivían, ella despreocupada y él
considerándose el hombre más feliz del mundo”. Y eso ocurre casi al
final de la novela. Al único que la muerte de Emma termina por
destruir es a Charles. Primero lo envilece (“lo estaba corrompiendo
desde la tumba” pág. 404). Y cuando al final descubre toda la
verdad, lo mata.
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