Fuerza Tarea Brasil en América del Sur Informe Final La constitución de la Fuerza de Tarea Brasil en América del Sur tuvo como objetivo reunir las diversas visiones de académicos, consultores, periodistas y directivos de empresas brasileñas para someter a un debate público en Brasil un documento con diagnósticos sobre aspectos políticos y económicos de las relaciones del país con sus vecinos sudamericanos y ofrecer recomendaciones para la estrategia brasileña en la región. Los participantes de esta iniciativa fueron invitados debido a su experiencia e interés personal en el tema, independientemente de sus vinculaciones institucionales. Participantes: Adilson Oliveira Alcides Vaz Amaury de Souza Carlos Mariani Bittencourt Cezar Facciolli Christiane Aché Débora Thomé Décio Fabrício Oddone da Costa Denise Gregory Domenica Bluna Eduardo Viola Flávio Henrique Drummond Mattos João Paulo Veiga José Botafogo Gonçalves Lia Valls Pereira Lúcia Maduro Luís Marcelo Coelho Acosta Marcelo Coutinho Maria Regina Soares de Lima Octavio Amorim Neto Pedro da Motta Veiga Ricardo Sennes Roberto Iglesias Sandra Polónia Rios Las actividades de la Fuerza de Tarea fueron coordinadas por Maria Regina Soares de Lima, Pedro da Motta Veiga y Sandra Polônia Rios y posibles gracias al apoyo financiero de la Agencia Suiza para la Cooperación al Desarrollo (SDC). El presente informe es el resultado de un esfuerzo para sintetizar las visiones no siempre convergentes, manifestadas en los debates de la Fuerza de Tarea por sus participantes. El informe no pretende reflejar opiniones individuales. Ninguna de las afirmaciones o recomendaciones aquí presentadas puede ser atribuida a cualquiera de los participantes en particular. Apoio: 1. Introducción La estrategia brasileña en América del Sur ha ganado destaque en el debate sobre política externa de Brasil. Las reacciones brasileñas ante las iniciativas políticas y económicas de países vecinos y las decisiones del gobierno sobre el manejo de conflictos y tensiones con algunos de dichos países, han alimentado la intensa controversia en el ámbito doméstico. Para algunos, la actual política brasileña en la región sacrifica los intereses económicos y políticos del país en beneficio de alianzas inspiradas por visiones ideológicas. Para otros, ella preserva los intereses nacionales a largo plazo al preocuparse con la estabilidad y el desarrollo de los países vecinos, lo que acabaría beneficiando a Brasil. Además de la polarización de posiciones, el debate doméstico manifiesta también un claro déficit de reflexión en Brasil sobre las relaciones del país con sus vecinos inmediatos. En ese sentido, hay un conjunto de cuestiones que deben ser respondidas: (i) (ii) (iii) ¿Cuáles son los objetivos económicos y políticos de Brasil en América del Sur? ¿Cuáles deben ser las prioridades en la agenda brasileña de la región, en función de los objetivos identificados? ¿Cómo afectan esos objetivos al posicionamiento brasileño ante el tema de la integración regional? En realidad, esta reflexión apenas se ha iniciado. La entrada de América del Sur en la agenda de prioridades de la política externa brasileña es un proceso históricamente reciente, que se dio en simultáneo con el “adensamiento” de la agenda de intereses brasileños en la región, y ha sido incentivado en los últimos tiempos por eventos que revelan las intensas transformaciones que atraviesan los países sudamericanos. Los intereses brasileños en América del Sur son actualmente variados y crecientes e involucran intereses y actores diversificados: la región absorbe cerca del 20% de las exportaciones brasileñas y es un destino importante para las manufacturas; las inversiones de empresas brasileñas han aumentado de forma expresiva en los últimos años; los flujos migratorios intraregionales se expanden desde y hacia Brasil; y la integración energética regional, que dio sus primeros pasos en los años 90, es una creciente necesidad. La cuestión ambiental, el papel de la Amazonía y la expansión del ilícito transaccional constituyen temas de interés compartidos por Brasil y varios de sus vecinos. Más recientemente, el tema del cambio climático ha ganado importancia en la región y el último informe del Intergovernamental Panel on Climate Change (IPCC) identifica la gran vulnerabilidad de América del Sur al calentamiento global y a sus efectos. Esta agenda relevante y diversificada, no es compatible con el pequeño espacio que ocupa en las prioridades de Brasil en términos de política externa. Históricamente, la tradición diplomática del país otorga poca importancia a las relaciones de Brasil con América del Sur. Tal tendencia empieza a cambiar a partir de los años 90, con la gradual 2 promoción de la región en la escala de prioridades de la política externa brasileña. La prioridad dada a la política sudamericana es un fenómeno que se origina y se manifiesta casi exclusivamente dentro del aparato estatal y, aun así, de forma muy heterogénea. La mayor parte de las elites brasileñas no considera a la región como un área prioritaria y no hay en el país esfuerzos significativos para discutir la configuración que debería asumir la política brasileña en América del Sur. La superficialidad y la polarización del debate interno en Brasil en nada contribuyen a la consolidación de una visión brasileña sobre América del Sur. En este contexto, Brasil ha enfrentado dificultades para establecer y consolidar una relación estratégica con sus vecinos inmediatos y para formular e implementar políticas que contribuyan a la integración sudamericana. La constitución de la Fuerza de Tarea Brasil en América del Sur pretende contribuir para profundizar el debate sobre el tema, reuniendo académicos, consultores, representantes de empresas y periodistas. Esta iniciativa tiene el objetivo de recoger las visiones y experiencias variadas de los miembros de la Fuerza de Tarea para someter al debate público en Brasil un documento con diagnósticos sobre los aspectos políticos y económicos de las relaciones del país con sus vecinos y ofrecer recomendaciones para la estrategia brasileña en la región. 2. Antecedentes: América del Sur en la agenda brasileña de política externa y comercial Brasil tiene fronteras con prácticamente todos los países sudamericanos, excepto Ecuador y Chile. La combinación de la proximidad geográfica ineludible con la disparidad del tamaño del país frente los demás, acabó generando un síndrome de desconfianza entre Brasil y los países de la región, alimentado por las diferencias de idioma, de trayectorias sociopolíticas y de sustrato cultural. Un reflejo de esa mutua desconfianza es el lugar que la región ocupa en las tradiciones de la política externa brasileña moderna. Brasil experimentó dos modelos de política externa en el siglo XX: el de una relación especial con los Estados Unidos y el de la búsqueda de una autonomía ante la estructura de poder internacional. Sin embargo, aun en los momentos en que predominó la tendencia autonomista y la diversificación de aliados políticos y económicos, el movimiento equilibrador ante los Estados Unidos se buscó primordialmente fuera de la región. A partir de los años 90, con la redemocratización y la construcción de una alianza estratégica con Argentina, América del Sur fue gradualmente convirtiéndose en uno de los principales focos de la política externa brasileña. Al mismo tiempo en que se ocupaba del proceso de construcción del Mercosur, Brasil procuró promover diversas iniciativas diplomáticas en la esfera sudamericana. Algunas de ellas tenían como eje la dimensión económico-comercial (ALCSA, acuerdos comerciales de Mercosur con países de la región: Chile, Bolivia y, más tarde, la CAN), otras, la dimensión infraestructural (IIRSA) y otras, la esfera política (mediación de conflictos entre Perú y Ecuador), además del intento de fortalecer la cooperación amazónica con la creación de la Organización del Tratado de Cooperación Económica (OTCA) en 1998. A pesar de la 3 diversidad de iniciativas, la dimensión comercial fue el principal eje a partir del cual se expresó la política sudamericana de Brasil en los años 90. Las motivaciones brasileñas para promover el modelo de unión aduanera del Mercosur se centraban en la preservación de mercados y en el fortalecimiento del poder de negociación del país con los países del Norte. El eje central de la integración, bajo la visión oficial de Brasil, era la defensa del Arancel Externo Común, lo que garantizaría negociaciones comerciales pautadas en el espacio Mercosur. Esa opción, sin embargo, ignoraba la lógica de la integración económica con el aprovechamiento de las economías de escala y de escopo y la consecuente especialización e integración de las cadenas productivas. La combinación del déficit de implementación de la agenda de libre comercio con la falta de coordinación de políticas económicas en un modelo de unión aduanera no ha sido capaz de generar una dinámica positiva de las exportaciones de los socios menores hacia los mercados de los socios mayores. ¿Cuál es el beneficio de la opción del “modelo Mercosur”, identificado con la unión aduanera y su arancel externo común?. Fue el de contribuir, hasta el final de la década de los 90, al refuerzo de la posición negociadora brasileña en foros comerciales internacionales y atraer el interés negociador de la Unión Europea a una negociación interregional. Sin embargo, esta opción, al relegar a un segundo plano las cuestiones relativas a la generación de una dinámica positiva para los socios menores, se ha convertido en uno de los principales factores que alimenta las actuales quejas de dichos socios acerca de los escasos beneficios que el bloque ha traído para su crecimiento económico. La crisis en el Mercosur, que se prolonga y se agrava desde 1999, se ha traducido en crecientes dificultades para tratar la agenda interna del bloque y para coordinar con los países miembros la formulación de la agenda externa de negociaciones. Esta evolución, aliada a las evaluaciones críticas sobre el énfasis excesivo dado a la dimensión comercial del proceso de integración, ha estimulado la discusión de nuevas estrategias brasileñas para la integración sudamericana. El proyecto de creación del ALCSA (Área de Libre Comercio Sudmericana) fue presentado por Brasil a los países del Mercosur al inicio de 1994. El comunicado conjunto de los gobiernos de los países del Mercosur apoyando la creación del ALCSA afirma que "los ministros del Exterior y de Finanzas del Mercosur confirmaron su apoyo completo a la liberalización comercial entre todos los países de América del Sur, como un fin en sí mismo, para facilitar la entrada de la región en la economía del hemisferio y del mundo". Aunque no haya seguido adelante, también en esta iniciativa se hizo evidente el objetivo de fortalecer la región – y la posición relativa brasileña – para negociar con los Estados Unidos en el ámbito del proyecto de integración hemisférica y, posteriormente, con otras regiones del mundo. Tras la creación del Mercosur y la negociación de los acuerdos con Chile y Bolivia (1996-1997), Brasil tuvo dificultades para avanzar con el proyecto de integración regional. Las negociaciones entre el Mercosur y la CAN fueron mucho más difíciles de lo que se preveía y un acuerdo poco ambicioso se firmó recién en 2003. La participación brasileña en el lanzamiento de la Iniciativa para la Integración de la Infraestructura Regional Sudamericana (IIRSA) durante la reunión de presidentes de 4 América del Sur en Brasilia en 2000, representa un esfuerzo del país en contribuir con la adopción de una agenda positiva para la región, desplazándose del campo de las negociaciones comerciales hacia la incorporación de otras dimensiones a la estrategia brasileña en la región. La intervención de Brasil como mediador en el conflicto Ecuador-Perú y los esfuerzos para fortalecer el Tratado de Cooperación Amazónica al final de la década de los 90 fueron otros movimientos en dirección a la diversificación de la agenda brasileña en la región. La evaluación crítica de las reformas liberales y de las experiencias de integración regional de los años 90, inspiradas en los modelos de “regionalismo abierto”, ha influido más recientemente en las nuevas iniciativas brasileñas en la región. Como resultado de esta evaluación, en estas iniciativas se observan una reducción de énfasis en la agenda comercial y la introducción de temas de diferentes matices (temas económicos no comerciales, como la integración energética y la infraestructura, además de temas sociales y culturales). La creación de la Comunidad Sudamericana de Naciones en diciembre de 2004 – ahora rebautizada como Unión Sudamericana de Naciones (Unasur) – es una de esas iniciativas. A lo largo de los dos últimos años, las negociaciones para la definición de la agenda temática de ese proyecto de integración han ido incorporando una gran diversidad de temas y diluyendo la importancia de la dimensión comercial. La reducción de la importancia dada a la dimensión comercial de la integración y la “revaloración” del Mercosur, por parte de la diplomacia brasileña, como plataforma de fortalecimiento del poder de negociación de Brasil en sus relaciones con los países del Norte se reflejan en las negociaciones para la adhesión de Venezuela al Mercosur. Las implicaciones de dicha adhesión para la agenda de negociaciones internas y externas de Brasil y del bloque – que ciertamente serán significativas – no han sido siquiera discutidas en Brasil. El Protocolo de adhesión ha sido negociado de forma sorprendentemente rápida, presentando escaso detallamiento de cronogramas y condiciones para el cumplimiento de las obligaciones comerciales y económicas por Venezuela. La falta de prioridad conferida a los temas comerciales y la expansión de la agenda temática suscitan la discusión sobre la falta de foco en los procesos de integración sudamericana y en las estrategias brasileñas en la región. 3. El diagnóstico 3.1. La creciente importancia de los países vecinos para los intereses brasileños Actualmente los intereses brasileños en América del Sur (políticos, económicos, culturales y de seguridad y defensa) son más significativos y más diversificados que antes y la región pasa por un período de importantes cambios económicos, políticos y sociales que, si generan nuevas oportunidades, también pueden llegar a representar amenazas para los intereses del país. A pesar de ello, el país enfrenta importantes dificultades de coordinación en los planos regional y doméstico para la implementación de políticas cooperativas. Este marco se agrava con la fragilidad de las instituciones regionales sudamericanas, y conribuye para politizar los conflictos en la región. 5 En contraste con la diversidad de la agenda, hay una escasa presencia de las cuestiones relacionadas con la integración sudamericana en el debate público en Brasil. No se conocen, de forma sistematizada, los intereses de un gran número de sectores y grupos sociales brasileños en la región. Hay dudas acerca del espacio que América del Sur debería ocupar en la agenda de política externa brasileña. Por lo tanto, no se sabe cuál es el grado de institucionalidad y de profundidad que Brasil debería proponer para el proceso de integración regional. Estas dudas permean los diversos segmentos de la sociedad y de la burocracia estatal. Independientemente de la falta de claridad de la estrategia de Brasil en la región, la disparidad de tamaño del país en relación con sus vecinos provoca impactos que no dependen de las intenciones brasileñas. Los movimientos brasileños tienen repercusiones en la región, aunque no estén incorporados en políticas e iniciativas explícitas. Los países sudamericanos no pueden ignorar a Brasil, independientemente de la postura que éste adopte y de la relativa indiferencia que la sociedad brasileña todavía manifieste en relación a lo que ocurre en la región. Hay una expectativa difusa en algunos países sobre una contribución brasileña a los desafíos y carencias regionales, combinada con un temor también difuso en relación con la eventual ambición de hegemonía regional de Brasil. Los vectores de la integración real de Brasil con sus vecinos sudamericanos son crecientemente diversificados. El mercado sudamericano continúa siendo muy relevante como destino de los productos industrializados brasileños, aunque esté perdiendo importancia relativa como destino de las exportaciones totales brasileñas en los últimos años. Dicha pérdida relativa se explica en gran parte por el auge de las exportaciones brasileñas hacia el mundo, y particularmente, por el fuerte dinamismo de la demanda mundial por commodities exportadas por Brasil. Además del comercio, otros temas económicos están ganando espacio. La expansión de las inversiones directas de empresas brasileñas en la región se relaciona con la búsqueda de condiciones estables de acceso a mercados, defensa contra movimientos de apreciación cambial en Brasil, aprovechamiento de recursos naturales o incluso de preferencias comerciales negociadas por países sudamericanos con terceros mercados. Esta expansión se da en un momento en que – a partir de la experiencia reciente de empresas brasileñas y no brasileñas en algunos países de la región – aumentan las percepciones de riesgo político en algunos de estos países y, por lo tanto, crecen las preocupaciones con la protección de estas inversiones. Importante para el desarrollo del comercio intraregional, para las estrategias de las empresas brasileñas en la región y para abaratar el flete de productos brasileños destinados a otros mercados, el desarrollo de la infraestructura física es otro tema que gana espacio en la agenda. La integración energética también emerge como tema de gran interés para Brasil. Ante el creciente temor de una nueva crisis energética en el país, gana importancia la cuestión de la seguridad del suministro energético de los países vecinos, tema que va más allá de las posibilidades de aumento del comercio y de la explotación conjunta de recursos energéticos. El surgimiento de conflictos sobre el tema entre Brasil y los países vecinos estimula el debate sobre la dimensión energética de las estrategias brasileñas en la región. 6 Nuevas cuestiones de naturaleza no económica están ganando importancia en la agenda brasileña. Una de ellas es el crecimiento del ilícito transnacional en la región, facilitada por las fronteras extensas y permeables, poco controladas y sujetas a problemas específicos, que van desde el narcotráfico a la fiebre aftosa, involucrando autoridades públicas diversas y actores diferenciados. Está también la cuestión de la Triple Frontera y las dudas sobre actividades de financiamiento a grupos terroristas. Otra cuestión importante son as migraciones ilegales y los problemas enfrentados por comunidades brasileñas en los países vecinos. El crecimiento de la migración brasileña hacia países como Surinam, Guyana y Bolivia y el desarrollo de brasileños en esos países genera oportunidades y problemas que no pueden ser ignorados. Crece, entonces, la “demanda” por una estrategia brasileña en la región y parte de esa demanda se origina en el hecho de que la agenda brasileña de “temas globales” – medio ambiente y Amazonía – tiene forzosamente una dimensión regional muy importante. El Tratado de Cooperación Amazónica ha sido una oportunidad desperdiciada para la articulación de políticas en esas áreas. Las autoridades brasileñas crearon algunos movimientos formales para el fortalecimiento institucional de la iniciativa, como la OTCA, pero no fueron capaces de implementar una agenda para promover las actividades de la organización. La dimensión regional también es relevante para atraer inversiones directas hacia Brasil. Muchas empresas multinacionales ven a América del Sur como una región integrada en sus decisiones de inversiones. Para muchas de ellas, la dimensión regional tiene impacto en sus estructuras organizacionales, en el destino de los recursos y en la distribución de la producción. Los innúmeros obstáculos a la circulación de mercadurías, las diferencias en los ambientes reguladores y la precariedad de la infraestructura de transportes tienen impactos negativos sobre la capacidad de atraer esos capitales hacia Brasil. Los cambios en la geografía económica mundial con la emergencia de China y de India y sus impactos sobre los sectores productivos de los países sudamericanos constituyen también un tema de la agenda global con implicaciones para la estrategia brasileña en la región. Los productos industriales brasileños están perdiendo espacio ante competidores asiáticos en los países de América del Sur. Este riesgo es agravado por la negociación de acuerdos comerciales entre algunos países de la región con países asiáticos. 3..2. Dificultades persistentes para formular una estrategia regional A pesar de las evidencias de la relativa indiferencia de la opinión pública brasileña en relación con la región y de que los mecanismos de cooperación comercial creados en los años 90 ya no dan abasto a la complejidad de la agenda sudamericana del Brasil real, la revisión de la postura tradicional del país en la región enfrenta dificultades en una serie de factores domésticos. Entre ellos, están: una cultura política internacional parroquial (volcada hacia adentro, como suele ocurrir en países de dimensiones territoriales como Brasil); el predominio de una práctica soberanista, que se rehúsa a delegar poderes a instancias supranacionales, por parte un gran sector de las elites brasileñas (elites políticas, empresariales, académicas y sindicales, inclusive); además de la poca identidad 7 sudamericana de las mismas. También son significativas las dificultades de coordinación interburocrática; el proteccionismo difuso de sectores empresariales y segmentos burocráticos; la poca relevancia de las cuestiones regionales para las elites políticas, apenas movilizadas en situaciones críticas; y el aislamiento en la formulación de la política externa en relación con el juego de los intereses sociales y económicos domésticos. Sobresale, entre estas dificultades, la escasa incorporación por parte de la burocracia brasileña de una visión positiva sobre los beneficios de la integración regional, inclusive sobre la importancia del cumplimiento de obligaciones ya asumidas en los acuerdos con los países de la región. Con excepción del Ministerio de Relaciones Exteriores (MRE), la mayoría de los órganos del gobierno que son responsables o interfieren en las relaciones con los países vecinos no lleva en cuenta la idea de integración en las decisiones operacionales o en la formulación de políticas. Es decir, la dimensión regional todavía no hace parte de la matriz de políticas públicas para la casi la totalidad del Poder Ejecutivo, incluso cuando se admite que habría beneficios, en términos de eficacia y de legitimidad de esas políticas, caso ellas integrasen, en su diseño e implementación, la dimensión transfronteriza (regional, subregional o bilateral, según el caso). Esta situación se refleja en el hecho de que, a pesar de los acuerdos de libre comercio negociados por Brasil con casi todos los países de la región (excepto Guyana y Surinam), permanecen ciertos obstáculos (barreras no arancelarias, exigencias sanitarias, problemas de certificación, normas técnicas, procedimientos aduaneros) que dificultan o impiden sus exportaciones hacia Brasil. Tales barreras son resultantes de acciones de la burocracia brasileña, que mantienen exigencias muchas veces innecesarias que impiden el crecimiento del comercio. Estas dificultades también afectan el buen funcionamiento de la logística y la integración física de la región. El objetivo de coordinar internamente los esfuerzos brasileños en el frente regional de política externa también sufre influencia de otros factores. Por un lado, la importancia atribuida por el gobierno actual al protagonismo brasileño en la escena internacional (asiento en el Consejo de Seguridad de la ONU, el comando de organismos internacionales, la prioridad a la conclusión de la Ronda de Doha, etc.) reduce el espacio de la región en la política externa brasileña y genera conflictos con los países vecinos en torno a la convergencia de posiciones y apoyo a las pretensiones brasileñas en esos foros internacionales, en particular, en el caso de la postulación a un asiento permanente en el Consejo de Seguridad. Por otro lado, el significativo crecimiento de las exportaciones brasileñas, apoyado en la fuerte contribución del agronegocio, reduce la importancia de la región en términos agregados en el comercio exterior brasileño y prioriza la apertura de mercados relevantes para productos agrícolas, que no están en América del Sur. En esta agenda, interfieren actores con intereses muy diversos y grados de inserción regional variados. En la esfera comercial, por ejemplo, la región atrae el interés de empresas industriales y de prestación de servicios, particularmente de ingeniería y construcción civil. Por su parte, los productores de alimentos y materia prima, que han sido beneficiados por el crecimiento de la demanda fuera de la región, consideran que 8 los esfuerzos brasileños deberían estar dirigidos hacia la apertura de grandes mercados consumidores, tanto de países desarrollados como de emergentes. La extensión territorial y la diversidad de intereses que de ella deriva alimentan visiones distintas entre estados y regiones brasileños sobre las prioridades de América del Sur para cada uno de ellos. Mientras para los estados del Sur el Mercosur es prioritario, los del Norte y Nordeste están interesados en estrechar lazos con los países al norte de América del Sur. Para algunos, dichas iniciativas no son complementarias, sino conflictivas. Es posible encontrar esa heterogeneidad de intereses inclusive en el limitado segmento de actores para los cuales América del Sur es relevante: el Ejecutivo Federal, en particular el MRE; las empresas públicas y privadas con inversiones en la región; las comunidades brasileñas que viven en los países vecinos y sus redes nacionales, e intelectuales y políticos integracionistas de diversos matices. Además de las dificultades internas que Brasil enfrenta para definir una estrategia en la región que tenga legitimidad social y política – y no sea apenas la expresión de intereses privados y visiones públicas muy específicas – hay obstáculos que derivan de procesos e iniciativas sobre los cuales Brasil tiene poca o ninguna capacidad de intervención y que dificultan la emergencia de un ambiente cooperativo en la región. Entre ellos sobresalen la oferta a los países sudamericanos de tratados de libre comercio y acuerdos preferenciales con terceros países situados fuera de la región; la prioridad concedida a las agendas domésticas que perjudica la agenda regional; la diplomacia de los petrodólares y el nacionalismo en relación con recursos naturales que tiende a producir tensiones entre productores y consumidores de dichos recursos; y el aumento de los gastos militares en algunos países de la región. La competencia con áreas de libre comercio entre países de la región y los Estados Unidos o los países asiáticos produce efectos significativos en Brasil. En primer lugar, aumenta el poder de negociación de países menores que demandan iniciativas de Brasil para reducir las disparidades estructurales. En segundo lugar, al estimular la competencia extraregional enfrentada en los mercados sudamericanos por los intereses empresariales brasileños en la región, estimula, en el medio empresarial nacional, posiciones favorables a la integración regional. En contrapartida, en el medio gubernamental, la estrategia de algunos países de la región en el sentido de profundizar la integración con aliados extra regionales, tiende a ser percibida como un factor que limita las posibilidades de incluir la dimensión comercial y económica en la agenda de la integración regional. Por otro lado, la coexistencia del nacionalismo económico en algunos países con políticas económicas de corte liberal en otros territorios de la región, ha conducido a divergencias que dificultan la formulación de propuestas de integración en varias áreas. Visiones muy distintas sobre el papel del Estado en la economía y sobre prioridades de inserción internacional dificultan, cuando no imposibilitan, la integración en algunas áreas donde se encuentran grandes oportunidades económicas, como la concesión de servicios públicos y la cooperación energética. 9 La nacionalización de los recursos naturales, como en el caso de los hidrocarburos en Bolivia, la prioridad a objetivos domésticos sobre la cooperación regional, ejemplificada por el conflicto de las papeleras entre Uruguay y Argentina, y el aumento de los gastos militares en países vecinos, que puede generar una carrera armamentista en la región, son factores que traen nuevos desafíos para Brasil, en la medida en que van en dirección contraria a los objetivos de estabilidad económica y política regional. En un contexto de restricción fiscal, una de las dificultades brasileñas en el ejercicio de la coordinación regional está asociada a la escasa capacidad del país para reunir recursos orientados a financiar iniciativas de integración, espacio que está siendo ampliamente ocupado por la diplomacia de Venezuela, a través de acciones principalmente de cuño bilateral. La diplomacia de los petrodólares – practicada activamente en la región por la República Bolivariana de Venezuela- plantea algunos desafíos relevantes para la política externa brasileña. A uno de ellos ya se ha hecho referencia: la entrada de Venezuela al Mercosur representará una dificultad adicional para que el bloque trate su agenda de negociaciones, especialmente en el frente externo. Y más aún, la postura de la Venezuela bolivariana “promueve” la polarización entre países de la región, al politizar las divergencias entre las políticas económicas y comerciales de los países de la región y al intentar “pautar” la agenda de la integración regional según sus preferencias políticas. Finalmente, el aumento de los gastos militares de países vecinos afecta la política de seguridad nacional y la capacidad de disuasión militar de Brasil en la región, con relevantes repercusiones sobre la política externa brasileña. Este conjunto de factores externos o “ambientales” condicionan de forma significativa las perspectivas de una redefinición ambiciosa de la agenda brasileña en la región: indica que el margen de maniobra de la política externa brasileña en la región es limitada y no apenas como consecuencia de las restricciones domésticas identificadas anteriormente. Hay un razonable potencial de tensiones y conflictos de origen económico y político entre los países de la región (y Brasil es uno de ellos). Ciertamente, este marco no favorece ni a la revisión ambiciosa de la postura brasileña en relación con la región, ni a los objetivos de una integración regional. 3.3 Síntesis del diagnóstico Entre los diversos aspectos levantados en el diagnóstico, algunos son esenciales para diseñar sugerencias para una nueva política brasileña en América del Sur: i. La percepción de que los intereses brasileños en la región se están diversificando y que hay un proceso de “adensamiento” de las relaciones de Brasil con los países de la región que no puede ser gerenciado en los marcos de la política “reactiva” que ha caracterizado históricamente la política regional de Brasil. a. Además del comercio, inversiones, integración energética y desarrollo de infraestructura demandan nuevos enfoques para la política brasileña en América del Sur; 10 b. La emersión de cuestiones transfronterizas de gran relevancia para Brasil, como el narcotráfico, el tráfico de armas, la seguridad regional, la migración, el control de plagas en actividades agropecuarias, etc., exigen acciones cooperativas; c. La necesidad de tratar temas de la agenda internacional de interés de Brasil, como calentamiento global y preservación del medio ambiente, demandan iniciativas de ámbito regional. ii. El reconocimiento de que los mecanismos desarrollados en los años 90 son insuficientes para tratar la complejidad de los temas de interés de Brasil en la región. iii. La constatación de las dificultades por las que pasan los proyectos de integración sub-regionales lleva algunos segmentos a defender una mayor prioridad para el tratamiento de temas no comerciales y no económicos en la agenda de la región. iv. El reconocimiento de que se ha hecho más explícita, en los últimos años, la existencia de una agenda regional con características y temática propias, asociada a la proximidad geográfica y a las oportunidades y riesgos por ella generados. Energía e infraestructura son dos temas de dicha agenda, cuya dimensión propiamente regional es evidente. Estas cuestiones deben llevar en consideración aspectos del ambiente doméstico y regional que limitan las posibilidades del éxito de propuestas muy ambiciosas para la política brasileña para América del Sur. En el plano doméstico, la superficialidad del debate, la dificultad en delegar o compartir la soberanía en instituciones internacionales y la existencia de visiones divergentes sobre la importancia de la región para la inserción internacional de Brasil, dificultan la consolidación de una visión brasileña de América del Sur. Además, las restricciones fiscales que enfrenta el Estado brasileño limitan el margen de maniobra para el financiamiento de iniciativas que fomenten la integración. En el plano externo, la crisis de los proyectos de integración en América del Sur, el retorno del nacionalismo económico a algunos países y la divergencia de visiones sobre el papel del Estado en la economía y las prioridades de inserción internacional – así como la “politización” de tales divergencias en las relaciones entre los países de la región – imponen límites al grado de ambición al que se puede aspirar para la integración regional y para la propia revisión de la política brasileña para América del Sur. 4. Revisando la política regional recomendaciones comunes de Brasil: visiones diferentes, A pesar de que hay un importante grado de convergencia entre los participantes de la Fuerza de Tarea en cuanto a los principales aspectos del diagnóstico, no existe consenso acerca de la mejor estrategia brasileña en América del Sur. Inclusive bajo el riesgo de 11 una excesiva simplificación, es posible identificar dos principales visiones entre los participantes de la Fuerza de Tarea: ⎯ Integración multifacetada – Están los que ven a Brasil como parte indisociable de América del Sur y confieren a la región la más elevada prioridad en la agenda de política externa del país. Defienden, por lo tanto, que el país desarrolle una estrategia de integración profunda con la región. Para ese grupo, el modelo que debe adoptarse tiene que enfatizar un componente desarrollista, suplantando la visión excesivamente “comercialista” de los modelos de los años 90 y agregar, además de los nuevos temas de la agenda económica – integración física, productiva y energética –, la implementación de mecanismos compensatorios a las disparidades entre países, así como cuestiones sociales – como las desigualdades – y políticas. Esta ampliación de la agenda traduciría, en la política brasileña de América del Sur, la emergencia de fuerzas sociales y políticas cuyos intereses no están representados en la agenda “comercialista” y en el modelo de integración que de ella derivaría. De manera general, los que defienden ese modelo creen que la profundización de la integración regional es esencial para la proyección de la política externa brasileña. La integración sudamericana se ve como un refuerzo importante para ampliar el espacio de influencia del país en los foros internacionales, defender mejor sus intereses en negociaciones con los países desarrollados y, en último análisis, aumentar el peso de la región en la política mundial. Frente a la diversidad de los modelos políticos y económicos en la actualidad, en contraste con el predominio de los regímenes de democracia de mercado de los años 90, los defensores de esa visión tienden a privilegiar el principio de no injerencia en los asuntos domésticos de otros países, en perjuicio de una política de promoción de la democracia que pueda entrar en conflicto con aquel principio. ⎯ Integración selectiva - Otros reconocen la existencia de una variada gama de intereses brasileños en la región, pero creen que la estrategia del país debe tratar de modo específico con cada uno de esos temas. Para ese grupo, un proyecto de integración más profunda para la región no es inevitable ni necesariamente deseable. La integración regional no se ve como un elemento esencial de la política externa brasileña y la importancia atribuida a la región debe ser relativizada a la luz de los intereses crecientemente diversificados del país, en términos geográficos. Bajo esta visión, el aumento de la integración de Brasil con la economía mundial debería ser el principal objetivo de la estrategia de inserción internacional de Brasil, “demarcando” su política regional. Esta visión recomienda que la agenda brasileña para América del Sur priorice la selección de temas – económicos o no (el combate al ilícito transnacional, por ejemplo) – en que la dimensión regional sea efectivamente importante para las agendas nacionales o para la solución de cuestiones que afectan a todos o a un subconjunto de países de la región. Ella da prioridad a la dimensión comercial de la integración y atribuye igual importancia a los nuevos temas de la agenda económica (inversiones, energía, infraestructura). 12 En las relaciones con los países de la región, esta visión valora la idea de defensa y promoción de la democracia y relativiza el principio de no injerencia en función de dicha idea. Los escenarios para la materialización de esas visiones parecen ser hoy difícilmente alcanzables, dadas las restricciones domésticas y externas para que Brasil implemente una estrategia ambiciosa que rompa la tradicional política regional de las últimas décadas. Sin abdicar de los objetivos más ambiciosos perseguidos por ambas visiones presentadas de forma estilizada, la estrategia brasileña debe realizar un esfuerzo de adaptación compatible con las restricciones aquí identificadas y de construcción de condiciones favorables al abordaje de una agenda más ambiciosa. Este esfuerzo supone la incorporación de una buena dosis de pragmatismo en el tratamiento de la agenda regional. Hay que abandonar la postura de “no hacer olas” de nuestra política regional, apenas reaccionando a iniciativas de nuestros vecinos para una posición proactiva, traducida en un conjunto de iniciativas en los planos regional, sub-regional y bilateral. Aun partiendo de visiones distintas sobre la funcionalidad de la integración sudamericana para los intereses brasileños, hay un conjunto de recomendaciones consideradas importantes por los adeptos a las dos visiones descritas: i. Los modelos de cooperación de los años 90 ya no son adecuados para el actual ambiente en América del Sur. Hay otras áreas en las que la cooperación entre los países de la región se hace no apenas posible, sino deseable. ii. La agenda temática de intereses brasileños en la región se ha diversificado y hecho más compleja y es necesario incorporar nuevos temas a la agenda brasileña para la región. iii. Es importante establecer criterios para la incorporación de nuevos temas en la agenda de Brasil para la integración regional. Un criterio relevante para la selección de temas debe ser el grado de contribución que el tratamiento regional dará al desarrollo o a la superación de problemas específicos, en comparación con soluciones bilaterales o de ámbito sub-regional. iv. Uno de los principales activos que Brasil tiene para ofrecer a sus vecinos es el tamaño de su mercado interno. A pesar de la necesidad de incorporación de nuevos temas, la integración comercial continúa siendo el principal vector de la política brasileña para la región. Es importante avanzar en la dimensión comercial de la integración regional. Para ello es necesario el empeño de la burocracia brasileña en la eliminación de barreras y obstáculos no arancelarios al comercio de bienes. Además, Brasil podría ofrecer a los países de menor desarrollo relativo de la región la completa eliminación de los aranceles de importación para la totalidad de los productos. v. La integración energética (especialmente la seguridad del suministro de energía), el desarrollo de la infraestructura y el establecimiento de disciplinas comunes que 13 estimulen la inversión brasileña directa en los países de la región son temas que atienden a los criterios de selectividad y requieren tratamiento regional. vi. En relación con el tema del cambio climático, Brasil puede desempeñar un papel central en las iniciativas para reducir en la región las emisiones de carbono provenientes de la deforestación tropical y en la coordinación de políticas de adaptación al cambio climático, particularmente en lo que se refiere a la Amazonía y a las áreas de producción agrícola. vii. Hay cuestiones transfronterizas que necesitan un tratamiento urgente, en particular el combate al ilícito transnacional, pero también a las migraciones y el control de plagas en las actividades agropecuarias. Estos temas exigen abordajes variados, inclusive el bilateral, que no pueden depender de la evolución de una vasta agenda temática de carácter regional. viii. En varias áreas de la agenda brasileña para la región, la dimensión de la cooperación y de la relación bilateral debe ser explorada y puede constituir una etapa ineludible en el camino del tratamiento regional de esas áreas temáticas. Además, hay temas que pueden no tener gran relevancia en el ámbito regional, pero que merecen atención en el plano de las relaciones bilaterales de Brasil con los países de la región (ciencia y tecnología, por ejemplo). ix. Hay evidentes diferencias entre los temas que integran la agenda de intereses brasileños al norte y al sur de América del Sur. Tales diferencias sugieren la conveniencia de explorar también el eje de las iniciativas sub-regionales en el marco de una nueva postura brasileña en la región. x. El éxito de una estrategia de Brasil para América del Sur depende de un liderazgo interno capaz de promover la coordinación interinstitucional. Dicha coordinación involucra diferentes instancias de la burocracia del Ejecutivo, pero también una mayor participación del Legislativo. Una de las principales constataciones de la Fuerza de Tarea fue la falta de reflexión en la sociedad sobre las relaciones de Brasil con sus vecinos de América del Sur. El diseño de estrategias brasileñas para la región requiere la maduración de la visión de los diferentes sectores domésticos sobre esa cuestión. La elaboración de estudios, la organización de seminarios y debates involucrando diferentes segmentos sociales, en particular, el Congreso Nacional, por su condición de caja de resonancia de la pluralidad de visiones e intereses de la sociedad, son fundamentales para la construcción de una visión común sobre las estrategias más adecuadas para el desarrollo de las relaciones de Brasil con los países de la región. 14