1 Antonio Gramsci: un pensador poco convencional en las Relaciones Internacionales María Paz Berger & Ralf J. Leiteritz Universidad del Rosario I. Introducción1 Junto a Karl Marx y Vladímir Ilich Lenin, Antonio Gramsci (1891-1937) es considerado un eminente pensador de la tradición marxista en las Relaciones Internacionales. Al igual que Marx, Gramsci se preocupó más por el funcionamiento interno del sistema capitalista que por sus consecuencias en el sistema internacional. La principal contribución de Gramsci a la tradición marxista consiste en una actualización, o más bien en una modificación del pensamiento de Marx con el objeto de adaptarlo a la situación política de principios del siglo XX. Mientras que Lenin asumió que una guerra imperialista, al estilo de la Primera Guerra Mundial, iba a acabar con el capitalismo en poco tiempo e iba a abrir el espacio para las revoluciones socialistas en todo el mundo, Gramsci le concedió al capitalismo una expectativa de vida más larga debido a sus bases sociales y culturales, y no solamente materiales. Es decir, Gramsci se interesó en establecer los fundamentos del sistema capitalista que van más allá del control de los medios de producción. Por lo tanto, la hegemonía de la burguesía incluye el control sobre las ideas que dominan en la sociedad capitalista; las cuales son más difíciles de romper que el ―simple‖ cambio del control sobre los medios de producción. Fue precisamente la insistencia en el poder de las ideas 2 —no como elementos independientes, sino como bases no materiales de la hegemonía de la clase capitalista—y el análisis más diferenciado de las fuentes del poder de la clase dominante y su control sobre la clase oprimida más allá de los trabajadores, lo que convirtió a Gramsci en una fuente de inspiración importante y de hecho una referencia obligatoria para la teoría crítica en la disciplina de las Relaciones Internacionales hoy en día, una línea de pensamiento conocida como perspectiva neo-gramsciana o Neo-Gramscianismo. 1 Agradecemos los comentarios y sugerencias de Carolina Cepeda, Ángela Iranzo, Sarah Nieto, Aaron Tauss, y de nuestros colegas en el Centro de Estudios Políticos e Internacionales de la Universidad del Rosario. 2 Gramsci compartía con el constructivismo social en la teoría de las Relaciones Internacionales la creencia de que los intereses y las preferencias de los actores no son fijos, sino una variable que depende de las circunstancias sociales. Sin embargo, estas circunstancias sociales que moldean las ideas, intereses y preferencias de la gente, o lo que Gramsci llamó el ―sentido común‖, son determinadas por factores materiales o económicos (Bieler 2001). 2 Gramsci realizó sus estudios universitarios en Turín, en donde tuvo su primer encuentro con el mundo del pensamiento marxista. El pensador italiano empezó como miembro del Partido Socialista y, más tarde, en 1921, fue uno de los miembros fundadores y diputado del Partido Comunista Italiano (PCI) —al mismo tiempo que Benito Mussolini, quien más adelante sería líder del fascismo italiano— y en buena medida su obra puede entenderse mejor desde el punto de vista de su carácter político o activista. Este evento, junto con su proceso de formación intelectual, marcaría la vida de Gramsci y su posterior influencia en el mundo académico. A diferencia de los demás pensadores influyentes de su época, Gramsci nunca publicó un libro como tal. De hecho, una parte significativa de su visión del mundo y de su ideología política se dio a conocer a través de sus columnas periodísticas en el diario de afiliación marxista, L’Ordine Nuovo (El Nuevo Orden), para el cual trabajaba. Con la llegada de Mussolini al escenario político italiano a principios de los años veinte del siglo XX, la vida de Gramsci se hizo mucho más difícil. El fascismo se estaba apoderando de Italia y, a pesar de sus esperanzas de que un régimen de esa corte no iba a ser sostenible, Gramsci finalmente fue encarcelado en noviembre de 1926. El líder del PCI fue condenado a un poco más de veinte años de cárcel, en donde tuvo la oportunidad de escribir los treinta y dos cuadernos (o diarios) de apuntes sobre su visión política y teórica. Esta sería su única obra como tal; fue escrita en condiciones físicas y mentales abominables y bajo la forma de notas de trabajo e incluso, a veces, deliberadamente cifrado. Un grave deterioro en su estado de salud le permitió adquirir su libertad en 1937 pero, pocos días después, falleció a causa de una hemorragia cerebral. Es importante aclarar que los cuadernos de Gramsci fueron encontrados en desorden y sin un hilo conductor claro. Por dicha razón, esos escritos tuvieron que pasar por un arduo proceso de organización. Y pese a dicho proceso, los cuadernos contienen aún una buena cantidad de inconsistencias internas, las cuales se prestan para dar paso a interpretaciones múltiples y radicalmente diferentes entre sí en cuanto a las ideas de Gramsci. Es por esta razón que algunos académicos acusan a la escuela neo-gramsciana de imputar una coherencia teórica y una claridad interpretativa a la obra de Gramsci que en realidad no tiene. En ese sentido, dichos críticos sostienen que sin una contextualización adecuada, dicha obra puede resultar confusa y el significado de las ideas de su autor puede ser malinterpretada (Germain & Kenny 1998). Otros autores, sin embargo, argumentan que la clave para el éxito relativo del neo-gramscianismo no solo tiene que ver con el hecho de haberse rehusado a simplemente transferir los conceptos de Gramsci al presente, sino también con la intención de haber trabajado activamente con ellos y, por lo tanto, haberlos desarrollado. El resultado de esto ha sido una diferenciación interna dentro de la escuela neo-gramsciana, dada la ambivalencia y ―extensibilidad‖ de los términos y conceptos, los cuales constituyen la herencia de Gramsci para los pensadores contemporáneos (Bieling 2013: 197). 3 Este capítulo se divide en tres partes. En primer lugar, se habla de Gramsci en su contexto histórico e intelectual, es decir, del impacto que tuvo la situación italiana de los años veinte y la influencia de Marx y de Lenin. En segundo lugar, se exponen las contribuciones específicas de Gramsci a la teoría marxista. Por último, se finaliza con una breve discusión sobre la importancia de los conceptos de Gramsci en la disciplina de las Relaciones Internacionales y los alcances y limitaciones de la aplicación del pensamiento neogramsciano hoy en día. II. El contexto histórico de la obra de Gramsci Cuando el marxismo empezó a tener una influencia relativamente fuerte en Italia, el país estaba sumido en una crisis política y económica como resultado de la Primera Guerra Mundial. En 1919, nació la Tercera Internacional fundada por Lenin y esta resultó ser una idea tremendamente atractiva para Gramsci, quien se suscribía con vehemencia a la idea de expandir la revolución más allá de las fronteras soviéticas. Gramsci, en ese entonces miembro del Partido Socialista Italiano (PSI), defendía la adhesión a la Tercera Internacional.3 Sin embargo, una facción importante en el seno del partido hizo que el PSI abandonara esa idea. Subsecuentemente, Gramsci optó por participar en la creación de un nuevo partido que sí obedecería a los principios leninistas de la expansión de la revolución cuyo objeto era suprimir la dominación del sistema capitalista en el mundo (Gramsci 1981: 243). Para Gramsci era esencial una cohesión ideológica a nivel de partido, para que este pudiera funcionar tanto a nivel organizativo como operativo. Pero al igual que sus vecinos europeos, Italia se vio envuelta en una sucesión de eventos que en últimas facilitaron la instalación y consolidación del fascismo durante los años veinte y treinta, el régimen que, en últimas, le costó a Gramsci su libertad. Sin embargo, la explicación de Gramsci sobre la supervivencia del capitalismo y el surgimiento del fascismo iba más allá de las condiciones materiales de la posguerra. Su preocupación principal era la de explicar por qué los trabajadores en general no estaban dispuestos a levantarse contra las relaciones sociales capitalistas, y porqué tantos italianos acogieron al fascismo. 3 El propósito de la Internacional Comunista era reunir a todos los partidos comunistas de más de treinta países, de manera que se fijaran los lineamientos y estatutos requeridos por sus miembros para poder expandir la revolución. Antes de la creación de la Tercera Internacional, se llevaron a cabo otros intentos por reunir a las clases trabajadoras de distintos países. Por su parte, la Primera Internacional, también conocida como la Asociación Internacional de Trabajadores (AIT) se creó en el siglo XIX con la meta de organizar a la clase proletaria en Europa. La AIT contó con la participación de Karl Marx y de Friedrich Engels. La Segunda Internacional se creó a finales del siglo XIX y se disolvió con la llegada de la Primera Guerra Mundial y la revolución rusa, debido a desacuerdos entre las distintas facciones de la organización. Esto fue lo que dio paso a la creación de la Tercera Internacional. 4 Para empezar, Gramsci consideraba que las características propias de la estructura social italiana hacían que una transformación del sistema solo fuera posible mediante la revolución de la clase obrera, en la medida en que no existía en el país ―la posibilidad de una revolución que no [fuera] la revolución socialista. (…) Sólo la clase obrera es capaz de poner en práctica los cambios de carácter económico y político que son necesarios para que las energías de nuestro país encuentren completa libertad y posibilidades de desarrollo‖ (Gramsci 1981: 228). Sin embargo, Gramsci afirmaba que —teniendo en cuenta lo anterior y en ese contexto específico— el fascismo no tenía un fin distinto que el de ―la desintegración y la desorganización de la clase trabajadora para inmovilizarla‖ (Gramsci 1981: 234). Es necesario tener en cuenta que, para Gramsci, la fuerza del fascismo por sí sola no fue la fórmula de su éxito; sino que, adicionalmente, el mismo partido trabajador tenía serias deficiencias tanto operativascomo tácticas. En palabras de Gramsci, ―hay que considerar que la victoria del fascismo, en 1922, no es una victoria sobre la revolución, sino la consecuencia de la derrota sufrida por las fuerzas revolucionarias en razón de sus carencias intrínsecas‖ (Gramsci 1981: 234). Adicionalmente, debido a una fuerte influencia de la corriente marxista, Gramsci consideró que otro de los factores del éxito de la consolidación del fascismo fue su propia base social, la cual estaba compuesta por dos tipos de burguesía: por un lado, la antigua burguesía pequeña y urbana, y por otro lado, la naciente burguesía agraria. Es necesario resaltar aquí la importancia que le atribuía Gramsci a la clase, ya que ésta es la unidad de análisis propia del marxismo. Lo anterior se veía reforzado por una capacidad propia de los militares para organizarse y encontrar puntos en común a nivel ideológico. Por consiguiente, Gramsci sugería que el fascismo reforzaba constantemente la existencia del sistema capitalista y afirmaba que en ese contexto de los años veinte ―lo que corona la propaganda ideológica y la acción económica y política del fascismo es su tendencia al imperialismo‖ (Gramsci 1981: 237). Pero Gramsci predecía que, claramente, la Italia de Mussolini no sería nada distinto a ―un instrumento en manos de uno de los grupos imperialistas que se disputan el dominio del mundo‖ (Gramsci 1981: 237). III. Contribuciones de Gramsci al pensamiento marxista Dadas las circunstancias de su producción, no es sorprendente que el pensamiento de Gramsci fuera bastante ecléctico. Sus dos fuentes principales de inspiración fueron, primero, las ideas de algunos filósofos italianos como Antonio Labriola y Benedetto Croce, a quienes leyó como estudiante y que formaron parte del contexto intelectual en el cual escribió; y segundo, el lenguaje del Marxismo-Leninismo ortodoxo. En cuanto al idealismo de Croce – el fundador del Partido Liberal Italiano -, Gramsci interpretó críticamente el 5 desarrollo del principio de la libertad y su supuesta culminación en el Estado italiano moderno (Bellamy 1990). De Labriola tomó la concepción del Marxismo como una ―teoría crítica‖ y sobre todo como una ―filosofía de la praxis‖, es decir no hay verdades que permanecen en el tiempo y por lo tanto uno debe ser preparado de abandonar sus propias ideas si la experiencia lo requiere: La filosofía de la praxis es un término autónomo que define lo que, a su juicio [de Gramsci], es una característica central del legado de Marx: el vínculo inseparable entre la teoría y la práctica, el pensamiento y la acción. Según Gramsci, la originalidad de la filosofía de la praxis estriba en que es la única ideología que puede criticarse a sí misma, es decir, que es capaz de descubrir las raíces materiales (o sea económicas y políticas) de todas las doctrinas (incluido por tanto el propio marxismo) y adaptar recíprocamente, de modo continuo, la teoría y la práctica (Monasta 1993: 9). Ahora bien, Gramsci es considerado como parte de la corriente marxista por dos razones: primero, por su compromiso profundo con el materialismo histórico como método para interpretar estructuras y cambios sociales; y segundo, por su convicción de que las ideas, culturas y valores deben ser ―historizados‖ para comprender apropiadamente sus significados. Al igual que los otros pensadores marxistas, su visión del mundo y de las dinámicas sociales estaba basada en la noción de las clases sociales y de la explotación de una clase pequeña y dueña del capital sobre una clase grande trabajadora. Como se explicó en el capítulo sobre Marx en este libro, la economía como explicación estructural era un eje fundamental para Marx, a la cual Gramsci se apegó. Sin embargo, esto no significa que Gramsci se limitó a reproducir el pensamiento de Marx, pues existen entre ambos autores algunas diferencias que serán expuestas ulteriormente. Dichas diferencias son las que constituyen las contribuciones de Gramsci a la tradición marxista per se. La transmisión del pensamiento de Gramsci fue posible gracias a los diarios previamente mencionados y conocidos como los ‗Cuadernos de la Cárcel‘ (Quaderni del carcere, en italiano). Es en esta recolección de apuntes donde se puede identificar que Gramsci no era un comunista ortodoxo. Por esto, debe entenderse que Gramsci siempre se había mostrado en desacuerdo con las facciones más radicales del comunismo y esto le había provocado disputas y divisiones en su propio partido después de haberlo fundado. Un ejemplo de ello, era justamente la debilidad del partido mismo para organizarse, un asunto frente al cual Gramsci se mostraría bastante crítico a lo largo de su obra. En dicha obra, también puede observarse que Gramsci era más bien un pensador que iba más allá de los supuestos del marxismo clásico, sobre todo en cuanto a la forma de dominación de la clase capitalista (la dueña de los medios de producción) sobre el proletariado. Para Gramsci, el entendimiento y la explicación del mundo y de las relaciones 6 sociales debía incluir nuevos aspectos: las características y los alcances de la sociedad civil, la clase transnacional y la penetración del capitalismo más allá de la esfera económica. A pesar de lazos innegables con el marxismo clásico, ―Gramsci veía al marxismo como incapaz de explicar aspectos cruciales de la política y la sociedad italiana como, por ejemplo, el papel del catolicismo y el ascenso de Mussolini, dado que (el marxismo) era economicista (exageraba la importancia de la economía)‖ (Cohn 2012: 112). Es difícil afirmar con certeza si Gramsci identificaba realmente si la falla del marxismo clásico estaba más a nivel empírico que teórico. En el contexto del comienzo del siglo XX, el capitalismo no sólo no había muerto por causa de sus propias contradicciones internas como lo había previsto Marx - sino que, además, el fascismo se apoderó de Italia. Como se verá a continuación, Gramsci trató de explicar por qué las predicciones de Marx no se habían cumplido y llegó a la conclusión de que el poder material se veía reforzado por el poder de las ideas. El concepto del bloque histórico, la sociedad civil y la hegemonía Según Gramsci, las esferas culturales e ideológicas eran esenciales para explicar la supervivencia del modo de producción capitalista en el mundo del siglo XX. Para él, las relaciones de dominación de clase se tradujeron y fueron posibles gracias a lo que él denominó hegemonía. Sin embargo, la hegemonía económica iba más allá de los medios de producción: el capitalismo se sustentaba no solamente en un control de esos medios, sino también en una legitimación del sistema completo a través del discurso y de las ideas; por ejemplo, por medio de la difusión de la propaganda. En otras palabras, había una cooptación de la sociedad civil a través del discurso capitalista; la instrumentalización de ideas supuestamente universales —como por ejemplo, el libre intercambio de bienes— conllevaba a aceptarlas como algo natural o benéfico para todos los miembros de la sociedad civil (incluyendo el proletariado), aunque en realidad formaran la base cultural e ideológica para la hegemonía económica de la burguesía. Gramsci entendió la sociedad civil en un sentido amplio, es decir, como las redes formales e informales, las instituciones y las prácticas culturales, las cuales interceden entre el individuo y el Estado: ―el conjunto de organismos comúnmente llamado ‗privado‘‖ (Gramsci 1971: 12). El vínculo entre la hegemonía y el consentimiento de las masas pasa por el terreno de la sociedad civil dentro del contexto específico de un Estado-nación y de sus instituciones políticas formales. Según Gramsci, se logra la hegemonía dentro de la sociedad civil por medio de instrumentos consensuales, cuando una clase dominante deja atrás su consciencia económica-corporativa y universaliza (dentro de los constreñimientos del carácter nacional-popular) sus normas y valores, con el fin de establecer una armonía política y ética entre los grupos dominantes y subordinados. Una clase dominante manda, pero efectivamente con y sobre, en vez de estar en contra de las clases subalternas. De ahí 7 surge la famosa ecuación de Gramsci que resume su teoría del Estado: ―Estado = sociedad política + sociedad civil‖ (Gramsci 1971: 263). Sin embargo, y volviendo a la ―extensibilidad‖ de los conceptos en su obra, Gramsci definió la relación entre Estado y sociedad civil en formas diferentes (Anderson 1981). Por un lado, como un ―conjunto de contradicciones‖, por ejemplo, occidente/oriente, movimiento/posición, coerción/consenso, poder/hegemonía, etc. Por otro lado, como ―una relación de equilibro‖, en la cual ambas partes, los elementos de consenso y de coerción, están en una balanza. Y finalmente, como una ―constelación sintética‖, en la cual las diferencias entre Estado y sociedad civil parecen esfumarse. Al mismo tiempo, Gramsci reconocía que el campesinado italiano jugaba también un papel fundamental y que el PCI no había logrado sincronizar sus propios intereses con los de otros grupos subordinados como el que se acaba de mencionar. Es entonces cuando Gramsci hizo una reflexión sobre la importancia y el proceso de trascendencia de los intereses corporativos y de cómo se puede construir también una hegemonía dentro de la "alianza" de grupos o actores subalternos. Igual al marxismo clásico, Gramsci entendió la historia como una secuencia de luchas entre clases sociales. De estas luchas surgen diferentes configuraciones del Estado según las relaciones sociales de producción. En otras palabras, el Estado capitalista ha pasado por una serie de configuraciones históricas durante el transcurso de su existencia. Para profundizar este tema, Gramsci hizo hincapié en el concepto del bloque histórico, que permite aprehender las construcciones históricas de las diferentes formas del Estado capitalista y del contexto social variable en el que tienen lugar las luchas políticas. Un bloque histórico es la forma como las fuerzas sociales dominantes establecen una hegemonía sobre fuerzas sociales subordinadas dentro de un contexto nacional específico. En otras palabras, es la unificación temporal de las principales relaciones sociales dentro de un contexto nacional dado, bajo la hegemonía de una coalición dominante. Para Gramsci, y en contraste con el Marxismo ortodoxo, el movimiento de una coyuntura histórica a otra no es predeterminado o linear. Según él, la historia es una serie de desarrollos abiertos, la cual puede llegar a direcciones diferentes y terminar con diferentes formas de resolución (Morera 1990). Eso sí, aunque el bloque histórico puede ser entendido como un fenómeno doméstico, es más que una alianza política entre clases o facciones de clases. A su vez, es la integración de diferentes intereses de clases, la cual conllevaba ―no sólo metas políticas y económicas al unísono, sino también unidad moral e intelectual (…) en un plano ‗universal‘‖ (Gramsci 1971: 181-182). El resultado lógico de un bloque histórico es la existencia de una hegemonía. Tal hegemonía existe ―si la relación entre los intelectuales y el pueblo-nación, 8 entre los líderes y los liderados, los hacedores de reglas y los seguidores de reglas, es proveída por una cohesión orgánica‖ (Gramsci 1971: 418; cursiva agregada). Gramsci entendía el Estado capitalista no solamente como una institución que está compuesta por ―un gobierno de funcionarios‖ o por los ―más poderosos líderes políticos y personas con una responsabilidad directa‖, sino que ―el Estado es un complejo entero de actividades prácticas y teóricas en las que la clase dominante no sólo justifica y mantiene su dominio, sino que encuentra la forma de ganarse el consentimiento activo sobre aquellos que son dominados‖ (Gramsci 1971: 244). En otras palabras, el Estado capitalista va más allá de las instituciones políticas formales (gobierno, partidos, ejército, etc.). También forma parte de él el ―aspecto privado‖ de la sociedad civil (Iglesia, medios de comunicación, sistema educativo, etc.), por medio del cual funciona la hegemonía (Gramsci 1971: 261). Gramsci se refería así al ―Estado integral‖, para hacer referencia a la combinación de la sociedad política y civil, en la cual las clases dominantes organizan funciones intelectuales y morales como una parte de la lucha política y cultural por la hegemonía (Gramsci 1971: 258, 271). En palabras de Adam David Morton, ―un concepto ‗integral‘ del Estado es central para entender el momento de la hegemonía que incluye liderazgo y el desarrollo del consentimiento activo a través de las relaciones sociales del Estado con la sociedad civil‖ (Morton 2007: 90). En otras palabras, las relaciones de producción son el contenido y la ideología es la forma de un bloque histórico particular (Mouffe 1979; Morera 1990). De tal manera que los fundamentos económicos de cada bloque histórico requieren siempre de unas ideas legitimadoras que sustenten la hegemonía de la clase dominante por medio del consentimiento, y no simple y únicamente por medio de la fuerza.4 Cabe señalar que el ―sentido común‖, es decir las circunstancias sociales que moldean las ideas, intereses y preferencias de la gente, no se limita a las percepciones de las élites. A su vez, Gramsci insistió en que la hegemonía en un bloque histórico tiene que tomar en cuenta el ―sentido común cotidiano‖ de las masas. Para él, el sentido común es ―la filosofía de los no filósofos, la conceptualización del mundo, la cual es absorbida sin sentido crítico‖ (Gramsci 1971: 419). Ahí caben ―muchas convicciones y prejuicios, hasta casi todas las supersticiones populares‖, las cuales Gramsci llamó ―fuerzas materiales‖ por sí mismas (Gramsci 1971: 396, 165). Si las élites políticas no consideran el mundo que dan por sentado las masas, entonces sus proyectos hegemónicos probablemente fallarían frente a las prácticas cotidianas de resistencia. Como ejemplo de lo anterior, Gramsci se refiere a los intentos fallidos del Partido Socialista Italiano (PSI) por movilizar a los campesinos en el 4 Es interesante anotar que Gramsci tomó la distinción entre fuerza y consentimiento, en cuanto al funcionamiento de la hegemonía, de nadie más y nadie menos que Maquiavelo y de su representación en El Príncipe como un centauro, mitad animal y mitad humano (Gramsci 1971: 170). 9 sur del país para una revolución socialista. El ámbito de realidad que los campesinos daban por sentado (su Lebenswelt en alemán) chocó contra el proyecto ideológico del PSI. A su vez, el Estado es una aglomeración de una relación hegemónica entre las clases dominantes y otras clases y facciones de clases, en la cual la clase dominante es capaz de desarrollar un ―proyecto hegemónico‖ que va más allá de sus propios intereses económicos y es capaz de integrar las diferentes aspiraciones e intereses generales de varias fuerzas sociales. Según Gramsci, este es un proceso de la ―fase política más pura‖ de la lucha de clases, el cual opera en una ―dimensión universal‖ y termina con la formación de un bloque histórico (Gramsci 1971: 263). Para superar el bloque histórico actual, es decir, la hegemonía de las fuerzas sociales unidas bajo el control de la clase capitalista, Gramsci sugirió que no era suficiente con quitarles a los capitalistas el control sobre los medios de producción, sino que también era necesario hacer un ejercicio de contra-hegemonía. La idea era identificar a los aliados del modo social de producción capitalista para derrotarlos y ver cuáles eran los grupos marginalizados para defenderlos. En este sentido, Gramsci entendía que la sociedad civil no estaba compuesta solamente de trabajadores, sino por otros sectores o grupos sociales que también son víctimas de las dinámicas del capitalismo contemporáneo. Víctimas que no necesariamente hacen parte de la clase trabajadora como tal como, por ejemplo, los estudiantes o los campesinos – los llamados grupos subalternos. A su vez, el proletariado debe asumir el liderazgo intelectual-cultural de las clases subalternas en su lucha de contrahegemonía en el sistema capitalista. IV. La apropiación de Gramsci como pensador de las Relaciones Internacionales: el análisis neo-gramsciano Una vez más, es necesario hacer énfasis en el hecho de que el enfoque de Gramsci estaba basado en explicar los mecanismos del capitalismo dentro de los países occidentales a principios del siglo XX. Es entonces que nace la pregunta: ¿cuál fue su influencia en el mundo de las tradiciones teóricas en la disciplina de las Relaciones Internacionales? ¿Por qué es considerado —o más bien etiquetado—como un pensador clásico, aunque seguramente menos convencional que los demás autores reunidos en este libro, en la disciplina? Aunque el análisis gramsciano ha sido aplicado a varias ramas de las Ciencias Sociales, su influencia en Relaciones Internacionales en general no es tan evidente. 5 Teniendo en cuenta que se trata de una teoría que se basa en el materialismo histórico, en la medida en que incluye categorías de análisis como capitalismo, clases sociales y hegemonía, el denominado análisis neo-gramsciano es mucho más visible en la sub5 Referencias ocasionales a la teoría de hegemonía de Gramsci se puede encontrar en algunas obras contemporáneas del realismo y del liberalismo en las Relaciones Internacionales, como por ejemplo en Ikenberry & Kupchan (1990) y sobre todo en Nye (1990) en su concepto de ―soft power‖. 10 disciplina que se encarga de estudiar la relación entre el Estado y el mercado: la Economía Política Internacional (EPI).6 En otras palabras, el neo-gramscianismo extiende el nivel de análisis en la obra de Gramsci hacia las relaciones de poder trasnacional en la economía internacional y hacia una crítica general del capitalismo global. Como su nombre lo indica, la EPI es la sub-disciplina de las Relaciones Internacionales que se encarga de estudiar ―la interacción entre el Estado, una unidad territorial soberana, y el mercado, un mecanismo coordinador donde compradores y vendedores intercambian bienes y servicios a los precios determinados por la demanda y la oferta‖ (Cohn 2012: 3). En los paradigmas tradicionales de las Relaciones Internacionales como realismo y liberalismo, el mercado es asociado con la búsqueda de acumulación de riqueza, mientras que el Estado es asociado con la acumulación de poder. Sin embargo, es indudable que existe una tensión evidente entre ambos ámbitos y es esta tensión la que constituye el objeto de interés de la EPI. Para entender y explicar estas tensiones, nacen varias corrientes teóricas. Una de esas corrientes es la del materialismo histórico, en donde se circunscriben el marxismo clásico, una parte de la teoría de la dependencia, la teoría de sistema-mundo y el análisis neogramsciano (Cohn 2012: 103-114). Teniendo en cuenta lo anterior, el análisis neo-gramsciano es un teoría crítica en el sentido que critica las teorías dominantes por ser estáticas y, por consiguiente, por ser incapaces de explicar cambios estructurales en la economía internacional. Según Robert Cox, una teoría crítica: ―no da las instituciones y las relaciones sociales y de poder por sentadas, sino que las cuestiona al preguntarse sobre sus orígenes y sobre si estarán en proceso de cambio‖ (Cox 1981: 129). Por esta razón, las ideas de Gramsci fueron tomadas como base del análisis dentro de la perspectiva crítica en la EPI en general, y en el análisis neo-gramsciano en particular. Valga aclarar que la influencia del pensamiento gramsciano se da principalmente, más no exclusivamente, en la sub-disciplina de la EPI. ¿Cómo llegamos a eso? Como ya fue mencionado, el análisis neo-gramsciano es una de las múltiples ramas del marxismo, cuyo argumento central (y el de la teoría crítica en general) es que ―tanto el liberalismo como el realismo (y sus variables ‗neo‘) están profundamente limitados y a su vez son limitadores, en la medida en que cada uno toma como premisa un mundo de actores sociales preconstituidos‖ (Rupert 2010: 158). Los principios básicos de la teoría política de Gramsci introdujeron un nuevo set de herramientas conceptuales que hoy en día permiten una interpretación más completa de la política en el mundo capitalista y el papel del poder 6 De hecho, el término más apropiado para referirse a la sub-disciplina sería Economía Política Global. La palabra ―internacional‖ en el nombre tradicional señala una preocupación solamente por las relaciones económicas entre Estados y por lo tanto falla en reconocer la significancia de actores privados o no estatales en la política global. 11 imperial. Esto es porque incluye nuevos actores y nuevos niveles en el análisis. Gramsci procuró ir más allá de las visiones puramente racionalistas: la cultura y el discurso importan y, adicionalmente, se trata de una aproximación sociológica. Aunque se puede notar una gran diversidad en el marxismo, ―una de las cosas que tienen en común [incluido Gramsci] es el deseo de proveer una interpretación crítica del capitalismo, entendido como una forma de vida social históricamente producida y, por consiguiente, mutable‖ (Rupert 2010: 159). En este sentido, las teorías críticas asumen que el comportamiento de los actores no es asumido como natural o dado, sino que es relacional dentro de un contexto social específico. El pensamiento gramsciano entró a la EPI principalmente a través de la obra de Robert Cox. Actualmente, hay académicos que sostienen que se trata de la teoría marxista más influyente en el discurso contemporáneo de las Relaciones Internacionales (Teschke 2008: 173). En dos de sus obras más representativas, Cox tomó las categorías expuestas en la obra de Gramsci y buscó aplicarlas al análisis del sistema internacional en la segunda mitad del siglo XX. Una de las categorías más sobresalientes es la de la estructura histórica. Esta debe ser entendida como ―una configuración mutuamente irreducible entre ideas dominantes, instituciones y capacidades materiales ampliamente aceptadas como legítimas‖ (Teschke 2008: 173; Cox 1981). El orden económico de Bretton Woods, establecido en el mundo occidental después de 1945, es un ejemplo de ello. Los fundamentos institucionales del orden como la creación de nuevos organismos internacionales —el Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial y el GATT– se basaron en algunas ideas o normas legitimadoras como el libre comercio y el ―desarrollo económico‖, las cuales a su vez estuvieron estrechamente ligadas a los intereses de la clase dominante en el sistema capitalista. El mismo Gramsci ya había hablado de esta expansión hacia afuera, de una forma específica de las relaciones sociales de producción y de los intereses de una clase hegemónica por medio de instituciones internacionales. En vez del FMI y del Banco Mundial, él hizo particular hincapié en la Iglesia Católica, la cual a pesar de tener un carácter trasnacional, está arraigada dentro de un Estado-nación específico: Italia (Gramsci 1971: 243). Otro ejemplo de la ―proyección‖ internacional de hegemonía durante la época de Gramsci es la expansión de las fábricas de ensamblaje de Henry Ford más allá de los Estados Unidos, la cual constituyó el poder del ―Americanismo y Fordismo‖ a partir de los años 20 y 30 del siglo XX y que repercutió en una hegemonía mundial (Gramsci 1971: 277-318). Este tipo de ideas o normas se circunscriben a la consolidación del sistema capitalista a nivel internacional y legitiman, por ejemplo, la hegemonía de Estados Unidos en el mundo occidental, sin que este último se vea en la necesidad permanente de hacer uso de la fuerza directa para mantener su estatus de hegemón. Además, la supervivencia del sistema capitalista ya no es solamente una cuestión de Estados individuales, sino forma parte de una organización trasnacional de la clase capitalista (Sklair 2001; Robinson 2004; Carroll 12 2010). En otras palabras, el análisis marxista de la clase capitalista contemporánea inspirado en la obra de Gramsci agrega nuevos actores como las corporaciones multinacionales y el sector financiero trasnacional. Según los neo-gramscianos, son éstas las entidades que se encargan de extender las relaciones de clase a un nivel global, traspasando así las fronteras del Estado. Indudablemente, la hegemonía es la categoría central del análisis neo-gramsciano. Los neogramscianos ven la hegemonía en términos de clase —no de poder material de un Estado, como lo asume el realismo— y en un sentido que va más allá de lo estrictamente material o coercitivo. Para cumplir con la meta de lograr una verdadera hegemonía, la clase dominante debe ganarse un consentimiento activo por parte de la(s) clase(s) subordinada(s). Lo anterior es posible a través de las ideas, los intereses materiales y los valores compartidos. Por supuesto, bajo esas condiciones la hegemonía resulta mucho más difícil de superar por medio de una revolución socialista. Esto significa que la hegemonía de la clase capitalista no solamente se base en la coerción, sino que se debe también al consentimiento de todas las fuerzas sociales. Diferentes relaciones sociales de producción llevan a distintas configuraciones de las fuerzas sociales. Por ejemplo, el capital extranjero no es simplemente una fuerza autónoma fuera del control del Estado, sino que también representa clases y facciones de clases dentro del aparato estatal. Estas relaciones contradictorias y heterogéneas al interior del Estado capitalista moderno son el resultado del antagonismo entre facciones nacionales e internacionales del capital y de los trabajadores. Adicionalmente, las relaciones a nivel estatal también son definidas como relaciones de fuerza y estas se presentan de manera triangular: fuerzas políticas, fuerzas sociales de producción, y fuerzas militares (Morton 2007: 98). Ahora bien, lo que parece a priori una condición insuperable para Gramsci y sus seguidores contemporáneos de la tradición marxista en las Relaciones Internacionales, en la medida en que hay poca resistencia debido a un set de ideas, normas, valores y principios compartidos, en últimas sí puede constituirse como una situación susceptible de cambio gracias a la contra-hegemonía. Esta última es entendida por Gramsci como la forma en la que la clase dominada puede luchar contra la clase dominante y así eliminar el sistema existente (Hardt & Negri 2005). Un ejemplo concreto de ello en el ámbito internacional podría ser el movimiento altermundialista que está en contra de la visión neoliberal de las relaciones económicas internacionales, promovida por las instituciones internacionales –como el FMI, el Banco Mundial, la Organización Mundial del Comercio (OMC)– y por los Estados capitalistas dominantes y en función de los intereses materiales de la clase capitalista trasnacional. Este movimiento desafía el discurso dominante de la globalización y el estatus quo de la distribución de la riqueza en el sistema capitalista internacional. No solamente incluye trabajadores, como lo espera una visión ortodoxa del Marxismo, sino una cantidad bastante heterogénea de grupos y sectores de la sociedad civil trasnacional (Gill 2008). Por 13 la heterogeneidad de actores y su interconexión trasnacional, el movimiento zapatista también podría ser un ejemplo de ello (Morton 2002). En fin, se puede interpretar el movimiento altermundialista en diferentes contextos nacionales e internacionales, como un ejemplo de contra-hegemonía desde la perspectiva neo-gramsciana y, al mismo tiempo, sirve para señalar que la hegemonía capitalista no es absoluta (Chin & Mittelman 1997). En otras palabras, la hegemonía nunca se concibe como algo estático, sino como un proceso en constante construcción que es retado todo el tiempo (unas veces más que otras) y que se debilita en contextos de crisis. Al mismo tiempo, vale la pena preguntarse si el análisis de Gramsci puede ofrecer unas luces sobre la persistencia de las ideas neoliberales a pesar de la crisis económica más profunda del capitalismo después de los años treinta del siglo XX. 7 Por lo menos cinco aspectos serian importantes en este contexto (Schmidt & Thatcher 2013): (1) la generalidad del núcleo de las ideas neoliberales, como mercados competitivos y un Estado limitado, les permite adaptarse fácilmente a circunstancias y necesidades nuevas; (2) las ideas neoliberales son mucho más poderosas en el área de la retórica que en la implementación; (3) las ideas neoliberales han sido más exitosas en debates políticos y en el discurso público, derrotando sus alternativas en la ―batalla de las ideas‖; (4) poderosas coaliciones de intereses en el sector público y privado utilizan las ideas neoliberales para su propio beneficio estratégico, muchas veces sin tener un apego ideológico a ellas; y (5) las ideas neoliberales han sido institucionalizado en reglas, regulaciones y hasta organizaciones como bancos centrales independientes o las agencias internacionales de calificación de riesgo que están por fuera del control del Estados nacionales. A raíz de estos cinco factores uno puede imaginarse cinco escenarios como la hegemonía neoliberal podría debilitarse en el futuro. Sin embargo, como decía Gramsci, la crisis económica del capitalismo debe llegar también a sus ideas hegemónicas para una verdadera transformación del orden capitalista. V. Conclusión La obra de Antonio Gramsci es conocida en la disciplina de las Relaciones Internacionales por medio del análisis neo-gramsciano, esencialmente limitado al área de la Economía Política Internacional (Ayers 2008; Gill 1993). A su vez, Gramsci es mucho más conocido por ser el marxista de la teoría política. Como consecuencia, su impacto ha sido más notable en el campo de la teoría política que en el de las Relaciones Internacionales propiamente dichas (Herrera Zgaib 2013). De hecho, las referencias escasas al escenario internacional en su obra han dificultado la aplicación de sus ideas y conceptos en la disciplina, lo que imparte una responsabilidad significativa al trabajo de interpretación por 7 Agradecemos la sugerencia de Ángela Iranzo de tratar esta temática. 14 parte del neo-gramscianismo y la posterior discusión sobre esta interpretación dentro de la tradición marxista. Consecuentemente, es importante señalar que las críticas que recibió el análisis neo-gramsciano son, en muchas ocasiones, el resultado de su interpretación particular de la obra original de Gramsci. La aproximación marxista-sociológica al campo de las relaciones internacionales le ha asegurado a Gramsci un éxito relativo entre varios académicos, notablemente en el Reino Unido, en los Países Bajos, y en Canadá. Así mismo, para los académicos liberales, ―los neo-gramscianos se preocupan tanto por la hegemonía capitalista, que no exploran los problemas de dominación y subordinación en otros sistemas como el socialista‖ (Cohn 2012: 113). No obstante, esta no es la única razón por la que los defensores del pensamiento gramsciano han sido marginados del debate teórico contemporáneo en las Relaciones Internacionales. Existen diversas explicaciones a este fenómeno que están interconectadas: el fin de la Guerra Fría, la historiografía misma de la disciplina, y las divisiones al interior de la propia corriente teórica. El fin de la Guerra Fría trajo consigo la victoria del mundo capitalista sobre el bloque soviético; lo que llevó inevitablemente al declive del marxismo como ideología en el contexto internacional. En términos prácticos, esta pérdida de influencia reconfiguró el sistema internacional que dejó de ser un sistema bipolar. Pero esto también tuvo sus implicaciones en términos teóricos, en la medida en que las controversias presentadas por el materialismo histórico en general, y el análisis neo-gramsciano en particular, eran vistas como marginales y carentes de coherencia. Sin embargo, valga aclarar que, algunos académicos consideran que en el contexto actual de la crisis económica en los países capitalistas más avanzados, dicha marginalización es menos evidente y que estas críticas han perdido poder. Como consecuencia, el pensamiento (neo-)gramsciano ha experimentado una cierta revitalización en los últimos años, sin que esto haya llevado a su entrada al mainstream (corriente dominante en español) de la disciplina. A lo anterior, se le suma la historiografía de la disciplina de las Relaciones Internacionales. Desde el nacimiento de la misma, el debate entre realistas y liberales ocupó un puesto privilegiado en el campo teórico. Al tener ambas un enfoque racionalista-positivista y materialista, se convirtieron en las dos corrientes de pensamiento dominantes. Es por esta razón que dichas teorías y sus respectivas variantes o derivaciones se circunscriben en lo que los académicos denominan el mainstream. Una vez el realismo y el liberalismo se consolidaron como dominantes, surgieron aquellas que se llamaron teorías críticas. Son críticas justamente porque ven a las teorías del mainstream desde los llamados ‗márgenes‘ de la disciplina, sobre todo en términos ontológicos y/o epistemológicos. 15 Este tipo de aproximaciones relacionales y sociológicas llevó a las teorías críticas a enfocarse en controversias calificadas como ‗marginales‘ por las teorías del mainstream y es por esta razón que han sido desestimadas. El análisis neo-gramsciano es una de ellas y es por esto que, por ejemplo, ha sido sistemáticamente vista como secundaria o marginal por la escuela estadounidense en la disciplina. Son pocos los centros de pensamiento y las universidades en Estados Unidos que contratan académicos con inclinación hacia el neogramscianismo. Adicionalmente, son pocas las revistas científicas estadounidenses que publican artículos basados en aproximaciones marxistas en el área de la Economía Política Internacional (Maliniak & Tierney 2009). El problema está en que los neo-gramscianos hablan, en cierta forma, un idioma distinto y ello los separa del mainstream. En otras palabras, los primeros difieren de los segundos en su visión del mundo y, por consiguiente, en su lenguaje, lo que hace la comunicación aún más difícil. Además, es necesario tener en cuenta que el marxismo clásico siempre tuvo una tendencia a preocuparse más por la dimensión económica que por la dimensión política. Esta es otra de las razones por la que ha sido desestimado en las Relaciones Internacionales, a pesar del hecho que Karl Marx y Friedrich Engels en el Manifiesto del Partido Comunista (1848) predijeron la expansión global de las relaciones capitalistas. Aunque la crítica principal es que tiene dificultades en ofrecer una perspectiva más amplia sobre la dinámica de las relaciones capitalistas a nivel internacional, sí está bien equipada para entender un orden mundial en particular: la Pax Americana, que es la hegemonía estadounidense y las relaciones entre élites dentro de la misma clase capitalista trasnacional (Gill 1990). Finalmente, existen batallas internas dentro de la misma tradición marxista. El neogramscianismo ha tenido dificultades para ser coherente con las demás ramas del materialismo histórico – situación que le ha restado visibilidad dentro de la disciplina. Por ejemplo, representantes de un marxismo más ortodoxo critican el neo-gramscianismo por el peso que le da a las ideas y a las condiciones materiales, lo que significa, a su modo de ver, que el neo-gramscianismo hace caso omiso de las contradicciones estructurales del capitalismo y a su vez comete el error de ofrecer explicaciones meramente idealistas de la política económica en el capitalismo moderno (Burnham 1991: 81). Sin embargo, la heterogeneidad interna de la tradición gramsciana en las Relaciones Internacionales podría constituir un potencial productivo que sirve para debates controversiales y estimulantes en aras de la generación de nuevos conocimientos (Bieling 2013: 197). Como resultado, es más adecuado hablar de una tradición, en lugar de una teoría neo-gramsciana de las Relaciones Internacionales. Su heterogeneidad interna está directamente relacionada con un déficit de claridad teórica y conceptual. 16 Bibliografía Anderson, Perry. 1981. 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