Epicuro y el placer Piensa en la siguiente lista de bienes y

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Epicuro y el placer
Piensa en la siguiente lista de bienes y reflexiona ¿cuáles son necesarios para ser felices?
1. Una casa lujosa en el bosque, lejos del ruido y el ajetreo.
2. Un auto del modelo más reciente, con un equipo de audio de alta fidelidad y asientos de piel.
3. Una biblioteca amplia con las más importantes obras de la literatura y de otras disciplinas.
4. La satisfacción de no sentirte aprisionado física o emocionalmente a algo o a alguien.
5. Una mesa llena de ricos manjares, con deliciosas comidas, frutas, postres y bebidas.
6. Suficiente dinero para no tener que trabajar nunca.
7. Una persona con quien platicar y compartir tus pensamientos y sentimientos.
8. Un celular con una gran cantidad de aplicaciones y beneficios.
9. La capacidad de reflexionar sobre lo que sucede a nuestro alrededor y con nosotros mismos.
10. Un viaje a la playa que más desee.
¿Qué necesitamos para ser felices? Es una pregunta que se hicieron la mayoría de los
filósofos de la Grecia antigua. Algunos, como Aristóteles, sugirieron que lo fundamental
era llevar una vida de acuerdo a la virtud. La mayoría siguieron las enseñanzas de este
filósofo.
Auténtica rareza en un trabajo austero y con frecuencia enemigo de los placeres como es la
filosofía, hubo un pensador que parecía comprensivo y dispuesto a ayudar. “Pues al menos
yo no sé qué pensar de la felicidad”, escribía, “si excluyo el gozo proporcionado por el
gusto, si excluyo el proporcionado por las relaciones sexuales, si excluyo el proporcionado
por el oído y si excluyo las dulces emociones que a través de las formas llegan a la vista”
Epicuro nació en el año 341 a.C. en la isla de Samos en la Grecia antigua. Su afición a la
filosofía fue temprana y desde los catorce años viajó para escuchar las lecciones de los
filósofos. Pero descubrió que no podía estar de acuerdo con buena parte de lo que éstos
enseñaban y, avanzada la veintena, decidió organizar sus pensamientos en su propia
filosofía de vida.
Lo que distinguía de inmediato su filosofía era el énfasis en la importancia del placer
sensual. “El gozo es el principio y el fin de una vida dichosa”, afirmaba Epicuro,
confirmando lo que muchos habían pensado desde antaño pero que rara vez había aceptado
la filosofía. El filósofo confesaba su amor por los manjares exquisitos: “Principio y fin de
toda felicidad es el placer del vientre. Pues todo lo cabal y todo lo desmedido tienen su
referencia en éste”. Practicada de manera adecuada, la filosofía estaba llamada a ser nada
menos que una guía de los placeres.
Pocos filósofos han reconocido jamás con tanta franqueza su interés por un estilo de vida
placentero. A muchos les sorprendió especialmente cuando oyeron que Epicuro tenía el
respaldo de ciertas personas adineradas y había invertido el dinero de éstas en la fundación
de una institución filosófica cuyo fin era promover la felicidad. Se trataba del jardín de
Epicuro. La escuela admitía tanto a hombres como a mujeres y les animaba a vivir y
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estudiar el placer en comunidad. La idea de los que acontecía en el interior de la escuela
resultaba a la par excitante y moralmente censurable.
A pesar de los ataques, las enseñanzas de Epicuro seguían ganando adhesiones. Se
propagaron a lo largo y ancho del mundo mediterráneo. Se fundaron escuelas del placer en
Siria, Judea, Egipto, Italia y Galia. Su filosofía siguió ejerciendo influencia durante los
siguientes quinientos años y sólo habría de extinguirse de forma gradual a causa de la
hostilidad de los cristianos durante la decadencia del Imperio Romano en Occidente.
“¿Qué necesito para vivir feliz?” Dista de antojarse una pregunta desafiante cuando el
dinero no es el problema. Sin embargo, “¿qué necesito para vivir con salud?” puede ser más
difícil de responder cuando, por ejemplo, sufrimos extraños dolores de cabeza recurrentes.
Sabemos que existe un problema pero puede resultar arduo averiguar su solución.
Para el dolor, la mente es propensa a imaginar extraños remedios. Un dolor terrible late en
las sienes y en la base de la cabeza. La cabeza parece a punto de estallar Lo que
intuitivamente se estima más urgente es permitir que entre el aire al cráneo. El enfermo
solicita a un amigo que apoye su cabeza sobre una mesa y haga una pequeña perforación en
una lateral. Muere horas después de una hemorragia cerebral.
Si consultar a un buen doctor suele considerarse aconsejable, pese a la lúgubre atmosfera de
muchas salas de espera de cirugía, ello se debe a que es probable que alguien que ha
reflexionado profundamente sobre el funcionamiento del cuerpo llegue a conclusiones más
convincentes sobre la forma de estar sanos que alguien que se ha dejado guiar por una
corazonada. La medicina presupone una jerarquía entre la confusión de la persona común
acerca de lo que le ocurre y el conocimiento más apropiado al alcance los médicos que
razonan de forma lógica. Los pacientes necesitan de los médicos para compensar la falta, a
veces fatal, de conocimiento de su propio cuerpo.
Del mismo modo, en el corazón mismo del epicureísmo, está la idea de que somos tan
torpes a la hora de responder intuitivamente a la pregunta “¿qué necesitamos para ser
felices?” como a “¿qué necesitamos para vivir con salud?”. La respuesta que primero se nos
viene a la cabeza tiene altas probabilidades de ser errónea. Nuestra alma no es más clara
que nuestro cuerpo a la hora de explicar sus problemas y rara vez resultan atinados nuestros
diagnósticos intuitivos.
Si nos ponemos en manos de los médicos es porque entienden más que nosotros de las
enfermedades. Por la misma razón, cuando nuestro espíritu está enfermo deberíamos
recurrir a los filósofos y al uso de nuestra propia razón.
Para Epicuro la tarea de la filosofía consiste en ayudarnos a interpretar nuestras confusas
sensaciones de congoja y deseo, y librarnos así de planteamientos erróneos en aras de la
felicidad. Deberíamos cesar de responder al primer impulso e investigar en cambio el grado
de racionalidad de nuestros deseos. Al ofrecernos diagnósticos de nuestro malestar la
filosofía nos pondrá en camino de los remedios superiores y de la auténtica felicidad.
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Los bienes necesarios para la felicidad
Se decía que en el jardín de Epicuro había toda clase de excesos, en el vino, en la comida, y
en los placeres sexuales; eso se rumoraba en Atenas y otras ciudades de la Grecia antigua.
Sin embargo, quienes oyeron los rumores debieron quedarse perplejos al descubrir los
auténticos gustos de los filósofos del placer. Nada de una grandiosa mansión. La comida
era sencilla, Epicuro prefería el agua al vino y se contentaba con una comida a base de pan,
verduras y olivas. Tales eran los gustos de un hombre que había señalado el placer como
objetivo final.
No pretendía engañar. Su devoción por el placer era harto mayor de lo que hubiesen
acertado a imaginar quienes le acusaban de celebrar orgías. Lo que sucedía era que, tras un
análisis filosófico racional, había llegado a conclusiones sorprendentes sobre las auténticas
fuentes de la vida placentera.
Para Epicuro se necesitan básicamente cuatro bienes para ser feliz: la amistad, la libertad, la
reflexión y las necesidades materiales básicas.
1. Amistad.
Cuando Epicuro tenía treinta y cinco años decidió realizar algo que era poco común entre la
sociedad griega. Localizó una casa grande a unos cuantos kilómetros del centro de Atenas y
decidió vivir allí con un grupo de amigos. Se trataba del jardín de Epicuro. Había espacio
suficiente en la casa para que cada uno de los amigos tuviera sus propias habitaciones y
estancias comunes para las comidas y las conversaciones.
Epicuro observaba que “De todos los medios de los que se arma la sabiduría para alcanzar
la felicidad en la vida, el más importante con mucho es el tesoro de la amistad”. La casa de
Epicuro semejaba una gran familia en la que, al parecer, no había lugar para la tristeza ni
para la sensación de confinamiento, sino tan sólo para la simpatía y la amabilidad.
Como resultado de la reflexión Epicuro decía que el deseo de riqueza no debería entenderse
siempre como meras ansias de vida lujosa; tal vez en el fondo pese más el deseo de sentirse
apreciado y bien tratado. La razón de que persigamos la fortuna puede no ser otra que
conseguir el respeto y la atención de personas que, en otras circunstancias, nos mirarían sin
vernos. Detectando mediante la filosofía nuestras necesidades fundamentales, Epicuro
advertía que un puñado de auténticos amigos es capaz de dispensarnos el amor y el respeto
que ni siquiera una fortuna puede reportarnos.
2. Libertad.
Epicuro y sus amigos llevaron a cabo una segunda innovación radical. Con el fin de no
verse obligados a trabajar para gente que no era de su agrado ni a satisfacer eventualmente
caprichos humillantes se apartaron del trabajo en el mundo ateniense e instauraron lo que
bien podría describirse como una comuna, aceptando un estilo de vida más simple a cambio
de la independencia. Tendrían menos dinero y una vida sencilla pero jamás se verían
obligados a cumplir las órdenes de odiosos superiores.
Así pues, compraron un jardín próximo a su casa y cultivaron diversos vegetales para la
cocina, probablemente col, cebolla y alcachofas. Su dieta no era lujosa ni abundante, pero sí
sabrosa y nutritiva. No les preocupaba no tener dinero ni estatus social. Al distanciarse de
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los parámetros de la ciudad de Atenas, habían dejado de juzgarse a sí mismos por un
parámetro material. No había por qué avergonzarse de la sencillez de la casa en que vivían
y ningún beneficio reportaría hacer alarde del oro. Dentro de un grupo de amigos que
vivían ajenos al meollo político y económico de la ciudad, nada había que demostrar en lo
referido al dinero.
3. Reflexión
Según Epicuro existen pocos remedios para la ansiedad mejores que la reflexión filosófica.
Al plasmar un problema por escrito o al decirlo en una conversación, dejamos que afloren
sus aspectos esenciales. Y así, al conocer su naturaleza, eliminamos, si no el problema
mismo, al menos las características secundarias que lo agravan: confusión y desubicación.
En el jardín de Epicuro se iba haciendo conocida la comunidad en la que se estimulaba la
reflexión. Pero no practicaban la filosofía sobre cualquier tema, como la reflexión es una
guía para los placeres determinaron que el objeto de reflexión primordial debe ser aquello
que nos provoca ansiedad: el dinero, la muerte y lo sobrenatural.
De la muerte decían que resulta absurdo alarmarse por anticipado de algo que nunca
experimentaremos. Sobre el dinero decían que si lo poseemos sin amistad ni libertad ni vida
reflexiva, nunca seremos felices de verdad. Y si gozamos de estas últimas, aun careciendo
de fortuna, seremos felices. Para ellos la filosofía y la reflexión serena apaciguan el
espíritu.
4. Necesidades materiales básicas.
Estas necesidades, según Epicuro, son fundamentalmente la comida, la ropa y un lugar
donde vivir. Sin ellas la felicidad no es posible
Con el fin de subrayar lo que resulta esencial para la felicidad y aquello a lo que cabe
renunciar, sin grandes pesares, Epicuro dividió nuestras necesidades en tres categorías.
De lo que es y lo que no es necesario para la felicidad
Natural y necesario
Natural pero innecesario
Ni natural ni necesario
Amistad
Casa lujosa
Dinero
más
necesario
Libertad
Grandes banquetes
Fama
Reflexión
Biblioteca amplia
Poder
Necesidades
básicas
allá
del
materiales
La felicidad y el placer
Pero ¿por qué decía Epicuro que la felicidad es la realización del placer sensorial? No
parece haber en su propuesta y modo de vivir un exceso de banquetes y relaciones sexuales
como al inicio parecía decir. Para Epicuro el placer tiene que ver con la satisfacción de los
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sentidos pero también, y fundamentalmente, con la ausencia de dolor. El placer es, pues,
no padecer dolor y a la vez satisfacer los sentidos.
Con estas premisas Epicuro llegó a la conclusión de que si carecemos de alimento, ropa y
casa, sufriremos dolor; por lo que necesitamos el dinero suficiente para comprar estos
bienes. Sobre la comida y las relaciones sexuales decía que los gustos sencillos producen
igual placer que una vida en exceso, siempre y cuando no suframos por la falta de
satisfacción de estas necesidades. Incluso si el exceso de comida, bebida o sexo nos
produce a largo plazo dolor físico o emocional, es mejor moderarlo.
Entonces, si el lujo, el dinero, los banquetes no pueden proporcionarnos un gozo
significativo, ¿por qué nos atraen tan poderosamente? Por un error similar al de aquel que,
aquejado de dolor de cabeza, se perfora un lateral del cráneo: porque los bienes lujosos
pueden parecernos soluciones plausibles a necesidades que no hemos analizado lo
suficiente. Los objetos mimetizan en el plano material aquello que precisamos en el
psicológico. Nos atrae, por ejemplo, un artículo lujoso cuando lo que necesitamos es
reorganizar nuestra mente. Puede que acabemos ebrios de vino cuando, para Epicuro, lo
que andábamos persiguiendo es la libertad. Quizá realicemos un viaje a la playa cuando era
amistad lo que buscábamos. La filosofía y la reflexión es precisamente el medio más
adecuado para distinguir aquellas necesidades naturales de aquellas que no lo son. Por eso
la filosofía es una guía racional que nos permite distinguir los placeres más altos de
aquellos que no lo son.
Texto basado en De Botton, Alain, Las consolaciones de la filosofía, México, Taurus,
2001, capítulo 2.
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