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Unámonos al diálogo sobre la inmigración
Por Katharine Jefferts Schori
L
a mayoría de los episcopales son conscientes, y probablemente
estén involucrados en los actuales debates públicos sobre la inmigración en Estados Unidos. Las 15 naciones representadas en la
Iglesia Episcopal también participan en similares debates y luchas sobre
las mismas cuestiones de seguridad nacional, refugiados económicos y
políticos y prioridades relacionadas de ciudadanos e inmigrantes.
Nuestra tradición bíblica habla fuerte y proféticamente sobre la intención de Dios de lograr una sociedad sana en la cual las distinciones basadas en la nacionalidad o etnia sean trascendidas.
La Biblia hebrea habla con más frecuencia (38
veces) y más ruidosamente sobre la bienvenida al
forastero y al extranjero (el no-judío que reside
o viaja a través de Israel) que de cualquier otro
tema de identidad: “Recuerda que fuiste esclavo
en Egipto...no oprimas a los extranjeros en medio
de ti” (Deuteronomio 24:18-22).
La gran visión profética de Sión es como una
luz para las naciones, donde todos adorarán a
Dios y harán justicia juntos (Isaías 42:6-7, Isaías Katharine Jefferts Schori
60:3), donde gente de toda lengua, familia y nación se reúne ante el
trono de Dios para construir una ciudad de paz y justicia (Apocalipsis
5:9 - 10; 21:22-26). Ese sueño global de los diferentes pueblos que se
reúnen para celebrar y construir una sociedad justa también subyace en
la visión fundacional de Estados Unidos. Aquellos antepasados americanos demandaron la visión de una ciudad “construida sobre una colina”
a la que las naciones correrían.
Hace mucho que la Iglesia Episcopal ha reivindicado un lugar particular en la búsqueda de la construcción de esas visiones divinas en
la realidad mediante un compromiso con las estructuras políticas,
económicas y sociales, y no sólo en Estados Unidos. Este compromiso
con la sociedad es un aspecto central de la misión de la Iglesia Episcopal
en todas las partes del mundo donde se encuentra, como en Honduras y
Haití, que todavía forman parte de esta iglesia, y como en Liberia y Filipinas, ahora en otras provincias de la Comunión Anglicana. Creemos
que nuestra fe tiene algo esencial que ver sobre cómo nos involucramos
en los principales problemas sociales, y la inmigración es un tema central en la actualidad.
Las actitudes y los planteamientos políticos sobre la migración en Estados Unidos y en todo el mundo han cambiado en la última década,
tanto por el aumento de los temores sobre el terrorismo y la seguridad
nacional como debido a la crisis económica en curso. Ambas realidades
han generado respuestas orientadas hacia adentro para centrarse en la
seguridad personal, tanto física como económica.
Esos temores son fuerzas poderosas, y comprensibles, aunque no
siempre sean completamente racionales. La migración no controlada en
la frontera de EE.UU.- México, por ejemplo, en realidad se ha reducido
en dos tercios durante la última década, y el número total de inmigrantes indocumentados en Estados Unidos ha disminuido un diez por
ciento. El crimen violento en los estados fronterizos se ha reducido considerablemente durante el mismo período de tiempo. Sin embargo, la
mayoría de los ciudadanos americanos todavía cree que sigue viniendo
más gente y que la violencia continúa en aumento. Esos
temores, ya sean motivados por la disminución de las oportunidades
de empleo o por prejuicios sin fundamento, están contribuyendo al
aumento de tribalismo en todo el mundo.
El tribalismo es la creencia de que nuestro grupo es el único “bueno”
y que “nosotros” debemos protegernos de todos los “demás” que están
realmente dispuestos a destruirnos. Esa actitud es fundamentalmente
anticristiana, pues niega que el “otro” realmente lleva la imagen de
Dios.
Al mismo tiempo, ese tipo de actitud ha surgido repetidamente en
Estados Unidos y en otros lugares cuando la población local se ve amenazada por los cambios representados por los grupos de recién llegados.
Los inmigrantes a Estados Unidos desde Irlanda, España, el País
Vasco, Italia, Polonia y muchos otros lugares han sufrido ese tipo de
respuesta xenófoba en los últimos siglos. Ese tipo de respuesta no está
muy lejos del racismo, que los forzados-inmigrantes de África y sus descendientes siguen sufriendo, y que en una inversión irónica continúa
dando forma a las respuestas de los anglos a los nativos americanos.
Los seres humanos han empaquetado y se han trasladado durante
milenios en búsqueda de alimento, vivienda, seguridad, mejor clima,
oportunidad económica y libertad. La cuestión actual en Estados Unidos se centra en las necesidades laborales de América y la necesidad
económica en México y otros países de América Latina. El sistema
económico de Estados Unidos depende del trabajo que no es cubierto
por los ciudadanos. Los ciudadanos mexicanos tratan de satisfacer esa
necesidad de mano de obra con el fin de responder a sus necesidades
económicas. En este momento no tenemos estructuras legales que permitan un flujo adecuado y apropiado de la mano de obra para satisfacer
esas necesidades mutuas.
Los estadounidenses se benefician del sistema actual, que estimula
la migración “ilegal”, principalmente en forma de alimentos a bajos
precios. Los estadounidenses también se benefician de un sistema internacional más amplio que privilegia la producción de cultivos nacionales
a través de subsidios y penaliza la producción de alimentos en otras
naciones mediante derechos de importación. No podemos separar el
tema de la inmigración de los sistemas económicos de los cuales todos
participamos y de los que sólo algunos sacan provecho.
Todos coincidimos en que la ley de inmigración estadounidense está
quebrada. Se pueden dar justas y adecuadas respuestas en conversaciones públicas en las que personas de fe tienen y deben tener una voz.
A medida que se involucran en este discurso cívico, les animo a que
aprendan más acerca de los problemas de fondo y después se reúnan
con otras personas en su congregación y en la comunidad en general
para reflexionar sobre una serie de preguntas: Como cristiano, ¿qué
valores defiendo sobre la dignidad de toda persona humana? ¿Los inmigrantes han de recibir un trato diferente de los ciudadanos y, en caso
afirmativo, cómo y por qué? ¿Qué valores creo que esta nación debe
mantener como centrales? ¿Qué me da miedo en medio de este debate
actual? ¿Cuál es mi oración?
—La Rvdma. Katharine Jefferts Schori es la obispa presidente de la
Iglesia Episcopal.
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