Notas: Juan Arturo Brennan 1 JOHANN PACHELBEL (1653-1706) Canon en re mayor Johann Pachelbel pertenece a ese grupo de infortunados músicos que pueden ser definidos como “compositores de una sola obra”, no en el sentido de que hayan escrito una sola pieza de música, sino que la posteridad, muchas veces errada en su criterio selectivo, ha mantenido vivo un solitario ejemplo de su trabajo en el campo de la composición, en detrimento del resto de su producción. Y como suele suceder en estos casos, la obra en cuestión se ha popularizado por doquier en toda clase de versiones que emplean desde marimba hasta sintetizador, pasando por conjuntos de cuerdas, metales y gran orquesta sinfónica. Tal es la suerte que ha corrido el popular Canon de Pachelbel desde que comenzó a ponerse de moda entre los círculos de “conocedores” allá por la década de los 1960s. Originario de Nuremberg, Pachelbel estudió en su ciudad natal y se convirtió en un competente organista, desarrollando su oficio en Viena, Eisenach, Erfurt, Stuttgart, Gotha y Nuremberg. Como compositor se concentró en la creación de música de iglesia y en la exploración, bastante rigurosa, de formas como la fuga, la chacona, las variaciones sobre corales y la suite. El estilo de Pachelbel es claro y de una textura contrapuntística sencilla. Sus composiciones para órgano muestran su conocimiento de las formas italianas, como la toccata, derivado de Girolamo Frescobaldi (1583-1643) a filtrado a través de la obra de Johann Jacob Froberger (1616-1667). De particular importancia son sus preludios corales, en los que logró establecer las melodías corales protestantes del norte de Alemania al interior de la atmósfera musical más lírica de la parte sur del país, de filiación católica. Pachelbel compuso también algunas obras para clavecín, pero sin una comprensión cabal de las cualidades y limitaciones de este instrumento. Entre el resto de su música instrumental destacan seis suites para dos violines. El muy conocido Canon de Johann Pachelbel es en realidad la primera parte de un Canon y giga en re mayor, compuesto originalmente para tres violines y bajo continuo, una de apenas tres obras de música instrumental de cámara creadas por el compositor nativo de Nuremberg. 2 ARCANGELO CORELLI (1653-1713) Concerto grosso en sol menor, op. 6, no. 8 para cuerdas y continuo Vivace-Grave Allegro Adagio-Allegro-Adagio Vivace Allegro Pastorale ad libitum-Largo En un texto enciclopédico sobre Arcangelo Corelli, Michael Talbot afirma que el tamaño de su producción es desproporcionadamente pequeño respecto a la influencia que ejerció en sus contemporáneos y en las generaciones que le siguieron. En efecto, el catálogo de Corelli contiene apenas seis colecciones de música instrumental y unas cuantas obras sueltas más. Además, este hábil compositor y violinista restringió su trabajo creador prácticamente a tres géneros: la sonata, la sonata en trío y el concierto; en este último rubro, es posible que la contribución más importante de Corelli esté contenida en las piezas que creó bajo la forma del concerto grosso. Se dice que la contribución singular de Corelli a la música son precisamente sus concerti grossi; más aún, hay estudiosos que afirman que esta forma fue inventada por Corelli. Sea como fuere, el caso es que en los doce concerti grossi de Corelli es posible hallar una de las expresiones más refinadas de esta forma típicamente barroca, en la que un pequeño grupo de solistas (llamado concertino) tiene como interlocutor al grupo orquestal más grande de cuerdas y continuo (llamado ripieno). Sobre las bases sentadas por Corelli, numerosos compositores barrocos, dentro y fuera de Italia, hicieron suyo el concerto grosso, llevándolo a un importante grado de desarrollo que, en sus últimas fases, contemplaba la inclusión de uno o dos movimientos (casi siempre los exteriores) planteados en forma fugada. Los Conciertos de Brandenburgo de Bach son quizá el ejemplo más acabado de concerti grossi, y ciertamente están en deuda con Corelli. Otra muestra de la influencia de Corelli está en el hecho de que muchos de sus contemporáneos lo imitaron desvergonzadamente, mientras que numerosos músicos de generaciones posteriores compusieron obras dedicadas a él o basadas en temas suyos. Los doce Concerti grossi Op. 6 de Corelli fueron publicados en Amsterdam en el año de 1714. Es interesante notar que los movimientos de los primeros ocho Concerti grossi Op. 6 de Corelli están designados simplemente con una indicación de tempo, mientras que algunos movimientos de los otros cuatro llevan, además, la designación de alguna de las danzas estilizadas que formaban la suite barroca. Dicho de otro modo, los primeros ocho conciertos siguen el modelo de la sonata da chiesa, y los otros cuatro el de la sonata da camera. El más famoso de los Conciertos Op. 6 de Corelli es el octavo de la serie, conocido coloquialmente como Concierto de Navidad, y en cuyo título original lleva la observación Fatto per la notte di Natale, es decir, Hecho para la noche de Navidad. El elemento navideño del concierto está en su último movimiento, una pastoral que se refiere directamente a los pastores que acudieron a visitar el pesebre del Niño Jesús en Belén. 3 FRANZ JOSEPH HAYDN (1732-1809) Concierto para trompeta y orquesta en mi bemol mayor, Hob. VIIe:1 Allegro Andante Allegro En la ciudad de Viena, en el año de 1767, nació Anton Weidinger, personaje que estaba destinado a hacer historia musical casi sin proponérselo. Desde muy niño, comenzó el aprendizaje de la trompeta, y su precoz talento le permitió terminar su entrenamiento en un corto período de tiempo. Muy pronto, el joven Weidinger estuvo calificado para tocar la trompeta en la corte y en el ejército. Perteneció a las bandas de música de diversos regimientos militares y en 1792 fue contratado como trompetista de la ópera de la corte de Viena. Fue durante su servicio en esta institución que Weidinger comenzó a experimentar con una trompeta de llaves que, al paso del tiempo, le iba a permitir librarse de las limitaciones de su instrumento. Ese instrumento era la trompeta natural, heredada directamente del período barroco y que, debido a la ausencia de pistones, válvulas o llaves, era muy limitada en los registros medio y bajo, aunque en el registro alto, el llamado clarino, adquiría un cierto grado de cromatismo que permitía tocar melodías más complejas. Por desgracia, en el ocaso del barroco los trompetistas especialistas en tocar el registro clarino vieron declinar su fama, su prestigio y su fortuna, de modo que el repertorio para trompeta solista en la generación siguiente a Bach es prácticamente inexistente. Tenemos, apenas, un concierto de Leopold Mozart, y la noticia ciertamente triste de que un Concierto para trompeta de Wolfgang Amadeus Mozart se perdió para siempre. El caso es que el caballero Weidinger, a base del conocido sistema de prueba y error, llegó a diseñar un mecanismo de rudimentarias llaves que, realizando un trabajo similar al que hoy hacen los pistones, permitía al intérprete modificar la longitud de la columna de aire en la trompeta, dando al instrumento posibilidades cromáticas que ya no estaban restringidas a las regiones más agudas del registro. Así, en 1795, Weidinger tenía en su poder una trompeta de llaves, en mi bemol, que en su tiempo fue conocida como organisierte Trompete, algo así como trompeta organizada. Las posibilidades de este instrumento llamaron de inmediato la atención de Haydn, quien conocía bien a Weidinger, y en 1796 el compositor creó el que hasta la fecha es el más importante concierto para trompeta de todo el repertorio. Aprovechando para sí mismo (y con pleno derecho) la fama de Haydn y la buena recepción que se dio a su concierto, Weidinger comenzó a dar demostraciones de su novedosa trompeta y siguió experimentando con el mecanismo que había desarrollado. Dondequiera que Weidinger tocaba el concierto de Haydn, el público se sorprendía de la capacidad del instrumento para trazar líneas melódicas complejas en los registros medio y bajo, cosa impensable en las rústicas trompetas naturales. Y al mismo tiempo, admiraban la maestría de Haydn y su intuición para aprovechar al máximo los recursos de esta trompeta organizada de Weidinger. Hacia 1803, Weidinger realizó algunas giras que lo llevaron a cosechar éxitos en Alemania, Francia e Inglaterra, y para ese año había dado algunos pasos adelante en el desarrollo de las llaves de su trompeta, de modo que el instrumento para el que Johann Nepomuk Hummel (1778-1837) compuso su igualmente famoso concierto resultó aún más avanzado y flexible que el que Haydn había tenido a su disposición siete años antes. Además de los conciertos de Haydn y Hummel, el trompetista Weidinger se hizo acreedor a una importante parte de trompeta en la partitura de un Réquiem compuesto por Sigismund Neukomm para el rey Luis XVII. Y nada más. No deja de parecer extraño, considerando la altísima calidad del Concierto para trompeta de Haydn y los avances representados en el Concierto para trompeta de Hummel, que ningún otro compositor importante de su tiempo le dedicara otra obra a Weidinger. Sin embargo, el sólo hecho de haber sido el impulso motor para este par de estupendas obras le garantiza a Weidinger un lugar importante en la historia musical y un reconocimiento especial por parte de quienes aman la trompeta y su música con especial pasión. Como la obra más importante del repertorio, el Concierto para trompeta de Haydn ha sido grabado en numerosas ocasiones, por trompetistas de diversas latitudes, orientaciones estéticas, estilos y capacidades expresivas. Entre las grabaciones de corte tradicional, son especialmente recomendables las de Maurice André, Adolf Scherbaum, Timofey Dockschitser, y Adolph Herseth. Si en cambio usted prefiere alguna versión más moderna en cuanto al estilo y el sonido, con trompetistas de técnica asombrosa, escuche las versiones de Wynton Marsalis, John Wallace, Alison Balsom o Hakan Hardenberger. Y si le entra la curiosidad por el asunto de los instrumentos antiguos, hay por ahí un par de muy buenas versiones a cargo de los trompetistas Friedemann Immer y Crispian Steele-Perkins, con la Academia de Música Antigua que dirige Christopher Hogwood y The King’s Consort conducido por Robert King, respectivamente. Y en medio de tantos trompetistas ilustres de nuestro tiempo, ¿qué se hizo el señor Weidinger, de ilustre memoria? Pues fue muy admirado y aplaudido hasta la década de los 1820s, cuando el interés por su instrumento comenzó a decaer drásticamente. Así, Anton Weidinger pasó los últimos treinta años de su vida tocando su trompeta en salas de concierto semi-vacías, y murió en el olvido en Viena, su ciudad natal, en 1852.