La virtus del príncipe Autora: PATRICIA CHIA SERRANO DNI: 28818700E Las luchas que los florentinos mantuvieron desde principios del siglo XV contra los Visconti en defensa de las libertades cívicas significaron el nacimiento de una nueva filosofía de la participación política y la vida activa. Es lo que se conoce como el humanismo cívico florentino, un resurgir del pensamiento político donde se intensificaron los ideales republicanos de libertad y participación cívica y se recuperó el ideal ciceroniano de virtus como excelencia humana superior. La virtus se convirtió en el más alto objetivo del hombre quien no debía ahorrar esfuerzos en alcanzarlo y para ello, los humanistas confiaban en una educación adecuada, centrada especialmente en la retórica y la filosofía antigua, fundamental en la preparación del carácter. La educación adoptaba así la capacidad de producir virtus y preparaba al individuo para ingresar en la vida pública. Debido al papel imprescindible de la educación en el modelado de la persona, los humanistas a pesar de su fe en la forma de gobierno republicana empezaron a dirigir sus escritos a los príncipes que entonces ostentaban el poder con el fin de instruirlos en el buen ejercicio de su cargo, dicho género es conocido como espejo de príncipes. Por ejemplo en la 2ª mitad del siglo XV Francesco Patrizi dedicó El reino y la educación del rey al papa Sixto IV, y en 1471 Bartolomeo Sacchi hizo lo propio con El Príncipe para los duques de Gonzaga de Mantua. También en España encontramos obras del mismo carácter, como Doctrinal de príncipes escrita por Diego de Valera y dirigida a Fernando II de Aragón o la dedicada por Gómez Manrique a Isabel de Castilla Regimiento de príncipes. Estas obras permanecen atadas a concepciones morales o religiosas medievales debido a que sus autores no pueden separar la moral de la política, aunque hay que aclarar que en Italia esta literatura se desarrolla en términos humanísticos. En todas ellas se encuentran los mismos tópicos, los cuales continuarán también en Maquiavelo eso sí, adoptando una respuesta diferente. Son temas que resultan básicos para el príncipe sin cuyo conocimiento no puede desempeñar favorablemente su función. Entre los tópicos más recurrentes podemos citar: cómo evitar a los aduladores, cómo el príncipe ha de mantener la palabra dada, si mejor ser temido o amado, la elección de los consejeros y por supuesto la virtud. Afirman que el príncipe debe practicar las virtudes teologales y 1 morales como son el ejercicio de la justicia, equidad, clemencia, prudencia, templanza, fortaleza, constancia y paciencia, piedad, caridad. Debe además mantener la palabra dada, respetar la verdad... el gobernante no sólo debe parecer poseedor de todas estas virtudes que se convierten en políticas si no que además debe tenerlas realmente. Este debate sobre parecer y ser alcanza un punto culminante cuando Maquiavelo afirme en El príncipe que sólo es necesario aparentar y no ser, porque “los hombres, en general, juzgan más por los ojos que por las manos, porque muchos son los que ven y pocos los que tocan. Todos pueden ver lo que pareces, pero pocos saben lo que eres...”1 Tal como se manifiesta en el género de espejo de príncipes, éstos deben buscar siempre el bien común de la ciudad y mantener al pueblo en la seguridad y la paz. Con ello, los humanistas sacrifican las libertades republicanas en beneficio de la seguridad para lo cual es preferible el gobierno del príncipe al del pueblo. Entonces, sólo el príncipe será poseedor de virtus, esa fuerza creadora que lo ayudará a conservar su estado y rechazar a los enemigos. Por su parte la virtus del pueblo reside en una pasividad que lo mantiene alejado de la vida política. Los humanistas hablan del vir virtutis, adoptando el concepto de Cicerón, el hombre de sabiduría. La virtud es para ellos la capacidad de que los hombres alcancen el más alto tipo de excelencia desarrollando sus facultades, resultando por ello especialmente importante como señalé anteriormente, la educación. Es este ideal de virtud de los humanistas, un concepto optimista que conduce a una idea también optimista sobre la libertad y facultades del hombre porque considera que los hombres son capaces de superar todo obstáculo puesto en el camino de la meta final y hace al hombre creador de su propio destino y responsable del bien o el mal. Avanzando en la tradición literaria de los espejos de príncipes llegamos a la famosa obra de Nicolás Maquiavelo El Príncipe, muy criticada en su época y ensalzada después, ha sido uno de los títulos más vilipendiados de toda la literatura universal. Obra rechazada, supuso todo un escándalo para la sociedad donde se gestó y allí donde se difundió, tuvo la capacidad de convertir en insulto el apellido de su autor, no hay más que prestar atención al sentido negativo que esconde el término maquiavélico, aún en la actualidad. De hecho ya en su tiempo, los protestantes acusaban a sus enemigos de maquiavélicos y nadie por supuesto tampoco entre los católicos se declaraba promaquiavelo, todo lo contrario, aunque todos lo leían y les influía. 1. MAQUIAVELO, Nicolás. El príncipe. 23ª ed., Espasa- Calpe, 1993. p.121 2 Tras la publicación de El príncipe, el impacto fue inmediato puesto que a partir de él nadie podrá escribir una obra de consejo de príncipes sin tenerlo en cuenta aunque sólo sea para situarse en su contra. Se puede considerar que lo que escandalizó de Maquiavelo fue que cambió la escala de valores proclamada en los libros que le antecedieron y manifestó la insuficiencia de la virtus para alcanzar la gloria y la fama. No dudó en defender el empleo de la violencia, la constitución de una eficaz fuerza militar (de hecho Maquiavelo en el desempeño de su actividad política intentó instituir una milicia ciudadana que evitaría a Florencia la necesidad de contratar mercenarios) y la combinación de una actividad diplomática y coactiva. El impacto en las conciencias de la época no se debió a su supuesta moralidad o inmoralidad sino a que propuso otra moral, una alternativa a la convencional, ya sea cristiana o humanística. Maquiavelo escribió no para los reyes que cuentan con la legitimidad que otorga la tradición y la herencia sino para el príncipe nuevo, el hombre que se hace con un territorio anterior y sin tener legitimidad lo conquista bien sea por su propia virtud o por la intervención favorable de la fortuna en cuyo caso le será más fácil hacerse con el poder pero más difícil mantenerse en él. Sus consejos pretenden facilitar al príncipe el honor, la gloria y la fama que lo consolidarán en el poder, y para ello no es necesario que actúe siempre de forma virtuosa, es más, ni siquiera tiene que poseer todas las virtudes, sólo aparentarlas “un príncipe nuevo, no puede observar todas las cualidades que hacen que se considere bueno a un hombre, ya que para conservar el estado, a menudo necesita obrar contra la lealtad contra la caridad, contra la humanidad y contra la religión”2 Pero al mismo tiempo le aconseja que todo lo que diga esté revestido de estas cualidades. De esta forma la obra maquiaveliana no atiende a la moral vigente como tampoco considera qué es el poder o cuál la naturaleza del Estado, pero se extiende sin embargo en describir los recursos con los que cuenta el príncipe para conseguir, aumentar y conservar el poder, que deben ser, al fin y al cabo, sus objetivos. Describe la acción política sin censurarla y proclama que las pasiones y la ambición determinan sus fines aunque advierte de las consecuencias negativas de guiar la acción política por las pasiones. Manifiesta sin embargo la insuficiencia de la razón sin ellas. Para Maquiavelo, la actuación política dependerá de las circunstancias, en razón de ellas utilizará unas virtudes u otras o ninguna. 3 Maquiavelo parte de una concepción antropológica pesimista que lo aleja irremediablemente del humanismo y lo convierte en hombre del Renacimiento. Para él los hombres son malos por naturaleza y por eso hay que actuar en consecuencia “los hombres son ingratos, inconstantes, falsos y fingidores, cobardes ante el peligro y ávidos de riqueza...”3 Aquel que pretenda conservar su poder tiene que aceptar la verdad real de las cosas que es la existencia de la maldad humana y la intervención de la fortuna en su destino. La fortuna, elemento novedoso que introduce Maquiavelo, es una fuerza externa que actúa de manera cruel y caprichosa y frente a la que sólo cabe oponer la virtus. El florentino, compara la fortuna con un río impetuoso que fácilmente se desborda y que sólo puede ser contenido por la interposición de la virtud. La virtud es para Maquiavelo la cualidad que capacita al hombre para combatir el poder de la fortuna y alcanzar los objetivos de honor, gloria y fama. En consecuencia, el príncipe nuevo es el hombre que con su virtud se enfrenta a la fortuna para tener poder y crear un orden nuevo. Existen desde luego elementos de continuidad con la concepción propiamente humanística puesto que el héroe maquiaveliano sigue siendo el vir virtutis. La diferencia entre éste y aquel se debe a un desplazamiento en el objetivo a conquistar: en el caso de los humanistas es el bien común y en el del príncipe nuevo es obtener para sí el mayor grado de poder, mantenerlo y acrecentarlo. Podemos señalar que esto supone un choque frontal con el pensamiento agustiniano que advierte contra lo mundano y rechaza la virtud que se supedita a la gloria y el elogio. Por otro lado, esa visión pesimista de Maquiavelo sobre la naturaleza humana le lleva a la conclusión de la necesidad de un poder coactivo, que infunda temor, él mismo lo expresa así “es más seguro ser temido que ser amado... a los hombres les da menos miedo atacar a uno que se hace amar que a uno que se hace temer...”4 De esta forma a la clásica reflexión de si es mejor ser temido o amado, Maquiavelo se decanta definitivamente por lo primero. Como mencioné anteriormente, Maquiavelo no contempla una moral religiosa, sin embargo, esto no debe conducirnos a defender una posible inmoralidad. Mucho han discutido los especialistas sobre esta cuestión que llevó consigo desde luego el escándalo. Autores como Croce y sus seguidores hablan de Maquiavelo como el primero en separar la esfera política de la moral, sin embargo Isaiah Berlin considera que mantener esa teoría supone aceptar la inmoralidad del autor de manera que él 2 Ibidem. p.121 Ibidem. p.116 4 Ibidem. p. 116 3 4 propone otra opción, una dualidad moral. Según Berlin, Maquiavelo diferencia en su planteamiento dos ideales de vida que resultan incompatibles, dos moralidades irreconciliables, una pagana que recoge el coraje, vigor, fortaleza, logro público, fuerza, justicia y sobretodo la afirmación de las exigencias propias, y otra cristiana cuyos ideales son la caridad, misericordia, sacrificio, perdón a los enemigos... todas ellas constituyen para el autor de El príncipe obstáculos en la construcción de la sociedad que él desea, aquella que satisface los intereses de los hombres. No condena la moral cristiana, como tampoco niega que lo que los cristianos llaman virtud sea en efecto virtud y el vicio sea vicio, no trata de reinterpretar nociones morales, pero afirma que quien se rija por la moral cristiana fracasará en política. Pero continuemos avanzando en el género de espejos porque poco después de la elaboración de El príncipe, Erasmo de Rotterdam escribió otra importante obra titulada Educación del príncipe cristiano. Erasmo fue sin duda el humanista más influyente durante el Renacimiento. Muy leído en su tiempo puede considerársele el primer escritor moderno pues vivía de lo que escribía. Representa una síntesis de los valores humanísticos por su profundo conocimiento del mundo antiguo y la cultura clásica, su agudeza crítica, espíritu abierto, defensa de la dignidad humana... Era moralista, consejero de príncipes... y estaba imbuido de cristianismo, lo cual marcó el contenido de todas sus obras. En él, la teoría política ocupa un lugar secundario por eso no fue teórico del Estado aunque buena parte de sus ideas políticas las expuso en su Educación del príncipe cristiano, un encargo del canciller de Brabante para el entonces príncipe Carlos, futuro emperador, con la intención de guiarle en su educación. En ella, Erasmo se aparta por completo de lo defendido por Maquiavelo y vuelve a la tendencia de las anteriores obras del género. Incluye todos los tópicos sin olvidar la dedicatoria y la exposición de los deberes del príncipe, siendo el más importante mantener pacificado el imperio. Erasmo expone aquí su ideal del auténtico cristiano que debe materializarse en el príncipe, al que exige una serie de virtudes que en nada recuerdan a las recomendadas por Maquiavelo, por el contrario el príncipe debe ser modelo de virtudes cristianas, las mismas que habían sido descartadas por el florentino. Erasmo no duda en criticar los abusos de los gobernantes que se aprovechan de su posición privilegiada y proclama la caridad cristiana como virtud imprescindible. Rechaza la guerra, la brutalidad y la mentira y pretende que el príncipe mediante su virtus aplique los preceptos evangélicos en la vida pública y privada, en aras de 5 mantener el orden y la prosperidad social. A diferencia del príncipe maquiaveliano cuyo último fin es conservar y engrandecer su poder y en ese sentido conduce todos sus esfuerzos haciendo uso de la astucia, cinismo, fuerza y habilidad y sacrificando la religión, la piedad... cuando sea necesario, el príncipe erasmiano no puede actuar de la misma forma porque además de príncipe es cristiano y esta cualidad pesa enormemente, de hecho, propone a Cristo como modelo de conducta para el príncipe “Pero en el Señor está el modelo absoluto de toda virtud y sabiduría...”5. Su actuación política debe satisfacer siempre a Dios y esto lo conseguirá cuando favorezca el bien público “servir gratuitamente a todos sin deseo alguno de ganancia o de gloria.”6 Confía en la capacidad de la educación para modelar a la persona de manera que este aspecto adquiere un lugar principal en la obra. Educar al príncipe es educar a quien va a dirigir a la comunidad por eso tiene valor ejemplar y supone formar al hombre que es al mismo tiempo cristiano y príncipe pero sobretodo cristiano, por eso debe permitir el reconocimiento de lo bueno y lo malo, los verdaderos valores... Erasmo marca una clara división, utilizando el pensamiento aristotélico, entre el príncipe- rey y el tirano siendo una necesidad para los primeros distinguirse por su actitud frente al segundo, “... Aristóteles distingue en su Política al príncipe del tirano, a saber, éste último busca su provecho, aquél el de la república...”7 Recomienda algo que lo aleja definitivamente de Maquiavelo y es renunciar al poder en el caso de entrar en contradicción con las virtudes cristianas. Es perceptible con esto que Erasmo retoma el concepto de virtud donde es necesario aparentar pero sobretodo ser. 5 ERASMO DE ROTTERDAM. Educación del príncipe cristiano. Madrid, Ed/ Tecnos, 2002. p. 64 Ibidem. p.38 7 Ibidem. p.41 6 6 BIBLIOGRAFÍA - BERLIN, Isaiah. Contra la corriente (ensayos sobre historia de las ideas). México, Fondo de Cultura Económica, 1983. - ERASMO DE ROTTERDAM. Educación del príncipe cristiano. Madrid, editorial Tecnos, 2002. - IGLESIAS, J. J.; CARMONA, J. I.; GAMERO, M. y NÚÑEZ ROLDÁN, F. Manual de historia universal. Tomo 5 (siglos XVI- XVII) Madrid, historia 16, 1995. - MAQUIAVELO, Nicolás. El príncipe. Espasa- Calpe, 1993 7