BASÍLICA DE SAN VITAL en RÁVENA Ravenna (Rávena) ostenta todavía hoy una docena o más de edificios eclesiásticos de los siglos V y VI, la mayoría de ellos muy conservados, con mosaicos, decoración de estucos y revestimiento de mármol. Localidad en la que la arquitectura paleocristiana ha sobrevivido con toda su variedad en los diferentes edificios construidos a lo largo de los siglos. Ravenna en el filo de la parte oriental y occidental del Imperio y su posición política explican este desarrollo. Si se tiene en cuenta a Rávena como capital de los emperadores de Occidente empezando por Honorio y siguiendo por su hermana Gala Placidia (425-50) y el hijo de ésta Valentiniano III (450-55); luego cada vez más en contacto con Constantinopla y las provincias orientales, como residencia de los conquistadores ostrogodos y su muy romanizada Corte: Teodorico (490-526) y sus sucesores; finalmente como sede de los virreyes bizantinos tras la reconquista de Italia por los ejércitos de Justiniano. Pero pese a todos los cambios políticos, se fue desarrollando un estilo y un tipo de planta arquitectónica local que se mantuvo durante los siglos VII y VIII. Rávena es una de las ciudades más fascinantes de Emilia Romagna considerada históricamente como ciudad artística, capital del mosaico y localidad marítima con más de 30 km de costa y un puerto. En 1996 la Unesco incluyó Rávena en la World Heritage List ya que la ciudad conserva un conjunto monumental religioso paleocristiano de extraordinaria importancia histórica y cultural. En el 402 d.C. el emperador Honorio transfirió, por razones de seguridad, la capital del Imperio Romano de Occidente de Milán a Rávena, la ciudad abandonó su aspecto provinciano para asumir un aspecto fastuoso adecuado a una residencia imperial. Desde entonces Rávena fue dos veces capital: en la época de los ostrogodos y después durante el Imperio Bizantino. Son ocho los monumentos que han permitido a la ciudad de Emilia Romagna convertirse en patrimonio Unesco, comenzando por el Mausoleo de Gala Placidia, que según la tradición fue edificado en el siglo V, por deseo de la emperatriz como mausoleo familiar y que aparece decorado con maravillosos mosaicos de estilo de inspiración clásica. La gracia y la armonía de la obra musiva se acentúa con la riqueza de los colores: del azul al verde musgo, del oro al anaranjado. Esta pequeña construcción de 1 planta central situada al lado de San Vital contiene varios sarcófagos en su interior, el más importante de los cuales estaba destinado a Gala Placidia, hija del emperador romano Teodosio el Grande y esposa del rey visigodo Ataúlfo. Las paredes y techos interiores están totalmente revestidos de mosaicos que, al igual que todos los de Rávena, son minuciosos y coloristas. Bajo Gala Placidia se edificó una Iglesia importante de planta cruciforme con brazos de una sola nave, el tipo común de Milán hasta el 400. Maltratada y reconstruida en la Edad Media. En ella, al lado del nártex se levanta un edificio pequeño, el llamado mausoleo de Gala Placidia, añadido no mucho después de 424. Dedicado a San Lorenzo, cobija tres sarcófagos, en tiempos atribuidos a Gala Placidia, su hermano y su marido, que tiene forma de cruz con una nave más larga; los brazos tienen bóveda de cañón, su tramo central tiene bóveda vaída. Robustas arcadas ciegas enmarcan las ventanas y unas cornisas clásicas subrayan los frontones levantados sobre los brazos. Su refinada decoración interior tiene su raíz en el arte de la corte imperial ya tuviera su asiento en Milán, Constantinopla o Rávena. El mármol cubría las paredes desde el suelo. La zona más alta está cubierta de mosaicos de fondo azul: cuatro parejas de apóstoles en la pared del tramo central, San Lorenzo en el nicho del fondo, zarcillos entrelazados en los cañones de los brazos y el cielo estrellado en la cúpula(1a). Aquí se puede ver la bóveda azul con motivos florales blancos y naranjas y el arcosolio con el tema del Buen Pastor. En realidad la similitud del pastor con Jesucristo no es original, está inspirada en el arte griego. Las ovejas son los creyentes y deben escuchar, atender y obedecer las enseñanzas de su pastor, a quien siguen. La cuidada vestimenta: vestido largo amarillo y azul, manto y sandalias preciosas. No lleva un cayado normal, sino uno en forma de cruz y trata cariñosamente a su rebaño. Las ovejas en diversas posturas le miran fijamente y un fondo de montañas y vegetación completa la bella escena. A partir del siglo V los arquitectos de Rávena se distanciaron de las formas milanesas y miraron hacia la arquitectura religiosa del momento en las costas del Egeo. La Basílica de San Juan Evangelista, construida entre 424 y 434 por Gala Placidia es otro ejemplo de este arte. Sin embargo hasta finales del siglo V no se desarrolló un tipo fijo de Basílica: en el Espíritu Santo, construida originariamente como catedral arriana; en 1 ( a. ) Krauthimer, Richard, Arquitectura paleocristiana y bizantina, Madrid: Cátedra, 1981, pp 213-220. 2 Santa Águeda reconstruida en el siglo VI y por último en San Apolinar Nuevo construida por Teodorico como iglesia palatina y dedicada después a San Martín: con tres naves, ábside y arquerías sobre columnatas. Su polígono exterior al ábside, aclimatado de antiguo en Rávena, es de origen egeo; los capiteles importados de Constantinopla y los contrafuertes del muro externo van cruzados por bandas de ladrillos que se curvan sobre las ventanas, creando una sólida red de elementos verticales y horizontales. De suntuosa decoración musivaria: unas largas filas de figuras se mueven hacia el ábside: en el lado sur una hilera de santos se mueven desde el palatium de Teodorico hacia Cristo; en el norte unas santas caminan desde el classis civitas hacia la virgen. Entre las ventanas altas unas figuras de apóstoles detienen este movimiento hacia el este mientras que los paneles pequeños de la parte más alta, con escenas del Evangelio y veneras decorativas, rematan el borde mismo de la pared de la nave. Las largas procesiones de santos son de fecha posterior a la reconquista bizantina, hacia el 500. El conjunto de los mosaicos equilibra y corrige las proporciones del interior. Su terso despliegue y sus brillos blanquecinos, verdes, azules y dorados transforman las paredes en incorpóreos tapices. Este concepto de decoración musivaria que envuelve todo el edificio, se desarrollo en las corte imperiales de Constantinopla y Milán durante el siglo IV arraigó con fuerza en Ravenna desde tiempos de Gala Placidia. Otras dos obras maestras son el Mausoleo de Teodorico y el Baptisterio Neoniano o Baptisterio de los Ortodoxos. El primero fue construido con grandes bloques de piedra de Istria y coronado con un enorme monolito de 300 toneladas en forma de casco; el segundo, del siglo V, sorprende por su decoración polícroma de mosaicos en la cúpula. Otra magnífica cúpula es la del Baptisterio Arriano, edificado por Teodorico para el culto arriano en Italia, así como la Basílica de San Apolinar el Nuevo, en el llamado Quartiere dei Goti (barrio de los Godos), consagrada al culto católico sólo a partir del año 560. San Apolinar Nuevo representa un nuevo modelo: una traza propia del Occidente latino, realizado con técnicas constructivas de origen milanés. En ellas se funden elementos originarios de las costas del Egeo y de Siria. El interior se engalana con su resplandor de luz y colorido y el conjunto es una mezcla particular de Ravenna. La basílica helenística persistió durante todo el siglo VI en las provincias imperiales. La de Parenzo en Istria y las dos basílicas de Ravenna, San Apolinar el Nuevo y San Apolinar in Classe, y que aún conservan sus magníficos mosaicos. En todos estos 3 edificios se advierte una característica constructiva: las arcadas de las naves en vez de apoyarse directamente en los capiteles, lo hacen en un soporte intermedio en forma de tronco de pirámide invertido que se llama imposta. El capitel de imposta, que se empleaba ya en el siglo anterior, parece tener un remoto origen sirio, porque se le encuentra desde los tiempos de Marco Aurelio en el Pretorio de Musmie. En Rávena, no lejos de las dos basílicas mencionadas, se construyó, bajo los auspicios de Justiniano, la preciosa iglesia de San Vital, que es un edificio con cúpula bastante parecido al de los Santos Sergio y Baco de Constantinopla, pero aún más perfecto. En la nave de San Apolinar in Classe se superponen tres órdenes de mosaicos: escenas del Evangelio, profetas, procesiones de santos y de santas dirigiéndose hacia Jesucristo y la Virgen. Para entrar triunfantes en el Cielo, las santas se han revestido con las ricas indumentarias de princesas bizantinas. Fue verdaderamente admirable la fecundidad creadora del Oriente durante los siglos que siguieron al triunfo de la Iglesia. Constantinopla, edificada en el siglo IV, no permaneció inactiva durante el V, había construido su doble recinto de murallas con torres hermanando la técnica con la belleza, y multiplico en número de sus iglesias; pero copió más que creó. Sólo en el siglo VI, bajo el imperio de Justiniano, se convirtió en creadora. Únicamente a partir de esta centuria el arte oriental es considerado y puede calificarse de bizantino( George Contenau, p. 145) Los ostrogodos eran cristianos de confesión arriana, si bien Teodorico no intentó imponer las creencias religiosas de su pueblo a sus súbditos. Antes al contrario, en Italia llegó rápidamente a un entendimiento con las autoridades religiosas romanas, lo que favoreció la estabilidad interior y la convivencia de las comunidades goda y la romana. El propio monarca jugó un importante papel como árbitro en las disputas eclesiásticas, como por ejemplo durante el cisma del año 498, producido por la elección simultanea de dos papas. Este buen entendimiento entre ambas comunidades, denominado “el compromiso ostrogodo”, tan solo comenzó a fragmentarse en los últimos años del reinado de Teodorico, cuando las tensiones con el emperador oriental Justiniano fueron en aumento al proscribir este el arrianismo, posiblemente como maniobra para socavar la autoridad del monarca italiano sobre sus súbditos romanos. Esto condujo a Teodorico a lanzar sus propias persecuciones sobre los cristianos ortodoxos como modo de presionar a Justiniano. La pérdida de poder de los ostrogodos y su propia división interna fue 4 aprovechada menos de diez años después de la muerte de Teodorico por el emperador Justiniano, quien tras haber conquistado fácilmente el reino vándalo del Norte de África se lanzó en el año 533 a la conquista del reino de Italia. El empleo de las estructuras políticas romanas y el interés de Teodorico hombre de cultura germánica interesado por la cultura clásica le ganaron en su época la admiración de los romanos, hasta el punto de que llegó a decirse de él que “parecía un filósofo vestido de púrpura”, siendo el púrpura el color que distinguía a los emperadores. Las derrotas ostrogodas se sucedieron, perdiendo primero Sicilia en el año 535 y posteriormente Rávena en el 540. Tras veinte años de dura guerra, los godos fueron sometidos e Italia pasó a estar bajo el gobierno directo del Imperio Romano de Oriente. Pese a que mantuvo las diferencias entre los ostrogodos, de religión arriana, en cuyas manos dejó el poder militar, y los romanos, católicos, a quienes confió el poder civil dentro de un difícil equilibrio, Teodorico se sintió siempre depositario de las tradiciones e instituciones imperiales, por lo que se rodeó de consejeros latinos, como los pensadores Boecio y Casiodoro, e intentó armonizar las relaciones entre godos y romanos, para lo cual sometió a ambas comunidades a las mismas leyes. El arrianismo es el conjunto de doctrinas cristianas desarrolladas por Arrio, sacerdote de Alejandría, quien consideraba que Jesús de Nazaret no era Dios, ni hijo de Dios o parte de Dios, sino una criatura. Una vez que la Iglesia hubo aceptado como dogma la proposición opuesta, el arrianismo fue condenado como una herejía. La naturaleza de Jesús era el problema más complejo de los primeros siglos del cristianismo, como lo revelan las discusiones teológicas. En los primeros siglos del cristianismo se planteaba el problema de la relación del Hijo y de Dios. A esto se le llamó las disputas cristológicas. De hecho, su gran ambición era crear un imperio germánico de Occidente, heredero del romano, que englobara a francos, vándalos, visigodos y ostrogodos. Con este objetivo, instauró una hábil política de alianzas matrimoniales entre su familia y los reyes de otros pueblos germánicos, a fin de ejercer su dominio sobre las provincias occidentales del Imperio. Si bien no llegaría a materializar su sueño, tal política lo convirtió en el principal soberano occidental de su época. 5 El Emperador Justiniano (527-565) fue el protagonista del periodo de máximo esplendor del Imperio bizantino, la Primera Edad de Oro (siglo VI). Justiniano intentó revivir la gloria del antiguo imperio romano emprendiendo la conquista del Mediterráneo. Entre sus capturas se incluye Italia, donde se encontraba la ciudad de Rávena, que se convirtió, en el siglo VI, en la ciudad más importante del mundo bizantino en occidente. Fue la segunda capital del imperio y estuvo gobernada por el exarca, un auténtico virrey rodeado de poder, pompa y boato. Es normal, por tanto, que allí se construyesen los más ricos edificios bizantinos de occidente. (Flavius Petrus Sabbatius Justinianus) Justiniano I el Grande, Emperador bizantino (Tauresio, Macedonia, 482 - Constantinopla, 565), fue asociado al Trono en el 527 (el mismo año en que murió). Desde entonces hasta su muerte, se aplicó con energía a revitalizar el Imperio de Oriente, contando con la ayuda de su esposa, la emperatriz Teodora (una ex actriz de grandes cualidades intelectuales, que participó en tareas de gobierno hasta que murió en el 548). Justiniano centralizó y reformó la Administración, reforzó el absolutismo monárquico y el ceremonial cortesano, sometió a la jerarquía eclesiástica convirtiéndola en instrumento del poder imperial y emprendió grandes construcciones (como la basílica de Santa Sofía de Constantinopla). Tras asegurar la frontera oriental conteniendo a los persas («Paz Perpetua», 532), se propuso la reunificación del Imperio Romano, reconquistando los amplios territorios perdidos en Occidente con ayuda de sus generales Belisario y Narsés. Aunque no lo consiguió del todo, sí recuperó de manos de los bárbaros el norte de África (arrebatado a los vándalos en el 534), Italia (arrebatada a los ostrogodos en el 540) y una franja del sureste de la península Ibérica (arrebatada a los visigodos en el 554); restauró así la unidad imperial de las riberas del Mediterráneo, a falta sólo de las costas de Marruecos, la Tarraconense y la Galia. Una de las obras más importantes del arte paleocristiano de Rávena es la Basílica de San Vital, construida en el 526. La iglesia de San Vital de Rávena (o San Vitale) es uno de los templos más importantes del arte bizantino, y, como otros de la misma ciudad, se reformó por deseo expreso del Emperador Justiniano a partir de construcciones anteriores, con el objeto de acelerar la integración de los territorios conquistados por el Imperio bizantino. En el ábside de esta, no lejos de Cristo y de las grandes figuras de Abraham y de Moisés, dos mosaicos sorprendentes representan a 6 Justiniano entre sus grandes dignatarios, y a Teodora con las princesas de su corte. Gracias a ello conocemos parte de las pinturas de carácter histórico que decoraban las salas del Palacio Sagrado de Constantinopla. Por lo muy acusado de sus rasgos, algunas fisonomías deben de ser retratos; pero todos presentan la solemne inmovilidad que caracteriza al Oriente asiático. Por sus simbolismos y por la técnica de construcción del mosaico utilizado se muestra aparentemente simple, pero reviste gran complejidad: se utilizan unas pequeñas teselas de color que se van colocando con mimo y detalle hasta formar escenas figurativas de gran realismo y belleza. Es un arte inalterable ya que las piezas no pierden potencia cromática ni se degradan de ninguna forma. Sólo en el caso de desprendimiento o acción deliberada pueden sufrir alteraciones. El arte bizantino, como podría creerse no nació en la Bizancio de Constantino, convertida en Constantinopla. Se gestó entre el siglo IV y V en las ciudades griegas de Egipto, de Siria, de Anatolia próxima a Persia y del Asia Menor. Allí se elaboraron una arquitectura y arte decorativas nuevas, bajo la doble influencia de Grecia y del mundo iranio. En aquel lugar del mundo surgió y colaboraron en ello varias regiones de Oriente. Siria y Antioquía se poblaron de monumentos, siendo el más bello santuario sirio San Simeón Estilita, verdadera admiración del Oriente. Las iglesias de estas zonas y de este origen presentan una particularidad: su fachada está encuadrada por dos torres, en las que persiste el recuerdo de los palacios hititas, que ocuparon en tiempo buena parte del Asia Anterior. Las esculturas de las iglesias sirias anuncian un arte nuevo: los dinteles de las puertas se adornan con follajes, cruces y pavos reales simbólicos de aspecto sorprendente. Desapareció el modelado tal como lo concebía la Grecia clásica y la escultura no es más que un encaje con relieve. Así sería la escultura de Oriente que más tarde se convertiría en la del mundo mediterráneo. Asia Menor fue la tierra de las grandes construcciones y creaciones arquitectónicas. En las ciudades griegas de la costa se encontraban basílicas parecidas a las de Roma, cubiertas con madera, con la diferencia de que las naves laterales solían tener tribunas. Durante esta época creadora Asia Menor ofrece todos los tipos de iglesias: basílicas clásicas, basílicas cubiertas con cúpulas, basílicas abovedadas, iglesias cruciformes, iglesias circulares simples, iglesias circulares con nave anular interior que soporta la cúpula y templos octogonales. Pocas regiones fueron más fecundas, de ellas salieron los mejores arquitectos de Constantinopla. Armenia se ha considerado 7 la cuna del bizantino, conserva iglesias en esta época que no han dejado de ejercer influencia y que conjugan con Siria y Anatolia. En el norte de Egipto, en Alejandría en concreto la arquitectura continuó siendo helenística, pero en el Alto Egipto predominaron las influencias anatolias. En el norte de África se mezclan las basílicas helenísticas, con las anatolias, con las iglesias abovedadas. Los tipos de las iglesias de Asia Menor penetraron en los Balcanes y llegaron hasta Italia. Salónica posee aún hoy la iglesia de Santa Sofía, que en estas regiones es el ejemplo más antiguo de basílica anatolia con cúpulas. En Rávena se introdujeron las influencias orientales en el siglo V. La tumba de Gala Placidia es una capilla cruciforme coronada por una cúpula sobre pechinas, copiada del tipo de Asia Menor. El Baptisterio de los Ortodoxos, construido en sus proximidades y sus mosaicos, son obra de la misma época y escuela. Rávena durante la alta Edad Media se convirtió en un poderoso foco cultural paleocristiano primero y bizantino después. En sus numerosas iglesias y baptisterios podemos admirar, todavía hoy inalterados, sus majestuosos mosaicos revistiendo paredes, nichos y ábsides. La temática es fundamentalmente religiosa pero no se descuida el aspecto propagandístico del poder y así aparecen figuras de gran relevancia política como el emperador Justiniano y su esposa Teodora rodeados de sus respectivos séquitos, o su palacio imperial, etc. No obstante son las escenas puramente religiosas las más frecuentes: la Virgen, Jesucristo, santos, apóstoles, mártires. Las teselas son piezas pétreas monócromas cuya combinación ofrece unos juegos muy coloristas e impactantes. La minuciosidad es total, se representan hasta los más ínfimos detalles de los rostros, las vestimentas, las joyas, el paisaje con animales y plantas, etc. El interior sorprende por su desarrollo vertical, enriquecido con decoraciones en mármol y mosaicos, entre los que destacan los espléndidos mosaicos del presbiterio y del ábside, de color verde y oro brillante. Los mosaicos de San Vital forman un gran conjunto musivario centrado en el tema de Dios salvando a los hombres por medio de la eucaristía (predominan las escenas de ofrendas similares a la consagración y los emperadores portan objetos relacionados con este acto litúrgico: un cáliz y una patena), aunque, como ocurre en toda iglesia bizantina, el orden de las figuras, responde a un reflejo de la cosmogonía cristiana oriental, con lugares específicamente reservados a las 8 figuras según su jerarquía. Los lugares centrales y altos de bóvedas y arcos se reservan a las figuras asociadas a Dios o sus personificaciones, alrededor ángeles de alto rango y, más cerca de la Tierra, los santos, como intermediarios ante los hombres. Todo ello ribeteado de una decoración naturalista de tradición helenística, todas las paredes estaban literalmente forradas de teselas de vivos colores, consiguiendo un efecto de gran opulencia y creando una atmósfera desmaterializada, que camufla la estructura, presentando un mundo ideal que eleva al creyente a las alturas. En el primer piso del Palacio Arzobispal, actual sede del homónimo museo, se encuentra el único monumento de naturaleza ortodoxa construido durante el reino de Teodorico: la Capilla Arzobispal. Espléndido es el mosaico del Cristo Guerrero, cargando con la cruz. Nada más salir de Rávena, encontramos San Apolinar in Classe, conocida sobre todo por sus mosaicos del patrón de Rávena en medio de un paisaje campestre. Esta iglesia, situada fuera del casco urbano de la ciudad, está rodeada de un paisaje como el que aparece reproducido en su maravilloso ábside. Las paredes, el intradós de los arcos y la bóveda de la cabecera están recubiertos de mosaicos muy coloristas que recrean escenas evangélicas con una extraordinaria sencillez y cercanía. Vamos por partes: en el centro está San Apolinar, el santo a quien está dedicada la iglesia, rodeado de un frondoso paisaje con árboles, arbustos, flores y rocas. Las ovejas pasean en fila en este escenario. La cruz de Cristo preside centralmente la escena campestre y es señalada por Moisés y Jonás mientras una mano (la de Dios) aparece arriba. Las letras griegas alfa y omega, primera y última del alfabeto griego, flanquean la cruz (Dios es el principio y final de todo) En el arco motivos vegetales, y sobre él 12 ovejas, número equivalente a los doce apóstoles, que ascienden hacia Dios Padre, en un medallón sosteniendo la Biblia. Ambos lados encontramos los cuatro evangelistas: San Marcos (león), San Mateo (toro). San Juan (ángel) y San Lucas (águila), cada uno portando su evangelio correspondiente. 9 En definitiva un conjunto colorido y efectista, a la vez simple en los temas y sofisticado en los detalles. Se trata de monumentos que testimonian la absoluta maestría del arte del mosaico y muestran la densa red de relaciones y contactos artísticos y religiosos en un período de suma importancia para la historia europea. Son los conjuntos más representativos de este arte musivario que tan bien caracteriza la realidad política y religiosa del imperio bizantino en su capital italiana, Rávena, muy destacada durante los siglos VI y VII de nuestra era cristiana. El mosaico consistía en la composición de grandes escenas, generalmente religiosas, pero no pintadas sino hechas con pequeñas piezas de cerámica o de mármol de colores llamadas teselas, estos pequeños pedazos de cerámica se iban pegando a una base preparada para contenerlos y ordenarlos y a la que se había hecho el dibujo previo de las figuras que se querían representar. Se lograban impactantes efectos de luces y sombras así como también penetrantes contrastes entre la figura y el fondo obteniendo un eficaz resultado que apoyaba la intensión propagandística para los que eran creados estos mosaicos al infundir idolatría y profundo fervor religioso en el espectador. El mosaico bizantino se distingue por los materiales ricos, con abundancia en el uso de oro. Son Mosaicos de vidrio pero emiten una sensación brillante y también un lujo y opulencia magnífica en la ornamentación, aunque muestran la pobreza en el movimiento de las figuras y la expresión en los rostros de los personajes. Figuras alargadas y graves refuerzan lo solemne y religioso del tema sobre todo en las decoraciones de épocas tempranas del arte Bizantino. La gran diversidad de colores y matices de estas teselas permitía dar a las figuras todos los efectos de la pintura, en lo que se refiere a tonalidades, sombras y formas. El uso del Mosaico en la cultura bizantina es diferente del uso que se le daba en Roma. En Bizancio se utiliza para la decoración de las paredes de la Iglesia colocándoles preferiblemente en lugares altos donde se consiguiera ese efecto aplastante y avasallador. En Roma se utilizaban como pavimento es decir para transitar sobre lujosos pisos. Durante el periodo de la lucha iconoclasta (se oponen al uso de imágenes); una feroz destrucción acabo con muchas de estas imágenes y la pintura y el mosaico se vieron forzadas a variar las temáticas y eliminar el uso de imágenes so pena de ser destruidas. 10 Incontables hermosas pinturas, mosaicos y esculturas fueron destruidos; como se menciona anteriormente pero ya para el siglo IX, el arte volvía a estar presente como instrumento de catequización y vehículo de devoción. Además Rávena alberga la tumba de Dante Alghieri, que exiliado de Florencia, encontró refugio en la ciudad de Emilia Romaña donde murió en 1321. La Basílica de San Vital. Localizada en la ciudad italiana de Rávena fue comenzada a construir en época ostrogoda, encargada por el obispo Eclesio (522-532) y financiada por un banquero local (argentarius) llamado Juliano, quien gastó en ella una suma importante de dinero de la época, quien se gastó 26.000 solidi en su construcción. La obra se financió con el dinero del acaudalado banquero Juliano Argentario, de origen griego, y fue supervisada por el arzobispo de la ciudad Maximiano quien la consagró en el año 547. Todos estos personajes aparecen en la decoración musivaria que se realizó entre los años 546 y 548, año de la muerte de la emperatriz Teodora. Estos mosaicos son el mejor ejemplo de las artes figurativas bizantinas y nos dan una idea de lo que pudieron ser las obras que fueron destruidas, durante la Querella Iconoclasta de los siglos VII y VIII, y con la caída de Bizancio a manos de los turcos. En San Vital se han preservado, en el primer caso, porque Rávena se posicionó en contra de los iconoclastas y, en segundo lugar, porque ya no era bizantina durante la invasión turca. Por estas razones, las imágenes se salvaron de ambas catástrofes artísticas. Su concepción responde a los prototipos bizantinos: una planta octogonal centrada por una cúpula muy ligera, ábside, nártex y galería; por ello se le ha vinculado a la iglesia de los santos Sergio y Baco. Aquí, sin embargo, se aprecian algunas variantes como el carácter ascendente que se le ha querido dar al espacio, acentuando la altura de los pilares; éstos actúan como soporte de la cúpula, a la vez que interponen un tambor entre el cuerpo de ésta y la línea de pechinas. Se trata de un edificio de gran encanto, consagrado el año 547, al comienzo del episcopado de Maximiano, representado formando parte del séquito de Justiniano en la decoración del interior. El templo había sido comenzado en el año 527 bajo el patrocinio del arzobispo Eclesio, cuando Rávena aún pertenecía a los ostrogodos; más tarde, tras la conquista bizantina, se decidió que 11 sería el templo oficial para el gobernador de la región occidental del imperio, el llamado Exarcado de Rávena. La iglesia consagrada a San Vital es la más rica de todas las que erigieron los bizantinos en Rávena. Se levantó para dotar a esta gran ciudad de un templo digno de la que era segunda capital de su imperio, por lo que tenía un fuerte contenido propagandístico. En el exterior, sumamente sobrio, volumétrico, apreciamos que la iglesia está hecha de materiales ligeros pero resistentes con paramentos de ladrillo macizo reforzados en las esquinas por grandes arbotantes, además de lesenas (pequeños contrafuertes que rematan en el alero del tejado) y arcos de descarga embebidos en el muro. El cimborrio que oculta la cúpula es octogonal y va aligerado por medio de caños concéntricos de terracota. A la muerte de Eclesio la construcción continúa con el obispo Víctor (538-545). Los mosaicos del presbiterio y del ábside se comenzaron en 546 bajo el obispo Maximiano quien consagra la iglesia en 547, ya en el período de dominación bizantina. El arquitecto pudo ser occidental, pero conocedor de la arquitectura que se estaba creando en la corte de Constantinopla.[2] Todo el edificio ha sido diseñado respetando muchos de los elementos de la tradición eclesiástica antigua, en la que se exigía la separación de sexos durante los actos de culto, así como la posibilidad de que asistiesen altas jerarquías, siguiendo un protocolo estricto reflejado simbólicamente en los mosaicos. Al contrario que el exterior, su interior está ricamente decorado con mármoles veteados, antepechos, columnas y capiteles tronco piramidales con cimacio finamente tallados al trépano —probablemente importados de los talleres del Proconeso, una isla de mar de Mármara cercana a Bizancio—, frescos y, sobre todo, mosaicos, que son los de mayor calidad y los más variados del arte bizantino. El efecto del interior es el de un espacio dilatado e inmaterial, lleno de continuos contrastes de color y luz, que penetra generosamente por las grandes ventanas del tambor. Aunque la decoración de la iglesia está parcialmente dañada, la parte del presbiterio se conserva prácticamente en su estado original, y es de un valor inestimable, pues se trataría del único edificio áulico bizantino virtualmente intacto, que nos da una vaga idea de la riqueza del palacio del emperador u otras grandes edificaciones oficiales de Constantinopla, actualmente destruidas. Las ventanas llevaban paneles de cristal, seguramente coloreados: azul oscuro, verdoso, marrón oscuro, rojizo, blanquecino, amarillo, púrpura claro. La luz se intensificaría 12 gradualmente desde las zonas más oscuras de las naves laterales a la zona algo más clara de las tribunas y finalmente el cuerpo de luces de la nave central. Pero al estar siempre tamizada la luz sería de tonalidad oscura. San Vital es el único edificio fuera de Constantinopla que se aproxima a las primeras iglesias cortesanas de Justiniano. Cuando se terminó en 546-48, se consideró acorde al ambiente de la corte imperial: los mosaicos del presbiterio, Justiniano y Teodoro haciendo ofrendas, hablan por sí mismos. Ha sido considerado a menudo como un edificio hermano de SS. Sergio y Baco. Efectivamente su planta es bastante parecida: el núcleo octogonal abovedado y apoyado en ocho pilares con su correspondientes arcos; las zonas envolventes superpuestas del deambulatorio y la tribuna; los siete nichos situados entre pilares del baldaquino central que sobresalen hacia el anillo circundante; y en el octavo lado, el presbiterio cuadrado y el ábside saliente y más abajo, que atraviesa la zona del deambulatorio y la tribuna. Los fustes y los capiteles de las columnas se importaron de los talleres del Proconesia. En toda la tribuna se utilizaron capiteles compuestos, los troncos de cono con palmetas de loto carnosas enmarcadas en motivos de cestería que retrotraen a San Polieucto (52427)2. A primeros del siglo X se instala al lado de la basílica un convento de monjes benedictinos. Debido a las nuevas necesidades, el atrio existente fue transformado en claustro realizándose un nuevo acceso al noreste para los laicos. En el siglo XIII se añade un campanile sobre la base de la torreta meridional de acceso al gineceo; de esa época data la transformación de la cobertura lígnea de las arcadas en bóvedas de crucería. En el XVI se eleva el pavimento en 80 cm. por problemas de infiltraciones acuíferas renovándose el presbiterio eliminando el ciborio tardo antiguo y la decoración en opus sectile e insertando un coro de madera. Por la mismas fechas se reconstruye el claustro bajo el proyecto de Andrea della Valle (1562) y se realiza el acceso por el portal sur. En 1688 un terremoto destruye el campanile y se reemplaza por el actual en 169698. A partir de mediados del siglo XIX y hasta la primera década del XX, se realizan obras para recuperar el edificio en su forma original eliminándose las estructuras internas añadidas y devolviendo el suelo a su nivel, solucionando el problema de las filtraciones mediante un sistema de drenaje.[3] . Un análisis formal de la Basílica señalaría: 2 Krauthimer, R, Arquitectura paleocristiana y bizantina. p. 219. 13 San Vital es una variante de la composición octogonal de doble casco. Construida con materiales locales y trabajadores indígenas. Los ladrillos delgados y largos imitan los de Constantinopla. Las zonas del deambulatorio y la galería no estaban abovedadas, las actuales datan de la Edad Media. El baldaquino central y el presbiterio son las partes del edificio donde se concentran la decoración de mosaico, el revestimiento de los pilares son de suntuoso mármol jaspeado, los capiteles más primorosos y el opus sectile del pavimento. El caudal de luz de las filas de grandes ventanas del deambulatorio, la tribuna y el cuerpo de luces de la zona central que traba todas las partes del edificio queda reforzado por esta simplificación comparada con los edificios hermanos de Constantinopla. En el exterior unas capillas semicirculares de poca altura flanquean el ábside poligonal. Desde el ábside la vista asciende a los tejados de la tribuna del presbiterio y finalmente del cuerpo central: una composición graduada de volúmenes no inferior a Santa Sofía. El revestimiento de mármol, el pavimento de mosaico del octógono interior, el mosaico de las paredes del coro, de su bóveda y la del ábside, todo da cohesión al interior. Al mismo tiempo la imbricación de perspectiva es soberbia. Un cuadripórtico del atrio, un largo y estrecho nártex colocado fuera del eje; comunica con el deambulatorio mediante espacios triangulares auxiliares, así las perspectivas adquieren una enorme complejidad. Se desconoce el nombre del arquitecto o arquitectos que realizaron el diseño, que es muy similar al de la iglesia de los Santos Sergio y Baco en Bizancio. Sin embargo, San Vital está más alejado aún de la tradición paleocristiana, sustituyendo la idea de «espacio-camino» de las primeras basílicas, por el de la contemplación del ámbito celestial, con mayor carácter ascensional, gracias al esbelto tambor que sostiene la cúpula. El arquitecto de San Vital fue un occidental pero conocía íntimamente la nueva arquitectura que se estaba creando por entonces en la corte de Constantinopla. Se esforzó por traducir a su propio lenguaje esta nueva arquitectura de Justiniano. Casi podría decirse que es el único edificio grandioso del siglo VI en Occidente. Se accede al templo por un nártex descentrado que da paso a una sala de oración de planta central, con un doble anillo octogonal formado por el deambulatorio sobre el que se dispone la tribuna, sostenida por pilastras que delimitan un oratorio circular cubierto por la citada cúpula semiesférica; ésta, está rodeada de exedras de dos órdenes superpuestos con miradores de triple arcada hacia el altar mayor. 14 El presbiterio está al fondo, con un tramo cubierto por una bóveda de arista y un cierre en bóveda de horno; a cada lado, las dos estancias Phastophorias, típicas de la arquitectura bizantina: al norte del ábside, la Próthesis (lugar destinado a preparar, consagrar y custodiar el pan y el vino) y al sur, el Diacónicon (recinto donde se guardan los enseres litúrgicos). La planta se inscribe en un octógono, con un espacio central abovedado y delimitado por ocho pilares sobre los que voltean arcos de medio punto, rodeado por un deambulatorio por encima del cual discurre una tribuna. Siete nichos se abren entre los pilares del baldaquino central, que se proyectan en el anillo del deambulatorio, mientras que el octavo lado está ocupado por el presbiterio cuadrado y el ábside saliente y más bajo que atraviesa la zona del deambulatorio y de la tribuna. [4] Flanquean este ábside poligonal dos torrecillas rectangulares seguidas de sendas capillas circulares, provistas cada una de ellas de un absidiolo rectangular. En el lado occidental hay un nártex rectangular, absidiado en ambos extremos, dispuesto en posición oblicua, tangente en uno de los vértices del octógono que permite la colocación, a los lados del espacio interior resultante, de dos torretas, en una de las cuales se encuentra ubicado el campanile y en la otra la escalera que da acceso al gineceo.[5] Así, el nártex tiene dos puertas: una para los hombres y otra para las mujeres. Éstas debían entrar por la nave de la epístola(al sur) y, si estaban casadas, asistir a la eucaristía desde la tribuna o matroneum, situada en el piso superior, sobre el deambulatorio. La tribuna dispone también de palcos que dan directamente al presbiterio, reservados a las altas jerarquías; teóricamente, el emperador y su esposa, pero, dado que nunca llegaron a conocer el templo concluido, sería el exarca ogobernador quien les representase. Asimismo, esta posición del nártex, permite la colocación de un doble acceso al interior tras los dos tramos triangulares que restan entre éste y el polígono, de ellos el de la izquierda da al tramo opuesto al presbiterio, y el otro al tramo contiguo. [6] Antecede al nártex un atrio porticado en tres de sus lados que es uno de los accesos al edificio. Las otras dos entradas con las que cuenta están situadas a los lados de las capillas mencionadas anteriormente. Para los hombres ser reservaba la parte norte o del evangelio, aunque de hecho ocuparían la planta principal. Si bien se ha perdido, es de suponer que la iglesia dispuso de un iconostasio, que separaba y ocultaba el altar durante ciertas fases de la liturgia, y un templete o ciborio sobre el mismo. 15 Fue realizada al parecer por trabajadores de la zona y construida en gran parte con materiales locales, los ladrillos, son distintos de los utilizados anteriormente en Rávena y en todo el norte de Italia. Delgados y largos, separados por juntas de mortero bastante gruesas, imitan los de Constantinopla, y fueron fabricados en la localidad para todas las construcciones financiadas por Juliano en la ciudad. La bóveda, muy ligera, que cubre el tramo central, no está construida de ladrillos en sardinel, sino mediante la técnica occidental de tubos de cerámica insertados unos en otros dispuestos en hileras horizontales, de modo concéntrico.[7] Al exterior está cubierta con tejas. Se conserva la decoración musiva del ábside y del presbiterio, el revestimiento de los pilares, de suntuoso mármol jaspeado, se ha restaurado sobre fragmentos existentes y el pavimento de opus sectile, está reconstruido en dos secciones triangulares del octógono interior. Los fustes de las columnas con basas poligonales y sus capiteles de forma tronco piramidal, esculpidos con trépano, fueron importados de los talleres de Proconesia.[8] En su interior domina la unidad y la diafanidad. El espacio central, octogonal, está delimitado por ocho pilares que sustentan arcadas que forman grandes exedras divididas en dos alturas, ambas provistas de arquerías sobre columnas. [9] La esbeltez de sus arcos, unido a la ausencia de entablamento, confieren al conjunto una gran verticalidad. Alrededor del octógono central corre la galería baja, conservando también planta poligonal que se traduce al exterior, y encima de ella, tribunas para el gineceo. Las zonas del deambulatorio y la galería están cubiertas mediante bóvedas de crucería (en origen eran de madera). La cúpula es alta, está elevada no sólo por piso de galerías, sino también por el tambor que va sobre los arcos. [10] Éste conserva la forma octogonal y tiene una gran ventana en cada lado, enmarcadas cada una de ellas por arcos de medio punto, a partir de cuyas claves comienza la curvatura de la cúpula.[11] Refuerza la sensación de diafanidad, el caudal de luz que atraviesa las filas de grandes ventanales del deambulatorio, de la tribuna y el cuerpo de luces de la zona central, que traba todas las partes del edificio.[12] Esta perfecta articulación del espacio interno se traduce al exterior con una correcta proyección de volúmenes, con el mismo sentido de la verticalidad y ritmo ascendente, desde las capillas hasta la cubierta central. 16 La planta octogonal de San Vital tiene su antecedente en los grandes mausoleos imperiales de la Antigüedad, como el de Diocleciano en Spalato; éste era octogonal al exterior y circular al interior y coronado con una cúpula. Estos mausoleos no eran simplemente tumbas, eran heroa, templos funerarios destinados a conmemorar la muerte del emperador y rendirle honores. Los heroa habían tomado de los edificios religiosos, como el Panteón de Roma la planta circular, los nichos envolventes, la cúpula celestial y el vocabulario arquitectónico. Pero el antecedente directo de San Vital parece ser la iglesia llamada El Octógono Dorado de Antioquía. Se conservan descripciones de su aspecto: de ocho lados, iba precedido por un nártex de dos pisos cubierto por una techumbre dorada, su núcleo central estaba envuelto por naves de dos pisos, deambulatorio y tribuna, de las que se separaba mediante columnas y nichos. Fue construido en época de Constantino, sus contemporáneos debieron de encontrar natural el adaptar la planta de los mausoleos imperiales a la conmemoración de Cristo.[13] En la época de su construcción San Vital fue una excepción en la producción arquitectónica de Rávena, donde la basílica italiana era la norma. Siglos después, en 787, sería visitada por Carlomagno quien la utilizaría como modelo para la construcción de su capilla palatina de Aquisgrán. En cuanto a la decoración, los mosaicos se hallan situados en la bóveda del ábside y, dentro del presbiterio, en sus muros laterales, sus tímpanos superiores con las enjutas, su bóveda y el intradós del arco de acceso. Esta obra de mosaico fue realizada probablemente por artistas de formación oriental y occidental. Es coherente aclarar aquí ciertos aspectos del arte bizantino en referencia a la pintura en este caso de murales o mosaicos. La pintura bizantina presenta dos modalidades muy interesantes: la mural o mosaico destinado a la decoración del interior del templo; y la de caballete, que produce pequeñas piezas sobre tablas de madera, llamadas Iconos, es decir, imágenes. La pintura mural se realizaba al óleo o al temple, y eran grandes composiciones de tema religioso, de carácter simbólico y muy compatible con la mentalidad abstracta de los pueblos orientales. En estas pinturas no se trata de imitar a la naturaleza o la imagen del hombre en detalles sino que se elabora una representación racional del concepto de estos. No importa si tiene sentido la representación de las figuras en el conjunto en cuanto a tamaño de las mismas en relación unas a otras, o si los escenarios son realistas, o si las manos tienen 17 las proporciones adecuadas en relación al resto del cuerpo, para estos pintores mientras el mensaje se entendiera con claridad todos los demás elementos son secundarios y totalmente subordinados a el propósito principal de propaganda. En las bóvedas y cúpulas se decora frecuentemente con las imágenes de: la virgen, el descendimiento de Jesús, el Cristo, la resurrección, el juicio final, la gloria, diferentes repertorios del Antiguo y Nuevo Testamento. Los convencionalismos en la pintura bizantina Se reflejan a través de elementos artísticos que son significativos y característicos del arte bizantino, tales como: la desproporción jerárquica, el hieratismo, la reiteración de los gestos, el no dejar espacios vacíos, horror vacui, la plenitud cromática, la perspectiva ptolemaica, rigidez en la figura, La frontalidad atreves de la cual enfatizan el dramatismo y solemnidad. Hablando en concreto de los de San Vital se ha visto un primer estilo de tendencia impresionista y expresión muy libre en los mosaicos que revisten el presbiterio dentro de la tendencia estilística y técnica romana y otro más abstracto que se plasma en el ábside. Las composiciones aquí están en relación con las concepciones orientales; las figuras muy frontales, no tienen volumen, igual que el espacio está al margen de la tridimensionalidad. Sin embargo, el empleo de materiales preciosos como oro o nácar en la composición nos habla de un nuevo concepto de la obra, considerada como un objeto de valor por sí mismo. En síntesis, en San Vital encontramos una vitalidad y creatividad extraordinarios que hacen revivir temas clásicos a la vez que crean otros nuevos, revitalizando así la época teodoriciana. [14] Estilísticamente, los mosaicos de la bóveda recuerdan mucho a la tradición clásica a causa de la vivacidad de sus colores, a la representación de cierto sentido de la perspectiva y el naturalismo de las formas, incluso de los paisajes. De hecho, esta parte fue terminada antes de la llegada de los bizantinos, cuando Rávena estaba aún bajo el control de los ostrogodos. En el intradós del arco triunfal se desgrana un rosario de medallones, con Cristo en la clave, seguido de los doce apóstoles y los santos Gervasio y Protasio, hijos de San Vital de Milán. En el cascarón de la bóveda hay una teofanía que podría ser un precedente del típico Pantocrátor medieval, se data en el año 525 y también destaca su profusa decoración vegetal en la que se enmarañan numerosas flores, pájaros, y cuernos de la abundancia, todo rodeando a un Cristo de aspecto helenístico (joven, imberbe, rubio…), sentado sobre el globo terráqueo, con la mano derecha ofrece la corona del martirio a San Vital, y, con la izquierda recibe la maqueta del templo del arzobispo 18 Ecclesio. Más abajo, varias escenas del Antiguo Testamento: la visión de Mambré de Abraham con una posible representación de la Trinidad, el sacrificio de Isaac, las ofrendas de Abraham y de Melquisedec. Son muy similares a otros mosaicos que encontramos en la basílica paleocristiana de Santa María la Mayor (Roma). A ambos lados de las paredes aparecen representados los emperadores Justiniano y Teodora con sus respectivos séquitos. Programa iconográfico de los mosaicos: El mosaico bizantino, tal vez una de sus manifestaciones más conocidas, es heredero del paleocristiano, que a su vez lo es del arte romano. El mosaico ya era conocido en Grecia, si bien no alcanzó el éxito que tendría en el Imperio romano, cuando se extendió su uso como elemento de decoración de interiores. Al principio se usó como revestimiento de techos y muros, pero cuando se comprobó que era un material idóneo como pavimento porque resitía las pisadas y creaba un ambiente suntuoso en los espacios interiores, cobró aún mayor popularidad. El arte paleocristiano por su parte heredó la misma técnica musivaria de los romanos, si bien abandonó su utilidad como pavimento y lo utilizó preferentemente como revestimiento mural, mismo uso que se dará en el contexto del arte bizantino. En este caso es además fundamental como elemento de transmisión del simbolismo de la luz como reflejo, como “centella”, de Dios. Pero tampoco es ajeno su simbolismo propagandístico, porque su riqueza es asimismo signo del poder imperial, y resultará por ello un componente más del cesaropapismo bizantino. Es innegable el parentesco de estos mosaicos con los relieves del Ara Pacis Augustæ, sobre todo en su temática, pero en su estilo hay algunas diferencias esenciales: Abundan los convencionalismos como la isocefalia, el hieratismo, la frontalidad, la ausencia de perspectiva, el horror al vacío, los gestos repetitivos de los personajes, ausencia de movimiento —las figuras están petrificadas, pero se sugiere la dirección que siguen con la posición de las manos —, idealización de los rostros... Los personajes están retratados con realismo y tienen mucha fuerza expresiva, pero son hieráticos y distantes. Su mirada es fija y penetrante, refleja el poder espiritual del emperador y sus seguidores. Sus pies, en «V» flotan en un fondo neutro, indefinido, aludiendo a los lazos con lo sobrenatural y el alejamiento de lo terrenal. Todo indica que estas figuras están más allá de la simple humanidad. Numerosos símbolos y atributos 19 sitúan a cada figura en una jerarquía muy rígida. Los monarcas están en el centro y tienen las vestimentas más ricas y las joyas más lujosas, además de ir coronados — poder terrenal— llevan un halo de santidad —poder espiritual—, constituyendo un claro paradigma del cesaro-papismo bizantino: el emperador posee una categoría moral superior, la Iglesia y el estado son uno sólo en él, que es rey/basileus por mandato divino y mayordomo del mismo Dios, archisacerdote, isapóstolos de ahí su rostro juvenil (era sexagenario). El resto de los personajes, cuyos retratos son más fieles y se respeta su edad, se disponen simétricamente en torno a Justiniano y Teodora, tanto más cerca están de ellos, cuanto más importantes son, y, además, llevan uniformes propios de su rango: casullas para los eclesiásticos, togas sujetas con fíbulas para los funcionarios y eunucos de la corte, armas para los soldados. La perspectiva no existe, y ha sido sustituida por un fondo neutro, dorado y verde en el caso del mosaico de Justiniano, y por un esquemático fondo arquitectónico en el caso del de Teodora. Tampoco hay sensación alguna de profundidad. El artista se ha permitido ciertas licencias en el mosaico de Teodora, que no hay en el de Justiniano, quizá porque el protocolo del séquito femenino no era tan rígido o, quizá, porque son obras de distintos artistas: el color es más rico y variado, los brocados, las telas y las joyas tienen más detalles e, incluso, existe un fondo arquitectónico con cortinas, fuentes y una venera situada sobre la emperatriz. Su solución plástica conserva esa tendencia idealizante del arte de la época, muy vinculada a su contenido religioso y por tanto espiritual, que es precisamente lo que se trata de representar, de ahí que las representaciones del mosaico bizantino se alejen de propuestas realistas y desarrollen un arte de la idealización y el hieratismo formal. Se emplean teselas de mármol de diferentes colores o teselas de barro cocido policromadas con pasta vítrea, pero siempre buscando el impacto cromático. Las técnicas más habituales son los denominados opus tesselattum, a base de teselas cúbicas, todas iguales y de distintos tonos y el opus vermiculatum, en que cada tesela adopta el contorno preciso pudiéndose realizar así todo tipo de escenas figuradas. Lo más normal no obstante era que se combinaran ambas técnicas, el vermiculatum para los contornos y el tesselattum para el relleno. 20 Las composiciones suelen ser frontales, con figuras aisladas, aunque se suelen alinear en un plano corrido. En la representación se repiten los esquemas icónicos de rigidez y hieratismo, reiterados monótonamente entre elementos paisajísticos o decorativos intercalados. Una vez más, los mosaicos gozan de celebrada fama y aunque ilustran varios temas entrelazados, el propósito era celebrar el retorno de la ortodoxia a la ciudad. De ahí la presencia de Justiniano y Teodora que participan en la Liturgia Divina. Más arriba, en los muros, figuras del Antiguo y Nuevo Testamentos proclaman la Redención del género humano por Jesucristo como se conmemora en la Eucaristía. En el ábside, a izquierda y derecha de dos grandes ventanas, por encima de dos placas de mármol y pórfido que revisten los muros que servían de apoyo al trono episcopal, la epifanía imperial irrumpe ante los fieles. La pareja imperial, interesada en mostrar su apoyo al virrey Maximiano, trata de poner el acento en las dos esferas de autoridad, el imperium y el sacerdotium. Los mosaicos de San Vital contienen un programa iconográfico muy completo. En la bóveda del ábside se halla representado Cristo imberbe, con el cabello corto y un nimbo en forma de cruz, entronizado sobre la bola del mundo y vestido con la túnica de púrpura. Sujeta en la mano derecha una corona y en la izquierda un pergamino. A su lado derecho, el arcángel Gabriel conduce a San Vital, vestido con traje de corte, con túnica de charreteras y cenefas bordadas y la clámide de sedas tejidas en las fábricas palatinas, con las manos cubiertas por esta última, dispuesto a recibir la corona del martirio que Cristo le ofrece, a la izquierda, se encuentra San Miguel con el obispo Eclesio, quien ofrece a Cristo una maqueta del templo. En lo alto de la escena se ven nubecillas alargadas y debajo del orbe vemos la tierra con flores, sobre la que se apoyan los arcángeles, el santo y el obispo y de la que brotan los cuatro ríos del Paraíso. Arriba, en las enjutas, se hallan las ciudades de Jerusalén y Belén. El tema de las otras escenas del presbiterio es eucarístico en su conjunto. En el tímpano izquierdo del presbiterio, Abraham recibe a los tres ángeles bajo el roble, en Mambré, y se dispone a sacrificar a Isaac. En el sacrificio, el carnero vuelve la cabeza hacia Abraham, y la mano de Dios aparece entre las nubes mientras Isaac espera sobre el altar. En las enjutas hay, en la izquierda una representación de Jeremías y en la derecha se ve a Moisés recibiendo las Tablas de la Ley, mientras al pie del monte Sinaí 21 le esperan las doce tribus de Israel. En la parte superior del tímpano hay dos ángeles que portan un medallón con una cruz adornada con joyas. En el tímpano de la derecha Abel y Melquisedec hacen sacrificios. Abel sale de una choza cubierta de paja y ofrece al cielo un pequeño cordero. El altar de Melquisedec tiene sobre la mesa la copa sacramental y los dos panes-hostias, está delante de una iglesia que tiene forma de basílica. La mano de Dios sale de entre las nubes a recibir las ofrendas. En las enjutas, Moisés se desata la sandalia ante la zarza ardiente y cuida de los rebaños de su suegro Jetró. En el otro lado hay una representación de Isaías. En el centro se repiten los ángeles con la cruz y el medallón. La bóveda del presbiterio está decorada por un mosaico de volutas vegetales con pájaros, dividida en cuatro por nervaduras formadas por hojas de laurel. En el centro, cuatro ángeles con orbes sostienen una guirnalda central que enmarca al Agnus Dei. En el intradós del arco que se abre al presbiterio hay una serie de quince medallones que representan a los bustos de Cristo, en lo alto, con barba y cabello largo, a los doce apóstoles y a los santos Gervasio y Protasio. En las paredes entre las aberturas de la galería y la entrada y en los extremos absidales del presbiterio aparecen los cuatro evangelistas con sus animales simbólicos, sentados en las rocas de un paisaje árido, con pequeñas plantas, junto a una fuentecilla del desierto, que comparten con animales para beber. Su parco mobiliario se reduce a un pupitre con los útiles de escribir y un cubo para los rótulos. Entre estas escenas principales hay gran riqueza de motivos ornamentales secundarios: jarrones llenos de fruta, pavos reales, cornucopias cruzadas, flores y acantos habitados por un auténtico zoológico de aves y animales. Dentro del ábside, en las paredes de ambos lados, se hallan dos paneles en los que se representa al emperador Justiniano y a su esposa Teodora. Se ve a Justiniano y a Teodora, acompañados de su séquito, llevando profesionalmente las ofrendas de plata a un santuario de Cristo, su Señor en el cielo, y lo hacen como los mártires y vírgenes que en San Apolinar llevan sus coronas de oro a Cristo y a la Virgen. Son los nuevos Magos, es decir, los príncipes que, por función, reemplazan el papel que los reyes de Oriente tuvieron que jugar una vez al inicio de la Edad de la Gracia: llevar sus dones a la iglesia 22 y renovar por ello, el acto del reconocimiento supremo de Dios y, simultáneamente, el derivado de su propia investidura. En el lado del Evangelio, se ve a Justiniano, con aureola, coronado y revestido de clámide de púrpura sujetada con una enorme fíbula de oro y joyas. Su mano izquierda, cubierta, sostiene la bandeja. Está acompañado por su corte y por el obispo de Rávena Maximiano y llevan los utensilios necesarios para la celebración de la misa: patena, cruz, Evangelios e incensario. A su derecha, en el extremo, un grupo de la guardia real. Todos están de pie ante un fondo verde y dirigen su mirada hacia el espectador. En el lado de la Epístola, destaca la figura de la emperatriz Teodora, engalanada con joyas, diadema, catatheistae y collar, ataviada con una clámide de púrpura bordada en oro con las figuras de los tres Magos, sostiene un cáliz de oro y es precedida por dos chambelanes. Uno de ellos alarga el brazo hacia una cortina recogida que cuelga de la puerta, pero vuelve la vista hacia la emperatriz. La emperatriz se halla en pie en un nicho coronado por una concha, las damas acompañan a la emperatriz debajo de un dosel recogido; delante de la puerta, a la izquierda, hay una fuentecilla de la que brota agua.[15] Esta ofrenda imperial realizada por Justiniano y Teodora era un gesto frecuente en aquellos tiempos hacia las iglesias más importantes del Imperio. Su representación se basa en la oblatio, tema que responde a una iconografía jurídica con precedentes en Roma, llegado el momento de invocar la acción sagrada del emperador como pontífice máximo. Este cortejo imperial (ficticio, pues parece ser que Justiniano y Teodora nunca visitaron Rávena) perseguiría dos objetivos, por una parte el reconocimiento de la divinidad de Cristo como hijo de Dios; un reconocimiento que negaba la doctrina arriana, y por otra parte trataba de invocar la relación entre Dios y el emperador plasmando así una idea que era casi un principio moral: el carácter divino del soberano que dispensa al mundo la gracia divina. Justiniano tendría como misión hacer triunfar en la tierra el reino de Cristo. [16] En las paredes laterales del ábside de la iglesia de San Vital de Rávena y circundando por tanto el altar se desarrollan dos programas musivarios, uno enfrente de otro: a la derecha (mirando al altar) el retrato de Teodora, mujer de Justiniano I y por tanto emperatriz de Bizancio, y a la izquierda el del Emperador Justiniano. 23 En ambos casos se trata de recalcar el poder civil y religioso de ambos mandatarios, lo que justifica su localización en el ábside, que completa su decoración en la bóveda que lo cubre con una representación de Cristo sobre la bóveda celeste. En el retrato de Teodora se puede apreciar la fuerte personalidad de la emperatriz, que curiosamente era una artista circense y que por lo mismo no tuvo fácil poderse casar con el emperador, lo que consiguió finalmente gracias a la promulgación de una ley que permitía el matrimonio entre clases sociales diferentes. Una vez en el poder, fue ella y no Justiniano, quien asumió las riendas de la autoridad, y de hecho fue ella y no su marido quien aplastó la revuelta Niká. A ella también se le debe un amplio acopio legislativo que protegía ampliamente los derechos de la mujer, y se dice que era la emperatriz la que dirigía en la batalla a Belisario, el gran general, lugarteniente del emperador. Por tanto fue una mujer de gran influencia política y de enorme peso en la corte de Justiniano. En el lado derecho: la emperatriz Teodora lleva un cáliz de oro, va precedida por dos dignatarios de la corte y seguida por Antonia, esposa del general Belisario y su hija Juana. Cierran el cortejo las doncellas de la emperatriz. Mosaico situado enfrente del anterior y parecido en cuanto a concepción espacial, distribución de personajes y potente colorido. En el centro tenemos a la enigmática y poderosa emperatriz Teodora, esposa de Justiniano y personaje de capital importancia en el Bizancio del siglo VI. Ataviada con espectacular manto negro y corona con colgantes de perlas, se encuentra realzada al ocupar el centro de un arco sobre una hornacina. Sostiene un gran cáliz y se rodea de personajes femeninos a su izquierda y dos masculinos a su derecha. Curiosa la fuente con un chorro de agua manando cristalina y la cortina del palacio, anudada y decorada con bellos motivos. En el retrato del mosaico que estamos analizando no es por ello de extrañar que la emperatriz se represente en igualdad de condiciones al emperador: en el mismo lugar, las paredes laterales del ábside de la iglesia, y con la misma idealización, que parece alejarla de la realidad tangible. Contribuyen a ello una serie de convencionalismos característicos del mosaico bizantino: isocefalia; frontalidad; pies en "V"; horror vacuii; movimientos reiterativos en todos los personajes; hieratismo y rostros indefinidos en el séquito; colores planos; perspectiva Ptoloméica, de líneas divergentes; impenetrabilidad de los rostros; mayor canon de Teodora, como símbolo de autoridad y 24 de importancia personal en la corte; y ausencia de movimiento, como se se hubieran petrificado las figuras. En última instancia, el autor pretende desmaterializar las imágenes en un intento de representar lo sagrado. A pesar de ello, no quiere sin embargo olvidar que se trata de figuras humanas y así hay que valorar el esfuerzo realista que se desarrolla en algunos detalles, la exactitud minuciosa del vestuario, y el interés por representar con fidelidad y riqueza plástica el valor del oro, la plata, los cristales vidriados, las joyas, etc. Lo que le da a todo el conjunto una sensación de solemnidad y suntuosidad excepcionales. Se podría decir en el caso del retrato de Teodora que que ésta parece más acusadamente bizantina, con más lujo, más variedad cromática e interés por representar toda la moda orientalizante: Mantos coloristas, collares abundantes; joyas en abundancia y un aire patente de lujo y ostentación. El rostro es plano y muy sumario, aunque expresivo (ojos muy abiertos). Recordaremos que el encargo del edificio data de fechas anteriores a 540, cuando la ciudad es reconquistada por el general Belisario a las tropas ostrogodas. A partir de esa fecha Rávena se convierte en sede de un exarcado en el que el puesto de gobernador lo ocupa el propio obispo; en fechas de la terminación de San Vital lo es Maximiano, quien consagra la iglesia en 547. Por ello, es probable que los paneles en los que se representa al emperador y a su esposa, manifiesten el interés por la reconquista bizantina de Italia, así como el apoyo al virrey Maximiano un candidato imperial, la entrega de regalos a la iglesia de San Vital y la acentuación de las dos esferas de autoridad, el imperium y el sacerdotium.[17] La celebración del Imperio de Justiniano está estrechamente relacionada con el reino y el Imperio de Cristo mostrado en el ábside como el máximo signo del poder. Por trono el globo cósmico y en la mano el rollo de la Ley con la Sabiduría que gobierna el mundo. Los arcángeles representan la eterna corte de Cristo, eterno en su representación juvenil de su rostro imberbe que lo sitúa fuera del tiempo. La figura del soldado mártir Vital y el obispo Eclesio incorporadas a lo intemporal confieren al imperio terreno de Justiniano la idea de un reino sin fin. El arco del ábside con el águila imperial que acompaña el monograma de Cristo y los cuernos de la abundancia que simbolizan la abundancia del Imperio, extraídos de la tradición romana del triunfo imperial que conjuga la dimensión política con la religiosa. [18] 25 Los mosaicos de Justiniano: Mosaico espectacular del más importante emperador bizantino. Justiniano vivió en el siglo VI y aquí le puedes ver con sus caballeros de confianza, asesores, generales y ministros, todos ellos extraordinariamente elegantes. Se trata de un retrato colectivo captado frontalmente y donde existe la isocefalia (cabezas igualadas en altura). El personaje destacado en el centro es Justiniano, que pisa con su pie derecho a su general Belisario en un gesto de superioridad jerárquica. Destacado está también su mano derecha en asuntos religiosos Maximiano, cuyo nombre se encuentra encima de él. Observa la riqueza y minuciosidad de los detalles; todos están individualizados, caras diferentes, peinados diversos, vestimentas variadas... Las pequeñas teselas se disponen en bandas de diferente resalte parar dar sensación de mayor profundidad y credibilidad realista a la escena. La riqueza cromática resulta extraordinaria y subraya objetos como el escudo, los broches, anillos, sandalias, capas, corona, libros y la sobresaliente cenefa que enmarca la escena. Los mosaicos representan la presunta ceremonia de consagración de la iglesia de San Vital (que nunca tuvo lugar tal como está representada, pues los emperadores ya eran ancianos cuando se terminó el templo y no viajaron a la ciudad italiana, de hecho Teodora murió ese año). Todos los personajes importantes están perfectamente individualizados y son reconocibles por sus retratos. En el lado izquierdo: el emperador Justiniano lleva como ofrenda una gran patena de oro; va precedido por dos altos dignatarios eclesiásticos, uno de ellos lleva el incensario y el otro el misal, y por el arzobispo Maximiano, que lleva una cruz, todas estas ofrendas aparecen ricamente decoradas con gemas, cabujones y esmaltes. Tras el arzobispo, en segundo plano, el banquero Juliano, que financió la construcción de la iglesia. Detrás del emperador hay dos altos funcionarios del estado con toga, el primero sería el general Belisario, conquistador de Rávena. Cierra el cortejo la guardia personal del emperador con el crismón en sus escudos. En esta imagen del Emperador observamos una representación que va a ser habitual a partir de entonces. No es una imagen realista, sino una reproducción totalmente idealizada de Justiniano, que ante sus súbditos pasaba por ser una figura 26 semidivina. Por eso todas las figuras están tan rígidas; con la misma postura repetida en todos los personajes como si fueran maniquíes; todos con los pies colocados en una postura muy forzada, en una posición en forma de “V”; todos curiosamente con las cabezas situadas a la misma altura; y todos con los rostros bastante inexpresivos. Tampoco la perspectiva es real, porque si nos fijamos, unas partes las representan vistas de frente y otras desde arriba. Esa misma falta de naturalidad se observa también en la representación de las túnicas de los personajes, todas ellas muy rígidas y con los pliegues igualmente muy poco naturales. Sólo Justiniano destaca un poco por encima de los demás, por su atuendo, de un color diferente, por sus joyas y atributos, como la corona, y porque está en el centro de la representación. Con ello se quiere potenciar la importancia de este emperador, que al estar representado en la parte más importante de una iglesia, quiere dejar claro que a su poder político se añade su mismo poder religioso. Una fórmula que asumieron todos los emperadores de Bizancio, la de combinar el máximo poder político y el máximo poder religioso y que se denomina cesaropapismo. En el presbiterio en estrecha vecindad con los cuadros imperiales están las cuatro escenas de la vida de Moisés, el profeta liberador legislador, prototipo de emperador autor del Código de Derecho Civil. Siempre en el presbiterio la imponente figura de los profetas Isaías y Jeremías del Antiguo Testamento y los cuatro Evangelistas por el Nuevo Testamento, representando el testimonio histórico y de fe de cuanto es ilustrado bajo la unidad de la Iglesia y el Imperio, Imperio y Sacerdocio. En el arco triunfal Cristo con su senado apostólico y por circunstancias devocionales se añaden los santos Gervasio y Protasio considerados los hijos de San Vital. El aspecto religioso retoma la primacía en lo sublime y celeste centralidad del Cordero del Apocalipsis, Cristo en un cielo de veintisiete estrellas, número y símbolo terrario-trinitario que reina para la eternidad. Anunciado en el tiempo de la historia providencial profética del sacrificio bíblico de Abel y Melquisedec en la derecha, y Abraham a la izquierda, quien recibe en las figuras de los tres ángeles a la Trinidad, que le anuncia la futura maternidad de su mujer Sara, de la que descenderá más tarde la figura de Jesús. 27 En el presbiterio central sobre el muro del arco del ábside, las ciudades de Belén y Jerusalén, símbolo la una de los hebreos (l’ecclesia ex circuncisione) y la otra de los gentiles (l’ecclesia ex gentibus) unidas en un solo pueblo por Cristo. Entre ellas, sustentado por dos ángeles, el símbolo solar con el Alfa en el centro como Cristo creador del que emanan rayos del mundo cósmico y del universo histórico. Evidente triunfo contra los ostrogodos y todos los pueblos bárbaros, que abandonan el imperio, arrianos como son, superados por la fe antiarriana de Justiniano.[19] Este mensaje de triunfo terreno-divino se ve apoyado por la tipología de la planta de la iglesia, la forma es la resultante de la combinación del cuadrado, símbolo de lo terrenal con el círculo, símbolo de lo celestial. El octógono es, dentro del valor simbólico de los números, el símbolo que representa la eternidad. [20] En conjunto, el edificio de San Vital es un “envase” cuyo espacio se expresa como presencia divina, en una compleja interacción de efecto mistérico que suscita el espíritu de Oriente, así como también las doctrinas neoplatónicas de Dionisio Areopagita quien, como reacción al dictado de los sentidos, defendía una visión espiritual dirigida a valorar la esencia de las cosas.[21] Sitios web donde puedes observar las imágenes aquí descriptas: - https://www.khanacademy.org/...ravenna/.../justinian. - https://www.youtube.com/watch?v=1EvF2Yhw2Fo - es.slideshare.net/HAV/san-vitale-in-ravenna iescprietohistoriadelarte.blogspot.com/2012/.../san-vital-de-ravena_17.ht [1] YARZA LUACES, C., Arquitectura Bizantina, Madrid, Ed Aguilar Asuri, 1989, p. 76. [2] KRAUTHEIMER R., Arquitectura Paleocristiana y Bizantina, Madrid, Cátedra, 1984, pp. 273 y 277. [3] http://www.ravennafestival.org/svitale.htm/ [4] RICE DAID, C., Arte medieval I, Madrid, Historia 16, 1996, p.32. 28 [5] http://www.ravennafestival.org/svitale.htm/ [6] ANTONIO PAOLUCCI, Ravenna, Una Guida d ¨arte, p. 275. [7] KRAUTHEIMER R., op. cit. p. 273. [8] Ibídem. [9] http://www.ravennafestival.org/svitale.htm/ [10] PIJOAN J. (coord.), Summa Artis, Historia General del Arte (vol VII), Madrid, Espasa Calpe, 1974, p. 355. [11] BANGO C. , op. cit., p.79. [12] KRAUTHEIMER R., op. cit., p. 275. [13] KRAUTHEIMER R., op. cit., pp. 73 y 89. [14] SAS ZALOXIECHY, C., Bizantine art, pp. 34 y 35. [15] BECKWITH J., Arte Paleocristiano y Bizantino, Madrid, Cátedra, 1997, pp.124 a 127. [16] NÚÑEZ RODRIGUEZ M., Historia del Arte, (vol. 2 La Edad Media), Madrid, Alianza Editorial 1996, pp 30 y 31. [17] BECKWITH J., op. cit., p 128. [18] http/www.mosaicoravenna.it/mosaici.ravenna/vitale3.html [19] http/www.mosaicoravenna.it/mosaici.ravenna/vitale4.html [20] KAISER W., El Románico,(La arquitectura románica en Alemania),. Colonia, Könemann, 1996, p.32. [21] NÚÑEZ RODRIGUEZ M. op. cit., p 29. 29