Lisa Antillón K. / Comida que no se come COLABORADOR INVITADO Lisa Antillón K. (31 mayo 2008).- La crisis alimentaria actual nos obliga a replantear las políticas agrícolas y energéticas en todo el mundo. Cien millones de personas que hasta hace unos meses comían un plato de arroz ahora no tienen acceso ni a eso, sumándose a los 850 millones de personas que ya padecían hambre y a los 2 mil millones que padecen desnutrición crónica 1. Lo novedoso de esta hambruna es que no hay escasez de alimentos. Al contrario. La producción mundial de granos alcanzó cifras récord el año pasado. ¿Qué está pasando? Gracias a los subsidios a los precios de insumos y alimentos, a la ayuda internacional, a los avances tecnológicos, al aumento en el ingreso de millones de personas y a tres décadas de disminución constante de los precios de los alimentos2, más gente que nunca tuvo acceso a un poco de comida. Sin embargo, esta tendencia a la baja se revirtió y en tan sólo un año los precios de los alimentos en general aumentaron 33 por ciento, el trigo 130 por ciento, el maíz 50 por ciento y el arroz 141 por ciento desde enero de este año3. Además de mayor pobreza ha habido disturbios en Marruecos, Senegal, India, Malawi, Indonesia, Rusia y Filipinas. Más los que se acumulen. Sin mencionar lo que puede ocurrir en países de hambre crónica como Haití, Corea del Norte y casi toda África subsahariana, y en países en guerra como Afganistán, Iraq y Liberia. El alza de los precios de los alimentos tiene varias causas, siendo la menos importante la escasez. Si bien en algunos países exportadores como Australia y Ucrania disminuyeron las cosechas debido a los efectos del calentamiento global, la producción mundial de alimentos aumentó en términos absolutos. Según la FAO, la producción mundial de cereales aumentó en 4.3 por ciento en 2007 respecto al año anterior, estableciéndose una cifra récord en la historia por segundo año consecutivo. México, importador neto de alimentos, se excluye de esta tendencia. Que la cosecha más grande de cereales de la historia no sea suficiente para contrarrestar los precios de escasez actuales indica un cambio fundamental en la demanda. Se trata de nuevos compradores dispuestos a pagar más por los granos: los productores de carne y biocombustibles. Una buena noticia para los grandes productores de granos, así como para uno que otro pequeño productor que pudo resistir décadas de políticas agropecuarias desfavorables. Una pésima noticia para quienes dependen de la tortilla, el pan y el chapati para no morir de inanición, ya que su alimento ahora es utilizado para engordar vacas, cerdos y tanques de gasolina. ¿Qué tienen que ver las vacas en todo esto? La demanda de carne está ligada al crecimiento económico y el PIB mundial está en su quinto año consecutivo de expansión a una tasa de 4 por ciento anual4. Gracias a este crecimiento, aunado a una expansión del crédito y al control de la inflación, millones de personas han podido incorporar proteína animal a sus dietas. Es el caso de México, Brasil y China, país (este último) en el que el consumo de carne pasó de 20 a 50 kilos per cápita al año en las últimas dos décadas. Se necesitan ocho kilos de granos para producir un kilo de carne, así es que haga sus cálculos. Pero nuestros tacos de bistec son sólo parte del problema, ya que el incremento de la demanda de carne ha sido gradual. El problema principal es que una creciente proporción de granos de Estados Unidos, Europa, Argentina y Brasil es utilizada para la producción de biocombustibles y no de alimentos. Veamos el caso de Estados Unidos, que es el mayor productor y exportador de maíz del mundo. En un intento por revertir los efectos del alza de los precios del petróleo, que se han quintuplicado desde el inicio de su administración, el presidente Bush gasta 7 mil millones de dólares al año en más de 200 tipos de subsidios para comprar la tercera parte de la producción de maíz de su país y transformarla en etanol5. Así es que ahora tiene menos maíz para exportar a los países pobres que pudo convencer de que estaba en sus intereses comprar su maíz barato y dedicarse a cultivos más redituables (¿le suena?) y es cada vez más costoso para las organizaciones de asistencia internacional llevar alimentos a los más necesitados. ¿Sabe lo que cuesta producir un tanque de gasolina de etanol? Lo mismo que alimentar a una persona con maíz durante un año. Pero la estupidez y la miopía no terminan ahí. El efecto neto de los biocombustibles sobre el medio ambiente es peor que el del petróleo si tomamos en cuenta que emiten una cantidad similar de gases de invernadero y que para producirlos se destruyen los bosques y selvas del mundo. Lo sensato es invertir en fuentes de energía limpias como la eólica y la solar. Ante la crisis, gobiernos y organismos internacionales empiezan a debatir acerca de cómo hacer frente a los nuevos retos en materia alimentaria. Las soluciones deben ser pragmáticas, sin mitos neoliberales ni proteccionistas. Los ejes fundamentales de las discusiones deben ser el derecho de todos los seres humanos a la alimentación y la protección del medio ambiente. 1. Organización Mundial de la Salud. 2. Fondo Monetario Internacional. 3. Banxico, The Economist. 4. The Economist, Cheap no More (6 de diciembre de 2007). 5. Ibid.