El budismo reconoce diez estados o reinos de la vida en donde puede existir el yo individual, que se manifiestan en los aspectos físico y espiritual de todas las actividades humanas. En el sentido universal, son diez categorías de existencia en las cuales caen todos los seres vivos en cualquier momento. El número no es casual ni fue elegido porque diez sea la base del sistema métrico decimal, ni cosa alguna por el estilo. Fue elegido de modo tal que lo incluyera todo, por una parte, y por otra para buscar el número de categorías más reducido posible. Enumerar ocho hubiera requerido combinar dos estados esencialmente distintos; doce, dividir lo que son dos estados esenciales para formar cuatro. Los Diez Estados se basan en el sentido subjetivo del ser que caracteriza la vida humana; en este sentido, son categorías subjetivas. Al mismo tiempo, las normas para describir estas categorías son obviamente objetivas; por eso el concepto se desarrolla en ambos niveles: objetivo y subjetivo. En su Escrito de Año Nuevo (Mushimochi Gosho), Nichiren Daishonin dice: "Ante todo, en cuanto al interrogante de dónde están, verdaderamente, el infierno y el Buda, un sutra dice que el infierno existe bajo tierra y otro sutra dice que el Buda está en el oeste. Sin embargo, una investigación más ajustada revela que ambos existen en nuestro metro y medio de estatura". Los denominados diez mundos o estados de vida (Jikkai) son: 1. INFIERNO: Condición de la vida signada por el sufrimiento y la desesperación. 2. HAMBRE: Condición de vida dominada por deseos egoístas insaciables. 3. ANIMALIDAD: Uno sigue el impulso de los deseos e instintos, y se vuelca totalmente hacia la propia preservación. 4. IRA: Uno es consciente del yo, y su vida es impulsada por el espíritu competitivo de dominar, pero no puede comprender las cosas como son y, por lo tanto, no respeta la dignidad de los demás. 5. TRANQUILIDAD o HUMANIDAD: Condición de vida en que uno controla sus deseos e impulsos mediante la razón, ejercita el buen juicio y vive en armonía con su entorno. 6. EXTASIS o CIELO: Condición de alegría o satisfacción que uno siente al liberarse del sufrimiento, satisfacer un deseo o alcanzar una meta. 7. APRENDIZAJE: Uno se esfuerza por lograr un estado de estabilidad y tranquilidad duraderos, mediante el propio cambio y el desarrollo. 8. COMPRENSION INTUITIVA: Estado en el cual uno intenta conscientemente comprender la verdad última de la vida y aprender el camino hacia la propia transformación, mediante la observación directa de los fenómenos de la naturaleza. 9. BODHISATTVA: Condición de la vida que se caracteriza por la misericordia; en ella, uno se dedica a la felicidad de los demás. 10. BUDEIDAD: Se manifiesta cuando uno desarrolla, a través de la invocación del dáimoku, la sabiduría para comprender la esencia de su propia vida, que palpita en perfecta armonía con el ritmo del universo y continúa existiendo desde el infinito pasado hasta el eterno futuro. "El Buda revela que los tres vehículos de Aprendizaje, Comprensión Intuitiva y Bodhisattva no son más que medios conducentes, mientras que el sólo vehículo supremo de la Budeidad ofrece el único camino verdadero hacia la iluminación. El término 'vehículo' se refiere a la enseñanza del Buda, que aleja a las personas de la ignorancia y la confusión para conducirlas a la iluminación. Los tres vehículos sirven para llevar a las personas a los objetivos propios de dichos estados, es decir, del Aprendizaje, de la Comprensión Intuitiva y del Bodhisattva. Sin embargo, Shakyamuni declara que no hay tres enseñanzas separadas, sino una sola, uno solo vehículo único. Porque es la enseñanza para lograr la Budeidad, también se la conoce como el vehículo único del estado de Buda". Takanori Endo en La sabiduría del Sutra del Loto: Diálogo sobre la religión en el siglo XXI, Sección 6, fascículo 3, p. 29 Existe un punto importante que distingue los seis estados inferiores de los cuatro estados nobles: los seres humanos, en las sendas inferiores, tienen como objetivo la satisfacción de sus deseos e impulsos. Su felicidad depende totalmente de la condición ambiental. Es sólo cuando una persona puede alcanzar uno de los estados nobles, que le es posible manifestar el poder necesario para dominar su fuerza vital de un modo positivo. En el Gohonzon, el objeto de respeto fundamental del Budismo de Nichiren Daishonin, hacia el extremo inferior, están los representantes de las condiciones más bajas: el Rey que Gira la Rueda representa el estado de Tranquilidad; el ashura, demonio contencioso de la mitología india, implica la Ira; el Rey Dragón simboliza la Animalidad; el demonio hembra Kishimojin y sus diez hijas representan el Hambre; y Devadatta y Ajatashatru, indican la condición de Infierno. Los Diez Estados son todos eternamente inherentes a la vida y se manifiestan en función de nuestra interacción con el medio. Todos los seres vivos, incluido el hombre, poseen la fuerza vital que crea el ambiente y, por supuesto, los refleja. Por eso Nichiren Daishonin dijo: "Si no hay cuerpo no hay sombra. Si no hay existencia subjetiva, no hay ambiente objetivo". Si la fuerza vital de un ser viviente abandona su cuerpo, su reflejo también se disipa. Los animales tienen sombras animales; los hombres, sombras humanas. El ambiente de cada ser vivo difiere según el estado de existencia en el cual vive. Cada uno de los Diez Estados tiene el potencial de cambiar en cualquiera de los otros, de manera que, estemos en el estado en que estemos, podemos dejar aparecer otro en cualquier momento. Aún si un estado domina en un momento, los otros están también presentes. Cualquiera de ellos puede ser el dominante un instante después. Los seres humanos que no se encuentran en el estado de Buda, sino en cualquiera de los otros nueve, sólo son aptos para ver los fenómenos momentáneos de la vida humana. De ese modo no logran captar su esencia y acaban tomando la evanescencia del momento vital por su verdadera naturaleza. El momento vital está directamente unido a la fuerza vital cósmica; es ilimitado, en términos de tiempo y espacio. La idea de que los Estados se suceden uno al otro, horizontal o verticalmente, es errónea. Los Diez Estados no son lineales, ni circulares, ni cuadrados o esféricos. La vida y la muerte son cosas que experimentamos a cada momento. Si nuestra vida, en este momento, está en estado de Infierno, el estado de Infierno está "vivo" y los otros nueve estados están "muertos". Si saltamos a estado de Extasis, el Infierno y los demás estados pasan a existir en forma latente, reemplazados por la energía exuberante del Extasis. A cada momento, uno de los Diez Estados cobra vida y los demás mueren. Y al instante siguiente, ese estado es reemplazado por otro. Nuestra vida es una acumulación de vidas y muertes momentáneas. Como en el caso de ku (latencia) es imposible dar una descripción completa; caemos en la limitación de decir cómo no son. Puesto que los Diez Estados se hallan en el reino de ku, están libres de toda limitación. Se los puede ampliar hasta la infinitud o reducirlos al tamaño de un punto geométrico. Por otro lado, dos o más cosas pueden estar en el mismo sitio al mismo tiempo, como ocurre con los Diez Estados en la condición de ku, aunque es necesario recordar siempre que ni los Diez Estados ni el ku son conceptos espaciales. El tormento del Infierno tiene que ver, profundamente, con la cuestión de la vida y la muerte. El intenso deseo de aferrarse a la vida y el desesperado intento de eludir la muerte dan lugar a las angustias y las agonías del Infierno. A su vez, el estado de Hambre gira alrededor de la codicia, y esta pulsión también se relaciona con la vida y la muerte. La vida cotidiana, en su aspecto más profundo, siempre remite a esta cuestión esencial. Mientras tomemos superficialmente los sucesos cotidianos, nunca comprenderemos el verdadero sentido de la vida; las reacciones más triviales son, en última instancia, respuestas a la cuestión de la vida y la muerte. Sólo es posible elevar el estado de vida cuando confrontamos este asunto, cuando lo reconocemos y reflejamos esta conciencia en nuestra manera de vivir. La revolución humana es el proceso mediante el cual vamos desplazando nuestro estado básico de los seis estados más bajos a los cuatro más elevados, y del estados séptimo y octavo (aprendizaje y comprensión intuitiva) al noveno y al décimo (bodhisattva y budeidad). Esta revolución sólo puede producirse cuando buscamos la Ley suprema y arraigamos firmemente en ella nuestra actitud hacia la vida y la muerte. La muerte es un fenómeno místico. La vida está sujeta a leyes apreciables que la hacen manifestarse a través de alguno de los Diez Estados. Es fácil ver que ho, la Ley, se relaciona con la vida. Pero el Budismo no se limita a observar los fenómenos, pues en ese caso no sería diferente de la observación científica. Si vemos a alguien ofuscado, en su rostro y actitud está ho, pero su condición psicológica, las causas y circunstancias que lo han llevado a ese estado son imposibles de captar o de ver, allí está myo, la muerte. El movimiento del universo es ho y, por lo tanto, la vida entendida como manifestación; pero la fuerza fundamental de ese movimiento es myo, la muerte, entendida como fuerza latente. "El buda Shakyamuni pudo iluminarse con respecto al hecho de que este plano de la vida era la verdadera realidad (la verdadera entidad) presente en la vida de todos los seres vivientes de los Diez Estados (todos los fenómenos), con lo cual desentrañó la verdadera entidad de todos los fenómenos (es decir, los Diez Estados). Por ello, el Daishonin escribe: ‘[Este pasaje del sutra] significa que todos los seres y su ambiente en cualquiera de los Diez Estados, desde el inferior –que es el de Infierno- hasta el superior –que es el de Budeidad- son manifestaciones de Myoho-rengue-kyo, sin excepción’. Aunque ‘todos los fenómenos’ son infinitos numéricamente, también son pare de ‘todos los seres y su ambiente, en cualquiera de los diez Estados’. Verlos a todos ellos, sin excepción, como iguales manifestaciones de Myoho-rengue-kyo (coherencia del principio al fin) es percibir su ‘verdadera entidad’". Daisaku Ikeda en La sabiduría del Sutra del Loto: Diálogo sobre la religión en el siglo XXI, Sección 8, fascículo 4, pp. 34-35 Las entidades de los diez estados, que pasan por las fases de vida y muerte, pueden denominarse "rengue", porque corporifican la Ley Mística de causa y efecto. Myoho es la Ley, rengue las entidades que la manifiestan. Todas las formas de vida son, en sí mismas, Myoho-rengue. La manifestación y extinción de todos los fenómenos del universo es la manifestación y extinción de Myoho-rengue-kyo. La filosofía de los Diez Estados es una filosofía pragmática; posibilita al yo elevarse por sobre el tormento y la desesperación, para llevar una vida digna de ser vivida. Desde el punto de vista superficial, la felicidad se alcanza en los estados de Humanidad y Exaltación; los cuatro inferiores sólo aportan sufrimientos y angustias. Pero desde un punto de vista más amplio, en tanto el Buda esté manifiesto en nosotros, podemos hallar felicidad, independencia y satisfacción en cualquiera de los Diez Estados, incluidos los Tres Senderos del Mal. El sufrimiento que se padece para alcanzar el estado de Buda es un sufrimiento deseable; la pena soportada para llegar a ese ideal es una pena deseable. El camino hacia el estado de Buda se abre entre el sufrimiento y el dolor. Debemos tratar de desarrollar el concepto de los Diez Estados en sus formas más universales y cósmicas, que son la filosofía de la Mutua Posesión de los Diez Mundos y la Teoría de los Tres Mil Mundos Posibles en cada Momento Vital. La personalidad, que se puede definir como la totalidad de las tendencias emocionales y de conducta en un individuo, se relaciona estrechamente con los Diez Estados del ser, al igual que los hábitos. Casi todas las personalidades tienden a manifestarse con más frecuencia en uno de los Estados que en los demás. Cuando alguien ha tomado el ideal de Buda como base de su vida y reconoce que los otros nueve estados están contenidos en él, cada uno de esos estados, desde el más bajo hasta el más elevado, puede convertirse en impulso para la propia revolución humana. A la inversa, es imposible hacer del estado de Buda la base de la vida sin aceptar la enfurecida turbulencia de los otros nueve estados, pues son coexistentes. Uno acepta todas las influencias del mundo exterior y las transforma en estímulos para desarrollarse. Al ayudar a otros a vivir, uno alcanza la propia transformación. Tal es el principio de la revolución humana basada en la teoría de la Posesión Mutua de los Diez Mundos. Todo el mundo se encuentra en uno de los Diez Estados; todo el mundo puede pasar instantáneamente a cualquiera de los otros nueve. En todos nosotros, los Diez Factores permanecen en operación constante. El hecho de que, aun así, cada uno de nosotros sea distinto de todos los demás se debe a las actividades de los Cinco Agregados, cuya fusión es el ser viviente individual. Sólo necesitamos un elemento más para completar la visión budista de la entidad humana, y ése es el Mundo del Ambiente. Las Triples Enseñanzas Secretas dicen: "El Mundo del Ambiente es el lugar donde vive la gente en los Diez Mundos". El principio de inseparabilidad de la vida y su ambiente (esho funi) nos señala que cada vida es individual y, como se manifiesta en este mundo, la existencia única que forma simultáneamente moldea un ambiente que pueda resultarle compatible. Un ambiente, reflejo de la vida interior de sus habitantes, siempre toma las características de quienes viven en él. Más aún, puesto que la tierra es una forma de vida, los Diez Factores y la teoría de la posesión mutua de los Diez Mundos es aplicable a todos y cada uno de los ambientes