La expresión "consultar con la almohada" significa, como es sabido, aprovechar el tiempo de descanso nocturno para que las alternativas se despojen de su carga emocional y poder adoptar la decisión más adecuada. El mundo de la política no parece guiarse por este consejo de la sabiduría popular. La semana pasada hemos asistido a la enésima repetición de una película que ya aburre de tan vista: el debate del estado de la nación fue tan parecido al anterior y -me temo- al siguiente, que resultaba monótonamente previsible. Pero ya que nuestros señores diputados no aprovechan la almohada para reflexionar sobre el asunto, por lo menos podrían hacerlo en las próximas vacaciones parlamentarias. Es evidente que la Constitución de 1978 ya no da más de sí. Desde la derecha y desde la izquierda, desde el centro y desde la periferia, cada vez son más las voces que reclaman su modificación. Esto es importante advertirlo. No es cierto que la derecha se plantee la Constitución como un tótem sagrado e intocable: han dicho por activa y por pasiva que habría que cambiar el régimen autonómico. Igual que la izquierda, sólo/solo que en sentido contrario. Pasa lo mismo con la cuestión lingüística: desde la periferia se exige una mayor presencia de todas las lenguas españolas en la vida del país, desde el centro se clama por la suerte de la única que hablan. Pero esto es lo lógico. Si no, no habría debate. Fragmento del texto “Consultar con la almohada” ÁNGEL LÓPEZ GARCÍA-MOLINS 24/07/2010 EL PAÍS