TEMA 12 (III) Depredación – Depredadores parásitos 1. Un tipo especial de depredadores 2. Tipos de parásitos 3. Distribución de los parásitos 4. Reflexión final 1. Un tipo especial de depredadores En este tema vamos a examinar (de forma muy breve) algunos de aspectos básicos del estudio de los sistemas parásito-huésped como sistemas ecológicos. Desde esta perspectiva, los parásitos pueden ser considerados un tipo de depredadores que presentan tres peculiaridades fundamentales: (1) sus ataques son nocivos aunque rara vez letales a corto plazo y (2) están concentrados en uno o pocos individuos a lo largo de su vida, por lo que, a diferencia de otros depredadores, (3) los parásitos suelen mostrar una íntima asociación con sus huéspedes. El ecólogo no considerará como parásitos a los organismos comensales; es decir, a los organismos que se benefician de su huésped sin causarle daño, a menos que este daño pueda producirse en algunas circunstancias. Por ejemplo cuando el número de estos organismos se multiplica por encima de un determinado umbral, o cuando el huésped está debilitado por algún motivo. En general, el parasitismo es más difícil de modelizar que otras interacciones depredador-presa debido a que los efectos sobre los recursos que consumen (sus huéspedes) son más sutiles y complicados. Los ciclos vitales de los parásitos y sus interacciones con sus huéspedes también pueden ser complejos. Además, al contrario que las presas de los depredadores verdaderos, los huéspedes pueden responder a los parásitos durante su ciclo de vida a través de mecanismos de inmunidad. En el nivel de población, un brote serio de una enfermedad bacteriana o vírica es seguido frecuentemente por un periodo durante el cual muchos de los individuos de la población afectada han conseguido algún grado de inmunización a la reinfección. Hasta que se pierde esta inmunidad, o hasta que nuevos individuos susceptibles a la enfermedad son incorporados a la población, los organismos causantes de la enfermedad pueden no ser capaces de expandirse. Los parásitos (y patógenos: los causantes de enfermedades) pueden tener profundas consecuencias sobre la fisiología y el comportamiento de sus huéspedes, en muchos casos afectando adversamente a su reproducción, e incluso limitando su distribución geográfica. Es razonable asumir por tanto que el parasitismo juega un papel muy importante en el control de muchas poblaciones de animales y plantas y, en consecuencia, en el control de la biodiversidad. Más aún, teniendo en cuenta que la mayoría de las especies sufren los ataques de, al menos, algún parásito, es posible que una alta proporción de la biodiversidad global (algunos estiman que más de la mitad) esté constituida por parásitos, muchos de ellos (principalmente especies de bacterias y hongos) aún por identificar. En este apartado solo vamos a enfatizar que, a diferencia de los organismos de vida libre, los parásitos viven en un hábitat que está vivo (su huésped); es decir, que puede crecer en número y tamaño, que puede responder activamente a la presencia del parásito modificando su naturaleza (p .e. desarrollando reacciones inmunitarias), que puede evolucionar, y en el caso de mucho animales, que puede moverse1. Además, hay importantes diferencias en el modo en que animales y plantas sirven de hábitat para los parásitos, y también en cuanto a sus respuestas frente al ataque de los parásitos. A pesar de ello, en líneas generales, el parasitismo se comporta de forma similar en ambos casos. 2. Tipos de parásitos Desde un punto de vista operativo, los ecólogos suelen hacer una primera diferenciación de los parásitos en dos grupos: (1) microparásitos, que se multiplican directamente dentro de sus huéspedes, habitualmente dentro de sus células, y (2) macroparásitos, que también se multiplican dentro de sus huéspedes, pero son a menudo intercelulares (en las plantas) o viven en cavidades corporales (p. e. en el intestino de los animales), y tienen, además, fases infectivas que salen del huésped para infectar a otros huéspedes. Esta división se debe a May y Anderson (1979, citado en Begon et al. 1995), y es más operativa que fundamental: tiene su origen en cómo se estudian los parásitos. Así, por lo general es posible hacer una estimación del número de macroparásitos que presenta un huésped, de modo que el propio macroparásito puede ser la unidad de estudio. En el caso de los microparásitos frecuentemente esto no es posible (son pequeños y demasiado numerosos, y poseen la capacidad de multiplicarse de forma rápida y directa dentro de un huésped), de modo que la unidad de estudio suele ser el huésped. 2.1. Microparásitos Los microparásitos pueden ser agrupados en dos categorías: (1) los que se transmiten directamente de huésped a huésped 1 LECTURA RECOMENDADA: Para saber más sobre esta cuestión leer los apartados 12.4 (“Los huéspedes como hábitat”) y 12.5 (“Las respuestas de los huéspedes”) del libro de ecología de Begon et al. (1995). 1 Figura 1. Relación entre la prevalencia y la intensidad media de la infección en distribuciones agregadas, al azar, y regulares de parásitos (Anderson 19 82, citado en Begon et al. 1995). (p. e. los que producen enfermedades venéreas), y (2) los que son transmitidos indirectamente por alguna otra especie, la denominada especie vector. Los microparásitos más típicos son las bacterias (afectan principalmente a animales, y menos a plantas) y virus (que afectan a ambos). Los protozoos son también un grupo importante de parásitos para los animales (p. e. los tripanosomas que producen la enfermedad del sueño, o las especies del género Plasmodium que producen la malaria), mientras que los hongos simples lo son para las plantas. 2.2. Macroparásitos2 Los macroparásitos pueden ser clasificados también en dos categorías similares a las anteriores; es decir, en (1) los que se transmiten de huésped a huésped y (2) los que son transmitidos por algún vector. Entre los macroparásitos más importantes de los animales están los gusanos helmínticos parásitos (tenias, duelas, esquistosomas), los piojos, las pulgas, las garrapatas, los ácaros y los hongos que atacan a los animales. Entre los macroparásitos que atacan a las plantas encontramos hongos superiores (p. e. los que dan lugar al mildiu de la vid), insectos minadores e insectos formadores de agallas, y las plantas superiores que parasitan a otras plantas como la cuscuta o el muérdago. 3. Distribución de los parásitos La distribución de los parásitos rara vez es aleatoria, suelen estar agrupados, de modo que muchos huéspedes albergan pocos o ningún parásito, y pocos huéspedes albergan muchos 2 LECTURA RECOMENDADA: Para saber más sobre esta cuestión leer los apartados 12.2.1 y 12.2.2. del libro de ecología de Begon et al. (1995). parásitos. Ello suele ocurrir, por ejemplo, cuando la dispersión de los parásitos es débil o lenta, y muy densa, y también cuando los huéspedes presentan una susceptibilidad variable frente a la infección (debido a factores genéticos, ambientales, o de comportamiento). Debido a la agregación del parasitismo en unos pocos huéspedes, la densidad media de los parásitos por unidad de espacio ofrece poca información (la varianza es muy grande). Por ello, la unidad epidemiológica más empleada es la prevalencia de la infección; es decir, la proporción de una población huésped que se haya infectada por el parásito (por razones comentadas en el apartado 3, ésta es una medida particularmente conveniente para estudiar microparásitos). Por otro lado, la gravedad de la infección suele variar entre individuos huésped, y está frecuentemente relacionada con el número de parásitos que porta cada uno. El número de parásitos que porta un huésped particular se denomina intensidad de la infección. La intensidad media de la infección en la población de huéspedes se calcula como el número medio de parásitos por huésped (incluyendo aquellos huéspedes que no están infectados). La Figura 1 muestra la relación entre prevalencia e intensidad media para distintos tipos de distribuciones de frecuencias (ver el apartado 2.2 del Tema 3 titulado: “Patrones de distribución espacial"). Si la distribución de los parásitos es regular, la prevalencia tiende a ser relativamente alta y la intensidad relativamente baja. Esto puede ocurrir como consecuencia de que (1) haya mortalidad dentro de las poblaciones de parásitos debida a efectos dependientes de la densidad (competencia intraespecífica), (2) porque los huéspedes han adquirido resistencia frente a la reinfección, o (3) porque los huéspedes con mayores densidades de parásitos ya han muerto. En el caso más habitual de distribución de los parásitos, que como hemos visto, es la agregación, la intensidad media es relativamente alta, pero la prevalencia es baja (pocos individuos están infectados, pero 2 de una forma muy intensa, contribuyendo con ello a que la intensidad media sea relativamente alta). El análisis de las implicaciones epidemiológicas de las diferentes formas de distribución espacial de los parásitos excede los objetivos de este curso, por lo que no lo realizaremos aquí. No obstante, se recomienda a los alumnos interesados que lean el apartado titulado “La dinámica de poblaciones del parasitismo” del libro de ecología de Begon et al. (1999). 3.1. Los huéspedes como islas La teoría biogeográfica de islas (también conocida como teoría del equilibrio dinámico, y que estudiaremos en detalle en un tema posterior) de MacArthur y Wilson (1967, citado en Begon et al. 1995: 752) ha servido de inspiración para el estudio del parasitismo desde un punto de vista ecológico. La hipótesis básica de esta teoría (que se estudia en detalle en el Tema 13) es que la riqueza específica de una de isla en un momento dado es la resultante de un equilibrio dinámico entre dos procesos: (1) un proceso de inmigración de propágulos, que depende del potencial de la fuente continental vecina (distancia, riqueza y abundancia de especies) y de los medios de dispersión de las especies. Y (2) un proceso de extinción de las poblaciones que depende de la superficie de la isla (en islas muy pequeñas, la vulnerabilidad a la extinción aumenta porque las especies no pueden formar grandes poblaciones), y de otros factores como el potencial demográfico de las especies, la estocasticidad ambiental, la competencia, la modificación de los biotopos … Algunos autores han utilizado esta teoría para reflexionar sobre la dinámica de sistemas parásito-planta. Desde esta perspectiva puede entenderse el que, de una forma general, cuanto más alejada está una planta individual de sus congéneres, tanto menor es la probabilidad de que sea colonizada, y que cuanto menor es la población de plantas huéspedes, mayor es la posibilidad de extinción de la población de parásitos. Además de esto, si las plantas parasitadas se hayan separadas de sus congéneres por individuos de otras especies de plantas, es posible que el ciclo biológico del parásito se detenga en individuos "no huéspedes". Dicho de otro modo, el paso de la infección de “isla a isla” (de planta a planta) puede ser detenido por una barrera biológica constituida por otras especies de plantas. Esto daría una explicación ecológica al hecho de que las epidemias extensas de enfermedades vegetales no sean frecuentes en la naturaleza (las comunidades vegetales monoespecíficas son raras en la naturaleza), mientras que sí se producen con cierta frecuencia en cultivos (en este caso, los huéspedes no son islas aisladas en un “mar de vegetación” formado por otras especies, sino "continentes"). En general, el considerar a los animales como islas que pueden ser colonizadas por parásitos resulta problemático, fundamentalmente porque los animales suelen ser arganismos móviles, aunque algunas analogías persisten. Por ejemplo, una persona afectada por la malaria es una isla para el parásito de la malaria (Plasmodium falciparum), y el parásito solo puede pasar de una isla a otra gracias a un vector, el mosquito. En este caso, las limitaciones de la capacidad de vuelo del mosquito pueden representar la distancia entre islas. El considerar a los huéspedes como islas ha ayudado también a comprender la dinámica espacio-temporal de enfermedades que son transmitidas a través del viento. Los parásitos transmitidos de esta forma pueden afectar a huéspedes (“islas”) separados por grandes distancias, pero (al igual que suele suceder con los propágulos transmitidos a través del viento) la mayoría de los parásitos afectan a huéspedes próximos al lugar donde fueron originados. Un ejemplo extremo de esto lo constituye el virus que causa la fiebre aftosa del ganado. Esta enfermedad es rara en Gran Bretaña, pero de vez en cuando se registran casos aislados que generalmente están relacionados con la llegada de algún virus que ha recorrido una gran distancia partiendo por ejemplo del centro de Europa. Esto es conocido, y por lo tanto, en Gran Bretaña, el control de la enfermedad no se hace mediante vacunación como en el Continente, sino sacrificando a los animales afectados y a los que han estado en contacto con ellos. 4. Reflexión final El estudio de los sistemas parásito-huésped desde una perspectiva ecológica se encuentra aún en sus inicios, aunque ello no significa que esta cuestión sea considerada secundaria. Muy al contrario, para muchos constituye una línea de investigación de importancia singular, como queda reflejado en la siguiente frase de Begon et al. (1991): “Quizás, la cosa más cierta que se puede decir [actualmente] acerca del papel de los parásitos sobre la dinámica de los huéspedes es que su elucidación es uno de los mayores retos con los que se enfrenta la ecología”. Referencias 1. Begon, M., Harper, J. L., y Townsend, C. R. 1995. Ecología. Editorial Omega. 2. Begon, M., Harper, J. L., y Townsend, C. R. 1996. Ecology (3rd ed). Blackwell. 3. MacArthur, R. H. y Wilson, E. O. 1967. The theory of island biogeography. Princeton University Press. New Yersey. 3