Dar y Recibir - Theosophical Society in America

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Dar y Recibir
Por Mary Anderson
Secretaria Internacional de la
Sociedad Teosófica en Adyar
En la Biblia, Actos 20,35, vemos que Jesús dijo: “Es más santo dar que recibir”. En la
sociedad moderna es más importante recibir, adquirir, o asir. Los que se dedican a
adquirir son más numerosos que los que están dispuestos a dar, tanto si es riqueza,
privilegios o incluso afecto.
Los que dan muchas veces lo hacen sobre una base de quid pro quod, es decir, para
poder recibir a cambio posesiones, beneficios, placeres, un “buen” Karma, o incluso la
gratitud o satisfacción personal por ayudar a los demás.
La base de este anhelo por recibir se encuentra muchas veces en el miedo de la
inseguridad. Muchas personas tienen la sensación de que la posesión de bienes
materiales e incluso de amigos solidarios les protegerá de privaciones, de la soledad,
del miedo a la muerte, etc. No se dan cuenta de que cuanto más se aferra uno a las
posesiones, incluso a los bienes no materiales, como la amistad, la influencia y el
conocimiento, más miedo se tiene de perderlo.
Cuanto menos posee uno, menos puede perder. (Es evidente que todos
necesitamos un mínimo de bienes materiales y la dosis suficiente de relaciones
agradables con los demás para poder sobrevivir física y psicológicamente).
Pero puede que el mendigo se aferre desesperadamente a lo poco que posee,
mientras que el hombre rico puede no estar apegado realmente a toda su abundancia.
El momento de la verdad llegará cuando perdamos nuestras posesiones, sean muchas
o pocas. ¿Cómo reaccionaremos entonces?
Muchas personas tienen que pasar actualmente por esta prueba amarga de perder
las posesiones e incluso a los seres queridos, como resultado de las catástrofes
naturales, de los ataques terroristas, de las guerras, de los accidentes del tráfico, ¡o del
colapso de la bolsa!
¿Qué tiene de maravilloso el dar?
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La gente no se da cuenta de que si dan, también van a recibir en su momento,
aunque si dan con la intención de ganar algo a cambio, lo que reciban después acabará
por convertirse, tarde o temprano, en cenizas en la boca.
El mismo acto de dar gratuitamente sugiere un movimiento hacia afuera, mientras
que el acto de recibir o de tomar indica un movimiento de contracción, de
encogimiento.
Esto no significa que no se haya de estar nunca dispuestos a recibir lo que nuestros
amigos o el “destino” puedan concedernos. Aceptar graciosamente y con gratitud lo
que se nos ofrece es una forma de dar. Pero no vamos a considerar lo que se nos da,
tanto si es material como inmaterial, como nuestra posesión exclusiva, sino más bien
como algo que se nos confía para que hagamos un buen uso de ello.
La parábola de los talentos de la Biblia (Mateo, 25, 14-30) es un buen ejemplo de
ello. El hombre que enterró el talento recibido (una moneda de entonces) para
esconderlo y evitar perderlo o que fuera robado, fue acusado, mientras que los que
trabajaron con los talentos recibidos y los aumentaron fueron alabados. La parábola
también se aplica a los talentos en el sentido moderno de aptitudes, que también
podemos aumentar si las vamos prodigando, es decir, si hacemos un buen uso de
ellas.
Naturalmente, el hecho de dar no debería ser algo indiscriminado o inadecuado.
La Sra Blavatsky escribe en La Clave de la Teosofia (p.241, TPH, Londres.) “Un vaso de
agua ofrecido a tiempo a un viajero sediento es un deber más noble y más digno, que una decena
de cenas ofrecidas a destiempo ¡a hombres que pueden pagárselas!”.
Pero entonces, ¿debemos dar dinero a un mendigo que sospechamos que es un
adicto a la bebida o a las drogas? En caso de verdaderas dudas, tal vez sea mejor ser
generoso.
La forma más grande de dar es el regalo que hacemos de nosotros mismos, que es
el amor, a veces expresado como devoción. Olvidarnos de nosotros mismos,
desapegarse de uno mismo, todo ello abre la puerta a un gran gozo.
Existe una ley detrás del gozo inherente al dar con todo nuestro corazón y sin idea
alguna de recompensas o siquiera de resultados. La ley de la evolución de la materia
consiste en tomar, en acrecentar. La ley del desarrollo del espíritu consiste en dar, en
disminuir.
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En las primeras etapas de la evolución humana, nos identificamos con la materia,
con las formas materiales más densas de nuestros vehículos físico y psíquico, que
constituyen la personalidad, la máscara que llevamos puesta. Creemos que es
necesario adquirir.
A medida que avanza la evolución y aprendemos las lecciones del Karma, cada vez
somos más conscientes de nuestra verdadera naturaleza, que es espiritual, y
empezamos a seguir el sendero del crecimiento espiritual. Nos reconforta cada vez
más dar, incluso sacrificarnos, una palabra que tiene el significado más profundo de
“convertir algo en sagrado”.
Tenemos numerosas leyendas que ilustran la naturaleza espiritual del hecho de
dar de forma gratuita, y del gozo que ello nos trae. Martin Buber nos relata una
historia de la tradición Hasídica, el movimiento místico de la Europa Oriental dentro
del judaísmo:
Un guía que había llevado a unos peregrinos a una ciudad, en camino a visitar a
un rabino sabio, escribió su nombre en un papel, para pedirle la bendición al hombre
santo. Cuando el rabino vio el papel, exclamó: “¡Qué radiante es el nombre de este hombre.
Su alma brilla con una luz pura!”
Los peregrinos fueron a buscar al rabino sabio y finalmente le encontraron
participando en una alegre celebración de bodas. El les explicó que se había unido
voluntariamente a las festividades que celebraban el matrimonio de dos huérfanos.
Pero en un momento dado, el grupo empezó a discutir, porque la novia no podía
regalarle al novio una mantilla para las plegarias, según la costumbre. El compromiso
de la boda estaba a punto de romperse cuando el guía, que no podía soportar el
desespero de la novia, vio que tenía dinero suficiente en su bolsa para pagar la
mantilla y con ello pudo evitar la situación. Y añadió: – “Por eso estoy tan contento.”
Si estamos convencidos de la unidad de toda la vida, nos daremos cuenta de que
un regalo adecuado a quien lo necesita es un regalo que hacemos a lo Divino o a la
Vida Una misma, y por eso es un acercamiento a esa Unidad.
En Mateo, 25:35-40, el “Rey” le dice a un grupo de gente buena: “Tuve hambre y me
disteis de comer; tuve sed y me disteis agua; fui un extranjero y me aceptasteis en vuestra casa;
estuve desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, en la cárcel y vinisteis a verme.”
Aunque las personas a las que se dirigía negaron haber hecho todo aquello, la
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respuesta del “Rey”, o la Unidad de la Vida, fue: “¡Cuando hicisteis esto por el menor de
mis hermanos, lo hicisteis también por mí!”
Una generosidad sincera en el momento necesario es un regalo que se hace a la
Divinidad de todos los seres, al corazón mismo del Universo. Puede que con ello
despierte nuestra conciencia a Toda la Conciencia. Si nos diéramos cuenta de esto y
actuáramos en consecuencia, toda nuestra vida cambiaría por ello, ¡y el mundo sería
mucho más sano y feliz!
Traducción del inglés al español por Alfredo Puig Figueroa
Editado por el Departamento de Educación de la Sociedad Teosófica en América.
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NOTA: Este artículo se publicó originalmente en inglés en la revista The Theosophist, edición de octubre
del 2002, y posteriormente, traducido al castellano, en la revista Sophia, de la Sociedad Teosófica
Española, edición de diciembre del 2002.
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