ANEXO 1 Ecología y desarrollo Relación del hombre con el ambiente natural Nuestro mundo es una obra maravillosa de Dios. Dios nos ha dado tanta belleza para que la cuidemos, la contemplemos y la usemos. No podeos destruirla, porque detrás de nosotros vienen nuevas generaciones. El ambiente es un don de Dios para todos y su uso representa para nosotros una responsabilidad para los pobres, las generaciones futuras y toda la humanidad. Cuando el ser humano deja de ver la naturaleza bajo un sello y proyecto divino, ha roto el ensueño poético al recorrer las montañas y los valles. Cuando se considera a la naturaleza y en primer lugar al ser humano como fruto del azar o del determinismo evolutivo, disminuye el sentido de responsabilidad en las conciencias. Cuando descubrimos la presencia de Dios en el mundo y en nosotros, no tenemos más remedio que decir como Francisco de Asís, cuando daba gracias a Dios por el pan, por el hermano lobo, por la caricia del viento. El creyente reconoce que la naturaleza es maravilloso fruto de la intervención creadora de Dios que el ser humano puede utilizar responsablemente para satisfacer sus legítimas necesidades materiales e inmateriales, respetando el equilibrio inherente a la creación misma. Cuando contemplo una rosa, cuando subo a una montaña, cuando huelo un jazmín, descubro el amor maravilloso de Dios, que pintó nuestras tierras de tantos colores, unas veces rojos, otras amarillas o azules. Solo los místicos, como Juan de la Cruz, han podido sentirlo en lo más profundo de su ser: la naturaleza es expresión de un proyecto de amor y de verdad. Ella nos precede y nos ha sido dada por Dios como ámbito de vida. Nos habla del Creador y de su amor a la humanidad. La naturaleza está a nuestra disposición no como un montón de deshechos esparcidos al azar, sino como un don del Creador que ha diseñado sus estructuras intrínsecas para que el ser humano descubra las orientaciones a seguir para guardarla y cultivarla. Decía un poeta que el ser humano es un artista que está en el centro del universo como criatura de Dios. Al crearlo, le dijo: “Tienes que transformar la Tierra, humanizar el mundo y divinizarlo. Con tu mente prodigiosa descubre sus misterios y hazlo más habitable. Con tu corazón, hazlo más cálido, sin odios, sin venganzas. No destruyas tanta belleza”. Pero el ser humano no terminó de entender este mensaje. El ser humano interpreta y modela el ambiente natural mediante la cultura, la cual es orientada a su vez por la libertad responsable, atenta al dictamen de la ley moral. Por tanto los proyectos para un desarrollo humano integral no pueden ignorar a las 1 generaciones sucesivas, sino que han de caracterizarse por la solidaridad y la justicia intergeneracional, teniendo en cuenta múltiples aspectos, como el ecológico, el jurídico, el económico, el político y el cultural. Hay una íntima relación entre el desarrollo y la tutela del ambiente y el cambio climático. Si este desarrollo no es armónico, destruimos la creación con nuestro poder. Fuente: <http://felixmarca.blogspot.com/2009/12/enciclica-caritas-in-veritate.html>, Nº 48. 2