RELIQUIAS1 Se llama «reliquia» a lo que queda de una persona o de una cosa: de «relinquere, relicta, reliquiae» en latín. Se aplicó sobre todo a los restos mortales de un mártir, y luego de un santo, aunque no fuera mártir. Por extensión se llaman también reliquias a otros objetos que pertenecieron al santo, como sus vestidos. Se conservan con veneración especial las reliquias de la verdadera cruz de Cristo. El respetuoso recuerdo de los difuntos, que es natural en todos los niveles familiares y culturales, tiene desde siempre para la comunidad cristiana especial relieve cuando se trata de los mártires y los santos. Muy pronto se vio la relación de la muerte de los mártires con la de Cristo, y con la Eucaristía, sacramento de esta muerte. Por tanto, cuando se construía una iglesia, ya en el siglo IV, se procuró o construir el altar sobre la tumba del mártir, o al menos, colocar debajo de él alguna reliquia insigne del mismo. A lo largo de la Edad Media, se desarrolló mucho la veneración de las reliquias de santos y se empezaron a colocar estas reliquias encima del altar. Ahora, el Ritual de la Dedicación de iglesias y altares afirma que es oportuno conservar la tradición de la liturgia romana de colocar reliquias de mártires o de otros santos debajo del altar. Pero deben ser reliquias insignes por su tamaño, no partículas pequeñas; debe constar de su autenticidad (es mejor no poner reliquias que poner reliquias dudosas); hay que colocarlas debajo, no sobre el altar. «Toda la dignidad del altar le viene de ser la mesa del Señor. Por eso, los cuerpos de los mártires no honran el altar, sino que éste dignifica el sepulcro de los mártires. Porque, para honrar los cuerpos de los mártires y de otros santos y para significar que el sacrificio de los miembros tuvo principio en el sacrificio de la Cabeza, conviene edificar el altar sobre sus sepulcros o colocar sus reliquias debajo de los altares, de tal manera que «vengan luego las víctimas triunfales al lugar en que la víctima que se ofrece es Cristo; pero él sobre el altar, ya que padeció por todos, ellos bajo el altar, ya que han sido redimidos por su pasión» (San Ambrosio). Esta disposición repite, en cierta manera, la visión de san Juan en el Apocalipsis: «Vi, al pie del altar, las almas de los asesinados por proclamar la palabra de Dios y por el testimonio que mantenían» (Ap 6,9)» (=E 3726. 3745. 3755). Se llama relicario al recipiente, de formas diversas, pero digno y de materiales nobles, en que se guardan o se exponen al culto público estas reliquias. Altar. Santos. 1 José Aldazábal, Vocabulario Básico de Liturgia, biblioteca litúrgica 3, Barcelona 2002, pág. 339-340.