Opinión livin gs to ne Ni trolls ni Munch, sino todo lo contrario trolls, ni nada asimilable a un souvenir en la maleta, pero no puedo culpar por completo a la justicia social de un país donde la gente no ve la tele ni trabaja en exceso (¡porque tienen que esquiar!). En fin, “la culpa fue del cha cha cha” o, lo que es lo mismo, de la sobremesa y el vino. A finales de enero recibí una llamada de la revista Mujer Hoy para hacer un viaje a Oslo con la escritora Espido Freire. Se trataba una nueva sección de Viajes de autor, donde un escritor nos guiaría por una ciudad vinculada a su vida o a su obra. Me dijeron que Espido había vivido en Noruega durante un año tras ganar el Planeta (que es como decir que se exilió en la clínica Betty Ford después de una noche de demasiadas copas) y busqué alguna información en Google porque no me daba tiempo ni a comprarme una guía. De repente, la Wikipedia me recordó que a Noruega pertenecen mis adorados Ibsen y Munch y, como soy mitómana, me emocioné con la idea de visitar sus casas–museo. Sin embargo, en el fragor del viaje, mi propósito resultó imposible por culpa de los draconianos horarios de un país con auténtico estado del bienestar: el sábado cierran todo a las 3 o a las 5 y el domingo a las 3 o, directamente, ni abren. Me volví frustrada sin Munch, ni Ibsen, ni Con Espido Freire la conversación se convirtió en compulsión, casi en terapia. Si pudiera publicar todo lo que me contó, tendría material de sobra para hacer un perfil al estilo Gay Talese (con perdón), pero nobleza obliga y en el artículo de Mujer Hoy me atuve a las declaraciones lanzadas a grabadora abierta. Para mí fue una sorpresa saber que Noruega se reduciría a Espido, el fotógrafo y yo. Al principio creí que podría ser uno de esos viajes promocionales donde 20 periodistas agradecidos se dejan pasear fingiendo que han leído la novela. El petit comité es comprometido y puede ser una catástrofe si no hay química entre sus miembros. Pero tuvimos suerte porque los tres éramos del tipo entusiasta y disfrutón, y no del rancio e hipercrítico perfil “¿esto es todo lo que tienes para mí?”. Al contrario, disfrutamos de todos los ingredientes del pastel noruego: el frío, la nieve, la arquitectura, los cafés, los guapos vikingos y el parque Vigeland. Sobre todo del parque Vigeland, que en mi caso fue una auténtica epifanía de belleza y verdad (aunque suene cursi). Lo que me resultó fascinante de Vigeland no fue el célebre ‘niño enrabietado’, sino el hecho de que cada figura, de las más de 200 a tamaño natural, represente una emoción humana, desde la osadía y la alegría de la infancia, a la inseguridad, el amor “Cuando encontramos petróleo, todo siguió como antes, porque se decidió que se ahorraría el dinero del petróleo para cuando se acabase” 6 _ savia _ marzo 2011 SAV 0086 006007.indd 6 01/03/11 13:15 fug tra a la La com yE am de ni “A –m mu pro El Of me So me los un de qu No vid res po pet aca pet “Y Es Pa no pro con cre cab má lib mi me La esp Ug día me déc tan en leta, a En o rtió car a as a ber o tre o os tica si). e ue l, ía mor o ro fugaz, la lucha por la existencia, el anhelo por la trascendencia, la devoción por la familia, el miedo a la muerte, la decrepitud, la soledad… La ciudad en sí me pareció algo destartalada, como una hermana provinciana de Copenhague y Estocolmo. El sonido urbano quedaba amortiguado por el paisaje nevado, y el carácter de la gente me resultó verdaderamente amable, ni demasiado formal ni demasiado simpático. “Aspiran a la autenticidad, no a la sofisticación –me contó Espido en modo antropológico–. Están muy orgullosos de su identidad rural y se sienten profundamente ligados a la naturaleza”, El hecho de que no llevásemos a nadie de la Oficina de Turismo como lazarillo de obviedades me pareció un gran éxito de la organización. Somos mayores, hablamos inglés, sabemos coger metros y taxis, y preguntar a la gente para llegar a los restaurantes. El sábado por la mañana, Marie, una inteligente, bella y simpática mujer nos hizo de guía, pero ni siquiera se quedó a comer. Ella fue quien me dio una de las claves para comprender Noruega. Le pregunté cómo había cambiado la vida cuando encontraron petróleo en el 69 y su respuesta fue: “En nada. Todo siguió como antes porque se decidió que no se gastaría el dinero del petróleo, que lo ahorraríamos para cuando se acabase”. Es decir, el tercer país en exportación de petróleo es austero y, casi diría, agarrado. “Yo sentía que tenía que estar aquí –me contó Espido con respecto al año que pasó en Oslo–. Para mí fue como viajar al futuro, porque ellos nos llevan la delantera en todo lo importante: la protección al ciudadano, las políticas culturales, la conciliación familiar… Al principio no me podía creer que las cosas que se debatían se llevasen a cabo. Estaba acostumbrada a una sociedad mucho más autoritaria, así que lo que sentía era una libertad mayor, una auténtica autonomía pero, al mismo tiempo, una mayor responsabilidad, y eso me hacía sentir más ciudadana”. La cuestión es, ¿realmente ése es el futuro que nos espera o más bien en nuestro hispano caso viajar a Uganda sería una ucronía más certera? En fin, el día que, como ellos, hagamos la mili con esquíes, me podré imaginar una sociedad española con una décima parte de su sentido democrático. Mientras tanto, me conformo con vivir en un país sin hielo en las aceras. En lo demás, son envidiables. tarje ta de emb a r q ue Hoteles de lujo (de estrellas) gloria scola periodista especializada en cine Berlín, Cannes, Venecia, Toronto, Abu Dhabi, Roma, Tánger… Por mi profesión, a lo largo del año acudo a numerosos festivales de cine, y de hecho, esta columna me pilla con un pie en la Berlinale 2011. ¿Mi función? Ver películas, entrevistar a las estrellas, escribir reportajes… Los horarios y las agendas de los certámenes cinematográficos son apretadísimos, así que hacer ‘turismo puro y duro’ en esos es prácticamente imposible. Mi truco para hacerme con el lugar consiste en salir con personas oriundas, dejarme llevar a donde ellos van y, por supuesto, mantener los ojos muy abiertos. Por ejemplo, no hay mejor forma de apreciar la Cúpula del Reichstag –obra de Norman Foster– que entrevistando al propio arquitecto a pocos metros de ella, en el Hotel Adlon de Berlín. En Abu Dhabi sé que hubiera lamentado perderme su impresionante mezquita –ahora que ya la he visto–, por eso mi decisión de quedarme un día más –con las proyecciones de cine ya finalizadas– fue un gran acierto. En cualquier caso, lo que mejor conozco de todas estas ciudades son sus hoteles de lujo. Y no es que sea una sibarita (aunque, indudablemente, lo bueno gusta a todo el mundo), sino que ahí es donde entrevisto a los actores, donde quedo para un café con un productor, donde a veces me hospedo y escribo mis crónicas… En Berlín, el Hilton, el Mandala, el Ritz; en Cannes, el Martínez, el Carlton, el Majestic y, a las afueras, el exclusivo Hotel Du Cap, al que solo se puede entrar si tienes cita con un huésped. En Venecia no salgo del Excelsior, lugar en el que se celebran la mayoría de presentaciones, actos, encuentros y, en menor medida, del elegante Hotel des Bains –ahora ya cerrado, y no por reforma, sino porque en su terreno, frente a la playa, van a construir apartamentos de lujo–. Y, en Abu Dhabi, el Emirate Palace, gran cuartel general festivalero. Sí, esta es otra forma de viajar, con menos monumento, menos piedra y más cine, eso desde luego. Reconozco que, cuando el trabajo me lo permite, aunque sea media hora, me escapo a un museo. Un último dato: las salas de cine mundiales me las conozco como la mejor. ISABEL NAVARRO periodista y poeta marzo 2011 _ savia _ 7 SAV 0086 006007.indd 7 01/03/11 13:15