En el filo de la navaja

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En el filo de la
navaja
Perspectivas para la economía
mundial
Alan Woods
Publicado y distribuido por:
Centro de Estudios Socialistas Carlos Marx
Editado por:
Lucha de Clases
Sección Venezolana de la
Corriente Marxista Internacional
Diseño de portada:
Deivi I. Peña B.
Contacto:
centromarx@luchadeclases.org.ve
www.luchadeclases.org.ve
Venezuela, 2013
Índice
Introducción...................................................................1
Una crisis de sobreproducción.......................................6
China en crisis................................................................7
Japón: la recesión continúa..........................................11
EEUU: la clave de la economía mundial.....................17
Los límites de la acumulación capitalista....................24
La tasa de beneficios....................................................26
El abaratamiento de los medios de producción...........29
Los precios de las mercancías y la revolución colonial
.....................................................................................35
‘Lo pequeño es bello’..................................................42
El dominio del capital financiero.................................46
Marx sobre el crédito...................................................52
¿Los cimientos están sanos?........................................59
La Bolsa.......................................................................64
Paralelismos con los años 20.......................................73
¿En qué etapa del ciclo?..............................................76
¡Marx tenía razón!.......................................................81
Efectos sociales del ‘crash’..........................................84
En el filo de la navaja
Introducción
"La asombrosa recuperación de Asia". Este es el tipo
de titulares que hemos visto en los últimos meses.
Parece como si se hubieran desvanecido los efectos
de los crash bursátiles de 1997 y se buscan
ansiosamente signos de recuperación en Asia y
Europa para demostrar que el mundo ha conseguido
eludir la recesión. Una vez más, los portavoces de la
denominada nueva economía proclaman el triunfo
del libre mercado. Sin embargo todo este
triunfalismo
carece
de
bases
científicas.
Desmarcándose de optimismos infundados, los
representantes serios del capital observan con
creciente preocupación las perspectivas que se
abren para la economía mundial.
Comencemos por la recuperación asiática. Los
defensores de que la crisis está superada la
exageran, sin tener en cuenta el hecho de que las
dos economías decisivas de la región se encuentran
en una profunda crisis. Stratfor Weekly Analysis
(6/7/99) comenta en tono cáustico:
"Por supuesto que Asia ha mejorado, después de
todo es difícil que le pueda ir peor. Pero en nuestra
opinión se están produciendo dos fenómenos. En
primer lugar asistimos a un resurgimiento económico
cíclico y regular para luego volver a bajar. Nada se
mueve en línea recta y el resurgimiento de Asia era
inevitable después de la depresión general, lo mismo
ocurrió en EEUU durante la depresión de los años
treinta. Sin embargo los países claves de Asia,
Japón y China, durante el último año no han
conseguido resolver sus graves problemas
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En el filo de la navaja
estructurales. Problemas estructurales que limitan
gravemente las posibilidades de formación de capital
en estos países; en todo resurgimiento económico
se crea dinero que después se utiliza para aliviar los
problemas de deuda a corto plazo, sin que se cree,
de ese modo, capital a largo plazo".
En otras palabras, lo que estamos viendo en Asia no
es el principio de una recuperación duradera sino
simplemente una recuperación temporal en el curso
de un descenso económico. Asia todavía no ha
superado la crisis. La prolongación del boom en
EEUU es lo que alarga la recuperación asiática más
de lo esperado. Este factor, en exclusiva, es el que
está sosteniendo la economía mundial, y eso es lo
que preocupa a los estrategas del capital.
¿Cómo se puede explicar la recuperación parcial de
algunas economías asiáticas? La afirmación de que
la economía capitalista se mueve en ciclos
ininterrumpidos de booms y recesiones no requiere
un comentario especial. Incluso a la recesión más
profunda siempre le acompaña una recuperación
momentánea. Por este motivo no es una sorpresa
que, tras la crisis del verano de 1997, algunas
economías asiáticas estén dando muestras de lo
que puede ser una recuperación parcial. Mientras la
economía norteamericana siga creciendo y
absorbiendo exportaciones, las economías asiáticas
tendrán la posibilidad de dar salida a sus excedentes
de mercancías, proceso que se ve favorecido en
gran medida porque la devaluación de sus monedas
abarata las exportaciones.
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En el filo de la navaja
El otro elemento en esta ecuación es lo que el
marxismo denomina la ley del desarrollo desigual y
combinado. Ya hace más de cien años que Marx y
Engels explicaron que el capitalismo se desarrollaría
como un mercado mundial. El fenómeno de la
globalización
demuestra
brillantemente
esta
predicción. Pero esto no significa que las
desigualdades del capitalismo ya no existan o que
los booms y recesiones se tengan que suceder de
forma simultánea en toda la economía mundial. El
capitalismo no se desarrolla al mismo ritmo y de
forma sincronizada en todas partes. Al contrario, el
rasgo característico del capitalismo es la anarquía
de las fuerzas productivas, fenómeno que persiste a
pesar del dominio de los grandes monopolios, de la
intervención del FMI, del Banco Mundial, de los
bancos centrales y del tan cacareado fenómeno de
la globalización.
Incluso en la época de la economía y las
transacciones financieras informatizadas, estos
procesos requieren su tiempo para que lleguen a
alcanzar al conjunto de la economía mundial. Tuvo
que pasar un año para que la devaluación de la
moneda tailandesa afectara a la economía rusa.
Rusia dejó de pagar su deuda en agosto de 1998. A
su vez, la devaluación brasileña tuvo lugar año y
medio después, en enero de 1999. En Asia sí que
los efectos fueron inmediatos, provocando un
colapso tras otro, generando un resurgimiento de la
lucha de clases en Corea del Sur, una seria crisis
política en Malasia y, lo más importante, los inicios
de una revolución en Indonesia.
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En el filo de la navaja
Para que este proceso afecte a la economía mundial
es necesario que pase un tiempo. Los efectos de la
recesión de 1929 en EEUU no alcanzaron a Europa
inmediatamente. La economía francesa, que era
relativamente atrasada, entró en recesión tres o
cuatro años más tarde, cuando EEUU ya estaba
saliendo de ella. Estos ritmos desiguales se pueden
observar en todas las crisis capitalistas y ésta no va
a ser una excepción. El fenómeno del desarrollo
desigual y combinado también es comprendido por
algunos economistas burgueses. Stratfor afirma
correctamente que no se puede hablar de Asia como
si fuera un solo ente económico homogéneo:
"El segundo fenómeno que estamos viendo en Asia
es el de la diferenciación entre los países. Ya no es
razonable que en las discusiones económicas se
considere a Asia como una entidad única. Antes lo
era, al menos en el sentido de que casi todos los
países asiáticos se encaminaban en la misma
dirección ascendente. Hoy ni siquiera van en una
dirección única. Algunos parecen recuperarse, como
es el caso de Corea del Sur. Otros se hacen a un
lado, y otros aún se encuentran en recesión. Pero lo
más importante es, en nuestra opinión, que los dos
motores de Asia, Japón y China, a pesar de las
últimas alzas en sus mercados de valores y las
prometedoras cifras económicas, no podrán seguir
avanzando sin una reestructuración interna
importante, y no están precisamente en esta línea.
Aún padecen los desequilibrios estructurales que
dieron lugar al problema desde el principio y, dado
que son la fuerza motriz de Asia, determinarán la
tendencia general pese a la existencia de
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En el filo de la navaja
divergencias en países concretos. En nuestra
opinión, esa tendencia seguirá siendo descendente.
La demanda de Asia aumentará, pero no está claro
que lo haga de una forma importante o que lo haga
de una forma permanente".
A pesar de todo el revuelo generado por la supuesta
recuperación de Asia, la situación real no es tan
prometedora como nos quieren hacer creer los
propagandistas del mercado. La recuperación parcial
de Corea del Sur y de otras economías asiáticas no
significa que vayan a reeditar la edad dorada de los
tigres. La recuperación es bastante débil en
comparación con el pasado. Ni siquiera se han
recuperado de la caída de la producción de los
últimos dos años. Las economías del Sudeste
Asiático todavía están funcionando muy por debajo
de su capacidad. El desempleo sigue siendo alto y
todavía existen enormes cantidades de mercancías
sin vender. Ni siquiera está garantizada una débil
recuperación. Una caída en EEUU o quizás una
devaluación de la moneda china provocaría en toda
la zona un desorden incluso más profundo.
Aunque durante la primera mitad de este año ha
habido crecimiento en Corea del Sur, Tailandia y
Malasia (incluso relativamente en Indonesia), las dos
principales economías de Asia —Japón y China—
permanecen enmarañadas en contradicciones
insolubles. Sin un auge duradero y serio en estas
economías, el futuro de Asia permanecerá envuelto
en la incertidumbre y sujeto a cada nueva vicisitud
de la economía mundial, en especial la de EEUU,
que es lo único que mantiene la recuperación actual.
Y no puede mantenerla mucho tiempo.
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En el filo de la navaja
Una crisis de sobreproducción
La crisis en Asia es una crisis clásica de
sobreproducción. The Economist (20/2/99) publicó
un artículo que razonaba lo siguiente:
"Debido a la enorme sobreinversión, en especial en
Asia, el mundo está inundado de un exceso de chips
de ordenador, acero, coches, prendas textiles,
barcos y productos químicos. La industria
automovilística, por ejemplo, ya tiene al menos el
30% de su capacidad productiva mundial
infrautilizada, y a pesar de ello se siguen abriendo
nuevas fábricas de coches en Asia".
Los comentaristas burgueses más serios sí intuyen
las inciertas perspectivas de Asia. The Economist
(21/8/99) también comenta:
"Los riesgos obvios de esta recuperación provienen
de fuera del Sudeste Asiático. La agitación de la
economía japonesa ayudó a proporcionar cierta
demanda para todos, desde el sector de la
electrónica hasta los servicios turísticos pasando por
la industria maderera, y un cambio de rumbo traería
malas noticias. Si China —que en medio de la caída
general ha seguido creciendo— entrara en una
crisis, acompañada por una profunda devaluación de
su moneda, el yuan, la confianza en la región sufriría
un golpe. Si la economía norteamericana fallara —
en especial su demanda de electrónica—, también
supondría un duro golpe. Y aún restan los estragos
económicos que ocasionaría un colapso de Wall
Street".
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En el filo de la navaja
Esta perspectiva pesimista la comparten otros
estrategas del capital. En su informe del tercer
trimestre (26/7/99), Stratfor diagnostica lo siguiente:
"(...) Digámoslo de otro modo, la crisis asiática ha
terminado, en el sentido de que ya no es una crisis,
sino una enfermedad a largo plazo e incurable. (...)
En algunos países hay una recuperación, pero no en
Asia en su conjunto. En nuestra opinión los
problemas continúan en las dos economías más
grandes de Asia —Japón y China—, que se dirigen
hacia depresiones más profundas e irrecuperables".
Estas son las opiniones de los analistas capitalistas
más previsores sobre las perspectivas para Asia.
China en crisis
El hecho de que China continúe creciendo a un ritmo
rápido (8%) se considera un signo positivo, pero en
realidad es un serio problema. Una gran parte de las
mercancías producidas por la industria china no se
pueden vender, ni dentro de China ni en el resto de
Asia. En China hay ahora una enorme
sobreproducción, como demuestra que se hayan
impuesto topes a la producción de una serie de
mercancías destinadas al consumo, una vez que los
subsidios a la exportación han sido incapaces de
detener la caída de los precios.
La prohibición, que comenzó el 1 de septiembre,
incluye toda una gama de productos: vídeos,
reproductores de discos compactos, microondas,
refrigeradores, acondicionadores de aire, incluso
bicicletas, pasta de dientes, bolsas de plástico,
dulces, sal, zumo de manzana y licor. Además se ha
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En el filo de la navaja
impuesto un embargo a la construcción de
apartamentos de lujo, hoteles, tiendas y edificios de
oficinas. Stratfor comenta: "El descenso de la
demanda se extiende al suelo urbano; también en
este
mercado
China
se
enfrenta
a
la
superabundancia. Según Associated Press, en la
ciudad costera de Shanghai el 70% de las oficinas
están vacías. El boom que llenó el cielo de Shanghai
de rascacielos y grúas ha colapsado y, si Shanghai
no es capaz de atraer a hombres de negocios, es de
suponer que el interior de China esté inmerso en una
recesión en toda regla".
"El mercado doméstico chino está estancado, con
ciudadanos preocupados por el aumento del
desempleo escondiendo su dinero debajo del
colchón en lugar de gastarlo. Con un mercado
hastiado, los productores chinos están ajustando los
precios, y de esta forma amenazan con hacer
realidad el temor al desempleo. Pekín ya ha
intentado reducir la espiral deflacionaria, imponiendo
precios mínimos para algunos productos".
"China sufre una crisis de sobreproducción y
subconsumo. La confianza de los consumidores se
ha derrumbado, y con ella la demanda doméstica.
Mientras tanto, a pesar de generosos subsidios a las
exportaciones, China es incapaz de exportar como
salida a la crisis"(el énfasis es nuestro).
La conclusión es ineludible. Golpeada por una
profunda depresión y un colapso de la demanda
doméstica, China probablemente se verá obligada a
recurrir a la devaluación, lo que originaría una nueva
oleada de devaluaciones competitivas en Asia que
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En el filo de la navaja
haría añicos la débil recuperación actual y afectaría
a toda la economía mundial.
Tampoco está nada claro que una devaluación del
yuan pueda resolver los problemas de China. Pekín
se ha resistido hasta el momento a devaluar por el
efecto que tendría en la deuda externa china y en el
dólar de Hong-Kong. Durante los últimos dos meses
han mejorado algo las exportaciones, y tratarán de
mantener alejado al demonio tanto tiempo como
puedan. Pero la medida será inevitable tarde o
temprano. La disputa comercial entre China y EEUU
cada vez es más amarga. La mayoría republicana en
el Congreso norteamericano, desde siempre
inclinada al aislacionismo, está decidida a bloquear
la entrada de China en la OMC (Organización
Mundial
del
Comercio).
Las
tendencias
proteccionistas inevitablemente crecerán ante la
llegada de una recesión, o incluso ante una caída de
la economía de EEUU. En este clima, las
devaluaciones competitivas se pondrán al orden del
día.
Sobre el futuro del capitalismo en China pende un
gran dilema. A diferencia de lo ocurrido en Rusia, la
burocracia china mantiene firmemente el poder en
sus manos. Aterrorizados por una explosión
revolucionaria de los trabajadores y campesinos, es
totalmente posible que la burocracia regrese a una
política de propiedad estatal y planificación
centralizada. Los capitalistas extranjeros están
perdiendo la fe en el milagro chino. Por primera vez
en veinte años, se ha reducido la inversión
extranjera, aunque en términos absolutos sigue
siendo alta: 45.000 millones de dólares en 1998 y
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En el filo de la navaja
30.000 en 1999. Pero el tamaño de la economía
china hace que estas sumas sean insuficientes para
resolver los problemas fundamentales.
Las autoridades son conscientes del potencial
existente para el aumento del malestar social y el
surgimiento de procesos revolucionarios. Sufren
enormes presiones para que cierren las industrias
propiedad del Estado, pero no lo hacen por temor a
las consecuencias que tendría entre las masas un
aumento del desempleo que afectaría a millones de
trabajadores y que el sector privado no se encuentra
en posición de absorber. En caso de una recesión
seria del capitalismo mundial, este proceso se
aceleraría enormemente. Stratfor, correctamente,
plantea:
"A China se le están acabando las opciones. Si la
devaluación no funciona, todavía pueden imponer
controles monetarios internos —una opción
potencialmente catastrófica para las empresas
extranjeras registradas en China, que utilizan bancos
chinos y comercian con el yuan—. Y si imponen un
mayor control estatal, existe la posibilidad de
sanciones. China ha declarado la guerra a la
corrupción,
persiguiendo
244.000
"crímenes
económicos" en la primera mitad de 1999, un 28,6%
más que en la primera mitad de 1998. El intento
gradual de Pekín de hacer una reforma económica
sin disturbios sociales ha fracasado. Ahora llega el
crash y con ello el intento de regresar al control
central".
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En el filo de la navaja
Japón: la recesión continúa
El colapso del modelo japonés en sí mismo
representa un punto de inflexión importante. Durante
casi todo el período de la posguerra, Japón actuó
como una de las principales fuerzas motrices de la
economía mundial. Ahora Japón lleva una década en
crisis, hundido en una crisis deflacionaria; es el
primer país capitalista desarrollado que experimenta
este fenómeno desde los años 30, un serio aviso
para todos los demás. Durante los últimos tres años,
el Índice de Precios al Consumo (IPC) japonés sólo
fue del 0’% anual. Esto no refleja un crecimiento de
la productividad, sino una demanda débil y un
exceso de capacidad (sobreproducción). La
situación con relación a los precios de fábrica es aún
más dramática. Durante los últimos nueve años han
caído. Los salarios medios en el sector
manufacturero, hasta el mes de julio de 1999, han
caído un 2’3%.
Los economistas burgueses han elaborado un
sistema para medir el rendimiento económico de un
país. Comparando su crecimiento económico real
con un índice de crecimiento hipotético, basado en
esa misma economía pero a pleno rendimiento, se
halla el diferencial de producción. A pesar de la
arbitrariedad implícita en este método, puede dar
una idea aproximada de los problemas a los que se
enfrenta Japón. La brecha de producción de Japón
es ahora del 8%, una cifra considerable, más grande
que la de cualquier otro país capitalista desarrollado
desde los años 30. La economía más grande de Asia
está tocada por la recesión, y en este estado
cualquier sobresalto serio la empujará más allá del
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En el filo de la navaja
borde del precipicio. Japón entraría en una profunda
recesión, caracterizada, como en los años 30, por
una caída de la demanda, un descenso de los
precios y una reducción de los préstamos bancarios,
provocando el agotamiento de la inversión
productiva, el declive y el estancamiento económico
general.
De particular preocupación para el resto del mundo
—y para EEUU especialmente— es la amenaza de
un colapso del sistema financiero japonés. Si
tenemos en cuenta que Japón es el mayor
prestamista del mundo, la retirada de los préstamos
podría precipitar un colapso general del sistema
financiero mundial, con unos efectos catastróficos.
La extrema dependencia que la economía mundial
tiene de EEUU crea un desequilibrio que amenaza
con desestabilizar a todos los países. Precisamente
porque la clase dominante norteamericana es
consciente de que no puede mantener esta situación
indefinidamente, Washington está presionando a
Japón para que inyecte liquidez, para que su
economía pueda absorber más exportaciones
asiáticas. Las repetidas inyecciones de capital
público el billón de dólares en los últimos seis años
— han convertido a Japón en uno de los países más
endeudados del planeta. Y a pesar de las ingentes
cantidades de dinero que el gobierno ha vertido en la
economía, todavía permanece en recesión:
"Las cifras de Japón demuestran que su economía
se ha vuelto a contraer en el último trimestre,
acabando con lo que parecía una recuperación.
Como ya hemos dicho, Japón ha estado
experimentando un rebrote a medio plazo dentro de
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En el filo de la navaja
un declive a largo plazo. El problema esencial es la
baja tasa de retorno del capital. En otras palabras,
sus beneficios son demasiado bajos para capitalizar
completamente su economía; no es capaz de atraer
inversión extranjera ni tiene los medios estructurales
para integrar la inversión a gran escala. La única
salida a este dilema sería una reestructuración de la
agonizante
economía
japonesa,
incluyendo
bancarrotas masivas, desempleo y miseria. Sus
efectos durarían toda una generación" (Stratfor, el
subrayado es nuestro).
Esta es la perspectiva para el país que fue la fuerza
motriz del capitalismo mundial, el más poderoso. La
nación más exitosa y próspera de Asia se enfrenta a
un futuro de "bancarrotas, desempleo y miseria" que
duraría ¡toda una generación! Teniendo en cuenta la
fuerza colosal del proletariado japonés, estamos
ante una receta acabada para acontecimientos
revolucionarios en Japón en el próximo período.
Están presionando mucho a Japón para que reflote
su economía a toda costa. El motivo es que los
norteamericanos son conscientes de que el conjunto
de la economía mundial depende ahora
exclusivamente de ellos, una situación insostenible.
Les gustaría que Japón liberara una parte del lastre
y absorbiera parte del exceso de productos que
actualmente está anegando los mercados asiáticos.
Pero es más fácil dar un consejo que llevarlo a la
práctica. Durante los últimos años, Japón ha gastado
aproximadamente un billón de dólares en el vano
intento de estimular su economía. Prácticamente el
único efecto que han tenido es endeudarse aún más.
Esta situación no puede durar indefinidamente. La
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En el filo de la navaja
existencia de enormes deudas creará una barrera
objetiva para una nueva expansión del gasto público
y del crédito. En cualquier caso, las medidas
tomadas ya han evidenciado su fracaso al no
obtener los resultados esperados. El destino de
Japón debería ser un sombrío aviso para aquellos
reformistas de izquierda que creen posible encontrar
una salida a la crisis capitalista regresando a las
desacreditadas teorías del keynesianismo.
A pesar de la inyección de ingentes cantidades de
dinero público, la economía japonesa aún está en
una situación muy frágil. En los primeros siete
meses de 1999 —a pesar de que los tipos de interés
nominales en Japón están próximos a cero—, los
préstamos bancarios han caído un 6’5%. La razón
para esta aparente paradoja es muy simple: los
bancos y empresas japoneses se encuentran ya
muy endeudados, ¿para qué pedir prestado más
dinero en esta situación? Es más, si las empresas
japonesas invierten nuevas sumas de dinero en
expandir la capacidad productiva, ¿dónde venderán
sus mercancías? El 40% de las exportaciones
japonesas se destinan a Asia, un mercado hundido.
Sin una recuperación seria a la vista, no tiene
sentido pedir a los capitalistas japoneses que
incrementen la producción.
Algunos economistas esperan que las ingentes
sumas de inversión pública ayudarán a Japón a salir
de la recesión. Dicen que la economía japonesa este
año ha registrado algo de crecimiento. Pero estamos
hablando de una cifra de sólo un 1’5% en una
economía que en el pasado experimentaba tasas de
crecimiento del 10% o más. Es una cifra miserable.
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En el filo de la navaja
En términos relativos, el 1’5% de crecimiento
significa que el PIB japonés es más bajo que en
1997. La recuperación actual es débil y no presagia
un nuevo auge; se trata de una recuperación
temporal —que puede durar unos meses— previa a
otra nueva caída.
Amén de su carácter temporal, este crecimiento
tiene una base completamente artificial: el gasto y el
endeudamiento públicos. Esta situación no puede
continuar indefinidamente. Existen razones objetivas
para que Japón no pueda resolver fácilmente sus
dificultades económicas. La reducida tasa de retorno
del capital y el colapso de su principal mercado —
Asia— convierten en poco probable una
recuperación seria de la economía japonesa en un
futuro próximo. Al contrario, lo más probable es que
se contraiga no sólo en términos relativos, sino
también en términos reales.
El cuadro general es de una espiral descendente,
aunque sin seguir una línea recta. Dentro del cuadro
general
descendente,
se
pueden
producir
recuperaciones temporales como la actual. Esto es
bastante normal e inherente a la naturaleza de los
ciclos capitalistas. En sí misma una mala situación
económica puede ofrecer oportunidades de compraventa para los consumidores y los empresarios,
debido a que la contracción de la demanda origina
una caída de los precios.
"La realidad es que la demanda espera nuevos
declives, una vez llega a un punto bajo, se crean
rebrotes temporales en la actividad económica.
Estos rebrotes no pueden sostenerse porque
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En el filo de la navaja
aumentan la utilización de las empresas ya
extremadamente ineficaces. Esto reduce la tasa
agregada de retorno del capital, frenando la
demanda efectiva. La tendencia principal se
reanuda".
"Más sencillo: en Japón existe demanda real pero
ésta espera hasta que los precios alcancen su punto
más bajo. Japón se está convirtiendo en una
economía donde las actividades carroñeras
constituyen el motor principal del crecimiento.
Cuando el carroñero se encuentra satisfecho, la
economía regresa a su tendencia principal: la
contracción. Eso es lo que está ocurriendo ahora en
Japón. El rebrote cíclico se supera y la tendencia
principal hacia la contracción se reanuda. No existe
una perspectiva inmediata para un cambio en esta
situación" (Stratfor).
¿Existe salida para este impasse? Stratfor sopesa
las opciones que tiene el capitalismo japonés y llega
a conclusiones interesantes:
"Si la depresión es una opción inaceptable, entonces
Japón se encuentra sin una política viable. Debe
mantener los tipos de interés cercanos al cero. Si
sube los tipos, necesario para inducir la formación
de capital y la inversión extranjera, desencadenaría
una oleada de bancarrotas mientras aumenta el
valor del yen. De esta manera, reduciría las
exportaciones, reduciendo el flujo de dinero efectivo
y desestabilizando la industria bancaria una vez
más. Si mantiene los tipos de interés bajos,
entonces desalentaría la formación de capital y
estimularía las ineficacias en la economía".
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En el filo de la navaja
Es bastante divertido seguir los vaivenes y giros de
los economistas burgueses en esta situación. La
amenaza de una profunda recesión a escala mundial
les ha llevado a realizar todo tipo de acrobacias y
saltos mortales, abandonando las posturas que ayer
defendían apasionadamente, a favor de otras
nuevas. Paul Krugman, un destacado economista,
exige a los japoneses expandir su economía
mediante la impresión de papel moneda. "Japón
necesita una política monetaria irresponsable".
Como "el joven que desafía el vuelo del trapecio".
Estos "expertos" vuelan por el aire con gran
facilidad, en un esfuerzo frenético de encontrar una
salida al impasse. En la antigüedad, la Iglesia
Católica Romana solía decir que "todos los caminos
conducen a Roma". Ahora los economistas
burgueses podrían sacar la conclusión de que todos
los caminos conducen a la ruina.
No se puede descartar que el colapso económico
pueda iniciarse en Japón y no en EEUU.
Concretamente con un colapso del sistema bancario,
que sacudiría el mundo hasta sus cimientos.
EEUU: la clave de la economía mundial
La clave de la economía mundial sigue siendo
EEUU. Ahora mismo, el resto del mundo depende
totalmente del gigante trasatlántico. El boom en este
país ha durado un período récord de ocho años y,
desafiando todas las predicciones, parece que
continúa. En la actualidad se vive un importante
boom del consumo, pleno empleo y un auge del
mercado de valores. Estos son precisamente el tipo
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En el filo de la navaja
de síntomas que se ven en el punto álgido de un
boom. ¿Invalida todo esto el análisis marxista?
En todos los booms de la historia se crea la ilusión
de haber descubierto la fórmula mágica que pondrá
fin a los ciclos de boom/recesión para siempre,
fenómeno que se observa una vez más en los
defensores de la llamada nueva economía.
Aseguran que el actual ciclo económico tiene un
carácter totalmente diferente a los del pasado.
Fenómenos como la globalización y la tecnología de
la información habrían transformado la economía de
tal forma que las recesiones serían cosa del pasado.
La combinación de un alto crecimiento, debido a la
elevada productividad, con una inflación baja,
elevados beneficios, casi pleno empleo y un boom
bursátil, proporcionará —afirman— la receta mágica
que creará un ciclo virtuoso de crecimiento sin fin.
Es verdad que el actual ciclo es muy largo para los
niveles de la posguerra, pero hay que tener claro
que históricamente el ciclo capitalista siempre ha
sido elástico. En tiempos de Marx duraba
aproximadamente diez años, así que en primer lugar
no es verdad que el boom actual no tenga
precedentes históricos. En segundo lugar, referirse a
ocho años de expansión es algo engañoso, porque
el boom actual tuvo unos comienzos muy pobres. Al
principio, como apuntamos en su momento, en
EEUU no había casi inversión productiva, ésta sólo
repuntó significativamente durante los últimos cuatro
o cinco años (fundamentalmente desde 1995), y se
limitó fundamentalmente a un sector del proceso
productivo, la tecnología de la información (TI).
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En el filo de la navaja
Se ha hablado mucho de esta tecnología. Es verdad
que a largo plazo tiene unas connotaciones muy
importantes, sobre todo para la planificación de una
futura economía socialista. Pero hasta el momento
no hay motivos especiales para atribuirle cualidades
cuasi milagrosas o revolucionarias.
En cada ciclo siempre hay inventos que dotan a la
economía de nuevos campos de inversión. Ya en las
páginas del Manifiesto Comunista, Marx y Engels
explicaron que el sistema capitalista sólo puede
existir revolucionando constantemente los medios de
producción. Este ciclo no se salta la regla, pero la
excesiva importancia que se da a la tecnología de la
información merece someterla a un examen
detallado. No se puede sostener seriamente que el
impacto de esta tecnología sea más revolucionario
que el de la máquina de vapor en la revolución
industrial, el de los ferrocarriles a finales del siglo
XIX o el de otros inventos, como el barco de vapor,
el telégrafo, el teléfono, la radio, la electricidad, el
motor de combustión interna, la producción en
cadena, la electrónica, la química, los plásticos, los
aviones, la televisión y muchos otros.
El impacto de prácticamente todos estos inventos
fue mucho mayor que el de la tecnología de la
información. La realidad es que, a pesar de todas las
propiedades que se le atribuyen, no hay una prueba
real que demuestre que haya tenido un gran efecto
en el conjunto de la economía norteamericana.
En términos cuantitativos la cantidad de dinero
invertido en la tecnología de la información no se
puede comparar con lo que se invirtió en los
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En el filo de la navaja
ferrocarriles en EEUU en las últimas décadas del
siglo XIX. Tampoco se puede comparar el papel
desempeñado como fuerza motora de la economía
norteamericana. Miremos las cifras. La inversión
empresarial ha aumentado considerablemente en
EEUU en los últimos seis años, del 13% del PIB al
18%, pero ha estado confinada a una franja muy
estrecha de la economía norteamericana, es decir, a
la tecnología de la información, o para ser más
exactos, a la fabricación de ordenadores. Para poner
las cosas en su contexto, este sector no supone más
del
1%
de
la
producción
manufacturera
norteamericana.
No hay duda del enorme potencial de la nueva
tecnología. Con ella sería más fácil planificar la
producción, reduciría los inventarios, reduciría los
plazos de entrega, la naturaleza de la distribución
sufriría una transformación, se producirían todo tipo
de innovaciones en la producción y haría más fácil
para todos el acceso a la información. Esto tiene
profundas implicaciones para el futuro de la
sociedad, y no sólo en el terreno de la producción.
Pero aquí nos limitaremos al uso actual de la TI
dentro de los estrechos confines de la economía de
mercado, regida por el afán de lucro. En principio la
nueva tecnología aumenta la flexibilidad de los
bienes de capital y hace más productiva la inversión
de capital, lo que estimula más la inversión y la
sustitución de trabajo (escaso, caro) por capital.
Sin embargo en la vida real las cosas no son tan
sencillas. Henry Ford dijo una vez: "No estoy en los
negocios para hacer coches, sino dinero". El objetivo
de los propietarios de la industria moderna no es
- 20 -
En el filo de la navaja
diferente. Como explica Marx, los primeros
capitalistas que entran en un nuevo campo de
inversión consiguen enormes beneficios. Bill Gates,
ahora el hombre más rico del planeta, es un buen
ejemplo de esto. Pero con la entrada de más
capitalistas, se desencadena una lucha encarnizada
por los beneficios y muy pronto la media de los
beneficios obtenidos se equilibra. Esta es la etapa
en la que se encuentra hoy EEUU, donde los
fabulosos beneficios conseguidos al principio en la TI
han dado paso al estancamiento e incluso al declive.
Marx explicó la ley fundamental de la economía
capitalista: los beneficios del capitalista son el
trabajo no remunerado de la clase obrera. Por esta
misma razón, la sustitución de trabajo humano por
maquinaria (aunque es progresista y necesario) con
el tiempo hace surgir una contradicción, ya que el
capitalista no puede obtener ni una peseta de
plusvalía de la maquinaria. Sólo el trabajo humano
tiene la propiedad de producir un nuevo valor.
Por esta razón, la introducción de maquinaria y el
consiguiente ahorro de fuerza de trabajo —que
lógicamente en una sociedad socialista conllevaría
una reducción de la jornada laboral, condición previa
para la genuina emancipación de los seres humanos
de la esclavitud del trabajo asalariado—, en la
práctica, siempre conduce a un incremento de la
explotación y específicamente a un aumento de las
horas trabajadas (plusvalía absoluta) o de la
intensidad del trabajo (plusvalía relativa), o a ambas.
Es verdad que la nueva tecnología ha producido un
notable aumento de la productividad en el sector en
- 21 -
En el filo de la navaja
cuestión. ¡Difícilmente podría ser de otra manera! El
principal objetivo de toda nueva tecnología es
aumentar la productividad, ahorrando tiempos. Si no
fuera así, no se invertiría en ella. En la década
pasada, el valor añadido por trabajador en el sector
de la tecnología de la información creció una media
anual del 10’4%: un aumento ciertamente
considerable. Pero lo que aún está por demostrar es
que haya tenido el efecto de estimular la
productividad del conjunto de la economía
norteamericana.
Las estadísticas muestran la tendencia contraria: si
se considera la economía norteamericana en su
conjunto, durante el último período no hubo una
mejora de la productividad. En los años 90, la
inversión en ordenadores en EEUU aumentó catorce
veces, y es difícil un nuevo aumento de la inversión.
El boom en la TI ha sido la excepción, no la regla.
Este hecho revela por sí solo hasta qué punto el
crecimiento de EEUU depende de un solo sector,
situándolo en la siguiente disyuntiva: o se mantiene
o se hunde con él.
Robert Gordon, profesor de economía de la
Universidad de Northwes-tern, dice lo siguiente:
"El rendimiento de la productividad en el sector
manufacturero de EEUU desde 1995 más que
admirable ha resultado pésimo. Si comparamos el
período 1995-99 con 1972-92, no sólo se ha
desacelerado el crecimiento de la productividad en la
manufactura no duradera, sino que el crecimiento de
la productividad en la manufactura duradera, aparte
- 22 -
En el filo de la navaja
de los ordenadores, se ha desacelerado aún más"
(The Econo-mist, 24/9/99).
Los defensores de la nueva economía dicen que los
logros de la productividad representan una
"tendencia regular" en la economía norteamericana.
De hecho, parece que el crecimiento de la
productividad ahora ha alcanzado sus límites. Esto
se puede comprobar en las cifras más recientes.
Después de un gran aumento durante el primer
trimestre de 1999 (3,6 %), en el segundo trimestre
se redujo a un escaso 0,6%, lo que demuestra lo
trivial que resulta afirmar que la productividad podría
aumentar indefinidamente. La realidad es que esta
afirmación carece de cualquier base empírica.
En cada boom vemos el mismo entusiasmo
irracional en aquellos que van a la caza del
beneficio, que para la mayoría de la sociedad no
pasa de una mera ilusión. En un momento
determinado, la sobreinversión conduce a la
sobreproducción. Como explica Marx:
"La razón última de las crisis siempre subyace en la
pobreza y en el consumo restringido de las masas,
que se opone a la tendencia de la producción
capitalista de desarrollar las fuerzas productivas
como si su límite fuera el poder de consumo
absoluto de la sociedad" (El Capital, vol. 3).
Asia, ya alcanzada esta etapa, está afligida por la
sobreproducción general de mercancías, lo que a su
vez conduce a una caída general de los precios, y
no sólo en Asia. El colapso del mercado asiático y la
oleada de mercancías baratas que inunda los
mercados mundiales (en particular EEUU) presiona
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En el filo de la navaja
aún más sobre los precios estadounidenses, donde
el mercado cada vez está más atestado.
Precisamente en este momento del ciclo es cuando
comienzan a manifestarse las contradicciones del
sistema de producción capitalista. La nueva
tecnología no puede eliminar esas contradicciones.
Los límites de la acumulación capitalista
A pesar de parecer lo contrario, las antiguas leyes
ineludibles siguen manifestándose con firmeza en
los cimientos del sistema. Según se acumula el
capital, aumenta la proporción de capital constante
frente al variable. Este aumento se debe a un
cambio en la composición del capital. En términos
absolutos, el capital variable podría aumentar
(empleando más trabajadores), pero la proporción
de trabajo vivo con relación al capital constante se
reduciría. El incremento de la productividad del
trabajo va acompañado por un declive de la parte del
capital variable (salarios) y, aunque los salarios
nominales y reales pueden subir, la tasa de
explotación se incrementa.
La frenética carrera por la caza del beneficio
inevitablemente conduce a la sobreproducción. Ésta
aparece siempre en la cima del boom, precediendo
al colapso. Las empresas tratan de deshacerse de
sus existencias sin vender. Se produce un combate
frenético para reducir los precios, mediante el
descuento e incluso vendiendo a precios inferiores al
coste de producción (dumping). Al mismo tiempo, la
competencia hace que la producción siga
expandiéndose, lo que agrava aún más el problema
de la sobreproducción. Este es el caso particular de
- 24 -
En el filo de la navaja
la nueva tecnología, que depende de la rápida
producción de nuevos modelos, ordenadores más
modernos, etc. Pero en una situación en la que
muchas familias ya poseen un ordenador, este
proceso con el tiempo alcanza un límite. Los
beneficios obtenidos por la modernización de los
ordenadores ya existentes no justifican los elevados
costes de investigación y desarrollo, las nuevas
fábricas, etc.
Ya hay síntomas de que nos estamos aproximando a
esta fase del ciclo. En EEUU hay una infrautilización
de la capacidad productiva. No se pueden subir los
precios, por los enormes stocks de productos
baratos en Asia y la competencia entre los propios
productores norteamericanos. Por otro lado, con casi
pleno empleo e incluso escasez de mano de obra en
algunos sectores, los salarios tienden a aumentar.
En los últimos meses, el precio del petróleo y otras
materias primas ha comenzado a recuperarse. Por
añadidura, la fortaleza del dólar, que ayudó en su
momento a mantener los precios bajos, ha
comenzado a vacilar. Los márgenes de beneficio
están en constante ataque. En este contexto, la
posible subida de los tipos de interés amenaza con
asestar el golpe de gracia que pinchará el boom y
llevará a un hundimiento de la inversión.
Lejos de favorecer, la tecnología y las técnicas de
producción nuevas podrían agravar el problema de
la sobreproducción. Los grandes productores de
ordenadores confían profundamente en una rápida
facturación. Como cada productor está ocupado en
una lucha feroz por la cuota de mercado,
constantemente están expandiendo la oferta
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En el filo de la navaja
potencial, un proceso que a la larga producirá
superabundancia de ordenadores en el mercado y
una caída de precios. En la práctica ya se puede ver
este proceso, que en un momento dado se
expresará en una caída de los beneficios.
Por otro lado, los nuevos métodos de producción,
como el just in time, que intentan igualar la
producción y las ventas a través del control de
inventarios, han fracasado. En teoría, este método
evita la formación de stocks que más tarde
conducen a reducir la producción. En la práctica no
funciona. Generalmente el nivel de stocks que una
empresa mantiene es muy bajo, pero es un factor
muy volátil. Los vaivenes en la formación de stocks
fueron uno de los principales factores de la recesión
de 1990-92 tanto en Gran Bretaña como en EEUU
(donde supusieron tres quintas partes de la caída del
PIB). En una economía socialista planificada sería
posible asegurar el equilibrio entre la oferta y la
demanda, evitando así el despilfarro y las
destructivas crisis de sobreproducción. Bajo la
anárquica producción capitalista, estas crisis son
una condición necesaria e inevitable de su
existencia, a pesar de la nueva economía.
La tasa de beneficios
Por más que los teóricos de la nueva economía
insistan en lo contrario, no hay nada milagroso ni
especial en la tecnología de la información. Por
supuesto que es un avance maravilloso para el
conocimiento y la técnica humana, plagado de
enormes posibilidades para una futura economía
socialista planificada mundial. Pero para el sistema
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En el filo de la navaja
capitalista es sólo un campo más de inversión con el
que acumular riqueza con mayor rapidez. De hecho,
algunos se han hecho de oro. Como siempre, los
primeros capitalistas que entran en un nuevo sector
de inversión pueden conseguir enormes beneficios
por encima de la tasa media, al menos por un
tiempo. Pero después llegan los demás; todos
acumulan, invierten, construyen nuevas plantas,
producen y venden, hasta que los precios
comienzan a caer y la tasa media de beneficios baja
a un nivel más normal.
Los beneficios de los capitalistas sólo pueden venir
del trabajo no pagado a los trabajadores. El aumento
de la composición orgánica de capital conduce
inevitablemente a la caída de la tasa de beneficios.
Esta tendencia también la observan muchos
economistas burgueses, pero son incapaces de
explicarla. Marx fue el único que proporcionó una
explicación científica de este fenómeno, aunque
también explicó que esta ley no era absoluta, sino
sólo una tendencia que se manifestaba a largo
plazo. Podrían darse períodos enteros en los que no
se observara esta tendencia, por la existencia de
factores que la contrarrestasen. Además, los
capitalistas pueden soportar una caída de la tasa de
beneficios siempre y cuando se mantenga el
volumen de los mismos. Pero en un momento dado
también el volumen comienza a caer, y en este
punto es donde se produce una caída de la inversión
y empieza una recesión.
La cuestión por lo tanto no es por qué el capitalismo
sufre crisis, sino por qué el sistema capitalista no
está siempre en crisis. Toda la historia del
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En el filo de la navaja
capitalismo es la historia de sus intentos por superar
sus contradicciones fundamentales. Como explicó
Marx, el capitalismo es capaz de resolver sus
contradicciones a corto plazo "pero sólo a costa de
reproducirlas más tarde a una escala mayor y más
explosiva". Este comentario es muy significativo en
la situación actual del capitalismo mundial.
En el tercer volumen de El Capital, Marx analiza
detenidamente las distintas medidas con las que los
capitalistas contrarrestan la tendencia a la caída de
la tasa de beneficios: a) abaratando las mercancías,
b) aumentando la explotación de la fuerza de trabajo
(a través de las plusvalías absoluta y relativa), c)
incrementando el volumen de negocios, d) mediante
el comercio mundial (en especial con los países
coloniales).
Todos estos factores han estado presentes en el
actual boom. Las nuevas tecnologías han abaratado
los elementos de producción (por ejemplo, los
ordenadores); los ritmos de producción se han
acelerado con una implacable presión sobre los
trabajadores; la jornada laboral se ha prolongado
casi sin límite, a lo que ayudan las nuevas
tecnologías: teléfonos móviles, busca-personas,
ordenadores portátiles, etc. permiten al jefe
esclavizar totalmente a los trabajadores (incluidos
los de cuello blanco) y mantenerlos a disposición de
la empresa 24 horas al día; el volumen de negocios
ha aumentado; la explotación del mercado mundial
("globalización") permite un enorme aumento en la
producción y las ventas; el comercio con los países
subdesarrollados permite a los países capitalistas
avanzados intercambiar menos trabajo por más.
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En el filo de la navaja
El abaratamiento de los medios de producción
Consideremos primero el abaratamiento de los
medios de producción, que está relacionado con la
productividad del trabajo. Un número relativamente
pequeño de trabajadores produce una cantidad
mayor de mercancías. Esto es válido incluso cuando
el número de trabajadores aumenta en términos
absolutos. Tomemos un ejemplo concreto. NAISTAR,
en Indiana, una de las diez principales empresas
manufactureras de EEUU, fabrica motores. Desde
1995 invirtió 285 millones de dólares en nuevo
equipamiento, basado en ordenadores, para una de
sus plantas. Los resultados fueron los siguientes: en
1994, 900 trabajadores fabricaban 175 motores al
día. En 1999, 1.900 trabajadores fabricaban 1.400
motores al día. Es decir, la fuerza laboral se dobló,
pero la producción se multiplicó por ocho.
El aumento de la productividad se consiguió en parte
—y sólo en parte— con el uso de la nueva
tecnología. La maquinaria se desgasta con el uso (o
desuso), pero también se produce el fenómeno que
Marx denominó depreciación moral, es decir,
obsolescencia. En condiciones modernas, la
maquinaria se vuelve obsoleta incluso más
rápidamente que en el pasado. Dadas las ingentes
cantidades de dinero invertidas, los capitalistas
deben asegurarse de que las máquinas serán
amortizadas totalmente, para así recuperar su
inversión y conseguir beneficios. Las fórmulas para
ello no han variado sustancialmente desde los días
de Carlos Marx: la extensión de la jornada laboral y
una presión despiadada sobre los trabajadores para
que trabajen más duro, para tensar cada nervio y
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En el filo de la navaja
músculo. De esta forma pueden
beneficios, al menos inicialmente.
conseguir
La esencia de la productividad es economizar el
tiempo de trabajo —conseguir una reducción del
tiempo necesario para producir una mercancía—.
Pero el aumento de la productividad conduce a
nuevas contradicciones. Marx explica lo siguiente:
"La productividad de la maquinaria es inversamente
proporcional al valor transferido por ella al producto.
Cuanto más larga es la vida de la máquina, mayor la
masa de productos a los que se transmitirá el valor
desplegado por la máquina, y menor la proporción
del valor añadido a cada mercancía individual" (El
Capital, vol. 1).
El nuevo valor no lo puede añadir la maquinaria
(capital constante), sino el trabajo de la clase obrera
(capital variable). La nueva maquinaria abarata el
precio de las mercancías porque reduce el trabajo
vivo. Si la productividad aumenta, es decir, si se
necesita una cantidad menor de trabajo para
producir una mercancía individual, ésta también
incluirá una cantidad menor de valor. Por tanto, su
precio disminuirá. Este fenómeno se puede observar
en cada ciclo capitalista, y el actual no es una
excepción. A propósito, el abaratamiento del precio
de las mercancías también tiene el efecto de
controlar los salarios, ya que el trabajador necesita
para reproducirse un salario menor.
La continua caída del precio de los circuitos
integrados, por poner un ejemplo, ha hecho que los
teléfonos móviles pasen de 1.000 a 350 dólares en
los últimos cuatro años. Se pueden citar más
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En el filo de la navaja
ejemplos similares. The Financial Times (1/9/99)
decía: "En 1996 y 1997, los últimos años de los que
se disponen datos, los precios de las industrias
productoras de TI cayeron una media del 0’7%, por
debajo de la inflación en EEUU, contribuyendo a la
notable capacidad de la economía norteamericana
para controlar la inflación en un período histórico de
bajo desempleo".
Esto tiene importantes implicaciones para la
economía en su conjunto. Para los trabajadores,
como consumidores, significa que toda una serie de
mercancías que con anterioridad eran inaccesibles,
debido a sus elevados precios, ahora se han
convertido en asequibles y comunes. Esto beneficia
a los capitalistas en dos sentidos. En primer lugar, se
amplía considerablemente el mercado para sus
productos. En segundo lugar, el abaratamiento de
las mercancías también contribuye al abaratamiento
de la más preciosa de todas ellas: la fuerza laboral.
Los salarios reales aumentan hasta el nivel que caen
los precios, creándose la ilusión de que los
trabajadores están mejor de lo que en realidad
están. Todo esto a su vez tiende a contrarrestar la
tendencia a la caída de la tasa de beneficios.
Al mismo tiempo, los capitalistas estimulan sus
márgenes de beneficio a través del aumento de las
plusvalías absoluta y relativa. Uno de las
contradicciones más notorias en el período actual es
que la aplicación de nueva tecnología, que debería
significar la reducción del tiempo de trabajo, ha
supuesto precisamente lo contrario. Un científico
expresaba recientemente este fenómeno en
términos gráficos: "No ha existido otro momento en
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En el filo de la navaja
la historia en que se pueda ahorrar tantos recursos,
aunque no sea el caso".
Los trabajadores trabajan hasta la muerte, no sólo
en las fábricas sino también en las oficinas,
hospitales y aulas. Se ha eliminado todo el atractivo
que podía tener el trabajo y en todas partes se está
transformando en un acto monótono. Bajo el
capitalismo, en palabras de Marx, la introducción de
nueva tecnología se convierte en una receta para la
"prolongación de la jornada laboral más allá de los
límites establecidos por la naturaleza humana".
Durante el último período, en todos los países
capitalistas, especialmente Estados Unidos, se ha
prolongado la jornada laboral a través de horas
extras obligatorias, trabajo en fines de semana,
eliminación de pausas y reducción de las
vacaciones. El resultado es un colosal aumento del
trabajo extenuante, el estrés y la agonía del trabajo
duro. Allí donde el trabajo —al menos para algunos
— era con frecuencia placentero, un medio para que
hombre y mujeres realizaran su potencial como
seres humanos —aunque hasta cierto límite—, se ha
transformado en una pesadilla. La obsesión con la
productividad se ha instalado no sólo en las cadenas
de producción, sino también en hospitales, aulas,
etc.
Desde el punto de vista capitalista, todo esto son
buenas noticias, ya que el abaratamiento de los
medios de producción es uno de los mecanismos
principales para mantener o incrementar la tasa de
beneficios. Pero también tiene una cara opuesta.
Como los beneficios de la clase capitalista son el
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En el filo de la navaja
trabajo no remunerado de la clase obrera, la
sustitución sistemática de trabajo vivo por
maquinaria conduce inevitablemente a una pérdida
de plusvalía:
"Por mucho que el uso de maquinaria pueda
incrementar la plusvalía del trabajo elevando la
productividad del trabajo, es evidente que consiguen
este resultado sólo disminuyendo el número de
trabajadores empleados para una cantidad dada de
capital. Eso transforma lo que era anteriormente
capital variable —mano de obra— en maquinaria —
capital constante—, factor que no produce plusvalía.
Es imposible, por ejemplo, extraer la misma
plusvalía de dos que de veinticuatro trabajadores. Si
cada uno de estos veinticuatro hombres produjera
sólo una hora de plusvalía, darían juntos veinticuatro
horas de plusvalía, mientras que veinticuatro horas
es el trabajo total de dos hombres. Por lo tanto, la
aplicación de la maquinaria a la generación de
plusvalía implica una contradicción inherente en ella,
ya que la tasa de plusvalía, no puede incrementarse
excepto a costa de la disminución del otro factor, el
número de trabajadores.
Esta contradicción sale a la luz tan pronto como se
generaliza el uso de maquinaria en una industria
determinada; el valor de la mercancía producida por
la máquina regula el valor de todas las mercancías
del mismo tipo, y es esta contradicción la que a su
vez lleva al capitalista, sin ser consciente de ello, a
una excesiva prolongación de la jornada laboral,
para que pueda compensar el descenso en el
número relativo de trabajadores explotados, a través
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En el filo de la navaja
del aumento no sólo de la plusvalía relativa, sino
también de la absoluta" (El Capital, Marx, vol. 1).
¡Qué bien explicados están estos hechos que todo
trabajador conoce! El actual boom se ha conseguido
a expensas de los nervios y músculos de la clase
obrera. The Economist (25/9/99) explica el tema con
mucha claridad: "Si las empresas llegan a su tope
debido a la inesperada e imprevista fortaleza de la
economía norteamericana, una salida para mantener
paralelo el ritmo de producción a la demanda (en
especial en un mercado laboral apretado) sería
hacer trabajar más duro a los trabajadores
existentes" (el subrayado es nuestro).
Todas las habladurías sobre la supuesta "explosión
de la productividad" al final se reducen a esto. Y
también ha alcanzado sus límites, marcados por los
límites físicos de los trabajadores.
La productividad se reduce, como siempre, a la vieja
e inexorable presión sobre los trabajadores para que
produzcan más en menor tiempo. Esto se puede ver
por todas partes. El trabajo se ha convertido en una
pesadilla, una agonía desprovista de todo placer o
satisfacción humana. La ambición del capital por la
plusvalía es insaciable. La introducción de nueva
tecnología no significa reducir la explotación de la
clase obrera, todo lo contrario: se convierte en un
pretexto para explotarla todavía más. Pero la
escasez de mano de obra en algunos sectores hace
que no sea tan fácil seguir imponiendo nuevas
cargas intolerables sobre los hombros de los
trabajadores. Los capitalistas se van a encontrar con
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En el filo de la navaja
que no pueden seguir exprimiendo tanto a los
trabajadores sin provocar un explosivo malestar.
Los precios de las mercancías y la revolución
colonial
Otra vía para incrementar la tasa de beneficios es
aumentando la explotación de los países coloniales.
Su saqueo sistemático es una característica del
capitalismo desde el siglo XVI. Pero hoy esta
sobreexplotación
ha alcanzado niveles sin
precedentes. La independencia formal conseguida a
través de las luchas heroicas de los pueblos de Asia,
África y América Latina no significó el fin de la
explotación y la opresión. Al contrario, bajo el
capitalismo estos países están más esclavizados y
son más dependientes del imperialismo hoy que
hace cincuenta años. La única diferencia es que el
antiguo dominio militar-burocrático directo se ha
reemplazado por la dominación indirecta a través del
mecanismo del mercado mundial y la deuda.
El dominio del comercio mundial por un número
relativamente pequeño de grandes multinacionales
dotadas de vastos recursos y respaldadas en última
instancia por el poder armado de EEUU y otras
potencias imperialistas significa que pueden
presionar para la reducción del precio de las
materias primas y otras exportaciones de los países
del Tercer Mundo. Pero incluso sin esto, el
intercambio de mercancías entre los países
capitalistas subdesarrollados y los desarrollados es
siempre desigual.
Por utilizar una expresión de Marx, intercambian
más trabajo por menos. Es un juego donde los
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En el filo de la navaja
países pobres nunca ganan. Están condenados a
endeudarse cada vez más y después se ven
obligados a pedir prestado, a intereses enormes, a
sus explotadores, lo que los hunde todavía más en
la miseria. Pero para los capitalistas el bajo precio
de las materias primas sólo es otra forma de
incrementar su tasa de beneficios.
Hasta cierto punto, los países ex coloniales pagaron
el auge económico de la posguerra en los países
capitalistas avanzados. Con la explotación de los
países más pobres del planeta, los imperialistas
amasaron enormes beneficios. El colapso del precio
del petróleo y otras mercancías a principios de los
años ochenta fue una de las razones del boom de
aquella década y en gran medida de la subida del
mercado de valores norteamericano. Hace tiempo,
Marx explicó que la expansión del comercio mundial
–en particular el comercio con los países coloniales–
sirve para abaratar los medios de producción y así
incrementar la tasa de beneficios.
El descenso del precio de las mercancías disminuyó
el coste de producción y el coste de la vida en los
países industrializados, facilitando la formación de
capital, pero fue a expensas de los pueblos más
pobres del planeta. Gracias al mercado mundial y a
los términos desiguales del comercio, los países
capitalistas avanzados intercambiaron más trabajo
por menos.
Esto ha llevado directamente a la crisis de la deuda
del Tercer Mundo, que somete a los pueblos
coloniales a una nueva forma de saqueo en forma
de elevados tipos de interés. La sangre, el sudor y
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En el filo de la navaja
las lágrimas de cientos de millones de hombres,
mujeres y niños están acuñando el oro para ricos
parásitos; la riqueza de las naciones se está
agotando en un intento inútil y sin fin de hacer frente
al servicio de la deuda. Ésta es una receta acabada
para una nueva etapa explosiva en la revolución
colonial en el próximo período. ¡Y todavía los
apologistas del capital presentan esta situación
como un boom!
El imperialismo USA es la mayor potencia militar y
económica de la Historia, pero no puede utilizar todo
su poder como quisiera. Motivada por el interés
propio y el beneficio a corto plazo, ha utilizado sus
músculos para obligar a todo el mundo a bailar a su
ritmo. La demencial carrera iniciada bajo la bandera
de la "liberalización" ha introducido un nuevo y
explosivo elemento de inestabilidad en la economía
mundial. Los grandes monopolios, con el entusiasta
respaldo de los gobiernos occidentales, piden a los
países del Tercer Mundo que eliminen sus aranceles,
abran de par en par sus mercados y privaticen todas
sus industrias.
De esta forma, quedan a merced del imperialismo.
Sus economías han sido saqueadas y su industria
nacional, desmantelada. La verdadera cara de esta
"liberalización" es el robo descarado y la total
esclavitud de los pueblos. Es una amarga y cruel
medicina que tendrá serias consecuencias más
tarde. Pero, ¿por qué no disfrutar del carnaval de
hacer dinero mientras dure?
"Los bajos precios de las mercancías, de las cuales
el petróleo es la más importante", se puede leer en
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En el filo de la navaja
Stratfor, "impulsaban la economía norteamericana
hacia arriba mientras amortiguaban el declive de
Asia. Los precios bajos también han tenido el efecto
contrario y han dañado de gravedad a los países
exportadores de mercancías. Desde Venezuela
hasta Arabia Saudí o Indonesia, el efecto del bajo
precio del petróleo en las economías nacionales ha
sido catastrófico desde el inicio de 1999".
La amenaza que suponía la caída de los precios de
las mercancías conmocionó a los principales países
productores de petróleo. Incluso antiguos rivales
como Arabia Saudí y Venezuela llegaron a un
acuerdo (al menos temporalmente) para restringir la
producción de petróleo en un intento de estimular su
precio. Esto pareció funcionar. En los primeros cinco
meses de 1999 los precios del petróleo casi se
duplicaron, en parte porque los países productores
de petróleo han reducido la producción. En el
pasado estos intentos siempre han fracasado porque
al final cada Estado anteponía sus propios intereses.
Estos países dependen de las exportaciones de
petróleo para pagar sus deudas y mantener el
funcionamiento de sus servicios básicos. Por lo tanto
siempre acaban vendiendo en secreto más petróleo.
No hay razón para pensar que esta vez sea
diferente.
La auténtica razón para la recuperación (temporal)
de los precios del petróleo es la esperanza de que la
recuperación en Asia continuará y aumentará la
demanda de petróleo. Además la inestabilidad en
Asia Central ha hecho surgir dudas con relación a
las primeras perspectivas, optimistas, para la
producción de petróleo en esa región. Estas
- 38 -
En el filo de la navaja
consideraciones entran en los cálculos de aquellos
que controlan los movimientos especulativos en el
mercado mundial de mercancías.
Pero este capital puede huir de una determinada
mercancía con la misma rapidez con que la busca.
Por lo tanto es más que probable que al actual auge
de los precios del petróleo le siga una nueva caída.
Esto tendrá efectos de mucho mayor alcance en
países como Irán, Venezuela, México, Indonesia,
Arabia Saudí e incluso Rusia, todos están
experimentando ya inestabilidad social y política
relacionada con los profundos virajes en el precio del
petróleo.
Al menos temporalmente, se ha invertido la
tendencia descendente de los precios mundiales de
las mercancías. Los precios del petróleo han subido
abruptamente, así como los de otras mercancías
(aunque los minerales no han seguido el ritmo del
petróleo). Desde los diez dólares por barril, el precio
del crudo del Mar del Norte ha subido a más de 18
dólares. Este es el precio más elevado del petróleo
desde diciembre de 1997. Eso significa que los
precios del petróleo han subido casi un 80% en
cuatro meses. El efecto combinado de los recortes
de la producción y la expectación de una
recuperación económica asiática han sido las
fuerzas principales que han hecho subir los precios.
Teniendo en cuenta que la recuperación de Asia no
será tan fuerte ni tan larga como se espera, al boom
de los precios del petróleo le seguirá una nueva
caída. El petróleo y las otras mercancías se verán
golpeadas por una caída de la demanda. Por otro
- 39 -
En el filo de la navaja
lado, es poco probable que los países productores
del petróleo sean capaces de llegar a un acuerdo
para mantener baja la producción cuando todos
dependen de las exportaciones de crudo como
principal o única fuente de ingresos.
La naturaleza de la economía capitalista es moverse
en vaivenes cíclicos que tienen un carácter
totalmente anárquico. Las mercancías se pueden
vender por encima o por debajo de su valor, un
fenómeno normal que se da por el juego de la oferta
y la demanda. En la época moderna estos vaivenes
son más convulsivos por la intervención de los
grandes monopolios, que se dedican a actividades
especulativas a escala gigantesca.
El advenimiento de la globalización y la abolición de
los controles sobre los movimientos de capital, que
la burguesía ha seguido con entusiasmo en nombre
de la "liberalización" durante los últimos diez o veinte
años, han extendido aún más la turbulencia de estos
fenómenos provocando que los shocks adquieran
una escala global. La cadena de devaluaciones en
Asia hace dos años fue una manifestación de esta
locura, así como las violentas sacudidas en el precio
del petróleo y otras mercancías. Respecto al futuro
de los precios del petróleo Stratfor (6/7/99) avisa:
"Parte de la explicación [del aumento de los precios
del petróleo] es cíclica. No hay duda de que el precio
del petróleo, por debajo de 10 dólares el barril, era,
en términos reales, el más bajo desde los años 30.
Eso era poco razonable para la OPEP, Asia y Asia
Central, esos precios eran demasiado bajos. Pero la
cuestión importante es si el aumento de los precios
- 40 -
En el filo de la navaja
representa un cambio fundamental en la geometría
económica del globo. Es interesante para nosotros
que el aumento de los precios ha estado confinado
al terreno del petróleo, al menos en cuanto a su
magnitud. Eso nos indica que a largo plazo el
colapso en el precio de las mercancías, un factor
dominante en la economía global durante una
generación, no ha terminado todavía".
El
representante
principal
del
capital
norteamericano, Alan Greenspan, y la Reserva
Federal, todavía están preocupados por el rebrote
de la inflación. Parece extraño porque la inflación en
este ciclo ha alcanzado unos niveles muy bajos, lo
que es uno de los principales argumentos utilizados
por los adalides de la nueva economía para
defender la opinión de que los días de booms y
recesiones han pasado. Pero hay razones
especiales para que EEUU haya mantenido una
inflación baja y también para que no pueda durar
mucho tiempo.
En general el fenómeno de la caída de los precios
(deflación) a escala mundial está relacionado con la
sobreproducción y la baja demanda. La crisis en
Asia ha agravado esta tendencia y producido un
golpe de efecto. Las importaciones baratas desde
Asia han tenido como consecuencia el enfriamiento
de los precios en EEUU, igual ha ocurrido, hasta
hace poco, con la caída de los precios de las
materias primas. El elevado tipo de cambio del dólar
también ha tenido el efecto de una nueva reducción
del precio de las importaciones.
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En el filo de la navaja
Pero ahora todo este fenómeno se está volviendo en
su contrario. Los precios del petróleo están subiendo
sensiblemente y otros precios de materias primas
están más firmes; mientras, el dólar está
comenzando a bajar, en especial frente al yen. Todos
estos factores tomados en conjunto provocan un
encarecimiento de los costes de producción de las
empresas norteamericanas. Esto significa que la
Reserva Federal se sentirá tentada a subir los tipos
de interés. Esto tiene implicaciones serias para la
Bolsa y la economía norteamericana en general.
‘Lo pequeño es bello’
Se ha cultivado con frecuencia el mito de que el
sistema capitalista se basa en el espíritu empresarial
de una multitud de pequeños negocios. Con relación
a esto se cita específicamente el desarrollo de la
tecnología de la información. Es verdad que muchos
de los avances más innovadores en el campo
tecnológico proceden de pequeños negocios o
incluso de individuos con ideas brillantes. Pero esto
no es nada nuevo. En el pasado también se pudo
ver un fenómeno similar. Los genios individuales
como Edison, Marconi o Stevenson desarrollaron
nuevas técnicas. Pero tan pronto como la nueva
tecnología entra en el reino del mercado, siempre
son necesarias grandes sumas de capital para su
desarrollo y comercialización. La nueva tecnología
sólo puede ser adquirida por los grandes
capitalistas. Así que la heroica época de los
pequeños negocios y los solitarios genios
innovadores pronto da paso al dominio de los
monopolios, que es el resultado inevitable de la
competencia entre los pequeños productores.
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En el filo de la navaja
Como toda nueva tecnología, la TI es cara, implica
una enorme disposición de capital, en particular en
sus etapas iniciales. De esta forma una nueva
fábrica de tecnología punta en EEUU supone el
gasto de mil o dos mil millones de dólares y se
vuelve obsoleta en cuatro o cinco años. Es evidente
que estas grandes sumas de capitales sólo están
disponibles para los grandes monopolios y aquellas
personas como Bill Gates. De esta forma cuando se
dice que lo pequeño es bello se está haciendo pura
demagogia. Más que en cualquier otro período de la
historia la actual es la época de los monopolios.
En las primeras etapas los pequeños capitalistas
pueden conseguir dinero (el inventor genial con su
negocio en un garaje) pero rápidamente se vuelve
inviable. Los pequeños negocios son desplazados
por las grandes empresas que disponen de las
sumas de dinero necesarias de capital para poder
impulsar el proceso de acumulación. Aquellos
capitalistas que poseen una mayor acumulación de
capital, acumulan más beneficios que los pequeños,
aunque los últimos pueden disfrutar de una tasa de
beneficios más elevada. Los grandes capitales
siempre desplazan a los pequeños. Como explica
Marx:
"En la competencia, el aumento del capital necesario
para lograr con éxito crear una industria
independiente siguiendo el aumento de la
productividad asume el siguiente aspecto. Tan pronto
como universalmente se ha establecido el nuevo y
más caro equipamiento, los capitales más pequeños
son excluidos de estas empresas. Los capitales más
pequeños podrán llevar una actividad independiente
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En el filo de la navaja
sólo durante la etapa incipiente de invenciones
mecánicas" (El Capital, vol. 3).
Durante este período se ha visto un aumento masivo
de la concentración de capital, es decir, un aumento
masivo de la riqueza y el poder de una pequeña
minoría en un extremo y en el otro un aumento
superior de la pobreza, la miseria, la degradación y
la enfermedad. Esta tendencia ya prevista por Marx,
negada constantemente por los sociólogos
burgueses durante décadas, es ahora un hecho
innegable. Sólo en la primera mitad de 1998, las
absorciones empresariales en EEUU implicaron la
astronómica cantidad de 949.000 millones de
dólares. No menos del 20% de toda la actividad
económica. En la primera mitad de 1999 hubo
implicada una cantidad adicional de 570.000
millones de dólares en las fusiones.
Esto no se limita a EEUU. En el mismo período, las
fusiones en la UE alcanzaron los 346.000 millones
de dólares. Y esta tendencia no muestra signos de
reducirse. El proceso de fusiones en todo el mundo
en los tres primeros trimestres de 1999 supuso el
16% más que en el mismo período del año anterior,
alcanzando un nuevo récord de 2,2 billones de
dólares, de acuerdo con Thompson Financial
Securities. En el último trimestre la mayoría de estas
fusiones se hicieron en Europa.
Este proceso de concentración de capital también
representa una concentración colosal de riqueza y
poder en pocas manos, con el correspondiente
aumento de la desigualdad social. En 1992 había
sólo doce multimillonarios (en dólares) en EEUU. En
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En el filo de la navaja
1998 eran 170. Ahora hay más de 200. Bill Gates
tiene un ingreso personal anual que excede al de
120 millones de norteamericanos juntos.
Esta fabulosa riqueza está acuñada con la
explotación de la clase obrera. La parte del ingreso
ganada por el 20% más rico de los norteamericanos
creció del 48,9% en 1992 al 49,2% en 1998. Sin
embargo durante 25 años los niveles de vida de los
trabajadores norteamericanos no subieron en
absoluto y los sectores más pobres vieron cómo su
nivel de vida se reducía. A pesar de que los salarios
reales han comenzado a subir, la parte de la clase
obrera en la riqueza total generada continúa
descendiendo, como demuestran las cifras
anteriores.
Las colosales sumas de dinero que alcanzan las
absorciones no representan inversión productiva.
Esta actividad no desarrolla las fuerzas productivas.
Todo lo contrario, el resultado final de estas fusiones
es invariablemente el mismo: cierres, despidos,
disminución de la producción, es decir, la
destrucción sistemática de las fuerzas productivas.
Ocurre como con la cama de Procustro, donde al
desafortunado invitado se le cortaban los brazos y
las piernas para ajustarlo a su medida. Igualmente a
las fuerzas productivas se le han quedado pequeños
los límites del Estado nacional y la propiedad
privada, que tienen un tamaño excesivamente
reducido.
El diezmo sistemático de las fuerzas productivas
durante las últimas dos décadas simplemente refleja
la rebelión de las fuerzas productivas frente a la
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En el filo de la navaja
camisa de fuerza que representa el sistema de
beneficios. La naturaleza cada vez más parasitaria
del capitalismo moderno se revela gráficamente en
el dominio del capital financiero.
El dominio del capital financiero
En la última década el poder de los bancos y los
monopolios ha alcanzado niveles históricos. La
mejor expresión de este fenómeno se puede ver en
el aumento sin precedentes del poder de los bancos
centrales en los últimos veinte años. La vieja idea de
los reformistas y keynesianos de arreglar el
capitalismo se sostenía en la idea de que los
gobiernos pueden manipular la economía utilizando
instrumentos como los tipos de interés. Ahora todo
esto ha cambiado. Los bancos centrales exigen total
independencia para controlar los tipos de interés.
En Gran Bretaña, el gobierno de Blair cedió
inmediatamente al Banco de Inglaterra el control de
los tipos de interés. Igualmente los gobiernos de la
Unión Europea han cedido gran parte de la política
económica a los directivos no electos del Banco
Central Europeo (BCE). Esto era algo impensable
hace quince años. Nunca antes en la historia los
bancos han tenido tanto poder. Esto representa un
abandono total de la vieja política keynesiana, lo que
añadirá una dimensión nueva y más convulsiva a la
crisis del capitalismo.
En el pasado, cuando todas las monedas estaban
sujetas al patrón oro —medida que obligaba a una
disciplina financiera—, no era posible jugar con los
tipos de cambio. Todas las monedas tenían que
estar respaldadas por el equivalente universal, el
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En el filo de la navaja
oro. Esto proporcionaba un patrón objetivo y evitaba
los peligros de tensiones inflacionistas por la subida
de la oferta monetaria. Después de la Segunda
Guerra Mundial, se mantuvo el vínculo con el oro,
aunque indirectamente a través del patrón de
cambio del dólar. El dólar se aceptó como el medio
universal de cambio.
Esto reflejaba la correlación real de fuerzas que
emergió entre las potencias capitalistas después de
la guerra. El imperialismo norteamericano emergió
de la guerra con su base productiva intacta y dos
tercios de la oferta mundial de oro en las cajas
fuertes de Fort Knox. De esta forma el dólar
literalmente era tan bueno como el oro aceptándose
como tal en los demás países. El abundante flujo de
dólares canalizado por el Plan Marshall y otras vías
fue utilizado como un lubricante del comercio
mundial y jugó un papel importante en el auge de
1948-74.
Sin embargo, la política del keynesianismo ("dirigir el
capitalismo"), la financiación del déficit, las guerras
de Vietnam y Corea, y otras medidas equivocadas,
hicieron surgir una orgía de inflación. Antes de la
guerra existía poca o ninguna inflación, como ocurría
en los tiempos de Marx. En realidad los precios en
Gran Bretaña en 1932 tenían el mismo nivel que en
1666. Desde entonces los precios se multiplicaron
en Gran Bretaña por cuatro mil veces su nivel, y en
EEUU por más de mil. A principios de los años
setenta todos los países capitalistas avanzados se
enfrentaban a la perspectiva de una hiperinflación
tipo América Latina. El keynesianismo —como el
crédito en general— llevó al sistema capitalista más
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En el filo de la navaja
allá de sus límites normales, pero sólo a cambio de
la inflación.
Al final a la clase dominante no le quedó otra
alternativa que dejar a un lado este tipo de política y
recurrir a un ataque sistemático al Estado del
bienestar, poniendo en práctica una política de
privatización y recortes despiadados del gasto
público en un intento de regresar a la política de
presupuestos equilibrados y "dinero sano" del
pasado. Ésta es la base real del monetarismo y el
thatcherismo — su reflejo político—, que han
dominado en los pasados veinte años.
El
abandono
del
modelo
en
bancarrota
fundamentado en "dirigir el capitalismo" no fue el
resultado de un simple capricho o la malevolencia de
la clase dominante. Ahora los utópicos reformistas
de izquierda sueñan con un regreso a los viejos y
buenos días del keynesianismo. Exigen, no el
socialismo, sino "el capitalismo con rostro humano".
Imaginan que es posible controlar el capital y
eliminar sus características desagradables. En
realidad, la burguesía se vio obligada a abandonar el
keynesianismo porque amenazaba con hundir todas
las economías del mundo occidental en la
hiperinflación. Siguiendo por ese camino no hay
solución posible.
Sin embargo, el intento de regresar a las antiguos y
desacreditadas políticas ortodoxas de presupuestos
equilibrados y "dinero sano" ha originado nuevas
contradicciones insolubles. El giro hacia el
monetarismo en los años ochenta originó la recesión
más profunda desde la Segunda Guerra Mundial en
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En el filo de la navaja
EEUU y Gran Bretaña. Por estos medios es verdad
que han logrado controlar la inflación, al menos
temporalmente. La tasa media de inflación en las
economías de la OCDE está justo por encima del
1%. Pero lo han conseguido destruyendo una gran
parte del aparato productivo, con profundos recortes
en el gasto público y ataques a los niveles de vida,
medidas todas que al reducir el mercado agravan
aún más la crisis. A finales de los años ochenta, el
capitalismo mundial ya se estaba dirigiendo hacia
una profunda recesión. La razón principal por la cual
la recesión que se produjo entre 1990 y 1992 aún no
se convirtió en una recesión profunda fue el boom en
Asia. Sin embargo este proceso ahora ha alcanzado
sus límites.
Ni el keynesianismo, ni el nuevo dogma del
monetarismo podrán resolver los problemas del
capitalismo. Es verdad que parcialmente (y
temporalmente), tuvieron éxito en controlar la
inflación, ¡pero a qué precio! A pesar del actual boom
no han tenido éxito en regresar a la edad dorada del
auge de la posguerra. La persistencia de elevados
niveles de desempleo en las principales economías
capitalistas incluso en un boom es un síntoma de la
enfermedad subyacente del sistema. El actual boom
ha estado acompañado de un ataque despiadado a
los niveles de vida y a las condiciones laborales. Es
un boom a expensas de la clase obrera. Todos los
gobiernos, sean de derecha, "izquierda" o centro,
están siguiendo la misma política de recortes del
gasto público. ¿Qué ocurrirá en la siguiente
recesión?
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En el filo de la navaja
Los precios en los países capitalistas avanzados
sólo han subido un 2% anual. Sin embargo, en
primer lugar esto no significa que hayan vencido la
inflación, como se afirma muy a menudo. Los
precios continúan subiendo, pero a un ritmo lento.
Incluso aunque tuvieran éxito en reducir la inflación a
cero, hay que recordar que la ausencia de inflación
no significa que la alternancia de booms y
recesiones haya desaparecido. En los días de Marx
los ciclos duraban diez años aunque la inflación
prácticamente no existía. Igualmente la mayor
recesión en la historia, el crash de 1929, tuvo lugar
en un momento en que los precios eran estables.
En segundo lugar, los economistas burgueses no
están convencidos de que se haya eliminado del
todo la inflación. La subida de los precios de los
activos y las acciones es también un tipo de
inflación, y muy peligrosa. En EEUU los economistas
temen que el debilitamiento del dólar y la
recuperación en los últimos meses del precio del
petróleo y otras mercancías puedan conducir a una
reaparición de las presiones inflacionarias. Esto a su
vez puede conducir a un aumento de los tipos de
interés que pincharía el boom y llevaría a una
recesión. The Econo-mist (25/9/99) observaba hace
poco lo siguiente: "Lejos de estar muerta, la inflación
ha tomado un disfraz nuevo y más peligroso".
El argumento de que la ausencia de inflación
significa la abolición de los ciclos de boom/recesión
es totalmente falso y demuestra una total ignorancia
de la historia. La inflación también era baja en los
años veinte, antes del colapso de 1929, y los era
también en Japón en los años ochenta, antes de la
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En el filo de la navaja
recesión de la que todavía no se ha recuperado. Los
estrategas del capital muestran una gran
preocupación en privado. El problema está en que
los efectos de la "exuberancia irracional" que Alan
Greenspan mencionó hace tres años acaben
saliendo a la superficie. Ahora Greenspan guarda
silencio.
No hay duda de que teme hablar y que sus palabras
puedan ocasionar un repentino hundimiento de la
confianza. No haciendo nada, la Reserva Federal
(Fed) se ha convertido en un cómplice silencioso de
lo que es en realidad un ejercicio imprudente y
peligroso. Se ha apoderado en EEUU la ilusión de
que cualquier forma de enriquecimiento refuerza el
avance hacia un tipo de capitalismo paradisíaco y
próspero. La nueva economía es simplemente un
reflejo pseudoacadémico de la irracional creencia en
esta idea. El loco carnaval de hacer dinero por
procedimientos rápidos parece no tener fin. ¡Es
tiempo de fiesta para todos! Y en medio de esta
juerga, no hay lugar para caras agrias o palabras de
advertencia. Comed, bebed y estad felices, mañana
los precios de las acciones subirán de nuevo. Así ha
sido y será siempre.
La degeneración del sistema capitalista se expresa
en múltiples aspectos, no menos en el carácter y la
conducta de sus representantes, tanto políticos
como financieros. En los buenos días del oro, los
banqueros se suponían hombres respetables,
dedicados a la causa del dinero sano y los
presupuestos equilibrados. Pero en la época de
decadencia senil del capitalismo, cuando los bancos
centrales han acumulado un poder sin precedentes
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En el filo de la navaja
en sus manos, la conducta de los banqueros
centrales es todo menos responsable. Y no será por
la falta de avisos. "Sea cual sea el método utilizado
para medir, Wall Street se encuentra ahora más
sobrevalorado de lo que lo estaba en vísperas del
crash de 1929 o de 1987" (The Economist).
En el pasado se decía que el papel de la Fed era
llevar el cuenco de ponche cuando la fiesta estaba
en pleno apogeo. Pero ya no es este el caso.
Mientras públicamente hablan de cara a la galería de
fidelidad y austeridad, Alan Greenspan tolera la
formación de la mayor orgía de especulación
financiera de la historia, aunque debería ser
consciente de los peligros que ello implica. Es como
el emperador Nerón, que se divertía mientras Roma
se quemaba. En realidad, subiendo los tipos de
interés un miserable cuarto de punto, ha echado
más leña al fuego de la especulación bursátil. De
esta forma, el viejo dicho de "a quién los dioses
desean destruir, primero le vuelven loco" es
totalmente correcto.
Marx sobre el crédito
Las barreras fundamentales para el desarrollo de las
fuerzas productivas en la época moderna son la
propiedad privada de los medios de producción y el
Estado nacional. Sin embargo, durante un tiempo el
sistema pudo superar parcialmente estas barreras
por una serie de medios, como el desarrollo del
comercio mundial y la expansión del crédito. Hace
tiempo Marx explicó el papel del crédito en el
sistema capitalista. Es un medio a través del cual el
mercado puede ir más allá de sus límites normales.
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En el filo de la navaja
En el mismo sentido la expansión del comercio
mundial puede proporcionar una salida durante un
tiempo, a costa de preparar una crisis catastrófica
aún mayor en el futuro:
"La
producción
capitalista
está
ocupada
constantemente en el intento de superar sus
barreras innatas, pero superarlas por medios que
luego harán que estas mismas barreras adquieran
un tamaño formidable. La barrera real de la
producción capitalista es el propio capital" (El
Capital, vol. 3).
El circuito de la producción capitalista depende entre
otras cosas del crédito. La solvencia de un eslabón
de la cadena depende de la solvencia del otro. La
cadena se puede romper por numerosos puntos.
Más pronto o más tarde, el crédito debe saldarse en
efectivo. Con demasiada frecuencia aquellos que se
endeudan durante el proceso de auge capitalista se
olvidan de este hecho. En la primera fase de
expansión capitalista, el crédito actúa como un
estímulo de la producción: "el desarrollo del proceso
productivo se alarga por el crédito, y éste conduce a
una extensión de las operaciones comerciales o
industriales" (El Capital, vol. 3).
Ésta es sólo una cara de la moneda. La rápida
expansión del crédito y la deuda empuja el mercado
más allá de sus límites normales, pero en un cierto
momento esto vuelve a su posición original. Durante
el boom el crédito parece no tener límites, como el
Cuerno de la Abundancia de la antigua mitología
griega. Pero tan pronto como aparece la crisis la
ilusión se desvanece. Los reembolsos se retrasan,
- 53 -
En el filo de la navaja
las mercancías no se venden en los mercados ya
abarrotados y los precios caen.
El desarrollo del mercado mundial no altera este
proceso fundamental, salvo en que cuando se
manifiesta lo hace con un alcance inmensamente
mayor. La acumulación de deudas en última
instancia hace más profunda y más prolongada la
crisis de lo que hubiera sido de otra forma. La
reciente historia de Japón es más que suficiente
para confirmar esto. Después de una década de
boom, caracterizada por el aumento rápido de los
precios de los activos y las acciones, la burbuja
estalló finalmente debido a un marcado aumento de
los tipos de interés. La situación fue muy similar a la
de EEUU en la actualidad. El 25 de diciembre de
1989, el Banco de Japón subió los tipos de interés
causando una profunda caída de la Bolsa, pero
como los precios de la tierra aún continuaban
subiendo fue necesario una nueva subida de los
tipos de interés.
En total los tipos subieron un 6% y a final de año los
precios de las acciones cayeron al 40%. A pesar de
todo el Banco de Japón mantuvo los tipos de interés
elevados, medida entonces alabada por los
economistas, que destacaron el prudente manejo de
la economía por parte de la entidad japonesa. El
resultado fue prolongar la recesión durante una
década.
Con la globalización y la abolición de las
restricciones al crédito y las transacciones
financieras, el alcance de la expansión nunca antes
fue tan grande, ni tuvo el potencial para un crash a
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En el filo de la navaja
escala mundial. Sin embargo la crisis no se origina
por el capital ficticio, por las estafas de la Bolsa y el
uso excesivo del crédito. Marx lo explica en el tercer
volumen de El Capital:
"También ignoramos estas falsas transacciones y
especulaciones que favorece el sistema crediticio.
Una crisis sólo se puede explicar como resultado de
una desproporción en la producción entre el
consumo de los capitalistas y su acumulación. La
sustitución del capital invertido en producción
depende en gran medida del poder de consumo de
las clases no productivas; mientras, el poder de
consumo de los trabajadores está limitado, en parte
por las leyes salariales, en parte por el hecho de que
son utilizados en la medida que son rentables para
la clase capitalista. La razón última para todas las
crisis reside en la pobreza y el consumo restringido
de las masas frente al vigor de la producción
capitalista en desarrollar las fuerzas productivas
como si existiera sólo un poder de compra absoluto
de la sociedad y éste fuera su límite" (El Capital, vol.
3)
La expansión del comercio mundial y la apertura de
nuevos mercados en Asia también proporcionaron
un estímulo temporal, pero sólo a costa de provocar
un colapso incluso mayor. La verdad del penetrante
análisis de Marx sobre la naturaleza de las crisis
capitalistas se demuestra con lo acontecido en Asia.
Se presentó como un vasto mercado de miles de
millones de personas que proporcionarían una
reserva inagotable de demanda para las
mercancías, servicios e inversiones occidentales. Al
principio la promesa parecía hacerse realidad. Para
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En el filo de la navaja
Occidente el mercado asiático era grande y en
expansión y logró evitar que la recesión de 1990-92
se transformase en una depresión.
Ahora todas las antiguas ilusiones se han hecho
cenizas. El supuesto mercado chino, como ya
dijimos hace ocho años, no era tan grande como se
pensaba. Bajo el capitalismo un mercado no es lo
mismo que el tamaño de su población. Si ese fuera
el caso Bangladesh sería un mercado muy
importante. El tamaño de un mercado depende del
poder adquisitivo. El poder de compra de la gran
mayoría de los chinos es muy bajo. Este hecho
pronto comenzó a ser evidente para los
observadores extranjeros. Comenzaron a aparecer
artículos en la prensa occidental con títulos tipo
"Cómo no vender 1.200 millones de tubos de pasta
de dientes". La ilusión de los capitalistas consistía en
confundir las necesidades humanas reales de la
población de China con el poder de compra real y
limitado de las masas en China y el resto de Asia.
La contradicción central del capitalismo es que el
ansia por la plusvalía lleva a desarrollar las fuerzas
productivas hasta un punto donde la masa de
mercancías no puede ser absorbida por el mercado.
En este punto aparece la sobreproducción. Durante
un tiempo pueden eludir esta contradicción
invirtiendo en lo que Marx llama departamento I, es
decir, la producción de los medios de producción,
maquinaria, fábricas, investigación y desarrollo, etc.
Pero las contradicciones siempre reaparecen, ya
que en determinado momento el aumento de la
inversión en nuevas plantas y maquinaria se traduce
en una masa de mercancías.
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En el filo de la navaja
En Asia hemos visto un ejemplo clásico de este
proceso, que ha tenido lugar casi en condiciones de
laboratorio. La persecución de un mercado nuevo y
potencialmente lucrativo atrajo un enorme volumen
de inversión en Asia. Esto llevó a la construcción de
nuevas fábricas con maquinaria moderna para sacar
ventaja de los bajos salarios de la fuerza laboral en
China y otros países asiáticos. Sólo ahora los
estrategas del capital parecen ser conscientes de las
implicaciones revolucionarias de este proceso. Las
huelgas generales de Corea del Sur son una
muestra de lo que ocurrirá mañana en China, Japón
y en todos y cada uno de los países de Asia. La
realidad de la crisis capitalista encenderá la
conciencia de las masas.
Desde un punto de vista estrictamente económico
Asia es ahora una prueba viva de la afirmación de
Marx de la inevitabilidad de la sobreproducción. El
origen del colapso en Asia no era el enorme
endeudamiento, la corrupción y la ineficacia que tan
frecuentemente
citaban
los
economistas
occidentales (antes de la crisis estas economías
eran presentadas como modelos de eficacia y
prueba de la superioridad de la economía de
mercado). Estos factores eran simplemente
manifestaciones externas de un problema más
profundo.
Si el mercado asiático hubiera continuado
expandiéndose, generando mayores ventas y
beneficios, nadie habría prestado la más mínima
atención a sus deudas, fraudes o desequilibrios.
Además este tipo de cosas siempre está presente en
cada boom capitalista y en la actualidad lo están en
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En el filo de la navaja
la economía norteamericana. Sólo cuando se hace
más evidente que la economía se encamina hacia la
crisis, cuando aparece la sobreproducción (en
condiciones modernas, en forma de exceso de
capacidad), la demanda y los precios comienzan a
caer y los márgenes de beneficios disminuyen, es
cuando el mundo del dinero repentinamente se da
cuenta se da cuenta del hecho de que todo el
edificio está construido sobre cimientos de barro. Por
consiguiente no es la ausencia de confianza lo que
causa la crisis sino la existencia de crisis lo que
causa un colapso de confianza, que se manifiesta en
el abandono de la moneda (el bath tailandés, por
ejemplo), escándalos financieros y crash bursátiles.
En la medida que el impacto de estos fenómenos es
muy dramático y se instala en la psicología de
millones de personas se toma el clima de
desconfianza y desconcierto como la auténtica
causa de la crisis. Está en la naturaleza del
pensamiento burgués moderno (tanto en filosofía
como en economía) el confundir apariencia con
realidad y recurrir a explicaciones subjetivas que no
explican nada en absoluto. ¿Por qué se desploma la
confianza? ¿Por qué la crisis en Tailandia ocurrió en
ese momento y no un año antes? ¿Por qué sólo en
ese momento fueron visibles los fraudes y los
desequilibrios? Esperaríamos en vano una
respuesta de los economistas burgueses a estas
preguntas.
Cuando el actual boom en EEUU se derrumbe,
serán igualmente incapaces de explicar por qué la
famosa "confianza" —que lo mantiene actualmente a
flote desafiando todas las leyes de la economía— se
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En el filo de la navaja
evapora como una gota de agua en una plancha
caliente. La razón no es muy difícil de encontrar.
Lenin dijo una vez que un hombre al borde de un
precipicio no atiende a razones. Si los economistas
buscaran una causa objetiva para la crisis del
capitalismo, tendrían que admitir lo que no pueden
—que el problema es inherente al propio sistema—.
Sin embargo defender una idea tan subversiva no
sería aconsejable, ya que la conclusión ineludible es
la necesidad de un cambio fundamental de la
sociedad.
¿Los cimientos están sanos?
Uno de los argumentos clave de los defensores de la
nueva economía es que aún hay demasiado
demanda de productos de nueva tecnología; ¡mirad
todas las familias que aún no tienen Internet o
teléfonos portátiles! ¡Y la televisión digital está a la
vuelta de la esquina! Estos argumentos son
infantiles. Aceptan precisamente lo que tiene que
demostrarse, que la demanda (en el sentido real de
demanda, entendida como poder adquisitivo) es
capaz de expandirse indefinidamente.
Que hay mucha gente en el mundo a la que le
gustaría recibir los beneficios de Internet, un teléfono
móvil, un coche nuevo, o incluso un cuenco de arroz,
es más que evidente. Que posean los recursos
necesarios para poder acceder a estos recursos es
una cosa totalmente distinta. La característica de la
producción capitalista es que los capitalistas
individuales, en la búsqueda del beneficio, producen
sin tener en consideración los límites del mercado
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En el filo de la navaja
hasta que llegado un momento el mercado se satura
de mercancías que no encuentran comprador.
La demanda puede aún existir en el sentido de
necesidades y deseos humanos —en este sentido
realmente nunca hay sobreproducción—. Pero estas
cosas no preocupan a los capitalistas, que están
ocupados en la producción, no de valores de uso,
sino exclusivamente de valores de cambio, que sólo
pueden realizarse en el acto del intercambio. Si en la
práctica se pueden realizar o no es otra cosa. Sólo
durante un tiempo los límites naturales del mercado
se pueden llevar más allá a través del crédito para
tener luego los efectos contrarios. Una mirada
superficial a la situación de la deuda en EEUU nos
sugiere que la actual borrachera de crédito no puede
durar mucho tiempo. El mercado está seriamente
sobredimensionado. Esto llevará a una situación en
la que el exceso tendrá que corregirse a través de
un proceso bastante doloroso.
"Ya que el propósito del capital no es atender a
determinados deseos, y ya que realiza este
propósito por métodos que adaptan la masa de
producción a la escala de producción y no viceversa,
el conflicto entre las condiciones limitadas de
consumo sobre bases capitalistas y una producción
que siempre tiende a exceder sus barreras innatas
surge continuamente" (El Capital, vol. 3).
La cuestión no es si basándose en la nueva
tecnología existen nuevos campos de inversión, o si
los capitalistas pueden conseguir beneficios para
invertir en estas nuevas tecnologías. Tampoco si en
determinada zona existe una demanda potencial de
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En el filo de la navaja
nuevos productos. La cuestión es si hay suficiente
poder adquisitivo en la sociedad para que los
capitalistas puedan vender todas las mercancías, y
así realizar su valor en la práctica. Hasta ahora, la
demanda
en
EEUU
permanece
fuerte,
principalmente gracias al crédito y al boom bursátil.
Cuánto puede durar, es otro tema.
La idea, esgrimida por los defensores de la nueva
economía, de que la economía norteamericana está
fundamentalmente sana y que el actual boom del
consumo puede durar indefinidamente es totalmente
falsa. Los que hacen esas afirmaciones tan
injustificadas no tienen en cuenta los niveles sin
precedentes de deuda en la economía. Partiendo de
un nivel ya elevado del 85% en 1992, la deuda total
de las familias ha alcanzado ahora un astronómico
102% del ingreso personal disponible. Uno de los
negocios más rentables en EEUU actualmente son
las tarjetas de crédito. Los pagos por servicio de la
deuda están en niveles récord. En otras palabras, se
está gastando más de lo que se ingresa,
especialmente las familias más pobres. Esto tendrá
consecuencias muy serias en una futura recesión
económica.
Lo que es correcto para la deuda personal también
lo es para las deudas empresariales, que también
alcanzan niveles récords con relación al PIB. En un
solo año (1998), los negocios no financieros
aumentaron sus deudas en más de 400.000 millones
de dólares. Esto no representaría un problema serio
si el dinero se invirtiera en sectores productivos,
pero no es el caso. El grueso de este dinero en
realidad se ha utilizado para financiar la recompra de
- 61 -
En el filo de la navaja
acciones. Hasta tal punto la fiebre especulativa se
ha apoderado de la economía norteamericana.
Comentando esta situación, The Economist (25/9/99)
afirma: "A pesar del boom económico, los préstamos
bancarios no devueltos han aumentado y la tasa de
impagos de bonos empresariales está alcanzando
su nivel más elevado desde principios de los años
noventa". Esto demuestra la fragilidad de las bases
que sostienen todo este proceso. The Economist
continúa: "Pero los precios de las acciones pueden
caer, mientras la deuda mantiene constante su valor.
Y sólo los ingresos pueden ser útiles para la deuda:
los activos financieros no pueden pagar intereses a
menos que se vendan. Si todo el mundo se ve
obligado a vender, los precios de las acciones
caerán de nuevo".
Marx explicaba el papel del crédito en la economía
capitalista como un medio mediante el cual los
capitalistas pueden empujar al mercado más allá de
sus límites normales. En un período de boom, todo
el mundo persigue el crédito, que parece estar
dotado de propiedades mágicas. Es una parte
necesaria del proceso de acumulación del capital y
nadie está preocupado por los elevados niveles de
endeudamiento. En la loca pelea por el beneficio, el
crédito parece jugar un papel fundamental en
impulsar la economía: "La expansión del crédito y el
boom del precio de los activos tienden a
autorreforzarse. La expansión más rápida del crédito
estimula la actividad económica, los beneficios y por
lo tanto los precios de los activos. A su vez, el
aumento del precio de los activos favorece los
balances equilibrados y permite a las familias y
- 62 -
En el filo de la navaja
empresas pedir más dinero prestado. De esta forma,
el boom del crédito estimula una burbuja
especulativa" (The Economist, 25/9/99).
Pero cuando empieza la crisis todo el proceso se
invierte. Ahora las deudas están llamando a la
puerta. Los bancos no quieren dar más créditos
fáciles. Las hipotecas están comenzando a no
pagarse. La gente necesita dinero para pagar sus
deudas. Todo esto se refleja en un aumento de los
tipos de interés, que deprime el consumo y los
márgenes de beneficio, y por lo tanto la recesión es
aún mayor. El hechizo del crédito de repente se
rompe, la carroza se convierte en calabaza y
Cenicienta se ve obligada a regresar a casa en
harapos, sólo para encontrar que su casa está
embargada por el banco. Warren Buffet lo expresaba
ingeniosamente: "Hasta que la marea no baja, no
sabes quién se baña desnudo".
Al menos desde la revolución industrial, la rápida
expansión del crédito jugó un gran papel en cada
período de expansión capitalista. Sin embargo, en
las condiciones modernas, ha adquirido unas
dimensiones inauditas. De esta forma el surgimiento
en los años 80 de burbujas especulativas en los
precios de los activos en Japón, Gran Bretaña y
Escandinavia y el rápido crecimiento del crédito
fueron unas de las causas principales de la
gravedad de la posterior recesión. Lo que
inicialmente estimuló el boom, con el tiempo fue una
de las principales causas de su perdición. En el
auge, el crédito y el capital ficticio sirven para
lubricar el sistema, pero más tarde sólo sirven para
minarlo.
- 63 -
En el filo de la navaja
El
actual
desequilibrio
de
la
economía
norteamericana se manifiesta en el masivo
crecimiento del déficit financiero del sector privado
—la cantidad de ahorros de las empresas y las
familias menos la inversión total—. A principios de
los años 90, el superávit era del 4% del PIB. En la
actualidad, el déficit es del 5%. En 1987 era un
escaso 0,8%.
Cuando el boom se acabe, la gente tratará de pagar
sus deudas, reducir los préstamos y ahorrar más. Es
el fenómeno clásico del atesoramiento que Marx
trata con detalle en El Capital. Todo el mundo quiere
efectivo, nadie quiere gastar; así, cae el consumo y
los mercados se reducen. Esto necesariamente
produce una caída general de los precios y los
beneficios. Para asegurarse una porción de un
mercado que se achica, los capitalistas se ven
obligados a recurrir a descuentos e incluso a vender
sus mercancías por debajo del precio de coste. Esto
a su vez conduce a una caída de la inversión.
Pero, dado que la inversión es la fuerza motriz de
cada boom, esto conduce directamente a la
recesión. La profundidad de la recesión se agrava
más por los excesos especulativos del período
anterior, como la resaca es directamente
proporcional al alcohol ingerido con anterioridad. Y el
actual boom especulativo en EEUU es una fiesta de
considerables proporciones.
La Bolsa
En todo boom hay un elemento especulativo,
comenzando por el siglo XVII. Durante la
tulipomanía holandesa (1630), un tipo poco común
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En el filo de la navaja
de bulbo se podía vender a 5.500 florines —50.000
dólares en moneda actual—. En el crash posterior,
muchas personas se arruinaron. La historia se repitió
casi cien años después, con la llamada "burbuja del
mar del Sur" (1720), cuando una empresa de
aventureros ofreció hacerse cargo de la deuda
nacional británica a cambio del monopolio del
comercio con las colonias españolas en América.
En esa loca fiebre especulativa, los precios de las
acciones subieron de 130 a 1.000 libras en siete
meses, para estallar posteriormente. Entre los
muchos que perdieron su dinero se encontraba el
famoso científico Isaac Newton, quien comentó
amargamente: "Puedo calcular los movimientos de
los cuerpos pesados, pero no la locura de las
personas". Antes del crash de 1929 se produjo el
famoso escándalo de la tierra en Florida. Se
pagaban fabulosas sumas de dinero por una
ciénaga. Como siempre, la orgía especulativa
terminó en lágrimas.
El capital ficticio, como llamaba Marx a la riqueza de
papel generada por la especulación, ha jugado un
papel similar en cada boom en la historia del
capitalismo. Durante el período de auge hay una
demanda febril de capital y una búsqueda irracional
de beneficios rápidos y dinero fácil. Como explica
Marx, el ideal de la burguesía es siempre hacer
dinero del dinero sin la penosa necesidad de
involucrarse en la producción. Este es el origen del
juego en la Bolsa y otras formas de especulación.
Durante los períodos de boom se generan grandes
cantidades de capital ficticio y se dan por válidas
- 65 -
En el filo de la navaja
aunque carezcan de una base real. En el actual
boom de EEUU, éste fenómeno alcanza
proporciones extraordinarias. No sólo se aprecia en
los precios de Wall Street, inflados hasta el punto de
que no guardan relación con el valor real o la
rentabilidad de las empresas correspondientes, sino
también en las asombrosas cantidades de capital
ficticio que circulan por los mercados monetarios del
mundo como derivados y recursos especulativos
similares.
Que se están dirigiendo a una caída mayor es
evidente para todos, excepto para un ciego y
ofuscado admirador de la sociedad-casino.
Comentando el peligro de un crash bursátil, The
Economist (21/8/99) escribe:
"Dos importantes incertidumbres pueden oscurecer
el paisaje. Una es la Bolsa. Si Wall Street sigue
negando la importancia de los tipos de interés altos,
como ocurrió en junio, será más difícil que ralentice
el ritmo. A la inversa, una gran corrección en la Bolsa
podría precipitar una caída profunda y poco
confortable. La otra incógnita es cómo se
comportarán los extranjeros. El déficit comercial
norteamericano alcanzó el récord de 24.600 millones
de dólares en junio y el país se dirige a un déficit por
cuenta corriente del 4% del PIB este año. Como las
economías de Europa y Asia se animen, los
inversores extranjeros que están financiando este
importante déficit podrían demandar tipos de interés
bastante más elevados. La reciente caída del dólar y
el fortalecimiento de los bonos puede ser el principio
del cambio en los sentimientos del extranjero. La
recesión económica de EEUU podría ocurrir más
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En el filo de la navaja
pronto de lo que nadie espera. Y Alan Greenspan ya
no sería más un semidiós".
Es bastante sorprendente leer los comentarios de
los "expertos", que alegan que no hay por qué
preocuparse ya que los capitalistas han aprendido
de los errores del pasado. Esto trae a la mente el
comentario de Hegel, que decía que alguien que
estudie la historia sólo puede extraer la conclusión
de que nadie aprendió nada de ella. Todo lo
contrario, los capitalistas actuales están ocupados
repitiendo precisamente los errores del pasado, y al
hacerlo están preparando una catástrofe aún mayor.
La actual borrachera especulativa de Wall Street no
tiene precedentes. La especulación de 1929
palidece a su lado. En el espacio de doce meses, las
acciones de empresas relacionadas con Internet
subieron más de un 1.000%. Hasta la fecha ni una
sola de esas empresas ha conseguido beneficios. Es
similar al boom de los precios de la propiedad y las
acciones en Japón en los años ochenta, cuando
aumentaron cuatro veces y después se hundieron.
El peligro de un colapso en Wall Street fue señalado
hace ya cuatro años por Alan Greenspan, el
presidente de la Reserva Federal. En diciembre de
1996 avisó de la "exuberancia irracional" de la Bolsa,
que en ese momento estaba en más de 6.000
puntos.
Pero Greenspan y la Reserva Federal no hicieron
nada para evitar la inflación de los valores bursátiles.
Al contrario, después del colapso en Rusia en
agosto de 1998, los tipos de interés norteamericanos
bajaron, estimulando aún más la especulación. El
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En el filo de la navaja
índice Dow Jones se encuentra ahora en los 11.000
puntos. Esto ha producido euforia y la convicción
entre muchas personas de que el aumento
espectacular de la Bolsa puede ser eterno, cuando
lo que se está preparando es su hundimiento.
Lejos de disminuir, esa exuberancia irracional fue a
más por los pequeños aumentos de los tipos de
interés decididos por la Fed. Greenspan ya no lanza
avisos, y no es muy difícil comprender el motivo de
su silencio. No es que este representante realista de
los grandes negocios esté convencido de que el
peligro ha pasado. Más bien al contrario; sabe que la
situación es más peligrosa que antes y que el más
leve shock puede hacer que toda la estructura se
derrumbe. Una palabra poco afortunada del
presidente de la Fed podría causar un pánico
financiero. Y Greenspan no quiere pasar a la historia
como el hombre que originó un crash en Wall Street.
Todos aquellos que dicen que la Bolsa no tiene nada
que ver con la economía real y que un colapso en
Wall Street no tendrá efectos serios están totalmente
equivocados. Aunque la Bolsa tiene su propia ley,
separada y aparte de las leyes de la economía real,
no es verdad que no exista conexión entre ambas.
Aunque el vínculo no es directo ni automático,
existe.
Por ejemplo, aunque el precio de las acciones en
Wall Street parece no guardar relación con el valor
real de las empresas que representan, en última
instancia el dividendo de las acciones dependerá de
los beneficios de estas empresas —de la cantidad
de trabajo no pagado que puedan exprimir a la clase
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En el filo de la navaja
obrera—. El aumento del precio de las acciones es
un anticipo del aumento de los beneficios y de
mayores dividendos en el futuro. Cuando los hechos
no se correspondan con esta previsión, los precios
de las acciones caerán tan rápido como subieron. Es
difícil obtener datos concluyentes de los factores que
sirven para pronosticar las tendencias que seguirá la
rentabilidad, pero sí existen algunos indicadores
significativos de la situación real, que están lejos de
ser satisfactorios. En 1997, el 70% de los beneficios
de las empresas norteamericanas pertenecía a
doscientas empresas; en 1999, ese mismo
porcentaje pertenecía sólo a cincuenta.
En parte esto refleja el creciente número de
fusiones, pero no explica el cuadro en su conjunto.
También parece señalar que los beneficios ya han
comenzado a caer, excepto para un pequeño grupo
de empresas vinculadas al sector de la TI. Ésta es
una base muy pequeña para el conjunto de la
economía norteamericana y mundial. Los datos
anteriores también se acomodan al cuadro general
de estancamiento y declive de la productividad. La
situación sin duda es insostenible.
Una vez se comience a constatar este hecho, Wall
Street empezará a sufrir las consecuencias. Una vez
los propietarios de acciones se den cuenta de que
los beneficios previstos no se materializarán,
comenzarán a deshacerse de ellas, provocando la
caída de sus precios. La presencia de un gran
número de inversores inexpertos empeorará las
cosas. El desprendimiento se convertirá en
avalancha.
- 69 -
En el filo de la navaja
De una manera distorsionada la Bolsa refleja el
movimiento de la economía real y a su vez puede
tener un gran impacto en ella. El actual boom del
consumo en EEUU depende hasta cierto punto de la
subida del precio de las acciones y de la deuda. Una
vez que la burbuja estalle, tendrá un efecto
destructor en la llamada confianza del consumidor.
En la actualidad, casi el 50% de los norteamericanos
posee acciones, directa o indirectamente, diez veces
más que en 1929 y el doble que en 1987, año del
último gran crash bursátil. Imaginar que un crash en
estas circunstancias no tendría efecto en la
economía real es una fantasía.
El boom bursátil en EEUU ha atraído —a pesar de
que su economía se encuentra muy endeudada y
con un gran déficit comercial con el resto del mundo
— una gran cantidad de capital extranjero. Aquí
tenemos una contradicción evidente. Si cualquier
otro país estuviera en una posición similar, el capital
huiría y la moneda se hundiría. Tanto Wall Street
como el dólar parecen estar desafiando la ley de la
gravedad, para deleite de los defensores de la nueva
economía. Sin embargo, tanto en economía como en
la vida todo lo que sube tiene que bajar. Más pronto
o más tarde los desequilibrios masivos de la
economía
estadounidense
harán
surgir
la
preocupación entre los inversores extranjeros, que
exigirán una compensación por el riesgo de
depositar su dinero en ese país. Esto significa tipos
de interés más elevados.
Lejos de esto, la Fed ha mantenido los tipos de
interés bajos, o los ha subido un cuarto de punto, el
equivalente a un astuto guiño a los especuladores,
- 70 -
En el filo de la navaja
que toman a la ligera el consejo e inmediatamente
envían el Dow Jones a nuevas alturas. En privado,
Greenspan y los demás están muy preocupados por
esta situación. Saben que el actual carnaval no
puede continuar. Si la Fed no quiere actuar, tendrán
que hacerlo finalmente los mercados monetarios
internacionales. Una caída del dólar les devolverá a
la realidad y les obligará a subir los tipos de interés a
un nivel que se corresponda con la realidad de la
economía norteamericana. Llegado ese momento,
todo el edificio comenzará a derrumbarse como un
castillo de naipes.
Todos los economistas serios están de acuerdo en
que el peligro mayor al que se enfrentan ahora
EEUU y la economía mundial es una crisis de
deflación. Este fenómeno no se ve desde los años
30, excepto en Japón durante los últimos diez años.
Es la imagen en el espejo de una crisis de inflación,
pero a la inversa. Es una espiral descendente en la
que caen los precios, se deprime la demanda y
colapsan los préstamos bancarios. Todo combinado
arrastra a la economía a la depresión.
En estas condiciones, la caída de los precios no es
la expresión de una economía sana donde aumenta
la productividad (como por ejemplo el largo período
de auge capitalista que precedió a la Primera Guerra
Mundial), más bien al contrario, es una
manifestación enfermiza de la ausencia de demanda
y del colapso de la confianza en los negocios y la
inversión. Dada la situación actual, en que los
márgenes de beneficios ya están bajando, un
aumento significativo de los tipos de interés reducirá
seriamente la rentabilidad, provocando una reacción
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En el filo de la navaja
en cadena en toda la economía. La caída de los
beneficios origina la caída de los precios de la Bolsa,
que después afecta al mercado en su conjunto.
La caída del precio de las acciones y el aumento de
la deuda hacen que los consumidores sean cautos a
la hora de gastar, lo que provoca una nueva caída
de los precios, reduciendo el mercado todavía más.
Aplastados por las deudas incobrables, los bancos
se niegan a prestar más dinero y los tipos de interés
reales suben a unos niveles punitivos, reduciendo
aún más la tasa de beneficios. Como en el período
anterior, el sistema capitalista ha ido más allá de sus
límites naturales mediante la expansión del crédito,
pero al final retrocede violentamente. Sin perspectiva
de beneficios a la vista, los capitalistas dejan de
invertir. El aumento del desempleo deprime más la
demanda y la economía entra en una recesión
profunda.
Los economistas burgueses tienden a identificar el
ciclo de los negocios con la expansión y contracción
del crédito. De ahí la tendencia de atribuir cada
recesión exclusivamente a la subida de los tipos de
interés. Realmente esa no es la causa —que, como
explica Marx, es la sobreproducción —, sino un
síntoma. Lo mismo ocurre con la crisis del mercado
de valores. Sin embargo, estas crisis financieras
pueden ocasionar el repentino colapso de un boom y
magnificar los efectos de una recesión, dependiendo
de la medida en que haya rebasado sus límites el
mercado (por la especulación, el capital ficticio y la
expansión del crédito durante el auge). Pero en el
actual ciclo este proceso ha alcanzado dimensiones
inauditas. Como avisaba recientemente The
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En el filo de la navaja
Economist, "cuanto más continúe la fiesta, peor será
la resaca final, porque los desequilibrios, como el
nivel de deuda, serán aún mayores".
Paralelismos con los años 20
En contra de lo que creen los partidarios de la nueva
economía, el actual boom está lejos de ser único. El
que precedió al crash de 1929 vio también un rápido
crecimiento, estimulado por las nuevas tecnologías y
técnicas de producción, como el automóvil y el
fordismo, la radio, el avión y la electricidad, que
elevaron la productividad a niveles sin precedentes.
En los siete años previos a 1929, la tasa de
crecimiento en EEUU (4,7%) fue mayor que en el
boom actual, el desempleo fue menor (4%) y no
hubo inflación. También fue un período de elevados
beneficios y boom en el mercado de valores, y la
gente creía que las vacas gordas durarían para
siempre. Todo eso acabó en el mayor crash de la
Historia, al que siguió una profunda depresión
mundial. Hay muchos paralelismos entre esa
situación y la actual. Esto escribió John K. Galbraith:
"La producción y productividad por trabajador a lo
largo de los años 20 aumentaron fuertemente: entre
1919 y 1929, la productividad por trabajador en las
empresas manufactureras aumentó en un 43%
aproximadamente. Pagas, salarios y precios
permanecieron relativamente estables, o por lo
menos no experimentaron aumentos comparables.
De acuerdo con esto, los costes se redujeron y,
como los precios no sufrieron cambios apreciables,
el resultado fue el aumento de los beneficios, que
sostenían el tren de vida de los opulentos y
- 73 -
En el filo de la navaja
ricachones; en parte, también alimentaron algunas
de las expectativas que sostuvieron el auge del
mercado de valores. Pero la masa de dichos
beneficios se dedicó a estimular un alto nivel de
inversiones de capital. Durante los años veinte la
producción de bienes de capital aumentó a una tasa
anual del 6,4%; los bienes de consumo no duraderos
—categoría que incluye objetos de consumo masivo,
como alimentos y vestidos— aumentaron solamente
en un 2,8% anual. El aumento en viviendas,
mobiliario doméstico, coches y similares —en gran
parte representativo de los gastos de los adinerados
y pudientes— fue del 5,9%. En otras palabras, la
forma principal en que se gastaron los beneficios fue
mediante el aumento de las inversiones en bienes
de capital" (El crack de 1929, J.K. Galbraith, Editorial
Ariel, p. 202).
Los límites de ese boom llegaron a un punto en que
la demanda no podía seguir manteniendo la
producción. Antes de que se agotara el boom del
mercado de valores, la sobreproducción ya había
comenzado a aparecer en EEUU.
"Ya dijimos que los índices de producción y actividad
industrial de la Reserva Federal (naturalmente las
estimaciones
mensuales
más
comprensibles
disponibles entonces), alcanzaron en junio una cota
sin precedentes. A continuación cedieron y durante
el resto del año se mantuvo esta tendencia. Según
otros indicadores (salarios, fletes y ventas de
almacén) el punto de inflexión correspondió a
octubre un poco antes de que la tendencia de estos
indicadores se manifestase claramente declinante.
Empero, como han venido insistiendo algunos
- 74 -
En el filo de la navaja
economistas (opinión respaldada por la alta
autoridad de la Oficina Nacional de Investigación
Económica) la economía norteamericana había
comenzado a deteriorarse a principios del verano, o
sea, bastante antes del crash".
"Este repliegue puede explicarse de varias maneras.
La producción industrial, inicialmente, habría
excedido las posibilidades de demanda del
consumidor y de inversión. La razón más verosímil
es que los intereses económicos, debido al
característico entusiasmo de los buenos tiempos,
erraron al estimar crecientes las perspectivas de la
demanda, que les llevó a almacenar más de lo que
posteriormente necesitaron. A consecuencia de esto
redujeron sus compras, lo cual a su vez produjo un
fuerte retroceso en la producción. En suma, el
verano de 1929 señaló el comienzo de la familiar
disminución de las existencias" (Ibid, p. 201).
En otras palabras, una crisis de sobreproducción
provocó el crash bursátil. Ahora, muchos de los
estrategas más serios del capital piensan que vamos
en la misma dirección: "Los consumidores han
estado pidiendo dinero prestado, han gastado
alegremente y el ahorro familiar se ha vuelto
negativo por primera vez desde los años 30. Las
empresas también han pedido mucho dinero
prestado.
Como
las
importaciones
suben
vertiginosamente, el déficit por cuenta corriente de
EEUU se dirige hacia el récord del 4% del PIB. El
mercado inmobiliario también está empezando a
echar humo; los precios de las primeras residencias
en muchas grandes ciudades están por las nubes. Y
por último, pero no menos importante, el crecimiento
- 75 -
En el filo de la navaja
de la oferta monetaria parece excesivo. Estos son
todos los síntomas clásicos de una burbuja" (The
Economist, 25/9/99).
¿En qué etapa del ciclo?
Todos los factores antes mencionados están
presentes en mayor o menor grado en el boom
norteamericano y se han combinado para producir
una espiral económica ascendente que está durando
un período de tiempo sorprendentemente largo. Pero
esa espiral ascendente está llegando a sus límites.
La economía norteamericana está comenzado a
mostrar síntomas de recalentamiento. En la cima del
boom, cuando la economía está funcionando a toda
mecha, los capitalistas ya no pueden obtener los
mismos beneficios que antes.
La tendencia hacia la sobreproducción presiona a la
baja sobre precios y márgenes de beneficio. Al
mismo tiempo, el casi pleno empleo (ya se están
quejando de escasez de mano de obra en algunos
sectores clave de la economía), al aumentar el poder
de negociación de los trabajadores, hace subir los
salarios. Por esta razón Wall Street se entristece
cuando baja el paro en EEUU. El mensaje a los
trabajadores norteamericanos no puede ser más
claro: lo que es bueno para ti, es malo para los
capitalistas y los tiburones de la Bolsa.
La única forma de prolongar el boom sería con
nuevos aumentos importantes de la productividad.
Pero esta opción no es nada realista. El aumento
conseguido durante el último período lo fue a costa
de los músculos y el sistema nervioso de los
trabajadores, y eso tiene un límite. Han ido
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En el filo de la navaja
demasiado lejos por este camino y están
provocando una reacción en todas partes. Por lo
tanto, en el próximo futuro los empresarios ya no
podrán seguir aumentando su margen de beneficios
mediante este procedimiento.
El desempleo en EEUU está en su nivel más bajo en
treinta años. Pero un gran número de trabajadores
son precarios o trabajan a tiempo parcial, muchos de
ellos precisamente en el sector de la TI. Estos
trabajadores tienen pocos derechos y podrán ser
despedidos inmediatamente en cuanto comiencen
las dificultades económicas. Esto significa que en la
próxima recesión el desempleo en EEUU crecerá
rápidamente. Pero en esta etapa la economía
parece estar funcionando al máximo, sin signos de
recesión. Durante los últimos tres años, el PIB
norteamericano creció una media del 4% anual. La
productividad no agrícola aumentó en el mismo
período un 2% anual, mientras que los precios
(excepto en la Bolsa y en el mercado inmobiliario)
han permanecido bajos.
Todo esto es utilizado para justificar la llamada
nueva economía. Aunque en realidad que los precios
se hayan mantenido bajos no tiene nada que ver con
esto. Más bien es atribuible a los factores clásicos
que están presentes en cada ciclo. En realidad, el
pleno (o casi pleno) empleo, altas tasas de
crecimiento y boom del mercado de valores —y
también sobreproducción— son precisamente el tipo
de cosas que se ven en el punto álgido de cada
ciclo, justo antes del hundimiento.
- 77 -
En el filo de la navaja
En el último período, el principal temor de los
economistas burgueses es la deflación de la deuda,
es decir, una espiral descendente del precio de los
activos, un aumento tal de la deuda de los
poseedores de activos que acabe por obligarlos a
vender, aumentando así las deudas incobrables y
colapsando el préstamo bancario. Estos fueron los
síntomas de las recesiones en el pasado, agravada,
como ya hemos explicado, por la borrachera
especulativa. Estos son los peligros que ahora
afronta la economía estadounidense y mundial.
Todos los factores que dieron origen al auge en un
momento dado se convertirán en su contrario.
Hace un año el príncipe de los especuladores,
George Soros, avisó del peligro de un crash en los
mercados financieros mundiales que podría ser una
amenaza mortal para el capitalismo. Ahora surgen
otras voces. No sólo el muy keynesiano J. K.
Galbraith advierte de otro 1929; el padre del
monetarismo, Milton Friedman, dijo exactamente lo
mismo. Los representantes serios del capital —con
un poco de retraso— han llegado a las mismas
conclusiones que los marxistas.
Desde luego no es posible ser exactos en el
cronometraje del ciclo. Exigir esto es no comprender
nada de la naturaleza de la previsión económica.
Engels señaló hace tiempo que la economía no es
una ciencia exacta porque, entre otras razones, el
retraso en las estadísticas significa que nuestro
dibujo de la economía siempre está anticuado. Lo
mismo decía hace poco The Economist (23/9/99):
"[Los bancos centrales] funcionan en un mundo de
enorme incertidumbre con mapas poco seguros.
- 78 -
En el filo de la navaja
Debido al retraso en la publicación de las
estadísticas, no saben exactamente en qué punto se
encuentra la economía hoy, menos aún dónde estará
mañana". Todas las predicciones económicas tienen
necesariamente un carácter condicional. No es
posible determinar con exactitud el ritmo de los
acontecimientos. Además, el actual ciclo se ha
prolongado de forma sorprendente. Pero el proceso
subyacente sí se puede explicar y comprender. Y el
resultado de la actual situación también se puede
determinar con un grado de certidumbre razonable.
Samuel Brittan, del Financial Times, afirma que una
crisis en la Bolsa de valores al final de este siglo
podría infligir más daños que el crash de Wall Street
de 1929. En un artículo aparecido en ese periódico
el 22 de julio de 1999, titulado Las burbujas estallan,
escribe lo siguiente:
"Algunos
comentaristas
y
políticos
están
desinformados por la ausencia de presiones
inflacionistas en los mercados de mercancías y
servicios. Pero esta es una señal engañosa que se
ha visto con frecuencia en burbujas anteriores". Y
continúa citando a Stephen King, economista jefe del
HSBC, que no sólo está convencido de que un crash
es inevitable, sino que intenta demostrar cómo
ocurrirá:
"La mayoría de las burbujas se desarrollan durante
un período de crecimiento económico superior a la
media y una inflación baja. La presión inflacionista a
menudo se encuentra disfrazada por descensos
globales en los precios de las mercancías o tipos de
cambio fuertes que suprimen las presiones
- 79 -
En el filo de la navaja
inflacionarias durante un tiempo". Aún más durante
un boom, el rápido crecimiento de la oferta
monetaria estimula directamente la subida de la
producción o precios de los activos más altos, y el
vínculo entre dinero e inflación se rompe
temporalmente. Brittan continúa: "Según HSBC
Economics, las fuerzas más probables que harán
estallar la burbuja será la combinación de un nuevo
aumento de los tipos de interés, a pesar de lo que
hoy pueda decir Greenspan, y una caída del dólar;
ambos acontecimientos se esperan entra la segunda
mitad de este año y la primera del 2000. Esto
llevaría a una reducción del crecimiento este año y al
riesgo de una recesión en el 2001".
El tiempo exacto puede ser o no correcto, pero la
lógica de la argumentación es impecable. Los
economistas serios no esperan que el boom actual
pueda durar mucho más y temen que los efectos de
una recesión sean graves. El argumento de que la
economía puede no verse afectada por un crash del
mercado de valores (basándose en la experiencia de
1987) no se sostiene. HSBC sostiene que hay
grandes diferencias entre la situación de ahora y la
de entonces:
"Hace doce años había pocas evidencias de
balances demasiado tensos en el sector privado y
pocos motivos para temer una contracción múltiple
del gasto en el sector privado fruto de una caída del
precio de las acciones. Hoy el porcentaje de gasto
sustentado por el aumento del precio de los activos
es mucho mayor, y una corrección de su valor tendrá
probablemente un efecto mucho mayor en la
economía de EEUU".
- 80 -
En el filo de la navaja
El actual boom podría continuar un año o dos más, o
podría terminar en cuestión de semanas. Es
imposible ser precisos, pero todo apunta en esa
dirección y a que cuando se produzca la caída será
severa.
¡Marx tenía razón!
Lo impactante de la actual situación mundial es el
asombroso grado de exactitud de las predicciones
de Marx sobre el capitalismo. En El Capital se lee
cómo uno de los principales medios mediante el que
los capitalistas pueden (temporalmente) superar las
contradicciones de su sistema es el desarrollo del
comercio mundial. Este es el auténtico significado de
la globalización: una colosal intensificación de la
división internacional del trabajo. Pero como también
explica Marx, a largo plazo ésta reproduce las
contradicciones pero a una escala mayor que antes.
La corrección de esta predicción se ve confirmada
ahora por la realidad casi como si se tratase de un
laboratorio.
Es más, el actual boom ha estado acompañado por
persistentes niveles de desempleo sin precedentes
en la mayoría de los países capitalistas
desarrollados. En la OCDE, la cifra oficial (que no la
real) de parados es de 30 millones. ¡En pleno boom!
No es el desempleo cíclico, ni siquiera el ejército de
reserva de desempleados del que Marx hablaba. Es
un desempleo permanente, orgánico, que no
desciende en períodos de recuperación. Es una
úlcera venenosa que corroe las energías del
sistema. Según la ONU, en el mundo el desempleo
afecta al menos a mil millones de personas. Estas
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En el filo de la navaja
cifras por sí solas son una condena del capitalismo,
y todavía algunos creen que es el mejor sistema
posible. ¿Qué ocurrirá en una recesión?
Es verdad que en EEUU (aunque las cifras están
maquilladas) el desempleo es relativamente bajo.
Pero también hay que tener en cuenta la naturaleza
de este "empleo", que en gran medida es temporal y
mal pagado, con pocos o sin ningún derecho. Estos
empleos desaparecerán de la noche a la mañana
con una recesión, con profundas implicaciones
sociales y políticas. Lenin dijo una vez que la política
es economía concentrada. La recesión en Asia ya se
ha manifestado en los inicios de una revolución en
Indonesia, una crisis profunda del régimen en
Malasia y un auge de la lucha de clases en Corea
del Sur. Veremos las mismas consecuencias en el
gigante dormido de China, que está en vísperas de
acontecimientos revolucionarios que pueden sacudir
todo el mundo.
Cuando miramos hacia América Latina, vemos que
el colapso del boom ha creado una situación en la
que se están preparando acontecimientos explosivos
en un país tras otro. La mayor parte de los países se
encuentra en una profunda recesión. Ecuador
anunció hace poco que dejaría de pagar los bonos
Brady (un mecanismo para ayudar a los países
latinoamericanos a pagar las deudas de la crisis de
los años ochenta); es el primer país en hacerlo —y
con toda probabilidad no será el último—. Su
economía ha caído un 7% este año, provocando una
oleada huelguística sin precedentes. Venezuela —
como Ecuador también productor de petróleo— vive
una profunda crisis. A pesar de que los precios del
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crudo han subido en los últimos meses, la economía
venezolana caerá un 6% en 1999. Además, la
denominada revolución de Chaves está causando
una profunda preocupación en Washington. Y el
vecino régimen colombiano está a punto de caer,
con consecuencias enormes para todo el continente.
Una recesión en EEUU convulsionaría toda América
Latina, situando los acontecimientos revolucionarios
en el orden del día.
África está en efervescencia y las guerras afectan a
muchas zonas del continente. La política de libre
mercado —lejos de resolver los problemas— la
hundió más en el caos, haciendo aparecer el
fantasma de la barbarie. En Oriente Medio no hay ni
un solo régimen burgués estable. El bombardeo de
Irak por el imperialismo norteamericano fue un aviso
a los pueblos de la zona y al mundo ex colonial en
general para que no desafíen ni al capitalismo ni al
imperialismo.
Pero todas las bombas y misiles del mundo no
pueden frenar el movimiento revolucionario de los
pueblos por su emancipación. La magnífica lucha de
los estudiantes iraníes, tras 20 años de dictadura de
los ayatollahs, ha servido de aviso al mundo de que
la revolución está empezando en ese país, y no sólo
allí. Las divisiones en el seno de la familia real de
Arabia Saudí y de otros Estados árabes son un
síntoma de una crisis profunda, vinculada al
movimiento convulsivo de los precios del petróleo en
el mercado mundial.
La recesión asiática tardó casi un año en
manifestarse en Rusia (en agosto de 1998), pero al
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En el filo de la navaja
final llegó. ¡Y de qué manera! El movimiento de los
mineros y otros sectores de la clase obrera rusa fue
un recuerdo de que el proletariado ruso está
regresando a la lucha. La aparente estabilidad de
Rusia engañó a los crédulos, que pronto volvieron a
la realidad con una serie de crisis de gobierno,
bombas e incluso una nueva guerra en Chechenia.
No va a pasar mucho tiempo antes de que Rusia se
enfrente de nuevo a un colapso económico. Lo
mismo ocurre con China. El mercado está en
bancarrota. La cuestión no estriba en si ocurrirán o
no acontecimientos revolucionarios, sino en cuándo
ocurrirán.
Efectos sociales del ‘crash’
Hace poco The Economist avisaba de que "hoy el
mayor riesgo para la economía mundial es Wall
Street". Cuando estalle la burbuja especulativa, todo
el edificio se vendrá abajo. Las repercusiones
psicológicas, especialmente en EEUU, serán
inmensas. Se producirá una gigantesca reacción
contra el mercado en todas sus formas. La violencia
de esta reacción será proporcional a las ilusiones
generadas en el período anterior. Los efectos se
sentirán más profundamente en EEUU que en
ninguna otra parte. Después de décadas de
descenso del nivel de vida y aumento de las
desigualdades, el sueño americano está hecho
jirones. La desilusión y el cuestionamiento de la
sociedad cada vez son mayores. El sentimiento de
malestar general y alienación se comprueba en la
baja participación en las elecciones y en la creencia
de que a los que están arriba no les importan los de
abajo.
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En el filo de la navaja
El período actual, como hemos señalado, ha visto un
incremento de la concentración de capital, es decir,
un aumento masivo de la riqueza y el poder de una
pequeña minoría, en un extremo, y de la pobreza, la
miseria, la degradación y la enfermedad de la
inmensa mayoría, en el otro. Esta tendencia, ya
pronosticada por Marx y repetidamente negada por
los sociólogos burgueses durante décadas, ahora es
innegable. Han acumulado una riqueza fabulosa a
costa de la explotación de la clase obrera.
Este sentimiento de alienación se refleja en
pequeños incidentes que sin embargo tienen un
significado sintomático profundo. En la película
Titanic, varios ricos malos se hunden; en los cines
estadounidenses esta escena era interrumpida por
estruendosos aplausos. Esta reacción la comentaron
con preocupación los observadores burgueses. Esta
actitud hacia los ricos no sólo ocurre en EEUU. Este
incidente, aunque a pequeña escala, revela un
malestar subyacente y el cuestionamiento de los
valores del capitalismo norteamericano, del creciente
abismo entre ricos y pobres —en especial entre los
jóvenes—, y de cara al futuro representa una
amenaza de muerte para el sistema capitalista. Si
éste es el ambiente ahora, ¿qué ocurrirá en una
recesión? Este pensamiento debe producir insomnio
a los representantes más inteligentes del capital.
Una recesión también tendrá efectos muy serios en
Europa, sometiendo al euro a una tensión
intolerable. Ya es evidente —como predijimos— que
la
introducción
del
euro
aumentaría
las
contradicciones entre las diferentes economías
europeas. Es imposible unificar Europa bajo el
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En el filo de la navaja
capitalismo porque es imposible hacer converger
economías que se mueven en direcciones
diferentes. Alemania, la más poderosa, tiene
problemas. Se han alcanzado los cuatro millones de
parados por primera vez desde tiempos de Hitler y
no hay mejora a la vista.
Seis institutos económicos han rebajado sus
perspectivas de crecimiento este año del 2,3% al
1,7%. Pero la debilidad del euro imposibilita reducir
los tipos de interés. Los problemas de las economías
capitalistas más débiles son aún peores. En el
pasado, Italia habría recurrido a la devaluación y al
aumento del gasto público para salir de las
dificultades. Ahora está encorsetada por un sistema
rígido que probablemente no sobrevivirá a una
recesión severa. En una crisis, todos los antiguos
antagonismos nacionales resurgirán con una fuerza
redoblada.
Se producirán convulsiones en un país tras otro, y
más pronto o más tarde encontrarán un reflejo
dentro de las organizaciones de masas de la clase
obrera. Aquellos dirigentes reformistas de derechas
como Blair y Schröder que han abrazado con tanto
entusiasmo el mercado se verán condenados. Se
producirá una gran oposición a la política de
colaboración de clases de los dirigentes obreros.
Después de un largo período en el cual las
organizaciones obreras han girado a la derecha,
reflejando las presiones del capitalismo, se producirá
un giro a la izquierda en todas partes, abriendo
enormes posibilidades para las ideas del marxismo.
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En el filo de la navaja
En la víspera del nuevo milenio nos enfrentamos a la
perspectiva de la revolución mundial por primera vez
en la historia de la humanidad. Las revoluciones de
1848 —sobre las que escribieron Marx y Engels—
estaban confinadas a Europa. Incluso la oleada
revolucionaria que siguió a la revolución rusa en el
período 1917-21, pese a que encontró un eco
importante en Persia, China, Turquía, India y Egipto,
fue un fenómeno principalmente europeo.
Pero ahora todo es diferente. La formación de una
sola economía mundial interdependiente y el
fortalecimiento
de
la
clase
obrera
como
consecuencia del desarrollo de la industria en cada
rincón del planeta han creado por primera vez las
condiciones objetivas para la revolución socialista
mundial. Basta una victoria decisiva de la clase
obrera en un país clave para que la perspectiva de la
transformación socialista de la sociedad y la cuestión
del poder sea puesta en el orden del día en un país
tras otro, en un continente tras otro. De la resolución
de esta cuestión dependerá el futuro de la raza
humana.
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