lunes, 24 de enero de aa EL DIÁLOGO COMO ESTILO: JUEGO Y SERIEDAD: En el “Fedro”, diálogo que Platón dedica a la oratoria, elabora una fuerte crítica contra las obras escritas, pues cree que fomentan la superficialidad y la falta de comprensión profunda del que lee; las ideas escritas llegan a cualquiera al margen de la comprensión honda de quien las lee y así las posee. Sólo la palabra viva se escribe con conocimiento en el alma del que aprende. Sólo defenderá lo escrito con dos argumentos: Cuando lo califica de pasatiempo del filósofo que ya posee un conocimiento de lo que es bueno, justo y bello y a esto se dedica en su vejez al igual que otros se distraen en festines. Aunque reconoce que es más serio tratar estas mismas cosas más seriamente en el arte de la discusión. Se salvan los escritos de aquellos que lo hicieron con conocimiento de la verdad pudiendo en consecuencia defender su obra y mostrar con sus propias palabras la inferioridad de la palabra escrita. Esta opinión, que actualmente sería extremista, no era inusual en tiempos de Platón, donde la comunicación verbal tenía prioridad sobre la escrita y la escritura no tenía más justificación que el ser una ayuda a la palabra hablada. Si hoy tenemos escritos de la antigüedad pertenecientes a autores tan remotos como Homero, tragedias, oratorias, se debe a la intención de que fueron escritos para ayudar así a su memorización para ser contados o recitados. De hecho, Platón aparecen en un momento de transición en el que comienzan a escribirse algunas obras y son frecuentes las polémicas entre los partidarios de la palabra escrita o hablada. A esta novedad hay que añadir la falta de técnica de la época, donde se escribía en papiros enrollados, sin puntuación, índices, separaciones entre palabras, dificultad para hacer referencias a lo dicho anterior y posteriormente... Igualmente afirma Sócrates que la palabra escrita sólo ha de tomarse como apoyo a la memoria y como paideia, juego, pasatiempo, recreación. PLATÓN, INFLUENCIAS FILOSÓFICAS Platón no pensó en un vacío filosófico, sus ideas más profundas son el resultado de intentar resolver los problemas con que se encuentra en su tiempo. Según Aristóteles, lo que distingue a Platón es su temprana reflexión sobre la filosofía de HERÁCLITO respecto a un mundo en constante flujo que no puede ser objeto de conocimiento. Con esta concepción Platón conoció a SÓCRATES que había abandonado el estudio de la Naturaleza por el de la ética, donde buscaba lo universal y prestaba gran importancia a la Definición. Ambas posturas le parecieron correctas a Platón y pensó que las disminuciones buscadas por Sócrates no podían aplicarse al terreno de lo sensible, pues tales cosas están cambiando constantemente. A estas realidades las llamó FORMAS afirmándoles una existencia independiente de las cosas sensibles y recibiendo sus nombres de aquellas. Sin duda, su principal fuente de inspiración fue Sócrates, como así lo demuestra su papel predominante en casi todos los diálogos. La segunda gran inflencia fue PARMÉNIDES, en sus consideraciones de que el cambio y el movimiento son imposibles desde cualquier consideración racional. La rigidez del pensamiento de Parménides (Ser o No Ser), la modifica Platón introduciendo una categoría ontológica intermedia: el mundo del devenir, que no teniendo una situación plena e inmutable no puede ser objeto de conocimiento, sino sólo de la doxa, de la opinión. Así, las creencias de los “mortales” (como afirma Parménides en su sueño), no son totalmente falsas, sino que están entre el conocimiento y la ignorancia, esto es, la opinión o creencia, dado que su objeto de conocimiento está entre el ser de las Formas y la carencia de entidad. La tercera gran influencia se debería a los PITAGÓRICOS. De hecho, la misma palabra “filosofía” tal como la emplea Platón tiene su origen en ellos. Pero además, los pitagóricos influyen en su: l Interpretación de entendimiento filosófico como salvación y purificación religiosa. l Pasión por las matemáticas como vislumbre de la verdad eterna. l Creencia en el parentesco de toda la Naturaleza. l Reencarnación e inmortalidad. l Concepción del cuerpo como tumba temporal o prisión del alma. l Elección de terminología musical para describir el estado del alma. l Explicación matemático–musical pata explicar la composición del alma del mundo. Recurrió igualmente a los pitagóricos para resolver los dos problemas más serios con los que se enfrentó para asentar seriamente la filosofía de Sócrates, pues la búsqueda de criterios éticos llevó a Sócrates a la pretensión de definiciones universales, pero estas no podían aplicarse a un mundo en constante flujo de Heráclito. Si Sócrates estaba en lo cierto es que debían de existir realidades inmutables diferentes del mundo de la experiencia. Esto origina estos dos problemas: ¿Hay evidencia de esta existencia, y si la hay, cómo se puede tener cto. de ella?. ¿Cómo puede la mente dar el salto desde el mundo del cambio al de las Formas inmutables? La respuesta para la primera pregunta son las Matemáticas predicadas hasta la saciedad por los pitagóricos como la causa del orden y armonía del Universo. Esto sí es una verdad fuera del mundo sensible. Respecto a la verdad matemática, la figura geométrica sólo se aproxima a la idea de esa figura. Así, al dibujar un triángulo lo hacemos utilizando la longitud y grosor de los trazos lineales, cuando verdaderamente las líneas sólo tienen longitud y nunca grosor; del mismo modo, una acción justa sólo se aproxima a la Forma eterna de Justicia pero nunca se confunde con la idea misma. El segundo problema lo resuelve con la idea pitagórica de la reencarnación. Nuestras almas, dirá Platón, son inmortales pero sujetos a un ciclo de nacimientos en cuerpos mortales. Pasan más tiempo fuera del cuerpo que en él y en su estado desencarnado conocen las formas directa y claramente. La experiencia del nacimiento y la contaminación con el cuerpo producen el olvido, pero las imperfectas aproximaciones de las cosas a las formas pueden estimular la reminiscencia de estas ideas. Esta sería la explicación más plausible que encontró Platón a tal problema, pues como él mismo pondría de manifiesto, la sola visión de las cosas bellas y buenas, por sí mismas, no pueden producir en nosotros las ideas de Belleza y Bien perfectas, pues todo lo perceptible, por sublime que sea, siempre es perfeccionable. En consecuencia, esas concepciones perfectas a las que aspiramos han de tener su origen en algún lugar diferente a este mundo.