25 AÑOS DE PRESENCIA DE LAS HERMANAS DE LA CARIDAD DE SANTA ANA EN GUINEA ECUATORIAL Hna. Mari Sol Simón Superiora Provincial de la P. de Ntra. Sra. del Pilar Recordar es vivir Hacer memoria de nuestra Historia personal, historia familiar, congregacional… es reconocer con agradecimiento el transcurrir de la vida y el sentido profundo de la misma. Es sabernos enraizadas en el origen de esa corriente que plenifica y sintoniza con el universo entero, con todo lo que de belleza y bondad nos envuelve. Nada hay tan humano y tan divino a la vez, que esa memoria agradecida, creadora, generadora de vida... que nos hace reconocer, por un lado nuestra limitación y por otro nuestro ser infinito, haciendo presente nuestro pasado y proyectándonos en un futuro esperanzador. Memoria agradecida que recupera todo lo que forma parte de nuestra existencia, que recoge nuestra experiencia y la va recolocando en cada espacio, en cada momento, en cada situación... hasta lograr encajar cada una de las piezas de ese gran puzzle que somos cada uno de nosotros. Tener Hª, tener una Hª que contar es sabernos vivos. Es vislumbrar, en nuestro corto o largo recorrido, una meta, conseguida paso a paso, vivencia tras vivencia. Y todo ello tejido de relaciones humanas, de gestos solidarios, de pequeños y grandes logros, de renuncias, de disfrutes... y en el inicio Dios, el autor y realizador de esta nuestra Hª. Hoy es un día para el recuerdo, para celebrar esa memoria que recrea nuestra existencia aquí y ahora, en este marco geográfico en el que Dios se derrochó en belleza y esplendor. Un día para la bendición, para la acción de gracias, para traer hasta nosotros tantos y tantos rostros, tantos y tantos gestos de amistad, de hospitalidad. Y al decir Hospitalidad se me hace grande, muy grande su significado, porque durante todo el año 2004 ha sido para nosotras, Hermanas de la caridad de Santa Ana, el recordatorio de nuestro SER y cómo SER. Hemos de remontarnos en el tiempo. Retrocedemos 25 años y recordamos cómo empezó este largo y maravilloso recorrido: Dentro del Plan de cooperación técnica que en materia de sanidad estaba llevando a cabo España con el Gobierno de Guinea Ecuatorial, dos llamadas telefónicas, ambas urgentes, se hicieron a la FERS el 25 de enero de 1980, una del Ministerio de Sanidad y Consumo y otra de la Presidencia del Gobierno: “Se necesitan cuarenta religiosas ATS listas para marchar el 7 de febrero...” Se conecta con determinadas Congregaciones religiosa; dificultades, silencios, pero lo más maravilloso fueron las respuestas inmediatas y ... afirmativas. Se aplaza la salida once días y, aunque sigue siendo el lapso de tiempo muy breve, el 13 de febrero hay dispuestas para la marcha cuarenta religiosas de catorce Congregaciones diferentes; de algunas cuatro hermanas, de la mayoría, tres, de alguna dos y de una Congregación sólo un miembro, pero se consiguió el número solicitado. Un cursillo intensivo de medicina tropical, preparación rápida de papeles y de lo más imprescindible, pues según la información de la Cruz Roja “todo lo demás estaba previsto e iba por delante de las Hermanas” “Operación San José” fue el nombre de la expedición, que el 18 de febrero, en medio de la emoción, las despedidas efusivas, y el gozo de quien se siente llamada a una gran misión, sobrevolaba, en un DC 8 el cielo de Madrid, rumbo a Guinea Ecuatorial. Las cinco horas de vuelo eran el puente que unía el proyecto con la realidad. Era mucho lo quedaba por hacer. Nos fuimos distribuyendo por los doce distritos: Ebebiyín, Añisok, Mongomo, Bata, Mbini, Micomeseng, Niefang, Evinayon, Nsork, Lubá, Riaba y Malabo. Y comenzó nuestra tarea en los hospitales. Los comienzos fueron duros por las condiciones climáticas y ambientales. Había más espíritu de abnegación y sacrificio que medios.... En este grupo íbamos las cuatro Hermanas de la Caridad de Santa Ana que iniciamos esta maravillosa aventura, continuada por otras 57, que han ido escribiendo, si no páginas enteras sí algún renglón de esta Hª de amor, que, por supuesto sigue mejorando la edición. Dejadme poner rostro y nombre a quienes tuvimos la gran suerte de iniciar este camino. Éramos: Nieves Pérez de Onraita, Pilar Abad, Mª Jesús Zurimendi y yo. La Congregación nos había confiado esta preciosa misión. Todo era desconocido para nosotras, aunque es cierto que por nuestra edad, a todas Guinea nos era familiar. A nosotras nos tocó en suerte el distrito de Mbini, el lugar más precios que jamás pudimos imaginar. Su ancho mar, sus playas, su vegetación... Los ojos chispeantes de los niños, su sonrisa, su ternura. La serenidad de los ancianos, la sabiduría de sus palabras y de su forma de ver la vida y los acontecimientos, nos cautivaron. En seguida pudimos experimentar vuestra hospitalidad, ya veis... tenemos algo en común. Nos sentimos tan acogidas, tan respetadas, tan valoradas... que nos fuimos sintiendo parte de vuestro pueblo, de vuestra familia. Quiero tener un recuerdo agradecido al P. Samuel Sánchez, que en medio de la pobreza en la que vivía, supo compartir con nosotras su mesa y albergarnos en la misión hasta que tuvimos un lugar donde vivir. En aquellos primeros meses el apoyo del director del Hospital, Dr. Pablo Bee, de los enfermeros y enfermeras: Agustín Mitogo, Juan Epandje, Mari, Fortunato, Ignacio, Mateo...,y tantos otros, nos ayudó a superar otras carencias y dificultades a las que no estábamos acostumbradas. Pero también nos fue posible ir tejiendo lazos de amistad y de cariño. Se nos abrían las puertas de par en par, y unos y otros hicisteis posible que esta tierra se nos metiera en el corazón y que a día de hoy todavía la llevemos dentro. Pusimos a vuestro servicio todas nuestras capacidades. Hicimos todo lo posible para aliviar vuestras dolencias, acogimos con gozo y gratitud la vida de cada niño que ayudamos a venir a este mundo –que fueron muchos- y lloramos con vosotros la muerte de quienes no pudimos curar. El espacio de nuestra tienda se iba ensanchando. Guinea resonaba con fuerza en otras Hermanas que, haciéndose eco de las necesidades que aquí había, se ofrecieron para extender la misión. Era el mes de agosto cuando llegaban las Hermanas Rosario Sola y Manuela Marco. Fue entonces cuando Hna. Pilar Abad, Mª Jesús Zurimendi y Rosario Sola forman la Comunidad de Bata, al servicio del Hospital General. Los Hermanos de San Juan de Dios fueron, como en tantos otros lugares, nuestros ángeles de la guarda. Ellos ocupaban la vivienda del Hospital, pero ante esta nueva situación dejaron a las Hermanas estas instalaciones y ellos buscaron otra vivienda. En todo momento sintieron el apoyo de los Hermanos. La Comunidad de Bata quería ser el punto de referencia de todas las Hermanas que, desde distintos puntos del interior del Continente, venía a Bata por cualquier causa. Si importante fue su misión sanitaria no menos fue la de la acogida. La magnitud del Hospital General era tal que era necesaria la colaboración de muchas personas. Las Hermanas fueron una pequeña parte en aquel impresionante organigrama, pero ellas aseguraban la permanencia. A cualquier hora del día y de la noche, sin horario, eran requeridas por el personal nativo o por los miembros de Cooperación. No era necesario ni un timbre en la puerta ni un llamador, desde la calle, por cualquier ventana de la casa se podía contactar con las Hermanas. Nuestra respuesta a la tarea educativa fue posterior, aunque a nivel de Gobierno las gestiones con España habían comenzado a los dos meses del Golpe de Libertad. En septiembre de 1980 ya estaban en Mbini las Hermanas que iban a colaborar en la Escuela Santiago Uganda: Hna. Manuela Marco, Hna. Mª Jesús Chueca y Hna. Piedad Pérez. Ellas ya venían “a casa puesta”, les habíamos preparado los caminos, pero debían enfrentarse a una realidad que nada tenía que ver con lo que dejaron en España. El número de niños era desbordante. Las aulas necesitaban una seria reparación y se quedaban pequeñas para acoger con cierta comodidad a todo el alumnado. Los materiales escolares escaseaban, pero era mucha la ilusión que ponían en esta tarea educativa y mucho el apoyo que recibieron del personal educativo. Mencionar a D. Carmelo Elomba, que hoy nos acompaña, y que fue para las Hermanas no sólo su Director sino el fiel compañero, el consejero, la persona de total confianza, junto con su esposa Feliciana. Y cómo olvidar a Dª Victoria, Dª Lorenza, D. Salvador, D. Robustiano, D. Andrés,... Algunos de ellos ya fallecidos, pero muy vivos en nuestro recuerdo. La escuela era una plataforma ideal para contactar con la familia, con la cultura, con las costumbres del pueblo guineano. A la vez que ofrecían su servicio, las Hermanas recibían mucho más: admiración, respeto, agradecimiento... Los meses pasaban y cada vez nos sentíamos más integradas, más cerca de la vida, los problemas y los sueños del pueblo. Nos ibais contagiando esa forma tan especial de vivir, ese sentido de la fiesta, de la celebración. Vuestro ritmo y vuestra música se iban colando en nosotras y disfrutábamos y hasta torpemente hacíamos nuestros pinitos queriendo imitaros. Pronto pudimos entrar en contacto con la gente de los poblados, en nuestras campañas de vacunación, en las que experimentamos vuestra hospitalidad, todo lo mejor era para nosotras, la mejor habitación, la mejor comida... Volvíamos a casa con el corazón agradecido por todos los detalles recibidos. Llegó nuestra primera Navidad. Resultaba extraño no tener nieve, ni frío... Pero era maravilloso recibir al Niño entre palmeras y cocoteros, entre danzas y cantos africanos. Sin turrones ni luces de artificio, pero con mucho calor por dentro y por fuera. Todo lo íbamos viviendo intensamente. Nos habría gustado aprender con rapidez vuestras lenguas, pero... no era fácil. Hacíamos nuestros intentos, sobre todo en el Hospital donde era más frecuente encontrarnos con mamás que no hablaban nuestro idioma. Podíamos preguntar su nombre, si tenían dolor... y hasta producir alguna que otra risa por nuestra mala pronunciación, pero no importaba, el caso era hacernos entender. Nuestra casa era vuestra casa. Allí acudían los niños con su papaya, o unos mangos, o unos cangrejos... y siempre con el mismo saludo: “Hna. regalo”. Recibir regalos siempre alegra y más cuando eran ofrecidos por los niños. También acudía cada domingo mamá Ana, nuestra mamá. No castizaba, pero aquellas palabras: “bidji, bidji” ya nos eran familiares, quería comida. Y así domingo tras domingo se fue estrechando nuestra relación con ella, hasta el punto de que si un domingo no venía nos hacía suponer que algo no iba bien: “mamá Ana debe estar enferma”, nos decíamos y había que ir hasta su vieja cocina para comprobar su estado. Efectivamente, allí yacía tumbada en su cama. Se le procuraban toda clase de remedios hasta que lograba reponerse. Un día su corazón se cansó de latir y murió. Nos sentimos obligadas a acompañarla hasta el último lugar de su reposo y encomendarla a la misericordia de nuestro Padre Dios. Nos había dicho no pocas veces, con palabras que no entendíamos pero con gestos muy significativos que ella desde el cielo nos guardaría. Siempre la hemos mantenido viva en nuestro recuerdo. Todo esto son pequeños retazos de una larga historia, que nos sirven de indicadores a la hora de hacer un balance de estos 25 años. Desde el primer momento nos sentimos implicadas en todo. Con los Padres Claretianos colaboramos en la catequesis de niños y jóvenes, los preparamos para la Primera Comunión, Confirmación... y hasta algún matrimonio. Nos preocupamos de la formación de Catequistas y aprendimos mucho de ellos. La promoción de la mujer, con aquellas sencillas clases de cocina, labores, corte y confección; la formación del personal sanitario, para una Atención Primaria digna y eficaz, así como la formación de maestros, eran nuestras tareas prioritarias. No escatimamos ni tiempo ni esfuerzos, pero también nos sentimos gratificadas por los resultados obtenidos y sobre todo por el interés y la ilusión que percibíamos. Nuevos restos, nuevas respuestas: Al cabo de dos años, en 1982, pudimos dar algún paso más. Se nos ofreció la atención del Internado de Mbini, que venía funcionando desde hacía bastantes años con la dirección de las Hermanas de María Inmaculada. Era un gran reto para nosotras. Podía ser un gran servicio a las niñas del distrito. Comenzamos las gestiones con el Sr. Obispo. Fuimos viendo las posibilidades de acondicionamiento del inmueble y nos pusimos manos a la obra. La reconstrucción del edificio y los trámites necesarios nos llevaron casi dos años. Al fin se vieron cumplidos nuestros objetivos y el 1 de febrero de 1984 el internado “Virgen Niña” abría sus puertas a 21 niñas a las que queríamos ofrecer, no solo alojamiento sino una formación integral que les sirviera para el futuro. Esta misión sigue en activo, y desde aquel 1984 son muchas las niñas que han pasado por el internado. Nuestro objetivo ha sido y es ofrecerles un ambiente de familia, donde compartir todo, donde el respeto sea una norma imprescindible para un buen funcionamiento. Todas han recibido y reciben lo mejor de nosotras. Hemos ejercido de educadoras y de madres, y entre la corrección y la aprobación no había ninguna diferencia porque nos guía a ello el mismo cariño. Unas y otras ocupan un recuerdo imborrable en nuestro corazón y seguro que en el suyo también están grabados nuestros nombres. Hoy nos sentimos orgullosas de ellas. Muchas han formado su hogar, son madres de familia, ejercen puestos de responsabilidad, en definitiva, han encontrado su puesto en la sociedad y saben desenvolverse con soltura. Algunas nos acompañan hoy y nos pueden ofrecer su experiencia. En el campo de la Sanidad fuimos descubriendo nuevas necesidades a las que poder ofrecer solución, y en 1991, tras un largo periodo de obras y acondicionamiento se ponía en marcha el Centro de Salud “María Rafols”, de Bata. En esta obra se puso también mucho empeño y mucho cariño. La preparación de las Hermanas ha sido un factor muy importante, siempre se ha contado con Hermanas muy preparadas y con juventud, factor este importante para hacer frente a las condiciones de trabajo y la dureza del clima. En este momento está a pleno rendimiento y se está haciendo un gran esfuerzo para que su actividad esté al 100% y su radio de acción sea cada vez mayor. En 1995 se inicia la actividad del Preescolar “María Rafols”, en Mbini, en dos aulas del Internado. Era esta una iniciativa privada que había surgido de los nuevos planteamientos que FERE Guinea había hecho al Gobierno guineano. En el 2001 se amplia la actividad haciéndonos cargo de la Enseñanza Primaria a nivel privado, para ello necesitamos más aulas, que con el permiso del Sr. Obispo pudimos utilizar las de la misión. Hasta aquí he pretendido hacer Historia, ahora, permitidme expresar mi agradecimiento a las 60 Hermanas que han tenido mucho de complicidad en la realización de esta historia, que han dejado y siguen dejando lo mejor de sus vidas, pero que también se han enriquecido y han ensanchado su corazón para poder albergar en él todo cuanto vosotros les habéis aportado de cariño, de acogida, de comprensión... Sin vosotros nada de lo que aquí ha sucedido, nada de lo narrado hubiera sido posible. ¡Gracias! Hermanas: Nieves Pérez de Onraita Pilar Abad Mª Jesús Zurimendi Rosario Sola Manuela Marco Mª Jesús Chueca Piedad Pérez María Baquero () Elena Quero Josefina Paralluelo Juanita Campos Ana María Maestu Magdalena Martínez Milagro Villamayor Manuela Peco María Pallarés Mercedes Lax Raquel Ginés Rosalía Tejero Ascensión Baños Aquilina Llorente Ángela Fúnez Rosa Mª Soler Mª Pilar Samanes Ascensión Martínez Mª José Inúñez Esperanza García Jezabel Moreno Felisa Elejalde () Soledad Esteban Teresa Gimeno Antonia López Gloria González Petra Martínez Elvira Sanjuán Mª José Latorre Ángeles Corvinos () Elvira Casao Ana Feli Pablo Margarita Villa Mercedes Rubio Rosa Jiménez Piluca Aznar Toña Pellejero Mª Yugo Falces Carmen Chicharro Mª Carmen Remiro Teresa Iriarte Martina Ruiz Isabel Ansó Mercedes Antón Beatriz Murillo Agnes Ubiukwu Roseline Ndubuisi Ana Silvia Escanero Lucrecia Urzay Mª Victoria Sanjuán Sonia Gil Trinidad Chamarro Mª Carmen Plano. Amigos y hermanos guineanos, por todo y por siempre ¡¡GRACIAS!! Intervención de D. Carmelo Elomba La presencia en Guinea Ecuatorial de las Hermanas de la Caridad de Santa Ana, cuyo bicentenario acaba de celebrarse el pasado 28 de Diciembre de 2004, data del año 1980, ocupándose de dos sectores muy importantes para nuestro desarrollo, como son la educación de nuestros hijos, futuros hombres de mañana y la conservación de nuestra salud. El primer grupo de estas hermanas lo integraban: Pilar Abad, Mª Jesús Zurimendi, Nieves Pérez, Marisol Simón, Mª Jesús Chueca, Manuela Marco, y Piedad Pérez. El grupo que perteneció a la enseñanza quizás sea el que más hago referencia por haber trabajado codo a codo con él desde el año arriba mencionado hasta que fui jubilado en el año 2002. El asesoramiento y colaboración que me prestaron durante el tiempo que ostenté el cargo de jefe de estudios en el Colegio Nacional” Santiago Uganda” lo valoré muy alto que no olvidaré en el resto de los días de vida que me quedan junto a esta colaboración reinaba también un respeto y sumisión en cuanto al cumplimiento de los deberes y obligaciones a todo el cuadro directivo del centro sin excepción. Otros aspectos que recuerdo y que valoré mucho en las hermanas fueron los que voy a mencionar seguidamente: - Las hermanas jugaron un papel muy importante, no sólo colaborando con los maestros del colegio, sino impartiendo clases a los diferentes cursos de primaria. - Intervenían activamente en la elaboración de programas y horarios de clase y dando instrucciones en los cursillos celebrados a lo largo de cada curso escolar. - También orientaban a los maestros monitores en lo que cabía para dar clases en sus escuelas respectivas. - A la hora de educar no veían bien y sentían que nosotros utilizáramos la vara con los niños. Nos aconsejaban no emplearla. - En ellas se notaba afecto y cariño hacia los alumnos y hacia el profesorado. - Asistían puntualmente a clase, y a veces recogían en su coche a los maestros del colegio que venían de los poblados. Como colofón de esta amistad fuimos propuestos dos del Colegio “Uganda”: D.Salvador Nguema Etopa y D. Carmelo Elomba Monanga, además de D. Andrés Upolo Muañache, de la unitaria de Bolondo, D. Bienvenido Ekuere, de la Unitaria de Mangola, todos diplomados de la extinguida escuela superior Indígena de Santa Isabel, hoy Malabo y D. Mariano Mitogo de la Unitaria de Nume, este último Diplomado de Cenafod de Bata, a tomar parte en un examen selectivo para seguir los estudios de magisterio a distancia, prueba que todos aprobamos satisfactoriamente y así con la hermana Mª Jesús Chueca al frente pudimos vencer los tres cursos del plan, logrando el título de maestro de primaria de enseñanza, tres de los cinco que concurrimos, el Sr. Upolo Muañache, el Sr. Nguema Etopa y el Sr. Elomba Monanga. - Recordar también que las Hermanas de Santa Ana, no sólo se contentaron con impartir clases en el Colegio “Santiago Uganda” e instruir a los monitores de las zonas rurales de vez en cuando en sus centros, sino que se preocuparon de la reapertura y acondicionamiento del internado “Virgen Niña”. Las niñas recibían clases en el “Santiago Uganda” y por las tardes las hermanas les dedicaban diariamente unas horas de formación y de clases. De una manera especial puedo afirmar sin temor a equivocarme que la amistad y aprecio que me tuvieron este grupo tan innovador, se extendió sinceramente a mi familia, a mi mujer e hijos. A la salida de este grupo y la llegada del otro la única diferencia notada ha sido la de los nombres y figuras pues el trato ha seguido y sigue inalterable, pues todas ellas han tenido la misma dedicación y entrega en su labor. Con ocasión de los 25 años de su presencia en Guinea Ecuatorial deseo de todo corazón a toda la comunidad de Santa Ana en general muchas felicidades y de un modo particular a las que han convivido y compartido conmigo, los mayores ratos de felicidad y bienestar. Muchas gracias. Intervención de Constancia Edjand Empezamos por agradecer en particular a todas las Hermanas que han estado en el Internado “Virgen Niña” de Mbini y en general a la Congregación de las Hermanas de la Caridad de Santa Ana. En la gran fiesta que celebramos hoy, 18 de Febrero, como antiguas alumnas, hemos preparado una charla para hablar de nuestra experiencia a nivel intelectual y espiritual del internado. A nivel intelectual aunque ya no nos acordamos de todo, pero si de algunos puntos interesantes, tales como el estudio, la costura, grupos de trabajo, las normas de convivencias, al higiene, etc... En cuanto al estudio ya que el internado no tenía su propio Centro Escolar, asistíamos en el Colegio Nacional Santiago Uganda, salíamos del internado a las 7,30 horas de la mañana y volvíamos a la una. Para la buena marcha de nuestros estudios, las hermanas establecieron un horario semanal que nos facilitaba estudiar mejor y consultar las dudas, aunque en aquel tiempo no nos gustaba pero ahora nos damos cuenta de que sin el esfuerzo y la ayuda de las hermanas no tendríamos buenas notas. Os lo agradecemos infinitamente. Las normas de convivencia se refiere al saber vivir con los demás, como hablar, como tratar a la gente, como una mujer debe mantener su hogar, tener la casa limpia y ordenada. En lo que es la higiene, os pedimos que no os canséis de nuestros agradecimientos porque lo merecéis ya que en cada punto vemos el valor que nos habéis ofrecido día a día y sin cansar. Vuestra exigencia que consistía en: cortar las uñas, mantener limpios los cabellos, los dientes...no lo considerábamos tanto pero hoy en día vemos el valor y la importancia de la higiene porque así sabemos ya evitar ciertas enfermedades. No nos olvidamos, queridas Hermanas, de vuestra frase que dice: “No es limpia la que mucho lava sino la que menos mancha”.Esta frase la tenemos grabada en nuestra mente, lo que hace que nosotras también ya lo aplicamos a los demás: niños y mayores. También les hemos enseñado el punto de los grupos de trabajo. Siempre organizábamos pequeños grupos de cinco o seis niñas para ciertas limpiezas y así nos hemos acostumbrado a trabajar en grupos, como esta charla que la hemos preparado en grupo. Teníamos nuestra pequeña finca en la que trabajamos en grupo. No sabíamos lo que significaba el grupo pero vemos ya que el objetivo de las hermanas era enseñarnos a organizar porque hay veces que una sola persona no llega a organizarse, lo que te costaba hacer en una semana, en grupo lo haces en cinco minutos. Una vez más os lo agradecemos. No nos olvidamos de la costura que es un deber imprescindible de una mujer, porque toda aquella, que se sienta mujer debe saber minimamente el valor de la aguja y el hilo. A veces la costura parecía causarnos un daño pero ya vemos la diferencia que hay entre una mujer que sabe coser y la que no sabe coser. Para el dobladillo de la falda o el vestido no lo llevarás a la sastrería, como mujer lo haces tú misma en la casa igual que poner un botón. No toda mujer puede saber hacer el punto limpio, el punto de cruz, ojales, el pespunte, el bordado, el zurcido y demás puntos. La persona que te ofrece su tiempo para enseñarte la costura porque es algo que pide mucha paciencia a pesar de nuestras costumbres que a veces queremos otras veces no, no os desanimasteis, siempre estabais dispuestas a enseñarnos y gracias al esfuerzo más la ayuda de Dios somos mujeres de valor porque una mujer que no sabe coser debe sentirse incompleta. En resumen es lo que os hemos presentado de nuestro nivel intelectual y ahora os presentamos nuestro nivel espiritual: Con la enseñanza de las Hermanas hemos descubierto que la oración es muy importante para un buen cristiano, porque rezando siempre Dios está cerca de nosotros. Una persona no debe rezar en los momentos difíciles solamente, reza a tu Señor en todo tiempo cuando lloras y cuando gozas. Tenemos que saber la existencia de Dios y comprender que todo lo que hacemos es gracias a Dios. El es el todopoderoso, sin El no podemos hacer nada. Desde nuestra infancia hemos aprendido a rezar tres veces al día, por la mañana al despertar (esa oración es para darle gracias a Dios que te ha protegido durante la noche y pedirle que camine contigo durante el día), por la tarde es el Santo rosario y por la noche al dormir (le agradeces por haber caminado contigo todo el día, le despides y le dices que te vas a dormir que Él vele tu sueño). Todo esto lo hemos aprendido de las Hermanas de Santa Ana, una Congregación que siempre tendremos un cariño y un respeto especial. Se lo agradecemos a la Madre Ràfols porque de ella parten las raíces de la Congregación, su vocación ha servido al mundo y rezamos para que en la Congregación siga brillando su hospitalidad. Mbini,18 de Febrero de 2005