Unilateralismo vs. multilateralismo: Las lecciones de Irak Lic. Carina Solmirano 1- Introducción El objetivo de este trabajo es analizar el actual contexto internacional a partir de la iniciativa de Estados Unidos de atacar Irak en marzo de 2003, a partir de los conceptos unilateralismo/multilateralismo, nociones que hoy vuelven a tratarse -de manera central- en la agenda internacional. El unilateralismo estadounidense no constituye una novedad para los analistas de las relaciones internacionales. Desde que se configuró el nuevo esquema de poder mundial a principios de los noventa, Estados Unidos se convirtió en la única potencia con capacidad militar y económica suficientemente autónoma como para incidir (directa o indirectamente) en los asuntos globales. Sin embargo, fue a partir del 11 de Septiembre que el hiperunilateralismo se hizo más evidente que nunca. La estrategia de Seguridad Nacional anunciada por el presidente George W. Bush en Septiembre de 2002 expresa claramente el interés norteamericano por extender su poder a nivel global, a través de una política unilateral justificada por “ataques preventivos”. En este contexto, Estados Unidos argumentó que la posesión de armas nucleares y la supuesta relación de Saddam Hussein con el terrorismo internacional y la red Al Qaeda constituían una amenaza a su seguridad nacional. Desautorizando las resoluciones del Consejo de Seguridad -el organismo multilateral de seguridad internacional- en torno a Irak y pese a la condena de la comunidad mundial, la administración Bush junto a Gran Bretaña y España inició acciones militares en Irak en marzo de 2003. No obstante, y ya finalizada la guerra, se desataron múltiples focos de conflicto en territorio iraquí, entre los que se cuentan el atentado contra la sede de Naciones Unidas en Bagdad, entre otros. Otro factor desestabilizador es la gran cantidad de soldados norteamericanos muertos en la posguerra, que impacta fuertemente en la opinión pública norteamericana, y afecta el interés de Bush de buscar un segundo mandato el año próximo. El costo de la guerra, en una economía recesiva, empeora mucho más la situación. En este sentido, las lecciones de Irak parecen indicar que avanzamos hacia una revigorización del multilateralismo, puesto que Estados Unidos enfrenta una realidad que lo supera: la reconstrucción de Irak y su posterior democratización no son posibles bajo los parámetros diseñados en los despachos de la Casa Blanca y el Pentágono. A la luz de estos acontecimientos, cabe preguntarnos si es posible el fortalecimiento del multilateralismo. De ser así, es claro que se debe avanzar efectivamente hacia la postergada reforma de Naciones Unidas y en especial del Consejo de Seguridad, que frente al actual escenario mundial parece no poder dar respuestas a los conflictos que afectan la estabilidad del sistema internacional. Con fines prácticos, el trabajo se organizará de la siguiente manera: en la primera parte se analizará el esquema internacional a partir del 11 de Septiembre, el rol de Naciones Licenciada en Ciencia Política (UBA), Master en Relaciones Internacionales con orientación en Defensa y Seguridad Internacional (UBA). Profesora de Teoría Política en la Facultad de Ciencias Económicas, UBA. Galardonada con la Beca Fulbright para estudios de posgrado en Estados Unidos (2004-2005). 1 Unidas y las resoluciones del Consejo de Seguridad que legitimaron la intervención militar en Afganistán. Luego, se enunciarán los principales lineamientos de la política exterior norteamericana, resumidos en la Nueva Estrategia de Seguridad Nacional anunciada por el presidente Bush en Septiembre de 2002. La tercera parte estará dedicada a la guerra de Irak y a los frustrados esfuerzos de Estados Unidos por legitimar su acción militar en Irak bajo el manto del Consejo de Seguridad. El último punto a analizar será el rol de Naciones Unidas en la posguerra del golfo. En las conclusiones trataremos de evaluar la factibilidad de otorgarle un mayor rol al multilateralismo en un contexto de unipolaridad. 2- El 11 de Septiembre y sus consecuencias El 11 de Septiembre de 2001, la principal superpotencia del mundo fue víctima de ataques terroristas perpretados contra el World Trade Center y el Pentágono, íconos del poder económico y militar mundial. La vulnerabilidad a la que se vio sometida Estados Unidos demostró que no alcanza con poseer un enorme arsenal de armas nucleares, ni mucho menos sostener sofisticados sistemas de defensa. El soñado escudo antimisiles de Bush se tornó obsoleto para frenar un ataque que no necesitó de armas de destrucción masivas para tener efectos devastadores. “El 11 de Septiembre cambio todo”, afirmaron muchos. Este hecho constituyó el detonante para una modificación del eje en torno al cual se articulan las relaciones de fuerza en el ámbito internacional. Luego de los ataques, el presidente Bush declaró que Estados Unidos estaba en guerra, no sólo contra el terrorismo sino también con los Estados que brindaran protección a los terroristas. La lucha entre el bien y el mal anunciada por el presidente norteamericano pareció recrear un ambiente similar al de la Guerra Fría, donde se enfrentan valores que cada parte defiende como trascendentales. El mensaje de Bush fue claro: o se está con Occidente o se está contra Occidente. No había lugar para terceras posiciones. En su lucha contra el terrorismo Estados Unidos utilizaría todos los medios necesarios para enfrentar esta nueva amenaza a su seguridad nacional. Osama Bin Laden y la red Al Qaeda fueron señalados como los autores de los atentados y el régimen taliban fue acusado de ser el protector de la red terrorista. La respuesta de la comunidad internacional frente a los atentados no se hizo esperar. El 12 de Septiembre de 2001, el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas adoptó la Resolución 13681 en la que condenó inequívocamente los ataques terroristas, y reconocía que los mismos constituían una amenaza a la paz y la seguridad internacional. Además, dicho organismo reafirmó el derecho inmanente a la defensa propia, individual o colectiva, conforme al Art. 51 de la Carta de Naciones Unidas; y expresó su disposición a tomar las medidas necesarias para responder a esos ataques y combatir el terrorismo. Por su parte, la Asamblea General a través de la Resolución 562, condenó enérgicamente los ataques (sin referirse expresamente a los mismos como ataques y sin mencionar el derecho a la legítima defensa propia), e instó a los Estados a intensificar la cooperación internacional para erradicar los actos de terrorismo. La Organización del Tratado del Atlántico Norte expresó 1 2 SC Res. 1368 (Sept. 12, 2001) en www.un.org/docs [consulta: 10-07-2003] GA Res. 56/1 (Sept. 18, 2001) en www.un.org/docs [consulta: 10-07-2003] 2 que si se determinaba que los ataques a Estados Unidos provenían del extranjero, se consideraría que los mismos constituían un ataque contra todos los miembros de la organización, según el Art. 5 del Tratado de Washington3. La Organización de Estados Americanos (OEA) aprobó el 21 de septiembre de 2001 una resolución mediante la cual declaró: “Estos ataques terroristas contra los Estados Unidos de América son ataques contra todos los Estados americanos y, de conformidad con todas las disposiciones pertinentes del Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR) y el principio de solidaridad continental, todos los Estados Partes del Tratado de Río deberán brindar asistencia recíproca efectiva para enfrentar tales ataques y la amenaza de ataques similares contra cualquier Estado americano, y para mantener la paz y la seguridad del Continente”4 El 28 de Septiembre, a partir de un borrador presentado por Estados Unidos, el Consejo de Seguridad, actuando bajo el Capítulo VII de la Carta, adoptó por unanimidad la Resolución 1373 en la que -entre otras medidas- exhortó a los Estados a negar el financiamiento, apoyo y refugio a los terroristas, a intensificar y agilizar el intercambio de información operacional entre los Estados miembros, y estableció un Comité del Consejo de Seguridad para monitorear la implementación de estas medidas.5 Esta resolución sienta un precedente sin paralelos en la historia de la Organización ya que, bajo el Cap. VII de la Carta, el Consejo ordena a todos los Estados a tomar una serie de medidas que no se limitan a un país en particular. De este modo, genera una obligación internacional. Cómo es sabido, las organizaciones no crean derecho, sólo los Estados lo hacen a través de la adopción o ratificación de tratados, de la práctica general apoyada por la opinio juris, o del reconocimiento de los principios generales del derecho. Las organizaciones pueden crear soft law, el cual gradualmente podría convertirse en costumbre o en un tratado obligatorio o hard law.6 Cabe aclarar que ninguna de estas resoluciones autorizaba expresamente el uso de la fuerza. Sin embargo, reconocían el derecho inherente de legítima defensa así como también la necesidad de combatir, por todos los medios, la amenazas a la paz y seguridad internacional causadas por actos terroristas. Pocas semanas después de los ataques, en un mensaje ante el Congreso, Bush le demandó al régimen taliban la entrega de los líderes de Al Qaeda que estuvieran en su territorio y el cierre de los campos de entrenamiento terrorista. Estas demandas no estarían sujetas a negociación o discusión. Ante la negativa del régimen taliban de cumplir con esas demandas, e invocando el Art. 51 de la Carta de Naciones Unidas, Estados Unidos inició acciones militares en Afganistán el 7 de Octubre de 2001. La operación Enduring Freedom contó con el apoyo de más de treinta Estados, y tuvo como principales objetivos: el desmantelamiento de las bases terroristas de los talibanes y de la red Al Qaeda, la caída del régimen talibán y la instalación de un gobierno de transición, luego legitimado por los acuerdos de Bonn y por el Consejo de Seguridad a través de la Resolución 1386. Así, frente 3 Press Release N° 124, Statement by the North Atlantic Council (Sept. 12, 2001), en www.nato.int/docu/basictxt/treaty.htm#Art05 [consulta: 10-07-2003] 4 RC.24/RES.1/01 (Sept. 21, 2001) en www.oas.org [consulta: 10-07-2003] 5 SC Res. 1373 (Sept. 28, 2001) en www.un.org [consulta: 10-07-2003] 6 Szasz, Paul; “The Security Council Starts Legislating”, en American Journal of International Law, Vol. 96, N° 4, October 2002. 3 a la amenaza del terrorismo internacional, Estados Unidos encontró un marco multilateral propicio y en función del mismo fijó su estrategia para atacar Afganistán. 3- La Estrategia de Seguridad Nacional A un año de los atentados terroristas, el presidente Bush presentó la Estrategia de Seguridad Nacional. La misma puede entenderse como el nuevo lineamiento de la política exterior norteamericana, una política que rompe con el aislacionismo inicial de la administración Bush y que, potenciada por los hechos del 11 de Septiembre, se convierte en el sustento del unilateralismo. Desde la caída de la Unión Soviética, el mosaico de Estados con mayor o menor incidencia en los asuntos internacionales fue opacado por el abrumador poderío militar y económico de Estados Unidos. Considerado por muchos analistas como el regreso a la unipolaridad, este momento marcó también el inicio de una era caracterizada por la aparición de nuevas amenazas a la paz y la seguridad mundial: terrorismo, narcotráfico, crimen organizado, proliferación de armas masivas de destrucción, etc. Desaparecido el enemigo comunista, el discurso sobre la seguridad nacional norteamericana tuvo como eje a los “rogue states”7: Irak, Irán, Libia y Corea del Norte, entre otros pasaron a conformar lo que Bush definió como el eje del mal. En este escenario, la política de contaiment/deterrence que caracterizó al sistema internacional por más de cuarenta años, cedió paso a una política de engagement8, que se materializó en un discurso de extensión de valores democráticos y de la libertad de mercado. En tal sentido, el presidente Bill Clinton señalaba en 1998 que Estados Unidos era llamado a liderar, a organizar las fuerzas de la libertad y el progreso, a encauzar las energías ingobernables de la economía global en vías positivas, y a avanzar en la prosperidad, en el refuerzo de los ideales democráticos y en la intensificación de la seguridad nacional9. Sin rivales posibles a su condición hegemónica, el objetivo primordial de la política exterior estadounidense era mantener el statu quo. Como señala Phillip Gollup, este fin “se declina de manera diferente según el carácter más o menos cooperativo o coercitivo empleado. Mientras que la administración Clinton daba prioridad a la diplomacia económica y en cierta medida a la cooperación multilateral, la nueva administración se ve tentada por la fuerza y por la acción unilateral de extender aún más las fronteras de la hegemonía estadounidense”10. 7 Los rogue states estarían definidos en base a tres criterios de comportamiento externo: 1) el empleo de armas de destrucción masiva, 2) el uso del terrorismo internacional como un instrumento de política estatal y 3) una orientación de política exterior que amenaza a los aliados de Estados Unidos o a importantes intereses americanos en regiones claves. Véase Litwak, Robert, “Rogue States and U.S. Foreign Policy. Containment after the Cold War”, The Woodrow Wilson Center Press, Washington, 2000, pag. 49. 8 Al respeto puede consultarse el documento “A National Security Strategy of Engagement and Enlargement”, publicado en 1994. Este documento expresa los lineamientos de la política exterior durante la administración Clinton. 9 “A National Security Strategy for a New Century”, The White House, October 1998; en Brown, M (Ed), America’s Strategic Choices, Revised Edition, The Mitt Press, Cambridge, 2000. 10 Gollup, Phillip, “La tentación imperial de Estados Unidos”, en El Dipló, Edición 27, Septiembre 2001. Versión Electrónica [consulta: 14-09-03] 4 En tal sentido, la política unilateral de Estados Unidos puede expresarse a través de los siguientes ejemplos: la negativa a ratificar el Tratado de Roma, que da origen a la Corte Penal Internacional, la oposición al Protocolo de Kyoto que controla las políticas de medio ambiente, el retiro de la firma del Tratado Misilístico de 1972 (ABM) para continuar con el proyecto de escudo anti-misiles, etc. Al respecto, Emilio Cárdenas expresó “Pese a conformar una suerte de imperio “benevolente”, con principios, los Estados Unidos nunca renunciaron al uso unilateral de la fuerza. El siglo XX presenció muchos episodios que así lo confirman, como los de México, Honduras, Nicaragua, Dominicana, Guatemala, Haití, Grenada, o Panamá. Además de las experiencias, bastante distintas, de las guerras de Corea y Vietnam”11. No obstante estos ejemplos, el unilateralismo norteamericano quedaría finalmente plasmado en la Estrategia de Seguridad Nacional de Septiembre de 2002. En dicho documento, Estados Unidos afirma disfrutar de una fuerza militar sin precedentes, como así también de una gran influencia económica y política. Por eso, “Estados Unidos busca impulsar las condiciones que permitan que las naciones puedan elegir por sí mismas las recompensas y los retos de la libertad política y económica. Porque en un mundo a salvo de peligros, la gente estará en condiciones de mejorar sus propias vidas. De allí que Estados Unidos defenderá la paz al luchar contra los terroristas y los tiranos. Preservará la paz al crear buenas relaciones entre las grandes potencias. Extenderá la paz al fomentar sociedades libres y abiertas en cada continente.”12 En el Capítulo V se esbozan los principales ejes de la política exterior post 11 de Septiembre. Entre los puntos más importantes podemos distinguir los siguientes: a) los desafíos mortales han surgido de los rogue states y de los terroristas. La naturaleza y las motivaciones de estos nuevos adversarios, su determinación para obtener poderes destructivos hasta ahora disponibles sólo a los grandes poderes, y la gran probabilidad de que usen armas de destrucción masiva contra Estados Unidos, hace que el ambiente de seguridad sea hoy más complejo y peligroso; b) en los noventa, surgieron un pequeño número de rogue states que comparten un número de atributos: brutalizan a su gente y malgastan sus recursos nacionales para la ganancia personal de sus gobernantes, no exhiben ningún interés en el derecho internacional, amenazan a sus vecinos y violan los tratados internacionales de los cuales son parte; están determinados a adquirir armas de destrucción masiva para ser usadas como amenazas u ofensivamente para lograr los diseños agresivos de sus regimenes; favorecen el terrorismo a lo largo del globo y rechazan los valores humanos y odian a Estados Unidos y todo lo que apoya; c) en la Guerra del Golfo, adquirimos pruebas irrefutables de que los diseños de Irak no estaban limitados a las armas químicas que habían usado contra Irán y su propio pueblo, sino que también se habían extendido a la adquisición de armas nucleares y agentes biológicos; d) debemos estar preparados para detener a los rogue state y a sus clientes terroristas antes de que sean capaces de amenazar o usar armas de destrucción masiva contra los Estados Unidos y 11 Cárdenas, Emilio, “La Organización de las Naciones Unidas: entre la legitimidad y la parálisis”, en Seminario El Estado de la Seguridad y la Seguridad del Estado en América Latina, organizado por el Instituto de Seguridad Internacional y Asuntos Estratégicos del Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales, Buenos Aires, 3 de julio de 2003. 12 Véase “The National Security Strategy of the United States of América”, September 2002, www.whitehouse.gov [consulta: 27-07-2003] 5 nuestros aliados y amigos; e) dados los objetivos de los rogue states y los terroristas, los Estados Unidos no pueden confiar solamente en una postura reactiva como la del pasado. La inhabilidad para disuadir a un potencial atacante, la inmediatez de las actuales amenazas y la magnitud del daño potencial que podrían ser causado por nuestros adversarios, no permiten esa opción. No podemos permitir que nuestros enemigos golpeen primero; f) durante siglos, el derecho internacional reconoció que las naciones no necesitan sufrir un ataque antes de que puedan tomar medidas legales para defenderse contra las fuerzas que presentan un peligro inminente de ataque. Los expertos legales y los juristas internacionales a veces condicionaron la legitimidad de la prevención en la existencia de una amenaza inminente; g) los Estados Unidos han mantenido la opción de acciones preventivas para responder a amenazas a nuestra seguridad nacional. A mayor amenaza, es mayor el riesgo de inacción y mayor la obligación del caso para tomar acciones defensivas para defendernos, aun habiendo incertidumbre sobre la fecha y lugar del ataque enemigo. Para prevenir tales actos hostiles por nuestros adversarios, los Estados Unidos, si es necesario, actuaran preventivamente.13 La “doctrina Bush”, tal como se la definió, pronto generó controversias al interior de Estados Unidos y a nivel mundial. El debate se centró principalmente en la legitimidad y el alcance de los ataques preventivos. Por eso, es útil elucidar dos conceptos que surgen del análisis de la nueva estrategia. Por un lado, el término preemptive es un concepto tradicional, ligado al uso anticipado de la fuerza ante un ataque inminente. Así la Crisis de los Misiles en 1962 o la Guerra de los 6 días en 1967 constituyen ejemplos históricos del uso anticipado de la fuerza. Es una definición que ha sido aceptada como legítima y apropiada de acuerdo al derecho internacional. Por otro lado, según un informe de The Brookings Institution 14, el concepto de guerra preventiva elaborado por Bush va más allá de la evidencia de un ataque inminente. Tal concepto admite el ataque a un enemigo, aún en ausencia de evidencias específicas, para asegurarse que una amenaza seria a los Estados Unidos no prosperará. De este modo, la doctrina está dirigida contra los llamados rogue states, los cuales constituyen una amenaza a la seguridad norteamericana. La administración Bush afirma que las conexiones de estos estados con grupos terroristas y con la posesión de armas nucleares, los obliga a tomar medidas anticipadas para defender a Estados Unidos, aún cuando no exista la certeza del tiempo y lugar de ataque. El informe mencionado sostiene que la doctrina de guerra preventiva traerá serias consecuencias negativas: refuerza la imagen de que Estados Unidos usará la fuerza militar y lo hará por fuera de las límites del derecho internacional. Esto generará la dificultad de obtener apoyo internacional e incluso resistencia a los objetivos de la política exterior de Bush. Por otro lado, el uso de la fuerza en estas condiciones podría ser el disparador de medidas similares por parte de otros países que vean amenazados sus intereses nacionales (India-Pakistán, Rusia-Chechenia, China-Taiwán, etc.). 13 Ibidem 14 O’Hanlon Michael, Rice Susan and Steinberg James; “The New National Security Strategy and Preemption” en Policy Brief 113, The Brookings Institution, December 2002. http://www.brook.edu/comm/policybriefs/pb113.htm, [consulta: 27-07-03] 6 Con Irak como blanco, la administración Bush pretende usar la fuerza para desviar las amenazas antes de que estas surjan, usando la guerra preventiva como una herramienta para manejar un ambiente internacional cada vez más caótico15. Como señaló Daniel Moran, una estrategia de guerra preventiva es aquella en la que un ataque es lanzado no para prevenir un golpe inminente, sino para tomar ventaja de las condiciones actualmente favorables, en anticipación a aquellas condiciones que podrían deteriorarse en el futuro. Según el autor, esta es una distinción de considerable utilidad analítica, que podría probar su utilidad en el desarrollo de nuevas normas internacionales que requiriesen tratar con las amenazas emergentes de los actores no estatales16. En un artículo publicado en The Washington Post en marzo pasado, Joseph Nye expresaba su preocupación respecto a esta doctrina: “Desde 1945, el Art. 51 de la Carta de Naciones Unidas ha preservado un amplio consenso de que el uso de la fuerza de un estado debe ser restringido a la legítima defensa propia individual o colectiva. La prevención de cara a un ataque inminente -como el que enfrentó Israel en 1967- es considerado como una defensa propia aceptable, pero la guerra preventiva de Bush no ha sido aceptada... Con la amenaza del terrorismo y las armas de destrucción masiva, el costo de esperar puede ser muy alto. La prueba de inminencia debe ser ampliada. Pero el precio de moverse de la prevención a la anticipación debería ser bajo la forma de una legitimización colectiva, preferiblemente bajo el Cap. VII de la Carta. Una guerra preventiva multilateral podría justificarse mientras una guerra preventiva unilateral no”17 Otro problema con la doctrina de guerra preventiva es que, entendida en sentido amplio, atenta contra una norma imperativa del derecho internacional, el Art. 2, párrafo 4 de la Carta de Naciones Unidas, el cual establece que los Estados deberán abstenerse de utilizar la fuerza en sus relaciones con los demás Estados, con la única excepción de la legítima defensa establecida en el Art. 51 de la Carta. Queda claro que un ataque preventivo tal como lo plantea la doctrina no caería bajo el alcance de ese artículo, aún cuando en el documento se busque igualar el concepto de ataque preventivo al de la legítima defensa. 4- La guerra de Irak La decisión estadounidense de atacar Irak y derrocar al régimen de Saddam Hussein tiene una larga data. La violación de las resoluciones del Consejo de Seguridad posteriores a la primera Guerra del Golfo, la certeza norteamericana de que Irak fabricaba armas nucleares y posteriormente, las sospechas de lazos entre la red terrorista Al Qaeda y Saddam sentaron algunas de las bases sobre las que la administración Bush declarara su intención de ejercer un ataque preventivo. El peligro que los rogue states y el terrorismo internacional significan para la seguridad norteamericana aceleró las prioridades del gobierno norteamericano respecto a Irak. Incluso antes de que terminara la guerra en Afganistán, Irak se había convertido en el 15 Russell, J. and Wirtz, J; “Preventive War against Iraq”, en Strategic Insight, November 2002, http://www.ccc.nps.navy.mil/rsepResources/si/nov02/middleEast.asp [consulta: 24-06-03] 16 Moran, Daniel; “Deterrence and Preemption”, en Strategic Insights, October 2002, http://www.ccc.nps.navy.mil/rsepResources/si/oct02/strategy.asp, [consulta: 24-06-03] 17 Nye, Joseph; “Before War”, en The Washington Post, 14 March 2003. 7 nuevo objetivo de la política exterior de Estados Unidos. Confirmadas estas suposiciones en el documento que ya hemos analizado, la cuestión parecía ser sobre la forma en que el ataque a Bagdad se realizaría: bajo el mandato multilateral de Naciones Unidas o bajo la nueva doctrina de seguridad norteamericana. En Septiembre de 2002, en su discurso ante la Asamblea General de las Naciones Unidas, Bush expuso su preocupación sobre Irak. Remarcó que su país se enfrentaba al desafío de grupos criminales y regímenes ilegales que, junto al terrorismo, amenazaban la seguridad común. Agregó que los peligros provenían de un régimen y solicitó la colaboración del Consejo de Seguridad para trabajar en las resoluciones necesarias para desarmar a Irak. Pero aclaró que Estados Unidos actuaría sólo si el Consejo no lo hacía18. Una semana después, antes de enviar una resolución al Congreso, advirtió que si el Consejo de Seguridad no trataba el problema de Irak, Estados Unidos lo haría19. El 10 de Octubre, Bush recibió la autorización del Congreso norteamericano para usar la fuerza contra Irak sin mediar una resolución del Consejo de Seguridad. Dos semanas después, propuso formalmente una resolución a Naciones Unidas. Y sentenció: “no aceptaremos una resolución que nos impida hacer exactamente lo que le he dicho al pueblo americano que ocurrirá...Si las Naciones Unidas no actúan y si Saddam no se desarma, Estados Unidos liderará una coalición para desarmarlo”20. El 7 de noviembre el Consejo de Seguridad adoptó por unanimidad la Resolución 1441. Bajo el Cap. VII de la Carta, el Consejo decidió que Irak había incurrido en graves violaciones de resoluciones anteriores referidas al desarme y a las inspecciones, le daba una última oportunidad a Irak para cumplir con sus obligaciones y establecía un régimen de verificación. Advertía también sobre las consecuencias ante el incumplimiento de Irak. Sin embargo, la resolución no mencionaba en ninguno de sus párrafos el uso de la fuerza.21 La resolución fue un triunfo del Secretario de Estado, Colin Powell, y del Embajador ante las Naciones Unidas, John Negroponte. Koffi Annan, Secretario General de Naciones Unidas, le manifestó a Bush su agradecimiento por haber elegido la vía multilateral respecto a Irak, confirmándole que el régimen iraqui había aceptado las inspecciones. La Comisión de Monitoreo, Verificación e Inspección de Naciones Unidas (UNMOVIC), encabezadas por Hans Blix, arribó en Irak el 25 de Noviembre junto a un primer equipo de 11 expertos y comenzó sus actividades dos días después. Pese a que las inspecciones se estaban realizando de acuerdo a la resolución, Estados Unidos sostuvo que Irak no se estaba desarmando y que la última oportunidad para hacerlo estaba llegando a su fin. Bush anunció en su discurso Del Estado de la Unión que Irak había intentado comprar 500 toneladas de uranio a Níger, probablemente con la intención de construir una bomba atómica. Powell presentó pruebas “irrefutables” en el Consejo de Seguridad el 5 de febrero, que confirmaban que Irak no se estaba desarmando sino que continuaba desarrollando programas de armamentos a espaldas de los inspectores 18 Véanse las declaraciones del Presidente Bush ante la Asamblea General de las Naciones Unidas, Septiembre de 2002, en http://www.whitehouse.gov/news/releases/2002/09/20020912-1.html [consulta: 0510-03] 19 http://www.whitehouse.gov/news/releases/2002/09/20020919-1.html, [consulta: 05-10-03] 20 http://www.whitehouse.gov/news/releases/2002/10/iraq/20021025.html, [consulta: 05-10-03] 21 SC Res. 1441 (November 8, 2002) en www.un.org , [consulta: 05-10-03] 8 de UNMOVIC y de la AIEA (Agencia Internacional de Energía Atómica), y que el régimen de Hussein tenía estrechas conexiones con grupos terroristas. Sin embargo, los inspectores regresaron a mediados de febrero informando que no habían descubierto que Irak tuviera armas de destrucción masiva y que el proceso de desarme se estaba desarrollando con resultados positivos. La contraofensiva de la administración Bush fue la presentación de una resolución en la que se instaba al Consejo a declarar, bajo el Cap. VII, que Irak había fallado en su desarme. Esto abría las puertas al uso de la fuerza. Frente a la impaciencia de Estados Unidos, Francia, Alemania y Rusia emitieron sendos comunicados manifestando que se necesitaba más tiempo para Irak y que el uso de la fuerza debía ser el último recurso. El giro definitivo en la cuestión Irak se produjo el 28 de Febrero, cuando el Secretario de Prensa de la Casa Blanca, Ari Fleischer, anunció que el objetivo de Estados Unidos no era simplemente el desarme de Irak sino que ahora incluía el cambio de régimen. El 5 de marzo, Francia y Rusia anunciaron que bloquearían cualquier resolución que autorizara el uso de la fuerza contra Hussein22. El día siguiente, China declaró que adoptaría la misma posición. El Reino Unido reflotó una propuesta de compromiso, pero los cinco miembros permanentes del Consejo no se pusieron de acuerdo. De cara a una seria amenaza a la paz y la estabilidad internacional, el Consejo de Seguridad se paralizó23. El 20 de Marzo las fuerzas de la coalición, encabezadas por Estados Unidos, Gran Bretaña y España, iniciaron acciones militares contra el régimen de Saddam Hussein, violando las normas del derecho internacional que proscriben el uso de la fuerza (Art. 2, 4 de la Carta de Naciones Unidas). De esta manera, Bush cumplía lo que en enero había prometido ante el pueblo norteamericano: “Estados Unidos no depende de las decisiones de otros”. Esta frase coincide con lo sostenido por Paul Kennedy: “la impresión general que últimamente da Estados Unidos es que no nos importa lo que piensa el resto del mundo. Cuando necesitamos ayuda - para perseguir a terroristas, congelar activos financieros y habilitar bases aéreas a las tropas estadounidenses, jugamos con el resto del equipo; cuando no nos gustan los planes internacionales, nos damos media vuelta”24. ¿El Consejo de Seguridad falló o la guerra era inevitable? A mi criterio, la guerra era inevitable. Con o sin aprobación de Naciones Unidas, Estados Unidos atacaría Irak. Fundamentalmente por dos razones: Estados Unidos se arrogó el poder de atacar primero (strike first) de acuerdo a su Estrategia de Seguridad Nacional. Su rol de única superpotencia mundial le permitió adoptar una política de going alone aún por sobre el Consejo de Seguridad que es el encargado de reglamentar el jus ad bellum o derecho de recurrir al uso de la fuerza armada. Irak era para Estados Unidos uno de los objetivos en la lucha contra el terrorismo internacional y la proliferación de armas de destrucción masiva. En segundo lugar, porque Estados Unidos, en su condición hegemónica, busca consolidar su poder y evitar que su supremacía sea disputada por otros Estados. Como sostiene el Dr. Russell: “ lo que estamos discutiendo es esencialmente el rol de Estados Unidos en el 22 S/2003/253 (March 5, 2003) en www.un.org/docs, [consulta: 05-10-03] Glennon, M; “Why the Security Council Failed?”, en Foreign Affairs, May/June 2003, Vol 82, N°3. 24 Kennedy, Paul; “El poder unilateral”, en Clarín, 2 de marzo de 2003. 23 9 mundo y distintas formas de ejercicio de poder”25. Después de todo, la política se define como la lucha por el poder y por los recursos para aumentar ese poder. La presencia de Estados Unidos en Medio Oriente es esencial para preservar el actual statu quo y los intereses norteamericanos en la zona. Así lo indicaba Brzezinski hace unos años, “Eurasia es el tablero en el que la lucha por la primacía sigue jugándose”26. Este es el objetivo estratégico de Estados Unidos. Pero también es cierto que el Consejo de Seguridad se estancó. Desde la aprobación de la Resolución 1441, en noviembre último, las discusiones al interior del Consejo giraron en torno a una posible autorización del uso de la fuerza si el régimen iraqui no aceptaba las verificaciones. Pero el régimen las aceptó. Entonces, se debatió durante cuanto tiempo se realizarían las inspecciones. Estados Unidos amenazaba con que el tiempo se terminaba, mientras Alemania, Francia y Rusia solicitaban darle más tiempo al régimen de Hussein. La segunda resolución presentada por Gran Bretaña proponía el establecimiento de patrones de cumplimiento de la Res. 1441, la fijación de un plazo hasta mediados de abril para que Irak cumpliera con lo establecido y la presunción de que una falta de cumplimiento constituiría una violación material que habilitaría el uso de la fuerza27. Sin embargo, Estados Unidos ofreció un ultimátum hasta mediados de marzo. Francia, por su parte, se mostró inflexible con la nueva resolución, y amenazó abiertamente con utilizar su poder de veto. La lucha de poder entre los miembros permanentes del Consejo hizo fracasar la vía multilateral. Por eso, el Consejo de Seguridad fue una de las grandes víctimas de la guerra: su incapacidad para evitar la guerra le restó legitimidad y credibilidad. Otra lectura que puede hacerse respecto de la parálisis del Consejo se articula en torno a los intereses de poder que cada Estado miembro persigue. El Consejo de Seguridad le otorga a sus miembros permanentes el poder de veto, una herramienta que desde el nacimiento de Naciones Unidas ha sido utilizada para medir la relación de fuerzas. Como sostiene Michael Glennon “era totalmente predecible que Francia, China y Rusia ejercieran su veto para oponerse a Estados Unidos y así avanzar en el proyecto que habían asumido: retornar el mundo a un sistema multipolar. El desacuerdo sobre Irak no terminó con el Consejo, lo hizo la realidad geopolítica”28. Basta recordar que durante la Guerra Fría, el Consejo de Seguridad estuvo prácticamente paralizado por el veto que las superpotencias ejercían cada vez que había que aprobar una resolución donde sus intereses podían verse afectados. 5- La post-guerra: Revitalizando la ONU? El 1 de mayo de 2003, el presidente Bush -desde el portaaviones USS Abraham Lincoln- anunció el fin de las operaciones militares en Irak. Confirmó que la Operación Russell, Roberto, “Imperio o Hegemonía: La política exterior de los Estados Unidos desde el 11 de Septiembre”, en Seminario El Estado de la Seguridad y la Seguridad del Estado en América Latina, organizado por el Instituto de Seguridad Internacional y Asuntos Estratégicos del Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales, Buenos Aires, 3 de julio de 2003, pp. 7 26 Brzezinski, Zbigniew, El gran tablero mundial: la supremacía estadounidense y sus imperativos estratégicos, Paidós Estado y Sociedad, Bs. As, 1998, p. 40. 27 Rubin, J; “Stumbling Into War”, en Foreign Affairs, September/October 2003, Vol 82, N° 5. 28 Glennon, M; op. cit. 25 10 Libertad Iraqui se había efectuado con una velocidad y audacia nunca antes vista, y remarcó: “Tenemos una tarea difícil que hacer en Irak. Estamos estableciendo orden en las regiones de ese país que continúan siendo peligrosas. Estamos persiguiendo y encontrando líderes del antiguo régimen, a quienes se hará que rindan cuentas por sus crímenes. Hemos iniciado la búsqueda de armas químicas y biológicas escondidas, y ya sabemos de cientos de lugares que se investigarán. Estamos ayudando a reconstruir Irak, donde el dictador se construyó palacios en vez de hospitales y escuelas. Y estaremos de lado de los líderes nuevos cuando establezcan un gobierno del pueblo iraquí, por él y para él. La transición de la dictadura a la democracia tomará tiempo, pero vale la pena. Nuestra coalición permanecerá allí hasta que concluya nuestra labor. Luego partiremos y dejaremos atrás un Irak libre”29. Pocas semanas después, el Consejo de Seguridad, a través de la Resolución 1483 (presentada en conjunto por Estados Unidos, Gran Bretaña y España), levantó las sanciones que regían desde 1991 en Irak y establecó que las Naciones Unidas tendrían un rol vital en la reconstrucción de Irak y en la transición a un nuevo gobierno. Asimismo, solicitó el nombramiento de un Representante Especial para el Irak (Sergio Vieira de Mello) y apoyó la formación de una administración provisional que actuaría como autoridad de transición30. El Embajador Paul Bremer fue nombrado como la Autoridad Administradora de la Coalición Provisional. En este mismo período, comenzó a debatirse el rol que ocuparía Naciones Unidas en el escenario de post-guerra. Los países europeos que se opusieron a la guerra, especialmente Francia, querían darle un rol protagónico a la organización, que no se redujera simplemente a la asistencia humanitaria. La idea de revitalizar la vía multilateral empezó a adquirir forma. Sólo faltaba definir de que modo se haría. No obstante, los efectos de la guerra pronto tomaron un cauce distinto al que Estados Unidos hubiera imaginado. En una Irak devastada por los bombardeos, el desorden generalizado, los sabotajes y la incertidumbre sobre la “prometida libertad” al pueblo iraqui, la violencia se desató. Todos los días mueren soldados de la coalición, en su mayoría norteamericanos, y se calcula que la suma ya duplica a la de los caídos durante el mismo conflicto. Si Bush imaginó un pueblo feliz, recibiendo a sus liberadores, nada de eso está ocurriendo. Es cierto que muchos iraquíes se sienten aliviados porque Saddam ya no los gobierna, pero de allí a suponer que los iraquíes avalan la ocupación norteamericana hay una gran distancia. En el interín, la credibilidad de Bush disminuyó al difundirse informes que aseguraban que el presidente había mentido sobre las armas de destrucción en Irak. Las supuestas compras realizadas por dicho país a Nigeria nunca existieron, y los informes de inteligencia fueron alterados para dar luz verde a los ataques. El 14 de agosto de 2003, el Consejo de Seguridad aprobó una nueva resolución en la que decidió establecer durante un período inicial de 12 meses la Misión de Asistencia de las Naciones Unidas para el Irak, a fin de prestar apoyo al Secretario General en el 29 Véase el discurso en http://www.whitehouse.gov/news/releases/2003/05/iraq/20030501-15.es.html, [consulta: 05-10-03] 30 SC Res. 1483 (May 22, 2003) en www.un.org, [consulta: 05-10-03] 11 cumplimiento del mandato que le fue encomendado en la resolución 148331. Días después de aprobada esta resolución, el cuartel general de la ONU en Bagdad sufrió un atentado en el que fallecieron 24 personas, entre ellos el Representante Especial, Sergio Vieira de Mello. Este atentado fue el peor golpe que ha recibido la ONU desde su creación, y al mismo tiempo constituye un mensaje claro de la resistencia iraquí hacia la ocupación norteamericana. Aún así, el Secretario General de la ONU decidió que la representación en Bagdad continuaría con sus tareas de asistencia en Irak. En la Apertura de la 58° Sesión de la Asamblea General, las voces disidentes a Estados Unidos se hicieron escuchar. El Secretario de la Organización, Kofi Annan, remarcó el papel que debía mantener Naciones Unidas como el garante de la paz y la seguridad internacional. Resaltó la importancia de seguir confiando en los mecanismos de seguridad colectiva y criticó abiertamente la noción de guerra preventiva. Desafió a los Estados miembros a trabajar en conjunto. El denominador común de la sesión fue la necesidad de fortalecer el multilateralismo y de otorgarle un rol activo a Naciones Unidas en Irak. A su turno, el presidente Bush también se pronunció a favor de otorgarle mayor protagonismo a las Naciones Unidas en la reconstrucción de Irak. Esta propuesta fue objeto de duras críticas, en especial de las potencias que integran -junto a Estados Unidos- el Consejo de Seguridad, ya que la lectura resultante es que Bush necesita del apoyo de Naciones Unidas para continuar en Irak: un apoyo que se reduciría al envío de tropas y a la ayuda financiera en el proceso de reconstrucción. La negativa de Bush de cederle el gobierno provisional a los iraquíes (algo que Francia reclama especialmente) hace dudar del apoyo del resto de los miembros del Consejo a la resolución que presentará Estados Unidos. A pesar de que el rol de Naciones Unidas en la etapa de la posguerra aún no ha sido definido por completo, lo cierto es que su papel es fundamental en este período. Naciones Unidas tiene vasta experiencia en la reconstrucción de países devastados por la guerra y cuenta con mayor legitimidad de la población dentro de los territorios afectados. Naciones Unidas busca ceder el gobierno provisional a Irak, probablemente al Consejo de Gobierno Iraqui que se conformó después de la guerra. Por el contrario, la propuesta de Estados Unidos es mantener el control de Irak hasta que se redacte una nueva Constitución y se celebren elecciones: este proceso llevaría más de 6 meses. La cuestión entonces pasa por una concesión que difícilmente Estados Unidos esté dispuesto a dar pero que, en estos momentos, puede ser la única alternativa para legitimar a Naciones Unidas y a Estados Unidos como miembro del Consejo de Seguridad. En este contexto, las grietas al interior de la administración Bush y de la oposición se hacen cada día más visibles. El pedido de autorización al Congreso de U$S 87.000 millones para continuar con las tareas de reconstrucción en Irak se topa con una férrea oposición entre demócratas e incluso republicanos. Y la probabilidad de que Bush sea reelecto en este contexto disminuye drásticamente. 31 SC Res. 1500 (August 14, 2003) en www.un.org, [consulta: 05-10-03] 12 6- Conclusiones A lo largo de este trabajo hemos tratado de analizar cómo se llega a la decisión de atacar Irak y las consecuencias que esa guerra todavía tiene en el escenario internacional. Pudimos ver que luego del 11 de Septiembre, Estados Unidos encontró un manto de legitimidad bajo el Consejo de Seguridad para ejercer la fuerza en Afganistán. Lo hizo bajo el Art. 51 de la Carta: derecho a la legítima defensa. El Consejo actuó rápido y logró unanimidad en las resoluciones aprobadas poco después de los atentados. Las imágenes de los aviones estrellándose contra las Torres Gemelas y el Pentágono, las torres derribándose y una nación entera enlutada por la peor tragedia de su historia, mostraban al mundo una nuevo tipo de amenaza que atentaba contra la paz y la seguridad. Con Irak la estrategia fue distinta. Desde los años noventa, Irak formaba parte de los denominados estados gamberros. Durante 12 años, el régimen de Saddam violó 16 resoluciones de Naciones Unidas en torno al desarme. Sin embargo, durante esos años Irak fue contenido y en ocasiones castigado por transgredir las disposiciones de la ONU, por ejemplo, a través de bombardeos aéreos ante la violación iraquí de la zona de exclusión aérea. Cuando las nuevas amenazas a la seguridad se redefinieron: terrorismo internacional y armas de destrucción masiva, Irak volvió a estar en el centro de los debates de la Casa Blanca. Al conformar el “eje del mal” junto a Irán, Libia y Corea del Norte, Irak pasó a representar una amenaza a la seguridad estadounidense. Es por eso que la Estrategia de Seguridad Nacional, constituye una política de estado de tipo unilateral, destinada a mantener el statu quo, y se sustenta en los ataques preventivos para lograrlo. Ante la imposibilidad de encontrar consenso en el Consejo de Seguridad para atacar a Irak, Estados Unidos decidió atacar solo. Durante la guerra, Estados Unidos desplegó su poderío militar de una manera abrumadora y derrocó al régimen de Saddam Hussein. La posguerra demostró que la libertad y la democracia tardarían mucho tiempo en llegar a Irak. La ola de violencia desatada y el alto porcentaje de soldados caídos incrementaron más la falta de credibilidad en torno a Bush y a sus colaboradores. El debate entonces en torno a la prevalencia de una vía unilateral o multilateral todavía no se ha resuelto. Es claro que las acciones militares de Estados Unidos violaron el derecho internacional y que el Consejo de Seguridad no tuvo la fortaleza o voluntad para detener a Estados Unidos. Hoy, la balanza parece inclinarse hacia la vía multilateral. Por eso, Estados Unidos necesitará de virtu política para cambiar el curso de la historia. Debemos reconocer que Estados Unidos es y seguirá siendo durante los próximos años o décadas la única superpotencia mundial. Esto, empero, no le impide confiar en los mecanismos multilaterales que él mismo contribuyó a crear. Este multilateralismo no deseado pero necesario puede ser la herramienta que legitime el poder de Estados Unidos. Ya lo ha hecho en otras ocasiones y las consecuencias han sido totalmente distintas a las que hoy enfrenta en Irak. En lo que a Naciones Unidas se refiere, es claro que se debe trabajar en su reforma que desde hace más de diez años se encuentra paralizada. Adaptar la organización a los nuevos desafíos que enfrenta la humanidad es una tarea que requerirá, como en 1945, de la 13 voluntad política de todos los Estados miembros. Darle una mayor representatividad a naciones que aún sin ser grandes poderes, han demostrado un compromiso con la paz y la seguridad es una prioridad. Quizás por eso, ha llegado la hora de pensar seriamente en la reforma del Consejo de Seguridad. La composición del Consejo ya no representa la realidad geopolítica de 1945 y su falta de representatividad impacta directamente en su legitimidad. La idea de extender los miembros del Consejo ha sido generalmente aceptada, pero persisten diferencias en torno a quienes y cuantos serán esos nuevos Estados. Como señala Gareth Evans, existe una relación cercana entre la composición del Consejo de Seguridad y su habilidad para tratar efectivamente un número cada vez mayor de temas en su agenda, especialmente en el área de control de armas y desarme32. Respecto al poder de veto, también requiere ser revisado puesto que de extenderse el número de miembros del Consejo la decisión de usarlo indiscriminadamente terminaría minando aún más la legitimidad del Consejo y del sistema de seguridad internacional. En tal sentido, es necesario ampliar e intensificar los debates, no sólo respecto del papel de Naciones Unidas o del Consejo de Seguridad, sino también respecto de la democracia, la soberanía, las libertades individuales y colectivas de los estados, especialmente frente a nuevas formas de violencia, censura y represión, tanto formales como informales, estatales y supranacionales, que afectan de igual forma a la paz y la seguridad internacional. 7- Referencias bibliográficas - “A National Security Strategy of Engagement and Enlargement”, 1994, www.whitehouse.gov . - “A National Security Strategy for a New Century”, The White House, October 1998; en Brown, M (Ed), America’s Strategic Choices, Revised Edition, The Mitt Press, Cambridge, 2000. - Brzezinski, Zbigniew, El gran tablero mundial: la supremacía estadounidense y sus imperativos estratégicos, Paidós, Estado y Sociedad, Bs. 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