Índice: 1.− Biografía del autor. 2.− Opinión general sobre el libro.

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Índice:
1.− Biografía del autor.
2.− Opinión general sobre el libro.
3.− Capítulos más interesantes:
3.1.− Capítulo 1: La muerte para empezar.
3.2.− Capítulo 3: Yo adentro, yo afuera.
3.3.− Capítulo 5: El universo y sus alrededores.
1.−BIBIOGRAFÍA DEL AUTOR.
Savater, Fernando (1947− ), filósofo y escritor español. Nació en San Sebastián y desde muy temprana edad
manifestó su inquietud en el ámbito de las letras y el pensamiento, hasta el punto de conmocionar el panorama
filosófico de su país al publicar en 1972 Nihilismo y acción y La filosofía tachada. En estos ensayos, que nada
tenían de juveniles, se manifestaba ya, influido por Friedrich Nietzsche y por Emile Michel Cioran, su
empeño por innovar los modos en que discurría la reflexión en España, obsesión a la que ha sido fiel a lo largo
de la incesante actividad periodística, teórica, pedagógica y literaria que desarrolla desde entonces. De otra
parte, al compaginar con ingenio, acierto e ironía crítica, filosofía y escritura, Savater ha cultivado diversas
pasiones que articulan sus compromisos intelectuales y su evolución como pensador. En primer término, lo
que le costó un periodo de exilio voluntario en Francia en los últimos años del régimen de Francisco Franco,
situado en un antiautoritarismo radical, muy próximo a las tesis anarquistas; acto seguido, alternando sus
preocupaciones críticas y estéticas con las políticas, lo que descubrió su faceta como cinéfilo y mitómano
ilustrado que, descreyendo de géneros y fórmulas convencionales, reivindicaba el placer como alternativa
emancipatoria frente a una modernidad asfixiada por la razón.
Más tarde, al conjugar sus inquietudes éticas con la elaboración de una teoría liberadora y crítica de la cultura
y la política, polemizó con dureza con el filósofo Javier Sádaba, a propósito de los conflictos del
independentismo vasco en particular y, en un orden más amplio, del poderoso renacer del nacionalismo y las
doctrinas xenófobas, neofascistas y racistas en el mundo.
En 1973 apareció Apología del sofista, título al que siguieron Apóstatas razonables (1976), Conocer
Nietzsche y su obra (1977), Panfleto contra el Todo (1978), Humanismo penitente (1980) y la obra con la que
conseguiría el Premio Nacional de Literatura de 1981, La tarea del héroe. Este ensayo reflejaría el acusado
interés de Fernando Savater por desentrañar la ética de sus engañosos vínculos con la moral y convertirla en
una empresa creativa abierta, con autonomía propia, propósito que se decantó asimismo en el ámbito de la
ficción literaria. En aquellos años publicó novelas como Caronte aguarda (1981), Diario de Job (1983) y en
homenaje a Robert Louis Stevenson, El dialecto de la vida (1985); estrenó textos dramáticos como Último
desembarco (1987), Catón. Un republicano contra César (1989), así como ensayos de manifiesta intención
divulgadora: Invitación a la ética (1982), El contenido de la felicidad (1986), Ética para Amador (1991) y, en
consonancia con la exitosa línea del anterior, un atípico best−sellers en diversos países europeos, Política
para Amador (1992). Polifacético, incisivo y heterodoxo, Savater es profesor en la facultad de filosofía de las
Universidades de Madrid y Euskadi, tarea que compagina con su tarea como conferenciante, articulista asiduo
en el diario El País y director de la revista Claves, verdadero foco de debate intelectual y filosófico.
2.−OPINION GENERAL SOBRE EL LIBRO.
1
Las preguntas sobre la vida es un libro en el que las cuestiones tratadas, están bien elegidas, puesto que en
líneas generales, se refieren a aquellas preguntas esenciales que todo ser humano se hace a lo largo de su
existencia: preguntas sobre el sentido de la vida, la existencia de un ser superior, el significado de la muerte, el
tiempo, la libertad...Aunque las preguntas estén bien planteadas el autor se extiende demasiado en sus
explicaciones lo cual hace bastante pesado la lectura del libro, sin embargo Savater concluye muy bien los
capítulos con las citas de los sabios y filósofos más importantes de la historia. Y es que el objetivo de la
filosofía no es inculcar al ser humano las diferentes respuestas a cada pregunta, sino enseñar a plantearse las
preguntas.
En ciertos capítulos Savater, en lugar de intentar responder las cuestiones o de intentar ayudarte a encaminar
tu razonamiento se excede en la explicaciones de ciertos términos. Al final de cada capítulo, introduce el
siguiente, lo cual no me parece algo lógico ya que después te plantea una serie de preguntas para que pienses
sobre el capítulo leído. Cada capítulo debería ser introducido en el inicio del mismo y no al final del anterior.
Una de las funciones de la filosofía es aclarar las confusiones que pueda crear la lengua, pero el libro,
encargado principalmente de la comprensión de algunas de las preguntas de la vida, no debería detenerse más
de diez páginas en la explicación etimológica de la palabra libertad. Aunque hay que tener en cuenta que el
autor evita cometer este error ya que el libro esta destinado a gente joven que se inicia en la filosofía, no
siempre se sabe a donde quiere llegar en ciertas explicaciones. El problema de muchos filósofos es que no
saben llegar a la sociedad porque se encierran en términos demasiad complicados para el ciudadano de a pie.
También es importante resaltar que utiliza gran cantidad de ejemplos lo cual ayuda bastante a la comprensión
del texto. La estructura de los temas en mi opinión está bien construida aunque en alguna ocasión era difícil de
leer. Me a parecido un libro bastante interesante y muy bueno para introducir a alguien a la filosofía.
3.−CAPITULOS MÁS INTERESANTES.
A continuación voy a hacer un análisis de los capítulos que me han parecido más interesantes ya que no puedo
hacerlo de todo el libro por lo extenso de este.
3.1.−Capítulo 1: La muerte para empezar.
A los diez años Fernando Savater se dio cuenta de que la muerta es irremediablemente personal; entonces
pensó: (pensar es igual a: comprender la diferencia entre aprender o repetir pensamientos ajenos y tener un
pensamiento verdaderamente propio). La evidencia de la muerte no sólo le deja a uno pensativo sino que le
vuelve a uno pensador. La conciencia de la muerte le hace a uno madurar. La certidumbre personal de la
muerte nos humaniza., es decir, nos convierte en verdaderos humanos, en mortales. Para los griegos la palabra
mortal designa la misma cosa que humano, ya que las plantas y los animales no eran conscientes de la muerte
por tanto no eran verdaderamente mortales. No es mortal quien muere sino quien sabe que va a morir. Los
auténticos vivientes somos por tanto nosotros porque sabemos que dejaremos de vivir y que precisamente en
eso consiste la vida. La filosofía intenta explicar la vida y decir como vivir mejor. Platón dice: filosofar es
prepararse para morir, que significa pensar sobre la vida humana que vivimos. La disposición a filosofar
consiste en decidirse a tratar a los demás como si fueran también filósofos ofreciéndoles razones, escuchando
las suyas y construyendo la verdad, siempre en tela de juicio, a partir del encuentro entre unas y otras. Todas
las tareas y empeños de nuestra vida son formas de resistencia ante la muerte que sabemos irremediable pero
siempre retardable. La muerte es realmente necesaria y resulta un prototipo mismo de lo necesario en esta
vida. La muerte es personal ya que nadie puede morir por ti y porque no puedes saber lo que siente alguien en
el momento de su muerte. La muerte es lo más individual y a la vez igualitario que existe (al morir cada cual
es definitivamente él mismo y nadie más).Al nacer aparece en el mundo lo que nunca había existido, y al
morir desaparece lo que nunca volverá a existir. La muerte no es sólo cierta sino que es también
perpetuamente inminente (morirse no es sólo cosa de viejos y de enfermos, desde que empezamos a vivir ,ya
estamos listos para morirnos). Aunque a veces no sea probable, la muerte es siempre posible.
La muerte sigue siendo lo más desconocido para el ser humano (creo saber lo que es morirse pero no lo que es
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morirme). La muerte ajena produce dolor pero la propia produce temor.
Epicuro trata de convencernos de que la muerte no es nada temible para quien reflexione sobre ella (mientras
estamos nosotros no está la muerte, cuando llega la muerte dejamos de estar nosotros). Es decir, según
Epicuro, lo importante es que indudablemente nos morimos pero nunca estamos muertos.
Lucrecio lo constata en unos versos y lo resume así: ni antes nos dolió no estar ni es razonable suponer que
luego nos dolerá nuestra definitiva ausencia: si la muerte es no ser ya la hemos vencido una vez el día que
nacimos. Lichtenberg daba la razón a Lucrecio: nuestro estado anterior es al presente lo que el presente es al
futuro. Provenimos de un estado en el que sabíamos del presente menos que del futuro. La muerte nos hace
pensar, nos convierte a la fuerza en pensadores, en seres pensantes, pero aún así no sabemos que pensar de la
muerte. Según Spinoza un hombre libre piensa más que nada en la muerte, sin embargo el conocimiento
obtenido de esa meditación es sobre todo de la vida (cuando la muerte nos angustia es por algo negativo, por
los goces de la vida que perdemos con la muerte propia o por la perdida de seres queridos si se trata de la
muerte ajena). Cuando la vemos como un alivio es también por algo negativo, por los dolores de la vida que
nos ahorraría la muerte. Sea temida o querida la muerte es pura negación. La muerte sirve para hacernos
pensar no sobre la muerte sino sobre la vida. La muerte, con su urgencia, ha despertado mi apetito de pensar,
es decir, de querer estar realmente vivo.
3.2.−Capitulo 3: Yo adentro y afuera.
René Descartes, el gran pensador del siglo XVII, considerado el fundador de la filosofía moderna, ha sido el
primero en plantearse la hipótesis de que todo lo que consideramos real pudiera ser simplemente un sueño y
que las cosas que creemos percibir y los sucesos que parecen ocurrirnos fuesen solo incidentes de ese sueño.
No contento con esa suposición, Descartes supuso una mucho más siniestra: quizá somos victimas de un genio
maligno, haciéndonos ver, tocar y oler lo que no existe sin otro propósito que disfrutar de nuestras
permanentes equivocaciones. Llamó metódica a su forma de dudar, trataba de encontrar un método para
avanzar en el conocimiento fiable de la realidad. Su escepticismo quería ser el comienzo de una investigación,
no el rechazo de cualquier forma de investigar o conocer. Después de haber examinado todas las cosas
cuidadosamente, concluyó: yo soy, yo existo, pienso, luego existo. Y cuando dice pienso, Descartes no solo se
refiere a la capacidad de razonar, sino también a dudar, equivocarse, sonar, percibir...a cuanto mentalmente
ocurre o se me ocurre. Existen pensamientos, existe el existir, ¿pero...? ¿por qué llama Descartes yo al
supuesto sujeto que sostiene esos pensamientos y esa existencia? Veo árboles, noto sensaciones, razono y
calculo, deseo, siento miedo y felicidad... pero nunca percibo una cosa que pueda llamar yo
Cien años después de Descartes, David Hume, apunta en su Tratado de la naturaleza humana; por mi parte,
cuando penetro lo más íntimamente en lo que llamo yo mismo siempre tropiezo con una u otra percepción
particular, de frío o de calor, de luz o de sombra, de dolor o de placer, no puedo captar un yo mismo sin
encontrar una percepción subjetiva y no puedo observar nada más que la percepción. Quizá la palabra yo no
sea el nombre de una cosa pensante, o no pensante, sino una especie de localizador verbal. Quizá filosofar
consista en intentar los embrollos ocasionados por el lenguaje que manejamos. Probablemente, Descartes
estaba pensando en su alma. Desde luego el alma es una noción que va cargada de referencias religiosas, muy
respetables e interesantes, aunque ni mucho menos tan indudables como exigía Descartes cuando buscaba la
certeza definitiva por medio de su procedimiento dubitativo. Según Descartes el alma es una realidad separada
y totalmente distinta del cuerpo, al que controla desde una cabina de mando situada en la glándula pineal.
Nuestros psiquiatras y neurólogos sonríen ante este punto de vista pero tampoco sus explicaciones sobre la
relación entre nuestras funciones mentales y los órganos físicos siempre claras ni del todo convincentes. Yo
soy yo porque me mantengo a través del tiempo y porque me distingo de los otros. En una palabra, no sólo
tengo conciencia − como cualquier otro animal − sino que también tengo autoconciencia, conciencia de mi
conciencia, la capacidad de objetivar aquello de lo que soy consciente y situarlo en una serie con cuya
continuidad me veo especialmente comprometido. En cualquier caso mi yo no sólo está formado por ese fuero
interno, pero viene acompañada por una exteriorización del yo en mundo de lo percibido, fuera del ambito de
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lo que percibe mi cuerpo. ¿Qué es mi cuerpo? Lichtenberg, a finales del s. XVIII, dijo en unos de sus
aforismos que: mi cuerpo es la parte del mundo que mis pensamientos pueden cambiar. Sin embargo mi
convención profunda es que yo empiezo y acabo en mi cuerpo. Descartes, suponía que el alma es un espíritu y
el cuerpo una especie de máquina. Si no soy mi cuerpo ¿de donde he venido para llegar finalmente a parar
dentro de él?. Aristóteles pensaba que el alma es la forma del cuerpo, entendido por forma no la figura externa
sino el principio vital que nos hace existir. Solipsista se llama en la historia de la filosofía, al que llega a la
conclusión de que en el universo no hay más yo que el yo mismo− pues de todos los demás solo conoce
comportamientos y apariencias que certifican el respaldo de una visión interior como la suya propia.
3.3.− Capitulo 5: El universo y sus alrededores.
La idea de mundo tiene varios niveles, desde el más próximo y aparentemente trivial hasta el más abrumador
y cósmico, es decir, el ámbito de la familia, el grupo de amigos, el lugar de trabajo, los sitios de diversión, los
rincones que nos son más usuales o más queridos, el hogar. Mi ambiente social y cultural, los que son como
yo aunque yo apenas les conozca o no les conozca en absoluto. Mi país, la comunidad nacional a la cual
pertenezco, el área internacional en la que mi comunidad se integra, la humanidad incluso cuya condición
simbólica comparto, el mundo de lo humano. Mi mundo planetario es esta Tierra en la que nacemos y
morimos, en el planeta azul de mares y selvas en el que convivimos con otros tantos se res vivientes como
inanimados. El sistema solar, ya tan visitado por exploradores o instrumentos humanos y la Vía Láctea a la
que nuestro sol está adscrito. Después el mundo sigue desbordándose hacia lo gigantesco, lo remoto y lo
desconocido, se carga de nuevas estrellas, galaxias, nebulosas, agujeros negros, materia y antimateria... hasta
que deja ya de ser mundo y se convierte en universo.
Los mitos tienen que ser aceptados o rechazados colectivamente pero no admiten ser argumentados o
debatidos por quienes los asumen. En cambio, las ideas filosóficas nacen por y para la controversia. ¿Qué es
el universo?. La tarea de responder a esta pregunta debería comenzar por aclarar qué entendemos por
universo. Digamos que hay dos sentidos del término. El primero, el universo es una totalidad nítidamente
perfilada y distinta al agregado de sus diferentes partes, , a cerca de la cual cabe plantearse interrogantes
específicos. Según el segundo, no es más que el nombre que damos al conjunto o colección indeterminada de
todo lo existente, una especie de abreviatura semántica para la acumulación innumerable e interminable de
cosas grandes y pequeñas, sin ninguna entidad especial sobre la que podamos teorizar aisladamente. Como
observó Bentrand Russel, aunque cada ser humano tenga madre, eso no no autoriza que la humanidad entera
este obligada a tener madre también. ¿Tiene el universo algún orden o designio?. Tanto en griego como en
latín las palabras que lo designan indican ordenamiento y armonía: el cosmos es lo bien organizado y
dispuesto, lo mismo que mundus en latín, cuyo opuesto es lo llamado inmundo, por sucio y desarreglado. Pero
según la mitología griega tal como lo narra Hesiodo en Teogonía, el origen de todos los dioses, así como de
los mortales está en una divinidad primigenia llamada Caos. El concepto de orden es siempre un intento de
poner unidad y articular relaciones en una multiplicidad de elementos, sea la unidad inherente o las cosas
mismas, o bien provenga de nuestra forma de pensar. Según expuso Kant en la Crítica de la razón pura, somos
nosotros mismos los que introducimos el orden y la regularidad en los fenómenos que llamamos naturales... el
entendimiento mismo (humano) es la legislación para la Naturaleza, es decir, unidad sintética de los diversos
fenómenos sin seguir las reglas. Si somos capaces de reflejar en cierta medida con objetividad como es el
mundo es porque formamos parte de él. ¿Cuál es el origen del universo?. En nuestra tradición cristiana, la
respuesta más popular a este embrollo es recurrir a Dios creador. El universo y su origen son dificilísimos de
comprender. La eternidad y la infinitud de Dios provocan el mismo desconcierto que la eternidad e infinitud
del universo. Algunos teólogos mantienen que Dios es causa sui, es decir, una causa que se causa a si misma,
lo cual contraviene los dos rasgos definitorios de los que entendemos por causa. Solemos considerar que por
definición las causas tienen que ser distintas a sus efectos y anteriores a ellos. Ahora bien, precisamente lo que
entendemos por universo es el conjunto de todo lo que existe en la realidad. Podemos razonadamente asumir
que el universo ha existido siempre y por tanto no ha comenzado nunca. El argumento intuitivo más común a
favor de Dios es el orden del cosmos, el cual suponemos solo puede provenir de una Inteligencia ordenadora.
Pero lo cierto es que tenemos experiencia de que los relojes los hace una inteligencia similar a la nuestra,
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mientras que carecemos de experiencia alguna de nadie que haga árboles, mares ni mucho menos mundos.
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