Formación Cuidadana, un tema controvertido de la educación

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Formación Cuidadana, un tema controvertido de la
educación
La relación entre educación y ciudadanía es de vieja data, quizás está en la ontología
genética propia de la educación. No podría ser de otra forma. La educación nació para formar
ciudadanos. La pregunta que surge, y esta no es la primera vez que se formula, es de qué tipo
de ciudadanía y de qué ciudadanos estamos hablando. La respuesta a esta pregunta ha tenido
históricamente distintas expresiones en los espacios, tiempos y contextos sociales,
económicos, culturales y políticos en los que la educación se ha desarrollado. Por
consiguiente, pareciera que no hay una respuesta única y universal. Más aún no hay una
respuesta neutra.
La carga valórico-ideológica estará siempre presente a la hora de referirse a la formación
ciudadana. No debemos olvidar que está se vincula a los procesos de socialización que son el
resultado de una trama valórica compleja que conceptualiza el rol que a la educación le toca
jugar en la sociedad.
Ahora bien, referidos a Chile, dar una respuesta tajante y concluyente a la pregunta
formulada no es del todo fácil. Esto es principalmente así, porque, a mi parecer, no existe en
la sociedad chilena, un proyecto ciudadano de país, claro y nítido que nos interprete e
interpele.
En efecto, no ha habido, por razones diversas, un amplio debate público que permita
dilucidar qué significa ser ciudadano en el Chile de hoy, y con mirada de futuro, en el Chile
de mañana. Hemos tenido serias carencias para conceptualizar qué es ser ciudadano en una
sociedad que mira hacia el mundo global con deseos de competir, desde las insuficiencias y
los grandes bolsones de pobreza; qué es ser ciudadano en una sociedad que contempla y
acepta la impunidad a los derechos humanos y no se hace cargo de su historia; qué es ser
ciudadano en una sociedad que no aceptando la corrupción, no se organiza para evitarla; qué
es ser ciudadano en una sociedad que no se abre a la plena participación; que es ser ciudadano
en una sociedad donde los jóvenes son marginados o se automarginan de la vida pública; qué
es ser ciudadano en una sociedad que desacredita, por diversos medios, la política.
Los mensajes ciudadanos son confusos, ambiguos, a veces retrógrados, los problemas
que afectan a la ciudadanía no se encaran con mirada ciudadana, con altura de miras sino con
desconfianza, inclusive con mezquindad y obcecación: piénsense en los problemas del aborto,
del divorcio, de la intolerancia, las discriminaciones, y muchos otros.
¿Estamos acaso en un circulo vicioso sin salida? ¿Es cierto qué la educación chilena no
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podrá intencionar una formación ciudadana mientras la sociedad no levante un proyecto
ciudadano de país? ¿No hay otra salida más que esperar?
Mi respuesta es que si hay una salida alternativa. Es una salida un tanto atrevida.
Algunos dirán un tanto utópica. La formación ciudadana siempre se moverá en la tensión
entre la realidad y la utopía. La alternativa le exige a la educación que rompa con el circulo
vicioso de la reproducción para asumir una postura más proactiva que reactiva y por sobre
todo que se ubica en una posición crítica.
Lo atrevido de la propuesta radica en hacer un giro de 180 gados ubicando en el centro
del curriculum la formación ciudadana, de suerte que esta se convierte en un conocimiento
básico que no sólo dialoga con los otros saberes del curriculum sino que los convierte en
componentes de la formación ciudadana.
Dicho de otra manera, el conocimiento de las disciplinas básicas, en especial aquellas
que se vinculan con las ciencias sociales, la comunicación, las artes, la educación física, sin
dejar de lado las ciencias naturales y las matemáticas y otras, se repiensan en función de su
aporte a la formación ciudadana. Estas disciplinas se preguntan por la contribución que hacen
para formar ciudadanos democráticos, empoderados, sujetos de derechos, vigilantes de su
entorno, éticamente responsables, capaces de reconocer al otro como un legítimo otro,
tolerantes, no discriminadores y respetuosos de la diversidad social y cultural.
En esta perspectiva, por un lado, los conocimientos curriculares básicos replantean su
sentido en función de la contribución que están haciendo a la formación ciudadana. Por el otro
lado, la formación ciudadana se transforma en un conocimiento básico y en este sentido se
convierte en un factor preponderante de la calidad de la educación.
Una educación de calidad es aquella, entonces, que hace, por ejemplo, del conocimiento
del lenguaje y la comunicación una herramienta de comportamientos ciudadanos como son la
capacidad de defender ideas con fundamento, de formular promesas y cumplirlas, de
establecer un diálogo comunicativo con otros en la busca de consensos y en el respeto de los
disensos, de argumentar para hacer exigencias frente a los derechos propios y el de los demás.
En esta misma línea, una asignatura como la historia y las ciencias sociales deja de ser una
que está preocupada de fechas y acontecimientos, para transformarse en un espacio para
identificar problemas sociales y contribuir a sus soluciones, para aprender a proponer políticas
públicas a nivel nacional, regional y local. De igual forma, las artes se convierten en un lugar
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preferente para el conocimiento y respeto a la diversidad cultural y social; las ciencias en un
conocimiento capaz de contribuir al mejoramiento de la calidad de vida.
La propuesta que estoy haciendo podría significar repensar el curriculum de la reforma
y preguntarse en qué medida los contenidos /objetivos seleccionados, en especial en el Marco
Curricular de los OFCMO, contribuyen con la formación ciudadana. Bien podría ser que
algunos o muchos de estos objetivos y contenidos en nada aportan. Entonces, desde nuestra
óptica cabría preguntarse por su sentido.
Sin embargo, a sabiendas que esta postura podría ser rechazada por provocadora y por
algunos tildada como subversiva, desearía, hacer una propuesta deseable y posible, para que
no se me catalogue de anómico anárquico e insurrecto. No necesariamente estas
denominaciones me preocupan, sino el hecho que no pueda tener espacio para hacer ninguna
propuesta
En fin, una propuesta más tranquilizadora, pero no por eso menos innovadora para los
propósitos de la formación ciudadana, sería invertir los términos de la ecuación que hemos
estado manejando en la relación entre los objetivos /contenidos verticales y los transversales.
Lo que hemos sostenido insistentemente es que los Objetivos Fundamentales Transversales
(OFT) deben incluirse, integrarse, infundirse en los objetivos y contenidos de los diferentes
sectores y subsectores de aprendizaje. En la perspectiva de esta propuesta, diremos que son
los objetivos /contenidos verticales los que debieran integrarse, infundirse en los OFT. No
estamos hablando de una diferencia semántica sino que una de sentido tanto para los objetivos
/contenidos verticales como para los OFT.
Explícita e implícitamente, muchos de los OFT apuntan a la formación ciudadana. Lo
que estamos insinuando es que cada uno de los sectores y subsectores de aprendizaje debiera
preguntarse en qué medida está contribuyendo a la formación ciudadana que plantean los
OFT. Esto obligaría, por un lado, a indagar por la concepción de formación ciudadana que
subyacen en los OFT y por el otro hacer una análisis exhaustivo de los contenidos /objetivos
de cada una de los sectores y subsectores de aprendizaje, desde la óptica ciudadana. Sin duda
que una tarea de estas proporciones no puede ser abordada en este trabajo, pero desde ya
desearía avanzar algunas hipótesis al respecto y señalar que en los OFT no hay sólo una sola
concepción ciudadana sino que una combinación de concepciones que entran en
contradicciones. Otra hipótesis es que hay grados distintos de contribución a la formación
ciudadana, por parte de los sectores y subsectores de aprendizajes articulándose algunos con
mayor fuerza que otros con los OFT y con una u otra de las concepciones ciudadana. Verificar
estas hipótesis será materia de otro artículo.
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