39. Protección de la integridad física y moral de las personas a las que se imponga una pena. Normatividad En la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos este derecho se encuentra garantizado en: Artículo 22. Quedan prohibidas las penas de muerte, de mutilación, de infamia, la marca, los azotes, los palos, el tormento de cualquier especie, la multa excesiva, la confiscación de bienes y cualesquiera otras penas inusitadas y trascendentales. Toda pena deberá ser proporcional al delito que sancione y al bien jurídico afectado. No se considerará confiscación la aplicación de bienes de una persona cuando sea decretada para el pago de multas o impuestos, ni cuando la decrete una autoridad judicial para el pago de responsabilidad civil derivada de la comisión de un delito. Tampoco se considerará confiscación el decomiso que ordene la autoridad judicial de los bienes en caso de enriquecimiento ilícito en los términos del artículo 109, la aplicación a favor del Estado de bienes asegurados que causen abandono en los términos de las disposiciones aplicables, ni la de aquellos bienes cuyo dominio se declare extinto en sentencia. En el caso de extinción de dominio se establecerá un procedimiento que se regirá por las siguientes reglas: I. Será jurisdiccional y autónomo del de materia penal; II. Procederá en los casos de delincuencia organizada, delitos contra la salud, secuestro, robo de vehículos y trata de personas, respecto de los bienes siguientes: a) Aquellos que sean instrumento, objeto o producto del delito, aún cuando no se haya dictado la sentencia que determine la responsabilidad penal, pero existan elementos suficientes para determinar que el hecho ilícito sucedió. b) Aquellos que no sean instrumento, objeto o producto del delito, pero que hayan sido utilizados o destinados a ocultar o mezclar bienes producto del delito, siempre y cuando se reúnan los extremos del inciso anterior. c) Aquellos que estén siendo utilizados para la comisión de delitos por un tercero, si su dueño tuvo conocimiento de ello y no lo notificó a la autoridad o hizo algo para impedirlo. d) Aquellos que estén intitulados a nombre de terceros, pero existan suficientes elementos para determinar que son producto de delitos patrimoniales o de delincuencia organizada, y el acusado por estos delitos se comporte como dueño. PROTECCIÓN DE LA INTEGRIDAD FÍSICA Y MORAL DE LAS PERSONAS A LAS QUE SE IMPONGA UNA PENA 1 III. Toda persona que se considere afectada podrá interponer los recursos respectivos para demostrar la procedencia lícita de los bienes y su actuación de buena fe, así como que estaba impedida para conocer la utilización ilícita de sus bienes. Comentario El artículo 22 Constitucional, es uno de los preceptos más significativos en cuanto a la tutela de los derechos humanos, en virtud de que trata de asegurar la integridad y la dignidad de las personas, más aún, cuando se encuentran privadas de su libertad por una sentencia condenatoria. El numeral se enfoca a las penas que se imponen a quienes cometen delitos y, también, respecto de algunas medidas que la autoridad dicta a lo largo de un procedimiento penal. Concretamente incluye en su texto la temática de la prohibición de determinadas penas; el principio de proporcionalidad y la figura de la confiscación; así como la extinción de dominio y lo relativo a la pena de muerte. En tal sentido, la redacción original de la Constitución de 1917, prohibió categóricamente en el primer párrafo del artículo 22, las penas de mutilación y de infamia, así como la marca, los azotes, los palos, el tormento, la multa excesiva y la confiscación de bienes, además de proscribir las penas inusitadas y trascendentes. El Constituyente apreció que la prohibición debía ser hecha en términos muy puntuales, si se consideraba –entre otras cosas– nuestro pasado colonial, en el que tribunales tan tristemente célebres como el de la Santa Inquisición, aplicaron este tipo de penas en diversos casos: se puede hacer memoria, por ejemplo, de la oprobiosa indumentaria del sambenito, utilizada como pena y con la cual se estigmatizaba –entre otros– a los condenados por herejía, así como a su familia, y que podía aplicarse a lo largo de algunos meses o prolongarse durante toda la existencia del sentenciado, según la gravedad de su falta. Por lo que toca al segundo párrafo, en éste se consignó una excepción importante a lo establecido en el primero, al señalar que la aplicación total o parcial de los bienes de una persona, realizada por la autoridad judicial, con el fin de cubrir el pago de la responsabilidad civil surgida por la comisión de un delito, o para el pago de impuestos o multas –autoridad administrativa-, no se consideraba como confiscación. Finalmente, el párrafo tercero prohibió la pena de muerte por delitos políticos, lo cual ya representaba un logro. Sin embargo, mantuvo dicha sanción para eventualmente imponerla en los casos del traidor a la Patria en guerra extranjera, al parricida, al incendiario y al plagiario, entre otros casos. Cabe señalar que esta disposición fue tomada prácticamente íntegra de Constitución de 1857, no obstante el Constituyente de 1917, con acalorados debates de por medio, suprimió la mención de que la abolición de la pena muerte estuviera condicionada al establecimiento, a la mayor brevedad posible, de un sistema penitenciario; además, agregaron al plagiario entre las figuras de quienes podrían merecerla. PROTECCIÓN DE LA INTEGRIDAD FÍSICA Y MORAL DE LAS PERSONAS A LAS QUE SE IMPONGA UNA PENA 2 El artículo 22 continuó sin alteración alguna por muchos años, hasta la reforma de 1982, publicada en el Diario Oficial de la Federación el 28 de diciembre de ese año, que auspició la administración del presidente Miguel de la Madrid, y en la que varios numerales de la Norma suprema, fueron reformados bajo un esquema que abordó un conjunto de medidas para enfrentar la corrupción y lo referente a las responsabilidades de los servidores públicos. Es por ello que se modificó el párrafo segundo de este precepto, para que tampoco se considerara como confiscación, el decomiso de bienes para el caso del enriquecimiento ilícito de quienes ejercieran el servicio público, establecido en los términos del artículo 190 Constitucional. Con esta disposición, se insiste, se contribuyó a integrar el nuevo régimen de responsabilidades de los servidores públicos, introducido con esta misma reforma, principalmente, en el Título Cuarto de la propia Constitución federal. Otra reforma Constitucional, publicada en el Diario Oficial de la Federación el 3 de julio de 1996, agregó en el párrafo segundo del artículo 22, la disposición para la cual tampoco se consideraba confiscación el decomiso de los bienes propiedad del sentenciado por los delitos relacionados con la figura de la delincuencia organizada. Con lo anterior, se puso freno al fenómeno de que quienes estuvieran ubicados en este supuesto, tuvieran la posibilidad de conservar las fortunas acumuladas a la sombra de actividades ilícitas. En 1999, una modificación más al propio artículo 22, aparecida en el Diario Oficial de la Federación el 8 de marzo de dicho año, puso énfasis en la aplicación de bienes en favor del Estado, al ampliar el concepto de la reforma anterior e incluir los bienes asegurados con motivo de una investigación o proceso legal vinculado a las actividades de la propia delincuencia organizada. El Constituyente permanente consideró necesario incorporar en el párrafo primero del artículo 22, mediante reforma publicada en el Diario Oficial de la Federación el 9 de diciembre de 2005, la prohibición categórica de la pena de muerte, que incluyó asimismo la modificación del artículo 14, para suprimir la mención a la privación de la vida, en la parte que establece el requisito de un juicio penal previo como garantía de seguridad. Esta reforma incorporó a la Norma fundamental, el principio de respeto absoluto a la vida humana, en apego a las ideas de quienes sostienen que el Estado no debe arrogarse atribuciones que lo coloquen en situación de disponer de la vida de las personas. Esto se consideró un acierto y un importante avance para la vida pública del país, con todo y que la pena de muerte hubiera caído en desuso desde décadas atrás. Finalmente, otra reforma al artículo 22, en su párrafo tercero, publicada en el Diario Oficial de la Federación el 18 de junio de 2008, incorporó la figura de la extinción de dominio, para incluir los bienes aplicados en favor del Estado, por causar abandono o por ser producto de actividades delictivas. PROTECCIÓN DE LA INTEGRIDAD FÍSICA Y MORAL DE LAS PERSONAS A LAS QUE SE IMPONGA UNA PENA 3