SEGUIDORES DE JESÚS 29 abril SANTA CATALINA DE SIENA Doctora de la Iglesia y Patrona de Europa DETALLES DE ESTE DÍA / FIESTA CATALINA BENINCASA nació en Siena, el año 1347, en el seno de una numerosa familia de comerciantes tintoreros. Su vocación estuvo marcada desde muy temprana edad, siendo aún una niña; desde ese momento comprendió que Jesús la quería para sí. Pero no fue sencillo llevar adelante la llamada. A los doce años Catalina estaba ya, para las costumbres de la época, en edad de casarse y formar una familia. Fueron muchos los pretendientes que rechazó y fue, por eso, muy mal comprendida por sus padres. Ellos llegaron a pensar que su hija tenía un problema nervioso: la veían ayunar, rezar con mucha devoción y llevar una vida sacrificada. Y creían que la mejor manera de calmar eso sería un buen matrimonio. Como vieron que su actitud permanecía e iba en aumento, y luego de rechazar a uno de los mejores candidatos para ella y toda la familia, su madre la empezó a tratar como a una esclava, dejando que se encargara de los trabajos más humillantes de la casa. Pero Catalina, a pesar de su personalidad fuerte, supo mirar más allá y tratar a todos los suyos como si estuviese sirviendo a la familia de Nazaret. Finalmente, derrotados por su paciencia, cedieron sus padres y se la admitió en la tercera orden de Santo Domingo y siguió, por tanto, siendo laica. Tenía dieciséis años. Sabía ayudar, curar, dar su tiempo y su bondad a los huérfanos, a los menesterosos y a los enfermos a quienes cuidó en las epidemias de la peste. En la terrible peste negra, conocida en la historia con el nombre de “la gran mortandad”, pereció más de la tercera parte de la población de Siena. A los 18 años recibe el hábito y vive en soledad durante tres años. Hasta que un día, después de un intenso momento de oración, recibe una visión que daría un giro total a su vida. Descubre la vocación dentro de su vocación y comprende que ya no debe vivir recluida sino que el Señor la quiere para estar en medio del mundo, fiel a su Esposo, a quien quería pertenecer y servir, pero con la promesa de una misión que ni ella podía imaginar. Catalina era una joven de una personalidad enérgica y dulce, serena y firme. Ella misma definió su personalidad y llegó a decir “Mi naturaleza es el fuego”. Porque su amor a Cristo y a la Iglesia, a quien amaba como Madre y Maestra, se convirtió en fuego abrasador que la llevaría a combinar la más profunda contemplación con la más ferviente acción. A su alrededor muchas personas se agrupaban para escucharla. Ya a los veinticinco años de edad comienza su vida pública, como conciliadora de la paz entre los soberanos y aconsejando a los príncipes. Por su influjo, el papa Gregorio XI dejó la sede de Aviñon para retornar a Roma. Este pontífice y Urbano VI se sirvieron de ella como embajadora en cuestiones gravísimas; Catalina supo hacer las cosas con prudencia, inteligencia y eficacia. Aunque analfabeta, como gran parte de las mujeres y muchos hombres de su tiempo, dictó un maravilloso libro titulado “Diálogo de la Divina Providencia”, donde recoge las experiencias místicas por ella vividas y donde se enseñan los caminos para hallar la salvación. Sus trescientas setenta y cinco cartas son consideradas una obra clásica, de gran profundidad teológica. Expresa los pensamientos con vigorosas y originales imágenes. Se la considera una de las mujeres más ilustres de la edad media, maestra también en el uso de la lengua italiana. Santa Catalina de Siena, quien murió a consecuencia de un ataque de apoplejía, a la temprana edad de treinta y tres años, el 29 de abril de 1380, fue la gran mística del siglo XIV. El papa Pío II la canonizó en 1461. Sus restos reposan en la Iglesia de Santa María sopra Minerva en Roma, donde se la venera como patrona de la ciudad; es además, patrona de Italia y protectora del pontificado. El papa Pablo VI, en 1970, la proclamó Doctora de la Iglesia. Y en 1999, bajo el pontificado de Juan Pablo II, se convirtió en una de las Santas Patronas de Europa. A LA LUZ DE LA PALABRA DE DIOS Evangelio: Mateo 11, 25-30 En aquel tiempo, Jesús exclamó: - «Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, así te ha parecido mejor. Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar. Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados y yo os aliviaré. Cargad con mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis vuestro descanso. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera». HOY, NUESTRA HORA Hay un hecho de vida y que está ahí: a nosotros, hombres y mujeres de la era científica y técnica, nos parece “normal” que todo o casi todo se pueda explicar; y lo que no entra en esos parámetros, nos produce -al menos- cierta desconfianza, y lo consideramos como “extraño y raro” y algo a tener en cuenta, para estar prevenidos y que no nos “engañen”. Pero resulta que cuando miramos y contemplamos estas figuras admirables de nuestra fe, entonces descubrimos fenómenos que -cuando menos- se nos escapan, y nos sentimos desconcertados y sin saber cómo avanzar, y qué actitud tomar ante lo que se nos presenta de su caminar, de su historia, de sus experiencias, consideradas extraordinarias. Y es posible que con esta mujer que hoy contemplamos, SANTA CATALINA DE SIENA, nos pueda ocurrir algo de lo que anotamos. El tema es así de simple: ¿Cómo una persona, sin una instrucción y formación especial (más bien pobre), puede presentarnos esas enseñanzas tan profundas, hasta el punto de ser declarada “Doctora de la Iglesia”? ¿Dónde está la fuente de donde mana esa Sabiduría tan singular como hermosa y que nos desborda? Sin duda, hay algo que se nos “escapa” y que no nos es fácil de explicar. Pero ahí está. Santa Catalina de Siena, casi desde niña, tiene la convicción de que quiere pertenecer sólo a su Señor, y sólo Él será su Esposo y Maestro. Puede parecer una especie de “fantasía infantil”; pero resulta que, poco a poco, irá creciendo y madurando en ella esta convicción, hasta llegar a convertirse en uno de los EJES de su VIDA. Su amor a Cristo es algo que le marca de tal manera que todo lo condicionará para poder vivir esta experiencia con todas sus fuerzas. Por lo tanto, pertenecerle con todo lo que ella es y vivir en esa fidelidad sin límites y para siempre, es el objetivo de su vida. Y, de hecho, así lo vivirá. Pero este amor a Cristo no es algo idílico que le saca de la realidad de cada día. Al contrario, llega al convencimiento de que no tiene que vivir recluida y en la soledad, sino que su Señor le quería en medio del mundo, ya fuera cuidando de los enfermos y marginados de aquella sociedad en situaciones límites como la peste negra, como en su labor de mediación entre los diversos reyes y soberanos, como también en su labor de reconciliación dentro de la Iglesia y en favor de los Papas, en situaciones de especial dificultad. Su labor de mediación fue de un valor significativo. Y aquí se encuentra otro de los ejes en la vida de esta mujer y mística (en el sentido más profundo de la palabra): es su AMOR a la IGLESIA. Es, según sus hagiógrafos, una de las dimensiones que destaca de forma especial en esta mujer. Su amor a su Esposo, a Cristo el Señor, se expresa en su entrega, dedicación y sus esfuerzos en la labor conciliadora. La situación no era nada fácil ya que el Papa se encontraba en Aviñón, con todo lo que ello suponía, y más en aquellos momentos y circunstancias históricas. Ella, Catalina, ejerce una serie de mediaciones que llevaron a enderezar aquella situación, hasta alcanzar la normalización de las relaciones y la vuelta del Papa a Roma. “Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla”, nos dice el texto evangélico que ilumina la fiesta de este día y… ¡cuánta verdad encierra esta afirmación! En el caso de Santa Catalina de Siena es un ejemplo patente de este proceder de Dios. Así lo han entendido estas figuras de nuestra fe y así nos lo presenta la fiesta de hoy. Es verdad que esta figura, en gran medida, es desconcertante para nosotros. Nos extrañan algunos o muchas de las manifestaciones “extraordinarias” que se dan en su vida. Pero lo que sí es cierto es que Dios obra maravillas con “instrumentos” aparentemente pobres, y nos deja un modelo de amor y de fidelidad, tanto a Cristo (su querido Señor), a la Iglesia (a la que ama de corazón), como en su compromiso para con los más pobres y marginados de la sociedad de su tiempo, en la persona de Santa Catalina. HOY y AQUÍ, para NOSOTROS, nos queda este modelo de fidelidad y de seguimiento evangélico, digno de tener en cuenta. Sin dejarnos confundir con las distintas “manifestaciones extraordinarias” de esta mujer y mística, es necesario que aceptemos el legado más directo y vivo: el amor a Cristo, a la Iglesia y a los hermanos necesitados, como la forma de vivir en radicalidad las huellas del Maestro. Y esta propuesta sí que es plenamente válida para nosotros, aquí y ahora. Que la celebración de la fiesta de Santa Catalina nos ayude a acoger los caminos de Dios en nuestro peregrinar por la vida, para así poder vivir desde un amor profundo al Maestro, a su Iglesia y a los hermanos, especialmente los más necesitados. ORACIÓN Dios y Padre nuestro, que amas la sencillez del corazón y ofreces a los aparentemente más débiles los secretos de tu corazón entrañable. Padre, al contemplar hoy a Santa Catalina de Siena, concédenos descubrir, siguiendo su ejemplo, los misterios más profundos de tu corazón, para que así caminemos seguros por los senderos de la vida; y nos sintamos, también, enviados a servir a los hermanos más sencillos y necesitados, realizando, de este modo, tus deseos y tus proyectos, compartiendo con Jesús, tu Hijo amado, la MISIÓN de dar a conocer tu Buena Nueva a todos cuantos se abren a tu mensaje y deseen compartir contigo, con Jesús y con todos los hermanos, ese tu Reino de plenitud y de vida. PLEGARIA SU MIRADA EN NOSOTROS El Señor ha puesto su mirada sobre nosotros; ha puesto su confianza y su esperanza; el Señor Dios ha hablado y cuenta con nosotros. Jesús cuenta con nosotros para devolver la luz donde hay oscuridad; cuenta con nosotras para construir entre todas la civilización del amor allí donde hay egoísmo, tristeza y angustia. Cuenta con nosotros para luchar por la paz, en medio de un mundo donde muchas veces la solución se encuentra recurriendo al uso de la fuerza. Jesús cuenta con nosotros para que su palabra y liberación llegue al último rincón de la tierra; cuenta con nosotros para sembrar la semilla de su Evangelio; semilla que produce frutos de fraternidad, liberación y amor. Jesús ha puesto su mirada en nosotros y nos dice que seamos sal de la tierra. Sal para dar sentido a la vida; para hacer ver que merece la pena ser vivida desde el proyecto del Evangelio. Ser sal porque al igual que sin ella la comida no es agradable, sin Jesús, sin su presencia viva entre nosotros, nuestra vida se vuelve insípida. Nosotros queremos ser sal de la tierra y luz del mundo porque la Buena Noticia no ha perdido su vigencia; porque nunca como hoy su papel es importante, porque siempre tendrá algo que decir. Nosotros queremos ser sal que dé sentido y felicidad al mundo. Cuenta con nosotros, Señor, queremos ser luz que ilumine y muestre el verdadero rostro de Dios-Padre, el Dios-Amor. Cuenta con nosotros, Señor Jesús. CANTO Buscaba por la vida llenar mi corazón, mis ojos te encontraron, llegó hasta mí tu voz: no sé qué me dijiste que todo en mí cambió, me diste tu amistad, me diste tu calor. TÚ ME LLAMAS, OIGO TU VOZ, TU MENSAJE ES VIDA, ES VERDAD Y AMOR. TÚ ME LLAMAS, OIGO TU VOZ, SEGUIRÉ TUS PASOS, QUIERO AMAR, SEÑOR. Leyendo tu Evangelio en él pude aprender que es grande quien se humilla, que es fiel quien tiene fe; quien llora mientras siembra con gozo cogerá. Dichoso son los pobres con ellos Dios está. TÚ ME LLAMAS, OIGO TU VOZ… Y sigo por la vida guiado por mi fe, seguro en tus palabras, Jesús de Nazaret; no importan sufrimientos si quiero a Ti llegar, pues sólo por la cruz podré resucitar. TÚ ME LLAMAS, OIGO TU VOZ… (Autor: Maximiliano Carchenilla -Disco: “Canto a Dios” – Musical Pax)