Textos para la Historia de Roma V. El Principado I. Augusto y la transición al Principado Aspectos políticos, fácticos e ideológicos Biografía Augusto, Res Gestae Diui Augusti, varios << 1. A los 19 años de edad alcé, por decisión personal y a mis expensas, un ejército que me permitió devolver la libertad a la República, oprimida por una bandería. Como recompensa, el Senado, mediante decretos honoríficos, me admitió en su seno, bajo el consulado de Cayo Pansa y Aulo Hirtio, concediéndome el rango senatorio equivalente al de los dos cónsules. Me confió la misión de velar por el bienestar público, junto con los cónsules y en calidad de propretor. Ese mismo año, habiendo muerto ambos cónsules en la guerra, el pueblo me nombró cónsul y triunviro responsable de la organización de la República. 2. Proscribí a los asesinos de mi padre, tomando venganza de su crimen a través de un juicio legal; y cuando, más tarde, llevaron sus armas contra la República, los vencí por dos veces en campo abierto. 3. Hice a menudo la guerra, por tierra y por mar. Guerras civiles y contra extranjeros, por todo el universo. Y, tras la victoria, concedí el perdón a cuantos ciudadanos solicitaron gracia. En cuanto a los pueblos extranjeros, preferí conservar que no destruir a quienes podían ser perdonados sin peligro (para Roma). Unos quinientos mil ciudadanos romanos prestaron juramento militar a mi persona. De entre ellos, algo más de trescientos mil, tras la conclusión de su servicio militar, fueron asentados por mí en colonias de nueva fundación o reenviados a sus municipios de origen. A todos ellos asigné tierras o dinero para recompensarlos por sus servicios de armas. Capturé seiscientos navíos, entre los que no cuento los que no fuese, cuando menos, trirremes. (…) 5. Durante el consulado de Marco Marcelo y de Lucio Arruncio, no acepté la magistratura de Dictador, que el Senado y el pueblo me conferían, para ejercerla tanto en mi ausencia cuanto durante mi presencia. No quise declinar la responsabilidad de los aprovisionamientos alimentarios, en medio de una gran carestía; y de tal modo asumí su gestión que, pocos días más tarde, toda la Ciudad entera se hallaba desembarazada de cualesquiera temor y peligro, a mi sola costa y bajo mi responsabilidad. No acepté (tampoco) el consulado que entonces se me ofreció para ese año y con carácter vitalicio. 7. Durante diez años consecutivos fui miembro del colegio triunviral al que se había encargado la organización de la República; hasta el momento en que redacté estos sucesos, Príncipe del Senado durante cuarenta años consecutivos. Fui Pontífice Máximo, augur, miembro del Colegio de los Quince encargados de las ceremonias sagradas, miembro del Colegio de los Siete encargados de los banquetes sagrados, Hermano de la Cofradía Arval, sodal Titio y sacerdote fetial. 8. Por mandato del pueblo y del Senado, durante mi quinto consulado, aumenté el número de los patricios romanos. Por tres veces establecí la lista de los senadores y, en mi sexto consulado, llevé a cabo, con Marco Agripa como colega, el censo del pueblo (…) 10. El Senado hizo incluir mi nombre en el cántico de los Sacerdotes Salios y una ley prescribió que tendría, a perpetuidad y de por vida, el carácter inviolable de mi persona y la potestad atribuida a los tribunos de la plebe. Cuando el pueblo me ofreció el Pontificado Máximo, que mi padre había ejercido, lo rehusé, para no ser elegido en lugar del Pontífice que aún vivía. No acepté tal sacerdocio sino unos años más tarde, tras la muerte de quien lo había ocupado con ocasión de las discordias civiles (…) >> 60 14. El Senado y el pueblo romano, queriendo honrarme, designaron cónsules, con intención de que asumiesen tal magistratura cinco años más tarde y cuando tenía quince, a mis hijos (adoptivos) Cayo y Lucio Césares, a quienes, siendo muy jóvenes, me quitó la Fortuna. Y el Senado decretó que asistiesen a sus deliberaciones desde el mismo día en que fuesen llevados al Foro. Los Caballeros de Roma, por su parte, unánimemente, les dieron el título de “Príncipes de la Juventud” y les hicieron obsequio de los escudos ecuestres y las lanzas de plata. 15. Distribuí a la plebe de Roma trescientos sestercios por cabeza, en cumplimiento del testamento de mi padre. Y en mi propio nombre, cuando mi quinto consulado, dí otros cuatrocientos, procedentes de mi botín de guerra (…) 16. Para la compra de las tierras que había asignado a mis soldados, en mi cuarto consulado, y, luego, durante el de Marco Craso y Cneo Léntulo Augur, destiné una subvención a las municipalidades, cuyo monto ascendió, en Italia, a seiscientos millones de sestercios, más o menos, y a unos doscientos sesenta millones en las provincias. Que se recuerde, soy el primero y único que haya hecho tal cosa entre quienes fundaron colonias militares en Italia o en las provincias (…) 19. Construí la Curia y su vestíbulo adyacente, el Templo de Apolo en el Palatino y sus pórticos, el Templo del divino Julio (César), el Lupercal, el Pórtico cercano al Circo Flaminio –al que dí el nombre de Octavia, que había construido anteriormente otro en igual lugar–, el palco imperial del Circo Máximo, los Templos de Júpiter Feretrio y de Júpiter Tonante, del Capitolio, el Templo de Quirino, los de Minerva, Juno Reina y Júpiter Libertador, en el Aventino, el Templo a los Lares en la cima de la Vía Sagrada, el de los Dioses Penates en la colina Velia y los Templos de la Juventud y de la Gran Madre de los Dioses, en el Palatino. 20. Restauré, con gasto extraordinario, el Capitolio y el Teatro de Pompeyo, sin añadir ninguna inscripción que llevase mi nombre. Reparé los acueductos que, por su vejez, se encontraban arruinados en muchos sitios (…) Concluí el Foro Julio y la Basílica situada entre los Templos de Cástor y de Saturno, obras ambas que había iniciado mi padre, llegando casi a su terminación. Habiendo resultado destruida esta Basílica por un incendio, acrecí su solar e hice que se emprendiese su reconstrucción en nombre de mis hijos, prescribiendo a mis herederos que la concluyesen en el caso de no poder hacerlo yo mismo (…) 22. Ofrecí combates de gladiadores tres veces en mi propio nombre y cinco en el de mis hijos o nietos (…) 26. Ensanché los límites de todas las provincias del pueblo romano fronterizas de los pueblos no sometidos a nuestro dominio. Pacifiqué las Galias, las Hispanias y la Germania, hasta donde el Océano las baña, desde Cádiz hasta la desembocadura del Elba. Mandé pacificar los Alpes, desde la región inmediata al Mar Adriático hasta el Mar Tirreno, sin hacer contra ninguno de aquellos pueblos guerra que no fuese justa (…) 28. Fundé colonias militares en África, Sicilia, Macedonia, en ambas Hispanias, en Acaya, en Siria, en la Galia Narbonense y en Pisidia. En Italia hay veintiocho colonias fundadas bajo mis auspicios y que, ya en vida mía, se han convertido en ciudades probadísimas y muy notorias (…) 34. Durante mis sexto y séptimo consulados, tras haber extinguido la guerra civil con los poderes absolutos que el consenso general me había confiado, decidí que el gobierno de la República pasase de mis manos a las del Senado y el pueblo romano. Para honrar esta meritoria acción, recibí el nombre de Augusto, mediante un senadoconsulto. Las columnas de mi casa fueron ornadas oficialmente con laureles, se colocó sobre su puerta una corona cívica y en la Curia Julia se depositó un escudo de oro, con una inscripción recordatoria de que el Senado y el pueblo de Roma me lo ofrecían a causa de mi virtud, mi clemencia, mi 61 justicia y mi piedad. Desde entonces fui superior a cualquier otro en autoridad, pero no tuve más poderes que cualquier otro de los que fueron mis colegas en las magistraturas. 35. Cuando ostentaba mi decimotercer consulado, el Senado, el Orden de los Caballeros Romanos y el pueblo romano entero me designaron como Padre de la Patria y decidieron que tal título había de grabarse en el vestíbulo de mi casa, en la Curia y en el Foro de Augusto, en las cuádrigas que, con ocasión de un senadoconsulto, se habían erigido en mi honor. Cuando escribí todas estas cosas, estaba ya en el septuagésimosexto año de mi vida >> Disciplina militar << La disciplina la exigió con máximo rigor. No daba permiso ni aun a sus propios lugartenientes para que viajasen a ver a sus mujeres, salvo necesidad mayor y, desde luego, durante los meses de invierno. Cierto miembro del orden de caballeros, para librar a sus dos hijos adolescentes del servicio militar, les cortó los pulgares y Augusto mandó venderlo, con todos sus bienes, en pública subasta (…) Licenció entera y de modo deshonroso a la Legión X, por mostrarse algo remisa a cumplir sus órdenes. Y del mismo modo disolvió, con pérdida de todo derecho de jubilación y por servicios prestados, otras legiones que habían solicitado el licenciamiento de manera descomedida >> La Historia no oficial << En el ejercicio de las magistraturas y cargos públicos, cometió diversas irregularidades. Unos, los asumió antes del plazo legal. Otros, los creó de nuevo cuño. Y otros los ejerció con carácter vitalicio. Tenía diecinueve años cuando se apropió del consulado. Puso a sus legiones amenazadoramente ante las puertas de Roma y mandó mensajeros al Senado para que, de parte del ejército, reclamasen para él el consulado. Como los senadores anduvieran indecisos, el portavoz de la misión, centurión Cornelio, se quitó la capa, dejando ver el puño de su espada. Señalándola con un ademán no vaciló en decir, en plena Curia: “Si no lo hacéis vosotros, lo hará ésta”. Nueve años más tarde tomó posesión de su segundo consulado. Con un año de intervalo, volvió, por tercera vez, a recibir las insignias consulares. Y, desde esta vez, los ostentó de modo consecutivo, hasta el undécimo, año tras año. Luego declinó muchos otros que se le ofrecían hasta que, al fin, tras un lapso de diecisiete años, ostentó el duodécimo y dos años más tarde pidió expresamente el decimotercero, pues quería estar investido de la más alta magistratura para poder promover, uno tras otro, a sus dos hijos adoptivos Cayo y Lucio, a quienes había educado bajo su tutela >> Política senatorial Dión Casio LV, 3 << Augusto mandó que el Senado celebrase sesión en días fijos. Al no haber, con anterioridad, ninguna norma fija sobre el caso, muchos senadores faltaban, por lo que estableció que, cada mes, hubiese dos sesiones ordinarias a las que debían asistir aquéllos que, por ley, formaban parte del Senado (…) En cuanto al número de votos preciso para la validez de un senadoconsulto, lo estableció, por decir así, asunto por asunto, teniendo en cuenta la importancia de los distintos negocios. Al mismo tiempo, acrecentó la multa estipulada para quienes, sin motivo admisible, faltasen a las sesiones. La gran cantidad de quienes incurrían en esta clase de faltas era garantía de impunidad, por lo que mandó que, cuando los culpables fueran numerosos, se impondría una multa a la quinta parte de los mismos, por sorteo. Expuso, tras inscribirlos en un álbum, los nombres de todos los senadores, costumbre que, desde entonces hasta nuestros días, se renueva cada año. Y esto es lo que hizo para obligar a los senadores a asistir: si alguna vez la suerte quería que el número de los reunidos no respondiese a la necesidad del caso, no obstante ello se mantenía la deliberación y se ponía por escrito la resolución; empero no se llevaba a cabo como si fuera válida >> Suetonio, Augusto II 24 Suetonio, Augusto II 26 62 II. Los Julio-Claudios y el legado político de Augusto Elementos ideológicos del Principado y personales de la dinastía Virtudes del Princeps Varios autores << [Séneca, Sobre la Clemencia V, 1-3] Puesto que hice mención de los dioses, los pondré como el mejor ejemplo posible con el que el príncipe pueda asociarse, para que se comporte con los ciudadanos de la misma forma que desearía que los dioses se comportaran con él (…) Pues si los dioses se pueden aplacar y ecuánimes no persiguen inmediatamente con rayos los delitos de los poderosos, cómo no va a ser más justo que un hombre puesto por delante de otros hombres no ejerza el poder con espíritu de moderación y reflexione sobre cuál sea la mejor situación y más agradable a la vista, si la que ofrece un día sereno y claro y [la que ofrece] otro en el que todo sea conmovido por frecuentes truenos y en el que los fuegos se produzcan por doquier (…) Con un príncipe cruel no hay más que agitación y oscuridad entre gente temblorosa y aterrorizada con el más mínimo ruido, sin que deje de sentirlo el que todo lo perturba >> << [Plinio el Joven, Panegírico de Trajano XXIII, 1-3; LXXIX, 6-7; y LXXX, 1-5] A todos agradó que acogieras a los del Senado con un ósculo igual que con un ósculo te habías despedido de ellos; y que honraras a lo más selecto del orden ecuestre llamándolos por sus nombres, sin que te apuntaran (…) que no te protegía una guardia de satélites sino que, rodeado por doquier de la flor del Senado o del orden ecuestre, según predominaba la afluencia de una u otra clase, marchabas detrás de tus lictores silenciosos y tranquilos, pues los soldados en nada desdecían de la plebe por su compostura, su calma y su moderación. Fijémonos en cómo acude a los deseos de las provincias, y hasta a las peticiones de cada una de las ciudades. No hay dificultad para las audiencias ni retraso en las respuestas (…) Los litigantes están en tu presencia con la preocupación, no de su suerte, sino de la opinión que te merezcan, y no temen tanto tu juicio respecto a su causa judicial cuanto respecto a su moralidad (…) Así es como yo creería que el padre del mundo gobierna con su ceño, si es que quiere dirigir su mirada a la tierra y se digna cortar los destinos de los mortales entre los quehaceres divinos >> [Filóstrato, Vida de Aopolonio de Tiasa V, 36] Te diré cuanto debes hacer, en mi opinión, para que tu comportamiento sea sano. No tengas por riqueza lo que se almacena, pues, ¿en qué es mejor eso que arena reunida de cualquier parte? Tampoco lo que procede de los envíos de hombres que lamentan sus tributos, pues es cosa de mala ley y sin color el oro si sale de lágrimas. Usarías la riqueza del mejor modo en el que todos los reyes pueden hacerlo, si a los necesitados los socorres y a los que poseen mucho les garantizas la seguridad de su riqueza. Que la facultad de hacer todo lo que quieras te atemorice pues harás con más prudencia uso de ella (…) Que la ley, emperador, impere también sobre ti, pues legislarás con más prudencia si no violas las leyes. A los dioses, atiéndelos más que antes, pues grandes son los beneficios que de ellos obtuviste, e importantes las cuestiones por las que a ellos te encomiendas (…) ¿Qué queda sino hablar de los gobernadores que se envían a las provincias? (…) Sostengo que se deben enviar las personas adecuadas a las provincias que correspondan por sorteo, en la medida que la suerte lo permita. Los que hablen griego, deben mandar sobre los griegos, y los que hablen latín, sobre los de su misma lengua o dialectos afines >> 63 Linaje de Tiberio Suetonio, Tiberio III, 1-2 << La estirpe patricia de los Claudios –pues hubo también otra plebeya, y no menor en poder y dignidad– fue oriunda de Régilo, una ciudad de los sabinos. Desde allí emigró a Roma, recién fundada, con una gran cantidad de clientes a propuesta de Tito Tacio, colega de Rómulo, o, lo que es más seguro, del jefe de la estirpe, Ata Claudio, seis años después de la expulsión de los reyes; y, una vez admitida entre las familias patricias, recibió del Estado un terreno a orilla del río Aniene para sus clientes, y un suelo para sus propias sepulturas al pie del Capitolio. Desde entonces, a lo largo del tiempo, consiguió veintiocho consulados, cinco dictaduras, siete censuras, seis triunfos y dos ovaciones. Como era ya conocida por distintos prenombres y sobrenombres, rechazó el prenombre de Lucio por acuerdo unánime, después que, de dos miembros de la estirpe que lo ostentaban, uno fue declarado culpable de robo, y el otro, de asesinato. En cambio, entre los sobrenombres, asumió también el de Nerón, que en lengua sabina significa “fuerte” y “aguerrido”. La historia recuerda muchos servicios extraordinarios de los Claudios a la república, y también otras muchas acciones suyas algo menos honorables >> Proclamación y labor militar de Tiberio Suetonio, Tiberio III, 15-19 << Habiendo muerto Gayo y Lucio en el espacio de tres años, él fue adoptado por Augusto junto con Marco Agripa, hermano de éstos, pero con la obligación de que él mismo adoptara antes a Germánico, el hijo de su hermano (…) Y desde aquel momento, no se omitió nada para acrecentar su majestad, y mucho más cuando, una vez desheredado y relegado Agripa, existía la certeza de que recaía sobre él sólo la esperanza de la sucesión. Recibió de nuevo la potestad tribunicia por cinco años, se le confió la misión de pacificar Germania, y los embajadores de los partos recibieron la orden de acudir a verle también en su provincia (…) subyugó y redujo a obediencia a todo el Ilírico, que se extiende entre Italia y el reino Nórico, Tracia y Macedonia, y entre el río Danubio y el golfo del mar Adriático (…) Por esas hazañas le fueron decretados el triunfo y muchos y grandes honores >> Principado de Calígula Suetonio, Calígula IV, 9-15 << Recibió el sobrenombre de Calígula por una broma castrense, ya que era educado entre soldados y vestía su mismo uniforme. Y se comprobó el extraordinario prestigio y afecto que adquirió además, como fruto de esta vida común, sobre todo cuando, después de la muerte de Augusto, él sólo y con su sola presencia sin duda doblegó a los soldados que alborotaban y se precipitaban a la sedición (…) Obteniendo de este modo el imperio, consiguió que el pueblo romano, o incluso, diría yo, el género humano, colmara sus deseos, convirtiéndose en el príncipe más ansiado por la mayor parte de los provinciales y de los soldados, ya que muchos le habían conocido de niño, pero incluso por toda la plebe de la Ciudad, porque aún recordaba a su padre Germánico y compadecía a aquella familia casi aniquilada (…) Tomó como colega suyo en el consulado a su tío paterno Claudio, por entonces caballero romano (…) Publicó las cuentas del Imperio, expuestas regularmente al público por Augusto, pero suprimidas luego por Tiberio. Permitió a los magistrados que administraran la justicia libremente y sin que apelaran a él >> 64 Personalidad de Calígula Suetonio, Calígula IV, 22-36 << Hasta aquí he narrado su vida como príncipe, ahora narraré lo que aún queda de ella como monstruo (…) Después que sus cortesanos le recordaron que él había rebasado la dignidad de los príncipes y de los reyes, comenzó ya a arrogarse la majestad divina; y habiendo encargado que trajeran de Grecia las estatuas de los dioses más famosos por su culto y su valor artístico, entre ellas las de Júpiter Olímpico, para que les cortaran las cabezas y les pusieran la suya, prolongó una parte del palacio hasta el Foro, y después de transformar el templo de Cástor y Pólux en un vestíbulo, sentándose a menudo entre los dioses hermanos, se exhibía en medio de ellos para que le adoraran los visitantes; y algunos le saludaron con el título de Júpiter Laciar. Instituyó también un templo propio para su divinidad, y sacerdotes y víctimas selectísimas. En él se alzaba una estatua de oro tallada a su imagen, a la que se vestía a diario con un traje como el que él usaba (…) No permitió que nadie fuera ejecutado a la ligera, sino con muchos y pequeños golpes, de acuerdo con su orden habitual y bien conocida: ´hiérelo de tal modo que él se sienta morir`. Habiendo sido ejecutado por confusión del nombre otro condenado distinto del que había designado, declaró que aquél había merecido también el mismo castigo. Con frecuencia repetía aquel verso de una tragedia: ´¡que me odien con tal que me teman!`>> El Senado con Claudio Tácito, Annales XI, 23-24 << Durante el consulado de A. Vitelio y de L. Vipstano, al tratarse de completar el Senado y (cuando) los hombres más importantes de la Galia Comata, que mantenían desde hacía tiempo tratados así como la ciudadanía romana, pidieron el derecho de alcanzar los honores en Roma, se planteó una intensa discusión sobre el tema y surgieron opiniones muy diversas. Con mucho apasionamiento se argumentaba ante el Príncipe que Italia no estaba tan enferma como para no poder ofrecer su Senado a su ciudad (…) ¿No era suficiente que los vénetos y los insubros hubieran irrumpido en la Curia? Esos y otros argumentos no conmovieron al Príncipe. Quiso rebatirlos al punto y, convocado el Senado, habló en estos términos: ´Mis antepasados –el más antiguo Clauso, originario de la Sabina, fue admitido a la vez en la ciudadanía romana y entre las familias patricias– me exhortan a seguir semejante política con el Estado (…) Pues no ignoro que hemos promocionado al Senado a los Julios de Alba, a los Coruncarios de Camerino, a los Porcios de Músculo, y, para no traer recuerdos tan antiguos, a otros de Etruria, de Lucania y de toda Italia; en resumen, hasta los confines de los Alpes, hemos vinculado a nuestro nombre a hombres y tierras. La paz interior se consolidó y nos prestigiamos hacia el exterior cuando los transpadanos recibieron la ciudadanía romana, cuando incorporamos a los mejores de las provincias (…) ¿Lamentamos que los Balbos hayan venido de Hispania y que otros nombres no menos insignes procedan de la Galia Narbonense? Quedan sus descendientes y su amor por esta patria no es menor que el nuestro >> 65 La bancarrota de Nerón Suetonio, Nerón VI, 30 << Por eso, no puso límites ni a sus larguezas ni a sus gastos. Sacó ochocientos mil sestercios diarios del tesoro para recibir a Tirídates –algo que parece increíble– y, cuando partió a su patria, le dio más de cien millones. Galardonó al citado Menecrates y al mirmilón Espículo con patrimonios y casas como los de los triunfadores. Enriqueció al usurero Cercopiteco Panerote con posesiones rústicas y urbanas y lo enterró con un funeral casi regio. No se puso ningún vestido dos veces. Jugaba a los dados a cuatrocientos mil sestercios por punto. Pescaba con una red de oro y con cuerdas trenzadas con púrpura y escarlata. Se cuenta que siempre hacía sus viajes con más de mil carruajes, con mulas calzadas con herraduras de plata, mulateros vestidos de lana de Canusio y multitud de mázacos y lacayos adornados con brazaletes y faleras. No obstante, en ninguna otra actividad se mostró tan pródigo como en la construcción, pues edificó una casa que ocupaba desde el Palatino hasta el Esquilino, a la que llamó primero “Transitoria” y después, cuando fue consumida por un incendio, y reconstruida de nuevo, “Dorada”. Sobre su extensión y ornamentación bastará referir lo siguiente: su vestíbulo era tan espacioso que en él se erguía un “Coloso” de ciento veinte pies son su efigie; su extensión tan enorme, que tenía un triple pórtico de mil pasos; un estanque parecido a un mar, amurallado por una corona de edificios como las ciudades; y tierras rústicas salpicadas de sembrados, viñedos, pastizales y bosques con una gran cantidad de ganados y animales salvajes de todas las especies >> III. De la gens a la lex: los Flavios Aspectos políticos, fácticos e ideológicos Los ordines con Vespasiano Suetonio, Vespasiano VIII, 9 << Los ordines superiores, que se hallaban diezmados por diversas matanzas y contaminados por una secular negligencia, los depuró y completó después de haber realizado un nuevo censo del Senado y del orden ecuestre, excluyendo a los más indignos e incorporando la flor de la nobleza de Italia y de las provincias. Y, para que se reconociera por todos que estos dos órdenes se distinguían entre sí no tanto por la libertad como por su dignidad, con ocasión de una disputa entre un senador y un caballero romano pronunció estas palabras: ´No se debe injuriar a los senadores, pero es un patrimonio de los ciudadanos y un derecho legítimo responder a sus injurias`>> Ideología provincial de Vespasiano << Después de que se desencadenó la furia de los asesinatos y cuando el tener un nombre importante era un motivo de ruina, los que quedaban se pasaron a actitudes más inteligentes. Al mismo tiempo los advenedizos, que procedían de los municipios, de las colonias y hasta de las provincias y que fueron admitidos en gran número en el senado, aportaron la sobriedad de su origen y, aunque por la fortuna o por sus propios méritos llegaran ricos a la vejez, con todo permaneció en ellos el espíritu del principio. No obstante, el principal promotor de esta moderación en las costumbres fue Vespasiano, con su forma de vestir y de comer a la antigua: de ahí que el respeto hacia el Príncipe y el afán de imitarle tuvieran mayores efectos que las penas impuestas por las leyes y el miedo; si es que no existe en todas las cosas una especie de movimiento circular de manera que, así como cambian las tornas de los tiempos, del mismo modo lo hagan las de las costumbres. Y no todo lo de nuestros antepasados es lo mejor, sino que también nuestra época ha dejado a la posteridad muchas artes dignas de imitar >> Tácito, Annales III, 55 66 Tito y Domiciano Suetonio, Tito IX, 8 Legislación de Domiciano Suetonio, Domiciano XII, 7 << Aunque su hermano no cesaba de ponerle asechanzas y, casi a la vista de todos, instigaba a los ejércitos y tramaba la huida, no consintió matarlo ni relegarlo, y ni siquiera tributarle menores honores, sino que, como desde el primer día de su Principado, persistió en reconocerlo como su colega y sucesor, rogándole a veces en secreto, con súplicas y lágrimas, ´que accediera por fin a corresponderle con recíproco afecto`. Entretanto fue sorprendido por la muerte, con mayor daño de la humanidad que suyo propio >> << Administró justicia con escrupulosidad y celo, la mayor parte de las veces incluso en el Foro, sentado delante de su tribuna y en sesión extraordinaria; rescindió las sentencias de los centunviros dictadas por soborno; advirtió repetidas veces a los ´recuperadores` que no atendieran reivindicaciones sin fundamento e impuso una nota infamante a los jueces venales y a su consejo de asesores. Incitó también a los tribunos de la plebe a que acusaran de concusión a un edil avaro y pidieran jueces al Senado contra él. Puso tanto celo asimismo en castigar a los magistrados urbanos y a los gobernadores de las provincias, que nunca fueron más moderados ni más justos; pero después de su reinado hemos visto a muchos de ellos acusados de todo tipo de crímenes. En cuanto emprendió la reforma de las costumbres, reprimió la libertad abusiva de asistir a los espectáculos promiscuamente en las gradas de los caballeros; destruyó los escritos infamantes difundidos entre el vulgo con los cuales eran denigrados los hombres y mujeres más insignes, imponiendo a sus autores una nota infamante; removió del Senado a un excuestor porque se dejaba dominar por la pasión de la pantomima y la danza; quitó a las mujeres de mala reputación el derecho a usar la litera y recibir mandas y herencias; borró de la lista de los jueces a un caballero romano por haber contraído matrimonio de nuevo con su esposa, a la que había acusado de adulterio después de haberla repudiado; condenó a algunos miembros de los dos órdenes en virtud de la ley Escantinia [Lex Scantinia de uenere nefanda, del 149 a. C. por la que se establecían penas contra los homosexuales]; reprimió con castigos variados y severos los incestos de las vírgenes Vestales, dejados impunes por su padre y por su hermano: los primeros con la pena capital y los siguientes de acuerdo con la costumbre antigua >> 67 IV. Los Antoninos Las transformaciones del Principado en el siglo II d. C. Lex y Princeps: << También sobre la tribuna, por un escrúpulo semejante, te sometiste a las leyes, a unas leyes, César, que nadie redactó para el Príncipe. Pero tú no quieres disfrutar de mayores derechos que nosotros: ésa es la causa de que nosotros deseemos que te sea permitido más. Es ahora por primera vez cuando yo escucho y por primera vez cuando aprendo esto: ´no es el Príncipe el que está por encima de las leyes sino las leyes por encima del Príncipe`, y al César, en calidad de cónsul, le están vedadas las mismas cosas que a los demás cónsules. Jura por las leyes ante los dioses atentos (¿y a quién prestarán más atención que al César?), jura en presencia de aquellos que han de jurar lo mismo, con pleno conocimiento, por otra parte, de que ninguno debe guardar con más escrúpulo el juramento de aquel que está más interesado en que no existan perjuros. Así, al salir del consulado juraste que no habías hecho nada contra las leyes. Hermoso juramento en el momento de hacer la promesa, pero más hermoso aún en el momento de haberla cumplido >> Sucesión y << Tú le honraste (a Nerva, a su muerte) primero con tus lágrimas, como cumple a un hijo, y luego con la erección de templos, pero no imitando a aquellos que hicieron lo mismo aunque con otra intención. Tiberio divinizó a Augusto pero para hacer acusaciones de lesa majestad; Nerón a Claudio, por burla; Tito a Vespasiano, Domiciano a Tito, pero aquél para parecer el hijo de un dios y éste el hermano. Tú, en cambio, llevaste a tu padre hasta las estrellas; no para aterrar a los ciudadanos, no para escarnio de las deidades, no para tu propia honra, sino porque lo reputas dios. Honor éste que resulta menor cuando los que lo hacen se creen ellos dioses también. Tú, por más que le rindas culto con aras y tronos y un propio sacerdote, con nada mejor le haces y demuestras que es dios que con ser como eres. Porque cuando un príncipe sucumbe al destino una vez designado su sucesor, no hay más que una prueba absolutamente cierta de su divinidad: un sucesor virtuoso >> Trajano Plinio el Joven, Panegírico XLIV-XLV Optimus Princeps Plinio el Joven, Panegírico XI 68 Labor legislativa de Adriano SHA, Vida de Adriano XIX Lex Metalli Vipascense CIL, II, 5281 y AE, 1906, 151 << Cuando impartía justicia, no sólo reunía en consejo a sus amigos o cortesanos, sino también a sus jurisconsultos, y de ellos, sobre todo, a Juvencio Celso, Salvio Juliano, Neracio Prisco, con tal que el Senado les hubiera dado su aprobación. Entre otras leyes, decretó que en ninguna ciudad se destruyese casa alguna con el fin de trasladar los materiales de derribo a otra ciudad. A los hijos de los proscritos les dio derecho a conservar la duodécima parte de los bienes de sus padres. No admitió los delitos de lesa majestad. Rechazó las herencias que le vinieron de personas desconocidas y las de conocidos que tuvieran hijos tampoco las aceptó. Sobre el hallazgo de tesoros decidió que si alguien encontraba algo en sus posesiones, podía conservarlos; si lo encontraba en posesión ajena debía entregar la mitad al dueño del lugar; y si el lugar era público debía compartirlo con el Fisco. Prohibió que los amos mataran a sus esclavos, y cualquiera que lo mereciese debía ser condenado por los jueces, no por sus dueños. Vedó que se vendieran siervos o esclavas a rufianes y lanistas sin manifestar las razones de tal proceder. A los disipadores de sus bienes, si no dependían de la potestad de otra persona, ordenó que fueran azotados en el anfiteatro y que luego los dejaran marchar. Hizo caer en desuso los ergástulos de esclavos y libertos. Separó los baños de los hombres de los de las mujeres. Dio orden de que si algún amo aparecía asesinado en su casa no se sometiera a interrogatorio mediante tortura a todos los esclavos, sino sólo a aquellos que por su proximidad al escenario del crimen podían haber advertido algo>> << (1) [Quien haya obtenido una mina de cobre deberá, antes de fundir el metal, pagar] al contado [al procurador] de Augusto [Adriano] [el precio de la mitad del pozo que pertenece al fisco] Quien no lo haga de este modo y llegue a ser convicto de haber fundido mineral antes [de haber pagado] el precio como está escrito arriba, verá confiscada la parte que tenía como ocupante y el procurador de las minas venderá el pozo entero. Aquel que haya probado que un colono fundió mineral antes de haber pagado el precio de la mitad [del pozo] que pertenece al fisco, recibirá la cuarta parte (2) Los pozos argentíferos deben trabajarse de la forma que está contenida en esta ley; su precio se observará de acuerdo con la liberalidad del sacratísimo emperador Adriano Augusto, de modo que la propiedad de la parte que pertenece al fisco, pertenezca a aquel que haya sido el primero en ofrecer el precio para el pozo y haya entregado al fisco cuatro mil sextercios (…) (6) A un ocupante de pozos le estará permitido tener los socios que quiera, de tal manera que cada cual contribuya a los gastos en proporción con la parte con la que es socio […] (9) Los minerales extraídos y depositados junto a los pozos deberán ser transportados a las fábricas por aquellos a quienes pertenezcan, entre el amanecer del sol y el ocaso; aquel que sea convicto de haber sustraído minerales de los pozos, tras la puesta del sol o por la noche, deberá entregar al fisco mil sestercios (…) Si el ladrón de mineral es un esclavo, el procurador le golpeará con el látigo y lo venderá con la condición de que tenga cadenas perpetuas y de que no habite en ninguna mina ni distrito de metales; el precio del esclavo revertirá al dueño; [si el ladrón de mineral es] libre, el procurador confiscará sus bienes y lo desterrará de los distritos mineros a perpetuidad (18) Aquel que abra pozos argentíferos se distanciará de la galería que evacua el agua de las minas, y dejará no menos de sesenta pies a ambos lados, y en los pozos que haya ocupado o que haya recibido por asignación respetará, durante el transcurso de las obras, los límites tal y como hayan sido fijados y no los sobrepasará, ni recogerá las escorias que desborden su concesión, ni abrirá galerías de reconocimiento más allá de los límites de un pozo asignado >> 69 Inestabilidad fronteriza SHA, Vida de Marco Aurelio 22 << Todos los pueblos, desde las fronteras ilirias a la Galia se aliaron en la conspiración: los marcomanos, los varistas, los hermunduros, los cuados, los suevos, los sármatas, los lacringes y los buros, y estos otros –los osos, los bessos, los cobotes, los roxolanos, los bastarnas, los alanos, los peucinos, los costobocos– aunados con los victuales. Además, amenazaba la guerra contra los partos y los británicos. Con un poderoso esfuerzo de todos y también suyo, logró vencer a estas gentes indómitas, alentados con los soldados por su coraje y por la cooperación de sus legados y prefectos pretorianos que, a veces, capitanearon el ejército. Aceptó la rendición de los macromanos, a muchos de los cuales deportó a Italia >> La “barbarización” Dión Casio LXXII, 19, 1 << Marco Aurelio dio audiencia a los que venían como enviados de las naciones extranjeras; pero no los recibió a todos en el mismo pie de igualdad, pues éste variaba según los diversos Estados fuesen dignos de recibir la ciudadanía, o la exención de impuestos, o la exención perpetua o temporal del tributo, o incluso de gozar de aprovisionamiento permanente >> El buen gobierno Marco Aurelio, Meditaciones I, 16 << De mi padre la gentileza, la firmeza sin oscilación en decisiones previamente analizadas; no vanagloriarse en los que se considera motivo de honras; ser amigo del esfuerzo y perseverar; prestar oídos a quien tiene algo en bien del común que proponer; no dejarse pervertir al distribuir a cada uno según su valía; tener experiencia de cuándo se precisa tensión y cuando relajación; hacer cesar los amoríos con adolescentes; la preocupación por el bien común; no desear por encima de todo que los amigos coman o viajen con uno a la fuerza, sino que los que se ausentaban por necesidades suyas se lo encontraban siempre igual; las averiguaciones en las reuniones de consejo rigurosas y detenidas; saber mantener a sus amigos, sin hartazgo repentino ni atolondramiento; ser autosuficiente en todo y radiante; prever con tiempo y regular por anticipado lo ínfimo sin dramatizar; frenar durante su mandato las aclamaciones y cualquier adulación; ser vigilante de las necesidades del imperio, ecónomo de los gastos públicos y capaz de encajar la crítica de algunos sobre tales actitudes; con relación a los dioses no ser supersticioso, con relación a los hombres no ser demagogo, obsequioso, ni buscar el favor de la turba, sino ser sobrio y seguro en cualquier ocasión, nunca vulgar ante la belleza ni deslumbrado ante la novedad; de las cosas que hacen la vida fácil y que con abundancia proporciona la fortuna, hacer uso sin delirio y sin buscar excusas, de forma que si estaban a mano, las alcanzaba sin preocuparse, si estaban ausentes no las precisaba >> 70 V. Los Severos y la crisis del siglo III d. C. Aspectos generales de la crisis y de la anarquía militar Momento de la crisis Dión Casio LXXII, 23 Las usurpaciones y el ejército: Septimio Severo SHA, Vida de Severo, 4-6 La monarquía severiana Dión Casio LIII, 17 << Después de estos sucesos [muerte de Cómmodo] tuvieron lugar las más grandes revueltas y guerras, y yo compuse la narración histórica de todo ello por la causa que expondré a continuación >> << Pero después, a instancias de una gran mayoría y a pesar de su resistencia, el día de los idus de agosto fue nombrado emperador en Carnunto por las legiones de Germania cuando se enteraron de que Cómodo había sido asesinado y de que Juliano ocupaba el trono, odiado también por todo el mundo (…) Después de consolidar las provincias que iba dejando a sus espaldas, se dirigió a Roma, sometiéndose a él todos los habitantes de las regiones por donde pasó, dado que los ejércitos de la Iliria y de las Galias ya le habían prestado juramenteo de fidelidad obligados por sus jefes, pues era considerado por todos como el vengador de Pértinax. Por aquel tiempo, a instancias de Juliano, Septimio Severo fue declarado enemigo público por el Senado (…) y cuando Severo se enteró de que le habían enviado, primero se llenó de temor, pero después sobornó a los legados y consiguió que hablaran al ejército en su favor y que se pasaran a su partido. Cuando se conocieron estos hechos, Juliano consiguió que el Senado redactara un decreto para repartirse el poder imperial con Severo (…) aunque (…) ya en una ocasión anterior había enviado a algunos célebres asesinos de generales para que mataran a Severo, de la misma manera que los había enviado para que mataran a Prescenio Nigro, que también había asumido personalmente el poder contra él, instigado por los ejércitos de Siria. Pero Severo, tras haber burlado la acción de aquéllos a los que Juliano había enviado para asesinarle, escribió una carta a los pretorianos con la consigna de abandonar a Juliano o de darle muerte, consigna que fue atendida enseguida, pues Juliano fue asesinado en palacio y a Severo se le invitó a entrar en Roma. De esta manera Severo resultó vencedor sin que mediara más que una orden suya, lo que jamás había ocurrido a nadie anteriormente, y acto seguido se dirigió con su ejército hacia Roma >> << Así, todos los poderes del Senado y el pueblo pasaron a Augusto [Septimio Severo] y se implantó desde entonces una auténtica monarquía. Pues con toda razón hay que dar el nombre de monarquía a este régimen al ser detentado el poder a lo máximo por dos o tres personas. Los romanos odian tanto el nombre de monarquía que rechazan llamar dictadores, reyes o con cualquier nombre equiparable a sus emperadores, pero, al depender de éstos toda la administración estatal, no puede sostenerse que no sean sino reyes (…) Los emperadores toman, salvo el título de dictador, todos los demás que, en época republicana, dependían de la voluntad del pueblo y del Senado, con lo que aparentan mantener el poder no por su propia voluntad sino por la aplicación de las leyes (…) Reúnen así todos los poderes que antes pertenecían a los cónsules y a los otros magistrados. Su potestad tribunicia les autoriza a indagar sobre nuestra vida y nuestras costumbres, a realizar el censo y a elaborar listas de senadores y caballeros suprimiendo de las mismas a quienes desean. Son los dueños de todas las cosas santas y sagradas pues presiden todos los sacerdocios (…) Todas sus competencias tienen un origen en la República y las desempeñan bajo la forma de una gestión tradicional de modo que, al asumirlas, dan la apariencia de no tener más poder que el que se les ha otorgado >> 71 Componentes de la crisis del III d. C. Herodiano, Historia del Imperio I, 1, 4-5 La Constitutio Antoniniana Varios Autores La nueva religiosidad: Heliogábalo SHA, Vida de Heliogábalo 6-7 << Si alguien considerara todo el periodo desde Augusto, desde el momento en el que el orden romano se convirtió en monarquía, no hallaría en los aproximadamente doscientos años que van hasta los tiempos de Marco Aurelio ni tantos cambios de emperadores, ni tantas guerras civiles y exteriores de resultado azaroso, ni turbulencias en las provincias y toma de ciudades, tanto en nuestro territorio como en el de los bárbaros, ni terremotos y pestes ni, finalmente, vidas de tiranos y emperadores tan increíbles, que antes eran raras o ni siquiera se recordaban. De ellos unos tuvieron el poder por bastante tiempo mientras que otros lo tuvieron de forma fugaz. Hubo quienes fueron derrocados cuando apenas habían alcanzado el título y una honra efímera. Parcelado el ejercicio del poder durante sesenta años por más emperadores de los que este lapso de tiempo exigía, se dieron toda suerte de situaciones variopintas y chocantes >> << [Dión Casio LXXVII, 9: contenido sintético de la reforma] Por ello, declaró ciudadanos romanos a todos los habitantes libres del Imperio. Con tal nombre se daba la apariencia de concederles un honor, pero con tal decisión se percibían realmente mayores ingresos, pues los peregrinos no pagaban muchos de esos impuestos [se refiere aquí a la uicessima hereditatis, por ejemplo] >> << [Papiro Giessen, 40, I] El emperador César Marco Aurelio Severo Antonino Augusto declara [---] puedo manifestar mi agradecimiento a todos los dioses inmortales que me protegen [---] considero pues que puedo [---] servir a su grandeza [---] haciendo participar conmigo en el culto de los dioses a todos los que pertenecen a mi pueblo. Por ello, concedo a todos los [peregrinos] que están sobre la tierra la ciudadanía romana [salvaguardando los derechos de las ciudades] con excepción de los dediticios (los “recientemente vencidos”). Pues es legítimo que el mayor número no sólo esté sometido a todas las cargas, sino que también esté asociado a mi victoria. Este edicto será [---] la soberanía del pueblo romano >> << [Heliogábalo] cometió un incesto con una virgen vestal. Profanó la religión del pueblo romano destruyendo sus santuarios. Pretendió extinguir el fuego perpetuo. Deseó abolir no sólo los diferentes cultos que se celebraban en Roma, sino también los que se celebraban en todo el orbe de la tierra, movido por la única ilusión de que Heliogábalo fuera adorado como un dios en todo el mundo, y, mancillado con todo tipo de inmoralidades junto con otros hombres que se habían deshonrado a sí mismos, penetró violentamente en el santuario de Vesta, al que sólo pueden acceder las vírgenes vestales y los pontífices. Intentó robar también el Paladión del interior del templo, pero, habiéndose apoderado de una vasija que la Vestal Máxima le había mostrado falsamente, pensando él que se trataba de la vasija auténtica y no habiendo encontrado nada en ella, la rompió estrellándola contra el suelo (…) Admitió también los cultos de la Madre de los dioses y recibió el taurobolio, con el fin de apoderarse de su imagen y de otros objetos sagrados que se mantienen en el santuario. Por otra parte, agitó su cabeza entre los sacerdotes castrados de Cibeles y se ató los genitales e hizo todo lo que suelen hacer los galos [eunucos] y tras robar el busto sagrado de esta diosa, lo transportó al templo de su dios. Practicó también los ritos de Salambo, con todos los gritos y sacudidas con que se celebra este culto sirio labrándose así el presagio de su inminente muerte [violenta, en una conspiración]. Decía que todos los dioses eran ministros de su dios, llamándolos a unos cubicularios suyos, a otros siervos y a otros ministros de diversos asuntos >> 72 La religiones mistéricas Prudencio, Peristephanon X, vv. 1011-1050 La tecnocracia SHA, Prescenio Nigro 7 << Cuando se disponen a consagrar al sumo sacerdote, lo llevan a un pozo profundo excavado bajo el suelo, maravillosamente adornado con una banda, sus sienes festivas ceñidas por guirnaldas, recogido el cabello bajo una corona de oro y portando una toga de seda recogida con un cíngulo (…) Ponen encima una tarima con anchos espacios (…) taladran la superficie (…) de forma que toda la tarima aparece picada de pequeños agujeros (…) Luego es conducido hasta allí un enorme toro, bravo y sin domar en apariencia, con los flancos cubiertos de guirnaldas entretejidas y con los cuernos envainados, de forma que el testuz del animal brilla con reflejos dorados y la pelambre se ve engalanada con el brillo de las placas metálicas. Luego, como está ordenado, se dará muerte en aquel lugar a la bestia, y para ello hincan una espada sagrada en su pecho. De la herida abierta mana un chorro de sangre caliente, y el humeante manantial se derrama sobre la tarima y la inunda, cayendo luego debajo (…) (y) manchándose [el sacerdote] vergonzosamente los vestidos y todo el cuerpo (…) Luego retiran los sacerdotes de la celosía el cuerpo del toro, que, por la pérdida de la sangre, empieza a ponerse rígido, y sale el pontífice, con su horrible aspecto, mostrando su cabeza manchada, la barba cuajada de sangre, sus bandas chorreantes y sus sucios atavíos. Y al verlo así manchado e infecto, sucio de la sangre del reciente sacrificio, todos le saludan y veneran desde cierta distancia, porque la sangre impía y un toro muerto lo han bañado mientras permanecía oculto en la repugnante cueva >> << Fue tan grande su autoridad que, al ver que las provincias se arruinaban por la facilidad con que se cambiaba el aparato administrativo, escribió primero a Marco Aurelio y después a Cómodo recomendándoles como primera medida que no cambiaran a ningún gobernador, legado o procónsul antes de que transcurrieran cinco años, pues en ese caso se verían obligados a dejar el cargo antes de haber aprendido a desempeñarlo. Después, para que no accedieran a gobernar el Estado hombres “nuevos”, exceptuando los cargos administrativos del ejército, dispuso que los que habían sido asesores fueran luego gobernadores en aquellas provincias en las que habían desempeñado aquella función. Posteriormente, Severo y muchos otros emperadores mantuvieron esas disposiciones, como lo prueban las prefecturas de Paulo y de Ulpiano, que formaron parte del consejo de Papiniano e inmediatamente después de haber ejercido el uno la secretaría de las memorias [prefectura a libellis] y el otro la de los informes [prefectura a rationibus] fueron nombrados enseguida prefectos (…) Asignó además sueldos a los jueces para que no resultaran gravosos a las personas que aconsejaban, pues decía que el juez no debía ni dar ni recibir nada >> 73 VI. Las definitivas transformaciones del siglo IV d. C. Diocleciano y Constantino: la Antigüedad Tardía La organización provincial Lactancio, Sobre la muerte de los perseguidores, 7 << Para colmo, a fin de que el terror [Lactancio es cristiano] llegase a todas partes, las provincias fueron subdivididas hasta el infinito. En consecuencia, numerosos gobernadores y negociados oprimían a cada una de las regiones, incluso casi a cada una de las ciudades. Igualmente, eran numerosos los funcionarios del fisco, magistrados y vicarios de los prefectos del pretorio, cuya actividad en el orden civil era escasa, pero intensa por el contrario a la hora de dictar multas y proscripciones (…) Igualmente intolerable era lo relativo a la prestación de soldados (…) >> Edicto de Milán Lactancio, Sobre la muerte…, 48 << Yo, Constantino Augusto, y asimismo Yo, Licinio Augusto, felizmente reunidos en Milán para tratar de todos los problemas que afectan a la seguridad y al bienestar público, hemos creído nuestro deber tratar, junto con los restantes asuntos (…) de aquéllos en los que radica el respeto a la divinidad, a fin de conceder tanto a los cristianos como a los demás facultad de seguir libremente la religión que cada cual desee, de modo tal que toda clase de divinidad que habite en la morada celeste Nos sea propicia, a Nosotros y a cuantos se hallan bajo Nuestra autoridad (…) Por lo cual es conveniente que Tu Excelencia [el praseses prouinciae] sepa que hemos decidido anular enteramente las disposiciones que se te enviaron anteriormente relativas al cristianismo (…) y permitir en adelante a cuantos quieran observar la religión cristiana hacerlo libremente sin que les suponga ninguna clase de inquietud o molestia (…) Tu Excelencia tendrá por sabido que también a los demás ciudadanos les ha sido otorgada la facultad de observar libre y abiertamente la religión que hayan escogido como es propio de la paz de nuestro tiempo >> << Por aquel tiempo se hallaban muy agitados los Persas en Oriente, y Juliano, y los quinquegentanos en África; es más, en Alejandría de Egipto un tal Aquileo había revestido las insignias del poder por la fuerza. Por tal causa los emperadores nombraron Césares a Julio Constancio y a Maximiano Galerio, apodado Armentario, y los hicieron sus parientes. Tras romper los matrimonios anteriores, el primero casó con la hijastra de [Maximiano] Herculio, y el otro con la hija de Diocleciano (…) Y dado que el peso de las guerras, de las que ya hemos hablado, se hacía sentir vivamente, Diocleciano dividió el Imperio en cuatro partes. A Constancio encomendó todas las Galias que se hallan al otro lado de los Alpes, a Maximiano Herculio África e Italia, las orillas de Iliria hasta el estrecho del Ponto a Galerio. Lo demás lo detentó Valerio Diocleciano >> La Tetrarquía y sus causas Aurelio Víctor, De Caesaribus XXXIX, 2030 El Edictum de pretiis CIL, XV, 8017 << Puesto que la avidez es tan insaciable que no tiene ninguna consideración con las necesidades comunes, la avaricia invade todo y un amor a la ganancia, casi religioso, llevan a estas gentes sin honradez a considerar que es más necesario acaparar las fortunas de todos antes que abandonar sus proyectos y ya que no pueden hacer callar a quienes han reducido a la condición más extremada de pobreza, conviene que nosotros, que hemos advertido estos hechos y que somos los padres del género humano, intervengamos en estos asuntos para aplicar nuestra justicia soberana de modo que los hombres reciban remedios y previsiones por el bien de todos, pues no es posible que la situación se resuelva por sí misma (…) Estos precios no podrán ser sobrepasados por nadie en las operaciones de ventas de mercancías particulares, del modo que se muestra a continuación (…) >> 74 Ejército y fronteras Zósimo, Nueva Historia II, 34 Inestabilidad interna Digesto, XLVIII, 13, 4, 2 << Otra cosa llevó a efecto Constantino que facilitó a los bárbaros la penetración en el territorio sometido a los romanos. Puesto que, gracias a la previsión de Diocleciano, las fronteras del Imperio estaban por doquier jalonadas, de la forma que ya he expuesto, por ciudades, fortalezas y recintos amurallados en los que tenían casa todos los componentes del ejército, a los bárbaros les resultaba imposible penetrar, ya que en cualquier punto se les enfrentaban fuerzas capaces de rechazar el ataque. Pues bien, también con esta salvaguarda acabó Constantino cuando quitó de las fronteras la mayor parte de las tropas para establecerlas en las ciudades, que no necesitaban protección; con ello privó de amparo a quienes se veían agobiados por la presión de los bárbaros, cargó aquellas ciudades que vivían tranquilas con los prejuicios que acarrea la presencia de los soldados –por lo cual la mayor parte de ellas ha quedado desierta–, enervó a la tropa, entregada a los espectáculos y a la molicie, y, en una palabra, puso los cimientos y plantó la simiente de la ruina que hasta hoy se prolonga en los asuntos públicos >> << Es propio de un gobernador bueno y grave el procurar que esté pacífica y quieta la provincia que rige; lo que conseguirá sin dificultad si actúa con solicitud para que la provincia se vea libre de hombres malvados y los persigue, pues debe buscar con diligencia a los sacrílegos, atracadores, secuestradores y rateros, y debe castigar a cada uno según hubiere delinquido, y reprimir a los encubridores sin los cuales el malhechor no puede ocultarse durante mucho tiempo >> Reorganización administrativa Zósimo, Nueva Historia II, 32 << [Constantino] hizo cambios completos en las funciones administrativas ya establecidas desde hacía mucho tiempo. Pues había dos prefectos del pretorio con funciones coordinadas; pues supervisaban y tenían autoridad sobre los cuerpos de tropas vinculadas al palacio así como sobre las encargadas de la seguridad de la Ciudad y sobre las asentadas en las fronteras. Los prefectos eran las autoridades que seguían a la del emperador y sus funciones implicaban el suministro de los alimentos y la represión, con castigos apropiados, por infracciones cometidas contra la disciplina militar. Constantino cambió esta noble institución al dividir en cuatro las funciones únicas. Atribuyó al primer prefecto todo Egipto, además de la Pentápolis de Libia, el Oriente hasta Mesopotamia, Capadocia, Armenia, Cilicia, el litoral completo situado entre Panfilia y Trebisonda así como las guarniciones situadas cerca del Faso y también la Tracia (…) Atribuyó al segundo prefecto Macedonia, Tesalia, Creta, Grecia con las islas circundantes, los dos Epiros, el Ilírico, la Dacia, la región de los Tribales, Panonia (…) así como Moesia Superior. Al tercer prefecto le tocó toda Italia, Sicilia, y las islas cercanas, Cerdeña, Córcega y Libia desde las Sirtes hasta Cerne. Al cuarto prefecto le correspondían la Galia Transalpina, las Hispanias y la isla de Britannia >> Censo y tributación Lactancio, Sobre la muerte…, 23 << Los campos eran medidos terrón a terrón, las vides y los árboles contados uno a uno, se registraban los animales de todo tipo, se anotaba el número de personas, se reunía en las ciudades a toda la población rústica y urbana; las plazas, todas, rebosaban de familias amontonadas como rebaños, cada uno acudía con sus hijos y sus esclavos (…) No había exención ni para la edad, ni para la salud. Se incluía a los enfermos e incapacitados, se calculaba la edad de cada uno, a los niños se les añadían años y a los viejos se les quitaban >> 75 El final Varios << [Ambrosio de Milán, Comentario al Evangelio de Lucas X, 10]: Nadie mejor que nosotros sirve de testigo de las palabras celestiales, nosotros a quienes ha sorprendido el mundo. ¡Cuántas guerras y cuántas experiencias sobre guerras hemos recibido! Los hunos se levantaron contra los alanos, los alanos contra los godos, los godos contra los taifalos y los sármatas. Los exilios de los godos nos hicieron exiliados de nuestra patria en Iliria. Y aún no es el fin. ¡Qué hambruna generalizada, peste tanto de bueyes como de hombres y de todo ganado, que incluso a nosotros, que no sufrimos la guerra, la calamidad hizo sin embargo iguales a los vencidos!. Así pues, ya que nos hallamos en el ocaso del mundo, ciertos males lo preceden: mal del mundo es el hambre, mal del mundo es la peste, mal del mundo es la persecución >> << [Agustín de Hipona, Sermón 81, 8] El mundo se acaba, el mundo envejece, se desvanece (…) pero no temáis nada: vuestra juventud se renovará como la del águila >> 76