Notas sobre Epistemología. El método científico universal: El neopositivismo. FUENTE: PSIQUIATRIA.COM. 2004; 8(1) Fernando Ruiz Rey. Psiquiatra Wake County Human Services Raleigh, NC. USA E-mail: F5R7R0@aol.com El dramático impacto de las teorías de la nueva física que removían los cimientos de la física newtoniana y que iban confirmándose gradualmente, con asombro y precisión, y el desarrollo de nuevas formas lógicas, constituyeron los pilares más importantes desde los cuales se comienza a construir una nueva concepción del conocimiento de la naturaleza y de la epistemología, con una fe renovada en la experiencia y en la fuerza de la racionalidad. El Círculo de Viena, comienza su historia con un grupo de discusión de jóvenes intelectuales con mentalidad científica que se reunían, aún antes de la Primera Guerra Mundial, para discutir cuestiones de filosofía de las ciencias, sus fuentes de inspiración eran las obras del físico positivista Ernest Mach, las ideas de Hume, y las teorías de Einstein. Ernest Mach (1838-1916) fue un físico y filósofo alemán que enseñó física en la Universidad de Praga y teoría de la ciencia inductiva en Viena. Mach era un empirista radical al punto de sostener que no existen más que las sensaciones; ni siquiera aceptó la existencia del átomo, y desarrolló el principio de economía del pensamiento, de acuerdo al cual, las teorías científicas son útiles para hacer predicciones, pero no reflejan una realidad objetiva independiente. Este antirealismo no fue aceptado por los neopositivistas, al menos, en sus fases iniciales. (1) Pero el Círculo de Viena se constituye como tal en 1924, cuando se establece un grupo de debate multidisciplinario, -Hans Hahn, Philipp Frank, Herbert Feigl, Otto Neurath- (filósofos, matemáticos, teóricos sociales, físicos) en torno a Moritz Schlick (1882-1936), profesor de filosofía en la Universidad de Viena. El grupo creció rápidamente, otros intelectuales se unieron, incluyendo a Kurt Gödel y luego a Rudolf Carnap en 1926, y, posteriormente, se expandió más allá de las fronteras de su nación de origen, especialmente a Inglaterra y a los EEUU, con motivo de los problemas políticos que plagaron a esa parte del mundo por los años treinta y que terminaron por disolver el grupo del Círculo de Viena. Schlick fue asesinado en 1936 por un nazi, exalumno suyo. El grupo de Schlick fue influido en 1924 por la lectura de la obra de Ludwig Wittgenstein (1889-1951), el Tractatus logico-philosophicus (1921). Wittgenstein no perteneció al Círculo de Viena, pero su primer libro, el Tractatus, ejerció una fuerte influencia en la nueva filosofía que se estaba formando, al punto de que algunos, exageradamente, lo consideran el padre del neopositivismo, una corriente filosófica a la que contribuyeron numerosos intelectuales. Es oportuno también señalar que esta primera obra de Wittgenstein, del llamado “primer Wittgenstein”, es superada por el “segundo Wittgenstein” de las Investigaciones Filosóficas, obra que se publicó después de la muerte de su autor; en el segundo período, Wittgenstein continúa con el estudio del lenguaje, pero le da a éste una característica diferente a la que le asignó en el Tractatus; el significado del lenguaje depende del uso que se le de, de la forma de vida en que surge, asignarle un significado psicológico es relativizarlo, lo que entorpecería la comunicación, o la haría imposible; asignarle la significación de un objeto es también encerrarlo y llenarlo de sin sentido. Wittgenstein se aleja de la lógica formal, para dedicarse al estudio del lenguaje ordinario; Las Investigaciones Filosóficas influyen en la escuela analítica de Oxford. Es el “primer Wittgenstein” el que influye en el Círculo de Viena, el del Tractatus. En este libro Wittgenstein se aboca a los problemas de la filosofía con respecto al mundo, al pensamiento y al lenguaje. El mundo está constituido por una totalidad de “hechos” (concepto no claramente explicado), más bien que de objetos o cosas. El mundo se divide en “hechos”. Un “hecho”, en un momento dado, está constituido por un “estado de cosas” y, este estado de cosas, consiste en la combinación de “cosas” u “objetos”. “Es esencial a las cosas que ellas sean constituyentes posibles de los estados de cosas” (2: 2,012). Las cosas se pueden combinar, porque existe en ellas una lógica interna que así lo permite, esto es, su “forma lógica”: “En lógica nada es accidental: si una cosa puede ocurrir en un estado de cosas, la posibilidad del estado de cosas debe estar escrita en la cosa misma” (2: 2.012) Wittgenstein continúa diciendo: “Los objetos son simples”. (2:2.02) Cada afirmación acerca de complejos puede resolverse en una afirmación acerca de sus constituyentes y en proposiciones que describen los complejos completamente”. (2: 2.0201) “Los objetos constituyen la sustancia del mundo. Por eso no pueden ser ‘fabricados’ “. (2:2.021) “Si el mundo no tuviera sustancia, entonces, para que una proposición tuviera sentido, dependería de si otra proposición fuera verdadera”. (2:2.0211) “En ese caso no podríamos bosquejar ningún cuadro del mundo (verdadero o falso).” (2:2.0212) Los “objetos”, las “cosas”, tienen una forma inalterable que les permite relacionarse con otros objetos. Estas relaciones formales constituyen la “estructura del estado de cosas”, y la estructura de los hechos consiste en la “estructura “de los “estados de las cosas”. Podemos formarnos un “cuadro” de los “hechos”: ”Un cuadro es un modelo de la realidad” (2:2.12) En el “cuadro” de “objetos” encontramos los “elementos” del “cuadro” que corresponden a los objetos: “En un cuadro los elementos del cuadro son representativos de los objetos” (2:2.131). En el cuadro, sus elementos aparecen relacionados unos con otros, esta conexión de los elementos constituye la “estructura del cuadro” y Wittgenstein propone llamar a la posibilidad de esta estructura, la “forma pictórica del cuadro”: “La forma pictórica es la posibilidad de que las cosas estén relacionadas unas con otras del mismo modo como los elementos del cuadro” (2:2.151). “Así es como un cuadro se adhiere a la realidad la aprehende ahí mismo” (2:2.1511). La forma pictórica toca a la realidad como una medida al objeto que mide. Se establecen correlaciones entre los elementos del cuadro y las cosas: “relaciones pictóricas”. Para que se pueda formar un cuadro: “Tiene que haber algo idéntico en un cuadro y en lo que describe, que permita al uno ser el cuadro del otro” (2:2.161), y esto es su forma pictórica. Un cuadro representa a su objeto desde fuera de él y, por eso, puede ser una representación correcta o incorrecta de él. “Lo que cualquier cuadro, de cualquier forma, debe tener en común con la realidad, en orden de ser capaz de describirla -correcta o incorrectamente- de algún modo, es forma lógica: la forma de la realidad”. (2:2.18) La forma lógica del cuadro y la forma lógica de la realidad son isomórficas. “Los cuadros lógicos pueden describir la realidad”. (2:2.19) “Un cuadro describe la realidad representando una posibilidad de existencia o no existencia de un estado de cosas” (2:2.201). Los cuadros solo presentan la posibilidad -con sentido: forma lógica- de la posibilidad de lo que presentan, solo cotejando, comparando, con la realidad se determina su verdad o falsedad: “Un cuadro concuerda con la realidad o no concuerda; es correcto o incorrecto, verdadero o falso”. (2:2.21) Estos cuadros que hacemos del mundo son los pensamientos: “Un cuadro lógico de los hechos es un pensamiento” (2:3). Los pensamientos son expresados en proposiciones que para que tengan sentido deben estar estructuradas en conformidad con la forma lógica y, los nombres, o elementos, de la proposición deben tener referencia a objetos. “Un pensamiento es una proposición con sentido” (2:4). Las proposiciones describen la realidad por sus propiedades internas (formales). La totalidad de las proposiciones constituye el lenguaje. La lógica nos da los límites de lo que se puede decir con sentido. Las proposiciones son verdaderas o falsas y, esta bipolaridad lógica, permite analizar complejos proposicionales en sus elementos constitutivos; Wittgenstein utilizó para estos análisis, siguiendo a Gottfrod Frege, lo que se llama: ‘Tablas de la verdad”. (3) Una proposición debe mostrar sentido en si misma y proponer como serían las cosas si la proposición fuera verdad. Las proposiciones deben colocar a la realidad con solo dos alternativas: verdadero o falso. Una proposición construye un mundo con ayuda de un andamio lógico que le permite ver, desde ella misma, la manera lógica como este mundo es, si la proposición es verdadera. Entender una proposición significa saber lo que sería lo descrito-, si fuera la proposición verdadera. La proposición misma designa algo que puede tener las propiedades de ser verdadero o falso. La totalidad de las proposiciones verdaderas constituyen las ciencias naturales. La filosofía no es una ciencia natural, es una actividad para la clarificación lógica de los pensamientos, no se constituye en una doctrina. (2:4.063; 4.1; 4.11; 4.111; 4; 112) El lenguaje significativo se restringe al campo de las proposiciones con sentido, cuadros de la realidad. El papel de la filosofía es mostrar el sin sentido de los problemas filosóficos y metafísicos, disolverlos, señalando su planteamiento fallido. La idea de que la lógica y la matemática son analíticas e isomórficas con la estructura de lo real, tiene una especial influencia en el neopositivismo. (4) Schlick concluyó del estudio del Tractatus que la significación de cualquier enunciado está contenida enteramente en su verificación por medio de lo dado. Este proceso de verificación -principio de verificación- va a constituir, para los neopositivistas, el criterio distintivo para separar la proposiciones con sentido, de las proposiciones que carecen de él y, así poder construir el edificio sólido de la ciencia, eliminando todo tipo de pseudoconocimiento que la contamine como, el metafísico y el teológico. Este pseudoconocimiento es ‘esencialmente inverificable’. (5, 6, 7a) El principio de verificación no se refiere a la verificación de una proposición como verdadera o falsa, sino que se refiere a la verificación del significado de una proposición, o sea, el principio de verificación sostiene que la significación de una proposición equivale -no es más que su verificación. Por eso, las proposiciones no verificables no son proposiciones propiamente tales, no tienen significado, son pseudoproposiciones. Para Schlick existe solo un modo de verificar, y éste es, la verificación empírica. (7b) Schlick escribió en 1925: “No existe ninguna duda hoy día, que la filosofía teórica está sólo en una relación cercana con las ciencias o, porque busca en ellas una base para intentar continuar sus construcciones o, porque ellas forman el tema-materia de sus propios análisis, por lo cual hace entonces, investigaciones sobre los primeros principios del conocimiento.” (8) Para Schlick, la física era la ciencia por excelencia, porque su fin era el conocimiento de lo “real”, y por la exactitud y determinación cuantitativa de sus leyes. Además, esta ciencia había tomado un carácter altamente filosófico en sus últimos avances que la colocaba en una posición muy especial, aún más antes, con la filosofía, específicamente, con la epistemología. Para Schlick, la teoría epistemológica correcta era la que prevalecía en el curso de la investigación de la física. Schlick señaló que la epistemología kantiana no había sido verificada por el desarrollo de la física, ésta había mostrado que los principios sintéticos (no tautológicos) a priori necesarios para la construcción del pensamiento y conocimiento de las ciencias según esta filosofía, no se habían visto confirmados, sino que por el contrario, la física había mostrado que la geometría euclidiana -parte de los principios apriorísticos- no es utilizada en importantes capítulos de la física moderna, ni tampoco se habían visto, ineludiblemente incorporados los principios de causalidad y de continuidad de los sucesos naturales en la teoría de los cuantos. La física moderna en cambio, si ha operado y confirmado, según Schlick, la epistemología empírica, la verificación por lo dado. El autor escribe: “Podemos decir, por lo tanto, que la física moderna nos muestra que, aún para la epistemología, hay una especie de confirmación por la experiencia, un criterio objetivo de verdad, y que este criterio decide en favor de la teoría empirista del conocimiento” (8) Schlick adoptó el “principio de verificación” o “teoría del significado”, pero no propuso que sólo lo dado es real, tal proposición no tendría sentido. No niega la existencia del mundo externo, solamente señala el significado empírico de las proposiciones sobre la existencia de las cosas (objetos). Para Schlick el objeto de la física no son las sensaciones, como lo sostenía Mach, sino las leyes que se desprenden de los hechos; en esta posición no hay entonces, una oposición con un realismo empírico, pero si, se opone definitivamente a cualquier metafísica, idealista o realista. Proponer la negación de la existencia de un mundo trascendental sería tan metafísico como proponer su existencia. Posteriormente, Schlick sostuvo que las leyes científicas no son realmente enunciados genuinos, no son completamente verificables, pero son útiles como reglas para hacer predicciones. Según Schlick, si la física cuántica prueba la imposibilidad de medir simultáneamente la posición y el momento de una partícula, entonces posición y momento simultáneo, no existen. (1, 9) Con el principio de verificación realizado por la experiencia quedan fuera, la teología, la metafísica y todas las doctrinas que no siguen las reglas establecidas. La lógica y la matemática tampoco proceden de acuerdo al principio de verificación, pero ellas no pretenden decir nada del mundo, solo son tautologías (clara influencia del pensamiento de Hume). Es interesante señalar que para Wittgenstein era posible un conocimiento de Dios a través de un sentir místico y de la experiencia sensible de la totalidad, no así, para Carnap, ni para Afred Ayer que continuaron aferrándose como lícito, sólo al conocimiento derivado de la experiencia (real o posible), eliminando como sin sentido toda otra proposición que no siga la regla del empirismo. En 1929 se publicó el manifiesto del Círculo de Viena: La concepción científica del mundo, estableciendo el programa de la nueva filosofía que había empezado a germinar, el neopositivismo, posteriormente también conocido como positivismo lógico o empirismo lógico. Este manifiesto instaba a la constitución de una ciencia unida, mediante el método del análisis lógico elaborado por Giuseppe Peano, Gottfrob Frege, Alfred Whitehead y Bertrand Russell, así se clarificarían los conceptos y las teorías de las ciencias empíricas, eliminando la metafísica. (5, 10) A diferencia del positivismo anterior, en esta corriente filosófica, se acentúa fuertemente el empirismo que se enmarca en un componente lógico formal riguroso. La eliminación de la metafísica, la verificación empírica y la unificación de las ciencias por un lenguaje con significado, van a constituir las tres consignas del positivismo. Rudolf Carnap (1891-1970) filósofo y lógico alemán fue un activo miembro del Círculo de Viena y pasó a ser uno de los líderes del neopositivismo, primero en Europa, y desde 1936 en los EEUU. En la evolución de su pensamiento lógico se distingue una primera etapa sintáctica, con un libro La sintaxis lógica del lenguaje, publicada en 1934. En este período Carnap examinó la lógica de las ciencias como una sintaxis lógica de su lenguaje. Posteriormente, por influencia de Alfred Tarski (1902-1983) y Charles Morris, Carnap suavizó su posición e incorporó el análisis semántico como propio de la filosofía para el tratamiento de la metodología de las ciencias, especialmente, de los conceptos de significado y verdad. También su postura antimetafísica se debilitó y corrigió su concepción del criterio empirista de significado. Admitió la confirmación, en vez de la verificación, como criterio de significado para una proposición empírica. El análisis lingüístico es de primaria importancia para el neopositivismo. Este análisis distingue en todas las proposiciones, un vocabulario, o diversas especies de palabras, y una sintaxis, o conjunto de reglas, para la construcción de juicios con sentido y verificabilidad. Una proposición puede estar maleada, por contener una palabra a la que se le supone un significado errado, o no tener o haber perdido el significado o; aún teniendo palabras con significado adecuado, puede estar construida de un modo antisintáctico y carece de significado y de sentido: pseudoproposición. (10, 11) Los neopositivistas reconocieron solo dos tipos de proposiciones significativas, las empíricas verificables por la experiencia y los llamados juicios analíticos cuyo sentido está incluido en sus términos, por ejemplo: “El cartero reparte cartas”, esta proposición no necesita ser verificada por la experiencia, ya que su sentido se deriva de sus propias palabras (un cartero es quien reparte cartas). (12) Carnap definió los juicios analíticos como juicios lógicamente determinados, esto es, su verdad depende de las reglas lógicas de inferencia y está implícita en sus términos, y son independientes de la experiencia, es decir, son a priori. Los juicios sintéticos, en cambio, no están lógicamente determinados, son a posteriori; en los juicios sintéticos el significado va más allá de lo incluido en los términos. Los juicios de las ciencias son sintéticos a posteriori, nos dicen algo sobre la naturaleza. No hay juicios sintéticos a priori como lo sostenía Kant. (13, 14) Para el neopositivismo existen solo dos modos de verificación de enunciados, la verificación analítica, de acuerdo a la significación de las palabras y de los números y signos, y la verificación empírica propia de los juicios sintéticos. Resulta interesante entonces, preguntar qué tipo de juicio es el enunciado del principio de verificación. No se trata de un juicio sintético, es más bien, una definición (Principio de Verificación: una proposición es significativa si es analítica o puede ser verificada empíricamente; Criterio de Verificación: el significado de una proposición está definido por su método de verificación). Si se acepta que es una definición se trata de un juicio más bien analítico, y además, cabe preguntar, en virtud de qué criterio se establece y aplica a una situación. Desde donde se justifica su licitud. Para evitar estas dificultades, algunos neopositivistas han considerado al principio de verificación como proposiciones que expresan condiciones que se deben dar para tener conocimiento; pero este tipo de juicios no son, ni analíticos, ni sintéticos. (12, pág. 136-148) Esta clasificación de los juicios es útil para la separación de proposiciones verificables de las que no lo son, en las teorías científicas. Pero esta separación entre sintético y analítico no es tan nítida, y ha sido criticada específicamente, entre otros, por WVO Quine que sugiere considerar el lenguaje del conocimiento como una totalidad estructurada que responde -como un todo- a la experiencia. Tanto las partes a priori, como las a posteriori del lenguaje, son elegidas pragmáticamente como herramientas para poder predecir la experiencia futura en base a la pasada, experimentando modificaciones “internas” de acuerdo a este objetivo. (7f) En el análisis lógico del lenguaje los neopositivistas descomponen los enunciados para encontrar las “proposiciones básicas observables”, son estas proposiciones -verificadas empíricamente- las que constituyen las piezas primarias con las que se edifica el conocimiento del mundo natural. Es de notar aquí una diferencia con el empirismo clásico, para Hume eran las palabras -sustentadas por la experiencia sensible- las que constituían los elementos básicos de construcción. Otra diferencia importante con el empirismo de Hume es lo que une los elementos básicos observables, para Hume era la psicología la que conectaba las sensaciones con la mente y las palabras. En el neopositivismo es la lógica la que conecta, no solo los elementos que forman la proposición, sino que también las proposiciones entre si. Para entender un enunciado es necesario examinar sus relaciones lógicas, analizar cada elemento de la proposición, mediante la función de verdad (truth-function), esto es, la verdad o falsedad de los elementos constituyentes de la proposición. Este análisis hasta los elementos básicos mediante las funciones de verdad, incluyen: las conjunción (p y q), disyunción (p o q), implicación (p implica q) y negación (no-p). Por ejemplo: “Este caballo es virtuoso” (proposición) es una función de verdad de: “Este es un caballo” y “Esto es virtuoso”; la verdad de la proposición inicial depende de la verdad de las dos proposiciones de las que depende, y el análisis continúa descomponiendo estas proposiciones ‘secundarias’ hasta llegar a elementos que no pueden descomponerse más allá. “De este modo, se haría claro el significado de la sentencia original, y lo que envuelve en conocerla o creer en ella”. (12, pág.11) Friedrich Waimann escribe: “Analizar una proposición significa considerar como va a ser verificada. El lenguaje toca la realidad con proposiciones elementales...Lo que las proposiciones elementales describen son: fenómenos (experiencias)” (12). El principio de verificación empírica propuesto inicialmente por el neopositivismo, enfrentó muchas dificultades, especialmente, para dar cuenta de enunciados en las teorías científicas que no tenían verificabilidad directa. Se puede dar una proposición empírica que no puede ser probada por el momento, pero posteriormente puede serlo o, su verificabilidad depende de otras proposiciones verificables. Para acomodar esta situación se debilitó el principio diciendo que una proposición tiene sentido si es verificable en principio, pero se puede dar el caso de que se conciba inverificable una proposición en un momento, y con el tiempo, por el avance de la tecnología se haga posible la verificación. Con la versión “débil” del principio de verificación se complica aún más el proceso de verificación, especialmente cuando se requiere incorporar en los enunciados, “términos disposicionales”, éstos se refieren a propiedades que no están activas, solo se hacen presente bajo ciertas condiciones, como, por ejemplo: ‘duro’, ‘flexible’, frágil, etc. (7b); tampoco puede aplicarse este principio de verificación a frases que se usan en diversas ocasiones y por diversos individuos y, pueden ser falsas o verdaderas, un ejemplo es: “Está lloviendo” (puede ser falso y, también puede ser verdadera, según las circunstancias). Con este tipo de consideraciones se complica la aplicación y comprensión del principio de verificación. Se hizo necesario desarrollar distintos conceptos para facilitar el proceso, como, criterio de significado vs. método de verificación, etc., e intentar salvar los escollos lógicos y prácticos que acosaron por distintos ángulos. (12) Un problema fundamental en la aplicación del principio de verificación es que se trata de una comprobación empírica de una proposición básica observable, y ésta es una experiencia personal, lo que significa que el proceso de verificación es privado, queda limitado a la persona que corrobora la proposición con la experiencia, no se puede compartir, porque para compartirlo hay que usar el lenguaje que no puede comprobar la experiencia personal íntima. Y si una proposición no se puede verificar, nada más que por una persona, y no la puede comunicar, ni la puede comprender el resto del mundo, simplemente, no tiene sentido. Ante estas dificultades Neurath y, luego Carnap, rechazaron la concepción de enunciados elementales privados incomunicables, fenomenalistas que llevan a un solipsismo lingüístico. Para escapar de ese destino, propusieron utilizar para las observaciones realizadas bajo el protocolo del laboratorio científico, y para toda ‘observación’ científica en general, un lenguaje objetivo, el lenguaje de la física, un “lenguaje fisicalista”, que suponían ínter subjetivo. Carnap recomendó que en vez de hablar de “contenidos de la experiencia” se debería hablar de “sentencias protocolares” (7c, d). Estos enunciados protocolares van a constituir los hechos observables que soportan empíricamente el cuerpo teórico de la ciencia. Pero resulta difícil definir lo que es una sentencia protocolar sin referencia a una experiencia, Carnap sostenía que por su modo formal, es decir, por el lugar lógico que ocupa en un sistema, era posible determinar el carácter protocolar de una proposición. Esta definición no fue plenamente aceptada, porque en toda sentencia hay elementos que no corresponden al lenguaje fisicalista y no permiten la ínter subjetividad esperada de una frase protocolar. Los enunciados protocolares desvinculados de la experiencia, enfrentan además, un serio problema con la determinación de su validez, la coherencia formal que se propuso para este fin, no ofrece un criterio de verdad o falsedad. Un cuento de fantasía coherente tendría la misma validez o falsedad que una teoría científica. Schlick intenta reivindicar la experiencia frente a este criterio de verdad como coherencia. Schlick sostiene que las sentencias y los hechos tienen la misma estructura, y esta estructura es la que puede ser comunicada, es ínter subjetiva; incluso, la experiencia de los colores tiene estructura (perteneciendo a un sistema de relaciones internas) y puede ser comunicada hasta a un ciego de nacimiento. La experiencia también tiene ‘contenido’, y, éste no es comunicable, está fuera del lenguaje; este contenido es lo que corresponde a la sensación misma de la experiencia, el verdor de la experiencia de verde, lo caliente de la experiencia de calor, etc. (12) Posteriormente, en su intento por encontrar un lenguaje que unificara todas las ciencias, Carnap propuso que los enunciados de todas las ramas de las ciencias se redujeran a un lenguaje que él llamó el “lenguaje de las cosas”. Este lenguaje es el que se usa cuando se habla de las propiedades de las cosas (inorgánicas) observables que nos rodean. Este se distingue del lenguaje de la física por ser menos inmediato que el de la ciencia. Esta reducción realizada en el lenguaje de todas las ciencias, mostraría en todas ellas, una base limitada y homogénea de términos de ‘lenguaje de cosas’. Se trata de una deducción “lógica”, no “ontológica”. (16) Aplicando este mismo método reductivo al lenguaje ordinario, se llega también a la base común, lo que para Carnap significa, que todos los lenguajes son básicamente similares. Carnap no pudo demostrar que todos los enunciados científicos y ordinarios, podían reducirse a una base ‘homogénea’; por ejemplo la palabra ‘blanco’, considerada una propiedad observable en esta concepción, no tiene siempre el mismo significado, así, ‘pintura blanca’ y ‘vino blanco’; el significado cambia de acuerdo al contexto. Además no resulta claro el por qué tener que reducir palabras como ‘enojado’ a un lenguaje de cosas, la sola practicidad aparente que se logra, no parece justificar las distorsiones que implica el proceso. (12, pág. 103-113) La mayoría de los neopositivista concordaba que en una teoría científica se encuentran sentencias observables y sentencias teóricas no observables. Schlick pensó que estas proposiciones teóricas encontraban su sentido a partir de axiomas contenidos en las teorías científicas. Hempel no concuerda con esta explicación, porque si así fuera, todas las teorías serían verdaderas de partida, a priori. Igual cosa sucede con los intentos de dar significado a sentencias teóricas, haciéndolas dependiente de la teoría. Carl Hempel también critica la concepción de postulados de significado en las teorías para dar sentido a las sentencias teóricas no observables, porque para poder hacer esto, tienen que ser verdaderos, y se sabe que las teorías científicas son falseables, por lo tanto, estos postulados también son perecibles; estos postulados serían meras hipótesis según Hempel. (17) Carnap, requirió que los elementos no observables de una teoría sean reducibles a términos observables “todos los términos deben ser reducibles, por medio de definiciones o frases de reducción, a un lenguaje observable”. (10) Pero este criterio fue criticado por Karl Popper quien señaló que, aún términos metafísicos, podían ser reducidos a un lenguaje observable. Ante estas críticas Carnap modificó el principio de verificabilidad, alejándose de la verificación empírica, propuso que una sentencia es significativa si, y solo si, es en principio confirmable; de verificación se pasó a “confirmación”. Esta confirmación puede ser semántica (comparativa, clasificatoria o cuantitativa) o lógica. Carnap introdujo luego, la noción de grados de confirmación que fundamentó con el estudio de la probabilidad como base de una lógica inductiva, con lo que se incorporan distintos grados de confirmación (7e, 18). El significado de los términos de una sentencia se relativiza, dependiendo, de la teoría en la que se usan. Este giro constituye una clara modificación de la teoría del significado como se había establecido al comienzo del movimiento neopositivista. Carnap rechazó también la definición operacional como un criterio demasiado estrecho y pobremente definido. La definición operacional fue introducida en filosofía por Percy Williams Bridgman (1882-1961) para acotar el significado de un concepto físico mediante el conjunto de operaciones necesarias para su objetivación o medición; el concepto es sinónimo con el conjunto correspondiente de operaciones. La definición operacional se utilizó para describir el método de verificación, necesario para que los enunciados tengan significado. Pero este tipo de definiciones, de utilidad en muchos casos, resulta en muchos otros, estrecho para verificar teorías que tienen poco, y algunas veces, ninguna proposición observable, y todavía tienen sentido; hay una relación muy indirecta entre términos teóricos y lenguaje operacional. La elaboración de un lenguaje operacional no es tarea fácil, se enfrentan dificultades prácticas y teóricas de difícil solución. (10, 14, 19) Otro problema relacionado con la verificación es el problema de la inducción, considerada como el proceso de razonamiento que va de lo particular a lo universal: de los hechos particulares, a las leyes; por ejemplo: Pedro es mortal, María es mortal, Mario es mortal....luego, todos los hombres son mortales. El problema de la inducción tradicional, era el explicar como era posible que la naturaleza se ajustara a la inferencia inductiva, se invocaban diversos principios para este propósito, por ejemplo: la uniformidad de la naturaleza, la causalidad, la continuidad espacio-temporal, etc. Este problema tradicional sufrió un cambio con el análisis de Hume, este filósofo se centró en el proceso mismo de inducción y señaló que la generalización inductiva no tiene justificación racional, ni empírica. Para Hume, el procedimiento inductivo es el producto de la repetición y del hábito, un proceso psicológico que no ofrece un conocimiento absoluto del mundo. El acercamiento lógico del problema de la inducción lo abordan los neopositivistas. (4h) Schlick vio claramente el problema de la inducción señalado por Hume y escribió: “ El problema de la inducción consiste en pedir la justificación lógica de los enunciados universales acerca de la realidad...Reconocemos con Hume, que no hay tal justificación lógica: no puede haber ninguna, porque ellos no son sentencias genuinas”...”una ley natural, en principio, no tiene el carácter lógico de una sentencia, sino que, es más bien, una prescripción para la formación de sentencias” (citado en ref. 20, pág. 37) También Carnap (Logical Fundations of Probability, 1950), enfrenta el problema de la inducción y desarrolla una teoría probabilística de la inducción científica. Pero esta doctrina, en un universo infinito, conduce a la reducción a cero de la probabilidad lógica de una ley universal. Como Carnap identifica el grado de confirmación de una ley con su probabilidad lógica, se ve forzado a sostener que solo importan los enunciados referentes a observaciones particulares, por lo que las leyes se reducen a proposiciones no confirmables, meros instrumentos eficientes útiles para la predicción, pero completamente redundantes (20. pág. 127,128) El principio de verificación, de tan fundamental importancia en el neopositivismo, resultó ser de más difícil comprensión, y de engorrosa aplicación, de lo que pensaron los positivistas lógicos durante los primeros años del movimiento. Junto a esto, fue inevitable el reconocimiento de frases y sentencias que no podían reducirse convincentemente a elementos observables y comunicables (siguiendo las reglas establecidas), con lo que -a pesar de continuados esfuerzos por mantener todo el material cognoscitivo dentro de los límites de la ‘lógica’ y de la ‘experiencia’, se hizo más evidente la participación de supuestos de ‘fe’ o ‘creencia’ y marcos ‘ontológicos’. (21, 7g) Tampoco se cumplió la esperanza neopositivista de unificar las ciencias mediante un lenguaje, único, puro y libre de contaminación metafísica. Es importante recordar que el mismo Wittgenstein consideró que su Tractatus no era correcto, y con la evolución de su pensamiento lo demostró, su atención continuó siendo el lenguaje, pero ya no aprisionado por la lógica formal, sino que conectado con la vida misma de los seres humanos en sus distintas circunstancias, dando cabida a la formulación de diversos lenguajes, relacionados unos con otros de muy distintas maneras. Bibliografía 1) Logical Positivism. The Internet Encyclopedia of Philosophy. 2) Wittgenstein L Tractatus Logico-philosophicus. Translated: Pears DF, McGuinness BF. Humanities Press. 1961 3) Biletzki A, Matar A (2002). Ludwig Wittgenstein. Stanford Encyclopedia of Philosophy. 4) Richter DJ (2001). Ludwin Wittgensttein (1889-1951). The Internet Encyclopedia of Philosophy. 5) Neopositivismo. Giovanni Reale: Historia del pensamiento Filosófico y Científico. Pag. 864-876. Ed: Herder. Barcelona, España, 1998 6) Gonzáles AL (2002). Wittgenstein y el neopsitivismo. 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