Descartes. Indice. 1. Contexto histórico, cultural y filosófico. (1)……………………………………… 2 Vida y obra…………………………………………………………………………. 4 2. Razón y método: el criterio de verdad. (2 b) …………………………………… 6 Características del racionalismo. (2 b) ………………………………………….. 6 2.1. El buen uso de la razón: la necesidad del método. (2 b y 2 c) ………….. 7 2.2. Las reglas del método. (2 b y 2 c) ………………………………………….. 10 ¿En qué se inspiró Descartes para elaborar su método? ………………...11 2.3. La duda metódica. (2 b y 2 c) ………………………………………………..13 Características de la duda. ………………………………………………………..14 2.4.El «cogito» y el criterio de verdad. (2 b y 2 c) …………………………….. 15 3. La estructura de la realidad: la teoría de las tres sustancias. (2 b y 2 c) ……. 16 3.1. Las ideas como objetos del pensamiento. ………………………………….. 17 3.2. La teoría de las tres sustancias………………………………………………. 17 3.2.1. Deducción de la «res cogitans»……………………………………….. 18 3.2.2. Deducción de la «res infinita»………………………………………….. 18 Deducción de la existencia del mundo…………………………………… 23 3.2.3. Demostración de la «res extensa»…………………………………… 27 4. Relación con otra posición filosófica (3 a )………………………….. 27 5. Actualización de tema (3 b)…………………………………………… 28 6. Vocabulario (2 a)………………………………………………………. 30 Filosofía II Descartes RENÉ DESCARTES [CARTESIUS] (1596-1650) 1. Contexto histórico, cultural y filosófico. (1) El siglo XVII, en el que vive nuestro autor, está marcado por una creciente inestabilidad en Europa. Factor clave son las conflictivas relaciones, entre los católicos y los protestantes del viejo continente. Por ello, para comprender el siglo XVII es necesario hacer referencia a las reformas que Lutero, Calvino y Zwinglio introducen con respecto al catolicismo en el siglo XVI. El protestantismo es contestado desde Roma con el Concilio de Trento (1545-1563). En el surgimiento de la reforma protestante tuvo un papel destacado la invención de la imprenta (hacia la mitad del siglo XV), ya que permitió una expansión generalizada de los textos clásicos y de la Biblia, sacando el conocimiento y el estudio de las escuelas monacales y catedralicias, haciéndolo accesible a los laicos, con la consiguiente pérdida de control de los mismos por parte de la Iglesia. RENÉ DESCARTES Las disputas religiosas en el seno del Imperio Alemán, la intención de Suecia por controlar el Báltico y la antigua disputa entre Francia y España por la hegemonía en Europa, desembocan el la Guerra de los Treinta Años (1618-1648) en la que se ven involucradas las grandes potencias del momento y en la que participó Descartes como soldado de ambos bandos (el católico y el protestante). Con la paz de Westfalia (1648), en la que se reconoce la igualdad de derechos de los estados católicos y protestantes, se pone término a esta guerra. El Sacro Imperio Germánico acaba dividido y fragmentado; España está al borde de la extenuación, pues ha agotado todas sus posibilidades humanas y económicas en la guerra, y Francia, aunque salió mejor parada, entra en una crisis económica. La brutalidad de esta guerra (masacres en aldeas y ciudades, hambre, epidemias, odio religioso y político...) golpea la conciencia de algunos intelectuales, que se preguntan cómo ciudadanos europeos, supuestamente civilizados, pueden mostrar tanta falta de racionalidad. El intento de alcanzar una ética racional, válida para todos, por encima de sentimientos religiosos, se perfila como una de las tareas más acuciantes. El proyecto cartesiano está presidido por esta idea, aunque Descartes morirá antes de trazar una ética racional. Este intento de racionalización, alcanza también a la economía y al derecho. A finales de la Edad Media se había producido un fuerte crecimiento de las ciudades, que se convierten en el centro económico y social. En el siglo XVII, los burgueses1 dedicados al comercio sienten la necesidad de unas leyes de libre comercio iguales en todas partes, de ahí que se muestren partidarios de un poder político centralizado y fuerte que se imponga a los señores feudales. El Estado tiene, para estos burgueses, un fin utilitario: facilitar los negocios. De esta manera, surgen los estados nacionales centralistas, con leyes absolutistas, y una nueva clase social: la burguesía, cuya máxima virtud es el éxito en el trabajo personal, que se traduce en riquezas. En esta época aparecen organizaciones mercantiles, para racionalizar el trabajo y obtener el máximo beneficio, organizaciones económicas (la Banca y la Bolsa), para mejorar los rendimientos económicos, así como el Derecho Internacional. Pero las disputas de religión no solamente afectaban al orden político y económico, sino que también tenía efectos en el orden cultural: en 1633 la Santa Sede condena la obra 1 Los burgueses son mercaderes y artesanos que, a partir del siglo XI se establecieron en los burgos, una especie de fortaleza (esas fortalezas pronto se convirtieron en pequeñas poblaciones) desde donde el señor feudal vigilaba su territorio. Su independencia (y pretensiones) pronto les hizo enfrentarse a la nobleza y al clero. 2 Descartes Filosofía II de Galileo, y Descartes renuncia a publicar su Tratado sobre el mundo, porque defendía las ideas heliocéntricas de Galileo. Hacia 1643 arrecian las polémicas contra Descartes, siendo atacado tanto por los jesuitas como por los protestantes, que tampoco llegan a comprenderle. Cansado de todo esto, acepta las reiteradas invitaciones de la reina Cristina de Suecia y se traslada a ese país. En 1650 morirá allí, víctima de la pulmonía. Desde el siglo XV al siglo XVII se van a ir proponiendo innovaciones a la física aristotélica que conducirán a la creación de la “NUEVA CIENCIA”, personificada, entre otros, por Copérnico, Kepler y Galileo. Entre otras innovaciones, Copérnico propone un universo Heliocéntrico y Geodinámico (en lugar de Geocéntrico y Geoestático); Kepler formula matemáticamente, en 1609, la teoría de que los planetas se mueven alrededor del sol describiendo órbitas elípticas en vez de circulares; y Galileo construye uno de los primeros telescopios astronómicos a la vez que sistematiza el nuevo método científico: el método hipotético-deductivo. Esta “Nueva Ciencia”, de enorme influencia en la filosofía de Descartes, se caracteriza por: 1. La matematización del mundo: «el mundo está escrito en lenguaje matemático», dirá Galileo, por lo que el conocimiento científico y verdadero del mundo será un conocimiento matemático del mismo, en el que todo lo que ocurre –los fenómenosse reduce a variables cuantitativas. Esta idea presidirá la filosofía cartesiana, cuyo método tiene como modelo el proceder matemático. 2. El mecanicismo: el mundo deja de entenderse como un enorme organismo viviente, para ser entendido como una gran máquina, similar a las construidas por el hombre. Así pues, los fenómenos quedan explicados cuando descubrimos la causa eficiente de los mismos, eliminando la búsqueda de causas finales. 3. La experimentación: La única manera de acercarse a un conocimiento verdadero de la realidad es experimentar. Este no es un rasgo muy presente en la filosofía cartesiana, precisamente por su carácter deductivo, basado en la matemática. De hecho, incluso en la ciencia también tiene un valor secundario y casi exclusivo para la verificación de hipótesis matemáticas previamente construidas. A veces, el cálculo o el razonamiento sustituían al experimento. Tal era la confianza que se tenía en la capacidad de la razón. 4. La practicidad: no se busca un conocimiento meramente teórico sino un conocimiento útil y práctico que mejore la vida de los seres humanos. En el siglo XVII, se inicia la unión entre la ciencia y la técnica. Esta “Nueva Ciencia”, que tantos descubrimientos y éxitos alcanzará con su nuevo método, es la “reina” del panorama intelectual de los albores de la Edad Moderna. Conocimiento verdadero será igual a conocimiento científico. Junto al entusiasmo por la nueva ciencia, que aparece como algo infalible a los ojos de algunos, encontramos una fuerte corriente de PENSAMIENTO ESCÉPTICO que reaparece sobre todo en Francia, y de la que destaca Michel de Montaigne (1553-1592). Para este autor la mayor “peste” del hombre es creer que puede llegar a conocer verdaderamente las cosas. Los últimos fundamentos de nuestro conocimiento son inseguros y la experiencia de los sentidos es engañosa, por lo que la ciencia de la naturaleza no es más que una bella poesía sofística. En este clima histórico, social y cultural se encuentra Descartes, y al mismo intenta responder su obra, en la que se mantiene que la mejor herramienta de la que dispone el ser humano para huir del escepticismo y poner orden tanto en su vida como en la sociedad y en la naturaleza, es la razón, una y la misma en todos, liberada de las ataduras teológicas y del peso de la autoridad y de las tradiciones, y sometida únicamente a sus propios principios (identidad y no contradicción). Así, Descartes MICHEL DE MONTAIGNE (1553-1592) 3 Filosofía II Descartes inaugura la corriente denominada racionalismo a la que pertenece junto a Leibniz, Spinoza y Malebranche y que mantiene que la razón es la única fuente de conocimiento válido. El texto a comentar contiene dos partes (la segunda y la cuarta) de las seis que componen el Discurso del método. El propio Descartes explica así el contenido de su obra y de cada una de sus partes: «Si este discurso pareciera demasiado extenso para ser leído de una sola vez, podría dividirse en seis partes: 1. En la primera se encontrarán diversas consideraciones relacionadas con las ciencias. 2. En la segunda, las reglas más características del método que el autor ha indagado. 3. En la tercera, algunas reglas de moral que ha obtenido de este método. 4. En la cuarta parte, las razones que permiten establecer la existencia de Dios y del alma humana, que constituyen los fundamentos de su metafísica. 5. En la quinta se detalla el orden seguido en sus investigaciones de física. 6. En la última parte expone lo que estima es necesario para avanzar en la investigación de la naturaleza más allá de dónde él ha llegado, así como las razones que le impulsaron a redactar este discurso». Vida y obra El mayor filósofo francés de todos los tiempos, padre de la filosofía moderna, e iniciador del racionalismo. Nació en La Haye, en Turena, en el seno de una familia de la pequeña burguesía en 1596. Tercer hijo de Joachim Descartes, consejero en el parlamento de Bretaña, y de Jeanne Brochard, que murió de parto al año siguiente. Tras casarse de nuevo su padre en 1600 con Anne Morin, pasó al cuidado de su abuela, quien le educó hasta 1606, fecha en que ingresa en el colegio de los jesuitas de la Flèche, fundado dos años antes, una «de las más célebres escuelas de Europa», y cuyas enseñanzas, en particular la filosofía escolástica aprendida de 1612 a 1614, Descartes enjuicia en su Discurso. Abandona esta escuela y en el año 1616 se halla en Poitiers cursando estudios de derecho. En 1618 se enrola en el ejército de Maurice de Nassau, príncipe de Orange, y participa así en la guerra de los Treinta Años. Este mismo año conoce a Isaac Beeckman, un investigador holandés, momento a partir del cual Descartes se interesa por la investigación científica, que une la matemática y la física. Por la correspondencia de Beeckman se sabe que Descartes por esta época buscaba ya, como había hecho Ramón Llull, un «arte general para resolver todas las dificultades». Rota la amistad con Beeckman, Descartes abandona Holanda y se enrola en el ejército católico de Maximiliano de Baviera. En noviembre de 1619, en Ulm, según su propio relato, descubre «los fundamentos de una ciencia maravillosa», tras interpretar el sentido de tres sueños habidos la noche del 11 de noviembre, que se considera el punto de arranque de su nuevo método. Sigue de 1620 a 1629 un período de 9 años de viajes, de los que hay que destacar que, en 1622, adquiere un patrimonio familiar que le permite autonomía económica y que, pese a llevar a cabo un viaje a Italia, no llega a conocer a Galileo. Hacia 1625-1627 se halla en París, donde llega a ser conocido entre los medios literarios, científicos y filosóficos, como «excelente matemático» y perfecto hombre de mundo. Entre sus amigos, se cuentan sobre todo Mersenne y el cardenal de Bérulle. En este ambiente participa en la discusión entre el valor y sentido de la filosofía tradicional escolástica y los métodos innovadores de la «nueva ciencia» que, por aquel entonces, se hallaba mezclada con las llamadas «ciencias curiosas» (magia, alquimia, astrología). Por esta época Descartes comienza a redactar las Reglas para la dirección del espíritu (en 1628) aunque fueron publicadas póstumamente. En ellas consta ya la conocida afirmación 4 Descartes Filosofía II cartesiana de que, al menos una vez en la vida, conviene poner todo en discusión, y el rechazo frontal y total de la filosofía escolástica y, con ella, del aristotelismo. Frente a las confusiones y ambigüedades de la mezcla de la nueva ciencia con las ciencias curiosas, propia del Renacimiento, Descartes presenta los puntos esenciales de su método deductivo de razonar, esencialmente matemático, proponiendo como ciencia ideal aquella que primero justifica el método en que se fundamenta, cuyos puntos esenciales son: la intuición, la deducción, la enumeración o inducción y la memoria o recuento de todos los pasos dados. Tras una importante discusión pública, en casa del nuncio y ante lo más selecto de París, Descartes expone su método, que denomina «método natural» de razonar. El cardenal de Bérulle le dedica grandes elogios y le anima a desarrollar una filosofía fundada en dicho método, Descartes se marcha a la región de Bretaña y luego, hacia 1629, se instala definitivamente en Holanda. En este país, extrañamente aislado, aunque en contacto epistolar con científicos y filósofos, con Mersenne sobre todo, y cambiando continuamente de lugar de residencia para no ser hallado, encuentra la paz de espíritu necesaria para desarrollar sus investigaciones, matemáticas primero y luego filosóficas, con la intención de hallar razonamientos filosóficos más evidentes que los geométricos. En 1637 aparece el Discurso del método, que publica en Leiden, en francés, sin su nombre, junto con tres ensayos científicos, Dióptrica, Meteoros y Geometría, que él afirma que son ensayos hechos según su nuevo método. Mientras tanto, en 1633, el Santo Oficio condena las afirmaciones de Galileo sobre el movimiento de la tierra, por lo que Descartes interrumpe la redacción de Mundo; en 1635, de Helène Jans, mujer que le cuidaba, tiene una hija (Francine) a la que legitima; en 1640, mueren su padre, su hermana y su hija de cinco años («el dolor más grande de su vida»). En 1641 publica una redacción en latín de Meditationes de prima philosophia -iniciadas hacia 1628-, junto con las objeciones que Mersenne había podido recoger previamente, sobre todo de Gassendi y Hobbes, y las respuestas de Descartes. Nuestro filósofo va siendo cada vez más conocido en Holanda, y mayor es el número de amigos, científicos y filósofos que lo visitan, pero arrecian también las críticas y la oposición a su filosofía. Hobbes le se entrevista con él, pero no logran ponerse de acuerdo; Hobbes se alinea con la nueva ciencia, mientras que Descartes, que no acepta ni la filosofía escolástica ni la nueva ciencia, pretende que su filosofía llegue a sustituir a la antigua escolástica. De hecho, sus Meditaciones van precedidas de una carta dirigida a los profesores de la Sorbona de París para captarse su benevolencia. En realidad, lo que obtiene son ataques, principalmente de Pierre Bourdin, jesuita influyente, y de Gilbert Voët, profesor de la universidad de Utrecht. Tuvo que intervenir la autoridad política para lograr que cesaran los ataques contra Descartes en las universidades holandesas, que lo acusaban de ateísmo y pelagianismo. En 1644 aparecen, también en latín, los Principia philosophiae: con ellos intenta ofrecer un manual de su propia filosofía, redactado al estilo de los que entonces se utilizaban. Los dedica a la princesa Isabel, hija de Federico V, rey de Bohemia, refugiado entonces en Holanda, tras la batalla de la Montagne Blanche (1620). La princesa había conocido y tratado a Descartes y mantenía con él correspondencia sobre temas de filosofía; en sus Cartas a Isabel, puede apreciarse la moral definitiva cartesiana. El interés de esta princesa por cuestiones psicológicas hizo que Descartes compusiera en 1649 un tratado sobre Las pasiones del alma, que es interesante para comprender las relaciones entre mente y cuerpo en su sistema. Durante los años 1647-1649, aparecen las traducciones al francés de las Meditaciones y los Principios y, en 1648, vuelve por última vez a París, donde coincidió con los tumultos de la Fronda. En 1649 aceptó no de muy buen grado la invitación de la joven reina de Suecia, Cristina, interesada en su filosofía desde 1646, a trasladarse a su corte. El clima riguroso de Suecia y el horario intempestivo - las cinco de la mañana- de las lecciones que debía dar a la reina acabaron con la vida de René Descartes, que murió de pulmonía el 11 de febrero de 1650, a los 53 años de edad. Tras la muerte de Descartes, en las universidades holandesas comenzaba el cartesianismo. 5 Filosofía II Descartes 2. Razón y método: el criterio de verdad. (2 b) René Descartes pertenece a la corriente filosófica denominada Racionalismo. En sentido estrictamente filosófico, el término “Racionalismo” se refiere a: La corriente filosófica del siglo XVII a la cual pertenecen Descartes, Leibniz, Spinoza y Malebranche (a la que se opondrá el empirismo inglés del siglo XVIII) que mantiene que la razón es la única fuente de conocimiento válido. Características del racionalismo. (2 b) A) Para el racionalismo, la única autoridad posible es la razón, de la que participan todos los hombres y que ofrece las máximas garantías de certeza cuando se aplica con un método correcto. La confianza absoluta en la razón humana se distingue de: 1. La Escolástica y el recurso a la fe y al principio de autoridad. 2. El escepticismo reinante en círculos humanistas como Montaigne. 3. Empirismo. B) El problema del método, se convierte en la cuestión fundamental. A la búsqueda y perfeccionamiento del método correcto, dedicaron los racionalistas buena parte de sus inquietudes, convencidos como estaban de la estrecha relación existente entre método y verdad. Con Descartes, cristalizan siglos de lucha, instaurando la razón como fuente principal de conocimiento y criterio de verdad. La principal característica de la época moderna es la búsqueda de un “Ars Inveniendi”, la búsqueda de un nuevo método que sea capaz de explicar hechos de la naturaleza como el espacio, el movimiento, el tiempo, la velocidad. Elaborarán sistemas físicos, metafísicos, que versarán sobre la relación en el hombre entre el alma y el cuerpo, la existencia de Dios, la relación mecánica de las sustancias existentes en el mundo, el problema de la libertad o el mal moral. C) En esta búsqueda del método fue determinante la fascinación por el método matemático, axiomático (autoevidente), deductivo. Esta importancia de las matemáticas como modelo es común con la nueva ciencia física de Galileo. D) Correlativa a esta importancia concedida a la búsqueda de los primeros principios y su deducción racional, es el descrédito concedido por los racionalistas a la experiencia. Para ellos, la experiencia sensible, es equívoca, y conduce al error. En el método de Galileo, la confirmación experimental se desplaza al último lugar, e incluso a menudo se hace innecesaria debido a que las leyes matemáticas, construidas con un método riguroso son tenidas como irrefutables. E) Galileo, nunca fue tan lejos como los racionalistas en el desprecio por la experiencia. Estos obtuvieron el origen innato del conocimiento, a partir de ciertas ideas innatas que son evidentes para el sujeto. Las ideas innatas están dotadas, como las propiedades formales del álgebra de necesidad lógica (no se pueden contradecir), de validez universal, y permite la construcción del edificio del conocimiento al margen de la experiencia. F) El mecanicismo. El mundo es una máquina, para una explicación se recurre a una cusa eficiente cuantitativa, según las leyes de la mecánica. 6 Descartes Filosofía II Por eso, quizá la mejor forma de entender esta oposición sea comparar lo que afirman estas corrientes sobre el origen del conocimiento: (3 a) El EMPIRISMO sostiene que todos nuestros conocimientos proceden, en último término, de los sentidos, de la experiencia sensible; El RACIONALISMO, por su parte, establece que nuestros conocimientos válidos y verdaderos acerca de la realidad proceden de la razón, del entendimiento mismo. La filosofía racionalista del siglo XVII concede a la razón la primacía en cuanto fuente y origen de los conocimientos, negándosela a los sentidos. No obstante ambas corrientes mantienen posturas diferenciadas en otros temas, así como algunas coincidencias que los sitúan dentro de la Filosofía Moderna. Veamos sumariamente estas coincidencias y diferencias en un cuadro comparativo. RACIONALISMO COINCIDENCIA TRADICIÓN FILOSÓFICA DIFERENCIAS ORIGEN DE LAS IDEAS VERDADERAS FACULTAD DE CONOCIMIENTO CRITERIO DE CERTEZA MÉTODO MODELO DE EMPIRISMO Las ideas (y no las cosas) son el objeto del pensamiento Universidad de París Universidad de Oxford (estudio de Platón y el Aristóteles metafísico) Presión del Papado (estudio del Aristóteles naturalista) Libertad de pensamiento Innatas al entendimiento Adquiridas por la experiencia Razón Sentidos Evidencia subjetiva Evidencia sensible Deductivo Inductivo ACTITUD FRENTE A Optimismo epistemológico: Ciencias experimentales (Física) Pesimismo epistemológico: LAS POSIBILIDADES DEL CONOCIMIENTO «Nada hay tan alejado que no lo podamos conocer» «Nuestro conocimiento se reduce a la experiencia» CIENCIA Matemáticas 2.1. El buen uso de la razón: la necesidad del método. (2 b y 2 c) La Edad Media se caracteriza por el denominado “Giro teológico” de la filosofía, lo que supuso que ésta fuera puesta al servicio de las creencias religiosas. Se trata de un período en el cual la razón se convierte en un instrumento de aclaración y defensa de la fe (la filosofía esclava de la teología). La “filosofía cristiana” utiliza en esta labor a la filosofía griega, fundamentalmente a Platón y Aristóteles, convirtiéndose este último en la autoridad racional por antonomasia (se le llegó a denominar “el Filósofo”). La excesiva confianza en la autoridad aristotélica, unida a la función subsidiaria de la razón respecto de la fe, provocó que durante trece siglos se tuviera como verdadera la Física aristotélica, en parte por la autoridad que representaba Aristóteles, en parte por ser compatible con la Biblia. Será en el Renacimiento (siglo XV) cuando progresivamente entren en crisis todos los pilares en los que se asienta la Edad Media (religión, política, filosofía y ciencia). Intelectualmente, la novedad quizá más relevante es la revolución científica que, desde una concepción autónoma de la razón va a hacer una revisión y refutación progresiva de la Física 7 Filosofía II Descartes aristotélica, que representaba la imagen del Universo predominante a lo largo de toda la Edad Media. La actitud de Descartes ante la historia del pensamiento es de total desengaño: la historia de la filosofía no es más que la historia del error. Descartes mantiene que no se ha utilizado la razón adecuadamente: se han creído argumentos falaces, basados no en el buen uso de la razón sino en el “principio de autoridad” (falacia «ad baculum» y «ad autoritatem»). Debido a este desengaño, Descartes considera como una labor fundamental encontrar un MÉTODO (etimológicamente, camino o procedimiento adecuado) que nos permita hacer un buen uso de la razón sin interferencias externas, así como evitar los dos errores fundamentales de la misma: la precipitación y la prevención. La Edad Moderna se inicia con la clara voluntad de CONJURAR EL ERROR, para evitar apoyar nuestro pensamiento sobre cimientos poco sólidos y firmes2. Descartes busca una vacuna contra el error, y esa vacuna es el MÉTODO. Para Descartes, las distintas ciencias son manifestaciones de un saber único ya que hay una sola razón. La sabiduría es única porque la razón (bona mens) es única. La razón que distingue lo verdadero de lo falso, lo conveniente de lo inconveniente, la razón que se aplica al conocimiento teórico de la verdad y al ordenamiento práctico de la conducta, es una y la misma. De esta manera, Descartes volvió la espalda a la idea aristotélica y escolástica de los diferentes tipos de ciencia, con sus diferentes métodos, y la reemplazó por la idea de una ciencia universal con un método universal. La razón es el criterio de verdad. Un criterio de verdad es un patrón que utilizamos para determinar la verdad o falsedad de un juicio. Bacón (1561-1626) propone el criterio empírico. Observación y experimentación inductiva. Pero el criterio de verdad no puede venir de la experiencia, La inducción es una argumentación que partiendo de proposiciones particulares infiere una afirmación de extensión universal. Se le considera el razonamiento opuesto a la deducción. La inducción completa no aumenta nuestro conocimiento, porque siempre puede aparecer la excepción. Su debilidad estriba en una privación de absoluta necesidad, luego las leyes físicas son contingentes. En conclusión, no se puede extraer de la experiencia o principios universales. Si buscamos estos principios debemos buscarlo en las matemáticas. “Pero al igual que un hombre que camina solo y en la oscuridad, tomé la resolución de avanzar tan lentamente y de usar tal circunspección en todas las cosas que aunque avanzase muy poco, al menos me cuidaría al máximo de caer. Por otra parte, no quise comenzar a rechazar por completo algunas de las opiniones que hubiesen podido deslizarse durante otra etapa de mi vida en mis creencias sin haber sido asimiladas en la virtud de la razón, hasta que no hubiese empleado el tiempo suficiente para completar el proyecto emprendido e indagar el verdadero método con el fin de conseguir el conocimiento de todas las cosas de las que mi espíritu fuera capaz.” Para Descartes toda la filosofía es como un gran árbol cuyas raíces son la metafísica, el tronco la física, y las ramas que salen de ese tronco las demás ciencias. En su búsqueda de un método adecuado, Descartes considera necesario realizar un análisis de la estructura de la razón. De este análisis concluye que dos son los modos de operar la razón: la intuición y la deducción. La intuición es una especie de “luz o instinto 2 Como hemos expuesto en el contexto histórico, cultural y filosófico en el que vive Descartes, el escepticismo como posición epistemológica había sido renovado por el pensamiento renacentista. En la segunda parte del siglo XVI, Montaigne había insistido en los viejos argumentos escépticos: la relatividad y desconfianza de la percepción sensible, la dependencia en que la mente está con respecto a dicha experiencia y su consiguiente incapacidad para lograr la verdad absoluta, junto a nuestra ineptitud para resolver los problemas de enfrentamiento entre los sentidos y la razón. Todo ello condujo a los pensadores metafísicos a conclusiones diferentes e incompatibles. Por eso, para Montaigne, mejor es reconocer nuestra ignorancia y la debilidad de nuestra capacidad mental. El esfuerzo, pues, de Descartes de ofrecer un método y un fundamento seguro no era trabajo innecesario. 8 Descartes Filosofía II natural” que tiene por objeto las naturalezas simples3: por medio de ella captamos inmediatamente conceptos simples emanados de la razón misma, sin posibilidad alguna de duda o error (así sucede con los axiomas matemáticos). Todo el conocimiento intelectual comienza con la intuición de naturalezas simples. Entre unas intuiciones y otras aparecen conexiones que la inteligencia descubre y recorre por medio de la deducción hasta llegar a una conclusión (la deducción es utilizada en matemáticas para demostrar los teoremas). Como la intuición y la deducción constituyen el dinamismo interno y específico del conocimiento racional, éste ha de aplicarse en un proceso de dos pasos: 1. Un proceso de análisis, de descomposición, hasta llegar a los elementos o naturalezas simples. 2. Un proceso de síntesis, de reconstrucción deductiva de lo complejo a partir de lo simple. Esta forma de proceder es el único método que responde a la dinámica interna de una razón única. Según Descartes, hasta ahora la razón ha sido utilizada de este modo solamente en el ámbito de las matemáticas, produciendo resultados admirables. Sin embargo, nada impide que esta utilización se extienda a todos los ámbitos del saber (“Mathesis universalis”4), para que produzca unos frutos igualmente admirables. “Había estudiado un poco, siendo más joven, la lógica de entre las partes de la filosofía; de las matemáticas el análisis de los geómetras y el álgebra. Tres artes o ciencias que debían contribuir en algo a mi propósito. Pero habiéndolas examinado, me percaté que en relación con la lógica, sus silogismos y la mayor parte de sus reglas sirven más para explicar a otro cuestiones ya conocidas o, también, como sucede con el arte de Lulio, para hablar sin juicio de aquellas que se ignoran que para llegar a conocerlas. Y si bien la lógica contiene muchos preceptos verdaderos y muy adecuados, hay, sin embargo, mezclados con estos otros muchos que o bien son perjudiciales o bien superfluos, de modo que es tan difícil separarlos como sacar una Diana o una Minerva de un bloque de mármol aún no trabajado. Igualmente, en relación con el análisis de los antiguos o el álgebra de los modernos, además de que no se refieren sino a muy abstractas materias que parecen carecer de todo uso, el primero está tan circunscrito a la consideración de las figuras que no permite ejercer el entendimiento sin fatigar excesivamente la imaginación. La segunda está tan sometida a ciertas reglas y cifras que se ha convertido en un arte confuso y oscuro capaz de distorsionar el ingenio en vez de ser una ciencia que favorezca su desarrollo. Todo esto fue la causa por la que pensaba que era preciso indagar otro método que, asimilando las ventajas de estos tres, estuviera exento de sus defectos. Y como la multiplicidad de leyes frecuentemente sirve para los vicios de tal forma que un Estado está mejor regido cuando no existen más que unas pocas leyes que son minuciosamente observadas, de la misma forma, en lugar del gran número de preceptos del cual está compuesta la lógica, estimé que tendría suficiente con los cuatro siguientes con tal de que tomase la firme y constante resolución de no incumplir ni una sola vez su observancia.” 3 Las naturalezas simples son los elementos últimos a los que se llega mediante el proceso de análisis. El análisis, por ejemplo, nos muestra que los cuerpos están compuestos de extensión, figura y movimiento; no se trata propiamente de que todo cuerpo tenga una parte de extensión, otra de figura y otra de movimiento: son partes que no se pueden dar aisladamente unas de otras, pero que nuestro entendimiento puede separar. Son el punto de partida para las deducciones. 4 El Racionalismo toma como modelo a las matemáticas, de ahí que su método sea eminentemente deductivo y al margen de la experiencia, mientras que el Empirismo tomará como modelo a las ciencias empíricas de la naturaleza, con lo cual su método de conocimiento será inductivo. 9 Filosofía II Descartes 2.2. Las reglas del método. (2 b y 2 c) En su obra Reglas para la dirección del espíritu Descartes nos define el método como: «El conjunto de reglas ciertas y fáciles que hacen imposible para quien las observe exactamente tomar lo falso por verdadero y, sin ningún esfuerzo mental inútil, sino aumentando gradualmente la ciencia, le conducirán al conocimiento verdadero de todo lo que es capaz de conocer» En esa misma obra expone veintiuna reglas que luego PORTADA DEL reduce a cuatro en su obra Discurso del método, y que nos indican DISCURSO DEL MÉTODO el procedimiento que debe seguir la razón en la búsqueda de la verdad, y que consiste en emplear correctamente las dos operaciones fundamentales de la mente: la intuición y la deducción. Estas reglas son: 1ª. Regla de la evidencia. Esta regla nos obliga a no aceptar ninguna cosa como verdadera si no se la reconoce claramente como tal, es decir, si no se presenta tan clara5 y distintamente6 que no tenga ocasión de ponerlo en duda, debiendo evitar la prevención (dejarse llevar por los juicios de “los que saben”) y la precipitación (dejarse conducir por juicios que no han sido analizados suficientemente) que nos abocan a los prejuicios. Por tanto, la verdad no es ya un problema de adecuación o correspondencia entre nuestras ideas y la realidad externa y objetiva, como venía siendo desde Aristóteles, sino que es una propiedad de nuestras ideas y que se descubre analizando sus cualidades. 2ª. Regla del análisis o resolución. Consiste en «dividir cada una de las dificultades en tantas partes como sea posible y necesario para resolverlas mejor». Los problemas se deben dividir en sus datos o partes más elementales o simples mediante un proceso de análisis. De este modo la mente llegará a discernir e intuir los términos más simples de la realidad que pretende conocer. Sobre estas ideas simples son sobre las que la mente puede alcanzar la evidencia de su verdad. 3ª. Regla de la síntesis o de la composición. Descartes, en el Discurso del método, la define así: «concluir por orden mis pensamientos comenzando por los objetos más simples y fáciles de conocer, para subir poco a poco, por pasos, hasta el conocimiento de los más complejos; suponiendo incluso un orden entre aquellos que no se preceden naturalmente los unos a los otros». Intuidas las ideas simples por el proceso de análisis, entra en juego la deducción a partir de aquellas, siguiendo el procedimiento lógico y ordenado de la geometría. 4ª. Regla de la enumeración y revisión. Es una regla auxiliar, que consiste en hacer enumeraciones y revisiones completas y generales para estar seguros de no omitir nada. La enumeración comprueba el análisis y la revisión la síntesis. Esta regla auxiliar viene exigida porque el espíritu humano está condicionado por el tiempo: las evidencias del pasado tienen que ser conservadas por la memoria, facultad débil y con frecuencia engañosa, por lo que se hace necesario el control, comprobación y verificación de todo lo que se lleve deducido. 5 6 Claridad: presencia inmediata de una idea en la mente. Se trata de un pensamiento del que soy consciente. Distinción: una idea es distinta cuando está perfectamente delimitada y no la confundimos con ideas parecidas. 10 Descartes Filosofía II “El primero consistía en no admitir cosa alguna como verdadera si no se la había conocido evidentemente como tal. Es decir, con todo cuidado debía evitar la precipitación y la prevención, admitiendo exclusivamente en mis juicios aquello que se presentara tan clara y distintamente a mi espíritu que no tuviera motivo alguno para ponerlo en duda. El segundo exigía que dividiese cada una de las dificultades a examinar en tantas parcelas como fuera posible y necesario para resolverlas más fácilmente. El tercero requería conducir por orden mis reflexiones comenzando por los objetos más simples y más fácilmente cognoscibles, para ascender poco a poco, gradualmente, hasta el conocimiento de los más complejos, suponiendo inclusive un orden entre aquellos que no se preceden naturalmente los unos a los otros. Según el último de estos preceptos debería realizar recuentos tan completos y revisiones tan amplias que pudiese estar seguro de no omitir nada.” ¿En qué se inspiró Descartes para elaborar su método? Ya en su juventud, cuando abandona el colegio de la Flèche, se muestra descontento con lo aprendido, excepto con las matemáticas. Frente a todas las demás enseñanzas recibidas, a las que considera cuando menos confusas, si no falsas, Descartes sólo encuentra verdad en los conocimientos matemáticos. De ahí que, nos confiesa en el Discurso, desarrolla una especial dedicación hacia esas ciencias. ¿Qué es lo que hace que los matemáticos sean capaces de demostrar la validez de sus proposiciones, que consigan un conocimiento cierto, mientras que los metafísicos se pierden en vanas disquisiciones y disputas escolares? La razón se ha equivocado en numerosas ocasiones hasta el punto de que Descartes considera necesario reconstruir el edificio del saber sobre bases firmes y seguras, si es que esto es posible. Descartes considera que lo que hace verdaderos los conocimientos matemáticos es el método empleado para conseguirlos. No es que haya en las matemáticas una estructura que hace inevitablemente verdaderos sus conocimientos sino que es el método que utilizan los matemáticos lo que permite conseguir tan admirables resultados. Por tanto, el método tiene que elaborarse de acuerdo con el que utilizan los matemáticos en sus investigaciones. No es que las matemáticas sean un tipo de saber distinto del resto de los saberes. Si la razón es única, el saber es único, y debe haber un único método para alcanzar la sabiduría. Nos cuenta Descartes que el método que lo inspiró fue, por tanto, el seguido por los geómetras. Estos parten de las cosas más sencillas y fáciles de conocer para elevarse, por medio de “largas cadenas de trabadas razones”, hasta llegar a las cuestiones más difíciles y complejas. La matemática es la única ciencia que logra alcanzar demostraciones ciertas y evidentes. La confianza en la razón, mediada por el método de la ciencia, lo llevará a la búsqueda de un saber seguro, que le permitía pensar que no habría ninguna verdad tan alejada ni inasequible como para que el conocimiento humano no pudiera acceder a ella. Es el optimismo racionalista: la fe en la capacidad de la razón. “Las largas cadenas de razones simples y fáciles, por medio de las cuales generalmente los geómetras llegan a alcanzar las demostraciones más difíciles, me habían proporcionado la ocasión de imaginar que todas las cosas que pueden ser objeto del conocimiento de los hombres se entrelazan de igual forma y que, absteniéndose de admitir como verdadera alguna que no lo sea y guardando siempre el orden necesario para deducir unas de otras, no puede haber algunas tan alejadas de nuestro conocimiento que no podamos, finalmente, conocer ni tan ocultas que no podamos llegar a descubrir. No supuso para mí una gran dificultad el decidir por cuales era necesario iniciar el estudio: previamente sabía que debía ser por las más simples y las más fácilmente cognoscibles. Y considerando que entre todos aquellos que han intentado buscar la verdad en el campo de las ciencias, solamente los matemáticos han establecido algunas demostraciones, es decir, algunas razones ciertas y evidentes, no dudaba que debía comenzar por las mismas que ellos habían examinado. No esperaba alcanzar alguna unidad si exceptuamos el que habituarían mi ingenio a considerar atentamente la verdad 11 Filosofía II Descartes y a no contentarse con falsas razones. Pero, por ello, no llegué a tener el deseo de conocer todas las ciencias particulares que comúnmente se conocen como matemáticas, pues viendo que aunque sus objetos son diferentes, sin embargo, no dejan de tener en común el que no consideran otra cosa, sino las diversas relaciones y posibles proporciones que entre los mismos se dan, pensaba que poseían un mayor interés que examinase solamente las proporciones en general y en relación con aquellos sujetos que servirían para hacer más cómodo el conocimiento. Es más, sin vincularlas en forma alguna a ellos para poder aplicarlas tanto mejor a todos aquellos que conviniera. Posteriormente, habiendo advertido que para analizar tales proporciones tendría necesidad en alguna ocasión de considerar a cada una en particular y en otras ocasiones solamente debería retener o comprender varias conjuntamente en mi memoria, opinaba que para mejor analizarlas en particular, debía suponer que se daban entre líneas puesto que no encontraba nada más simple ni que pudiera representar con mayor distinción ante mi imaginación y sentidos; pero para retener o considerar varias conjuntamente, era preciso que las diera a conocer mediante algunas cifras, lo más breves que fuera posible. Por este medio recogería lo mejor que se da en el análisis geométrico y en el álgebra, corrigiendo, a la vez, los defectos de una mediante los procedimientos de la otra. Y como, en efecto, la exacta observancia de estos escasos preceptos que había escogido, me proporcionó tal facilidad para resolver todas las cuestiones, tratadas por estas dos ciencias, que en dos o tres meses que empleé en su examen, habiendo comenzado por las más simples y más generales, siendo, a la vez, cada verdad que encontraba una regla útil con vistas a alcanzar otras verdades, no solamente llegué a concluir el análisis de cuestiones que en otra ocasión había juzgado de gran dificultad, sino que también me pareció, cuando concluía este trabajo, que podía determinar en tales cuestiones en qué medios y hasta dónde era posible alcanzar soluciones de lo que ignoraba. En lo cual no pareceré ser excesivamente vanidoso si se considera que no habiendo más que un conocimiento verdadero de cada cosa, aquel que lo posee conoce cuanto se puede saber. Así un niño instruido en aritmética, habiendo realizado una suma según las reglas pertinentes puede estar seguro de haber alcanzado todo aquello de que es capaz el ingenio humano en lo relacionado con la suma que él examina. Pues el método que nos enseña a seguir el verdadero orden y a enumerar verdaderamente todas las circunstancias de lo que se investiga, contiene todo lo que confiere certeza a las reglas de la Aritmética.” Por tanto, el proceso de la reforma del método empezó por la consideración de las verdades más simples y las ideas más ciertas, como empezaban las matemáticas. Con este ejercicio conseguía que la mente se acostumbrara a la forma de conocer la verdad y de obtener la garantía de un conocimiento verdadero. La aplicación del método a las matemáticas funciona de una forma brillante y Descartes se muestra ilusionado, obteniendo el primer éxito: la geometría analítica. Por ello, propone “aplicarlo con igual utilidad a dificultades propias de otras ciencias”. Pero, para conseguir dicho objetivo, se debe comenzar por establecer la certeza de los elementos en los que se apoya el resto de conocimientos. La metafísica establece esos primeros principios. Por tanto, se debe aplicar el método a la filosofía, donde Descartes no encuentra “ningún conocimiento cierto”. Con la aplicación del método a las matemáticas Descartes ha obtenido dos ventajas que puede generalizar a cualquier otro tipo de conocimiento. Éstas son: Iº) es un método racional, que sólo usa y en todo momento la razón; 2º) permite a la mente entender las cosas con más claridad y distinción. Sin embargo, tal como ha hecho Descartes en su ensayo de Geometría, la aplicación del método a una ciencia o saber necesita de una adaptación específica. Si quiere universalizar el método sin esas restricciones, tendrá que fijarse en una ciencia universal, que necesariamente es la filosofía. De la misma manera que en las matemáticas se partía de verdades simples y fáciles de conocer, la aplicación del método a la filosofía exige la determinación de los principios 12 Descartes Filosofía II 2.3. La duda metódica. (2 b y 2 c) Para el racionalismo, el entendimiento ha de encontrar en sí mismo las verdades básicas a partir de las cuales sea posible deducir el edificio entero de nuestros conocimientos. Este punto de partida ha de ser una verdad absolutamente cierta, de la que no sea posible dudar en modo alguno. Sólo así el conjunto del sistema quedará firmemente fundamentado. “No sé si debo entreteneros con las primeras meditaciones allí realizadas, pues son tan metafísicas y tan poco comunes, que no serán del gusto de todos. Y sin embargo, con el fin de que se pueda opinar sobre la solidez de los fundamentos que he establecido, me encuentro en cierto modo obligado a referirme a ellas. Hacía tiempo que había advertido que, en relación con las costumbres, es necesario en algunas ocasiones opiniones muy inciertas tal como si fuesen indudables, según he advertido anteriormente. Pero puesto que deseaba entregarme solamente a la búsqueda de la verdad, opinaba que era preciso que hiciese todo lo contrario y que rechazase como absolutamente falso todo aquello en lo que pudiera imaginar la menor duda, con el fin de comprobar si, después de hacer esto, no quedaría algo en mi creencia que fuese enteramente indudable. Así pues, considerando que nuestros sentidos en algunas ocasiones nos inducen a error, decidí suponer que no existía cosa alguna que fuese tal como nos la hacen imaginar. Y puesto que existen hombres que se equivocan al razonar en cuestiones relacionadas con las más sencillas materias de la geometría y que incurren en paralogismos, juzgando que yo, como cualquier otro estaba sujeto a error, rechazaba como falsas todas las razones que hasta entonces había admitido como demostraciones. Y, finalmente, considerado que hasta los pensamientos que tenemos cuando estamos despiertos pueden asaltarnos cuando dormimos, sin que ninguno en tal estado sea verdadero, me resolví a fingir que todas las cosas que hasta entonces habían alcanzado mi espíritu no eran más verdaderas que las ilusiones de mis sueños. Pero, inmediatamente después, advertí que, mientras deseaba pensar de este modo que todo era falso, era absolutamente necesario que yo, que lo pensaba, fuese alguna cosa. Y dándome cuenta de que esta verdad: pienso, luego soy, era tan firme y tan segura que todas las extravagantes suposiciones de los escépticos no eran capaces de hacerla tambalear, juzgué que podía admitirla sin escrúpulo como el primer principio de la filosofía que yo indagaba.” La búsqueda de un punto de partida absolutamente cierto exige la tarea previa de eliminar todos los conocimientos, ideas y creencias que no aparezcan dotados de una certeza absoluta: hay que eliminar todo aquello de lo que sea posible dudar7. De ahí que Descartes comience con la duda. Y esta duda es metódica, es decir, una exigencia del método. No se trata de una actitud escéptica8 (estado permanente que invalida todo conocimiento) sino de una actitud instrumental, un momento del proceder metódico cuyo fin es alcanzar verdades indudables. Es decir, Descartes introduce la duda como un esfuerzo voluntario, de ahí que sea distinta de la duda escéptica, ya que a través de ella se pretende encontrar una verdad tan firme y segura que resista las suposiciones de los escépticos. Se trata, por lo tanto, de un punto de partida y no de llegada, una duda transitoria, y no permanente, que se superará con el hallazgo de la primera verdad. En la parte III del Discurso del método nuestro autor advierte que no pretende imitar «a los escépticos, que sólo dudan por dudar y pretenden estar siempre irresolutos». El escalonamiento de los motivos para dudar, presentados por Descartes, hace que la duda adquiera la máxima radicalidad y universalidad: 7 Se trata de zamarrear fuertemente el edificio del saber, someterlo a un verdadero terremoto, con la confianza de que las verdades auténticas permanecerán indestructibles ante toda crítica. 8 El escepticismo es aquella doctrina filosófica que niega la capacidad del conocimiento para alcanzar la verdad, por lo que únicamente la duda es la posición adecuada. Esta duda escéptica, de origen griego, tuvo su versión renacentista en Michel de Montaigne y Francisco Sánchez. 13 Filosofía II Descartes 1. La primera y más obvia razón para dudar de nuestros conocimientos se halla en las FALACIAS DE LOS SENTIDOS, que nos inducen a veces a error. Aunque la mayoría de los hombres consideran altamente improbable que los sentidos nos induzcan siempre a error, la improbabilidad no equivale a la certeza y, por eso, la posibilidad de dudar acerca del testimonio de los sentidos no puede quedar totalmente eliminada. No nos podemos fiar de los sentidos porque somos conscientes que nos engañan, aunque creemos que no siempre, pero lo cierto es que no tenemos garantía de que esto sea así. Como medio de certeza, los sentidos son claramente falibles. 2. Cabe dudar de que las cosas sean como las percibimos, pero ello no nos permite dudar de que existan las cosas que percibimos. De ahí que Descartes añada una segunda razón -más radical- para dudar: LA IMPOSIBILIDAD DE DISTINGUIR LA VIGILIA DEL SUEÑO. A veces los sueños nos muestran mundos de objetos con extremada viveza, y al despertar descubrimos que tales universos no tienen existencia real y otras veces hay realidades tan paradójicas en nuestra vigilia que parecen una pesadilla surrealista. ¿Cómo distinguir el estado de sueño del de vigilia y cómo alcanzar certeza absoluta de que el mundo que percibimos es real? Se trata, en definitiva, de la dificultad para discernir los pensamientos que son fruto del sueño, de los pensamientos que tenemos cuando estamos despiertos. Como en el caso anterior, la mayoría de los hombres cuentan con criterios para distinguir la vigilia del sueño, pero estos criterios no sirven para fundamentar una certeza absoluta. También nos confundimos con frecuencia en este ámbito. 3. La imposibilidad de distinguir la vigilia del sueño permite dudar de la existencia de las cosas y del mundo, pero no parece afectar a ciertas verdades, como las matemáticas: dormidos o despiertos, los tres ángulos de un triángulo suman 180 grados en la geometría de Euclides. De ahí que Descartes añada el tercer y más radical motivo de duda: tal vez exista algún GENIO MALIGNO -escribe Descartes- «de extremado poder e inteligencia que pone todo su empeño en inducirme a error» (Meditaciones metafísicas). Esta hipótesis del “genio maligno” equivale a suponer que tal vez el entendimiento humano es de tal naturaleza que se equivoca siempre y necesariamente cuando piensa captar la RENÉ DESCARTES verdad. O que exista un error intrínseco, incluso en las verdades matemáticas, que nos conduce a error sin que seamos conscientes de ello. Es una hipótesis verosímil, en tanto y cuanto que soy capaz de pensarla. Una vez más se trata de una hipótesis improbable, pero posible, y que nos permite dudar de todos nuestros conocimientos. En todo este despliegue de la duda, Descartes permanece en el plano teórico: las creencias religiosas y las exigencias éticas están en otra dimensión práctica, que él no se cuestiona. Características de la duda. a) Provisional. Se toma una actitud de precaución. No se duda por perversidad como los escépticos, sino para estar más seguros. b) Teórica. Se trata de contemplar la verdad, no es una duda extensible a la vida práctica. Es una duda hipotética. c) Hiperbólica. Es una duda exagerada y voluntaria. No es natural, porque la justificación es metafísica 14 Descartes Filosofía II 2.4. El «cogito» y el criterio de verdad. (2 b y 2 c) La duda llevada a este extremo de radicalidad parece abocar irremisiblemente al escepticismo. Sin embargo, Descartes encontró una verdad absolutamente cierta, inmune a toda duda, por muy radical que sea ésta: la existencia del propio sujeto que piensa y duda, y por consiguiente, existe. Si pienso que el mundo existe, tal vez me equivoque en cuanto a la existencia del mundo, pero no cabe error en cuanto a que yo lo pienso; puedo dudar de todo menos de que yo dudo, porque si dudo que dudo es porque estoy dudando. Mi existencia, pues, como sujeto que piensa (que duda, que se equivoca...) está exenta de todo error y de toda duda posible. Descartes lo expresa con su célebre frase: «cogito, ergo sum» [«pienso, luego existo»]. Hay que insistir en el carácter intuitivo (y no deductivo) del cogito. La conjunción “luego” puede dar la falsa impresión de que nos encontramos ante un razonamiento. No es así, la trascripción más fiel a Descartes sería «pienso-existo»: es una intuición, acto de la evidencia misma. Descartes sentencia que dicha verdad resiste las más extravagantes suposiciones de los escépticos y, por lo tanto, constituye el primer principio de la filosofía que andaba buscando: la piedra filosofal, a partir de la cual podremos intentar descubrir después otras verdades igualmente seguras. Este principio de la filosofía se presenta en el corazón mismo de la duda radical a la que nos expone el planteamiento cartesiano. Mi existencia como sujeto pensante (el cogito cartesiano) no es sólo la primera verdad y la primera certeza: es también el prototipo de toda verdad y de toda certeza. ¿Por qué la existencia del sujeto pensante es absolutamente indudable? Porque es evidente, es decir, se percibe con toda claridad y distinción. De aquí deduce Descartes su criterio9 de verdad: todo cuanto perciba con claridad y distinción será verdadero y, por lo tanto, podrá afirmarse con inquebrantable certeza. Así, dice en El Discurso del Método: “Analizadas estas cuestiones, reflexionaba en general sobre todo lo que se requiere para afirmar que una proposición es verdadera y cierta, pues, dado que acababa de identificar una que cumplía tal condición, pensaba que también debía conocer en qué consiste esta certeza. Y habiéndome percatado que nada hay en pienso, luego soy que me asegure que digo la verdad, a no ser que yo veo muy claramente que para pensar es necesario ser, juzgaba que podía admitir como regla general que las cosas que concebimos muy clara y distintamente son todas verdaderas; no obstante, hay solamente cierta dificultad en identificar correctamente cuáles son aquellas que concebimos distintamente.” El criterio de verdad es la evidencia10, sus características son la claridad y la distinción y sus obstáculos son la precipitación y la prevención, como dijimos antes. La evidencia es contrapuesta por Descartes a la conjetura, que se produce cuando la verdad no aparece a la mente de modo inmediato. Que la filosofía cartesiana parta de la existencia del alma como primera verdad, y no de la existencia de Dios, es un rasgo humanista y moderno, contrario a la filosofía escolástica anterior. Descartes es muy cauteloso en la búsqueda de los primeros principios. No quiere que todo e edificio se derrumbe por defecto, luego los primeros principios no se pueden 9 Llamamos criterio a los requisitos que utilizamos en la valoración de algo. Cuando utilizamos un criterio, las cosas que valoramos con él quedan divididas al menos en dos grupos: las que lo cumplen y las que no lo cumplen. Criterio de verdad se refiere a los requisitos que deben cumplir las ideas para que sean verdaderas; según Descartes, las ideas verdaderas son las evidentes, es decir las claras y distintas. 10 Queda claro, entonces, que las reglas del método expuestas más arriba se reducen, en última instancia, a la primera: la regla de la evidencia. 15 Filosofía II Descartes entremezcla con ningún supuesto que no estén bien afianzados. De aquí parte la duda metódica: para eliminar toda falsedad. Duda de los datos de los sentidos (falacia de los sentidos), de la imposibilidad de distinguir entre vigilia y sueño, y del engaño de un genio maligno. La primera certeza es el Pienso luego existo, este marca el comienzo de la filosofía idealista. Pero podemos hacer algunas objeciones al cógito. a) Puede ser la conclusión de un silogismo con premisa mayor “todas las cosas que piensan existen”, luego no sería la primera verdad, pues le antecedería la proposición “todas las cosas que piensan existen”. Para Descartes se trata de una verdad inmediata por simple inspección del espíritu. b) Otros afirman que no es necesario afirmar el pensamiento para alcanzar la existencia, sino que bastaba cualquier otra actividad: “camino, respiro, luego soy”. Descartes diría que no son del mismo talante que el cógito: pues estas actividades presuponen la existencia de un cuerpo y Descartes pone en duda la existencia del cuerpo, y para llegar a este se necesita la demostración de la existencia de Dios. c) Otra objeción es que el cógito no es una novedad, pues San Agustin en “La ciudad de Dios” escribió: “si me engaño, existo”. El que no existe no puede engañarse. La relevancia de Descartes está más bien que en el hallazgo, en la función que tiene el cógito, que es doble: 1. Señala el tipo de proposición verdadera y prepara la radical distinción entre cuerpo y alma. ¿qué es lo que hace que la proposición sea verdadera? El criterio de claridad y distinción. A partir de este criterio elabora Descartes su sistema filosófico 2. De la proposición se extrae según Descartes que soy una cosa que piensa, res cogitans. El pensamiento en Descartes son estados Psíquicos( no está restringido al entendimiento) comprende la vida emocional, volitiva y sentimental. 3. La estructura de la realidad: la teoría de las tres sustancias. (2 b y 2 c) 3.1. Las ideas como objetos del pensamiento. Tenemos ya una verdad absolutamente cierta: la existencia del yo como sujeto pensante. Esta existencia indubitable, no parece implicar, sin embargo, la existencia de ninguna otra realidad. ¿Cómo demostrar la existencia de una realidad extramental, exterior al pensamiento? ¿Cómo conseguir la certeza de que existe algo aparte de las ideas de mi pensamiento?… Descartes debe, por tanto, romper el cerco del pensamiento y aventurarse en la demostración de otras verdades. El problema es enorme, sin duda, ya que a Descartes no le queda más remedio que deducir la existencia de la realidad a partir de las ideas del pensamiento. Así lo exige el ideal deductivo: de la primera verdad han de extraerse todos nuestros conocimientos, incluido, claro está, el conocimiento de que existen realidades extramentales. Descartes mantiene, como todos los racionalistas, que el pensamiento piensa siempre ideas. El pensamiento no recae sobre las cosas mismas (cuya existencia no nos consta en principio) sino sobre las ideas: yo no pienso en el mundo, sino en la idea11 de mundo, que es algo así como una representación mental del mismo. El problema, por lo tanto, es contestar adecuadamente a la pregunta ¿cómo garantizar que a la «idea de mundo» corresponde la «realidad mundo», si fuera verdad que existe dicha realidad? 11 Por eso existe el error, porque no conozco directamente las cosas sino una copia de las mismas. Recuérdese que en Platón el verdadero conocimiento versaba sobre la realidad y no sobre una copia de la misma (ver «Mito de la Caverna» o «Símil de la Línea»). 16 Descartes Filosofía II En este punto, Descartes se va a plantear el salto desde las ideas hasta la realidad extramental. Descartes analiza12 cuidadosamente las ideas que posee el yo pensante con la intención de descubrir alguna de ellas que nos rompa el “cerco del pensamiento” para salir a la realidad extramental. Como todas nuestras ideas son causadas por algo, debemos preguntarnos por la causa de las ideas que tenemos, con la intención de encontrar alguna idea que, como el cogito, implique de manera evidente la existencia de aquello que representa. En este análisis Descartes distingue tres tipos de ideas, según su origen: 1. Ideas adventicias. Son las que parecen provenir de nuestra experiencia externa (las ideas de hombre, de árbol, de casa...). Decimos “parecen provenir” y no “provienen”, porque la existencia de una realidad exterior aún sigue siendo problemática y dudosa. 2. Ideas facticias. Son aquellas que construye la mente a partir de otras ideas fruto de la imaginación y la voluntad (la idea de un “caballo con alas”, una “sirena marina”, ...) Parece claro que ninguna de estas ideas nos sirve como punto de partida para demostrar la existencia de la realidad extramental que ellas representan: las adventicias, porque al parecer provenir del exterior, su validez parece depender de la existencia de la realidad extramental, cosa todavía dudosa; y las facticias, porque al ser construidas por el pensamiento, su validez es cuestionable (hipótesis del genio maligno). Descartes apunta a un tercer tipo de ideas: 3. Ideas innatas. Según Descartes existen algunas ideas (pocas, pero las más importantes) que el pensamiento las posee en sí mismo, es decir, que no provienen ni de la dudosa experiencia externa, ni tampoco son construidas a partir de otras. Esta es una afirmación fundamental del racionalismo: a saber, que las ideas primitivas a partir de las cuales se ha de construir el edificio de nuestros conocimientos son innatas13. En resumen, dos son, pues, las afirmaciones fundamentales del Racionalismo acerca del conocimiento: 1. Nuestro conocimiento de la realidad se construye deductivamente a partir de ciertas ideas y principios evidentes. 2. Estas ideas y principios evidentes son innatos al entendimiento, esto es, éste las posee en sí mismo al margen de la existencia de la experiencia sensible. 3.2. La teoría de las tres sustancias. El concepto de sustancia es fundamental en Descartes y, a partir de él, para todos los filósofos racionalistas. Una célebre definición, también admitida por Aristóteles, (que no es la única ofrecida por Descartes, pero sí la más significativa) establece que: «Sustancia es toda cosa que existe de tal modo que no necesita de ninguna otra cosa para existir» Descartes distingue tres esferas o ámbitos de la realidad, que se corresponden con los tres problemas fundamentales que han ocupado a la metafísica de todos los tiempos: 12 Como exige la 2ª regla del método. Ideas innatas son, por ejemplo, la de “pensamiento” y la “existencia” ya que las encuentro en la percepción misma del cogito (“pienso, luego existo”). 13 17 Filosofía II Descartes 1. Sustancia infinita (res infinita). 2. Sustancia pensante (res cogitans). 3. Sustancia extensa (res extensa). Las sustancias no se pueden conocer directamente, sino a través del rasgo fundamental o esencial que le conviene: su atributo. A su vez, los atributos (que son la naturaleza de las sustancias, la característica esencial de las mismas) de las sustancias finitas (cogitans y extensa) pueden darse o “manifestarse” de distintas formas. A estas variaciones de los atributos Descartes las llama modos. Así pues, en esquema: SUSTANCIA Dios ATRIBUTO Infinitud (en conocimiento, bondad, poder, ...) Alma Pensamiento (ser consciente) Mundo Extensión MODOS No tiene Recordar, imaginar, dudar, desear, sentir, ... Distintas formas geométricas, tamaños y velocidades. 3.2.1. Deducción de la «res cogitans». Se trata de probar la independencia del pensamiento respecto del cuerpo. Hasta ahora de lo único que está Descartes seguro es de la existencia de su pensamiento, de todo lo demás duda. Duda de que exista el mundo exterior, duda de que exista su propio cuerpo (porque son percibidos a través de la fuente engañosa de los sentidos). Ahora bien, aquello de lo que dudo (mi cuerpo) no puede ser igual que aquello de lo que no tengo ninguna duda (mi pensamiento); por lo tanto, son consideradas realidades distintas. Además, queda claro que el pensamiento (alma) no necesita del cuerpo para existir, porque piensa a partir de ideas innatas. Descartes lo expresa de la siguiente manera en la cuarta parte del Discurso del método: «[…] Posteriormente, examinando con atención lo que yo era, y viendo que podía fingir que carecía de cuerpo, así como que no había mundo o lugar alguno en el que me encontrase, pero que, por ello, no podía fingir que yo no era, sino que por el contrario, sólo a partir de que pensaba dudar acerca de la verdad de otras cosas, se seguía muy evidente y ciertamente que yo era, mientras que, con sólo que hubiese cesado de pensar, aunque el resto de lo que había imaginado hubiese sido verdadero, no tenía razón alguna para creer que yo hubiese sido, llegué a conocer a partir de todo ello que era una sustancia cuya esencia o naturaleza no reside sino en pensar y que tal sustancia, para existir, no tiene necesidad de lugar alguno ni depende de cosa alguna material. De suerte que este yo, es decir, el alma, en virtud de la cual yo soy lo que soy, es enteramente distinta del cuerpo, más fácil de conocer que éste y, aunque el cuerpo no fuese, no dejaría de ser todo lo que es.» 3.2.2. Deducción de la «res infinita». Entre las ideas innatas, Descartes descubre la “idea de infinito”, que se apresura a identificar con la idea de Dios (Dios = infinito). ¿Cómo demuestra Descartes que la idea de Dios es una idea innata? 18 Descartes Filosofía II 1. La idea de Dios no puede ser adventicia ya que no poseemos experiencia directa de Dios. 2. Tampoco es facticia porque, contra la opinión tradicional de que la idea de infinito proviene, por negación de los límites, de la idea de lo finito, Descartes afirma que la noción de finitud, de limitación, presupone la idea de infinitud14, por lo que ésta no deriva de aquélla: no es facticia. Y si no es facticia ni adventicia, entonces, es innata. Ahora bien, que «la idea de Dios» sea innata no implica que «la realidad Dios» exista. ¿Cómo demuestra Descartes la existencia de Dios? Entre los argumentos utilizados por Descartes destacan tres, de los cuales en dos de ellos (el de la causalidad y el argumento ontológico) la existencia de Dios es demostrada a partir de la idea de Dios. Siguiendo el orden en el que los expone Descartes en la IV parte del Discurso del método, estos argumentos son los siguientes: Argumento basado en la CAUSALIDAD APLICADA A LA IDEA DE DIOS. Este argumento lo expone Descartes en la IV parte del Discurso del método15 de la siguiente manera: «Pero no podía opinar lo mismo acerca de la idea de un ser más perfecto que el mío, pues que procediese de la nada era algo manifiestamente imposible y puesto que no hay una repugnancia menor en que lo más perfecto sea una consecuencia y esté en dependencia de lo menos perfecto, que la existencia en que algo proceda de la nada, concluí que tal idea no podía provenir de mí mismo. De forma que únicamente restaba la alternativa de que hubiese sido inducida en mí por una naturaleza que realmente fuese más perfecta de lo que era la mía y, también, que tuviese en sí todas las perfecciones de las cuales yo podía tener alguna idea, es decir, para explicarlo con una palabra que fuese Dios.» Es decir, no es posible que la idea de un Ser Infinito y Perfecto (Dios) tenga como causa a un ser finito e imperfecto16 (el yo que piensa); la causa tiene que ser tan perfecta o más que los efectos, por lo que la idea de un Ser Infinito requiere una causa infinita; por lo que yo no puedo ser la causa de esa idea. Si lo fuera, sería una idea facticia, y ya hemos dicho que es innata. Y como esa idea es una idea que poseo en mi mente, ésta ha tenido que ser causada y puesta en mí por un Ser Infinito; luego el ser infinito existe con toda evidencia. Por supuesto, tampoco puede tener por causa la nada, ya que de la nada, nada puede surgir. El argumento basado en la «CAUSALIDAD APLICADA A LA IDEA DE DIOS» lo podemos resumir en las siguientes afirmaciones: Unas ideas son más perfectas (más verdaderas) que otras, dependiendo de la realidad que representan. La idea más perfecta es la “idea de Dios” porque representa a la realidad más perfecta que puede existir. 14 La idea de infinitud tiene más contenido objetivo que la idea de finitud; por eso, la idea de finitud no puede ser la causa de la idea de infinitud, sino al contrario. 15 Este argumento también lo expone en su obra Meditaciones metafísicas, en los siguientes términos: «Por “Dios” entiendo una sustancia infinita, eterna, inmutable, independiente, omnisciente, omnipotente, que me ha creado a mí mismo y a todas las demás cosas que existen [si es que existe alguna]. Pues bien, eso que entiendo por Dios es tan grande y eminente, que cuanto más atentamente lo considero menos convencido estoy de que una idea así pueda proceder sólo de mí. Y, por consiguiente, hay que concluir necesariamente, según lo antedicho, que Dios existe. Pues, aunque yo tenga la idea de sustancia en virtud de ser yo una sustancia, no podría tener la idea de una sustancia infinita, siendo yo finito, si no la hubiera puesto en mí una sustancia que verdaderamente fuese infinita ... Por tanto, no puede haber dificultades en este punto, sino que debe concluirse necesariamente que, puesto que existo, y puesto que hay en mí la idea de un ser sumamente perfecto (esto es, de Dios), la existencia de Dios está demostrada con toda evidencia ...» 16 Que el yo que piensa es imperfecto se manifiesta clara y distintamente en el mismo acto de dudar; si fuera perfecto no dudaría, conocería las cosas de una manera absolutamente verdadera. 19 Filosofía II Descartes Todas las ideas tienen un origen o causa de su existencia. La causa de algo tiene que ser igual o más perfecta que sus efectos. Una idea perfecta requiere una causa perfecta, por lo que yo no puedo ser la causa de esa idea. Si lo fuera, sería una idea facticia, y ya hemos dicho que es innata. Y como esa idea es una idea que poseo en mi mente, ésta ha tenido que ser causada y puesta en mí por un Ser Perfecto; luego el Ser Perfecto (Dios) existe con toda evidencia. Argumento basado en la IMPERFECCIÓN Y DEPENDENCIA DE MI SER. Esta prueba parte de la contingencia e imperfección de nosotros mismos como seres finitos. Dios será en esta prueba causa de mí (no ya de la idea de Él que hay en mí). La prueba recuerda la «tercera vía» de Tomás de Aquino para demostrar la existencia de Dios. Este argumento lo expone Descartes en la IV parte del Discurso del método como sigue: «A esto añadía que, puesto que conocía algunas perfecciones que en absoluto poseía, no era el único ser que existía (permitidme que use con libertad los términos de la escuela), sino que era necesariamente preciso que existiese otro ser más perfecto del cual dependiese y del que yo hubiese adquirido todo lo que tenía. Pues si hubiese existido solo y con independencia de todo otro ser, de suerte que hubiese tenido por mí mismo todo lo poco que participaba del ser perfecto, hubiese podido, por la misma razón, tener por mí mismo cuanto sabía que me faltaba y, de esta forma, ser infinito, eterno, inmutable, omnisciente, todopoderoso y, en fin, poseer todas las perfecciones que podía comprender que se daban en Dios. Pues siguiendo los razonamientos que acabo de realizar, para conocer la naturaleza de Dios en la medida en que es posible a la mía, solamente debía considerar todas aquellas cosas de las que encontraba en mí alguna idea y si poseerlas o no suponía perfección; estaba seguro de que ninguna de aquellas ideas que indican imperfección estaban en él, pero sí todas las otras. De este modo me percataba de que la duda, la inconstancia, la tristeza y cosas semejantes no pueden estar en Dios, puesto que a mí mismo me hubiese complacido en alto grado el verme libre de ellas. Además de esto, tenía idea de varias cosas sensibles y corporales; pues, aunque supusiese que soñaba y que todo lo que veía o imaginaba era falso, sin embargo, no podía negar que esas ideas estuvieran verdaderamente en mi pensamiento. Pero puesto que había conocido en mí muy claramente que la naturaleza inteligente es distinta de la corporal, considerando que toda composición indica dependencia y que ésta es manifiestamente un defecto, juzgaba por ello que no podía ser una perfección de Dios el estar compuesto de estas dos naturalezas y que, por consiguiente, no lo estaba; por el contrario, pensaba que si existían cuerpos en el mundo o bien algunas inteligencias u otras naturalezas que no fueran totalmente perfectas, su ser debía depender de su poder de forma tal que tales naturalezas no podrían subsistir sin él ni un solo momento.» Este argumento se basa en la distinción tomista entre «SER NECESARIO» y «SER Los «SERES CONTINGENTES» son aquellos que aunque existen de hecho, podrían no existir. Es imposible que ese tipo de seres haya existido desde siempre, ya que deben su existencia a otro. En cambio, el «SER NECESARIO» es aquel que existe por sí mismo y no puede no existir. Este «SER NECESARIO» es Dios, causa de la posibilidad de mi existencia y de la existencia de todo lo que hay. Es decir, debe haber algo que sea la causa de todo lo que hay sin que a su vez sea causado por otra cosa. Éste es el ser necesario, el que existe desde siempre y no puede no existir, puesto que existen sus efectos (todo lo que hay, incluidos nosotros). CONTINGENTE». 20 Descartes Filosofía II El llamado ARGUMENTO ONTOLÓGICO, formulado en la Edad Media por Anselmo de Canterbury en su obra Proslogium, que viene a decir que la idea misma de perfección implica la existencia de aquello que representa. Veamos la argumentación anselmiana suscrita por Descartes: «Todos los hombres (incluso el necio que en su corazón afirma que Dios no existe) tienen una idea o noción de Dios. Entienden por “Dios” un ser tal que es imposible pensar otro mayor que él; ahora bien, un ser tal ha de existir no solamente en nuestro pensamiento sino también en la realidad, ya que en caso contrario sería posible pensar otro mayor que él (a saber, uno que existiera realmente) y, por tanto, caeríamos en contradicción; luego, Dios existe no sólo en el pensamiento sino también en la realidad». En la IV parte del Discurso del método, Descartes expone el mencionado argumento en los siguientes términos: “Posteriormente quise indagar otras verdades y habiéndome propuesto el objeto de los geómetras, que concebía como un cuerpo continuo o un espacio indefinidamente extenso en longitud, anchura y altura o profundidad, divisible en diversas partes, que podían poner diversas figuras y magnitudes, así como ser movidas y trasladadas en todas las direcciones, pues los geómetras suponen esto en su objeto, repasé algunas de las demostraciones más simples.” «Y habiendo advertido que esta gran certeza que todo el mundo les atribuye, no está fundada sino que se las concibe con evidencia, siguiendo la regla que anteriormente he expuesto, advertí que nada había en ellas que me asegurase de la existencia de su objeto. Así, por ejemplo, estimaba correcto que, suponiendo un triángulo, entonces era preciso que sus tres ángulos fuesen iguales a dos rectos; pero tal razonamiento no me aseguraba que existiese triángulo alguno en el mundo. Por el contrario, examinando de nuevo la idea que tenía de un Ser Perfecto, encontraba que la existencia estaba comprendida en la misma de igual forma que en la del triángulo está comprendida la de que sus tres ángulos sean iguales a dos rectos o en la de una esfera que todas sus partes equidisten del centro e incluso con mayor evidencia. Y, en consecuencia, es por lo menos tan cierto que Dios, el Ser Perfecto, es o existe como lo pueda ser cualquier demostración de la geometría.» El llamado «ARGUMENTO ONTOLÓGICO», que en lo esencial mantiene que concebir a Dios es la misma cosa que concebir que existe, lo podemos explicar de la siguiente manera: Todo lo que concibo clara y distintamente como perteneciente a un objeto, le pertenece realmente; por ejemplo, todas las propiedades que percibo clara y distintamente que pertenecen a un triángulo (como que la suma de sus ángulos es igual a 180º), le pertenecen realmente. La idea de Dios es la del ser infinitamente perfecto (el ser mayor que el cual nada puede ser pensado). La existencia es una propiedad, puesto que puede ser atribuida a una cosa. La existencia posible es una perfección en la idea de triángulo porque la hace más perfecta que las ideas de todas las quimeras que no pueden ser producidas. Pero la existencia necesaria es una perfección aún mayor. El existir necesariamente hace de algo más perfecto que el existir meramente en el pensamiento o que la mera posibilidad de existir. La existencia necesaria y eterna está comprendida en la idea de un Ser absolutamente Perfecto, porque si no fuera así caeríamos en contradicción: sería tanto como decir que el ser absolutamente perfecto no es el ser absolutamente perfecto, puesto que le faltaría la más perfecta forma de 21 Filosofía II Descartes existencia. Luego, ... DIOS EXISTE. Por lo tanto, según Descartes, es tan evidente que en la idea de Dios está comprendida su existencia como lo es el que en la idea de triángulo está comprendido el que la suma de sus tres ángulos sea igual a dos rectos. Esto no ocurre con ninguna entidad distinta a Dios: en las ideas de las otras entidades encontramos contenida sólo la posibilidad de su existencia, no su necesidad o realidad. En Dios -y sólo en Él- se encuentra en su naturaleza o esencia, la existencia necesaria. Dios, cuya existencia se da por demostrada, tiene una naturaleza perfecta, por la que no puede ser engañador de ninguna manera. Dios posee todas las perfecciones en grado sumo, y por lo tanto la veracidad. Pretender engañar no es un signo de potencia sino de debilidad, de malicia, de imperfección... y por tanto, no puede admitirse en Dios dicha voluntad de engaño. Para Descartes la existencia de un DIOS PERFECTO Y VERAZ es una pieza clave de su sistema: reconocida la existencia de Dios a partir de mi yo pensante, el criterio de la evidencia encuentra su garantía última: Dios es el principio y garante de toda verdad clara y distinta17. Por tanto, en la filosofía de Descartes Dios ocupa una posición central, pero este Dios de Descartes no es ya el “Dios de Abraham”, un Dios Padre, Creador y Providente, que premia y castiga, que se manifiesta y nos habla a través de los profetas y de Jesucristo y en donde la razón tiene que someterse a la revelación y no puede contradecirla. El de Descartes es ya el “Dios de los geómetras”, el “deus ex machina” que la razón descubre como el creador del Universo, pero que no interviene en su desenvolvimiento o desarrollo. Demostrada la existencia de Dios como Ser infinitamente Perfecto, encuentra Descartes el punto de apoyo que necesitaba para SUPERAR TODOS LOS NIVELES DE LA DUDA y poder afirmar la existencia del mundo objetivo y la validez de los razonamientos matemáticos para conocerlo. La hipótesis del «genio maligno» es absurda: Dios, la sustancia infinita, garantiza la capacidad de la razón humana para encontrar la verdad18, siempre que utilice el método de la razón adecuadamente. Es decir, Dios garantiza que mis ideas corresponden a un mundo, a una realidad extramental, pero no garantiza que a todas mis ideas corresponda una realidad extramental. Solamente serán verdaderas aquellas ideas que tengan las características de la evidencia (claridad y distinción). “En fin, si aún hay hombres que no están suficientemente persuadidos de la existencia de Dios y de su alma en virtud de las razones aducidas por mí, deseo que sepan que todas las otras cosas, sobre las cuales piensan estar seguros, como de tener un cuerpo, de la existencia de astros, de una tierra y cosas semejantes, son menos ciertas. Pues, aunque se tenga una seguridad moral de la existencia de tales cosas, que es tal que, a no ser que se peque de extravagancia, no se puede dudar de las mismas, sin embargo, a no ser que se peque de falta de razón, cuando se trata de una certeza metafísica, no se puede negar que sea razón suficiente para no estar enteramente seguro el haber constatado que es posible imaginarse de igual forma, estando dormido, que se tiene otro cuerpo, que se ven otros astros y otra tierra, sin que exista ninguno de tales seres. Pues ¿cómo podemos saber que los pensamientos tenidos en el sueño son más falsos que los otros, dado que frecuentemente no tienen vivacidad y claridad menor? Y aunque los ingenios más capaces estudien esta cuestión cuanto les plazca, no creo puedan dar razón alguna que sea suficiente para disipar esta duda, si no presuponen la existencia de Dios.” 17 A Descartes se le ha acusado de caer en círculo vicioso: la evidencia (claridad y distinción) garantiza la verdad del cogito y de Dios, y luego es Dios el que garantiza la verdad de las ideas. 18 Frente al escepticismo, Descartes afirma que Dios nos ha creado con capacidad para conocer verdaderamente las cosas. 22 Descartes Filosofía II Deducción de la existencia del mundo Entramos en la tercera deducción metódica. Una vez demostrada la existencia de Dios, Descartes deduce que, como Dios es un ser perfecto y veraz, todo lo que proviene de Él, en cuanto nos ha creado, o sea, el mundo y la mente, es verdadero. Asimismo son verdaderas las ideas de la mente y es válido el criterio de certeza, porque Dios no nos ha podido construir mal; eso iría contra la idea de un Ser Perfecto. Es cierto que la mente y el criterio de certeza ya han sido deducidos, pero ahora un Descartes más tradicional está preocupado por justificar su existencia. Lo primero que hace Descartes es fundamentar la certeza del conocimiento sensible. Otra prueba de que Dios y el alma son mejor y más fáciles de conocer que lo sensible es que su conocimiento necesita del conocimiento de Dios. Aunque se tenga la “seguridad moral” de que el mundo existe, no se puede tener la “certeza metafísica” de su existencia hasta haber demostrado que Dios existe. La seguridad moral vale para vivir. Todos nos acostamos con la seguridad de que amanecerá, estamos seguros de que tenemos cuerpos y hay flores en el campo. Pero estas seguridades son morales, no metafísicas. Descartes no ha encontrado todavía ninguna razón que haga indudable la existencia del mundo, incluido su cuerpo. Los motivos de duda que sirvieron para rechazar la certeza del mundo siguen presentes. Posteriormente va a demostrar por qué sólo la certeza de Dios puede garantizar la certeza de las ideas adventicias y, por tanto, la existencia del mundo y garantiza esta certeza porque también garantiza la validez del criterio de verdad, ya que lo que se concibe con claridad y distinción es posible gracias a la existencia de Dios, que permite también la verdad de las matemáticas. “En fin, si aún hay hombres que no están suficientemente persuadidos de la existencia de Dios y de su alma en virtud de las razones aducidas por mí, deseo que sepan que todas las otras cosas, sobre las cuales piensan estar seguros, como de tener un cuerpo, de la existencia de astros, de una tierra y cosas semejantes, son menos ciertas. Pues, aunque se tenga una seguridad moral de la existencia de tales cosas, que es tal que, a no ser que se peque de extravagancia, no se puede dudar de las mismas, sin embargo, a no ser que se peque de falta de razón, cuando se trata de una certeza metafísica, no se puede negar que sea razón suficiente para no estar enteramente seguro el haber constatado que es posible imaginarse de igual forma, estando dormido, que se tiene otro cuerpo, que se ven otros astros y otra tierra, sin que exista ninguno de tales seres. Pues ¿cómo podemos saber que los pensamientos tenidos en el sueño son más falsos que los otros, dado que frecuentemente no tienen vivacidad y claridad menor? Y aunque los ingenios más capaces estudien esta cuestión cuanto les plazca, no creo puedan dar razón alguna que sea suficiente para disipar esta duda, si no presuponen la existencia de Dios.” En segundo lugar, tampoco es válido el criterio (la regla) antes aludido de la claridad y la distinción, si no se admite la existencia de Dios que, como ser perfecto, no nos ha podido construir mal. Todas las ideas de la mente son verdaderas en cuanto proceden de Dios y por eso son claras y distintas. Es cierto que no todas las ideas que tenemos son completamente verdaderas; algunas de ellas son falsas o contienen alguna falsedad, porque son oscuras y confusas. Pero esto no se debe a un defecto divino, sino a un defecto de los seres creados, que, por ser finitos, no somos totalmente perfectos. Aquello que no es claro y distinto sino obscuro y confuso, no ha sido creado por Dios y proviene de la nada. El método de Descartes, como ya hemos comprobado, avanza desde el conocimiento de la existencia del sujeto mismo hasta el conocimiento de la existencia de un Dios que no nos engaña. Por lo tanto, si las pruebas de Descartes sobre la existencia de Dios no son válidas – cosa en la cual coinciden la mayoría de los especialistas- todo su esfuerzo cae por tierra. Sin 23 Filosofía II Descartes embargo, el problema no se reduce a que las pruebas que aduce Descartes para demostrar la existencia de Dios sean de dudosa validez: en toda esta cuestión subyace una dificultad estructural más grave. Para demostrar la existencia de Dios hemos de partir de ciertos axiomas o premisas. ¿Cómo sabemos que estos axiomas son correctos? Descartes responde que nosotros percibimos clara y distintamente su verdad. Sin embargo, surge la siguiente pregunta: ¿cómo podemos confiar en nuestras ideas claras y distintas? Una vez demostrada la existencia de Dios, esto no constituye ningún problema. Descartes puede sostener que Dios, al ser perfecto y por lo tanto bueno, no puede habernos dado una mente sujeta a error acerca de materias que cree percibir con la máxima claridad. No obstante hasta que no sepamos que Dios existe, no tenemos ninguna garantía de fiabilidad de la mente, ni siquiera en las cosas más sencillas. Así, desde el comienzo mismo la empresa cartesiana se encuentra amenazada por un siniestro círculo vicioso: no podemos confiar en nuestras ideas claras y distintas hasta saber que Dios existe; pero no podemos demostrar la existencia de Dios si no nos fiamos de nuestras ideas claras y distintas. “Pues, en primer lugar, incluso lo que anteriormente he considerado como una regla (a saber: que lo concebido clara y distintamente es verdadero) no es válido más que si Dios existe, es un ser perfecto y todo lo que hay en nosotros procede de él. De donde se sigue que nuestras ideas o nociones, siendo seres reales, que provienen de Dios, en todo aquello en lo que son claras y distintas, no pueden ser sino verdaderas. De modo que, si bien frecuentemente poseemos algunas que encierran falsedad, esto no puede provenir sino de aquellas en las que algo es confuso y oscuro, pues en esto participan de la nada, es decir, que no se dan en nosotros sino porque no somos totalmente perfectos. Es evidente que no existe una repugnancia menor en defender que la falsedad o la imperfección, en tanto que tal, procedan de Dios, que existe en defender que la verdad o perfección proceda de la nada. Pero si no conocemos que todo lo que existe en nosotros de real y verdadero procede de un ser perfecto e infinito, por claras y distintas que fuesen nuestras ideas, no tendríamos razón alguna que nos asegurara de que tales ideas tuviesen la perfección de ser verdaderas.” La respuesta de Descartes a este considerable problema (conocido con el nombre de “círculo cartesiano”) parece consistir en que existen algunas proposiciones tan claras y tan sencillas que, incluso sin disponer de una garantía divina de la fiabilidad de la mente, se garantizan a sí mismas. “Dos y dos son cuatro” o “si pienso, existo” son ejemplos de proposiciones tan sencillas y directas, que al analizar aquello que afirman, no tengo la menor posibilidad de equivocarme con respecto a su verdad. En tercer lugar, la existencia de Dios también fundamenta el conocimiento matemático. Esta fundamentación es consecuencia de la anterior fundamentación del criterio de certeza. Los matemáticos se caracterizan por formular ideas "muy distintas" y precisas. Da igual que esas ideas se formulen durmiendo o en estado de vigilia, porque ya tenemos fundamentado el criterio de certeza. Aunque un matemático formulase una demostración mientras duerme, no por eso dejaría de ser verdadera. En cuarto lugar, la existencia de Dios fundamenta la existencia del mundo. Descartes dice que nuestro conocimiento del mundo sensible no sólo es erróneo porque, cuando dormimos, solamos representarnos los objetos durante el sueño con la misma forma que cuando estamos despiertos. También despiertos nuestros sentidos externos nos llevan a error. Es lo que sucede a los enfermos de ictericia que lo ven todo de amarillo o cuando nos fijamos en los astros u otros cuerpos celestes, que nos representamos con un tamaño muy inferior al que tienen. 24 Descartes Filosofía II “Por tanto, después de que el conocimiento de Dios y el alma nos han convencido de la certeza de esta regla, es fácil conocer que los sueños que imaginamos cuando dormimos, no deben en forma alguna hacernos dudar de la verdad de los pensamientos que tenemos cuando estamos despiertos. Pues, si sucediese, inclusive durmiendo, que se tuviese alguna idea muy distinta como, por ejemplo, que algún geómetra lograse alguna nueva demostración, su sueño no impediría que fuese verdad. Y en relación con el error más común de nuestros sueños, consistente en representamos diversos objetos de la misma forma que la obtenida por los sentidos exteriores, carece de importancia el que nos dé ocasión para desconfiar de la verdad de tales ideas, pues pueden inducirnos a error frecuentemente sin que durmamos como sucede a aquellos que padecen de ictericia que todo lo ven de color amarillo o cuando los astros u otros cuerpos demasiado alejados nos parecen de tamaño mucho menor del que en realidad poseen Pues, bien, estemos en estado de vigilia o bien durmamos, jamás debemos dejarnos persuadir sino por la evidencia de nuestra razón. Y es preciso señalar, que yo afirmo, de nuestra razón y no de nuestra imaginación o de nuestros sentidos, pues aunque vemos el sol muy claramente no debemos juzgar por ello que no posea sino el tamaño con que lo vemos y fácilmente podemos imaginar con cierta claridad una cabeza de león unida al cuerpo de una cabra sin que sea preciso concluir que exista en el mundo una quimera, pues la razón no nos dicta que lo que vemos o imaginamos de este modo, sea verdadero. Por el contrario nos dicta que todas nuestras ideas o nociones deben tener algún fundamento de verdad, pues no sería posible que Dios, que es sumamente perfecto y veraz, las haya puesto en nosotros careciendo del mismo. Y puesto que nuestros razonamientos no son jamás tan evidentes ni completos durante el sueño como durante la vigilia, aunque algunas veces nuestras imágenes sean tanto o más vivas y claras, la razón nos dicta igualmente que no pudiendo nuestros pensamientos ser todos verdaderos, ya que nosotros no somos omniperfectos, lo que existe de verdad debe encontrarse infaliblemente en aquellos que tenemos estando despiertos más bien que en los que tenemos mientras soñamos.” Lo importante para el conocimiento del mundo no es que estemos despiertos o dormidos. Lo importante es que aquello que conocemos se ajuste a la evidencia de la razón. Descartes recalca que los pensamientos han de ajustarse a la razón, y no a la imaginación o los sentidos. Y pone dos contraejemplos: uno ya utilizado un poco antes, la representación del tamaño del sol, que es una idea adventicia; y otro, la representación de una quimera, que es una idea facticia, fabricada por la imaginación. Para Descartes el mundo existe, pero no tal como nos lo ofrecen los sentidos, sino tal como lo entiende la razón. Y la razón nos presenta el mundo como res extensa, que es una idea innata. No todas las ideas son igualmente verdaderas. Las más importantes son las ideas innatas, porque nos dan un conocimiento claro y distinto, perfectamente ajustado a las exigencias de la razón. Les siguen las ideas adventicias que pueden tener claridad pero no distinción (podemos ver el sol con claridad, pero nos engañamos con su tamaño). Y en el último lugar están las ideas facticias, cuya claridad depende de la imaginación y carecen de existencia real, como la idea de una quimera. Ahora bien, sean cuales sean las ideas, todas ellas tienen un fundamento mayor o menor de verdad, que depende de Dios. No es posible que Dios, que es la Suma Verdad, nos pueda engañar. Luego el mundo existe. 25 Filosofía II Descartes 3.2.3. Demostración de la «res extensa». La existencia del mundo es demostrada a partir de la existencia de Dios: puesto que Dios existe y es infinitamente bueno y veraz no puede permitir que me engañe al creer que el mundo existe, luego el mundo existe. Veamos el «razonamiento» cartesiano. Hay en mí la facultad pasiva de recibir o sentir las ideas de las cosas sensibles. Esa facultad me resultaría inútil si no hubiera en mí, o en alguna otra cosa, una facultad activa capaz de producir esas ideas. Pero esa facultad activa no puede estar en mí, puesto que tales ideas se han presentado muchas veces sin que yo contribuyera a ello, y a veces en contra de mi deseo. Es necesario que tal facultad se halle, por consiguiente, en alguna sustancia diferente de mí. Y tal sustancia será un cuerpo o Dios mismo. Más como Dios me ha dado una poderosa inclinación a creer que las ideas que tengo parten de las cosas corporales y Dios no es capaz de engañarme, resulta patente que Él no es la causa de las mismas. Serán, pues, las cosas corporales las que provocan tales ideas. Por todo lo cual hay que concluir que las cosas corporales existen19. Y utilizando la regla de la evidencia Descartes concluye que el mundo está constituido por cuerpos cuyas únicas cualidades objetivas son la extensión y el movimiento (llamadas por Galileo «cualidades primarias»). Las llamadas «cualidades secundarias» tales como el color, olor, sabor... no son propiedades objetivas de las realidades corpóreas sino cualidades subjetivas: están en nosotros (en nuestra manera de percibir la realidad) y no en las cosas mismas. A partir de las cualidades objetivas o primarias, Descartes, siempre a base de «ideas claras y distintas», deduce su Física, que es de corte mecanicista20: el único principio de explicación de todos los fenómenos de la naturaleza es el movimiento de partes extensas de la materia. Dios crea la materia inerte y le comunica una cantidad de movimiento que permanece constante. Puesto que el mundo es como una máquina perfecta donde existe una total y absoluta necesidad o determinismo, reducible a un conjunto de fórmulas matemáticas, el conocimiento científico consiste en describir matemáticamente las leyes que rigen el movimiento de los cuerpos. Tomada la definición de sustancia de un modo literal es evidente que sólo podría existir la sustancia infinita (Dios), ya que los seres finitos (pensantes y extensos) son creados y conservados por Él. Descartes mismo reconoce que tal definición solo puede aplicarse de modo absoluto a Dios, si bien la mantiene por la independencia mutua entre la sustancia pensante y la sustancia extensa, que no necesitan la una de la otra para existir. Como podemos deducir, la antropología cartesiana es dualista, como la platónica21: por un lado somos cuerpo (sustancia extensa) y estamos sujetos a las mismas rígidas leyes físicas que los demás cuerpos. Pero el hombre es también alma, “sustancia pensante” consciente y libre. El objetivo último de Descartes al afirmar que alma y cuerpo, pensamiento y extensión, constituyen sustancias distintas, es salvaguardar la autonomía del alma con 19 Como se ve, la prueba de la existencia del mundo (res extensa) supone la prueba anterior de la existencia de Dios y la imposibilidad de que Dios (el Ser Perfectísimo) nos engañe. 20 El mecanicismo mantiene que la realidad es semejante a una máquina, como las fabricadas por el hombre, por lo que la explicación de los fenómenos consistirá en el descubrimiento de la causa eficiente, eliminando toda intencionalidad o finalidad. 21 Fruto de este dualismo, se le plantea el problema de la comunicación de las sustancias. La interacción entre ambas sustancias es explicada por Descartes del siguiente modo: el cuerpo y el alma se comunican a través de la glándula pineal (única parte del cerebro que no es doble), situada en la base del cerebelo. 26 Descartes Filosofía II respecto a la materia. El alma, al ser una realidad distinta del cuerpo está al margen del mecanicismo determinista del mundo corpóreo donde no queda lugar alguno para la libertad. La libertad, y con ella el conjunto de valores espirituales -que nos diferencian radicalmente respecto de los animales- defendidos por Descartes, sólo podían salvaguardarse sustrayendo el alma de la necesidad mecanicista, lo que, a su vez, exigía situarla como una esfera de la realidad autónoma e independiente de la materia. Por otro lado, al ser el cuerpo una sustancia independiente, permite su estudio científico sin referencias a su dependencia respecto del espíritu. Con ello se abre el horizonte de las investigaciones científicas sobre el organismo humano, prohibidas por quienes lo convertían en algo «sagrado», aunque la manipulación y experimentación fuera con un cadáver. No hay que olvidar que la medicina naciente tenía sobre sí la vigilancia de la Inquisición. 4. RELACIÓN CON OTRA POSICIÓN FILOSÓFICA: LA CRÍTICA DE HUME A LA IDEA DE SUSTANCIA DE LA METAFÍSICA (3 a). El término sustancia, procede del latin "substancia" que es, a su vez la traducción del griego "ousía". Su significado más general es el de fundamento de la realidad, (significado que adquiere ya de forma clara con Aristóteles), "lo que está debajo", lo que "permanece" bajo los fenómenos, lo subsistente. En cuanto tal, la sustancia es ante todo sujeto, lo que tiene su ser en sí, y no en otro. La pregunta sobre el ser para Aristóteles se resuelve en la pregunta por la sustancia: "¿Qué es el ser?" equivale a preguntarse "¿Qué es la sustancia?", ya que lo que es, es en primer lugar sustancia. Aristóteles distingue, simplificando la cuestión, dos tipos de sustancia: la sustancia primera, que es el individuo, el ser particular y concreto; y la sustancias segunda, aquello por lo que se es ese ser particular y concreto, la esencia, la especie formal, que es inmanente en cada individuo. Y es sobre esta segunda forma de concebir la sustancia, en cuanto esencia, como especie formal, sobre la que se construyen la metafísica y la gnoseología aristotélica. Siendo la esencia una "forma" no contiene nada material, por lo que el fundamento último de la realidad, aquello que la determina a ser lo que es, la sustancia (segunda), resulta ser algo inmaterial, siendo, además, lo único por lo que podemos conocer la realidad, dando continuidad, así, a la ontología platónica, pese a su rechazo de la subsistencia de las Ideas. Las demás formas de ser se dan en la sustancia, pero no son sustancia, sino accidente: forma, color, tamaño.., y todo cuanto aprehendemos por los sentidos, no tienen entidad propia, no son sujeto, sino que se dan en un sujeto, "inhieren en la sustancia", según la expresión tradicional. Hume hará una dura crítica a todas las ideas de la metafísica y, sobre todo, al concepto de sustancia en su triple vertiente: la extensa (mundo), la pensante (cogitans) y la infinita (Dios). Hume se preguntará por la validez de la idea de sustancia, y lo hará recurriendo al criterio de verdad que había fijado en el análisis del conocimiento para determinar la validez de una idea. Según tal criterio, una idea es verdadera si le corresponde una impresión; en caso contrario hemos de considerarla falsa. Ahora bien, sólo hay dos tipos de impresiones: las impresiones de sensación y las impresiones de reflexión. ¿Es la idea de sustancia la "copia" de alguno de esos tipos de impresión? O dicho de otra manera, ¿hay alguna impresión -de sensación o de reflexión- que le corresponda a la idea de sustancia? No, nos dirá Hume. No hay ninguna impresión de sensación que corresponda a la idea de sustancia, ya que esta idea no contiene nada sensible. Todos los 27 Filosofía II Descartes teóricos y defensores de la idea de sustancia insiste en que la sustancia no es un olor, un color, un sabor, etc., no es algo que vemos, oímos o tocamos. Lo que vemos, oímos, tocamos, son los accidentes de la sustancia, pero no la sustancia. Pero tampoco hay ninguna impresión de reflexión que corresponda a la idea de sustancia, ya que éstas no están constituidas por pasiones y por emociones, y nadie ha hablado nunca de la sustancia como si fuera una pasión o una emoción. Si a la idea de sustancia no le corresponde, pues, ninguna impresión de sensación, ni tampoco ninguna impresión de reflexión, entonces no le corresponde en absoluto ninguna impresión; y una idea a la que no le corresponde ninguna impresión, de acuerdo con el criterio de Hume, es una idea falsa. La tesis defendida sobre la sustancia divina estará en consonancia con las conclusiones anteriores. En la sección XI de la "Investigación sobre el entendimiento humano" Hume estudia el tema de Dios y la vida futura, teniendo en cuenta las críticas realizadas a la idea de sustancia y al principio de causalidad. En virtud de ello, Hume no reconocerá validez alguna a las demostraciones metafísicas de la existencia de Dios, considerando que dicha existencia no es demostrable racionalmente. Al igual que Descartes, Locke y Berkeley habían utilizado el principio de causalidad para fundamentar la afirmación de que Dios existe. A juicio de Hume, esta inferencia es también injustificada por la misma razón, porque no va de una impresión a otra, sino de nuestras impresiones a Dios, que no es objeto de impresión alguna. 5. ACTUALIZACIÓN DEL TEMA: MATEMATIZACIÓN Y DESARROLLO CIENTÍFICO Y TÉCNICO. EL MECANICISMO CARTESIANO Y EL PROBLEMA MENTE-CUERPO (3 b). El Discurso propone un método y un criterio de verdad que son herederos de las matemáticas y de esta forma todas las ciencias conseguirán una certeza semejante. La matematización es una característica que desde entonces ha impregnados casi todos los ámbitos de la ciencia occidental. El conocimiento de las cosas se consigue cuantificándolas, es decir, reduciéndolas a magnitudes y hallando luego las relaciones entra esas cantidades. El desarrollo de las ciencias sociales y humanas (sociología, economía, psicología, etc.) también se explica como consecuencia de la nueva visión del ser humano que vino con el cartesianismo. Tanto es así que ni siquiera ellas, a pesar de llamarse “humanas”, han podido sustraerse a la matematización, que se ha convertido en un instrumento necesario en sus investigaciones. Pero la matematización por sí sola no hubiera propiciado el desarrollo científico si no hubiera ido acompañada por la autonomía de la razón. Sólo una razón independiente de la religión puede llegar a la verdad. Descartes se convierte así en una referencia básica del proceso de laicidad. No obstante, la fe sigue presionando para mantenerse como criterio de verdad, como vemos en el intento del creacionismo estadounidense por eliminar las enseñanzas del evolucionismo en las escuelas, o en las críticas del Vaticano a las investigaciones genéticas. Esta separación entre razón y fe ha contribuido también a la aparición de posiciones ateas o agnósticas. Es evidente que el pensador francés no es ni una cosa ni otra, y que estas ideas no estaban presentes en su proyecto, ya que la razón llega a la certeza de Dios. Pero la modernidad ha perdido el optimismo racionalista y el hombre contemporáneo ya no cree poseer una razón tan poderosa como para afirmar de modo claro y distinto la existencia de Dios, es decir, el racionalismo optimista ha desembocado en un racionalismo agnóstico. Las demostraciones de la existencia de Dios han caído en desuso. Normalmente se considera que no es posible demostrar la existencia de Dios ni desde la ciencia ni desde la filosofía; la ciencia porque su propio método se lo impide. Dios no es un fenómeno empírico ni una hipótesis contrastable en la experiencia. En filosofía tampoco existe un argumento válido, aunque a través de su historia se han dado varias demostraciones. El argumento causal yerra al saltarse la serie ilimitada de causas y suponer una Causa Primera, que es una causa incausada. El argumento ontológico se equivoca en su punto de partida: la idea de Dios en la mente. El dualismo antropológico. El problema mente-cuerpo es una de las cuestiones más interesantes en la filosofía contemporánea. Las posiciones dualistas han suavizado sus 28 Descartes Filosofía II compromisos metafísicos; de hecho es difícil encontrar hoy día algún defensor del dualismo clásico o dualismo de sustancias. Si existen, sin embargo, otras formas de dualismo que pretenden ser compatibles con los postulados de las ciencias físicas y con las neurociencias. Estas nuevas formas de dualismo se conocen como dualismo de propiedades. Lo que se sostiene en este caso es que, aunque no existe más sustancia que la material, y la actividad mental se realiza en el cerebro, si existen propiedades distintas. Así, podemos distinguir entre las propiedades físicas de cerebro (capacidad para establecer enlaces neuronales, la química que subyace a la actividad cerebral...) y las propiedades mentales propiamente dichas. Defensores de esta posición serían Jerry Fodor, H. Putnam (al menos en una de sus etapas), J. Searle, y en general todos aquellos filósofos que se encuentran cómodos dentro de las posiciones funcionalistas y la Teoría Computacional de la Mente. Frente a las posiciones dualistas antes mencionadas, existen posiciones fisicalistas, que se oponen a esa distinción entre propiedades mentales y físicas. Estas posiciones se definen como reduccionistas, pues pretenden dar una explicación de los procesos cerebrales en términos exclusivamente neurofisiológicos. La Teoría Neurocomputacional de la Mente, vinculada a los modelos conexionistas desarrollados en el campo de la I.A., y la doctrina filosófica que se suele asociar a ella, el Materialismo Eliminativo desarrolladas entre otros por Paul y Patricia Churchland, conforman la posición reduccionista en Filosofía de la mente Hay que tener en cuenta que una explicación mecanicista encajaría bien en el modelo de ciencia en el que Descartes pensaba. Si recordamos su imagen de la ciencia, esta era un árbol cuyas raíces serían la metafísica, el tronco sería el equivalente a la física, Historia de la Filosofía y las ramas representarían las distintas ciencias. El sistema, nos dice Descartes, estará completo cuando todas las ramas queden conectadas con el tronco. Este modelo de ciencia, en jerga filosófica actual podría reconocerse como una posición reduccionista. Considerar al universo, incluso al ser humano como un complejo mecanismo era algo hacia lo que apuntaba la física mecanicista. 29 Filosofía II Descartes 6. Vocabulario Descartes (2 a) Álgebra (de los modernos). Parte de las matemáticas que considera las cantidades en general y sus relaciones empleando para representarlas números, letras y signos. Cada letra o signo representa un número u otra entidad matemática. Así la expresión algebraica «y = 2x + 3» representa la relación que existe entre 1 y 5, 2 y 7, 3 y 9... Esta disciplina se desarrolló principalmente en el Renacimiento y la Edad Moderna, por eso Descartes usa la expresión «de los modernos». «El álgebra permite realizar sobre números lo que los antiguos hacían sobre las figuras». Anteriormente. Se trata del precepto que postula la evidencia como criterio de verdad. Apetito. Una de las pasiones del alma. Consiste en una agitación del alma causada por que esta desea para el futuro cosas que juzga convenientes. Desear llegar a casa para tener la satisfacción de sentarme toda la tarde a estudiar filosofía es un apetito. Arte de Lulio. El Ars Magna (Arte más elevado) de Ramón Llull (1235-1315). Su idea fue que para convertir a los infieles no se puede partir de las creencias, sino del elemento común entre el creyente y quien no lo es: la razón. Por ello, es necesario demostrar racionalmente los artículos de fe. Su Ars Magna es un intento de hacerlo mediante desarrollos lógicos. Descartes no critica la intención del proyecto, sino que los principios de los que las complicadas argumentaciones lógicas partían no eran evidentes. Certeza, cierto. Se puede definir desde dos perspectivas. Subjetivamente, la razón está cierta de un conocimiento o está en la certeza cuando se le presenta algo ante lo que asiente sin temor a errar, es decir, algo que percibe con claridad y distinción. Desde esta perspectiva la certeza es el criterio de verdad. Objetivamente, todo objeto que produce en la razón un conocimiento claro y distinto se califica de certeza u objeto cierto. Certeza metafísica. Certeza que se tiene cuando se concluye que no es posible que la cosa sea distinta de como se la juzga. Pienso, luego existo es una certeza metafísica, pues no cabe ninguna posibilidad de que tal afirmación sea falsa. Claridad. Llamo conocimiento claro al que se presenta de un modo manifiesto a un espíritu atento Cuerpo. Cualquier sustancia extensa. Los cuerpos vivos, incluido el ser humano, realizan sus funciones biológicas autónomamente. Se mueve gracias a su espíritu animal (elemento también material). Sin embargo, para explicar los movimientos voluntarios del hombre, sus sentimientos, deseos..., Descartes afirma que el cuerpo humano y la sustancia pensante están íntimamente unidos a través de la glándula pineal. Pero esa unión no añade ni quita nada a ninguna de las dos sustancias. Deducción: Es todo aquello que se sigue necesariamente de otras cosas conocidas con certeza. Es un movimiento o sucesión que recibe de la memoria su certeza. Las conclusiones remotas se conocen por deducción. De la nada, nada proviene: el principio de causalidad exige que el origen de lo representado por una idea se encuentra en la cosa representada. Las ideas son causadas por los objetos exteriores o por nosotros mismos, no pudiendo representar ninguna realidad o perfección que no esté en los objetos. Como consecuencia de esta verdad se concluye que no puede haber en el efecto más de lo que hay en la causa. Dificultades: Equivale a cuestiones. Entendemos por cuestiones, todo aquello en que se encuentra la verdad o falsedad, cuyas diferentes especies se han de numerar para determinar qué podemos hacer de cada una. Distinto. Entiendo por conocimiento distinto el que es tan preciso y tan diferente de todos los demás que sólo comprende lo que manifiestamente aparece al que lo considera como es debido. Memoria. Uno de los cinco elementos que intervienen en conocimiento, junto al entendimiento, los sentidos, la imaginación y la voluntad. La memoria ayuda al entendimiento cuando elabora deducciones. Pero esa intervención puede hacerle caer en errores, debido a los olvidos de las razones y argumentaciones anteriores. La deducción siempre es correcta, el error sólo proviene de la intervención de la memoria. Método. Conjunto de «reglas ciertas y fáciles, mediante las cuales el que las observe exactamente 30 Descartes Filosofía II no tomará nunca nada falso por verdadero y llegará al conocimiento verdadero de todo lo que es capaz sin emplear inútilmente ningún esfuerzo de la mente [razón], sino que aumentará siempre gradualmente su ciencia». El método es necesario para que la razón consiga la verdad. Está formado por cuatro reglas. Intuición: Es la especie de “luz natural” de “instinto natural”, que tiene por objeto las naturalezas simples. Por medio de la intuición captamos inmediatamente un concepto simple emanado de la razón. En la 3ª Regla para la dirección del espíritu, la define como “un concepto de la mente pura y atenta, tan fácil y distinto que no quede duda sobre lo que pensamos. Se relaciona con la perspicacia. Los primeros principios se conocen por intuición, como el principio de no contradicción y se puede intuir que un triángulo está definido por tres líneas o la esfera por un a sola superficie. Enumeración. Se trata de una ordenación de todos los elementos para estar seguro de no omitir nada. Error. Jamás se origina de una mala deducción sino sólo de que admiten ciertas experiencias poco comprendidas, o de que se emiten juicios con precipitación y sin fundamento. El error no se produce al concebir ideas sino cuando la voluntad juzga sobre su verdad. La causa del error es que la voluntad va más allá de lo que permite el entendimiento: en muchas ocasiones, el entendimiento concibe ideas que no son claras ni distintas, y sin ese requisito la voluntad empuja a la razón a juzgar que son verdaderas, es decir, que a estas ideas le corresponden realidades. Ahí se produce el error. Por ello, el método debe impedir tales juicios. Escéptico. Quien niega la existencia de una realidad objetiva y/o la posibilidad de conocerla. Niega, por tanto, que el hombre tenga los elementos suficientes para calificar su conocimiento de verdadero o no. En la época de Descartes existía una fuerte corriente escéptica que este trató de combatir con su método y el establecimiento de conocimientos ciertos. Esencia. El atributo de una sustancia. Eterno. Dios no debe su existencia a nada que le sea ajeno. Él existe por sí mismo. Su existencia está asegurada eternamente Extensión. Atributo que define esencialmente a lo material o sustancia extensa. «Extensión es todo lo que tiene longitud, anchura y profundidad, y puede ser un cuerpo o un espacio». Existencia. Después de haber demostrado la existencia de Dios por los efectos se propone demostrarlo usando el argumento llamado ontológico de San Anselmo. El hecho de ser. La existencia es un rasgo necesario sólo del Ser Perfecto, ya que su perfección implica necesariamente su existencia. En el resto de seres, que no son perfectos, su existencia no es necesaria, por tanto, si siendo imperfectos existen, es porque han sido creados. Evidencia: Se opone a probabilidad y a verosimilitud. Se define por dos caracteres esenciales: la claridad y la distinción. El acto del entendimiento por el que alcanzamos un conocimiento evidente el la intuición. Al claro y distinto es lo que no presenta la más mínima duda. Idea. Por idea entiendo aquella forma de cada pensamiento nuestro, por la percepción inmediata de la cual tenemos conocimiento de estos mismos pensamientos. De modo que si entiendo lo que digo, cuando expreso algo con palabras, es evidente que tengo idea de la cosa que mis palabras significan. No son ideas las simples imágenes que se pintan en la fantasía. Es todo lo que está en nuestra mente cuando concebimos una cosa. Se distinguen entre ideas como actos mentales (que son todas iguales) y las ideas como representaciones, que difieren en su grado de objetividad según sean ideas innatas, adventicias o facticias. La idea tiene una doble realidad: primero como acto subjetivo del pensamiento (acto mental), también llamada “realidad formal”. Segundo como “realidad objetiva”, en tanto representa los objetos. En cuanto realidad formal es una manera de pensar; en cuanto realidad objetiva se entiende la entidad o el ser de la cosa representada por esta idea, en cuanto esta entidad está en la idea. Porque todo lo que concebimos como dado en los objetos de las ideas, está objetivamente o por representación en las ideas mismas. Para que una idea contenga tal realidad objetiva en vez de tal otra, debe sin duda haberla recibido de alguna causa, en la 31 Filosofía II Descartes que habrá por lo menos tanta realidad formal (pensamiento) como hay realidad objetiva en la idea. Infinito. Lo que no tiene límites. Inmutable. Cambiar significa adquirir lo que no se tiene. Dios es un ser perfecto, y por consiguiente nada le falta. La idea de Dios. La idea de Dios no proviene de los sentidos, ni fue inventada por mí mismo, sino que fue puesta en mí por dios. Es una idea innata, igual en todos los hombres y que representa una “naturaleza verdadera e inmutable”. Lo menos perfecto no puede provenir de lo más perfecto. La nada o una cosa que no existe, no puede ser la causa de la existencia de ninguna cosa, ni de ninguna perfección de esta cosa, actualmente existente. Metafísica. Significa aquí “abstracta” alejada del mundo sensible. Este es el sentido vulgar. En un sentido riguroso, la metafísica es la ciencia del ser en tanto que ser o es el estudio de la realidad última. (Aristóteles). Descartes dedica la cuarta parte del Discurso a la prueba de la existencia de Dios y del alma humana, que son los puntos capitales de su metafísica. La función de la metafísica la enuncia en la metáfora del árbol de la ciencia. La ciencia es como un árbol, cuyas raíces son la metafísica, el tronco la física y las ramas las demás ciencias, principalmente la medicina, la mecánica y la moral. La metafísica tiene tres tareas principales. a) En primer lugar establecer una primera verdad absolutamente evidente de la que se pueda deducir todo lo demás. Esta tarea es todo lo referido al cógito. b) En segundo lugar construir un sistema deductivo que explique la realidad basado en la idea de sustancia. c) En tercer lugar Descartes asigna a la metafísica la función de fundamentar el conocimiento desde tres puntos de vista. 1. Refutar el escepticismo. Se trata de suministrar los principios básicos del conocimiento. 2. Función crítica. Se trata de excluir de la investigación ciertos tipos de conceptos definiendo los límites del conocimiento. Tales conceptos son cualidades sensibles o propiedades ocultas. 3. Función teórica. Se trata se suministrar los principios generales de la ciencia, como son los principios metafísicos, la existencia de Dios, los atributos de Dios y la distinción entre materia y espíritu Método. Por método se entiende lo siguiente: unas reglas ciertas y fáciles, gracias a las cuales todos los que las observen exactamente, no tomarán por verdadero lo que es falso, y alcanzarán sin fatigarse con esfuerzos inútiles, el conocimiento verdadero de todo aquello que sean capaces. Naturaleza simple. En general son todos los principios de los cuales se puede deducir legítimamente algo, como las ideas innatas. Las dos naturalezas simples más importantes son la extensión y el pensamiento. Será simple una idea que precede a otra en el orden de la deducción. Son objetos simples, lo que llama Descartes naturalezas simples, que son los elementos indivisibles y que constituyen el último término del conocimiento. No pueden ser sino verdaderas. Si Dios es garantía de la verdad, aquellas ideas nuestras que preceden de él tendrán que ser verdaderas. Nuestra razón. La única certeza que puede alcanzarse es la que nos proporciona la razón. Omnisciente. El conocimiento es una perfección Oscuro. Las ideas en sí mismas no son falsas, la verdad o falsedad surge con el juicio. Totalmente perfecto. Se plantea en todo este pasaje el problema del error. Si la verdad consiste en la claridad y distinción de las ideas, el error tendrá su origen en ideas oscuras y confusas. Estas últimas ideas se dan en nosotros porque somos seres imperfectos. Preguntarse por qué Dios que es un ser perfecto ha puesto en nosotros la imperfección y permite que cometamos esos errores es, para Descartes una cuestión insoluble, puesto que nosotros somos seres finitos, y por lo tanto, no podemos comprender los fine últimos de Dios, que es un ser infinito. 32 Descartes Filosofía II Precipitación. Consiste en aceptar como verdadero lo que no es evidente, esto es, claro y distinto. La aceptación de una idea confusa se debe principalmente a la excesiva confianza en la capacidad de nuestro espíritu, que se arriesga a juzgar antes de haber adquirido claridad y distinción. Prevención. Consiste en negarse a aceptar una idea a pesar de ser clara y distinta. Se debe a que persiste en nuestra alma ciertas nociones adquiridas en la infancia sin el menor examen y que oscurecen la luz natural. Prueba de Dios. La idea de un ser perfecto la tengo, tal idea no puede deberse a mí o a las cosas exteriores, tiene que haber sido puesta en mí por un ser perfecto. Silogismo. Método de investigación de la escolástica heredado de Aristóteles, que consiste en un método deductivo de razonamiento que contiene las siguientes partes: Premisa mayor: Es un principio general Premisa menor: Es una afirmación de un caso particular. Conclusión La unión de las dos premisas Seguridad moral. Significa certeza suficiente para la vida práctica, suficiente para regular nuestras costumbres. Son menos ciertas. La existencia de los cuerpos es menos cierta que la existencia de Dios, no sólo porque este es anterior a todos los cuerpos, sino por ser él la garantía de la existencia del mundo exterior. Todopoderoso. El poder de Dios es tan grande que puede hacer todo lo que nosotros podemos comprender y aun lo que no podemos conocer. . 33 Filosofía II TEMA 7. DESCARTES Y LA FILOSOFÍA MODERNA. 34 Descartes