NOCIONES Y PRECISIONES EN TORNO AL CONCEPTO Y LA PRÁCTICA adecuadamente desarrollados, las relaciones establecidas, la totalidad entendida y la integralidad comprendida, la práctica fluye y lo instrumental y metodológico se perfilan más claramente como derivado natural del desarrollo y comprensión conceptual. Aquí es importante enfatizar que desde nuestra perspectiva no hay nada oscuro e ininteligible en definir y delimitar el rango de alternativas, instrumentos, métodos o intervenciones concretas que una sociedad o conjunto de la sociedad puede emplear para reducir o prevenir el riesgo en general, y de desastre en particular. Éste parece ser más un problema de reconocer el origen del problema y querer hacer para resolverlo, que de qué o cómo hacerlo. La gestión del riesgo ha sido en muchos casos la base de la evolución de la sociedad desde sus orígenes hasta la fecha, más en aquellas sociedades donde se logró encontrar formas eficaces de adaptación al ambiente o medio natural, a través de largos periodos de tiempo. Probablemente lo que se requiere hoy en día, es un rescate de la experiencia pasada, una readecuación de métodos probados, una revaloración de lo existente y, tal vez con los nuevos desafíos de la post modernidad (lo que implica el debilitamiento de la idea de una teoría omni-comprehensiva que permita explicar y entender todo el proceso, y más bien darle mayor relevancia a las condiciones concretas y un rol determinante al accionar de pequeña escala e incluso individual3), la imaginación para crear nuevas opciones para nuevos entornos. Ni para un ingeniero, arquitecto, ingeniero agrícola, planificador urbano, gestor del ambiente, campesino, obrero o artesano con conocimiento de su oficio, resulta difícil conocer los instrumentos y métodos para gestionar el riesgo. Son factores derivados de su bagaje de conocimientos y de su experiencia en la práctica, como profesionales y productores. O sea, un ingeniero sabe de técnicas sismo resistentes; un arquitecto de diseños de edificios que ofrecen mayor seguridad, un agricultor, ingeniero agrícola o forestal de la universidad, saben cómo garantizar determinados niveles de protección frente al ambiente y el clima; un planificador urbano tiene nociones sobre cómo planear el uso del suelo o del territorio para garantizar su mayor rendimiento en mejores condiciones de seguridad; o un gestor ambiental sabe cómo no transformar recursos en amenazas para la sociedad. Desde hace más de 70 años la literatura científica ha discutido las llamadas medidas estructurales y no estructurales de prevención y mitigación que aún ofrecen la base de muchas clasificaciones de medidas hoy en día. Gilbert White en los años treinta discutió lo inadecuado de controlar inundaciones solo con diques y la necesidad de combinar medidas estructurales, ingenieriles, con medidas de planificación del territorio y de adecuación agrícola. Sin embargo, llevó casi 60 años para que se reconocieran sus ideas en los EEUU, y fue sólo a raíz de las grandes inundaciones del Mississippi en 1993 que probaron, de una vez y para siempre, que los diques no son una solución permanente e incluso pueden generar mayores problemas en el futuro. Así, las medidas concretas se conocen desde tiempo atrás y nuevas modificaciones y logros se hacen con el paso del tiempo en términos de la ingeniería sísmica, técnicas sencillas usando materiales locales para dotar de protección, técnicas de protección contra vientos, de modificación genética para dotar a las plantas con mayores niveles de resistencia frente a extremos del clima o plagas, formas de organización y educación apropiadas, etc. Pero todo esto no es más que la comprensión, asimilación y profundización del conocimiento existente, y la constatación empírica de las ideas. No es, en ningún sentido, un invento diferente o una nueva solución a viejos problemas. De aquí que sostengamos que lo más simple para la gestión del riesgo es su lado instrumental; i.e., el saber qué hacer en entornos de riesgo determinados. Y este quehacer es labor, en su inventiva y aplicación, de múltiples actores distintos, profesionales, practicantes y consumidores del conocimiento. Pareciera obvio que la práctica profesional y la acción de los individuos lleve o debería llevar implícita la búsqueda de seguridad máxima en sus labores, aunque sabemos que en la realidad no siempre 3 Ver Rosenau, Pauline(1992) ‘Post-modernism and Social Sciences’ Princeton U.P.-New Jersey- y Jameson, Frederic (1997) ‘Postmodernism, or the cultural logic of late capitalism’ Duke U.P.- Durham-. 13