El patriota

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ECONOMÍA Y SALUD
Historia de Navidad
El patriota
■ ENRIQUE GRANDA VEGA • Doctor en Farmacia. egran@jet.es
Como en anteriores ocasiones,
nuestro colaborador Enrique
Granda construye una historia de
Navidad cuyos protagonistas son
farmacéuticos. En este caso, se
trata de un relato ambientado en la
Europa romántica del primer tercio
del siglo XIX, en el que se
entremezclan en sabia mixtura el
relato histórico y la ficción; pero,
como siempre, sin perder el
referente de la profesión
farmacéutica, y la infinidad de
facetas por las que ha atravesado
en su largo devenir histórico.
Nuevamente FARMACIA
PROFESIONAL celebra, con este
relato, la Navidad, abriendo un
paréntesis en las tareas diarias de
nuestros lectores, y deseándoles a
todos mucha felicidad en el
próximo año.
C
orría el año 1829, en fechas cercanas a la Navidad, y Alphonse
Rabbe1 se había impuesto desde el mes de noviembre dejar
sus cosas en orden. Había traspasado
su farmacia a su sobrino Albert, un
joven con buena formación en química
y botánica, que ya había anunciado su
boda con la nieta de Laborde, su
maestro y amigo. Una farmacia que
daba para vivir, aunque él había sido
muy alocado, y la modesta cantidad de
dinero percibida de su hermana para
ocuparse del establecimiento sólo
había servido para liquidar antiguas
deudas y ordenar un testamento, con
más obligaciones que beneficios para
sus herederos y legatarios. Le quedaba su casa en Chantilly, sus libros,
algunos cuadros de cierto valor y una
obra literaria que lo abarcaba todo:
poesía, novela, ensayo, sus notas de
6 FARMACIA PROFESIONAL
viaje, etc. Una obra que era toda su
vida, a la que otros tendrían que poner
fin un día y en la que había más material por ordenar, concluir y publicar2
que terminado.
MEMORIAS
Desde el mes de noviembre, releía sus
memorias sobre su estancia en España,
publicadas en 18253, en las que había
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HISTORIA DE NAVIDAD
reflejado su fascinación por los españoles y, sobre todo, por las españolas.
Aunque ahora ya no comulgaba con
las ideas que le habían llevado a participar en la guerra peninsular, y aunque
había dejado de creer —como la
mayor parte de sus compatriotas— en
el sueño del emperador Napoleón, en
sus memorias había intentado ser neutral, como lo eran las historias de otros
farmacéuticos, compañeros suyos, que
habían estado más tiempo en España.
Al repasar estas memorias no podía
olvidar la historia del español que
habría de ser inmortalizado años más
tarde con el nombre de García de
Paredes, pero cuyo verdadero nombre
y lugar exacto de ejercicio jamás se
sabrán.
Rabbe había recordado a Sebastián
Blaze4, casado con la española Cayetana5, hija del farmacéutico José Agudo, que había vuelto a su país tras ser
desterrado por Fernando VII. Había
tenido también noticias de Antoine
Fée 6, otro farmacéutico militar que
aprovechó la guerra de España para
hacer investigaciones arqueológicas, y
que había escrito hasta tragedias en
verso. Pero la historia de García de
Paredes le obsesionaba, porque tenía
todos los componentes del héroe
romántico. Había muerto como un
patriota y en defensa de la libertad,
aunque sus vecinos creyeron hasta el
último momento que era un afrancesado que confraternizaba con las tropas
invasoras.
No era Rabbe partidario de la misma
causa, pero le atraía la figura de un
hombre empujado por una idea hacia
un triste destino.
EL AFRANCESADO
Pero, ¿de qué historia nos está hablando?, se preguntarán quienes no hayan
leído el más maravilloso cuento farmacéutico jamás escrito, obra de
Pedro Antonio de Alarcón7, que lleva
por título El Afrancesado. Pues bien,
según Alarcón, era García de Paredes
el farmacéutico de la pequeña población de Padrón. Poco importa el nombre y el lugar donde ejerció el protagonista de esta historia: pudo ser en
Cataluña, en Andalucía o incluso en
Madrid, e igual pudo llamarse Antonio
López que Ayala o Moliner. Lo que
importa es que su historia, a decir de
todos, fue verídica, y es la más extraordinaria gesta acometida por un farmacéutico haciendo uso de su ciencia
y de su patriotismo. Él solo, y a base
de vino compuesto por láudano, había
descabezado de su oficialidad a toda
una brigada napoleónica, vengado la
muerte de doscientos ochenta y cinco
compatriotas y evitado la muerte de
VOL 17 NÚM 11 DICIEMBRE 2003
otros doscientos, aunque a costa de su
propia vida y de la consideración
social de sus clientes y amigos españoles... Al menos, hasta casi el último
momento de su vida, en el que salva
su alma —con ayuda de un terrible
fraile guerrillero— y su honor de
patriota, cuando todos comprenden
que se había hecho pasar por afrancesado para poder invitar a una cena,
quizá de Navidad, a lo más granado de
la oficialidad que invadía su ciudad,
con la finalidad de acabar con todos
ellos. Cuando Rabbe vino a España en
1815, le contaron la terrible historia
del boticario cuyo verdadero nombre
ha sido sustituido por la ficción. Y se
le quedó grabada. Aunque el francés
era aspirante a militar y amaba su país,
la libertad era para él la última aspiración. Dar la vida por algo tan elevado,
llegar a la muerte por amor a la libertad era su ideal y así lo expresaba en
sus largas veladas a su entrañable amigo Víctor Hugo y lo iba reflejando en
un ensayo al que había denominado
Álbum de un pesimista 8 , que no se
había atrevido a publicar. Casi temía
que poner punto final a esta obra,
siempre inacabada, acabaría siendo
como poner punto final a su vida.
La historia de García
de Paredes le obsesionaba,
porque tenía todos
los componentes
del héroe romántico
DIAS DE NAVIDAD
Finalizaba 1829 con malos presagios
políticos para Francia. Se hablaba de
una nueva restauración del Imperio, y
del fin de una época de libertades. En
las tertulias literarias de París la exaltación romántica había sido sustituida
por la política. Alphonse comenzaba a
hartarse de la literatura y de la política, y aquel año había preferido pasar
las veladas en casa de su hermana,
casada con un afable coronel de intendencia, y compartir con sus sobrinos la
Navidad. Todavía acudía de vez en
cuando a su recién cedida farmacia,
que ya dirigía su sobrino Albert, y le
explicaba recetas e historias que ya
empezaban a sonar a antiguas. Su relato favorito era aquel que narraba
cómo, en pleno Directorio napoleónico, en 1805, Sertürner, un aspirante a
boticario alemán, que contaba sólo 20
años, había obtenido la morfina cristalizada a partir del opio y cambiado
radicalmente todos los conceptos galénicos, al demostrar que de las plantas
podían obtenerse sustancias químicas
puras. Sin embargo, todavía se seguía
utilizando mucho el opio, porque la
morfina se absorbía muy mal por vía
digestiva9. Así que, por aquel entonces, se preparaban los polvos de
Dover, cataplasmas opiadas para aplacar dolores externos y, sobre todo, láudano de Sydenham10. Él mismo usaba
cataplasmas de opio para tratarse lo
que llamaba, eufemísticamente, una
«antigua herida de guerra», que llevaba siempre cubierta por un lienzo
negro y que le afectaba un párpado,
hasta convertirle en un ser siniestro, al
menos para quien no le conociera tanto como su familia o sus amigos. Realmente, lo que él llamaba herida de
guerra eran las secuelas de un lance
amoroso vivido, eso sí, en campaña.
Para todos los que le rodeaban y
conocían de cerca, Rabbe era un ser
sensible, quizás un poco exaltado con
la belleza, amante de las historias y
relatos de sus viajes y, sobre todo, de
la España que había conocido en la
época de Napoleón. Sus historias de
bandidos generosos, de guerrilleros,
de venganzas por amor, y del colorido
y las costumbres del vecino país del
sur asombraban a todos, comenzando
por los niños y terminando por las personas de mayor edad que, a su vez,
podían recordar otras historias y se
recreaban en su acento poético y descriptivo.
CAMBIOS
El 23 de diciembre Víctor Hugo le
había enviado una carta por medio de
su cochero, en la que se lamentaba de
que ya no acudía a la tertulia ni había
pasado por su casa en los últimos diez
días. Su amigo se interesaba por su
salud y preguntaba si acaso le ocurría
algo que él pudiera remediar. Alphonse le contestó que nada debía quitarle
el sueño, que su salud era razonablemente buena —tenía una tos persistente y una febrícula que no le abandonaba— y se estaba dedicando un poco
más a su familia en las fiestas navideñas, pero que aprovecharía cualquier
tarde para ir a verle, bien a su casa o a
la tertulia. Cumplidor de sus promesas, Rabbe acude al café de MontmarFARMACIA PROFESIONAL
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HISTORIA DE NAVIDAD
tre donde se reúnen literatos, políticos
opositores y antiguos hombres de
armas, en un ambiente cargado de
humo y en el que corre la absenta, el
acuavit y el ojén, este último traído
por las tropas napoleónicas de Málaga.
Pero Alphonse encuentra a todos muy
cambiados. Ya no se habla de literatura, el movimiento romántico parece
haberse tomado un descanso ante
sucesos que asustan a todos: el reinado
de Carlos X parece llegado a su fin; la
revolución liberal se difumina y la
sensibilidad de aquellos hombres exaltados y visionarios augura que pronto
habrá cambios para restringir las libertades11. Allí, más de uno habla de quitarse la vida antes de vivir en un régimen sin libertades, y Alphonse les
contesta que él ha analizado el asunto
y que el suicidio es algo más importante de lo que ellos creen; es, ante
todo, la «explosión de un alma generosa, indignada del mundo, segura de su
origen celeste y amorosa de su inmortal dignidad»12.
Al salir, va dando un largo paseo
con Víctor Hugo, mientras les sigue a
poca distancia el coche de este último,
y le expone sus proyectos:
– He pensado en retirarme definitivamente a Chantilly para llevar una
vida de pequeño burgués, sin exaltaciones ni melancolías. Creo que he
tenido una vida rica en experiencias y
he sido un hombre libre, pero veo que
me llega la hora de retirarme al campo
a pasar mis últimos años.
Víctor Hugo se lamenta.
– Alphonse, todos te necesitamos, tu
familia, y yo mismo, como amigo con
el que compartir el trabajo diario y la
inspiración, que ya comienza a flaquear
en razón inversa a la fama. Pero si así
lo quieres, pasaré algunas temporadas
contigo.
– Entiendo que todos me necesitáis
—dijo Alphonse— pero estoy cansado, cada vez me cuesta más mostrarme
en público y quiero seguir pensando
en la muerte.
– La muerte, siempre la muerte — repitió Víctor Hugo—. Es algo que nos llegará a todos. ¿Para qué pensar en ello?
– Existir es extinguirse —afirmó
Alphonse—. Es una cuestión que
estoy estudiando con detalle, pero no
podemos morir así como así. Hay que
morir por algo bello, en plenas facultades. Morir también puede ser un arte...
Se despidieron los amigos con las
primeras luces del día. Alphonse iría a
pasar las Navidades en casa de su hermana, y Víctor Hugo montaría en el
coche que le esperaba con un mal presentimiento.
8 FARMACIA PROFESIONAL
LOS ÚLTIMOS DÍAS DE 1829
Para Alphonse y su familia, aquella
Navidad fue la mejor de los últimos
años. Él había hecho traer de Chantilly una caja donde guardaba el más
preciado tesoro para sus sobrinos: un
belén adquirido en España que tenía
pavos de barro con patas de alambre,
un San José sin manos, un pesebre
con Niño Dios semejante a una bolita
color de rosa, un mago montado en
arrogante camello sin cabeza, una
unas cataplasmas opiadas que le preparaba su sobrino.
Había regalos para todos. Su hermana recibió un bello abanico, recuerdo
de una española, en el que se reflejaban escenas que bien podían haber
sido pintadas por Goya o por Maello,
su maestro. Su cuñado, una daga
morisca con damasquinados en oro.
Su sobrino Albert, una caja de botica
bellamente pintada; y a la novia de
éste, un mantón de seda de las hilaturas catalanas. Los niños recibieron
cada uno un napoleón de oro y diversos artículos en función de su edad:
plumas, cortaplumas, papel de cartas
y el mayorcito, un catalejo militar.
Todos le demostraban su cariño y
él, solterón empedernido, curtido en
algunas batallas menos que las narradas y en otras más dulces que sólo
quedan en el recuerdo personal, se
encontraba feliz y pensaba que había
obtenido casi todo lo que alguien
puede desear en la vida. Mas aún le
quedaba una pena: no tenía resuelta la
cuestión de su muerte, que deseaba
grandiosa y en pos de un ideal. El
paseo nocturno con Víctor Hugo
había agravado su estado, y la noche
del 31 de diciembre se retiró tarde.
Tras la excelente cena que había preparado su hermana, sintió escalofríos,
cargó un poco más de la cuenta con
láudano un ponche caliente y se dispuso a dormir con su cataplasma de
semillas de lino y polvo de opio. Pero
de aquella noche no despertó. Al día
siguiente su familia le halló como
dormido y en su semblante se reflejaba una gran paz.
MUERTO EL 31 DE DICIEMBRE
DE 1829
Morir también
puede ser un arte...
lavandera, etc. ¡Lo que habían padecido aquellas pobres figuras en los
últimos años! ¡Y lo que aún les quedaba por padecer¡ Pero para los niños
era el mejor juguete. Alphonse nunca
había estado tanto tiempo con su
familia como aquel año de 1829, y
pudo disfrutar viendo a sus sobrinos
jugar con el belén, acudir a los oficios
religiosos, preparar almendras grageadas como sólo un boticario experto
sabe hacer, y contar sus historias junto al fuego. Su tos y su fiebre le
seguían atormentando, aunque las
combatía eficazmente con láudano y
Su entierro fue apoteósico, se hicieron
elegías para el caso y una legión de
literatos, poetas y boticarios de todo
París acudió a su despedida. Se habló
de enterrarle en el Panteón de Hombres Ilustres y de pedir para él la
Legión de Honor a título póstumo. Sus
amigos, encabezados por Víctor Hugo,
se hicieron cargo de sus obras, tal
como indicaba su testamento. No obstante, pasaban los meses y la grandiosidad que su muerte requería, a decir
de sus exaltados amigos, no terminaba
de concretarse, hasta que alguno de
ellos comenzó a elaborar la teoría del
suicidio por amor a la libertad. La
revolución de julio de 1830, y la llegada del emperador Luis Felipe, que
habría de acabar con las libertades y
desposeer al pueblo como no se había
visto en ninguna otra época de la historia de Francia, les proporcionó la excusa: ¡Sí, Alphonse se había suicidado
por amor a la libertad! Así pasaría a la
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HISTORIA DE NAVIDAD
historia. ¿Y por qué se habría suicidado? ¡Para no conocer el año 1830!
Era un patriota, y así había de ser
recordado. Víctor Hugo decidió unir su
propia fama a la de su amigo, y en unos
versos escritos a finales de 1830 conservó para siempre la figura de Alphonse como un romántico apasionado por
la historia que abandonó el mundo para
no vivir una época sin libertad.
Hélas! Que fais-tu doc, ô Rabbe, ô
mon ami,
Sèvere historien dans la tombe
endormí!... 13
(Poema XVII de los Chants de crépuscule a Alphonse Rabbe — mort le 31
de décembre 1829.)
Para todos, menos para su familia
que conocía sus dolencias y sus acendradas creencias religiosas, Rabbe se
había quitado la vida como aquel García de Paredes que tanto gustaba recordar: con opio y en defensa de la libertad. Aunque es posible que, a él mismo,
que no conoció el año de la revolución
contra el pueblo, ni la vuelta del Imperio a Francia, la historia inventada por
sus amigos, acontecida en la Navidad
de 1829, que le asemejaba a la figura
de García de Paredes, quizá no le
hubiera disgustado en exceso. ■
BIBLIOGRAFÍA Y NOTAS14
1. Rabbe, Alphonse. El personaje es real,
aunque su vida no fue tal como se narra
en el cuento. Fue una figura poco conocida en vida, y mucho más tras su
muerte. Tuvo varias profesiones, entre
ellas la de farmacéutico. Francés, naci10 FARMACIA PROFESIONAL
do en Marsella en 1786 y muerto en
1829, ampliamente reseñado por Farinelli y Carrell. Fracasó en sus intentos
de convertirse en político, artista, músico y actor. Publicó trabajos de divulgación histórica. Intentó escribir una
novela, La soeur grise, («La hermana
gris») sin éxito en su publicación, aunque siempre decía que estaba trabajando en ella. Entre las obras que se le atribuyen se incluyen unas Memoires d´un
apothecaire, publicadas en París en
1825. Pero fue una obra apócrifa, editada a partir de sus notas —El álbum de
un pesimista— que le acreditan como
precursor del surrealismo francés. Rabbe es objeto de un amplio panegírico
por parte del estudioso bibliógrafo italiano Farinelli, que le identifica como
«miembro de la administración militar
del ejercito francés en España en
momentos cercanos a 1808, colaborador de Laborde y autor de una parte de
la introducción de la obra del mismo».
Rabbe emprendió también una Biografía universal de los contemporáneos,
publicada en 1824 en París.
2. Su correspondencia, según Carrell, es
esclarecedora de sus necesidades de editor. En el post scriptum de su testamento
había escrito: «Si esos señores quieren
cada uno elegir un libro entre mis papeles en mi memoria, para publicarlo, me
proporcionarán un gran placer».
3. Rabbe A. Memoires d’un apothecaire.
Paris, 1825.
4. Blaze S. Mémoires d’un apothecaire
sur la guerre d’Espagne pendant les
années 1808 à 1814 (Tomos I y II).
Paris: Ladvocat Librairie, 1928.
5. Granda E. Una historia de ficción
sobre Cayetana Agudo y el farmacéutico Sebastián Blaze se publicó bajo el
título Una estrecha amistad en FARMACIA PROFESIONAL 2001;14(11):4-10.
6. Fèe AL. Farmacéutico militar francés
que recorrió España en casi su totali-
dad. Durrien tiene un estudio sobre el
personaje, titulado Les goûts archêologiques d’un pharmacien militaire de
l’armèe française en Espagne sous le
premier Empire. Allí se afirma de este
viajero que muy joven aún, (Fèe) había
tomado parte entre 1809 y 1813 en la
terrible guerra de España, recorriendo
la península de uno a otro extremo, llegando a Sevilla y a Jerez, asistiendo a
las batallas de Arapiles y a la de Vitoria, y escapando difícilmente de los
peligros que le supuso su regreso a
Francia después de la derrota. En Toro,
el viajero asiste a una procesión de la
Fiesta de Dios, extraña mezcla de fandango, durante el cual los hombres,
vestidos como diablos cornudos, corrían de aquí para allá persiguiendo a las
mujeres. Fèe se interesó mucho por la
arqueología. Estando en Jerez escribió
una tragedia en cinco actos y en verso,
titulada Pelage, a imitación del español
(impresa en 1818 en Francia). Cuenta
Farinelli que Fèe estuvo alojado en
Vitoria en casa de un médico español,
padre de una encantadora joven de
nombre Casilda, y que en esa ocasión
no tuvo en cuenta su condición de oficial francés y le hizo la corte.
7. Alarcón PA. El Afrancesado. Obras
completas. Madrid: Aguilar, 1955. Este
cuento también puede leerse en:
http://members.tripod.com/~gie1808a1
814/hechos/franpadr.htm
8. Rabbe A. L’Album d’un pessimiste.
Obra publicada tras su muerte por los
amigos del autor. A partir de estas
notas se habla de un supuesto suicidio
de Rabbe, ya que estaba obsesionado
por la condición temporal de la vida y
por dar a ésta un final acorde a como
se ha vivido. Pero la realidad pudo ser
menos romántica.
9. Sólo a partir de 1853 se comienza a
usar la vía inyectable a partir de la
invención, por parte de Alexander
Wood, de la jeringuilla hipodérmica.
10. En la Farmacopea Española de 1865 y
de 1905 aparece como «Vino de opio
compuesto», formado por: opio, azafrán, canela, clavo de especia y vino
blanco superior. La dosificación era
ajustada de tal manera que cada escrúpulo contuviera dos granos de opio y la
dosis recomendada era de 6 a 12 granos (de 3 a 6 decigramos).
11. La revolución de julio de 1830 supone
la subida al poder de Luis Felipe y el
retorno a un régimen absolutista que,
para los liberales, significó que el pueblo pasó a ser desposeído de todos sus
derechos.
12. Rabbe A. L’album d’un pessimiste.
13. Cantos de Crepúsculo a Alphonse Rabbe muerto el 31 de diciembre de 1829.
La traducción sería: ¡Así pues, qué
haces tú, oh Rabbe, oh amigo mío, recto historiador, en la tumba dormido!...
14. La mayor parte de estas notas se han
obtenido por gentileza de Beatriz Hernando Pertierra, que las ha recopilado
para su trabajo de tesis doctoral en torno a los viajeros por España en la época de Fernando VII.
VOL 17 NÚM 11 DICIEMBRE 2003
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