10 resoluciones para el nuevo año (I)

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10 resoluciones para el nuevo año (I)
Proverbios 3
Ya lo sabemos. Aunque arranquemos cada nuevo año con las mejores resoluciones, casi siempre
se van desvaneciendo en el camino. Esto es porque los viejos hábitos son difíciles de desarraigar.
Pero hay algunas resoluciones —sobre todo, y especialmente para un cristiano— que no son
opcionales, si de verdad queremos una vida de obediencia a Dios. En Proverbios 3 encontramos
diez resoluciones que nos ayudarán a vivir como Dios espera de nosotros. En la introducción de
estas resoluciones, el sabio Salomón nos da una exhortación y una promesa de parte Dios: “Hijo
mío, no te olvides de mi ley, y tu corazón guarde mis mandamientos; porque largura de días y
años de vida y paz te aumentarán”. De igual manera, cada una de estas resoluciones, está ligada a
una promesa.
1. Nunca me apartaré de la misericordia y la verdad. Vers. 3-4. La palabra misericordia
proviene de “miseria”. La miseri-cordia es un “atributo de Dios en cuya virtud perdona los
pecados y las miserias de sus criaturas” (RAE). Es por su misericordia que no hemos sido
consumidos. Esta resolución tiene un doble aspecto: no apartarnos de la misericordia y la verdad
de Dios, en las cuales hemos creído, y que nos rodean como un escudo. Pero tiene que ver
también con nosotros practicar la misericordia y la verdad hacia los demás. No ser vengativos, ni
rencorosos, ni faltos de perdón hacia los errores de otros, porque de seguro también nosotros
necesitamos esa misma actitud de los otros. ¿Cuál es la promesa de Dios si somos
misericordiosos y verdaderos?: “hallarás gracia y buena opinión ante los ojos de Dios y de los
hombres”.
2. Me fiaré del Señor de todo mi corazón. Vers. 5-6. El complemento de esta resolución es:
“no me apoyaré en mi propia prudencia”. Esto es: no confiaré tanto en mí mismo como en el
Señor, porque en la medida en que confíe más en Él, tendré más confianza en la certeza de mis
decisiones y pensamientos. Uno de los significados de la palabra fiar es “esperar con firmeza o
seguridad algo grato, como cuando digo: ‘Fío en que Dios me socorrerá’” (RAE). ¿Cuál es la
promesa de Dios cuando nos fiamos de Él de todo corazón?: “Él enderezará tus veredas”, nos
guiará por el camino de su voluntad perfecta y agradable.
3. No seré sabio en mi propia opinión. Vers. 7-8. Vivimos en un mundo que valora mucho la
“propia opinión”. “Yo pienso que”; “a mi me parece que”; “usted dice eso, pero yo creo que…”
Y al fin y al cabo, pensamos que nuestra opinión es más sabia, es mejor, más informada, más
inteligente, más astuta, que la de los demás. Claro, es un mecanismo de defensa, pero también de
orgullo. Detrás de creer que nuestro pensamiento, nuestras ideas son mejores que las de otros, lo
que se esconde es un espíritu de superioridad, que es un verdadero estorbo en nuestra meta de
parecernos a Cristo. ¿Será cierto, como dice el dicho, que los años nos hacen más sabios? A
veces puede ser cierto, pero la verdad es que lo que nos hace sabios es “temer a Dios y
apartarnos del mal”, como dice el proverbista. ¿Cuál es la promesa de Dios si en cambio de
autoconsiderarnos sabios, andamos en el temor de Dios, alejados de lo malo?: Esa resolución
“será medicina a tu cuerpo, y refrigerio para tus huesos”.
4. Honraré al Señor con mis bienes y con lo primero de mis ganancias. Vers. 9-10. Esta
resolución debe ser central en nuestros planes todos los años de nuestra vida. Es la base de la
prosperidad material del creyente, que afecta también nuestra vida emocional, espiritual y
nuestras relaciones con el cuerpo de Cristo. No es una opción que debo dejar suelta en mi vida.
El diezmo es un deber, un pacto del creyente con Dios. Dios espera nuestro diezmo porque es
una manera como practicamos la mayordomía, el orden en que está diseñada nuestra vida con
Dios. A través del diezmo le decimos a Dios que Él es el dueño de todo lo que tenemos. No dar
el diezmo es menospreciar el orden de Dios para nosotros. Adicional al diezmo, están las
ofrendas, que son voluntarias, pero que deben ser dadas con abundancia, con un corazón alegre.
¿Cuál es la promesa de Dios a los diezmadores y ofrendantes fieles?: “Serán llenos tus graneros
con abundancia, y tus lagares rebosarán de mosto”.
5. No menospreciaré la disciplina del Señor. Vers. 11-12. Vivimos en una cultura donde solo
queremos escuchar cosas agradables. Esto es natural. A todos nos gusta oir cosas que endulcen el
oído. El problema son las áreas de nuestra vida que necesitan ser corregidas cuando
despreciamos las cosas de Dios, o cuando practicamos el pecado, pero no queremos que se nos
llame la atención. Una resolución para este año es dejarnos corregir por el Señor. ¿Cuál es la
promesa de Dios si dejamos que su disciplina obre en nosotros?: Seremos tratados como hijos y
no como extraños, “porque Jehová al que ama castiga, como el padre al hijo a quien quiere”.
Dios nos disciplina porque somos sus hijos y porque nos ama.
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